Lady Ranta papá restelló su látigo, furioso, y volvió a caminar de un lado al otro de la estancia. Sus sirvientes, los guardaespaldas de Kristian, temblaron. Al hombre dragón, en particular, le temblaba una escama de la cabeza, a punto de caerse.
-¿Quién habrá sido? – murmuró para sus adentros - ¡Como que no han averiguado quien ha sido! – gritó a los guardaespaldas.
Estos, como no lo habían averiguado en la media hora que llevaban siendo apaleados, callaron para no avivar más la cólera del doncel.
-Pero, ¿Quién habrá sido? – volvió a preguntar para sí mismo – No tenemos enemigos, todos me temen demasiado… Pero claro, un pobre doncel indefenso, con su hijito… Mi pobre niño, ¿Qué estará sufriendo a estas horas?
El Jukkis, motivo viviente por el cual los humanos no deben aparearse con troles del bosque, se ocultó tras Heikki, el hombre dragón. La primer vez que papá Ranta realizó aquella pregunta retórica se le ocurrió contestar con lo obvio, y recibió tal candelabrazo que se le abolló el cráneo.
-Mi pobre bebé… - siguió lamentándose lady Ranta – violado por quien sabe que bruto, o varios – las lágrimas se le salían – a lo mejor ya hasta lo han matado.
Fray Malaquías, el monje herético que velaba porque la compañía de varones guardaespaldas fuera decente, aventuró unas palabras de consuelo.
-Milady, es poco probable que maten a tan hermoso doncel hasta haberse saciado por completo de él.
-¡Imbécil! – papá Ranta le pegó un latigazo - ¿Crees que no lo sé? ¡Eso es aún peor! ¡Casi preferiría que mi niño estuviera muerto que violado! Y los muy brutos son capaces de matarlo a violadas antes que saciarse de él.
Fray Malaquías calló. Su hábito negro estaba destrozado por los latigazos y su cabello, habitualmente esponjado, estaba de punta de puro miedo.
-Mi Kristian… ¡y todo porque ustedes no pudieron detener a ese gigante!
Detener gigantes, sin máximo de altura, estaba en el contrato de los guardaespaldas. También dragones, vampiros, enanos; solos o en hordas, troles, brujos y catástrofes naturales.
-¡No han podido ni averiguar quién es! ¡Y mi marido! ¡También es su culpa, por haberse ido a Tierra Santa! ¡Y lord Lindroos también es culpable! ¿Nadie ha pedido rescate? – interpeló a los guardaespaldas volviéndose de súbito, restellando su larga melena negra.
Lady Ranta papá aún era un doncel muy atractivo, una versión mayor y algo menos hermosa que lady Ranta hijo.
-Nadie milady, ni incursiones suecas ha habido.
-¡Id a buscar a mi hijo! ¡Y no volváis sin él, hatajo de cerdos inútiles! ¡Ved si no lo secuestraron los troles de la montaña! Si no volvéis en dos días, juro que os buscaré, os encontraré, y os mataré. – sonaba más convincente que lord Neeson.
Los guardaespaldas salieron todos contrahechos, abrazándose unos a otros para sostenerse. La escama que temblaba cayó, dejando al hombre dragón con un claro justo en el centro del cráneo, en lo más alto de la cabeza. La falta se notaba sobre todo de perfil, y la herida se veía más verdosa y fea que el resto de la piel, por lo sanguinolento.
Lady Ranta papá se quedó preocupándose.
***
Los barriles de cerveza rodaban por el puente levadizo y el patio de armas. Ville, el hijo pequeño, varón este si de veras, de Jarmo, los contaba con su ábaco.
-37, 38, 39… 40. Listo padre, son todos por hoy.
-Muy bien hijo. – le acarició la cabecita – Vete a jugar a las espaditas.
Le presto la suya, de doce kilos de peso y casi tan alta como él, no obstante lo cual el niño la blandió en alto y se fue a atacar unas pacas de heno.
Satisfecho porque los preparativos de la boda de su hermano iban viento en popa Jarmo se frotó las manos. O quizá era por el frío, y eso que no era invierno… aún. Al ver a su amigo Marco mascando una brizna de paja, con una pierna apoyada sobre un barril y un aire melancólico se dirigió a él.
-Bonito día, ¿verdad?
-Brumoso y fresco. – aseveró Marco.
Luego Jarmo fue al grano:
-¿Por qué no te casas tú también en la boda de Juha?
A Marco le brincó el corazón en el pecho. Miró sorprendido a su amigo. Luego comprendió.
-Sí, aprovecha que nosotros vamos a emborracharlos y cásate. Los invitados a tu boda serian prácticamente los mismos que a la de Juha.
-Cierto. – dijo Marco. Él era el hermano menor, por lo que, no heredando el titulo ni las responsabilidades de la tierra de Tarot, podía, y se pasaba, todo el tiempo en el condado de lord Kylmanen. – Pero no tengo novio. – se excusó con sencillez.
-Ummm… - Jarmo se mesó las barbas. Las llevaba cortas, a diferencia de Marco. Cortas, castañas y de candado, a diferencia de las largas, rubias y trenzadas del otro vikingo. – Pues, si no temiera ofenderte, hasta novio te ofrecería…
-¿Quién? – preguntó interesado Marco.
-Un doncel que sabe cocinar, limpiar, coser, hilar y mil virtudes más, y que hasta bonito es, pero… es plebeyo y… ha sido amante de Juha.
Se calló lo de que sospechaba que también amante de Miko.
-¡Ah, Mikko! – dijo Marco – Es plebeyo y no creo yo que me quisiera por marido, esta perdidamente enamorado de Juha. (o sea, es lesbiano)
-Sí – dijo – Creo que Juha pretende conservarlo como amante una vez desposado con lady Ranta, y esto me preocupa, pues tú sabes la fama de celosos que tienen los donceles Ranta.
-Matará al pobre chico. – aseveró Marco.
-Eso deseo evitar. – dijo Jarmo – Mikko hace el budín de ciruelas como nadie… ¿Qué sería de las navidades sin él?
-Por eso quieres casarlo.
-Sí. Te daría una buena dote. – como Mikko era huérfano, si su señor feudal no daba su dote lo más seguro era que se quedara para vestir santos.
-Si quisiera dinero dirigiría una expedición de saqueo. – replicó Marco, un tanto herido en su amor propio.
-No pretendí ofenderte. Creí que harían bonita pareja, tan rubio tú y tan pelirrojo él – hizo un gesto teatral – Además, bueno, casarte desmentiría los rumores.
-¿Qué rumores? – preguntó Marco.
Jarmo lo miró con sus ojos castaños y profundos como los de un oso grisli.
-¿No lo sabes?
-No, ¿Qué?
-Dicen las malas lenguas, yo no lo creo, por supuesto – se tocó el corazón – que… eres gay.
Marco se quedó boquiabierto.
-¡¿Qué soy gay?!
-¡Calma! Ya te dije que no lo creo – le pasó un brazo por los hombros, pero al ver como los veía el arriero que diariamente le llevaba las verduras a Mikko lo soltó – pero la gente habla. Y no puedes negar que resulta… sospechoso que a tu edad no te hayas casado.
-¡No soy viejo! Tenemos la misma edad.
-Sí, y mi primogénito tiene 19 años.
Marco lo vio feo.
-Te casaste joven.
-Algo. Pero mira, incluso Juha ya estaba bien entrado en la edad de casarse, a sus 27.
-¿Qué no tiene 30?
-27 – Jarmo levantó un imperioso dedo. – No se te ocurra decirle que tiene 30.
-Está bien. – dijo Marco, que de las cosas de Juha llevaba meticulosa cuenta. - ¿Por qué dicen que soy gay?
-Ya te dije que porque no te has casado, no se ha sabido nunca que te hayas enamorado en serio de ningún doncel y, bueno, eso es incidental, pero te la vives aquí donde hay puro macho.
Marco estuvo a punto de reír. O llorar. Así que por eso era gay.
-Creo que podré seguir viviendo con esto. Es decir, si no puedo casarme con el elegido de mi corazón, considero indigno casarme por cubrir las apariencias, ¡apariencias totalmente falsas!
-Lo sé, lo sé – Jarmo le dio palmaditas en la espalda – No es la primera vez que me mencionas a ese amado tuyo. – Jarmo lo veía con ojitos de oso astuto.
Marco tosió.
-No, ya te he dicho que no puedo revelarte quien es.
-No será lady Ranta, ¿verdad? – lo cogió por los hombros
-¡No!
-Una vez solicitaste su prenda.
-¡Y me descalabraron por ello! Vittu! ¿No temes por la seguridad de Juha con esos donceles desquiciados? – Marco lo sacudió a su vez por esa cuestión que le preocupaba gravemente.
El fraile que iba todos los días a ocuparse de la salud espiritual de lady Kylmanen se les quedo viendo feo. Se soltaron de inmediato.
-Juha estará bien. Lady Ranta el mayor es todo un gentildoncel, he conversado con él, y el joven lady Ranta es un amor, tímido y modesto cual debe ser un doncel.
-Eso aparentan, pero a veces las apariencias engañan.
-¡Basta! No permitiré que hables mal de mi cuñado. El y su papá es como si fueran ya de la familia.
Marco asintió resignado, sabia cuán importante era la familia para Jarmo. ¡Ay si lo sabía!, pensó con dolor, al ver asomarse por la ventana de la torre oeste a su amado.
***
Los troles de la montaña eran liderados por Vreth, un humano que se hacía pasar por mitad troll gracias a un papá muy feo y un pintor (que hizo el retrato del papá) con un retorcido sentido del humor.
Todo comenzó el día en que un pobre varón llamado Mathias Lillmans cruzaba las montañas en medio de un viaje, con el retrato de su papá a cuestas para no sentirse solo y poder dormir tranquilo. El joven, que de tan modosito e imberbe parecía doncel, fue atacado por los troles de la montaña, bestias menos hediondas que las del bosque pero igualmente espeluznantes.
Los troles iban a devorarlo cuando, debajo de su almohada (que habían quitado para encender el fuego) encontraron el retrato de su papá. Saltaron sobrecogidos, pues se parecía asombrosamente al dios troll que veneraban, el padre de todos los troles.
Luego todo sucedió muy rápido. Mathias gritó “¡Papá!” para salvar aquella obra de arte, los troles pillaron que era el hijo del dios, Mathias pilló que era su única posibilidad de salvarse y en aquel momento el macho que llevaba dentro surgió. Otra personalidad que había aguardado letárgica el momento de su despertar, una personalidad viril, osada y hasta algo criminal. Vreth se aprovechó de la situación para convertirse en el líder de los troles de la montaña. Cambió su indumentaria por un taparrabos largo hasta los tobillos, pero con aberturas laterales sobre los muslos, altas hasta la cadera y que permitían ver todo si el ángulo o el viento eran apropiados. Y vaya si había que ver.
Con el cambio de personalidad vino un cambio folicular; le salieron vellos al cuerpo de Mathias desde el ombligo hasta el tesorito, e incluso un poco de barba. Su amigo Samuli (que solía aprovecharse de Mathias) se unió a la banda de Vreth con el nombre de Skrymer y como era pintor (era el que había pintado el retrato del papá de Mathias) decidió que se verían más molones si se pintaban el rostro con rayas guerreras, largas y en forma de raíz o rama, desde la frente hasta la cadera.
Con este make up negro molón, la melena larga, castaña y el taparrabos que dejaba poco a la imaginación, Vreth se convirtió en leyenda. Cuando iba a desolar los poblados, los donceles no quedaban tan desolados como deberían, e incluso había quien rumoraba que el rey Tuomas no hacía nada por detenerlo porque estaba enamorado de él.
En fin, este azote de las montañas, temido y deseado, había intentando robar no pocas veces a lady Ranta, hijo de preferencia, por lo que lady Ranta papá consideró oportuno verificar que no hubiera tenido éxito. En persona.
La piedra que cerraba la cueva en la que tenía su morada se derritió en magma ante el rugido de fuego de Hevisaurio, el hombre dragón. Un trol cayó con la garganta seccionada por los colmillos del fiel Jukkis y otro más fue convertido en piedra por las oraciones malditas del monje hereje. El tercero voló por los aires lanzado por el puntapié de lady Ranta papá, sin que sus magníficas y puntiagudas zapatillas de raso (con punta de metal) se doblaran siquiera.
-Inspeccionen este antro del vicio.
Jukkis y Malaquías ya lo estaban haciendo antes de que milady se los ordenara.
-Tú. – le puso el pie en el pecho a Vreth, que seguía sentado en su trono de piedra - ¿Robaste a mi hijo?
-¿Para qué quiero un niño sin experiencia si ya tengo un doncel experimentado? – replicó Vreth (que era osado) acariciando la pierna de papá Ranta.
Este sonrió y bajó rápidamente el pie, aplastándole los genitales. Vreth aulló de dolor y lo calló apretándole las mejillas con una mano.
-¿Tienes a mi hijo? – preguntó en un tono dulce que daba miedo.
-No – chilló Vreth.
-¿Sabes quién lo tiene?
-No… - su voz era cada vez más queda y sus bolas más cercanas a la necrotización.
-¿Sabes quién puede ayudarme?
Vreth pensó a la misma velocidad que sus células testiculares morían.
-¿Jari Maenpaa?
Papá conejito lo soltó.
-¿Él lo tiene?!
-No que yo sepa, - Vreth se sobaba- pero es brujo.
-Sí, ya lo había pensado – dijo lady Ranta para sí mismo – pero es cochino y cobra con cochinadas. Igual rumoran que le gustan los… tráiganlo. – ordenó a sus guardaespaldas, pero Vreth ya se había esfumado. - ¿¡Cómo pudieron perderlo a él también!? ¡Estúpidos, imbéciles! – gritó como Maléfica.
-Podemos pagarle al brujo con el Jukkis, milady – dijo Malaquías, escudándose con su rosario – o con Hevisaurio.
-¿Y porque no contigo? – preguntó este.
-Porque tengo voto de castidad.
-¡Yo te voy a dejar el orto como bebedero de patos como le hayan tocado un pelo a mi bebe! – rugió papá dragón, soltando latigazos.
Los guardaespaldas huyeron de la cueva que colapsaba.
Continuará...