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Amor, Traición y Orgullo por Nayen Lemunantu

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Notas del capitulo:

 

 

 


 


Capítulo V


 


 


Lo más difícil de la distancia


Es que no sabes si te están extrañando


 O te están olvidando.


 


 


Lunes por la tarde en la Preparatoria Touou.


El día había estado soleado y ahora el ambiente dentro de los vestidores se había hecho pesado, soportando en el aire suspendido, toda la tibieza de aquella tarde de verano, mientras los primeros miembros en llegar entraban animados a cambiarse para dar inicio a las prácticas de la tarde.


Wakamatsu se encontraba de pie con su casillero abierto a sus espaldas y frente a él, divididos sólo por la banca de madera que separaba en dos sectores todo el camarín, se encontraba su capitán, apoyando la espalda de manera casual en el frío y metálico soporte de su casillero.


El rubio sostenía entre sus manos la nueva edición de la revista Hanako que había salido ese lunes de manera extraordinaria, pues la fecha original de la publicación de la revista estaba prevista para dentro de una semana, pero la primicia que aparecía en primera plana había obligado a los editores a lanzarla al mercado anticipadamente.


—¿Qué es esto? —el rubio preguntó incrédulo.


—Me extraña que no lo sepas, se les llaman revistas —comentó irónico el chico de lentes.


—¡Ya déjate de bromas! Sabes muy bien a lo que me refiero.


—¡Ah! Creí que te interesaría verla… Ya sabes, por el modelo… —una sonrisa burlona se formó en el rostro de Imayoshi.


—Creí que él estaba con Aomine —el rubio se veía confundido.


—No me preguntes a mí, yo sólo encontré la revista en la cafetería y pensé que sería un buen regalo —mientras hablaba comenzó a quitarse la camisa del uniforme—. Para ti y… para alguien más.


Wakamatsu nunca se había cuestionado si su capitán era realmente un sádico retorcido y malvado como todos decían, hasta ese día. En la fiesta de Satsuki, el chico de anteojos no había dicho nada, pero ni para él ni para ninguno de los presentes ahí esa noche fue un secreto su interés en el famoso modelo integrante de la Generación de los Milagros. Imayoshi lo sabía y ahora sólo quería torturarlo… Como si a él no le bastara con saber que el modelo ya salía con nada menos que el As de su equipo, el que a él le parecía un verdadero bastardo.


El rubio aún permanecía con la revista en las manos y el ceño fruncido, tratando de evadir la intensa mirada de su capitán fija en su persona, cuando la puerta de los vestidores se abrió, dejando pasar a la manager del equipo. La pelirrosa venía con la vista fija en los numerosos papeles que cargaba entre sus manos, completamente indiferente del mundo que la rodeaba.


—¡Oye! ¡Oye! Al menos ten la delicadeza de aparecer cuando no nos estemos cambiando —Imayoshi le habló a la chica con voz tranquila mientras se ponía la camiseta para entrenar.


Ésta levantó la mirada sorprendida para ver al capitán del equipo y un par de jugadores más, cambiándose de ropa. Un rubor imperceptible tiñó sus mejillas y se dio la vuelta apresurada, tratando de salir lo más pronto posible de ahí, avergonzada más de su torpeza que de la situación que acaba de presenciar.  


—¡Lo siento! No sabía que se estaban cambiando —se disculpó mientras abría la puerta para salir.


—¡Oye Momoi! ¡Espera! —El rubio la alcanzó y la sostuvo por el brazo sin aplicar mucha fuerza al agarre— ¿Qué significa esto?


—¿Qué es esto? —preguntó dándose la vuelta y tomando la revista que le extendía el rubio.


—Eso es lo que a mí me gustaría saber.


—¡No puede ser! —la pelirrosa abrió los ojos con sorpresa, provocando que la permanente sonrisa en el rostro del capitán se ensanchara.


—Creí que Kise salía con Aomine… entonces ¿Por qué aparece aquí con él?


—La verdad es que ellos terminaron la noche de mi cumpleaños.


—¿Qu… Qué…? —Wakamatsu no pudo suprimir la sonrisa que cruzó su rostro en ese momento. Si ellos habían terminado para el cumpleaños de la pelirrosa, tal vez el motivo estaba relacionado con él… o a menos eso quiso creer.


—Sí… ellos terminaron ¡Pero eso no explica esto! no puedo creer que Ki-chan comience a salir con alguien más en tan sólo un día… A menos que…


—¿A menos que qué? —el rubio preguntó con desesperación.


—A menos que salieran desde antes… Eso explicaría por qué terminó con Aomine.


—¡Vamos! Después de todo, esa es una revista rosa. No esperaran que todo lo que dice ahí sea cierto, ¿verdad? —Imayoshi intervino sin mostrar mucha atención al asunto, pero sin dejarlo pasar por alto.


—Aun así… las fotos parecen verdaderas. Eso es un hecho irrefutable ¡Ellos estuvieron juntos! —Satsuki aplicó toda su lógica.  


—Pueden ser amigos… —Wakamatsu quería convencerse a sí mismo.


—¿Amigos? —tanto Satsuki como Imayoshi miraron al rubio incrédulos.


—No que yo sepa, por lo tanto es válido admitir que no lo son —la chica habló con cierta arrogancia, resaltando sus increíbles habilidades para recabar información y la seguridad que tenía en la misma.


—Esto se pone cada vez más interesante… —el capitán del equipo se acomodó los lentes y sonrió con malicia.


—Chicos, les voy a pedir que mantengamos esta información entre nosotros.


—¿A qué te refieres Momoi? —Imayoshi la miró fijamente.


—No se lo digan aun a Aomine-kun.


—¿Por qué no? —El rubio miró a la chica extrañado— Él era su novio… pienso que debería saberlo.


—Estoy de acuerdo contigo Momoi, Aomine es un tipo bastante desequilibrado y por el bien del equipo es mejor mantener esto bajo reserva —el capitán tomó consciencia de la situación y se arrepintió del conflicto que él mismo había generado al llevar la revista.


—Está decidido ¡Aomine-kun no puede ver esto! —la pelirrosa sentenció con autoridad.


—¿Qué no puedo ver? —el moreno abrió la puerta e ingresó en los vestidores justo para escuchar la última frase dicha por su amiga.


Al contrario de todos los días, hoy Aomine había decidido asistir a los entrenamientos. Había demasiadas cosas rondando por su mente últimamente y quería distraerse en algo, y qué mejor que jugar un buen partido de basketball para ello.


Quería entrenar duro. Quedar completamente agotado. Para que así, su cuerpo cansado, sus músculos agarrotados y su mente concentrada en el juego, le permitieran borrar aunque sea por un par de horas los pensamientos que se le venían a la cabeza.


No entendía por qué, pero desde que había terminado su relación con Kise, había vuelto a pensar en su madre. Tanto así, que esta mañana había despertado empapado en sudor, con los recuerdos inundados por la silueta de una mujer sin rostro y un aroma que no recordaba pero que presumía era el perfume de su madre. Había buscado desesperado por toda la casa alguna fotografía de ella que le permitiera ver aquel rostro que había tachado en su mente, sólo para recordar que había sido él mismo quien había quemado hasta el último retrato de la mujer.


No entendía lo que le estaba pasando, pero tampoco quería saberlo, pues temía a la respuesta que había en el fondo de su corazón: todo eso se debía al rompimiento con Kise.


Por eso se encontraba ahí ese caluroso día en que habría preferido pasar su tarde tranquilamente recostado sobre el césped bajo la sombra de un árbol, para entrenar hasta que su cuerpo se rindiera completamente al cansancio. Pero al entrar a los vestidores lo primero que había oído era la firme voz de Satsuki confabulando en su contra.


Se paró con las manos en los bolsillos en el mismo gesto despreocupado que había traído durante todo el camino hasta el gimnasio y enarcó una ceja, escéptico de la actitud de la chica que creyó su mejor amiga y con quien no tenía ningún secreto. Al parecer ella sí le escondía varias cosas.


—Y bien… ¿Me vas a decir o no? —volvió a preguntar con voz dura.


—¡Dai-chan! —La chica se había girado lentamente, forzando una sonrisa— ¿Qué estás haciendo aquí? Creí que te irías a casa.


—¡Tú siempre estás diciéndome que venga a los entrenamientos! Y no trates de cambiarme el tema… ¿Qué es eso de lo que no me puedo enterar?


—Nada… —la chica negó con la cabeza ocultando imperceptiblemente la revista tras su cuerpo.


—¡Cómo que nada! ¿Es que acaso crees que soy tonto? —esta vez le habló fastidiado.


Satsuki rio nerviosa, no sabía qué hacer y definitivamente sabía que tarde o temprano el moreno terminaría por enterarse, pero no quería que fuera justo al siguiente día de haber terminado con Kise. La pelirrosa temía a la reacción de su amigo. No tenía idea de cómo iba a tomar éste la noticia, así que decidió que lo mejor sería ocultarlo hasta que estuviera segura de su reacción. 


Wakamatsu sin embargo, tenía otros planes. Si era verdad que Aomine y Kise habían terminado, quería encargarse que ya no hubiera posibilidad de reconciliación entre ambos y sabía muy bien por lo impulsivo y posesivo del carácter del moreno, que esta noticia sólo iba a traer una pelea. Le quitó la revista a la manager del equipo y en un movimiento rápido y fuerte, se la lanzó a Aomine que la atrapó en el aire.


—¡No! —la pelirrosa intentó quitarle la revista a su amigo, pero fue inútil.


Aomine sostuvo a la chica de las muñecas con una sola mano, inmovilizándola. Y dirigió su vista luego a la revista que sostenía con la mano izquierda. En la foto de portada había dos muchachos. Se sonreían cómplicemente y se miraban a los ojos mientras sus cuerpos se acercaban, dejando una distancia de escasos centímetros entre ambos. Un joven rubio pasaba su brazo izquierdo por el cuello de un pelirrojo más alto y musculoso que sostenía al primero de la cintura con la mano derecha. El título de la revista anunciaba con grandes letras rojas: El amor secreto de Ryouta Kise.


—¿Qué significa esto? —preguntó de forma mecánica.


—¿Y cómo quieres que lo sepa? —la chica se defendió y se soltó del agarre del moreno.


—¡¿Es que acaso tú no lo sabes todo?! —gritó disgustado a su amiga.


La pelirrosa se limitó a mirarlo con seriedad, analizando su reacción.


—Maldición… —Aomine dejo caer la revista a sus pies— ¡Maldición! —gritó con rabia pateando una de las bancas, con tal fuerza, que logró tirarla contra el piso.


—Dai-chan tranquilízate… No conseguirás nada enojándote.


Aomine sin embargo ya no lograba escucharla. Estaba sordo y ciego de ira. Perdió por completo el control de sí mismo y salió del camarín con rumbo incierto pateando todo lo que encontró a su paso.


No se detuvo a ver completamente la revista, sólo había visto la foto de la portada y había reaccionado como un verdadero energúmeno. Satsuki no quiso ni imaginarse qué habría pasado si hubiera visto y leído el artículo que salía en el interior.


—¡Espera Dai-chan! ¿A dónde vas?


La pelirrosa corrió tras él intentando detenerlo, pero cuando vio que era completamente inútil y tras comprender que el moreno definitivamente no la escuchaba, detuvo su andar y se quedó mirándolo con expresión preocupada hasta que su figura se perdió de su vista.


 


*          *          *


 


Kagami entró a los vestidores del club con una enorme sonrisa en el rostro. El día de hoy había estado bastante animado y parecía rebosar de energía y ahora no veía las horas de entrar a la cancha de basketball. El pelirrojo era seguido de cerca por Kuroko que se veía pensativo y más callado que de costumbre.  


Ante la llegada de los dos titulares de primer año, un incómodo silencio inundó el lugar que antes se oía animado.


—¡Buenas! —Kagami saludó a sus superiores e inmediatamente se dirigió a su casillero.


—Buenas tardes senpais —el peliceleste repitió el saludo pero notó lo incómodo del ambiente—, ¿ocurre algo?


Kagami se dio la vuelta para ver a su compañero sin entender bien por qué había hecho esa pregunta. El pelirrojo no era muy bueno juzgando situaciones, por lo que no se había percatado del silencio que se había formado tras su presencia en los vestidores. Fue sólo hasta que la entrenadora habló, que se percató de lo que trataba de decir Kuroko con su pregunta.


—No estoy segura.


Kuroko se acercó a Riko reparando que ésta tenía una revista en las manos, la que sostenía sobre su pecho usando ambos brazos. Ella al ver al muchacho acercarse se la extendió frunciendo levemente el ceño sin despegar su inquisidora mirada de su titular, tratando de leer la reacción de éste.


Kuroko abrió levemente los ojos con sorpresa al ver la revista, pero luego de pestañear un par de veces, volvió a mostrar aquella expresión indescifrable y ladeando levemente el rostro en dirección al pelirrojo, le preguntó.


—Kagami-kun, ¿ayer estuviste con Kise-kun?


—¿Eh?


Kagami se estaba quitando la camisa y se dio vuelta con el torso desnudo que exhibía la plateada y gruesa cadena en su pecho tonificado. Se extrañó de la pregunta del peliceleste, pero luego pensó que lo más probable era que Kise se lo hubiera comentado, por lo que respondió sin ninguna duda.


—Sí… ayer estuve con él.


—¿Por qué? No sabía que ustedes fueran amigos —Hyuga lo miró extrañado.


—Hn… en realidad somos… amigo/enemigos —admitió usando las palabras que había dicho Kise el día anterior y que ahora le hacían mucho sentido.


—¿Ah? ¿Qué es eso? —Izuki habló alzando una ceja.


Sin embargo el pelirrojo no tuvo la oportunidad de contestar la pregunta de su superior, pues Kuroko se le acercó y quedó de frente a él mirándolo seriamente.


—¿Sabías que Kise-kun y Aomine-kun terminaron?


—Sí. Kise lo mencionó ayer —respondió alzando levemente los hombros


—¡¿Qué?! ¿Kise y Aomine son novios? —Hyuga preguntó impresionado con la noticia.


—¡Eran! —rectificó el peliceleste haciendo énfasis en el verbo en pasado.


—Un momento… ¿A qué vienen todas estas preguntas? —Kagami intervino algo molesto.


—A esto… —Kuroko le extendió la revista.


Dudó unos segundos en recibir el objeto. No entendía el porqué de tantas preguntas tan absurdas, ni mucho menos qué tenía que ver una revista con todo eso… Hasta que vio la fotografía impresa en la portada: él y Kise juntos.


Kagami abrió enormemente los ojos en signo de sorpresa y comenzó a hojear la revista en busca del artículo mayor. Había un total de ocho fotografías acompañadas de un texto, que básicamente explicaba la odisea del fotógrafo persiguiéndolos y los antecedentes que se habían reunido, tanto del modelo como de él, junto a un montón de falsas interpretaciones sobre la relación de ambos jugadores.


Debía reconocer que por el ángulo en que habían sido tomadas las fotografías y por las expresiones de sus rostros, las imágenes eran más que comprometedoras. El maldito fotógrafo había hecho un excelente trabajo. Básicamente había conseguido que un caminar juntos con el carro hablando animadamente de basketball y comida, pareciera una cita romántica de una pareja que prácticamente vivían juntos y hacían las compras para su nido de amor.  


Además salía publicada información personal suya, donde estaba claramente especificado su nombre, edad, peso, estatura, escuela y hasta signo zodiacal. Se mencionaba que había vuelto a vivir desde hace un par de meses a Japón procedente de Estados Unidos y dejaba entender que vivía junto al conocido modelo.


Lo peor de todo era la foto de portada. Kagami recordaba perfectamente el momento en que había sido sacada, fue justo cuando él estaba listo para subirse al taxi y Kise se le acercó para despedirse con un beso en la mejilla. Un contacto tan breve y fugaz que sólo había durado unos segundos, pero que en aquella fotografía descontextualizada, donde sus movimientos se habían suspendido, congelados en el tiempo, y se omitía por completo la presencia de todo lo que los rodeaba, parecían una verdadera pareja de enamorados.


Kagami movía los ojos con rapidez siguiendo la lectura y su rostro mostraba cada vez más el enfado que sentía. Estaba hirviendo de coraje al ver expuesta de ese modo tan abrupto toda su vida personal. Sin embargo, las palabras de Kuroko hicieron que despegara la mirada de la revista y fijara su intensa mirada rojiza en él.


—Esto es muy extraño. Por lo general Kise-kun no comete este tipo de descuidos… Cuando él salía con Aomine-kun se cuidaba mucho de la prensa, por eso evitaba salir con él en público a menos que estuvieran con más amigos.


—¿Estás diciendo que lo hizo a propósito? —Hyuga miró con el ceño fruncido al peliceleste.


—Puede haberlo hecho para sacarle celos a Aomine-kun.


—¡No! —Kagami negó enérgicamente.


—¿Por qué estás tan seguro de eso? —el peliceleste se dio la vuelta para mirarlo intrigado.


—Porque nosotros con encontramos por casualidad en ese supermercado. Además… No creo que Kise sea capaz de hacer algo así.


—Eso quiere decir que probablemente no se preocupó por el asunto porque no lo creyó necesario. Te ve sólo como un amigo y por eso jamás se imaginó que los paparazzi los podrían fotografiar —Riko analizó todos los datos que tenía y sacó su conclusión.


—¡Maldición! ¡Esta me las va a pagar ese niño bonito!


El pelirrojo arrugó la revista que tenía entre sus manos y la dejó caer al suelo, expresando con este arrebatado gesto, la ira que sentía. Volvió a ponerse la camisa apresuradamente, tomó sus cosas y se marchó hecho una furia sin dar ni la más mínima explicación.


—¡Espera Kagami! ¿A dónde vas? —Riko le gritó antes que abandonara por completo el camarín.


—Voy a hablar con Kise.


La castaña suspiró con cansancio y se llevó una mano a la cabeza, lo único que podía hacer ahora era esperar que su titular no se metiera en ningún problema. De todas maneras, entendía el enojo del pelirrojo al verse expuesto a este tipo de situaciones a las que no estaba acostumbrado, sólo por eso lo dejó ir y faltar al entrenamiento. Pero eso no corría para el resto de los presentes ahí.


—¡Ustedes qué están esperando! El entrenamiento está por comenzar.


Los demás muchachos se cambiaron con rapidez tras recuperarse de la extraña situación. Finalmente Kagami no les había explicado nada en concreto y en la mente de todos sólo quedaban grabadas las comprometedoras imágenes de la revista. Pero ninguno tenía la intención de hacer enojar aún más a su entrenadora, así que siguieron al pie de la letra sus instrucciones durante el entrenamiento.


Lo que les valió de bien poco, porque tan sólo media hora después de haber empezado a entrenar, inevitablemente éste se vio interrumpido en medio de un partido de práctica, cuando la puerta del gimnasio fue abierta con fuerza, dejando ver la imponente figura de Daiki Aomine. Todos los jugadores que permanecían en la cancha detuvieron sus movimientos para voltearse a ver al moreno y el balón cayó al suelo, rodando hasta un extremo de la cancha.


Un pesado silencio rodeó el gimnasio… Todos los ahí presentes, aunque no la esperaban, entendían a la perfección el motivo de la visita del As de Touou.


—Aomine-kun… ¿Qué haces aquí? —Kuroko se le acercó.


—No vine a buscarte a ti Tetsu ¡Vine a ver a ese debilucho que penosamente llaman “la estrella” de su equipo de cuarta! —su voz se oía molesta y la expresión de su rostro no hacía más que confirmar esta suposición.


—¿Te refieres a Kagami-kun? Él no está, se fue a ver a Kise-kun —respondió indiferente.


—¡¿Que él qué?!


Aomine abrió los ojos con asombro. No podía creer lo que sus oídos estaban escuchando ¿Cómo había tenido el valor ese idiota? ¿Qué se estaba creyendo? ¿Acaso pensaba que podía venir a quitarle lo que era suyo y que él no haría nada? Aomine volvió a perder la razón. Había sido dominado completamente por sus pasiones, ya nada tenía sentido. Pero si había una cosa de la que estaba seguro, era que el día de hoy, Taiga Kagami se iba a arrepentir de haber nacido.


El moreno se dio la vuelta y salió del gimnasio, alejándose con paso rápido y decidido. Kuroko lo siguió hasta afuera y le gritó desde su espalda.


—¿A dónde vas?


—A Kaijo por supuesto.


—¡Es inútil! Kagami-kun salió hace rato, dudo que aún estén allá.


El moreno dejó de caminar y se dio la vuelta maquinalmente, mirando fijamente al muchacho más bajo


—¿Qué estás insinuando, Tetsu?


—Lo más probable es que se hayan ido juntos —admitió con voz seria sin dejarse intimidar por la actitud del otro.


—¡¿Qué?! ¿Qué estás diciendo? ¿Por qué Kise haría algo así? ¿Por qué se iría con el idiota de Kagami? ¿Te das cuenta que lo dices no tiene sentido?


Kuroko guardó silencio.


—Acaso sabes algo que yo no, Tetsu…


—¿No has pensado que ellos podrían estar juntos desde antes?


—¡¿Qué?! —cada letra salió de la boca de Aomine maquinalmente.


—¿Por qué te molesta tanto? Creí que ustedes ya habían terminado.


—¡Eso no es problema tuyo, Tetsu!


El moreno se dio la vuelta chasqueando los labios fastidiado. Mientras más pensaba y hablaba de Kagami y Kise, más rabia sentía. Y aunque hace tan sólo media hora atrás estaba resuelto a dejar de ver a Kise para siempre, ahora inexplicablemente no podía dejarlo ir.


¿Acaso lo que sentía eran celos? Debía ser eso… Pero ¿Acaso los celos no son un indicador de amor? Sólo se cela lo que se ama, eso lo tenía más que claro… Pero ¿Eso significaba que él amaba a Kise? ¿Por qué? ¿Cómo? ¿Desde cuándo?


—¡Maldición! —masculló enfadado consigo mismo.


Ya iba caminando hacia la salida de la Preparatoria Seirin completamente concentrado en sus pensamientos cuando sintió el suave agarre del peliceleste en su brazo y su voz apagada llegó a sus oídos nuevamente.


—¡Aomine-kun!... No vayas… Por favor.


Detuvo su caminar.


—No vayas… Si vas, será el adiós definitivo entre nosotros —sentenció con voz seria.


—Creí que te había quedado claro antenoche en mi casa… ¡A mí nadie me dice lo que tengo que hacer! —el moreno respondió sin mirarlo y soltándose del agarre del más bajo con un movimiento brusco, se marchó decidido.


 


*          *          *


 


Pleno verano en Tokio y la temperatura en ningún otro lugar de la ciudad era tan insoportable como en el tren subterráneo. Y ahí precisamente se encontraba Kagami a las cinco de la tarde en plena hora punta rumbo a la Preparatoria Kaijo. Un casi imperceptible tic se formó en el rostro del pelirrojo al sentir el calor invadir su cuerpo y cómo lentamente la camisa se le pegaba al cuerpo sudoroso por el excesivo calor. Cada segundo que pasaba dentro de ese lugar iba planeando nuevas formas de hacerle pagar a ese niño bonito todos los sufrimientos por los que estaba pasando por su causa.


El día que lo encontró en el supermercado, algo en su interior le dijo que se alejara, que buscara tomar distancia del rubio lo más pronto posible, pero no lo había hecho y por si esto fuera poco, había accedido a ayudarlo. Aun no entendía cómo había pasado aquello, lo único que sabía era que en ese instante le fue imposible negarse a la petición del modelo.


Kagami respiró con libertad al bajarse del atestado vagón y pasó su mano derecha por la frente perlada de sudor, emprendiendo con paso rápido el camino hacia el Instituto en que estudiaba Kise. Para su suerte, justo en el momento en que llegó a las puertas del edificio, el rubio modelo salía con las manos en los bolsillos y una cara de despreocupación total.


—¡Kise! —le gritó corriendo hacia él.


Éste miró con sorpresa en dirección a la voz que lo llamaba y reconoció al pelirrojo de inmediato. Sin embargo, no reparó en la cara de pocos amigos que éste traía y corrió hacia él alegremente.


—¡Kagamicchi! ¿Qué haces aquí? ¿Viniste a verme?


—¡Claro que sí! —el pelirrojo se paró frente al rubio y lo miró con el ceño levemente fruncido.


—¿En serio? ¡Me siento muy feliz! Ninguno de mis amigos viene a verme —comentó dejando que un gesto triste lo invadiera por un instante.


—Entonces no son tus amigos, ¿no crees? —Kagami le comentó con seriedad relajando la expresión severa en su rostro y suavizando la voz.


De algún modo este comentario tan inesperado de parte del rubio lo había descolocado y por segundos olvidó el motivo de su visita y se perdió en la contemplación de esos ojos dorados como el oro líquido que lo miraban con una mezcla de tristeza y resignación. Aunque los murmullos de un grupo de jovencitas que salían en ese instante del Instituto y habían detenido su caminar para mirar a los dos muchachos, hicieron que aquel breve hechizo se rompiera, trayendo a Kagami de vuelta a la realidad.


—¡Pero qué estoy diciendo! ¡Ya deja de desconcentrarme! ¡Yo vine aquí por otra cosa! —habló con voz fuerte y dura.


—¿Qué cosa?


—¿Cómo que qué cosa? ¿No me vas a decir nada por lo de la revista?


—¿Revista? ¿Cuál revista?


—¿Qué? ¿Acaso no lo sabes? —Kagami preguntó levantando las cejas con incredulidad.


—¿De qué estás hablando? — Kise ladeó la cabeza mientras miraba extrañado al pelirrojo.


—Olvídalo… —soltó un suspiro— ¡Ni siquiera sé para qué vine hasta aquí!... De todas formas no tiene caso decirte nada a ti ¡Eres un inútil!


—¡Qué cruel! —Kise se tapó la mirada en un gesto de infantilidad fingida.


—Lo mejor será que me vaya.


Kagami se dio la vuelta dispuesto a marcharse. De todas formas no sacaba nada con permanecer ahí ya que Kise no tenía idea de lo que había pasado. Además, se acaba de dar cuenta que aunque lo hubiera sabido, no había nada que pudiera hacer. La revista ya había sido publicada, los datos sobre su vida y su intimidad ya habían sido revelados, no había nada que pudiera hacer al respecto ¡A menos que el rubio supiera retroceder el tiempo! Lo que dudaba en demasía.


Y aunque pudiera retroceder en el tiempo, el pelirrojo se encontró pensando en que lo más probable era que aun sabiendo todos los problemas que le traería… Él habría ayudado nuevamente a Kise.


Estaba alejándose cuando sintió que su brazo era sostenido por el otro muchacho con fuerza y se giró bruscamente, encontrándose con los dorados ojos de Kise frente a frente.


—¡Espera! ¿Por qué no mejor me acompañas? —el rubio preguntó esbozando una sonrisa leve.


—¿Qué? ¡Ni loco! Ya me he metido en suficientes problemas por tu culpa.


—Kagamicchi por favor ¿Es que acaso no éramos amigos?


—¡Ya te dije que tú y yo no somos amigos!


—¡Eh! Eres malo, Kagamicchi… —Kise soltó el brazo del más alto y su boca se frunció en un pequeño puchero.


—De todas formas qué quieres hacer, ¿ir al supermercado de nuevo? —el pelirrojo habló con una sonrisa en la boca.


—¡No! Tengo que comprarme ropa… Ya sabes, como arruiné la mayoría —el rubio se encogió de hombros.


Kagami suspiró agotado. Ahí estaba de nuevo. Esa fuerza instintiva que le decía que lo mejor sería alejarse a toda prisa de aquel muchacho, pero su cuerpo no se movía, sus piernas no daban ni un paso para alejarse. Aunque él sabía que lo más probable era que si salían juntos fueran fotografiados nuevamente, haciendo sólo crecer aquellos rumores de un romance, no pudo encontrar las palabras para negarse a la petición del rubio y asintiendo levemente con la cabeza, aceptó, causando que una radiante sonrisa iluminara el rostro del modelo.


No entendía qué le estaba pasando ¿Por qué Kise tenía ese poder en él? ¿Cómo podía convencerlo tan fácilmente de algo que estaba seguro de no querer hacer? ¿Por qué se dejaba llevar tan fácilmente por él? Y Kagami volvió a descubrir, sorprendiéndose a sí mismo, que simplemente le agradaba pasar el rato con Kise… No había mayor explicación.


Iba tan perdido en sus pensamientos que cuando miró por la ventanilla del taxi en que viajaban hace varios minutos, se dio cuenta, asombrado, que habían llegado a Shibuya, el distrito de la moda japonesa.


—¿En qué momento llegamos a aquí? —preguntó bajando del taxi.


—Venías muy pensativo, por eso no te diste cuenta ¿Estás bien Kagamicchi?


—Hn… —asintió con la cabeza.


—Bien… —Kise lo miró no muy convencido, pero terminó por encogerse de hombros y hablar animadamente— ¡Entonces vamos!


Comenzó a caminar adelante moviéndose con maestría por entre un mar de gente, deslizándose con delicadeza y elegancia, sin tomarse el tiempo de esperar por su acompañante hasta que se detuvo de golpe frente a una librería. Con el rabillo del ojo había alcanzado a ver la nueva edición de Hanako en la vitrina, donde aparecían en portada ambos muchachos.


—¡La revista! ¿Era a esto a lo que te referías?


Kagami siguió con la vista la mirada fija de Kise en la vitrina.


—Sí, a eso me refería.


—¡Ahh! ¡Lo siento Kagamicchi! —el rubio lo miró con angustia— ¡De verdad que lo siento!... No era mi intensión que pasara esto —susurró arrepentido.


—Descuida no es tu culpa —extrañamente para Kise, Kagami parecía no darle importancia al asunto.  


Pero él no. Esto era un asunto grave: su nombre y su imagen pública estaban siendo utilizadas para lucrar con un escándalo que no eran más que calumnias y no sólo él se veía afectado, sino también Kagami que su única culpa había sido ayudarlo. Suspiró desanimado y se encaminó hacia la librería. Estaba a punto de tomar la manilla de la puerta y entrar, cuando fue sostenido por la muñeca y obligado a girarse.


—¿Qué haces? ¿A dónde vas? —Kagami le preguntó manteniendo el agarre.


—¡Voy a ir a comprarla!


—¿Para qué?


—¡Para saber lo que dice!


—No dice nada cierto… No te preocupes —comentó con seguridad.


La voz y la mirada convincente de Kagami, dejaron sin posibilidad de apelación al rubio. Realmente no supo qué decirle. Se sentía mal consigo mismo por haber metido en esos problemas al pelirrojo y se sentía mal por éste, por haberlo expuesto a un episodio así, pero entendió que con leer la revista sólo lograría enojarse y sentirse peor aún. Nada cambiaría con leerla o no.


—Mejor vamos a hacer tus compras.


Kise sólo asintió con la cabeza y se dejó llevar por el pelirrojo que no había soltado el agarre que mantenía sobre su muñeca derecha y ahora lo jalaba con firmeza pero con suavidad por las transcurridas calles plagadas de gente.


No entendía por qué, pero un extraño sentimiento de seguridad lo embargaba cuando estaba con Kagami. Tal vez se debía a que las atenciones de Kagami eran más notorias para él, que estaba acostumbrado a la indiferencia de Aomine, quien nunca le había mostrado una preocupación así. 


Caminaron así un par de cuadras, hasta que Kise le indicó doblar hacia una calle interior más pequeña y menos transcurrida, donde alrededor de una pequeña plaza con una pileta central, había una serie de tiendas mucho más exclusivas que aquellas plagadas de clientes del pleno centro de Shibuya.


Finalmente entraron a una exclusiva boutique que se caracterizaba por contener en un solo lugar las tendencias de las mejores marcas de moda internacional junto a lo más prometedor de la moda japonesa. Kise era un cliente habitual de esta tienda, por lo que fue reconocido al instante de entrar y fue atendido por la dueña en persona.


—Buenas tardes, Kise-kun ¿Le puedo ayudar en algo? —una hermosa y elegante mujer de más de cuarenta años se les acercó y les habló con tono amable.


—¡Hola Reiko-san! —Kise la saludó alegremente— Me gustaría renovar por completo mi guardarropa… Así que necesito un poco de todo.


—Muy bien, síganme por favor —la elegante mujer le respondió cortésmente para agregar en tono más confidencial—. Permítanme decirles que hacen una hermosa pareja.


Ambos jóvenes se sorprendieron con el comentario pero ninguno dijo nada, convencidos de que el comentario había sido guiado por la publicación de la revista Hanako de esa mañana.


Sólo hasta ese instante Kagami reparó que aún no soltada a Kise y que habían recorrido las calles y entrado a ese lugar de la mano. Lo soltó en un movimiento abrupto que hizo que el rubio ladeara la cabeza para verlo extrañado, sin embargo él no pudo sostenerle la mirada y continuó mirando hacia el frente para seguir de cerca a la mujer.


Ésta los llevó a un pequeño salón en el segundo piso del local, dispuesto para uso exclusivo de clientes importantes, donde los acomodó e hizo traer varios armazones de metal con colgadores llenos de lo más nuevo y sobresaliente de la temporada. Kagami se sentó en un sillón individual dispuesto en el centro de la habitación, especialmente preparado para los acompañantes y se sorprendió al ver que le sirvieron una bandeja con diversos bebestibles y pequeños y finos aperitivos. Él tomó el gran vaso de agua enfriada por cuatro cubos de hielo y se la bebió con ansias mientras mirada de reojo al rubio escoger entusiasmado entre cientos de prendas.


—Kagamicchi deberías probarte algo tú también —habló girándose para ver al pelirrojo.


—¿Por qué? Estoy bien así, además no tengo tanto dinero para gastarlo en ropa tan costosa.


—¡No te preocupes, yo lo pago! Como una forma de disculpa y agradecimiento —lo miró sonriente— ¿Qué te parece esto? —le mostró una chaqueta de verano sencilla pero elegante.


Kagami no le respondió, pero su silencio fue interpretado como una aprobación por el rubio.


—Muy bien, entonces necesitaremos ropa en estilo casual de la talla de Kagamicchi —habló dirigiéndose a Reiko-san


—Por supuesto.


Con una sola mirada, Reiko-san hizo que las dos vendedoras que la asistían, salieran de la habitación y regresaran luego de varios minutos con una cantidad de ropa menor y de la talla de Kagami.


La rutina comenzó con Kise probándose y modelando todo lo que le pusieron por delante, paseándose de un lado a otro con movimientos fluidos mostrando la ropa que le quedaba perfecta. Al parecer el rubio tenía admiradoras en todas partes, porque a las jóvenes vendedoras se les notaba a kilómetros lo interesadas que estaban en el cliente.


Pero lo que más llamó la atención de Kagami fue lo desinhibido que era el rubio, lo cual atribuyó a su profesión de modelo. Kise comenzó a desvestirse ahí mismo y se probada la ropa sin cohibirse ni lo más mínimo por la presencia de las dos vendedoras y la dueña o incluso la de él mismo.


En ese instante recordó las palabras de Riko, produciéndole un extraño vacío en la boca del estómago.


Te ve sólo como un amigo.


Cuando volvió a fijar su vista en Kise, éste se encontraba casi completamente desnudo. La única prenda que lo cubría era un bóxer anaranjado. Y aunque él no quería prestar mayor atención, no pudo desviar la mirada de aquel muchacho que parecía ser tan dorado como el mismo sol. Su torso era completamente lampiño, sólo bajo el ombligo nacía una línea de vellos rubios que se perdían en la pretina del bóxer y sus piernas eran cubiertas por una delgada capa de finos vellos tan rubios que casi llegaban a ser transparentes. Lo que a él le hacían parecer una criatura relumbrante. Desvió la mirada sintiendo sus mejillas enrojecer y frunció el ceño.


Para su suerte, Kise no le prestaba atención, pues se encontraba eligiendo su colorido atuendo: un pantalón de tela delgada blanca, alpargatas del mismo color y una camiseta color salmón con un estampado de letras blancas. 


Kise había decretado, después de probarse lo que a Kagami le parecieron un millón de prendas, que era indigno de un modelo como él pasearse por Shibuya en uniforme escolar. Y cuando hubo terminado de vestirse, prácticamente obligó a Kagami a cambiarse de ropa, el que ante tanta insistencia no le quedó otra más que ceder. Pero a diferencia del rubio, él era muy reservado y tuvo que usar los vestidores para cambiarse.


Escogió ponerse un short largo hasta debajo de las rodillas de tela beige, zapatillas de caña baja y una camiseta blanca de algodón holgada con un estampado naturalista en negro, el atuendo perfecto para el calor que sentía.


Salió del vestidor con una expresión de pocos amigos en el rostro, para complacer al rubio que insistía en que saliera para verlo modelar el atuendo, pero en vez de modelarle, Kagami se limitó a recargar la espalda en la pared, sosteniendo el peso de su cuerpo sólo en su pierna derecha. 


—¡Te ves muy bien Kagamicchi! —el rubio lo miraba sorprendido— ¡Hasta pareces un modelo!


Ignoró el hecho de que el comentario había sonado más como una ofensa que como un alago.


—¿Y yo cómo me veo? ¿Me veo guapo? —el rubio habló sonriendo y llevándose las manos a la cintura.


Kagami abrió levemente los ojos con sorpresa, guardó silencio y desvió la mirada, evitando hacer contacto visual con los ojos dorados. Sintió que sus mejillas ardían levemente otra vez y para distraerse a sí mismo, consultó la hora en su celular.


—Si ya terminaste deberíamos irnos, ya es muy tarde.


—Está bien, voy a pagar y nos vamos.


Kise siguió a Reiko-san y pagó una suma que a un ser humano común y corriente le habría parecido excesiva, aun cuando por tratarse del famoso modelo Ryouta Kise le habían hecho un descuento de hasta el 40%. El rubio sin embargo, lo pagó sin darle importancia. Hace tiempo había aprendido que la vestimenta en un modelo no es más que una herramienta de trabajo, por lo que no lo veía como un gasto sino como una inversión.


Kise se acercó caminando despacio al pelirrojo que miraba por la ventana como las coloridas luces del atardecer le daban vida al cielo, mientras las vendedoras guardaban las numerosas prendas en grandes bolsas.


—Había pensado en que vayamos a comer a un restaurant cercano, ¿quieres?


—No creo que sea buena idea —Kagami se dio la vuelta para verlo.


—¡Pero tengo mucha hambre!


—¡También yo! Pero mejor vamos a tu casa —Kise levantó una ceja sorprendido, por lo que se apresuró a justificar su comentario— Así te ayudo a llevar las compras y aprovecho de supervisar tus avances como cocinero.


—¡Ok! Te vas a sorprender Kagamicchi —le respondió lleno de confianza y ahora el que enarcó una ceja fue Kagami.


Tomaron un taxi nuevamente y luego de varios minutos llegaron al departamento de Kise. La temperatura había bajado considerablemente, refrescando a esa hora el ambiente de la ciudad, haciéndola agradable y habitable de nuevo. Esta vez, tomaron el resguardo de bajar hasta los estacionamientos subterráneos, evitando así que fueran víctima de los paparazzi. Subieron a duras penas con la enorme cantidad de bolsas en el ascensor hasta el último piso, en medio de un ambiente de tranquilidad.


Pero como se suele decir: La calma no es más que un preludio para la tormenta… Y en este caso el dicho tuvo toda la razón.


La puerta del ascensor se abrió y ambos jóvenes salieron en medio de una animada conversación que era acompañada por risas sinceras, de esas que Kise no sentía hace tiempo. Pero luego de haber caminado un par de pasos, el rubio se detuvo abruptamente al reconocer la figura que permanecía de pie y recostando la espalda sobre su puerta, con los brazos cruzados sobre el pecho y mirándolos con el ceño fruncido.


—¿Se puede saber qué significa esto? —Aomine se separó de la pared y preguntó con tono grave, sin ocultar el toque de disgusto en la voz.


—Aominecchi… ¿Qué estás haciendo a aquí? —el rubio se veía tenso y sorprendido.


—Más bien explícame que está haciendo él aquí —dijo señalando con la mano al pelirrojo.


Kagami dudó por unos segundos qué hacer. Podía intervenir y poner en su lugar al arrogante moreno o podía dejar que los dos exnovios resolvieran sus problemas solos. De algún modo sentía que lo más parsimonioso era la segunda opción, así que prefirió guardar silencio, pero no dejó de ver fijamente y con seriedad al moreno, dispuesto a intervenir en cualquier momento.


Kise se recuperó de la sorpresa inicial y le respondió con voz autosuficiente.


—Eso no es asunto tuyo.


—¿Cómo que no es asunto mío? —Aomine caminó hacia el rubio con gesto desafiante— Si mi novio sale con otro después de lo que vi en esa revista. ¿Cómo esperas que no me importe?


—¿Cuál novio? Aominecchi… nosotros terminamos.


—Ese día estabas borracho Kise… Sé muy bien que no sabías lo que decías.


—Qué… —la voz de Kise apenas fue audible.


—Nunca me tomé en serio esas palabras. Yo… —Aomine sin embargo, no pudo continuar con su frase, pues fue interrumpido por el rubio.


—¡Pues deberías haberlo hecho! Porque yo hablé muy en serio, Aominecchi… ¡Tú y yo terminamos!


—¿Qué dijiste Kise? —preguntó a centímetros del rostro del rubio.


—Tú y yo terminamos ¡Entiéndelo de una vez! —lo encaró con voz segura.


Aomine no pudo hacer más que abrir los ojos con impresión ¿Qué rayos significaba todo eso? Había quedado más que enfadado al ver esa estúpida revista y ahora sólo podía sentirse descolocado después de verlos llegar juntos ¿Es que acaso era verdad que Kise lo había cambiado por Kagami? ¿Es que había perdido a su Kise?


En un accionar impulsivo, muy propio de él, Aomine tomó a Kise por el brazo con fuerza para acercarlo a su cuerpo con movimientos agresivos, haciendo que el rubio soltara todas las bolsas que cargaba y un quejido saliera de su boca producto de la rudeza del agarre. Esta situación ya se estaba saliendo de control… Él se estaba saliendo de control ¡Y ahora estaba dispuesto a todo!


Había acercado el cuerpo del rubio para besarlo imprudentemente, en algo que se le había convertido en una marca de propiedad. Un vano intento por recordarle a Kise que él era suyo y de nadie más, que él le pertenecía… Y era justamente eso lo que quería ahora.


Pero antes de que pudiera hacer movimiento alguno y mientras su mirada se encontraba perdida en esa inmensidad dorada que eran los ojos de Kise, sintió cómo una mano grande y poderosa tomó con fuerza su brazo y lo separó abruptamente del modelo. Dirigió su mirada azulina hacia aquel intruso y se encontró de frente con la intensa y desafiante mirada rojiza de Kagami, quien había hecho retroceder al rubio hasta dejarlo protegido a sus espaldas.


—¿Quién te has creído Kagami? —masculló hirviendo en rabia.


—Él ya habló… deberías saber reconocer una derrota.


—¿Ah? —Aomine miró al pelirrojo incrédulo— ¡Aléjate de Kise!


—¿O qué?


—¡Maldito!


Aomine tomó del cuello de la camiseta al pelirrojo en un gesto amenazante, dispuesto a golpearlo ahí mismo, pero Kagami detuvo su golpe y empujándolo del pecho, lo alejó. El moreno alzó su mano derecha nuevamente cerrando el puño, pero el gritó espantado de Kise lo detuvo.


—¡No!


 

Notas finales:

Los espero en los comentarios =)

Besos!!!


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