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Cuando los sueños se hacen realidad por Nayen Lemunantu

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Notas del capitulo:

Hola!!!

Ya casi estamos llegando al final de este historia, hoy por fin todo se soluciona, asi que espero que les guste como quedó el capitulo.

 

 

Capítulo 7: Dudas y Certezas

 

Ese fue mi primer beso y fue también la experiencia más maravillosa de toda mi vida. Sus labios eran suaves y dulces, el suave aroma que exhalaba su piel era embriagador, el contacto de mis manos con la piel de su rostro era electrizante. Me sentía desfallecer ante tales sensaciones.

El beso era lento y suave, delicado y sutil. Traté de expresarle con ese beso todos los sentimientos que llevaba guardados en mi interior por más de un año, traté de decirle que él se había transformado en la razón de mi existir y que no podía vivir un día más sin él. Lentamente ese beso tímido, se fue tornando apasionado y me sorprendí al sentir cómo Atobe correspondía a mi beso, sentándose en mis piernas, haciendo que el espacio entre nosotros fuera nulo, me dejé llevar por las sensaciones y dejé de pensar completamente, perdiéndome en sus dulces labios, aislado del espacio y el tiempo.

Comencé a sentir la urgente necesidad de besarlo, de recorrer cada centímetro de su cuerpo, de sentir el sabor y aroma de su piel. Lo tomé por la cabeza, inmovilizándolo y comencé a besar su cuello. Su cuello era delgado y blanco, y la piel bajo mis labios era suave. Él se entregó completamente, dejándose besar, mientras yo oía los suspiros que salían de su boca, temiendo por un segundo perder la cordura. Si no fuera porque oí un ruido, creí haberlo tomado ahí mismo.

Sentí unos pasos acercarse y nos separamos de inmediato, lo miré directamente a los ojos y me sorprendió lo que vi. Se veía turbado, su entrecejo estaba fruncido, formando una v en la piel de su delicado rostro. Me miraba extrañado, como sopesando la situación, yo no supe qué hacer. Un sudor frío recorrió mi espalda. Nos quedamos ahí, frente a frente, mirándonos, durante un tiempo que no puedo precisar, porque el tiempo se había detenido. Me sentía completamente desconcertado.

Las pisadas se detuvieron frente a nosotros y oí a un hombre hablar firmemente. Se trataba de Sakaki sensei y venía acompañado de Hanamura sensei. Realmente no podría decir cuáles fueron sus palabras, porque no las oía, pero al verlos alejarse, supuse que querían que los siguiera, ya que debía ser la hora de inicio de los entrenamientos.

Me puse de pie y caminé tras ellos, pero me volteé a ver a Atobe, quien seguía con esa expresión turbada en el rostro, quise decir algo, pero no supe qué decir. Tenía miedo al rechazo. Así que di la vuelta y me dirigí hacia la sala de reuniones, con la amarga sensación de saber que estaba huyendo.

 

El resto de la mañana no pude pensar en otra cosa que no fuera él y en ese beso que tal vez nunca debí darle. El corazón se me encogía al pensar en él, en su reacción, en las consecuencias. Había visto su cara después de aquel beso y definitivamente no fue lo que me esperaba. Mientras había durado el beso, todo había sido como un sueño, lo había sentido a él junto a mí, junto a mi corazón, corresponder a mis sentimientos, pero ahora que había visto su reacción, no sabía que pensar ¿A él no le gustaban los hombres? ¿Yo no le gustaba? ¿Había sido un atrevimiento besarlo? Sentía que la cabeza me daba vueltas y no sabía lo que estaba pasando.

Pero había algo que sí sabía, ésta era una situación que debía enfrentar, por más que me doliera su rechazo, debía hablar con él, al menos darle una explicación y debía hacerlo lo más pronto posible.

Al llegar la hora de almuerzo, me dirigí con paso titubeante al comedor, sentía que las piernas me temblaban ligeramente y tenía el estómago hecho un nudo. Entré al comedor dispuesto a pedirle que hablemos, pero no lo encontré, es más, la única persona que faltaba en el comedor era Atobe. Un pensamiento hiriente y fugaz pasó por mi mente: Me estaba evitando.

El sentarse ahí, junto a los demás entrenadores y fingir que todo estaba bien, fue una tortura. Traté de comer, pero sentía que la comida no pasaba por mi garganta, la angustia que sentía se había acumulado en mi cuello, impidiendo que hasta el agua pasara. Traté de parecer calmado, de fingir la indiferencia de siempre, pero sentía que moría por dentro.

El resto de la tarde fue un suplicio aun peor. Sabía que yo tenía un deber que cumplir, pero el hecho de saber que yo era una persona lógica y práctica, había terminado por olvidarlo completamente y ya nada me importaba. Había enviado a los jugadores a jugar en partidos de dobles, pero francamente me costaba mucho poner atención al juego, o al menos, no toda la atención que yo sabía, era necesaria en un entrenador.

No soportaba más aquella sensación, así que di por finalizado el entrenamiento a las 5.30, media hora antes de la hora de término oficial, luego me dirigí a la sala de reuniones, tuve que esperar a que llegaran los demás entrenadores y traté de parecer lo más sereno posible. Hablamos cerca de una hora sobre los posibles seleccionados, hasta que por fin pude excusarme y salir, tenía mucho papeleo que hacer aún, ya que al término del campamento debía llevárselos a Ryusaki sensei al Hospital, esa fue la excusa perfecta para poder salir.

Me dirigí con paso rápido a mi habitación, entré en ella y cerré la puerta, dejé todos los papeles sin ningún orden sobre el escritorio, me senté en la cama y lloré. Por primera vez, desde que me consideraba un hombre con criterio, lloré. Dejé que las lágrimas lavaran mi rostro, con la esperanza de que se llevaran también la tristeza de mi alma. Yo me mostraba duro, pero era sólo porque en realidad era una persona frágil, era frio, porque en el fondo tenía miedo. Y ahora me sentía más desdichado que nunca. No sabía cómo podría vivir ahora sin él, ahora que había probado sus adictivos labios.

 

Maldita sea la hora

en que contemplé tu cara,

en que vi tus ojos negros

y besé tus labios grana.

Maldita sea la sed

y maldita sea el agua,

maldito sea el veneno

que envenena y que no mata.

(Manuel Machado)

 

Me recosté sobre la cama, me quité los lentes y cerré los ojos, poco a poco, las lágrimas dejaron de salir, pero la tristeza no acabó y el dolor no se fue. Fui cediendo al cansancio y después de varios minutos de yacer boca arriba sobre la cama, me dormí.

Fui despertado por un suave toque en la puerta. No sabía cuánto tiempo llevaba dormido ahí, suspiré con pesadumbre y me masajee el puente de la nariz, no quería atender, no quería ver a nadie. Pensé por un segundo en ignorar a la persona ubicada detrás de la puerta, pero finalmente, me levanté y me dirigí hacia la puerta. La abrí con pesadez y no pude creer lo que mis ojos veían: era Atobe.

Abrí los ojos con impresión y tragué en seco sin saber qué hacer.

-¿Atobe? ¿Qué estás haciendo aquí?-

Hablé con un toque de extrañeza en mi voz, pues la suya, era la última visita que me esperaba. Supuse que él no querría verme después de lo ocurrido esta mañana, pero estaba ahí, frente a mi puerta, mirándome con el ceño fruncido y una expresión de disgusto en el rostro. Esta visita sólo podía significar una cosa, lo había molestado mucho con lo que hice esta mañana, y ahora debía pagar las consecuencias.

-Creo… creo que debemos hablar Tezuka. Sobre lo que pasó ésta mañana-

-Claro. Tienes razón, pasa por favor-

Al decir esto, me quité de la puerta, dejándolo pasar a mi habitación y cerrando la puerta tras de él. Me di la vuelta con rapidez, dispuesto a enfrentar la situación, después de todo, si ese era el precio que debía pagar por tener la dicha de besar sus labios, era un precio que estaba dispuesto a pagar. Lo quedé mirando directamente, de espaldas a la puerta, expectante a sus palabras.

-¿Es un mal momento? No quiero interrumpirte mientras trabajas-

Dijo esto tras mirar fugazmente la habitación, seguramente había reparado en la ruma de papeles dispuestos sobre el escritorio, los cuales yo no había ni mirado aun. La verdad es que el papeleo me tenía sin cuidado, lo que me importaba era él, y tuve la certeza que debíamos dejar las cosas claras de una vez, por lo que dije:

-No, no te preocupes. La verdad es que yo también quería hablarte. Esta mañana no hubo tiempo de decir nada y… quise hablarte durante el almuerzo, pero… no llegaste-

Dije tratando de excusarme, ya que ahora me sentía culpable por no haberlo buscado antes, yo era quien lo había besado, lo mínimo que podía hacer era darle una explicación adecuada, decirle el motivo por el cual había hecho algo así.

-Si claro, no pude almorzar, me castigaron por saltarme los entrenamientos matutinos-

Habló como restándole importancia a la situación, pero yo no lo podía creer. Primero, esa clase de actitud no era propia en él, el tenis para Atobe era algo muy serio y me constaba que él no iba por la vida saltándose entrenamientos. Y segundo, el hecho de que su actitud denotara que no le importaba en lo más mínimo, me resultaba increíble.

-¿Qué hiciste qué? ¿Desde cuándo comenzaste a faltar a los entrenamientos?- pregunté

Esas palabras salieron de mi boca de forma automática, e incluso creo haber alzado levente la voz al decirlas, pues realmente me costaba creer lo que oía ¿Por qué razón Atobe haría algo así?

-Pues desde que empecé a pasarme el día pensando en ti- dijo con molestia

No pude responder, no sabía qué decir, sólo lo miraba con incredulidad ¿Que él qué? ¿Pensaba en mí? ¿Esto era una broma? No, no lo era, Atobe no es de esa clase de personas, hablaba completamente en serio, pero ¿Qué significaba todo esto? ¿Acaso significaba que podía tener esperanzas? Sentía que mi corazón latía a mil por hora y las manos me sudaban, estaba realmente confundido. No obstante, debía responderle, él me había confesado algo muy importante y personal, había tenido el valor de decirme lo que le pasaba, cómo se sentía, yo debía hacer lo mismo.

-Creí que habías faltado al almuerzo porque no querías verme. Creí que me odiabas por haber tenido la osadía de besarte- declaré con sinceridad

-Yo creí lo mismo… es por eso que estoy aquí- respondió

Esto no podía ser cierto ¿él sentía lo mismo por mí? Lo miré con los ojos llenos de ilusión mientras veía extrañado cómo él acortaba la distancia entre los dos, tomando mi cabeza ente sus manos y besándome en los labios. Mis manos se movieron por instinto hacia su cintura, comenzando a atraerlo aún más hacia mí, profundizando aquel maravilloso beso, que ahora entendía, era a respuesta a todas mis plegarias.

Tenía que decírselo en palabras, no quería arrepentirme de nada, no quería que hubiera más malos entendidos entre nosotros, quería que Atobe supiera todo lo que sentía por él. Por lo que a regañadientes, rompí el beso que nos unía, separándome de sus labios para decir las palabras que habían estado atoradas en mi garganta desde hace un año y que necesitada decir ahora. Yo sabía que debía hablar, pues sé que la felicidad es a veces una bendición, pero por lo general es una conquista, y mi felicidad ahora estaba en juego y debía ganármela.

-Te amo. Te he amado desde el primer momento en que te vi- confesé aun con dudas

-Y yo a ti- dijo

No podía creer lo que oía, una dicha inmensa inundó mi alma y una sonrisa amplia se posó en mis labios, de hecho, no recordaba haber sonreído así nunca antes, nunca antes me había sentido tan feliz como en ese momento. Sentía la felicidad de saber que de ahora en adelante ya no estaba solo, sentía la paz de saber que mis sentimientos era correspondidos, sentía la ilusión de saber que mi vida ahora tenía sentido. Volví a unir nuestros labios en un beso, mas apasionado esta vez, explorando cada centímetro dentro de su boca. Sentí sus manos subir por mi espalda, apegándose a mi cuerpo, ansiando de la misma forma que yo del contacto entre nuestro cuerpos.

Aun dudando de mis actos, pues no sabía si lo que hacía era correcto o no, comencé a caminar hacia la cama, empujando suavemente a Atobe sobre ella. No tenía seguridad de lo que debía hacer, actuaba por total instinto, ésta mañana había dado mi primer beso y ahora, la necesidad de tener más contacto con él, me empujaba a llevar las situación a un nivel completamente diferente, tal vez iba demasiado rápido, pero no me podía contener.

Me posicioné sobre él y comencé a besar su cuello, despedía un olor embriagante que me volvía loco, quería besar cada centímetro de su cuerpo. El ímpetu del momento me llevó a morder suavemente su cuello, acto que hizo que un casi inaudible gemido saliera de su boca, provocando que perdiera completamente el control de mis actos. Sentía que el calor me consumía, el calor de una chispa que nació cuando lo conocí, y que en el transcurso de este año se transformó en llamas, llamas que dieron paso a una hoguera, hoguera que formó un incendio, imposible de controlar.

-Quiero hacerte el amor- dije

Por unos instantes me miró entre sorprendido y asustado, asumí que se debía a la chocante franqueza de mis palabras, pero al segundo recobró la compostura, respondiéndome:

-Yo también. Esta noche quiero demostrarte cuánto te amo-

Como para demostrar que hablaba completamente en serio, se incorporó sobre la cama, de modo que ambos quedamos sentados sobre ella, mirándonos a los ojos, y cualquier migaja de duda que había en mi interior, en ese momento fue disipada completamente. Con un movimiento rápido, le quité la camiseta, dejando ver su torso desnudo, su piel era blanca, otorgándole un aspecto de pureza casi divina, su cuerpo trabajado, dejaba ver los marcados músculos de su abdomen y sus tetillas de color rosa, contrastaban con su blanca piel.

Yo me quité también la camiseta, mostrándome para él, gesto que correspondió acercándose a mí y sentándose sobre mis piernas, comenzando a repartir suaves besos sobre mi hombro izquierdo, los que me parecieron una verdadera delicia.

-Lo siento. Daría todo por retroceder el tiempo, por no haberte hecho daño- dijo

Sus palabras salieron en un susurro ahogado sobre mi hombro, mientras escondía la cabeza en mi cuello. Le tomé con ambas manos, acunando su rostro y haciendo que me mirara y dije:

-Pero que dices!! Eso no fue tu culpa, sólo yo soy el responsable por jugar un partido sabiendo las condiciones en que me encontraba. No quiero que vuelvas a preocuparte por esto-

Esa era la verdad, yo nunca lo había culpado, ni una sola vez había pensado si quiera en que la responsabilidad de ese partido fuera suya, tenía muy claro que era solamente mía. Sentí que mi corazón se compungía al ver que él se culpaba por ello.

Bajé mis manos a su cintura, atrayéndolo hacia mí, haciendo que la cálida piel de su torso se apegara al mío, sintiendo el fuerte latido de su corazón en mi pecho y lo besé. Comencé a acariciar su espalda y con cada tacto, sentía urgencia de más contacto aun, por lo que mis manos recorrían con fuerza e insistencia su cuerpo. Atobe se movió sobre mí, se impulsaba con las piernas en un movimiento ascendente que provocaba que nuestros cuerpos se rosaran, incitándome con cada movimiento.

Mi miembro crecía y se endurecía, palpitando, producto de la excitación de tenerlo por fin junto a mí, realizando aquellos movimientos que me quitaban la cordura. No pude aguantar por más tiempo, quería estar dentro de él, así que lo deposité nuevamente sobre la cama y le quité el resto de ropa que traía puesta. Lo que vi, me dejó sin habla, aunque aún llevaba los pantalones puestos, éstos no pudieron ocultar mi evidente excitación, menos aún ahora, que tenía para mí la más sublime de las vistas, Atobe Keigo completamente desnudo y excitado bajo mío.

Mi mano se dirigió automáticamente hacia su miembro, el que comencé a masturbar con movimientos lentos, con la única finalidad de causarle placer. Sabía muy bien lo que debía hacer para complacerlo, pues gracias a él y su aparición constante en mis sueños, me había vuelto más que un experto. Sus suaves gemidos me dieron la confirmación de mi experticia en el tema.

-No… Tezuka, quiero verte- dijo de pronto.

Me detuve y lo complací en su petición, quitándome los pantalones deportivos que aun traía puestos. Ahora estábamos ambos completamente desnudos, pero no sólo en cuerpo, sino también en alma y en corazón. El verdadero amor, supone un acto de entrega total, y yo estaba dispuesto a entregarme a él por completo. 

 

Notas finales:

Gracias por leer =)


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