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Amor, Traición y Orgullo por Nayen Lemunantu

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Capítulo IX

 

 

 

La peor forma de soledad, es estar sentado a su lado

Y saber que nunca lo podrás tener.

 

 

Luego de aquella noche, los días pasaron lentamente para Aomine.

Su vida continuó en apariencia tan normal como siempre. Continuó yendo al colegio, continuó saltándose los entrenamientos, continuó siendo regañado por Satsuki cada vez que no se presentaba en el gimnasio, continuó peleando con sus superiores. En su vida parecía que nada había cambiado, pero en el fondo de su corazón sabía que ya nada volvería a ser igual.

El haber sido capaz de darse cuenta finalmente de sus sentimientos justo en el instante en que comprendió que su relación con Kise había terminado definitivamente, había marcado un antes y un después en su vida. Y aunque sabía que con lamentarse ahora no podría remediar los errores del pasado, él aún no podía decir adiós. No podía dejar su historia con el rubio en el pasado… Y por sobre todo, no podía evitar seguir amándolo. 

¿Y qué quedaba ahora? ¿Qué pasaría ahora? Tenían a casi todos sus amigos en común, sabía que tarde o temprano tendrían que verse las caras nuevamente, pero qué pasaría ese día ¿Se mirarían como si fueran dos extraños? ¿Fingirían no haberse conocido nunca? O lo que es peor aún, él sabía bien que Kise trataría de rehacer su vida ¿Y qué sería de él entonces? ¿Qué haría cuando tuviera que verlo junto a alguien más? ¿Cómo podría aguantar ese dolor?

Ni siquiera podía pensar en aquello.

Él podría fingir que nada había pasado, seguir con su vida como siempre había sido hasta ahora. Salir los fines de semana, embriagarse hasta decir basta, pasar una noche de pasión con alguna persona transitoria, buscarse como había hecho muchas veces en el pasado un amante de una sola noche, un amor fugaz y carnal, tratar de ahogar sus penas en el placer efímero que da la carne… Pero eso sería engañarse a sí mismo. Nada de eso tenía sentido y él lo sabía.

Eso no solucionaría nada. Eso no traería de vuelta a Kise. Eso no lograría hacer que olvidara a Kise.

Y así, los días transcurrieron y pasó más de una semana desde la última vez que lo vio.

El verano se instaló plenamente en Tokio. El sopor del calor invadió la ciudad y las asfaltadas calles reflectaban los rayos del sol, creando la ilusión de vivir dentro de un inmenso sartén de asfalto, donde todos morían lentamente asfixiados. Aomine soportaba todo con el mayor estoicismo, convencido de que quejarse no cambiaría nada, era lo mismo todos los años.

Y como los años anteriores, vino el momento de prepararse para la Interhigh en su nuevo equipo, y él lo hizo de la misma forma en que lo había hecho anteriormente en Teiko. No le importó que ahora se tratara de otro equipo, que sus compañeros ahora serían otros, ni que ahora tendría que verse las caras con sus viejos camaradas como rivales… Incluso con Kise.

Aunque debido a la preparación de Touou para la Interhigh le era cada vez más difícil saltarse los entrenamientos. Satsuki parecía estar tras él todo el tiempo, pero él no dijo nada por apartarla. Prefería fingir consigo mismo que las cosas estaban bien entre ambos y que nada podía intervenir entre ellos. Después de todo, él ya había perdido a Kise, no quería perder también a Satsuki.

En cierto sentido, saber que contaba con el apoyo de ella no lo hacía sentir tan solo. Aunque últimamente se venía preguntando qué clase de apoyo era ese, porque ciertamente tenía serias dudas sobre si sus intereses y los de Satsuki seguían siendo los mismos. Pero cada vez que lo pensaba, procuraba olvidarlo de inmediato. Tal vez el principal problema de Aomine era que no quería reconocer que él estaba verdadera e irremediablemente solo.

—¿Quieres que te espere? —le preguntó a la pelirrosa mientras se acercaba a ella.

Satsuki estaba sentada en una de las bancas del gimnasio, estaba escribiendo concentrada en su laptop, con toda seguridad datos que había obtenido del reciente partido de práctica que había jugado el equipo, y no reparó mayormente en la presencia del moreno en el lugar.

—No te preocupes Dai-chan, no sé cuánto tiempo me lleve esto, así que adelántate tú —le respondió sin desviar la mirada de la pantalla.

—Está bien —Aomine comentó con desgano, encogiéndose de hombros.

—¿Quieres ir a cenar a mi casa hoy? —levantó la vista hacia el moreno y le habló animadamente— Habrá panqueques.

—No —el moreno respondió cortante y se encaminó con paso lento a la salida.

—¡Bien!... No es como si los pensaba hacer para ti… —la pelirrosa lo miró molesta, pero cuando la escuchó hablar, Aomine se giró para verla mientras le sonreía, gesto que sirvió para tranquilizar a la chica.

El moreno soltó un suspiro y continuó con su andar calmado y desganado. Caminaba  completamente abstraído de la realidad, sin reparar en nada de lo que ocurría a su alrededor y apenas siendo consciente de que ya había llegado a la salida de la Preparatoria Touou, hasta que una voz interrumpió sus pasos.

—¡Aomine-san!

Dejó de caminar y se dio la vuelta para posar su mirada en el muchacho que corría tras él. Lo detalló en unos segundos: su cabello castaño estaba húmedo aún, seguramente por salir apresurado tras él, su rostro se veía levemente sonrojado y sus grandes ojos marrones tenían esa característica expresión asustada.

—Aomine-san, ¿puedo acompañarte a tu casa? —dijo cuando por fin estuvo a la altura del moreno.

—¿Por qué? No vivimos cerca —respondió escuetamente, volviendo a caminar.

—Pero… si usamos el tren podríamos andar juntos una parte del trayecto —insistió con voz indecisa.

—Sakurai… —Aomine detuvo abruptamente su caminar y encaró al más bajo con mirada afilada— No tengo idea de qué es lo que quieres de mí. Pero sea lo que sea, yo no puedo cumplirlo.

—Pero…

—¡No puedo! ¡Entiéndelo de una vez!

El castaño se limitó a mirarlo sorprendido, agrandando los ojos y dejando de caminar por completo, quedando completamente inmóvil luego de esta declaración

—¿Por qué? —susurró.

—Porque yo ya tengo a mi único y verdadero amor.

Aomine no dijo una palabra más, ni siquiera le dirigió una mirada compasiva al muchacho que aún permanecía sin moverse, simplemente se dio la vuelta y continuó avanzando, alejándose con cada paso que daba de él sin el menor remordimiento. Sabía que eso había sido culpa suya, que él mismo provocó a Sakurai, iniciando así ese juego, tal vez dándole esperanzas cuando realmente nunca las hubo, pero por eso mismo ahora tenía que terminar de forma definitiva con sus ilusiones. Decirle la verdad para evitar más malos entendidos.

Suspiró cansino levantando su mirada azulina hacia el cielo. Tal vez eso era lo que debía hacer también con Kuroko… Pero con él era diferente. Kuroko era su amigo.

—Aomine-kun.

Y hablando de Kuroko, Aomine fijó su mirada nuevamente en el frente y pudo verlo ahí, su menuda figura se encontraba de pie frente a él, esperándolo en las mismísimas puertas de la Preparatoria Touou ¡No tenía idea cómo había llegado tan rápido hasta ahí! ¿Es que acaso él no tenía entrenamientos también? ¿O era que él había faltado? ¿Y qué pasaba hoy día? ¿Por qué todos habían decidido hacer su aparición?

—¿Qué quieres ahora, Tetsu? —Aomine afiló la mirada y le habló con voz hosca.

—Te vine a recoger, quiero que me acompañes a mi casa —el muchacho más bajo le respondió inmutable.

—¿Ah? ¡¿Por qué diablos debería hacerlo?!

—Porque yo siempre te acompaño y te apoyo en todo… Ahora es tu turno —el peliceleste respondió con seriedad—. Sólo te estoy pidiendo que me vayas a dejar a mi casa ¡Nada más!

—¡Cómo molestas! Está bien Tetsu, te iré a dejar, pero sólo para que te dejes de dar lata ¡Y no pienses que volveré a hacerlo! Esta será la primera y última vez ¡Y tampoco quiero que vengas a buscarme aquí otra vez!

—Está bien —el más pequeño respondió con voz neutra mientras sus labios formaban una sonrisa casi imperceptible—. Vámonos en tren.

—¿En tren? Pero si te queda mucho más conveniente tomar algún autobús.

-—Sólo hazme caso, hoy quiero viajar en tren —insistió con voz suave.

—Está bien, Tetsu —Aomine soltó un suspiro cansado y respondió con voz derrotada—, tú ganas.

Caminaron hacia la estación en completo silencio. Él no tenía ganas de hablar realmente, tenía demasiadas cosas en qué pensar para reparar siquiera en el muchacho que caminaba a su lado, y por otra parte Kuroko no era alguien precisamente bueno para comunicarse, por lo que el breve trayecto transcurrió en medio de un ambiente distante y frío, como había sido siempre la relación entre ambos.

Aomine no se había detenido a pensar en la extraña petición del más bajo y se había limitado a aceptar sin cuestionamientos. Tampoco le importaba mucho la verdad, sólo lo iría a dejar a su casa y punto, luego se marcharía y así dejaría contento al peliceleste, sin tener que soportar una insufrible escena a las afueras de la Preparatoria… Aunque ahora que lo pensaba mejor, Kuroko no era de ese estilo, él no hacía escenas ni era un caprichoso y si lo pensaba con detenimiento, nunca le había pedido ni exigido nada, lo que hacía más extraña aún esta repentina petición.

—Oye Tetsu, ¿de qué va todo esto? —preguntó mirando al muchacho más bajo, justo cuando el tren aparecía a la distancia, acercándose a gran velocidad.

—Ya verás… Quiero mostrarte algo —respondió esbozando una sonrisa.

Aomine sintió que un repentino escalofrío le erizaba la piel, aun cuando se encontraban en pleno verano y el calor se sentía fuertemente en la ciudad. La actitud de Kuroko lo estaba intranquilizando sobremanera y presintió que eso que el chico le quería mostrar, sería algo que no le agradaría.

Se acomodó el bolso de entrenamientos en el hombro, justo en el instante en que el tren se detenía frente a ellos y las puertas se abrían automáticamente, al tiempo que él podía ver la alta figura de un rubio que se apoyada casualmente sobre la pared, mirando distraídamente hacia afuera ¡Eso era demasiado increíble para ser una simple casualidad! Ese rubio era Kise y ellos habían acertado justo al vagón en que él viajaba.

Iba con el uniforme escolar y a sus pies descansaba su bolso de entrenamiento. Guardaba una de sus manos en el bolsillo del pantalón y con la otra se movía de vez en cuando la camisa arremangada que llevaba varios de los botones superiores abiertos, en un vano intento por refrescar su cuerpo.

Aomine se encargó de detallarlo lentamente con la mirada. Le parecía tan extraño ese encuentro, después de más de una semana sin verlo, ahora sentía como si esta fuera la primera vez que lo veía. Sonrió para sí al ver cómo los rayos del sol sacaban destellos de su cabello dorado y cómo éste se movía con la suave brisa que ingresaba por las ventanas semi-abiertas del tren. En ese instante creyó que nunca antes se había dado cuenta de lo hermoso que era el rubio.

Kise, al percatarse de la presencia de sus dos excompañeros de Teiko, se irguió en su posición y endureció la mirada.

—¡Kise-kun! Qué extraño verte aquí. Tú no sueles tomar el tren —Kuroko se adentró primero al vagón y se acercó al modelo para hablarle con una inocencia perfecta en su rostro pequeño y fino, pero agregó luego con voz más animada—. ¡Ya sé! Es porque no vas a tu casa ¿verdad?

Kise los ignoró, no estaba dispuesto a seguirle el jueguito a Kuroko, así que fijó sus ojos en el paisaje de la cuidad atardeciendo que se dejaba ver por las ventanas del tren. No le respondió al peliceleste y trató de fingir que no estaba ahí, que ambos no estaban ahí.

—Ahora que lo pienso… Kagami-kun vive en esta dirección ¿Acaso lo vas a ver a él? —Kuroko preguntó nuevamente mirando a Kise, pero éste permaneció inmutable.

Aomine, que estaba algo apartado de ambos chicos y no había quitado en ningún momento los ojos del rubio, endureció la mirada de repente. Por fin comprendía la petición del peliceleste, esto era lo que quería que viera ¡Quería que él supiera que Kise estaba ahora con Kagami! Todo eso no podía estar pasando, y aunque tenía claro que tarde o temprano Kise lo reemplazaría por alguien más, jamás se esperó que eso pasara tan pronto, ni menos aún que fuera Kagami. Después de todo, la última vez que hablaron Kise mismo le había dicho que entre ambos no había nada ¿Por qué entonces ahora lo iba a ver? ¿Le había mentido?

—Entonces es verdad ¿Estás saliendo con él? ¿La última vez que nos vimos me mentiste? —preguntó en un hilo de voz.

Kise meneó la cabeza y de sus labios salió una risa irónica, pero su mirada aun esquivaba las figuras de los dos muchachos. Tal parecía que la indiferencia que había demostrado hasta el momento excluía todo lo relacionado con Aomine, porque aunque lo había intentado, no pudo evitar reaccionar ante la pregunta de éste.

El altavoz del tren se encendió, anunciando la próxima parada y Kise tomó el bolso y pasó entre Kuroko y Aomine para dirigirse a la puerta, evitando a toda costa mirarlos, pero antes de llegar a la salida, su brazo derecho fue sostenido con fuerza por el moreno, obligándolo a girarse y a enfrentar por primera vez, su mirada dorada con la intensa mirada azul profundo.

—¿Qué te pasa? ¡Suéltame! —exigió con voz molesta tratando en vano de zafarse.

—¡Respóndeme!

—¿Por qué debería hacer eso? ¡Yo no te debo ninguna explicación!

—Entonces es verdad, sí sales con él —vio cómo Kise volvía a desviar la mirada, poniendo en su rostro una expresión de completa molestia—. ¿Y lo que me dijiste en tu casa qué? ¿Fue una mentira?

Kise se giró para verlo de arriba abajo y volvió a posar sus ojos en los de Aomine a la vez que soltaba una risa ahogada de los labios.

—¿No me digas que te duelen las mentiras? —la voz de Kise sonó extrañamente irónica, como si esas palabras no pudieran salir de su boca— Tal vez ahora podrás saber lo que se siente que te mientan todo el tiempo… Sí Aomine, ese día en mi casa te mentí ¡Todo lo que te dije era mentira!

—¡Mentiroso! —Mientras hablaba apretó más su mano sobre el brazo del rubio— ¡Esto sí es una mentira!

—¡Ya déjame en paz! —Kise tragó saliva, evidentemente incómodo.

El rubio tiró con fuerza su brazo, logrando liberarse al fin, al mismo tiempo que las puertas del tren se abrían y sin decir una palabra más, bajó a la estación. Caminó con seguridad hacia la salida sin mirar atrás, acomodándose el bolso en el hombro izquierdo hasta detenerse frente a la fila de asientos donde alguien lo esperaba.

En cuestión de segundos, Aomine pudo ver cómo un pelirrojo se ponía de pie con una enorme sonrisa en el rostro para recibir al rubio que respondió a su gesto sonriéndole con sutileza. Vio con incredulidad cómo el pelirrojo le hablaba animadamente mientras lo tomaba de la mano y se encaminaban juntos a la salida.

Ese chico, era Kagami.

Las puertas del tren se cerraron con lentitud y se reanudó la marcha, pero antes de perder completamente de vista a Kise, vio cómo este se daba la vuelta y miraba hacia el tren, buscando algo con la mirada sin encontrarlo. Él sin embargo, no despegó en ningún instante su mirada del rubio, sintiendo que ahora eran separados por una distancia infinita.

 

*          *          *

 

—¿Estás bien? —Kagami preguntó dudoso mientras dejaba caer su bolso desordenadamente en el living y se encaminaba hacia Kise que se había dirigido al refrigerador y se servía un vaso de agua.

—Sí, ¿por qué lo preguntas, Kagamicchi? —se dio la vuelta para verlo con algo de intriga.

—No lo sé… Es sólo que te siento extraño —confesó encogiéndose de hombros.

—Bueno, la verdad es que… —Kise hizo una pausa y dejó sobre el mesón de la cocina americana el vaso de agua del que aún no había bebido y miró a Kagami directamente a los ojos— Hoy día en el tren me encontré con Aomine y Kuroko.

—¡¿Qué…?! —Kagami levantó levemente una ceja.  

—Fue un encuentro bastante tenso. Kuroko estuvo provocándome todo el tiempo, lanzándome indirectas sobre ti… ¡No sé qué es lo que pretende! ¿Por qué no me deja en paz? —Kise se recargó sobre el mesón y su mirada se encontraba perdida.

Kagami soltó un suspiro cansado y envolvió la figura de Kise en un abrazo apretado, y sintió cómo el rubio correspondía a su abrazo, pasándole los brazos por la cintura y apegándose más a él, descansando la cabeza en su hombro. Subió su mano a la dorada cabeza de Kise y enredó los dedos en las suaves hebras de su cabello.

—Tal vez ahora está enamorado de mí, por eso es que te odia aún más —dijo en tono de broma, tratando de animar al modelo.

Comentario que fue completamente efectivo, porque el rubio soltó una carcajada estridente y se separó de él sin parar de reír. Él también se rio, contento de verlo más animado y se apegó nuevamente a su cuerpo, abrazándolo desde atrás y depositándole un suave y corto beso en la nuca para separarse enseguida.

—¿Tienes hambre? —Kise se bebió el vaso y miró a Kagami más animado— ¡Hoy día yo cocino!

—¡No, Kise! —El pelirrojo se quejó y se dejó caer pesadamente sobre el asiento de la cocina— ¡Tú siempre cocinas lo mismo! Ya no puedo comer más curry.

—¡Qué mal agradecido eres, Kagamicchi! —el rubio se cruzó de brazos indignado.

—Mejor yo cocino, ok —habló en tono conciliador.

—En realidad no tengo hambre —Kise se encogió de hombros, pero luego se acercó a Kagami con movimientos lentos y controlados y se sentó a horcajadas sobre él—. ¿Qué tal si mejor hacemos o-tr-a cosa? —preguntó con voz suave mientras le pasaba un brazo por los hombros.

—Ki…Kise… —Kagami le respondió dudoso, sin saber exactamente a qué se refería. No era la primera vez que Kise le tomaba el pelo.  

Escuchó cómo el rubio contenía la risa y todo su cuerpo se agitaba sobre él luego, estallando en una alegre carcajada. Ahí estaba su respuesta, Kise se estaba riendo de él en su cara.

—Estoy hablando del video juego que empezamos el fin de semana —dijo poniéndose de pie con una enorme sonrisa en el rostro, para dirigirse hacia el living, dejándose caer en el sillón de dos cuerpos.

Kagami lo miró de reojo con expresión seria, analizando su actuar. No se sentía mal por ser víctima de las bromas del rubio, sabía a la perfección que esto era parte de su personalidad y tampoco quería cambiarlo, su soltura y espontaneidad eran las cosas que más le gustaban de Kise, pero repentinamente había comenzado a darle vueltas a sus palabras.

Él no era ningún idiota, sabía que la proposición inicial de Kise se refería a llevar su relación al siguiente nivel, pero que todo haya resultado una broma significaba que Kise lo veía como un total ingenuo, tal vez casi como un infante... Después de todo, Kise era el ex de Aomine, era más que seguro que el rubio tenía mucha experiencia en la cama, muy a diferencia de él que a pesar de no ser virgen, aún se sentía “inocente” en comparación con Kise. No, probablemente lo pesaba pensando demasiado y ya era hora de dejar de pensar en el idiota de Aomine de una buena vez ¡Cómo iba a esperar que Kise lo olvide si hasta él mismo vivía evocándolo!

Dirigió su mirada hacia el muchacho. Estaba sentado en el sillón con las rodillas pegadas al torso y el control de la PlayStation en las manos, mirando concentradamente la pantalla, se había quitado las zapatillas y los calcetines y movía los dedos de los pies relajadamente.

—Tú sí que agarras confianza con facilidad —se acercó riendo al rubio.

Kise despegó la mirada del televisor por un par de segundos y lo vio de pie a su lado.

—Somos novios, es obvio que debe haber confianza entre nosotros —habló encogiéndose de hombros con total naturalidad.

—¿Novios? Yo nunca dije eso Kise —Kagami lo miraba con seriedad, pero su voz sonaba animada.

—¿Me estás negando? —preguntó mirándolo incrédulo, dejando caer el control de la PlayStation y quitando toda su atención del juego para posarla sobre Kagami.

El pelirrojo soltó una risa divertida y se dejó caer de rodillas en el sillón, mirando directamente a Kise. Su expresión facial cambió, adquiriendo un toque de seriedad y tomando al rubio por los hombros, lo empujó sobre el sillón y lo aprisionó con su cuerpo.

—¿Qu… Qué haces Kagamicchi? —Kise preguntó arrugando el ceño.

—¿No dijiste tú que querías hacer otra cosa? —Kagami respondió con voz ronca.

—¡Pero me refería al juego!

—Esto también es un juego, Kise —al momento de decir esto, no pudo contenerse más y se largó a reír animadamente sobre el cuerpo del rubio— ¿Por qué tienes esa cara tan asustada?

—Muy gracioso… —ironizó.

—Es para que aprendas a no burlarte de los demás —mientras hablaba, apoyó su rostro en el dorso de su mano y vio cómo el rubio rodaba los ojos con fastidio y después le sacaba la lengua, causándole más risa aún.

Se dejó caer completamente sobre Kise, acomodando la cabeza muy cerca del cuello de éste, pero tuvo que levantar levemente el cuerpo para dejar que el rubio se acomodara, buscando una posición donde no fuera completamente aplastado por él y cuando se sintió cómodo, subió una mano por su espalda, acariciándolo con suavidad. Kagami lo besó en la mejilla y cerró los ojos, perdiéndose en el delicado perfume que emanaba de su cuerpo.

—Hueles muy bien, Kise —confesó en un susurro.

Pero antes de perderse en el sueño que comenzaba a invadirlo, pudo sentir cómo el cuerpo del rubio se tensaba de manera imperceptible pero inequívoca y su cuello se giraba en la dirección contraria, alejándose de él. Estos pequeños gestos bastaron para quitarle todo el sueño y levantando la cabeza, miró con expresión preocupada al rubio.

—¿Qué ocurre? ¿Estás bien?

—S…Sí… —le respondió sin mirarlo.

—No hagas esto, Kise… ¡Dime lo que te ocurre!

Kise giró el cuello lentamente, dejando ver sus cristalinos ojos.

—Es sólo que a veces… dices cosas muy parecidas a las que decía él.

Kagami arrugó el ceño y lentamente se incorporó en el sillón, desviando la mirada. No podía quejarse, no podía reclamarle nada a Kise, pues sabía a la perfección que éste aún mantenía sentimientos por Aomine, tan sólo habían pasado un par de semanas desde que ambos habían terminado, era lógico suponer que no lo olvidara aún… Pero no pudo evitar sentirse afectado.

Fue el suave jalón de Kise de la cadena que colgaba de su cuello para acercarlo a su cuerpo, lo que hizo que volviera a mirarlo. Se apoyó con ambas manos a cada lado de la rubia cabeza para evitar aplastarlo y sus ojos se encontraron con los acuosos ojos del modelo, que le habló suplicante.

—Yo ya no quiero recordarlo más… ¡Por favor, bórralo de mí! Bórralo de mi corazón y mi cuerpo.

Kise estiró su cuello para alcanzar los labios del pelirrojo y pasándole los brazos por el cuello, lo besó, tirándolo con el peso de su cuerpo hasta que Kagami quedó completamente sobre él.

Kagami sin embargo, trató de librarse de la hambrienta boca del rubio, pues sentía que de algún modo aquello no estaba bien, y separándose con dificultad, ladeó la cabeza

—Kise…

Pero el modelo parecía no escucharlo, o lo ignoraba completamente, porque aunque el pelirrojo rompió el beso, él continuó delineando con la boca toda la línea de su mandíbula hasta llegar a repartir suaves mordidas en su cuello, haciéndolo liberar jadeos entrecortados.

—Kise… ¿Qué haces?

—No quiero que haya un centímetro de mi piel que me recuerde a él… Quítame con tus besos, los besos suyos.

Esta vez, Kise volvió a buscar su boca, pero si antes el pelirrojo se había mostrado renuente, ahora estaba completamente solícito.

Kagami cerró los ojos y se dejó llevar. Recorrió en una lenta caricia todo el costado izquierdo de Kise y cuando su mano se detuvo en el muslo de éste, lo levantó a la altura de su cadera y se despegó nuevamente de su boca para ahora besarle él, el suave cuello, deleitándose con el embriagante aroma del rubio. Lo escuchó gemir despacio cuando su beso se transformó en una mordida y pronto sintió el cálido contacto de sus manos en su espalda, adentrándose por debajo de la camisa, recorriéndolo ascendentemente con fuerza. 

En un movimiento precipitado, el rubio quitó sus manos de la espalda del pelirrojo y comenzó a desabrocharle uno a uno los botones de la camisa y volviendo a unir sus bocas en un beso ardiente, intentó quitarle aquel delgado trozo de tela, pero la tarea fue finalizada por el propio Kagami, que incorporándose sobre el sillón se quitó definitivamente la prenda y la lanzó hacia atrás sin rumbo fijo, para comenzar a hacer lo propio con Kise, que se había incorporado sobre los codos y lo miraba con expresión coqueta y sus labios semi-abiertos estaban levemente hinchados. Le desabrochó la camisa con movimientos apresurados y lo tomó de la cintura para alzarlo y quitarle la prenda que se interponía entre ambos.

Kise se sostuvo del cuello del pelirrojo y unieron sus bocas. El beso era demandante, ambos labios se acariciaban mutuamente, ambas lenguas delineaban el contorno de sus bocas y luchaban por el control. Kagami se dejó caer sobre Kise, rozándolo con su cuerpo en un intento por sentir mayor contacto con su piel. Su acción fue imitada por el rubio que flexionó la espalda para apegarse al vientre contrario, haciendo que de paso, se rozaran también sus entrepiernas, revelando la excitación de ambos.  

Las caderas de Kagami se movieron como una respuesta reflejo ante el estímulo del rubio y lo embistió con fuerza, sintiendo aún a través de los pantalones, el endurecido miembro de Kise.

—Ka… aahh… Kagami…cchi… —gimió por lo bajo.

Pero sus palabras se transformaron en un freno para Kagami, quien abruptamente se separó de la boca del rubio y se incorporó en el sillón. Trató de tranquilizarse a sí mismo mientras se pasaba una mano por el cabello y respiró hondo, para bajar los acelerados ritmos de su corazón.

—No creo que esta sea una buena idea, Kise —Kagami habló controladamente, posando su mirada en el rubio que también se había incorporado en el sillón y lo miraba alzando ambas cejas.

—¿Por qué? —lo miró con expresión contrariada.

—No me mal interpretes —se apresuró a decir mientras acunaba el rostro del rubio entre sus manos—. No tenemos por qué apresurarnos… Creo que es mejor, darle tiempo al tiempo, ¿no crees?

Kise relajó su expresión facial y esbozó una sonrisa leve, asintiendo con la cabeza. Volvió a sonreír, esta vez con mayor amplitud y se abrazó al cuello del pelirrojo mientras se sentaba a horcajadas sobre él

—Gracias Kagamicchi.

—¿Por qué me agradeces?

—Por quererme.

 

*          *          *

 

Aomine llegó a su casa y dejó caer el bolso en la entrada. Luego del sorpresivo encuentro con Kise, se bajó del tren en la próxima estación y tomó un taxi directo a su casa, sin prestar mayor atención a las quejas del peliceleste que se quedó viéndolo con el ceño fruncido mientras él se alejaba en el vehículo a toda velocidad, prácticamente sin reparar en su existencia, pues el único ser que ocupaba sus pensamientos era Kise.

¡Era un completo idiota! ¿Cómo había podido perderlo? ¿Qué había hecho todo el tiempo que estuvieron juntos para que ahora Kise lo cambiara tan fácilmente? ¿Qué podía hacer ahora? ¿Acaso había alguna forma de recuperarlo?

Se dejó caer en el sillón largo y poco a poco, fue consciente de que su vista se nublaba hasta hacerle imposible ver, mientras su garganta se cerraba en un nudo que le impedía respirar con normalidad. Se cubrió el rostro con el antebrazo y exhaló un suspiro, tratando de calmarse y frenar el llanto que amenazaba con salir.

Cuando se quitó las manos del rostro, ya podía ver bien y respiraba con normalidad. Su mirada se posó en el sillón frente a él y lentamente, una esbelta figura comenzó a materializarse ahí.

Kise estaba sentado con las piernas cruzadas mientras hojeaba despreocupadamente una revista deportiva donde había un reportaje sobre el Club de Basketball de la Secundaria Teiko. Mientras leía con expresión aburrida, iba jugando con su lacio cabello, enredando los dedos en un pequeño mechón una y otra vez, hasta que finalmente dejó caer la revista sobre la mesita del living con fuerza y se puso de pie.

—¡Aominecchi, me dijiste que hoy saldríamos!

No obtuvo respuesta alguna.

—Hace meses que no salimos a ninguna parte juntos —el rubio se quejó cruzándose de brazos mientras miraba hacia la cocina, desde donde venía saliendo Aomine con un sándwich en la mano.

¡Y qué! ¡No me digas que quieres una cita! respondió sarcástico el moreno.

¡Claro que sí! Por eso estoy aquí.

Ahora no Kise, estoy ocupado.

¿Ocupado en qué? Si no estás haciendo nada Kise frunció el ceño y alzó la voz—. Mejor dime de una vez que no quieres salir conmigo y punto.

Muy bien Kise, no quiero salir contigo, punto Aomine se dejó caer pesadamente sobre el sillón y continuó comiendo su sándwich como si nada, ignorando completamente el enojo evidente del rubio.

Aominecchi, tú y yo no nos podemos ver mucho. Siempre que salimos, debe ser con alguien más. Por mi carrera como modelo, siempre tenemos que estarnos cuidando demasiado… Por eso para mí es importante cada vez que tenemos la oportunidad de salir juntos Kise se acercó arrastrando los pies, hasta quedar frente a la figura del moreno—. ¿Es que acaso ya no quieres estar conmigo? preguntó con voz suave y melancólica.

¡Ah Kise! ¡No empieces con tu drama! respondió el otro cortante, mientras prendía la televisión y continuaba ignorándolo.

¡Aominecchi, eres un tonto! Kise tomó uno de los cojines del sillón y se lo lanzó a la cara con todas sus fuerzas, para acto seguido, tomar su mochila y salir de la casa.

El moreno no se inmutó, quitó el cojín de su rostro y lo acomodó en su espalda, para recostarse más cómodamente sobre el sillón, volviendo a enfocar su mirada en el partido de la NBA que acaba de comenzar.

Aomine cerró los ojos con fuerza y se masajeó el puente de la nariz, exhalando un suspiro. Volvió a fijar su mirada en el sillón del frente, pero esta vez ya no había nada, la figura del rubio había desaparecido igual de inesperada como había llegado, dejando sólo vacío a su alrededor.

—¿Cómo he podido ser tan idiota? ¿Cómo he podido alejarlo así de mí?

Con la misma expresión cansada, se levantó del sillón y se encaminó a su pieza. Sintió cómo la madera de la escalera crujía bajo su peso, resonando por el pasillo vacío. Se detuvo un instante frente a la puerta de la habitación de su padre, sintiéndose tentado de ver si estaba ahí, simplemente para saber que no estaba solo en aquel lugar, pero su mano se detuvo en el picaporte y luego de unos segundos, reanudó la marcha. Cerró la puerta de su pieza con un portazo y se dejó caer sobre su cama boca arriba.

Esta vez, al dirigir su mirada casualmente hacia la puerta entreabierta del baño, donde sólo se veía el amplio espejo enmarcado sobre el lavabo, pudo ver nuevamente el reflejo del rubio.

Kise se arreglaba el cabello mientras sonreía sin razón aparente. Sólo vestía un colorido bóxer, dejando ver el resto de su cuerpo completamente desnudo. Se arreglaba el cabello con las manos, de manera que pareciera ordenado y despeinado a la vez, lanzándole de vez en cuando alguna mirada coqueta a través del espejo. Cuando hubo terminado, se giró hacia el moreno y asomó tan sólo la cabeza a través de la puerta.

—Aominecchi, voy a darme una ducha, ¿quieres acompañarme? le susurró con voz suave y sensual.

¿Y antes de darte una ducha te arreglas el pelo? el moreno le preguntó incrédulo.

¡Ese no es el punto! La sonrisa de Kise se desvaneció en sus labios y respondió rodando los ojosEl punto es la ducha… ¿vienes o no?

No lo sé… tal vez susurró mientras se ponía de pie y se acercaba a él con pasos lentos.  Pero antes de llegar a la puerta del baño, su teléfono comenzó a vibrar en su bolsillo. Aomine lo sacó al tiempo que veía que se trataba de un mensaje de Satsuki—… Lo siento Kise, tengo algo que hacer.

¡¿Qué?! ¿Qué tienes que hacer?

¡Nada que te importe! Aomine se volvió a guardar el celular en el bolsillo y tomó el casco de su motocicleta para salir de la habitación.

¡Aominecchi! ¡No puedes irte y dejarme aquí solo! el rubio corrió tras él.

No te vas a perder Kise… y si no quieres estar aquí, entonces ándate a tu casa fue lo último que dijo antes de perderse en las escaleras y salir finalmente de la casa.  

Aomine volvió a cerrar los ojos con fuerza y las figuras que veía se desvanecieron en la penumbra, dejando tan solo un absoluto silencio y un vacío inmenso.

—¡Esto es ridículo! No puedo seguir así —se puso de pie ofuscado consigo mismo y lanzó las dos almohadas con fuerza, las que impactaron de lleno sobre la pared de su habitación.

¡Ya no soportaba estar ahí! Todo le recordaba a Kise. El orden de los muebles que había hecho el rubio; un CD de Belle & Sebastian que había dejado olvidado sobre su escritorio; el desorden de los libros que nunca leía, pero que Kise siempre cambiaba de posición sin razón aparente; el balón de basketball en la esquina…

Soltó un suspiro pasándose las manos por el rostro y se sentó sobre la cama, por el rabillo del ojo, divisó algo que llamaba su atención. En ese instante, se dio cuenta que aquellos cojines habían estado ocultando una prenda blanca y delgada que no le pertenecía a él: era el pijama de Kise.

Una prenda que el rubio había llevado tiempo atrás precavidamente, para las noches que pasara en la casa de su novio, aunque a él le había parecido una soberana estupidez y no podía recordar una sola noche que se lo haya puesto, porque cada vez que dormían juntos, lo hacían en completa desnudez.

Estiró la mano para tomar la prenda y se la llevó al rostro, apreciando que aquel trozo de tela aún conservaba el olor del rubio. Un aroma que tanto le encantaba, un aroma que lo volvía loco y que le hacía evocar una y otra vez su cuerpo, su pelo, su piel… Todo de él.

Abrazó aquella prenda contra su pecho y se dejó caer boca arriba en la cama, sintiendo los ojos inundados de lágrimas, se dio la vuelta hacia la derecha, acomodándose en posición fetal y pudo ver recostado a su lado a Kise.

Estaba de espaldas en la cama y revisaba en su Smartphone varios de los mensajes que le dejaban sus fanáticas en las redes sociales. Eso ya era prácticamente uno de los pasatiempos favoritos del rubio y aunque no siempre respondía a todos, él podía dar fe de que sí leía la mayoría. Soltaba risas divertidas mientras sus ojos inquietos recorrían la pantalla de su celular y de vez en cuando meneaba la cabeza.

De pronto, apagó el teléfono y lo dejó caer sobre la mesita de noche, girándose hacia el moreno con una enorme sonrisa en los labios. Levantó la mirada lentamente hacia él, haciendo que el movimiento de sus largas y oscuras pestañas, enmarcaran sus ojos dorados.

Aominecchi, ¿me cumplirías un deseo? su voz melodiosa era suave y arrastraba las palabras con sensualidad.

¿Qué quieres ahora?

Quiero un beso… habló pronunciando con lentitud cada palabra.

Aomine abrió los ojos enormemente viendo frente a él, a tan sólo centímetros, el cuerpo delgado y atlético de Kise. La imborrable sonrisa de su rostro era la misma de siempre, el brillo de su cabello era exactamente como lo recordaba y hasta podía sentir aquel aroma a miel que emanaba del rubio. Estiró la mano para tocarlo, pero la ilusión se esfumó otra vez, dejándolo completamente solo.

—No sabes lo que daría yo por tener la oportunidad de darte uno y mil besos otra vez —susurró mientras cerraba los ojos. 

 

Notas finales:

Las espero en los comentarios =)

Besos!!!


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