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Corazón Delator por Nayen Lemunantu

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Notas del capitulo:

Hoy: especial lemmon 

 CAPITULO 18


¿Quieres una bienvenida?


 


¿Pagar por esos dos días de ausencia? Para Kise eso no era una deuda, era un regalo. Sonrió de lado, seductor, y volvió a besar la boca del moreno. Si Aomine quería un premio, él gustoso se lo daría. Le daría la luna si se la pidiera.


Aun no se saciaba de sentir la calidez de la boca del moreno contra la suya, cuando éste se separó brusco y poniéndose de pie se dirigió a la puerta.


—¿A dónde vas? —preguntó extrañado.


Aomine no se dio el trabajo de responder a esa pregunta, pues sus actos hablaban por sí solos. Cerró la puerta con llave y apagó las luces principales, dejando que sólo la tenue luz de una lámpara de velador ilumine la habitación. Se dio la vuelta y caminó hasta los pies de la cama en completo silencio y fijando su ardiente mirada azul profundo en Kise, se quitó la chaqueta y la camiseta blanca sin mangas que llevaba puesta. Con lentitud, desabotonó su jeans azul oscuro y bajó el cierre, pero no se quitó los pantalones.


Kise tragó seco al ver que el moreno no llevaba puesta ropa interior y que al bajar el cierre del pantalón, su enorme miembro salió irguiéndose de entre la prenda, liberándose de la incomodidad que lo aprisionaba. Él permanecía recostado sobre sus codos en la cama. No movió un músculo cuando vio al moreno sentarse a horcajadas sobre él e impacientemente quitarle el chaleco y la camiseta, para ponerse de pie de nuevo y terminar de desvestirlo.


Aomine se deleitó unos segundos con la espectacular vista que tenía del perfecto cuerpo de Kise. Después de todo, entendía por qué el chico era un modelo. Era la belleza en persona; un completo Adonis.


Su cuerpo atlético, rigurosamente trabajado día a día, dejaba ver cada uno de sus músculos, producto de la tensión que el muchacho sentía gracias al estado excitado en que se encontraba. Su piel tersa y blanca, casi nívea, dejaba ver exquisitamente varias marcas que él mismo se había encargado de dejar en ese cuerpo. Su pecho subía y bajaba agitado, debido a su intermitente respiración. En su cuello aún se podía ver su poderosa mordida, como si de un tatuaje se tratara. El delgado aro de plata que llevaba en su oreja izquierda brillaba tenues con la escasa luz de la lámpara. Y su mirada, esos hermosos ojos dorados, se veían nublados de deseo.


Aomine se arrodilló en la cama y tomando cada uno de los tobillos del rubio, le abrió las piernas, haciendo que un fuerte jadeo saliera de la boca de éste. Dejó caer su cuerpo hacia adelante mientras sus manos se deslizaban por cada una de las largas piernas de Kise y se detuvo junto frente a su falo. Respiró con fuerza sobre éste, acariciándolo con su tibio aliento, sin dejar de ver directo los ojos dorados que lo habían hechizado y bruscamente lo tomó con la mano derecha irguiéndolo con fuerza.


—…ah… —un gemido de dolor y placer salió de la boca de Kise al sentir la mano del moreno sobre su pene.


Aomine succionó con fuerza primero, humedeciendo toda la longitud del miembro del rubio y al sacarlo de su boca, ésta se cerró como un anillo sobre ese duro pedazo de carne, haciendo un sonido de vacío cuando lo sacó por completo de ella. Se dedicó después a lamer circularmente el glande, saboreando las saladas gotitas que salían de la punta de éste, como si se trataran de un manjar divino. Volvió a meterse el miembro de Kise dentro otra vez y no lo volvió a sacar, succionaba con fuerza de arriba abajo, mientras su mano realizaba lentos movimientos en la base del pene, incrementando el placer en el rubio.


—¡Maldición! —Kise tomó la almohada y se la puso sobre la cara, para tratar de acallar sus gemidos.


Se sentía desfallecer. Su cuerpo alucinada bajo las caricias del moreno y su mente había dejado de funcionar, dejándolo expuesto a las demandas de sus sentidos y deseos. Sentía la deliciosa sensación de la boca del otro sobre su hombría y este contacto le quemaba cual si de fuego se tratara. La intensidad de las sensaciones era tal, que sus dedos se enterraban con fuerza sobre la almohada que acallaba su boca y sus pies se doblaban de placer. Comenzó a sentir un vacío en la boca del estómago que crecía cada vez más y una corriente eléctrica que recorría su cuerpo, electrificándolo, sensibilizándolo, tensándolo. Estaba a punto de acabar.


Pero de improviso, el moreno quitó su boca del pene del rubio y con su mano, apretó fuerte la punta de éste, evitándole dolorosamente el orgasmo.


—No aún —su voz sonó más grave de lo acostumbrada.


Kise se quitó la almohada de la cara y miró con expresión furiosa al moreno, pero la furia le duró bien poco y no le sirvió de nada, pues Aomine tenía otros planes que no estaba dispuesto a cambiar. Se posicionó sobre él y lo giró, dejándolo boca abajo y comenzó a embestirlo con movimientos suaves y lentos; en lo que se transformó en una tortuosa invitación a la excitación.


Kise, dejándose llevar de nuevo por las sensaciones que le provocaba el moreno, abrió las piernas para permitir que éste se acomodara mejor y levantó un poco las caderas, buscando el roce del duro miembro del otro entre sus nalgas. Entendiendo su necesidad, Aomine tomó entre su mano derecha su pene y lo dirigió a la entrada del rubio, donde comenzó a presionar con suavidad, pero sin ninguna intensión de penetrarlo.


—…mhh… Aominecchi por favor… —el rubio suplicó al borde de las lágrimas.


Aomine se mordió el labio inferior con sensualidad, mientras dejaba que sus oídos se inundaran de los suaves y ahogados gemidos del otro, que luchaba por mantenerse en silencio. Finalmente, y luego de complacer a su lado más sádico, el moreno se puso de rodillas y levantando las caderas del rubio a la altura de su pelvis, sostenido con fuerza en cada una de sus caderas, lo penetró de una sola vez.


—…AHH… —el grito desgarrador de Kise se ahogó en la almohada que mordía con fuerza.


El moreno no se dio el lujo de esperar por nada y comenzó de inmediato con las implacables embestidas, rápidas y certeras, impactaban en lo más profundo del interior del rubio. Kise había cerrado los ojos con fuerza y apretaba los dientes, haciendo que su delicado rostro se compungiera en una mueca de dolor. Como podía, trataba de silenciar los gemidos que porfiadamente salían de su boca, enterrando la cara en la almohada, pero el rítmico sonido de la cama al golpear contra la pared los delataba.


—¡Mierda la cama!...ahh… —Aomine susurró ofuscado y excitado.


Salió del interior del rubio y se separó con rapidez, como si temiera que si lo hacía lento corría el riesgo de no salir nunca. Kise se dejó caer sobre la cama respirando agitado, pero no tuvo tiempo de descansar. El moreno lo tomó por las axilas y lo obligó a ponerse de pie en un movimiento tan brusco, que hizo que la espalda del rubio impactara contra la pared con un ruido sordo.


El rubio no se quejó por el rudo trato recibido, sino que buscó la boca contraria con ansiedad, siendo correspondido con la misma desesperación. Aomine bajó ambas manos por la espalda de Kise y llegó hasta los glúteos, apretándolos y amasándolos con fuerza, para luego usarlos como soporte para levantar el cuerpo del rubio en el aire, el que sin perder tiempo, cruzó las piernas por las caderas del más alto y se afirmó con fuerza de sus anchos hombros y suprimió un gemido en la boca contraria al sentir con la lentitud que entraba ese pene en su interior. El movimiento ya no era rápido, sino que deliciosamente lento. El suave vaivén de las caderas del moreno hacía que las exquisitas sensaciones fueran más perceptibles aún y eran grabadas en la mente de ambos como si de recordar un mantra se tratara.


Kise ya no besaba al moreno, sino que había levantado la cabeza mirando hacia el techo, mordiéndose el labio inferior con sensualidad, gimiendo por lo bajo y jalando con fuerza el cabello azulado del que se afirmaba.


—…mmm…mhh…ahh…


 Aomine por su parte, besaba y lamía el suave mentón del rubio, apretando con potencia los glúteos del otro con sus manos. Respiraba agitado por la nariz y de vez en cuando, su boca liberaba un jadeo ronco y breve que hacía alucinar a su compañero.


—…ha…ha…


Sintiendo su vientre humedecido por el líquido pre-seminal de Kise y sintiendo su propio orgasmo venir, Aomine separó al rubio de la pared y lo dejó caer sobre la cama sin salirse de su interior, embistiéndolo con fuerza en las estocadas finales que hicieron que ambos alcanzaran el clímax a la vez.


—…ahhh…


El moreno salió del interior del rubio con un gemido largo y el ceño fruncido. Se dejó caer con pesadez sobre la cama respirando agitado mientras suaves temblores recorrían su cuerpo.


El rubio que había permanecido con los ojos cerrados, los abrió lentamente y miró al moreno a su lado. Sonrió feliz por tenerlo junto a él y en un movimiento rápido se instaló sobre él, quedando sentado a horcajadas sobre su pelvis.


—¿Estás contento con tu premio? —preguntó con voz seductora.


—Fóllame Kise.


El rubio lo miró impactado por unos segundos, sintiéndose paralizado por la impactante petición. Sintió como ese miembro se endurecía paulatinamente bajo su trasero y comenzó a moverse, impulsándose con las piernas con lentitud a la vez que observaba como su propio pene se erguía, evidenciando la excitación que le había producido esa frase.


Al sentir la dureza en el miembro de Aomine, se incorporó sobre sus rodillas y lo sujetó con las manos con la punta en alto. El semen que el moreno había dejado en su interior, comenzaba a escurrir por su ano, humedeciéndolo todo. Se dejó caer con lentitud sobre el falo erguido, sintiendo como si estuviera siendo atravesado en dos. Un largo gemido salió de su boca cuando se dejó caer por completo, llenándose de la hombría del otro.


—…aaahh…


Aomine llevó sus manos a las caderas estrechas y masculinas del rubio, afirmándolas con fuerza e instándolo a moverse, sin dejar de mirarlo con ojos fogosos. Kise se afirmó del vientre plano y musculo del moreno y comenzó a “cabalgar” sobre él. El rítmico y seco sonido del choque de sus cuerpos se oyó por toda la habitación; cada vez más rápido a medida que los glúteos de Kise se estrellaban contra la pelvis de Aomine con insistencia.


Ahora que Kise podía llevar el ritmo de las estocadas, sintiendo el alcance del miembro del moreno en su interior, la profundidad a la que llegaba, rozando, removiendo, golpeando su próstata. Se autopenetraba con desenfreno, pensando sólo en acabar otra vez.


Sintiendo el orgasmo de nuevo, el rubio echó la cabeza hacia atrás y se llevó ambas manos a la boca, amortiguando con ellas sus gemidos. Aomine en cambio, cerró con mayor fuerza el agarre sobre las caderas contrarias obligándolas a chocar contra su pelvis, en un intento por profundizar aún más la penetración, sin poder evitar su propio orgasmo debido a la exquisitez que le produjo la fuerte contracción del ano del rubio y terminó por correrse en su interior.


Kise se dejó caer sobre el pecho del moreno, sin energías para mover otro músculo de su cuerpo. Pero Aomine, al ver que el rubio comenzaba a cerrar los ojos, lo volteó con delicadeza, para quedar de nuevo encima y tomando su barbilla mientras le sonría de lado con sensualidad, le preguntó.


—¿Quién te dijo que esta noche había acabado? Aún nos queda mucho por hacer.

Notas finales:

Gracias por leer. 


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