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Amor, Traición y Orgullo por Nayen Lemunantu

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Notas del capitulo:

Este es el momento culmine en la historia, ya que se marca un antes y un después. Con este episodio se cierra una etapa y se abre una nueva.

 

 


Capítulo XI


 


 


Siempre habrá alguien que será tu debilidad,


Que si te sonríe, tú sonríes


Y que aunque te falle, tú estarás ahí


 


 


Kise exhaló un fuerte suspiro por la nariz, expresando el relajo que sentía después de esa agradable noche de sueño profundo, y soltó un quejido suave cuando se acomodó en la cama. Hace días que no lograba dormir así de bien, de despertar así de relajado y en paz. Aún permanecía con los ojos cerrados, negándose a despertar del todo, sintiendo la tibieza en su cuerpo y lentamente fue dándose cuenta que aquel calor que sentía, provenía del cuerpo de alguien más.


Estiró la mano y recorrió con ella un pecho trabajado que subía y bajaba acompasadamente al ritmo de la tranquila respiración, bajo su tacto pudo sentir los marcados pectorales y la tibieza que emanaba de aquel cuerpo. Siguió bajando con su mano hasta llegar al duro abdomen y rodeándole el cuerpo, envolvió su brazo en aquella masculina cintura a la vez que se apegaba más aún al cuerpo contrario. Hundió la nariz en aquel pecho y hasta sus fosas nasales llegó un aroma varonil y embriagante, que se le hizo tan conocido, pero no podía decir con precisión a quién pertenecía. Sólo sabía que el olor del perfume se mezclaba con el olor natural de aquella piel y se le hacía irresistible.


Quería sentir aquel aroma en profundidad, quería sentir el sabor de aquella piel en su boca, quería sentir la calidez de ese cuerpo en sus manos y sin despertar de su estado de ensoñación, con los ojos cerrados, levantó la cabeza en busca de la boca contraria. En un acto que bien podría catalogarse de instintivo.


Aquella boca le respondió el beso y soltado un quejido subió las manos hasta enredarlas en su cabello dorado, ladeando la cabeza para profundizar el contacto. Sólo en ese momento lo supo. Reconoció al instante aquellos labios posesivos, aquel beso demandante, aquel sabor adictivo… Esa persona que dormía a su lado y que ahora lo besaba como si no existiera un mañana, era Daiki Aomine.


—A… Aominecchi… —gimió al sentir un mordisco suave en el labio inferior.


—Ryouta…


Lo escuchó susurrar su nombre con voz ronca sobre sus labios entreabiertos y sólo hasta ese minuto sintió cómo su cerebro volvía a hacer conexión ¿Qué era lo que estaba pasando? ¿Qué estaba haciendo? Abrió los ojos de par en par sólo para ver el rostro bronceado de Aomine, besándolo con los ojos cerrados y una expresión llena de sentimiento y pasión.


—¿Aomine? —Preguntó dudoso separándose de su boca— ¡Aomine!


Kise gritó espantado dándose cuenta de la situación y se alejó automáticamente del cuerpo del moreno. De golpe recordó todo lo sucedido la noche anterior y las cosas se le hicieron más claras, por lo que se sentó en la cama y su rostro adquirió una expresión de indignación memorable.


—¿Qué crees que estás haciendo? —Preguntó alzando una ceja— ­­¿Acaso no te dije claramente que no traspasaras la línea? ¿Acaso no te dije que estaba prohibido tocarme?


—¿Qué? —Aomine soltó un suspiro cansado y movió la cabeza con una expresión incrédula en el rostro— ­­Déjame recordarte que fuiste TÚ quien se me acercó en la noche y ahora yo dormía tranquilamente cuando TÚ me comenzaste a besar.


—¡Mentiroso! ¡Yo no haría una cosa así!


El moreno sólo soltó una risa ahogada y rodó los ojos con incredulidad, pero segundos después su rostro cambió, mostrando una expresión seria y sentándose en la cama súbitamente, se acercó a la boca del rubio, besándolo otra vez. Kise, en su afán de crear distancia entre ambos, llevó su cuerpo hacia atrás, pero sólo logró quedar acostado de espaldas en la cama, aprisionado con el peso de Aomine sobre sí.


—¿Qué estás haciendo? ¡Quítate! —se quejó apartando el rostro.


—¡No lo haré! ¿Qué piensas hacer con esto? —Preguntó mordiéndose el labio inferior mientras frotaba su entrepierna contra el cuerpo del rubio, donde claramente se podía sentir un endurecido bulto— Es culpa tuya Kise.


—¡Ya deja de jugar conmigo y quítate! —forcejeó para apartarlo.


Pero Aomine sólo soltó una risa corta por la nariz y se levantó para quitarse la camiseta que llevaba puesta. En ese instante, dejó en libertad de movimiento al rubio, pero éste no se movió un centímetro en su posición, se limitaba a mirarlo con el ceño apretado mientras recorría el torso bronceado del moreno con la mirada.


Aomine, estaba plenamente consciente de la dorada mirada fija en su persona, por eso no había hecho absolutamente nada por acercarse a él, había decidido cambiar de estrategia y dejar de presionarlo para pasar a tentarlo. Después de todo, él sabía que era irresistible para el rubio y no tenía ningún reparo en usar su propio cuerpo como carnada. Por esto, permaneció sentado sobre la cama, con el torso inclinado levemente hacia atrás, siendo sostenido por uno de sus brazos, mientras el otro lo llevaba a su boca para masajeársela suavemente con los dedos y en ningún momento despegó su intensa mirada del rubio.


Luego de pasar un par de minutos en esa posición, soltó un suspiro cansado y usó como apoyo su otro brazo, ladeando el cuello hacia la derecha para evitar hacer contacto visual con Kise. Ya había comenzado a pensar que su plan no estaba dando resultados, ya que por más que era obvio por la expresión corporal y por la mirada del rubio que él no le era indiferente, su orgullo y su soberbia parecían ser tan grandes que temió que nunca daría su brazo a torcer. Hasta que tuvo que voltear la cabeza al sentirlo incorporarse en la cama y acercase a él.


Porque en ese momento, Kise había perdido estrepitosamente la batalla interna que había mantenido todo ese tiempo, sopesando entre obedecer a su cuerpo, corazón o mente, sintiendo que cada una de ellas tenía su propia decisión, imposibles de conciliar bajo un mismo acuerdo. Su mente le decía que ya había tropezado demasiadas veces con aquella misma piedra y que debía pensar en él mismo, valorarse un poco más. Su corazón le pedía a gritos que tuviera cuidado, porque el temor a sufrir nuevamente a causa del moreno era latente. Mientras que su cuerpo sólo le decía que se dejara llevar. Y finalmente, se rindió tratando de buscar una solución y simplemente se dedicó a sentir.


Se acercó al cuerpo del moreno y lo tomó con fuerza de la mandíbula, en busca de su boca. Aomine sonrió en medio del beso y subiendo ambas manos, sostuvo la cabeza del rubio mientras se dejaba caer de espaldas en la cama. Kise se acomodó sobre él, sentándose a horcajadas sobre su pelvis sin romper el contacto que los unía, moviendo las caderas para incrementar el roce entre ambos a la vez que sentía a Aomine subir con las manos por sus costados, levantándole de paso la camiseta, hasta que tuvo que romper el beso para liberarse de aquella prenda y volver a besarlo de una manera tan urgente, que hizo que el moreno liberara un gemido grave.


—… aahh… Ryouta…


Aomine sostuvo a Kise por las caderas en un agarre fuerte y dominante, marcando ahora él el ritmo de los movimientos del rubio. Lo besaba a ojos cerrados con intensidad, atrapando entre sus labios la boca ajena, recorriendo con su lengua la silueta de los carnosos labios de Kise y explorando su interior, buscando la lengua contraria en un afán por acariciarlo de todas la maneras posibles. Kise recorría con las manos su pecho y de vez en cuando se entretenía masajeándole circularmente las tetillas con los pulgares, obteniendo con todo eso un solo resultado: excitarlo completamente. 


Simplemente se sentía genial. Besarlo a él, tocarlo a él, sentirlo a él y a la vez sentir sus besos, sus caricias y todo lo que él le provocaba. Pudo haber pensado que la excitación que sentía ahora era producto de la abstinencia a la que se había sometido a causa de Kise, pero no era simplemente eso, porque estaba seguro que con ninguna otra persona podría sentirse como se sentía ahora. Lo que quería no era simplemente sexo, quería hacerle el amor a su rubio, expresarle con cada célula de su cuerpo cuánto lo amaba.


Subió con una de sus manos hasta la cabeza de Kise y tomándola con fuerza, lo giró en la cama, dejándolo abajo. Con la misma mano recorrió todo el costado izquierdo del rubio, bajando hasta su short para intentar quitarlo, pero fue el mismo Kise quien doblando las pernas para no interrumpir el beso, terminó por quitarse toda la ropa y se abrazó con ambos brazos al cuello del moreno. Éste respondió apoyándose en uno de sus antebrazos, para no aplastarlo, y guiando su otra mano a la entrepierna del rubio, comenzó a masturbarlo.


Movía su mano con lentitud a través de toda la extensión de aquel miembro, rompiendo el ritmo de vez en cuando, incrementando la velocidad de su mano así como la fuerza del agarre, haciéndolo liberar ahogados y cortos gemidos, los que se hacían aún menos audibles pero más profundos, cuando soltaba el pene para masajear con suavidad los testículos, provocando que el cuerpo de Kise se tensara exquisitamente, marcando los trabajados músculos de su abdomen.


Sentir las respuestas en el cuerpo del rubio a sus caricias lo volvía loco. Sentía que su propio pene se tensaba dentro de su bóxer sólo con oírlo gemir más fuerte de lo normal a la vez que un escalofrío recorría su piel, sintiendo sus caricias y sus exigentes besos.


—Siénteme, Ryouta —pidió mientras tomaba la mano del rubio y la dirigía a la fuerza a su entrepierna—. ­­Quiero que me toques.


Y éste obedeció, adentrando su mano en el short y bóxer del moreno, envolviéndole el pene entre los dedos con firmeza. Primero lo recorrió en toda su extensión con la palma de la mano en un par de movimientos fuertes y luego simplemente se entretuvo girando circularmente el pulgar alrededor del glande y aquel pequeño orificio que se comenzaba a humedecer debido al líquido pre-seminal.


Abruptamente, Aomine se separó de la boca y el cuerpo del rubio, hincándose en la cama y estirando el brazo, hasta abrir uno de los cajones de la mesita de noche, de donde extrajo un pequeño envase de lubricante. Sonrió de lado al ver que Kise aún lo conservaba ahí y mordiéndose el labio inferior en un gesto lleno de sensualidad, abrió el envase para untarse con aquel líquido viscoso y transparente los tres dedos medios de la mano, bajo la mirada atenta y expectante del rubio.


Volvió a buscar la boca de Kise, mientras llevaba su mano hasta la entrada de éste sintiendo cómo se acomodada en la cama, sirviéndose de ambas piernas para levantar las caderas y facilitarle la dilatación. Él se dedicó a penetrarlo usando los dedos sin dejar de besarlo, introduciendo sólo uno en un inicio, para finalizar con tres dedos en su interior.


Pudo sentir bajo su tacto el cambio gradual en el cuerpo del rubio. Cómo pasó de la estrechez extrema y exquisita a la humedad y suavidad después, respondiendo con las reacciones naturales de su cuerpo a sus caricias, pues él mejor que nadie sabía perfectamente dónde, cómo y cuánto tocarlo para hacerle ver las estrellas.


Por eso el rubio se rindió completamente a su tacto, dejándose acariciar, besar y tocar. Sintiendo cómo la sensibilidad de su cuerpo crecía de la misma forma que su temperatura, sintiéndose al límite con las exquisitas sensaciones que recorrían su cuerpo.


­­—Daiki… penétrame… —pidió en un susurro, besándole el cuello.


Con sólo oír cómo el rubio susurraba su nombre junto a esta petición tan erótica se sintió más excitado aún, y se dio cuenta que su propio pene palpitaba de ansias de estar dentro de Kise. Quitando con suavidad los dedos que mantenía en su interior y oyéndolo soltar un jadeo debido a la sensación de vacío que esto le provocó, se posicionó en su entrada introduciéndose en él con lentitud, llenándolo poco a poco, hasta sentir cómo la base de su pene chocaba contra las nalgas del rubio.


Aomine tuvo que soltar un quejido grave y cerrar los ojos con fuerza al sentir aquella estrechez y calidez extremas, su miembro era aprisionado por las entrañas de Kise, causándole un escalofrío por todo el cuerpo. El rubio en cambio había dejado caer la cabeza hacia atrás, con los ojos cerrados y el ceño fruncido, apretaba la mandíbula con fuerza, dejando salir de sus labios, pequeños jadeos entrecortados, sosteniéndose con fuerza de la nuca del moreno.


—¡Mierda! Ryouta... Eres exquisito… —susurró besándole el oído sin moverse aún.


—Más… Daiki… —pidió con voz suave, acariciando con su tibio aliento el cuello del moreno.


Y haciéndole caso, Aomine comenzó a embestirlo. Primero se movía lento, pero profundo, moviendo su pelvis en un vaivén interminable y pasándole un brazo por la zona lumbar a Kise, le levantó las caderas, haciendo que ahora pudiera embestirlo con mayor facilidad a la vez que aumentaba la profundidad de su penetración.


Kise respondía moviendo las caderas al compás de sus movimientos, aumentando el roce entre sus cuerpo, sin dejar de besarlo en el cuello y en el lóbulo de la oreja, sólo paraba todo movimiento cuando las sensaciones que lo invadían eran tan intensas que llegaban a paralizarlo y sólo podía gemir fuertemente, cerrando los ojos.


—Está… muy duro… —confesó buscando los labios del moreno.


Y Aomine sintió cómo con esas tres palabras, su miembro se tensaba aún más dentro del cuerpo del rubio y éste respondió apretando aún más su entrada, erizándole la piel y tensándole cada músculo de su cuerpo. Lo besaba con intensidad, ahogando sus propios jadeos en la boca contraria, sintiendo que le faltaba el aire y que su piel comenzaba a perlarse de sudor.


Subió el ritmo de las embestidas, entrando y saliendo con rapidez del interior del rubio, facilitado en el movimiento porque su entrada estaba completamente húmeda ahora, permitiéndole recorrer con toda la extensión de su miembro aquella deliciosa y estrecha intimidad.


La cama se acoplaba a sus embestidas, rechinando según el ritmo que él mantenía sobre el cuerpo del rubio, crujiendo bajo su peso y la intensidad de sus movimientos, mientras que toda la habitación era inundada por el ruido sordo de sus pieles chocando, de su pelvis embistiendo las nalgas de Kise, junto al acuoso sonido de su propio pene ingresando en aquel húmedo interior.


—¿Te gusta así? —Preguntó alzando la cabeza para no perderse ninguna expresión en el rostro de Kise— ¿Te gusta duro?


—Sí… —alcanzó a decir ahogadamente, casi sin aire en los pulmones— Dame más…


Kise pidió sintiendo que se estaba volviendo loco de placer en las manos de Aomine. Sabiendo que ya había pasado más de un mes desde la última vez que lo habían hecho y para él, todo parecía nuevo ahora. Como si pudiera sentir al mismo tiempo la nostalgia de conocer y ser conocido a la perfección por el contrario, a la vez que sentía que era la primera vez que lo tocaba y era tocado así.


Su cuerpo se tensó de manera automática cuando Aomine rozó e impactó su próstata, arqueando la espalda y rozando ambos vientres mientras dejaba que un gemido largo y grave saliera de su garganta. Sentía que estaba a punto de acabar y cerró los ojos, estirando el cuello. Aomine alzó la cabeza para no perderse ni la más mínima expresión en el rostro del rubio, viéndolo jadear entrecortadamente, mientras respiraba con dificultad cerrando los ojos, dejándose llevar por el orgasmo.


El moreno se sintió presa de unos deseos incontenibles de besarlo y sosteniéndole la cabeza con una de sus manos, lo besó de manera demandante y brusca, mordiéndole el labio mientras sentía que eyaculaba al ser apretado por el interior de Kise que se corría entre sus vientres.


A medida que las sensaciones del orgasmo aún recorrían su piel y se iban haciendo cada vez más difusas, junto a su respiración y ritmo cardiaco que se normalizaban poco a poco, fue mermando la intensidad del beso, transformándolo en una caricia suave de ambas bocas. Kise aún respiraba con dificultad a través de la nariz y se aferraba de los costados del moreno, haciendo que sus manos le acariciaran con fuerza los omóplatos, respondiendo al beso con los ojos cerrados.


Sin salir del interior del rubio, Aomine se separó de su boca y abrió los ojos con lentitud para ver la expresión de placer tatuada en el rostro de Kise, haciéndolo sonreír de lado. Le dio un par de cortos besos en los labios y después recorrió su mandíbula, chupando y lamiendo la suave piel hasta llegar al cuello.


—¿Te gusto? —Preguntó aun besándole el cuello— ¿Acaso el idiota de Kagami no te hace esto? Dudo que él pueda hacerte sentir así, ¿no es así, Ryouta?


Kise, que aún permanecía aturdido luego del explosivo placer del orgasmo, revivió inmediatamente al ser interrogado se esa forma por Aomine. Arrugó el ceño de manera automática y le dirigió una mirada llena de indignación, incapaz de soportar su arrogancia.


Después de todo, ahí tenía su respuesta, debió haber escuchado a su mente cuando le dijo que lo único que hacía era cometer el mismo error una y otra vez. Lo único que buscaba Aomine era un buen polvo y vanagloriarse de lo bueno que era en la cama. Era un petulante vanidoso, incapaz de sentir amor por alguien que no fuera él mismo y lo había utilizado a él una vez más.


—No. Tienes razón, él no me hace sentir así —dijo entre dientes con una mirada cargada de odio—. Él me hace sentir amado y respetado. No me hace sentir una puta como lo haces tú.


Y sin decir una palabra más, puso su antebrazo en el cuerpo del moreno y lo empujó dejándolo caer sobre la cama y sacándolo abruptamente de su interior. Se puso de pie y sin vestirse, caminó con rapidez hasta el baño, para encerrarse ahí.


Aomine se sentía tan impactado por lo que acababa de oír, que no alcanzó a reaccionar ni a decir nada, sólo cuando lo vio meterse en el baño atinó a ponerse de pie y subiéndose el short apresuradamente, corrió hasta la puerta del baño sólo para comprobar que estaba cerrada con seguro y que dentro se oía el sonido de la ducha.


—¡Ryouta, ábreme la puerta! —Exigió con voz fuerte— ­Tenemos que hablar ¡Ábreme!


Pero sus reclamos fueron completamente inútiles. No estaba seguro si Kise no lo estaba oyendo o lo ignoraba adrede, lo único que sabía con certeza era que lo que parecía haberse resuelto, ahora se había vuelto a ir al fondo del abismo nuevamente, todo por una infortunada frase largada a la ligera producto de su estúpido ego. Soltó un fuerte suspiro y se recostó en la puerta del baño, dejándose caer al suelo mientras oía que Kise ya había apagado la ducha y que estaba pronto a salir, por lo que cuando lo sintió cerca de la puerta, se puso de pie.


—Kise escúchame, lo que dije, no fue lo que quise decir —dijo cuando por fin el rubio salió del baño con una toalla en las caderas y el cabello húmedo.


Kise lo ignoró olímpicamente mientras se dirigía con paso tranquilo hacia su habitación armario y se encerraba nuevamente ahí.


—¡Ya basta Ryouta! Tenemos que conversar —dijo pegado nuevamente a la otra puerta, pero otra vez sólo obtuvo silencio—. Te estás confundiendo en algo. Yo no creo eso de ti, no creo que seas… ¡Yo te amo! —gritó lleno de frustración.


—¿Qué? ¿En serio tienes cara para decirme algo así? —sus palabras habían hecho sentido finalmente al rubio, quien a medio vestir salió del armario usando sólo los pantalones y con la camisa en la mano.  


—¡Escúchame! Esa es la verdad. Yo te amo —dijo mientras tomaba al rubio con fuerza de las sienes.


—¡Suéltame! —exigió molestó moviendo la cabeza para librarse del agarre del más alto— ¡No entiendo qué es lo que quieres de mí! Si quieres acostarte con alguien, puedes buscar a cualquier otro, no sé por qué me molestas a mí.


—¡Porque yo no me quiero acostar con nadie! Lo único que quiero es estar contigo ¡Entiéndelo de una vez!


—¡Maldito hipócrita!


—¿Tan difícil es para ti creer en mí, Ryouta?


—No es difícil, es imposible.


Aomine ya no pudo hablar más. En realidad no había qué más decir, Kise ya no creía en él y no sacaba nada con decirle que lo amaba y tratar de demostrarlo, porque de todas formas no confiaría en él. Sólo bastaba ver cómo habían salido las cosas ahora.


Para él, haber podido pasar la noche junto a su sol había sido una bendición, todo el dolor, la soledad y la frustración que había sentido la noche anterior luego de la discusión con su padre, había dejado de existir junto a Kise. Sentirlo a su lado, abrazarlo, dormir sintiendo su calor y aspirando su aroma, lo había tranquilizado completamente, llenándolo de paz. Y hace sólo minutos, haber hecho el amor junto a él, había sido la máxima expresión de sus sentimientos, había sido un gran te amo dicho con cada fibra de su ser. Pero tal parece que el rubio era incapaz de comprenderlo, lo que le provocó una enorme desilusión en el corazón. Tal vez estaba luchando por un amor que ni siquiera existía.


Se encontraba de pie frente a Kise que lo miraba impasible, por lo que desvió la mirada sintiéndose lleno de dudas y frustración. Apretó los labios, conteniendo las palabras que querían salir de su boca y de las que probablemente se arrepentiría después y respiró profundo tratando de serenarse.


En medio de este tenso ambiente, el timbre del departamento sonó un par de veces, sobresaltándolos a ambos, pero fue Kise quien abrió los ojos ligeramente y su rostro adquirió una expresión de angustia a la vez que tragaba seco.


—¿A quién diablos se le ocurre venir a esta hora un sábado? —Aomine preguntó moviendo la cabeza con molestia.


—¡Es Kagamicchi! ¿Ahora qué voy a hacer? ¡Él no te puede ver aquí! —Kise habló asustado— Tienes que esconderte.


—¿Ah? —Exclamó con incredulidad mientras el rubio lo empujaba hacia el baño— ¡Ni una mierda Kise! yo no me voy a esconder, menos del idiota de Bakagami.


—¡Claro que te vas a esconder! Y si él llega a enterarse que estás aquí, te juro Daiki Aomine que vas a dejar de existir para mí —el rubio lo amenazó dramáticamente y cerró la puerta del baño—. ¡No se te ocurra salir!


Kise sacudió la cabeza para despejarse las ideas y se puso la camisa rápidamente. Mientras caminaba hacia la puerta que volvía a sonar, se abotonaba la camisa celeste y se peinaba el cabello con la mano. Cuando por fin llegó a la entrada del departamento, exhaló un hondo suspiro y mostrando su mejor sonrisa, abrió la puerta.


—¡Kagamicchi! Pasa —invitó al pelirrojo a entrar haciéndose a un lado.


—¡Buenos días Kise! Por poco te pillo acostado ¿no? —le sonrió alegremente.


—Sí. Me estaba terminando de cambiar, por eso no te abrí inmediatamente —confesó encogiéndose de hombros y alejándose del pelirrojo—. Bueno, ya estamos casi en la hora, sólo voy a ponerme las zapatillas y me peino y nos vamos, ¿te parece?


—¡Claro! —Kagami esbozó una sonrisa leve mientras veía al rubio alejarse.


Lo había pasado a recoger porque Kise tenía una sesión fotográfica esta mañana y como habían decido empezar su relación por conocerse mejor, el rubio creyó buena idea que lo acompañara a su trabajo, para ver las cosas que hacía y cómo se desenvolvía en aquel mundo de luces, cámaras y maquillaje.


Pero ahora que lo había visto lo notaba extraño, distante era la palabra precisa. No se había acercado a saludarlo, ni había tenido ninguna muestra de cercanía con él, lo que considerando lo efusivo que era Kise, era muy extraño. Había algo ahí que lo hacía sentir nervioso, pero no tenía idea de qué era.


Así que con paso dudoso, se encaminó tras los pasos de Kise, rumbo a su habitación.


El rubio por su parte, se había encerrado nuevamente en el baño. Se ponía las zapatillas con dificultad mientras mirada con odio al sonriente Aomine que estaba sentado en la tapa del inodoro y lo miraba divertido.


—Nunca pensé que fuera tan divertido ser el amante —comentó con voz risueña.


—¡Cállate! Tú no eres ningún amante —replicó elevando el tono de voz.


— No grites… —Aomine se puso de pie y le tapó la boca con una mano— Tu nuevo novio oficial nos va a descubrir.


—Esto no es ningún juego —Kise se quitó las manos del moreno y retrocedió, creando distancia entre ambos—. ¿Por qué tenías que venir hasta acá y meterme en estos problemas? —preguntó en un susurro, con angustia en la voz.


—Kise… mi ropa… —susurró modulando cada palabra suavemente. Había esperado el momento justo para soltar aquella bomba.


—¿Cuál ropa? ¿De qué estás hablando? —preguntó descolocado, arrugando el ceño.


—Mi uniforme, está ahí en tu pieza —dijo encogiéndose de hombros con inocencia.


Kise sólo cerró los ojos con frustración y se masajeó el puente de la nariz por un par de segundos, rogando a Dios que el pelirrojo no haya decidido buscarlo en su habitación y con la mayor lentitud del mundo, abrió la puerta del baño sólo para ver de pie junto a la cama a Kagami.


La escena que el pelirrojo tenía ante sus ojos era más que clara. Sabanas revueltas, restos de semen en la cama, ropa tirada por cualquier parte y sobre un pequeño sillón, el uniforme escolar de la Preparatoria Touou.


—Kagamicchi… —susurró su nombre con voz nerviosa.


Kagami sólo lo miró un par de segundos con el ceño apretado y la boca en una línea dura, se veía claramente molesto y como telón de fondo, se oyó la risa de Aomine dentro del baño, hecha con toda la intensión de ser oída por el pelirrojo. Kise se giró maquinalmente hacia el moreno y miró su rostro sonriente con expresión de odio a la vez que Kagami salía finalmente de la habitación.


Kise, al percatarse de ello, corrió tras sus pasos sin tener ni la más mínima idea de qué decir o qué hacer, porque sabía a la perfección que lo que había hecho no tenía justificación. Lo encontró en el living, mirando concentradamente hacia afuera con los brazos cruzados contra el pecho y cuando se percató de su presencia ahí, se giró para verlo con expresión terriblemente calmada en el rostro.


—Kagamicchi… No es como te lo imaginas —intentó explicar algo, tartamudeando ideas sin mucho sentido, pero fue el pelirrojo el que lo interrumpió.


—No tienes que explicarme nada Kise, después de todo, tú y yo sólo somos amigos —le dijo con voz seria y medida.


—Pero… Yo…


—No sacas nada con mentirle Ryouta, después de todo, es muy obvio lo que pasó entre nosotros —Aomine ingresó al living vestido sólo con los shorts.


—¡Ya cállate! —El rubio le gritó dándose la vuelta y lanzándole un par de cojines, que el moreno esquivó sin ninguna dificultad— ¡Todo esto es tu culpa! ¿Por qué tenías que aparecerte en mi casa?


—¡Ya te lo dije! Es porque te extraño, porque quiero estar contigo, porque te amo —Aomine habló con seriedad tomando al rubio firmemente por los hombros—. ¿Qué tengo que hacer para que me creas Ryouta?


Kise no logró responder nada, se encontraba mudo y aturdido de la impresión, sin saber qué pensar, sentir o decir, pero para estos momentos se había olvidado por completo de la presencia del pelirrojo en el lugar y sólo podía pensar en Aomine.


Y frente a la mirada incrédula de Kagami, el moreno recorrió con suavidad desde los hombros del rubio hasta los costados de su rostro, acercándose a su boca con lentitud mientras Kise sólo podía cerrar los ojos y dejarse llevar. Pero aquel beso nunca llegó, porque para él mismo era imposible quedarse ahí de pie mirando sin hacer nada.


—¡Kise! —dijo con voz fuerte, mientras lo tomaba del hombro y lo alejaba de Aomine.


Y luego de esta acción, Kise pareció despertar del trance en que había caído debido a la influencia del moreno y sacudiendo la cabeza se alejó, dedicándose a caminar en círculos por la habitación con la cabeza gacha, sosteniéndose las sienes con las manos.


—¿Quién te crees que eres, Kagami? ¡No te vuelvas a meter conmigo porque te vas a arrepentir! —Aomine masculló lleno de rabia, acercándose de manera amenazante a Kagami.


—Kise, tienes una sesión y ya vamos atrasados, ¿vas a seguir perdiendo el tiempo aquí? —el pelirrojo habló ignorando por completo las amenazas del moreno.


—¡Me importa una mierda lo que tengas que hacer Kise! este asunto lo arreglamos ahora —Aomine sentenció con voz grave y autoritaria.


—Tú en serio eres increíble —Kagami lo miró de arriba abajo.


—¡No estaba hablando contigo imbécil! Así que no te metas.


—Si te metes con Kise, te metes conmigo… Aomine —respondió haciéndole frente.


—¡Basta! ¡No voy a tolerar otra pelea más! —ahora fue el turno de Kise de hablar de manera autoritaria, parándose entre ambos muchachos.


—¡Me parece bien! Y para eso debemos dejar las cosas claras —dijo el moreno alzando los brazos en son de paz.


—Yo… yo… —Kise miraba hacia ambos lados sin saber qué hacer ni qué decir. Nunca en su vida se había imaginado siquiera encontrarse en una situación similar.


Fue Aomine en que habló primero, llamando completamente su atención. Cuando Kise lo miró, lo vio observarlo con su mirada intensa y posesiva, hablándole con voz fuerte y decidida.


—Escucha Ryouta… Yo sé que las cagué, las cagué en grande… Pero me di cuenta que yo a ti te amo verdaderamente, que tú eres la única persona con la que quiero estar. Y esto no va a terminar así ¡No voy a dejar que nuestra historia se la lleve el viento con tanta facilidad! ¿Me oyes? ¡Voy a luchar por estar contigo y por recuperarte!


—Kise, ya se nos hizo muy tarde, debemos irnos.


Kagami habló con voz seria pero calmada, tomando del antebrazo al rubio y jalándolo con suavidad hacia la salida del departamento frente a la mirada atónita de Aomine, quien debido a la ropa que estaba usando, no pudo salir inmediatamente tras ellos, sino hasta después de haberse puesto el uniforme escolar.


Cuando por fin pudo bajar, temió haberlos perdido de vista definitivamente y fue sólo hasta que cruzó las grandes puertas corredizas de cristal del edificio que vio a Kise y a Kagami de pie sobre la acera, dándoles la espalda. En un inicio pensó que estaban esperando un taxi, pero a medida que se acercaba a ellos, pudo ver que en realidad estaban hablando con Kuroko.


Sintió cómo un sudor helado recorría su espalda y apuró el paso. Eso no podía significar nada bueno. Desde el día anterior, se había dado cuenta sin ninguna duda que en el peliceleste había algo que no estaba funcionando bien en su interior y se daba cuenta tal vez demasiado tarde que el chico no tenía control de sí mismo.


—¡Oye Tetsu! ¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó con voz directa y agresiva cuando por fin llegó hasta ellos.


—¿Aomine-kun? ¿Qué estás haciendo tú aquí? —preguntó mirándolo incrédulo, reparado enseguida que seguía con las ropas del día anterior— ¿Pasaste la noche con él?


—Tch ¡Eso no es de tu incumbencia! —respondió frío y distante.


Y fue en ese instante en que miró de reojo a Kise, tenía los ojos acuosos y el labio inferior le temblaba visiblemente. Sin lugar a dudas estaba alterado por algo y ese algo era debido al peliceleste ¡Si hasta Kagami se veía sorprendido y descolocado! No tenía idea qué era lo que le había dicho, pero apostaría su vida a que no era nada bueno.


Con una creciente angustia y temor, volvió su cuello hacia Kuroko, mirándolo con desprecio y anteponiéndose entre él y Kise, dispuesto a defenderlo de lo que fuera. Pero el peliceleste no dijo nada, se limitaba a mirarlo a él con una expresión ilegible en su rostro siempre indiferente y sólo sus ojos enrojecidos por las lágrimas evidenciaban que sentía algo. Aomine lo recorrió con la mirada y más que nunca le pareció que no era más que una persona superficial e infeliz.


—¿Qué demonios viniste a hacer aquí, Tetsu? No tengo idea de qué sea lo que buscas, pero es mejor que des la vuelta y te vayas ¡No voy a aguantar más tu mierda! —le habló serio, entrecerrando los ojos.


Pero el peliceleste le respondió con voz calmada y suave, casi enternecida.


—¡Estoy aquí por ti! Para salvar lo nuestro.


—¡¿De qué mierdas estás hablando?! —Aomine lo miró incrédulo— Entre tú y yo no hay nada y es mejor que te vayas de una vez.


—¡Cómo puedes decir eso Aomine-kun! ¡Cómo puedes preferirlo a él, que no es más que una vulgar zorra que se acuesta con quien se le cruza en el camino! —dijo señalando con la mano a Kise con desprecio.


—Para… ¡Detente ahora, porque no respondo por lo que pueda hacerte si sigues con esta mierda! —le respondió con voz medida, tratando de calmarse a sí mismo.  


—¿Acaso estoy diciendo alguna mentira? Dime Kise-kun ¿Con cuántos más te has acostado? Estoy seguro que fue con todo el equipo de Teiko —aseguró acercándosele con pasos suaves.


—¡No te le acerques! —Aomine gritó amenazante, empujado por el pecho al peliceleste quien tuvo que retroceder varios pasos hasta recobrar el equilibrio.


—Kuroko, no estás bien… Déjame llevarte a tu casa —propuso Kagami acercándosele y estirando los brazos para sostenerle.


—¡No! —Gritó evadiendo al pelirrojo— ¿Por qué me haces esto Aomine-kun? Si me ibas a abandonar así, ¿por qué me hablaste desde un principio? —preguntó con las lágrimas cayendo de sus ojos— Yo siempre te vi y te admiré desde las sombras, sabiendo que jamás sería suficiente, ni siquiera para acercarme a ti… Pero fuiste tú quien me habló primero ¡Fuiste tú quien se me acercó! Y te trasformaste en la luz de mi vida, ¿cómo quieres que viva ahora?


—Yo nunca te he visto a ti como nada especial, Tetsu… Sólo eras un tipo con una habilidad extraña para el basketball ¡Nada más!


—Aominecchi… —Kise le sostuvo del brazo, buscando tranquilizar al moreno y evitar la dureza de sus palabras.


—¡Ya deja de entrometerte! —Kuroko gritó enfadado mirando a Kise— Lo último que quiero en la vida es soportar tu lástima.


—Vuelves a hablarle así y voy a partirte la cara —Aomine dijo en voz calmada y seria, demasiado tranquilo para ser una simple amenaza.


—¿Tú nunca me has amado, Aomine-kun? —preguntó con voz melancólica.


—¡Claro que no! Ya te dije que al único al que amo es a Ryouta —dijo con seriedad y molestia mientras sostenía al rubio por la cintura.


—¿Por qué? ¡¿Por qué a él?!


—¡Ya estoy harto de esta mierda! Nos vamos de aquí —dijo tomando al rubio del brazo y caminando hacia la calle.


El edificio de Kise se ubicaba junto a una transitada avenida, justo en medio de la cuadra, por lo que Aomine cruzó hacia el ancho bandejón central que servía de alameda, caminado rápidamente sin tomar en cuenta el alto tráfico que había a esa hora. Como se movieron rápido, esquivaron eficazmente los automóviles que pasaban a gran velocidad hasta que llegaron al césped del bandejón central… Pero Kuroko no corrió con la misma suerte.


En su afán por alcanzar al moreno, el peliceleste cruzó corriendo la calle sin reparar en nada más que no fuera la ancha espalda del As de Touou. Iba tan absorto de la realidad que jamás se percató de la camioneta 4x4 blanca que transitaba a alta velocidad por la autopista.


Kise no supo que Kuroko había salido tras ellos, hasta que giró el cuello hacia atrás, asustado debido al estridente ruido de los neumáticos al frenar, y sólo pudo ver un cuerpo volando por los aires antes de que todo se vuelva borroso.


Aomine caminaba con la vista fija en frente, indiferente de todo lo que pasaba a su alrededor, sólo prestándole atención a su sol, con la única idea de protegerlo. No se percató de nada hasta que escuchó el ruido sordo del impacto y por lo alto de sonido, pensó que se trataba de un choque, hasta que giró el cuello y contempló el cuerpo tirado en la acera.


Kagami fue el único que presenció toda la escena, viendo impotente la muerte de su compañero de equipo.  


 

Notas finales:

Espero que les haya gustado.

Besos!!!


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