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Corazón Delator por Nayen Lemunantu

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Notas del capitulo:

Los problemas siguen entre nuestros adorados Aoki. Kasamatsu se las trae y se las está jugando por el rubio adorable ¿Lo conseguirá? 


Nota: La hoja de Arce es un símbolo de amor en Japón. 

 CAPITULO 16


¿Estamos separados?


 


Debía admitirlo, le había costado un mundo poder salir del departamento. No sólo porque no tenía ni un ápice de ganas de ir a ese dichoso campamento de entrenamiento, sino porque el tema de la salida se había transformado en una pelea horrible con el moreno.


 


Flashback


Aomine miraba a su novio con expresión incrédula. No podía dar crédito a lo que el rubio le estaba contando con toda naturalidad como si estuviera leyendo una receta de cocina. Estaba seguro que todo eso era obra del capitán de Kaijo. Hasta el momento no había reparado a tomar en serio la amenaza que éste le había hecho el día anterior, pero ahora había comprendido que el pelinegro hablaba muy en serio. Una rabia ciega lo invadió de súbito ¡Hasta sentía que un pequeño tic se le había instalado en el ojo izquierdo!


—¡No vas a ir! Punto —sentenció con voz grave.


—¿Ah? —Kise lo miró extrañado levantando una ceja, escéptico—. Claro que iré. No puedo faltar, es un entrenamiento.


—¡Rubio y modelo tenías que ser! —Aomine se veía enfadado y no se molestó en ocultarlo—. ¿En serio no te das cuenta de nada?


—¡No entiendo por qué reaccionas así! No es algo que yo haya pedido. Hubiera preferido mil veces quedarme aquí contigo, pero no puedo faltar.


—¿Y por qué no? Yo falto a los entrenamientos todo el tiempo —comentó despreocupado, sin entender por qué su novio insistía en ir.


—¡Porque yo no soy como tú! Y el basketball realmente me importa y lo practico con seriedad.


Esa frase fue la gota que rebalsó el vaso para Aomine, poniéndose de pie, se dirigió a su habitación y dando un fuerte portazo para asegurarse de haber dejado en claro su opinión, no volvió a salir de ahí. Se sentía tan ofuscado, pero no quería seguir descargando su rabia con el rubio. Después de todo, él no tenía la culpa. Se dejó caer en la cama con pesadez, tratando de rehacer los planes que ya había trazado para ese fin de semana.


Y esa fue la primera noche que durmieron separados desde que habían empezado a ser novios y ninguno de los dos pudo pegar el ojo en toda la noche. 


Fin Flashback


 


Finalmente, había tenido que marcharse sin siquiera despedirse y ahora, prácticamente arrastraba los pies con pesar hasta los estacionamientos de la Preparatoria Kaijo.


—¡Kise, por fin llegas! Sólo te esperábamos a ti —Moriyama miró algo molesto la actitud desanimada del titular más joven del equipo.


—Lo siento senpais —Kise dejó caer su bolso al suelo.


—¡Oye Kise! ¿No estás emocionado por el campamento? —Hayakawa gritó animado.


—¡Ya basta! Todos arriba del autobús —Kasamatsu recogió el bolso de Kise y lo subió al maletero.


Una vez arriba, el capitán del equipo se sentó junto al entrenador. Por todo el autobús se podían oír los murmullos de ambos, repasando los objetivos de este campamento, los logros que esperaban obtener y la estrategia a utilizar. Mientras el entrenador revisaba una cantidad considerable de papeles, Kasamatsu se volteó para ver a los miembros de su equipo.


No viajaban todos, sólo los titulares y la banca regular, un grupo de tan solo doce personas contándolo a él. Todos iban sentados en parejas: unos charlando amenamente, otros escuchando música concentrados y la mayoría dormía, excepto Kise.


El rubio era el único de todo el grupo de iba sentado solo. Miraba con ojos tristes el paisaje que pasaba rápido en el exterior mientras afirmaba su rostro en una de sus manos. Kasamatsu, se excusó con el entrenador y se movió de asiento, sentándose junto al rubio.


Éste se volteó a mirarlo sorprendido, pestañeando varias veces.


—Senpai…


—Deberías abrocharte el cinturón de seguridad —el mayor comentó con seriedad mientras se aseguraba al asiento cruzándose el cinturón.


—Sí —Kise sonrió un poco más animado y le obedeció.


—¿Está todo bien? —preguntó mirándolo a los ojos.


—Mmm… sí… — Kise se rascó la cabeza, puso una expresión de incomodidad en el rostro.


—Entonces deberías aprovechar para descansar —Kasamatsu le sonrió cariñosamente y se recostó en el asiento—. El campamento será muy agotador-


Kise miró a su superior acomodarse en el asiento, cerrar los ojos y dejar que su expresión facial se relajara, dejándose llevar lentamente por el sueño. Se veía muy tranquilo, algo extraño en él. Por lo general Kasamatsu se veía preocupado, debido a su cargo y a la importancia que le daba al basketball, debía manejar una tremenda responsabilidad. Kise también sabía que él vivía anteponiendo las necesidades del club antes de las propias y que él era la base que sostenía a todo el equipo. Tal vez por eso ya no le quedaba paciencia y le desesperaban tanto las locuras de los miembros del club.


Sonrió para sí mismo y volvió a fijar la vista en el paisaje. La enorme cuidad con su bullicio, sus apresurados transeúntes, su eterno asfalto, sus elevados edificios y sus indiferentes habitantes, había quedado atrás hace un tiempo, para ser reemplazados por un paisaje de verdosa vegetación que a medida que avanzaban más y más hacia su destino, se volvía más frondosa y alta, cerrando el camino arriba, como si de un túnel se tratara.


Según le habían informado, se dirigían a un Centro de Retiro en las montañas. El colegio había hecho las reservaciones y había corrido con los gastos del costoso lugar donde contaban con todas las comodidades que pudieran desear: recorridos y excursiones por el bosque y el río, excelente comida, piscina temperada, baños termales y gimnasio incluido. En definitiva, el lugar era perfecto para un fin de semana de concentración y entrenamiento.


Si hubieran sido otras las circunstancias, Kise habría disfrutado como un niño pequeño de aquel campamento. Pero en las actuales circunstancias, no podía dejar de pensar en Aomine. Haber peleado con él lo había dejado muy mal y la verdad no había entendido del todo la actitud del moreno ¡No era su culpa tener que marcharse por un fin de semana! Él tenía obligaciones con su equipo que debía cumplir, aunque claramente habría preferido pasar ese tiempo disfrutando de la compañía de su novio.


Sacó su Smartphone y tomó una fotografía del paisaje en el exterior, la que envió vía WhatsApp al moreno con un mensaje:


Me encantaría poder disfrutar de este lugar junto a ti. Te extraño.


No pasaron ni cinco segundos, cuando su celular vibró en su mano, mostrándole la respuesta del moreno:


Si crees que me voy a quedar aquí sentado esperándote, estás bien loco Kise.


El rubio abrió los ojos con incredulidad e indignación. No podía creer lo que le había escrito ¿Qué significaba eso? Estaba seguro que el moreno en su rabia se iría de parranda para terminar quizá con quién y quizá dónde, desquitándose así ¡No lo podía creer! Mejor que el idiota de Aomine pensara dos veces en sus actos, porque si se llegaba a enterar que lo había engañado, lo mataba ahí mismo.


—¡Maldito vago desgraciado! ¡Bastardo diabólico! —gritó enfurecido despertando a todos los dormidos dentro del autobús.


Kasamatsu dio un salto en el asiento contiguo y miró al rubio con ojos desorientados. Éste al darse cuenta del numerito que estaba montando, se puso de pie y pidió disculpa a sus superiores con una expresión apenada en los hermosos ojos dorados.


—¿Ocurre algo? —Kasamatsu preguntó preocupado.


—No, descuida sempai, no es nada —Kise trató de hacerse el desentendido.


—Pero estabas gritando como un verdadero desquiciado. Dudo mucho que eso haya sido por nada —su capitán lo miró con incredulidad.  


Kise miró con ojos tristes a su superior y volvió a fijar su mirada dorada en el paisaje exterior, dándole a entender a Kasamatsu que no estaba dispuesto a hablar sobre el asunto, por lo que el mayor no volvió a insistir.


Pasadas más de dos horas desde que salieron, por fin llegaron a su destino y desperezándose y estirándose, los muchachos bajaron del autobús rumbo a la residencia que los acogería. El administrador del lugar les dio la bienvenida e hizo que llevaran los equipajes a sus habitaciones, las que eran individuales. Luego de haberse acomodado, se reunieron en el amplio salón de la residencia y el entrenador y el capitán, procedieron a explicar los objetivos de tal campamento.


Finalmente, una última instrucción del capitán dejó a sus titulares con expresión entre asombrada e iracunda.


—Muy bien. Para fortalecer la concentración, vamos a pedirles que entreguen sus celulares. Desde este momento estarán incomunicados.


—¡¿Qué?! —se oyeron las voces de todos en protesta.


Kasamatsu pasó con una cajita plástica recogiendo uno por uno, los preciados objetos. Algunos hasta sacaron lágrimas y a otros tuvo que patearlos para que los entregaran. Cuando llegó hasta el rubio y estiró la mano pidiéndole el aparato, éste lo miraba con ojos vidriosos y un puchero en la boca.


—Pero senpai… no puedo… yo…


—¡Lo siento, Kise! No hay excepciones —respondió inquebrantable.


Aun reusándose a tal medida, Kise dejó caer su preciado Smartphone dentro de la cajita, que fue cerrada y guardada por el capitán. Mientras todos los titulares la miraban como si dentro de esa caja quedara la última gota de agua sobre la faz de la tierra.


Kise suspiró hondo, rendido ante las circunstancias y decidió salir a tomar algo de aire fresco y despejar sus pensamientos. Afuera estaba oscureciendo y el frío de la tarde otoñal comenzaba a calarle los huesos, se subió la capucha del polerón Nike azul que llevaba y guardó las manos en los bolsillos del jeans, mientras dejaba que sus pies lo guíen sin un rumbo fijo por el cuidado sendero de anaranjados arces.


Podrían tildarlo de rubio dramático, pero realmente sentía que la vida y todo su karma se habían ensañado con él ese día. Como si las fuerzas de universo hubieran confabulado en su contra, imposibilitadas de aceptar tanta felicidad en una sola persona. Porque cuando por fin sentía que había encontrado la felicidad, algo malo pasaba y ahora se encontraba separado otra vez de Aomine.


No sólo se trataba de distancia física. Si consideraba que justo antes de salir se habían peleado, que el mensaje que le había enviado distaba mucho de ser el esperado y que ahora más encima estaba incomunicado. Sentía que toda la inmensa distancia de la tierra lo separaba de su moreno.


Se sentó en una banca de madera y subió las piernas hasta su pecho, recostándose en ellas con tristeza no disimulada. Se sentía melancólico, incompleto. Por un segundo hasta pensó que había escogido completamente mal sus prioridades en la vida: que la vida era una sola y en ella se debía seguir al corazón y hacer lo que uno sintiera que fuera lo correcto. Y él ahora se sentía completamente errado, pues el basketball no tenía ninguna importancia al lado de Aomine ¡Tanto así era lo que amaba a ese hombre!


Al sentir el crujir de unos pasos sobre la tierra, volvió a fijar su atención en lo que le rodeaba y ladeando la cabeza hacia la izquierda, divisó la figura de su capitán muy cerca suyo.


—¿Qué haces aquí solo? —preguntó sentándose junto al rubio.


—Sólo pensaba —respondió con voz queda— Senpai… has sentido alguna vez que estás haciendo las cosas mal. ¿Alguna vez te has arrepentido por algo?


—¡Claro que sí! Muchas cosas de hecho —Kasamatsu miraba a su kouhai, mientras éste fijaba su mirada perdida en frente.


—Eso no lo puedo creer —Kise se quitó la capucha del polerón mientras hablaba, para mirar con mayor facilidad a su capitán.


—¿Por qué no? Claro que me arrepiento de muchas cosas.


Kise ahora miró a su superior con ojos incrédulos y se puso de pie luego, para fijar su dorada mirada en las últimas luces del atardecer. Los tenues y anaranjados rayos de sol le daban de lleno en el rostro, provocándole un leve sonrojo y sacando dorados destellos de su cabello.


Kasamatsu se puso de pie y recogiendo la hoja de arce más hermosa que encontró en el sendero, se la entregó con mano temblorosa.


—Toma, es para ti.


Kise lo miró extrañado, parpadeando varias veces y tomando la hoja entre sus manos la miró fijamente, para asegurarse de su autenticidad.


—Senpai… no deberías hacer esas cosas, se podría mal interpretar.


Una punzada de dolor se instaló en el pecho del mayor y su mirada se volvió sombría de pronto. Aunque el rubio estaba tan cerca suyo, aunque estaba al alcance de su mano, aún seguía siendo inalcanzable para él. Las palabras de su kouhai le habían hecho entender que nunca lo había visto, ni jamás lo vería de la misma forma en que él lo hacía.


Dudó unos segundos. ¿Se arriesgaba a decir la verdad sobre sus sentimientos por él? O ¿Callaba y aseguraba así la linda amistad que tenían?


—Es muy linda senpai —el rubio aun miraba concentradamente la hoja entre sus pálidas manos—. La guardaré como una muestra de nuestra amistad.


Y con esas palabras, Kise sentenció a muerte cualquier ápice de esperanza en el corazón del mayor. 

Notas finales:

Gracias por leer. 


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