Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Cuando los sueños se hacen realidad por Nayen Lemunantu

[Reviews - 19]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Hola!!! hola!!!

aqui les traigo el penultimo capitulo de esta historia de amor <3 Quiero tratar de terminar antes de navidad, porque luego me voy de vacaciones y no voy a estar escribiendo, asi que muy pronto voy a subir el ultimo capitulo.

Espero que les guste este nuevo capitulo tanto como a mi =)

 

Capítulo 8: Declaración de Amor

 

Desperté al oír el molesto ruido de mi despertador y lentamente fui consciente del cuerpo tibio que descansaba a mi lado. En ese instante me pareció que debía seguir soñando aun, que eso no podía ser cierto. Sentía el aroma que despedía su piel flotando en el aire, lo abracé con mayor fuerza, para convencerme a mí mismo que eso no podía ser un sueño y no quise abrir los ojos aun, por temor a que desapareciera. Traté de convencerme que aquella sensación de corporalidad sólo podía corresponder a la realidad, que los brazos que rodeaban ahora mi cintura realmente le pertenecían a él.

Oí nuevamente el insistente ruido del despertador, así que estiré el brazo para apagarlo, permitiéndome recién ahí abrir los ojos, para encontrarme con la bendición de tenerle entre mis brazos, lo besé tiernamente en los labios, despertando por fin, para descubrir que por primera vez en mi vida, la realidad era mejor que los sueños.

Sonreí al ser consciente de todo lo que había pasado, al rememorar la noche anterior, al recordar lo que había provocado en mí este amor, el dolor que había sido amarlo sin tenerlo y el ser consciente de disfrutarlo aquí ahora, sólo para mí.

-Buenos días- susurró

-Buenos días ¿dormiste bien?- pregunté

-Mejor que nunca- confesó

-Sí, yo también- dije

-No quiero levantarme, quiero quedarme aquí… contigo… siempre- susurró

-Yo no te voy a dejar nunca- dije abrazándolo fuertemente

Yo hablaba muy en serio, él era mi vida y nada en el mundo me iba a apartar de su lado. Yo tenía muchos planes para mi futuro, quería convertirme en un tenista profesional y para eso debía regresar a Alemania indefinidamente, eso era en teoría, pero todo había cambiado ahora, todo había cambiado gracias a él. Lo más importante ahora para mí era Atobe y de cualquier modo, yo ya no podría vivir sin él, por lo que volver a Alemania sería inútil.

Sin embargo, esa clase de problemas no tenían por qué turbar su mente, así que preferí no decirle nada, se lo comunicaría cuando todo fuera seguro, lo cual esperaba que fuera pronto, pues se trataba de una situación que estaba dispuesto a solucionar inmediatamente.

-Muy bien, debemos levantarnos, no puedo faltar nuevamente a los entrenamientos, o si no, de seguro que me sacan de la titularidad- dijo incorporándose en la cama

Sus palabras me sacaron de mis pensamientos y la horrible sensación de la realidad cerniéndose sobre mí, me obligó a levantarme. Atobe tenía razón, este era un día muy importante, el último día de campamento, lo cual marcaba mi fecha límite para permanecer en Japón, así que debía empezar hoy mismo a solucionar mis problemas con respecto a la rehabilitación.

Pero, primero era lo primero…

-¿Nos duchamos juntos?- pregunté

Mi pregunta lo tomó por sorpresa, me miró confuso unos segundos, para luego sonreír y asentir, siguiéndome hacia la regadera.

Aunque sentía que las cosas iban muy rápido, no me pareció mal disfrutar de este tiempo a solas, de una actividad tan privada, que ahora se volvía una experiencia común. Tomé la esponja de baño y apliqué la cantidad necesaria de jabón líquido, pasándola por su cuerpo, mientras besaba suavemente sus labios. Me dediqué a lavarlo dulcemente, mientras él hacía lo propio utilizando sólo sus manos. Muy pronto dejé caer la esponja, para poder tomar su cabeza entre mis manos, profundizando el beso, sintiendo que él apegaba su cuerpo al mío y me abrazaba por la cintura.

Habría seguido ahí el resto de la vida, bajo el agua que lavaba nuestro cuerpos, repartiendo dulces besos en cada centímetro de su piel, pero fue Atobe quien puso la cuota de cordura a la situación, separándose bruscamente para salir de la ducha y cubrirse con la toalla rápidamente, dejándome sorprendido con su reacción. Salí también de la regadera y me puse una toalla a la cintura, mientras lo observaba secarse el cuerpo eficientemente.

-Cualquiera diría que estas huyendo de mí- le comenté

-No huyo de ti, huyo de mí- respondió seriamente

-¿Qué?... No entiendo- dije descolocado por sus palabras

-No sé de lo que puedo ser capaz si seguía ahí contigo. Tal vez no te dejaría salir nunca más de esa regadera-

Dijo esto evitando el contacto visual, saliendo rápidamente del baño hacia la habitación vistiéndose apresuradamente, provocando con su actitud que una sonora risa saliera de mi boca. No sabía que Atobe pudiera ser tan tierno e infantil. Mientras más lo conocía, más me sorprendía. Me vestí rápidamente también, para alcanzarlo y poder bajar juntos.

Una vez abajo, cada uno tomó caminos separados, yo tenía una importante reunión y él debía continuar con el entrenamiento. Pero sabía que lo más probable es que no tuviéramos el tiempo de hablar luego, por lo que dije:

-Debo irme ahora, pero quiero que nos veamos pronto. Esta tarde no puedo, debo terminar de hacer papeleo para Ryusaki sensei y llevárselos al hospital. Además debo ir a mi casa, ni siquiera he avisado a mi familia que estoy en Japón- me excusé

-jajaja eso suena muy típico de ti. No te preocupes, yo te esperaré. Voy a contar los segundos que faltan para volver a verte- contestó

Sonreí ampliamente al oír esas palabras, que aún me seguían pareciendo increíbles, más porque yo me sentía exactamente igual. No me habría separado de él de no ser estrictamente necesario. Lo besé a modo de despedida y me fui a la reunión.

 

Como había predicho, no nos volvimos a ver en lo que restaba del día, a excepción del instante en que anunciaron la lista de seleccionados para el Torneo Amistoso, pero no pudimos hablar ahí, aunque ninguno separó la vista del otro en todo ese tiempo.

Cuando llegué al autobús escolar que nos llevaría a la clínica primero y luego a Seishun Gakuen, el autobús de Hyotei ya había partido, por lo que no pude verlo una última vez. Me subí con algo de desilusión en la mirada por no haber podido verlo, pero también me sentía feliz, pues todo esto me parecía más un sueño que la realidad.

Todo el transcurso que hicimos en autobús, lo utilicé para terminar el papeleo que tenía pendiente y fui consciente de las miradas curiosas sobre mi persona. De seguro que para estas alturas, ya todos se habían dado cuenta, sonreí para mis adentros, al percatarme que tal vez por primera vez en mi vida, lo que pensaran y esperaran los demás de mí, me tenía sin cuidado.

-¿Sucede algo?- pregunté sobresaltando a más de alguno

-No, nada buchou- dijo Momoshiro

-Qué extraño, porque desde hace un rato soy el centro de atención de todos en este autobús- declaré

-Es que a muchos les sorprende tu repentina amistad con Atobe- dijo Fuji, quien obviamente era el único capaz de verbalizar lo que todos ahí pensaban

-Pues eso no tiene nada de repentino y… tampoco lo describiría precisamente como amistad- dijo Oishi de pronto, poniéndose sorpresivamente de mi parte.

-Oishi!!! ¿Es que tú sabes algo que nosotros no?- preguntó Kikumaru

-Bueno…- respondió Oishi tomándose la cabeza y mirándole con una expresión de disculpa

-Lo que dijo Oishi es verdad. Yo estoy interesado en Atobe desde hace mucho tiempo y espero que muy pronto podamos ser mucho más que amigos- confesé, pues la verdad era que estrictamente no podía decir que éramos novios, pues aun no me había declarado apropiadamente.

Con esta frase di por concluido el tema y volví al papeleo que aún no terminaba, pero el gesto de sorpresa e incredulidad en sus caras no se les borró en todo el trayecto. Pocos minutos más tarde llegamos a la clínica, le entregue los papeles necesarios a Ryusaki sensei, dándole además toda la información necesaria respecto al Campamento y el desempeño de nuestro jugadores, hablamos cerca de una hora y luego de eso, me dirigí a mi casa, ya que no veía a mi familia desde hace tiempo, y ansiaba disfrutar de su compañía.

Llegué pasadas las 3.00 pm, abrí la puerta con mi llave y creo que le provoqué un mini infarto a mi madre, quien casualmente pasaba por el pasillo y casi se desmaya por mi repentina irrupción.

A esa hora, mi padre ya había salido del trabajo, ya que era viernes y él tenía un horario muy flexible, y se encontraba leyendo el diario en la sala. Mi abuelo se hallaba en la biblioteca, a donde fui a saludarlo personalmente, me recibió con un afectuoso abrazo, gesto que me extrañó un poco en él, que no es muy efusivo a la hora de mostrar sus emociones, pero supuse que se debía a que realmente me había extrañado, tal vez tanto como yo a él. Esa tarde, mi madre me sirvió una comida que preparó especialmente para mí, mientras era rodeado por toda mi familia, quienes se limitaban a observarme comer y a hacer comentarios de mi nueva sonriente expresión.

Hablamos sobre mi visita, lo repentina de ésta, los motivos por los cuales estaba ahí, por qué no les había avisado antes de mi llegada, sobre mi estadía en Alemania, sobre el Centro de Rehabilitación, sobre el tratamiento y sus efectos, etc. El resto de la tarde la pasamos en la sala, bebiendo té y charlando de la vida. Me sentía tan repentinamente feliz y a gusto, como si todo lo que me rodeaba lo estuviera viviendo por primera vez, en dos palabras: estaba feliz.

Luego de horas enteras de charla, mi abuelo decidió retirarse a su habitación a tomar una siesta, momento que aproveché para salir. Había algo importante que debía comprar para mañana, así que salí en dirección a una tienda en el centro de Tokio.

Llegué a la tienda que buscaba y me dirigí a la vendedora en busca de ayuda, le expliqué lo que necesitaba y me atendió servicialmente, por lo que no podría tener ni una queja sobre ella.

-Buenas tardes- dije

-Buenas tardes ¿en qué puedo ayudarlo?-

-Estoy buscando una argolla. Dos iguales, más bien-

-¿Un regalo para su pareja?- preguntó con una sonrisa

-Pues, espero que después de esto, lo sea- respondí sin querer dar más detalles

-Por favor, fíjese en estas, son nuestras mejores argollas- dijo mostrándome una gran variedad de argollas excesivamente femeninas, por lo que tuve que aclararle la situación

-La verdad es que mi pareja es un hombre, por lo que busco otro tipo de argollas- le dije sonriente

-Oh!! Por favor discúlpeme. Sígame hasta el otro sector entonces- dijo con amabilidad mientras sonreía

Me tomó varios minutos poder decidirme por una, pero es que quería que todo fuera perfecto, así que me tomé el tiempo que consideré necesario. El verdadero problema fue determinar el tamaño indicado de la argolla, no tenía seguridad, pero decidí confiar en mis instintos y compré la que creía que correspondía al tamaño de sus dedos. Ahora sólo debía escoger el momento apropiado para declararme oficialmente, el momento perfecto.

 

Ese momento no llegó hasta la tarde de siguiente día, después de terminar el Torneo Amistoso, que concluyó con la victoria del equipo japonés, y nos dirigimos a la mansión Atobe a celebrarlo.

Una vez dentro, fuimos hacia su habitación, a cual me pareció enorme, parecía la recamara de una celebridad, pero con buen gusto. Observé entre asombrado y maravillado su habitación, pues era realmente particular. Había cuadros famosos de Rembrandt adornando las paredes, no sabía que Atobe tuviera una afición por la pintura, ni mucho menos que tuviera tan buen gusto. Además había varios vinilos de música clásica, especialmente una gran colección de Wagner, Beethoven y Bach.

Cuando salí de mi asombro, me di cuenta que Atobe se dirigía hacia una puerta lateral, que probablemente debía ser el baño o… el armario. Pero yo no estaba dispuesto a permitir que se escapara de mí, por lo que lo sostuve por la muñeca, obligándolo a dar la vuelta, quedando frente a mí, completamente a mi merced, pues lo tenía firmemente abrazado por la cintura.

-¿A dónde vas? Tengo que darte tu premio ¿recuerdas?- le dije recordándole que le había prometido premiarlo por su excelente desempeño esta mañana en su partido

Comencé a desvestirlo lentamente, pero fui sorprendido por él, quien imitó mi gesto, para luego dirigirme hacia la cama, empujándome bruscamente sobre ella. Se sentó sobre mí y se acercó a besar mis labios con pasión, mientras su mano derecha bajó desde mi pecho hasta mi miembro, masajeándolo con suavidad, a través de la ropa primero, pero introduciendo su mano dentro de mi bóxer después. Yo sentía que la excitación crecía cada vez más, me sentía endurecer y besaba sus labios con ansiedad, aferrado firmemente mis manos a cada lado de su cara.

Dejó de besarme para bajar lentamente hasta mi pene y succionarlo con fuerza, gesto que me provocó un placer indescriptible, emití un ronco gemido y me incorporé sobre los codos, para poder verlo mientras él se dedicaba a lamer mi glande, realizando con la lengua, pequeños círculos. Me sentía desfallecer.

Después de unos minutos, sentí que llegaba al clímax, me dejé caer sobre la cama, apretando con fuerza las sabanas con ambas manos, echando mi cabeza hacia atrás y gimiendo cada vez más fuerte. Sentía que estaba a punto de acabar cuando Atobe se detuvo y se incorporó súbitamente, poniéndose de pie frente a la cama.

-¿Qué haces?- pregunté sin poder creerme su actitud

-No pienso dejarte acabar, aun no…- dijo mientras levantaba una ceja, desafiante.

-Argg!!! Realmente eres imposible!!!- grité

Atobe realmente podía sacar de quicio a cualquiera a veces, incluso a mí. Pero me dispuse a remediar inmediatamente la situación. Iba a enseñarle una gran lección a este niñito mimado, una de la cual no se iba a olvidar tan fácilmente. Me puse de pie y lo tomé por la cintura, arrojándolo sobre la cama con un movimiento rápido, quedando sobre él, tomando firmemente sus muñecas y haciendo presión con mi cuerpo, para impedirle el movimiento.

-Creo que la situación ha cambiado joven Atobe. Usted ya no se merece un premio, ahora se merece un castigo- dije

El sólo me miraba con incredulidad, mientras yo le quité el resto de ropa y lo volteé, de modo que quedó boca abajo, siendo aprisionado por mi cuerpo. Me dediqué a darle besos y mordidas en el cuello y los hombros, mientras que rosaba su entrada, incitándolo, excitándolo, pero sin penetrarlo aún, pues dejaría que me suplique primero y no tuve que esperar mucho por ello. 

-Mitsu… por favor… ahh- pidió entre suspiros

-Como desee, su majestad- respondí riendo

Después de dilatarlo apropiadamente, lo penetré con fuerza. Era la segunda vez que lo hacíamos y se sentía delicioso, él era tan estrecho, estaba tan húmedo, su interior era tan cálido, era como estar en el cielo. Ahogaba mis gemidos en su cuello y lo penetraba con rudeza, impulsándome con las piernas dentro y fuera de su cuerpo. Sentía como si una exquisita sensación de hormigueo empezara en la punta de mi pene y recorriera mi cuerpo, electrificándolo todo, provocándome un vacío en la boca del estómago y un dolor dulce producto de estrecho contacto con su interior.

El momento perfecto había llegado…

-Keigo… ¿Quieres… ser mi novio?... Ahh…- dije sin dejar de embestirlo

-¿Qué?...Ahh…Mitsu, sí quiero…Ahh…- respondió

Alcanzamos el clímax juntos, yo acabé dentro suyo, mientras que él acabó en la cama. Salí de su interior con suavidad y me recosté a su lado, respirando grandes bocanadas de aire, tratando de calmar mi respiración y normalizar mi ritmo cardiaco.

Cuando hube recobrado el aliento, me puse de pie y fui a buscar las argollas que había comprado el día anterior. Tenía que hacer eso apropiadamente, como lo haría cualquier caballero. Me acerqué a la cama, abrí la pequeña cajita y dije mirándolo a los ojos.

-Keigo, quieres ser mi novio-

-Es… lo que siempre he querido- respondió sonriente.

Quité las dos argollas de la cajita y se la puse en el dedo anular izquierdo, sorprendiéndome al constatar que le quedaba perfectamente. Atobe tomó la otra y me la puso en el dedo correspondiente.

-Ahora eres sólo mío y nunca voy a dejarte- dije mientras sellábamos ese pacto con un beso.

Nos recostamos en la cama, dispuestos a descansar unas horas, disfrutando de nuestra mutua compañía. Atobe estaba boca arriba en el lado derecho de la cama, yo estaba recostado sobre mi costado derecho, pasaba un brazo por su cintura y descansaba mi cabeza en su hombro. Sólo me dedicaba a mirarlo, a sentir su olor embriagante. Mientras Atobe se dedicaba a mirar la argolla que llevaba en su mano, la cual tenía levantada en ese momento, mirándome sonriente de vez en cuando.

Al parecer cuando se aburrió de mirar el anillo, se dio la vuelta, para quedar mirándonos a los ojos, llevando su mano a mi rostro, acariciando suavemente mis sienes y besándome en los labios. Rio por lo bajo una vez separadas nuestras bocas, para acurrucarse después en mi cuello. Yo sentía que mis parpados pesaban una tonelada, cerrándose lentamente. Aun cuando yo no quería dormirme aun, quería disfrutar del momento con él, sucumbí al cansancio y me quedé dormido.       

 

Notas finales:

Gracias por leer y...

VIVA LA IMPERIAL!!!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).