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Amor, Traición y Orgullo por Nayen Lemunantu

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Notas del capitulo:

Acá dejo la actualizacion del dia y dedico especialmente este capitulo a mi amiga Makina Yagami ¡Feliz cumpleaños hermanita!

Capítulo XII


 


 


Hay historias que por más que quieras ponerles punto final.


Terminan siendo puntos suspensivos.


 


 


No entendía qué estaba pasando. Se sentía mareado, aturdido. Veía borroso y tenía un molesto zumbido en el oído que le impedía escuchar y pensar con claridad. Contemplando, como si estuviera separado por un difuso y nebuloso velo de la realidad, vio varias luces de colores rojo y azul y escuchó el molesto ruido de las sirenas que hacían enmudecer el llanto de una mujer.


Sabía que estaba sentado en la acera fuera de su edificio, sentía el calor de los rayos del sol matutino refractar contra aquella superficie y percibía la dureza del material bajo su cuerpo, pero no tenía idea de cómo había llegado ahí. Lo último que recordaba era haber llegado al bandejón central de la avenida junto a Aomine y…


Se llevó las manos a la cabeza y se apretó las sienes con fuerza desmedida, sintiendo que su cerebro estaba a punto de explotarle y ladeando el cuello hacia la derecha, pudo ver al moreno. Estaba derrumbado en el suelo y lloraba, tenía sangre en las manos y la cara, y su cuerpo temblaba visiblemente.


—Ryouta… ¿estás bien? ¿Me estás escuchando?


Oyó aquella conocida voz a lo lejos, aunque sabía que el muchacho pelirrojo que le hablaba se encontrada de cuclillas frente a él. No respondió, más bien no pudo hacerlo: aunque quería hablar, ninguna palabra salía de su boca al igual que ninguna lágrima había salido de sus ojos. Sintió cómo aquel muchacho le tomaba el rostro entre las manos y lo sacudía despacio, tratando de hacerlo reaccionar, fue ahí que enfocó con dificultad su mirada dorada hacia el frente, en el rostro serio, pero preocupado, de Akashi.


—Ryouta, ¿me escuchas? —volvió a preguntar.


Él sólo asintió moviendo la cabeza y pestañeando con lentitud, como si se encontrara en un estado aletargado de todos sus sentidos. Incluso parecía estar drogado.


—¿Cómo estás? ¿Cómo te sientes? —Akashi preguntó inspeccionando con su inquisitiva mirada dispar, el rostro del rubio.


—Es obvio que está en shock Akashi, deberíamos subirlo a su departamento.


Oyó que Midorima le hablaba al pelirrojo, pero él no pudo verlo, sólo lo sintió pasarle un brazo por la cintura para ayudarlo a ponerse de pie y cómo lo sostenía con fuerza, encaminándolo hacia el edificio. Él sólo se dejó guiar, incapaz de oponer resistencia a nada, incapaz de razonar nada.


—Aominecchi… —habló apenas modulando las palabras— Él está herido… Tiene sangre…


—Él está bien Ryouta, Satsuki y Atsushi están con él y en cuanto a Taiga, él está con gente de Seirin —Akashi le hablaba en tono neutral, pero calmado, para que pudiera entender sus palabras.  


Fue ahí que se dio cuenta que iban dentro del ascensor y que él era sostenido por ambos muchachos, uno a cada lado de su cuerpo. No supo cuánto tiempo pasó y cómo fue que llegaron a su departamento, sólo fue consciente que Midorima lo dejaba caer con suavidad sobre su cama que mágicamente estaba ordenada. No pudo preguntar, pero la única explicación que encontró fue que Akashi la había arreglado mientras ellos esperaban de pie. Completamente rendido, se acurrucó en posición fetal y cerró los ojos lentamente.


—Voy al baño a ver si encuentro algún calmante —Midorima avisó al pelirrojo con voz apagada.


Él sentía un dolor de cabeza cada vez más fuerte, como si ésta estuviera siendo taladrada, pero lentamente fue consciente de que unos delgados y fríos dedos le acariciaban el cabello, tratando de tranquilizarlo. Giró el cuello con lentitud, extrañado por aquel cercano gesto y se encontró con la intensa mirada impar de Akashi fija en él.


—¡Aquí no hay nada! —Midorima salió del baño con paso rápido— Voy a tener que salir a comprar algo, vuelvo enseguida.


—Está bien —Akashi aceptó con voz seria, pero girando nuevamente el rostro hacia el rubio, le preguntó— Ryouta, ¿quieres hablar de lo que pasó? ¿Puedes?


Él asintió con la cabeza y volvió a mirar al pelirrojo sentado en el borde de su cama que lo observaba con seriedad y preocupación. Akashi no había dejado de acariciarle el cabello en ningún momento, lo que le dio un claro indicio de lo preocupado que debía estar, pues en todo el tiempo que se conocían, jamás había tenido un gesto como ese con él. Y según lo que él sabía, no había tenido un gesto así con nadie.


—Yo… Nosotros… —empezó a hablar con voz ronca y apagada.


—Cuéntame la historia desde el principio, Ryouta —ordenó con mucho más tacto del usual en él—. Taiga ya habló con la Policía, entregando la versión oficial junto a otros testigos que vieron lo ocurrido, pero quiero saber de ti qué fue lo que pasó.


Kise asintió en silencio, sólo moviendo la cabeza de arriba abajo y tragó seco antes de comenzar a hablar. En realidad no quería hacerlo, no quería recordar aquellas imágenes que su mente parecía haber bloqueado convenientemente, pero a la vez entendía la preocupación y la necesidad de una explicación de su excapitán. Uno de sus amigos había muerto, era natural que quisiera saber cómo y por qué pasó aquello.


—Aominecchi pasó la noche conmigo, pero hoy en la mañana Kagamicchi vino a buscarme para ir juntos a una sesión de fotos que tenía, yo se lo había pedido así, pero no sabía que esa noche tendría compañía… Ellos se pelearon, Aominecchi y Kagamicchi, por lo que bajamos y nos encontramos con Kurokocchi y él… y él… —dijo con voz angustiada y respirando con dificultad.


—Calma Ryouta, tranquilízate —ordenó acunándole el rostro con las manos.


—Kurokocchi estaba muy alterado. Decía cosas… cosas… crueles… ¡Estaba como loco! Yo nunca lo había visto así. Y Aominecchi le respondió de manera fría y cortante, diciendo cosas hirientes y… luego me tomó del brazo y nos fuimos y…


Kise se sentó de golpe en la cama y se llevó ambas manos al rostro mientras negaba con la cabeza. Hasta el momento, no había derramado una sola lágrima, tal vez debido a que su mente aún no procesaba todo lo ocurrido, pero ahora que había sido obligado a recordarlo, rompió a llorar desconsoladamente, en un estado casi de histeria.


—Kurokocchi nos siguió, pero nosotros no lo sabíamos… sólo… —su voz sonaba ahogada, debido a que continuaba ocultándose el rostro con las manos y perdía el aliento debido al intenso llanto— ¡Akashicchi, debemos ir al hospital! ¡Debemos ir a ver a Kurokocchi!


Kise hablaba evidentemente alterado y trató de incorporarse de golpe, pero Akashi lo detuvo, sosteniéndolo con fuerza de los hombros y obligándolo a sentarse nuevamente sobre la cama, aplicando toda su fuerza para forzar al más alto, que aún luchaba por liberarse y ponerse de pie.


—¡Akashicchi! Debemos ir al hospital —insistió con voz angustiada—. A Kurokocchi… a él lo atropellaron…


—¡Ryouta escúchame! —dijo sosteniendo la cabeza del rubio con fuerza.


—¡Hazme caso! Debemos ir al hospital —grito histérico.


—¡Ryouta! Él no está en el hospital… Tetsuya está muerto.


Kise dejó de forcejear instantáneamente y se dejó caer sobre la cama, sólo atinó a negar con la cabeza mientras nuevas lágrimas, más gruesas y abundantes que las anteriores, caían de sus ojos.


—No… ¡No!... No puede ser… ¡No!


En un gesto demasiado atípico en él, Akashi envolvió la figura del rubio y lo atrajo hacia su cuerpo, acariciándole la cabeza y la espalda con suavidad, mientras que sus labios dejaban escapar un suspiro cansado. En ese mismo instante, Midorima ingresó a la habitación con un vaso en la mano y dos pastillas en la otra.


—¡Dámelas! —pidió el pelirrojo estirando uno de los brazos.


Sin romper por completo el agarre que mantenía en el rubio, hizo que éste alzara el rostro y le dio las dos pastillas junto al vaso de agua. Kise se los tomó a regañadientes, medio ahogado por las lágrimas y la falta de aliento, dejándose caer de espaldas en la cama. Lentamente, fue sintiendo que las voces de sus amigos se hacían cada vez menos audibles y sus rostros más difusos, hasta que finalmente todo se volvió negro.


 


*          *          *


 


—Mu-kun ¡Ayúdame a sentarlo en el sillón! —Satsuki le habló al alto chico mientras ella abría la puerta de la casa con un nerviosismo evidente en sus temblorosas manos.


—Hai…


Murasakibara llevaba a Aomine tomado de la cintura, mientras que el brazo del moreno le pasaba por los hombros, donde él le sostenía la muñeca firmemente con la mano. Pero al momento de llegar al sillón, lo soltó abruptamente y lo dejó caer sentado ahí. Aomine ladeó el cuerpo hacia adelante y se llevó ambas manos a la cabeza, no había parado de llorar en ningún momento y aunque estaba plenamente consciente de todo lo que ocurría a su alrededor, en su mente seguía viendo aquellas horribles imágenes.


Veía la sangre espesa y oscura esparcida por el cemento, sentía su olor metálico inundar el aire, tenuemente disimulado por el olor a goma quemada de las llantas de la camioneta después de la abrupta frenada. Y no podía quitarse de la cabeza aquel rostro inerte, ni la horrible sensación de frío que recorrió su piel al tocarlo, al tratar vanamente de hacerlo despertar.


Él había sido el único que había atinado a acercarse. Estaba en shock, pero aun así corrió hasta el cuerpo de Kuroko, que había salido expulsado por varios metros hasta la acera, y se agachó junto a él con la intención de reanimarlo, gritando con todas sus fuerzas para pedir ayuda. Había tomado el rostro del peliceleste entre sus manos, por eso ahora las tenía cubiertas de sangre, e incluso lo había abrazado contra su pecho cuando se dio cuenta que no despertaría… Que no despertaría jamás.


Había sido Kagami quien había cruzado la calle nuevamente para ir por Kise, él los vio caminar por la avenida, completamente paralizada ahora que estaba llegando la Policía y la ambulancia, y vio cómo lo dejaba sentado en la acera en un claro estado de shock mientras sacaba su teléfono y comenzaba a llamar a alguien. Él no pudo atinar a acercarse a Kise aunque le habría gustado poder abrazarlo, pero no podía alejarse del cuerpo del peliceleste. 


Cuando la Policía se acercó a ellos, Kagami fue quien se encargó de prestar la declaración oficial y luego lo escuchó llamando a miembros de Seirin y a los ex integrantes de Teiko. Mientras le informaba a cada uno de ellos lo sucedido, su voz se oía ronca y pausada, pero revestía de una extraña tranquilidad. Escuchándolo se enteró que había sido el pelirrojo el que había llamado a los padres de Kuroko y que éstos venían en camino.


Él no quiso despegarse en ningún momento del cuerpo del peliceleste, aun cuando los paramédicos y policías se lo pedían una y otra vez, sólo se alejó de él a la fuerza, cuando sintió que alguien tan alto y fuerte como él, lo tomaba desde atrás, pasándole los brazos por los costados, cruzándolos sobre su pecho y obligándolo a pararse. Él se giró indignado, dispuesto a reclamarle a quien fuera, cuando vio el rostro consternado de Midorima.


—Por favor, ahora deja que la familia pueda acercarse.


En ese instante volvió a ladear el rostro y vio cómo la madre del peliceleste se dejaba caer al suelo llorando angustiada, siendo sostenida a duras penas por el padre.


Cedió ante Midorima y se dejó guiar hasta un lugar más apartado, donde por fin pudo superar el estado de consternación en que se encontraba y viendo todo a su alrededor, no tuvo ninguna duda de lo que había pasado y lo que estaba ocurriendo ahora. Fue en ese momento que se llevó las manos al rostro y ya no pudo parar de llorar.


Minutos después, sintió la voz de Satsuki junto a él. La pelirrosa le acariciaba el cabello y trataba de tranquilizarlo con palabras, pero su voz era dudosa y sus manos temblaban visiblemente. Luego oyó a Akashi ordenar que lo llevaran a su casa y sintió a Murasakibara levantarlo del suelo.


Y ahora se encontraba ahí, en su casa, aunque ese fuera el último lugar en el mundo en el que quería estar.


—Momo-chin, debo volver con Aka-chin, me dijo que ahora debemos ir a casa de Kuro-chin —Murasakibara tan sólo le avisó a la pelirrosa de su retirada y comenzó a caminar hacia la salida.  


—Está bien, dile… dile a Akashi-kun que nosotros estamos bien ¡Que vamos a estar bien! —la chica se corrigió a sí misma.


—Está bien, cuida de Mine-chin —dijo con voz neutral desde la puerta.


La pelirrosa sólo asintió con la cabeza, aunque no estaba segura de poder cumplir esa petición. Para empezar, ella misma estaba aún alterada por la noticia, ni siquiera lo podía procesar del todo ¡Cómo esperaba poder ayudar a su amigo! Simplemente no lo podía creer ¿Cómo había podido pasar algo así? ¿Realmente Kuroko estaba muerto?


—Dai-chan —se acercó con paso duditativo hasta el moreno y le tocó el hombro—, debemos asearte ¡Vamos al baño! —dijo jalándole un brazo, intentando ponerlo de pie.


—¡Asearme dices! —Aomine se puso de pie solo y se separó bruscamente de su amiga— ¿Qué mierda pasa por tu cabeza? ¡Kuroko está muerto!


—Dai-chan, tranquilízate ¡No sacas nada con alterarte! —le respondió mirándolo preocupada.


—¿Qué no lo entiendes? ¡Él está muerto por mi culpa! —el moreno gritó sosteniéndose la cabeza con desesperación.


—¡Claro que no! Fue un accidente —replicó tratando de acercarse a él.


—¡Cállate! Tú no sabes nada ¡No estuviste ahí! No sabes nada… nada… —Aomine se paseaba en círculos por el living, llorando aún.


—Dai-chan…


Satsuki parecía haber perdido la batalla, ella misma se encontraba demasiado mal como para tener las fuerzas para lidiar con Aomine. Se dejó caer sentada en uno de los sillones y comenzó a llorar inconsolable, liberando todo el dolor y el miedo que sentía.


Fue en ese instante, en que ambos jóvenes dejaban liberar la angustia que sentían, que Kotaro Aomine llegó a su casa, aprovechando que últimamente le estaban dando más descanso en el trabajo. Se sobresaltó en un inicio al ver la puerta abierta y oír el llanto de una mujer, e ingresó apresurado pensando que podría tratarse de un robo, pero lo que vio cuando llegó a su casa hizo que dejara caer su maletín y saco de las manos, completamente consternado: Satsuki lloraba desesperadamente en un sillón y su único hijo estaba de pie mirando a la nada con las manos manchadas de sangre.


No quiso creer lo que sus ojos veían y recordó súbitamente la pelea que habían tenido ayer por la noche. Daiki le había pedido ayuda llorando, le había hablado de problemas, pero él había decidido no darle ningún crédito a la angustia de su hijo, juzgando de antemano que sólo se trataban de dramas de adolescentes, convencido que el mismo tiempo y la madurez le ayudarían a su hijo a superar sus problemas, pero jamás pensó que sus problemas pudieran desencadenar en algo como esto… Porque al ver a Daiki bañado en sangre, pensó lo peor.


—¡Dios mío! ¿Qué fue lo que paso? Daiki ¿estás bien? —Preguntó mientras se acercaba apresuradamente hasta el moreno y comenzaba a tocarlo por todo el cuerpo— ¿Estás herido? ¡Daiki respóndeme!


—No es mi sangre —fue lo único que el muchacho pudo responder de forma mecánica y monótona.


—¡¿Qué es lo que está pasando aquí?! —preguntó gritando desconcertado.


—Kotaro-san —fue Satsuki quien le respondió con voz suave y temblorosa—. Fue Tetsu-kun… él murió.


—¿Qué? —preguntó mirando a la chica incrédulo, pero enseguida tuvo que girarse para ver a su hijo que se dejaba caer al piso tapándose la cara, llorando nuevamente.


—Fue mi culpa ¡Lo atropellaron por mi culpa! —balbuceaba entre sollozos.


El hombre soltó un suspiro de pesar y se pasó ambas manos por el cabello, tratando de pensar con claridad: su mente lógica y racional le impedía caer en la desesperación. Se dio la vuelta y caminó hacia la puerta para cerrarla y recoger sus cosas, pero volvió enseguida hasta el living y levantó a su hijo del suelo.


—Ven conmigo, debes descansar ahora.


—¡Qué mierda te pasa! —Protestó el moreno despegándose violentamente del agarre de su padre— ¡Te estoy diciendo que Tetsu murió! ¿Y tú quieres que me vaya a descansar?


—¿Y crees que quedándote aquí a llorar lo vas a resolver? ¿Crees que así tu amigo revivirá? —respondió elevando la voz, pero luego respiró hondo y le habló con voz serena—Hijo, escúchame… Hay cosas en la vida que no se pueden cambiar, que son terribles y dolorosas y uno tiene que aprender a vivir con ese dolor, porque no nos queda de otra —habló con seguridad, con todo el conocimiento de causa que tenía.


—¡Pero fue mi culpa! —replicó llorando.


—Y por lo mismo ahora debes descansar. Mañana iremos a visitar a su familia y pedirás el perdón que necesitas, ¿entiendes? —le preguntó sosteniéndole la cabeza entre las manos y diciendo algo que sabía que calmaría al muchacho.


Aomine sólo asintió con la cabeza, tenía los ojos cerrados y las lágrimas rodaban por su rostro ensangrentado. Su padre lo sostuvo de la cintura y lo guio a su habitación, y ahí tuvo un gesto de increíble cercanía, que no había tenido con él desde antes que su madre falleciera: lo llevó al baño y llenando la bañera de agua tibia, lo ayudó a desvestirse y meterse en el agua y él mismo se encargó de limpiar hasta el último rastro de sangre que quedaba en el cuerpo de su hijo.


Satsuki subió a la habitación cuando Kotaro Aomine ya había ayudado a Daiki a vestirse y lo dejaba caer con suavidad sobre la cama. El moreno se acomodó boca abajo, hundiendo el rostro en la almohada mientras su padre se sentaba en el borde de la cama y le acariciaba la espalda con movimientos torpes.


—Satsuki, ¿puedes ir al baño de mi habitación por favor? —Pidió sin girarse para ver a la chica, manteniendo la mirada fija en su hijo— En el botiquín hay algunos calmantes, tráemelos por favor.


La pelirrosa no le respondió y se limitó a obedecerle. Volvió luego de un par de minutos con un vaso en la mano y el frasco de pastillas. Kotaro le dio dos a Daiki y una a Satsuki a la vez que acostaba a la chica también en la cama.


—Satsuki, ¿tus padres lo saben? —Preguntó con voz calmada y frente a la negativa de la chica, se puso de pie con cansancio— Yo voy a ir a avisarles, ustedes quédense aquí juntos y traten de descansar.


 


*          *          *


 


Kagami, junto a todo el equipo de Seirin habían acompañado en todo momento a la familia Kuroko y luego de unas horas, se les unieron Akashi, Midorima y Murasakibara.


En realidad sólo estaban ahí para dar apoyo y contención a la familia, aunque todos ellos sabían que era inútil, no había nada que ellos pudieran hacer para aliviar el dolor de los padres del peliceleste.


La familia había contratado una empresa funeraria que se encargaría de todos los arreglos y gracias a las influencias de la familia Akashi, se agilizó el proceso legal de devolución del cuerpo. Se decidió además, que no realizarían velatorio, sólo la cremación a la que asistirían los padres y el servicio religioso posterior en el cementerio donde estarían invitados los amigos más cercanos del peliceleste.


Los muchachos estaban repartidos en pequeños grupitos, hablando en susurros con algunos familiares cercanos o ayudando en lo que se pudiera, sólo Kagami se encontraba sentado en uno de los sillones, con la espalda recostada en el respaldo y la mirada levemente perdida, sus manos descansaban sobre su regazo y se entrelazaba los dedos en un gesto de infinita paciencia, pero no había movido ni un solo músculo de su cuerpo en horas.


De los tres involucrados en aquel fatídico accidente, Kagami era quien mejor había reaccionado, a pesar de ser el único que había visto todo. Él no había entrado en ningún estado de shock y su mente había permanecido completamente lúcida todo el tiempo, incluso preocupado de ayudar a los demás y de hacer lo que se debía cuando nadie más pudo, por eso fue él mismo quien llamó a los padres de su compañero de equipo y les dio aquella difícil noticia. Sin duda alguna, él era el más fuerte de todos.


Pero no era invencible… Y ahora el cansancio, la tensión, el temor y la desesperanza, hacían fruto de él. Hace horas que veía hacia la pared de en frente, donde colgaba una gran fotografía familiar tomada recientemente, donde se veía a un Kuroko extrañamente sonriente junto a sus padres y su mascota en un cálido día de sol. El peliceleste se veía tan feliz y vivaz que le costaba creer que ahora simplemente ya no estaba.


—Kagami-kun, ¿cómo estás? —Riko se le acercó con un té y una mirada de completa preocupación.


—Harto de que me pregunten una y otra vez lo mismo —admitió con voz monótona y grave, mirando fijamente hacia el frente.


—Si lo hacemos es porque nos preocupas —la castaña le habló con voz suave y se sentó en el sillón a su lado—. ¿Quieres el té?


—No… No quiero nada.


—Kagami, necesitas descansar —Hyuga se encontraba cerca de ellos y alcanzando a oír su conversación, se les acercó— ¿Quieres que te lleve a tu casa? —se arrodilló frente al pelirrojo, mirándolo preocupado.


—No… —Kagami sólo soltó un suspiro cansado y se masajeó el puente de la nariz— No quiero ir a mi casa.


—Kagami, necesitas descansar —el muchacho de anteojos le replicó con voz paciente —Yo ando en el auto de mi padre, puedo llevarte a casa si quieres ¡O si prefieres, puedes ir a la mía! —propuso con optimismo.


Kagami negó con la cabeza y abruptamente se puso de pie, se alejó de sus superiores y se acercó a la cocina, donde sabía que estaban los miembros de la Generación de los Milagros que habían venido a acompañar a la familia y que ahora se encargaban de preparar algo de comida para los que habían decidido venir a la casa de Kuroko.


El pelirrojo entró a la cocina y dando una mirada alrededor, pudo ver a Akashi sentado en la mesa tomando una taza de té verde, se veía completamente absorto en sus pensamientos y a su lado, Murasakibara permanecía derrumbado sobre la mesa, probablemente durmiendo. Sólo Midorima preparaba algo de comida, absolutamente concentrado en su trabajo.


—Midorima —se le acercó despacio desde atrás y tocándole el hombro hizo que se girara a verlo.


—Kagami —saludó cordialmente moviendo la cabeza—. ¿Cómo estás? Disculpa que no haya tenido el tiempo de preguntarte antes.


—Bien ¡Oye! Yo quería preguntarte por Kise —se apresuró a hablar—. ¿Cómo está él? ¿Lo dejaron solo?


—¡Claro que no! —Exclamó horrorizado— Llamamos a su familia y sólo nos vinimos cuando llegó Sumire-san, su madre —aclaró con voz seria.


—¿Y cómo estaba?


Midorima soltó el cuchillo que tenía en la mano y que hasta el momento había usado para pelar varias verduras aún mientras conversaba con Kagami. Pero ahora se alejó del mesón de cocina, suspiró hondo mientras se acomodaba los lentes y giró el cuerpo hacia el pelirrojo, fijando en aquel rostro cansado su mirada seria y apagada.


—Estaba muy alterado ¡Estaba en shock! —dijo moviendo la cabeza, rectificando sus propias palabras— En un inicio no sabía lo que había pasado, parecía estar en otro planeta, pero cuando lo recordó todo… reaccionó muy mal. Estaba muy alterado y tuvimos que repetirle la dosis de calmantes varias veces para que por fin hicieran efecto.


—¿Los tranquilizantes no le hacían efecto?


—Lo hacían, pero sólo por un rato y luego despertaba llorando más angustiado que antes —Midorima hablaba con la mirada perdida, inmerso en su propio estado de estupefacción—. ¡Y qué hablar de Aomine! Murasakibara nos dijo que estaba con una crisis de pánico, no dejaba de llorar y repetir que había sido su culpa.


Kagami tuvo que afirmarse con una mano en la pared, perdiendo sorpresivamente el equilibrio y luego se sentó sobre la mesa de la cocina tratando de recuperarse del mareo. Se sentía consternado con las palabras de Midorima, preocupado por Kise y por su reacción frente a toda esta situación, pero increíblemente también se sentía inquieto por Aomine. A él no le agradaba el muy maldito, pero ni a su peor enemigo le deseaba la culpa de sentir que carga con un muerto a cuestas y eso era justamente lo que pasaba con Aomine ahora. Sólo esperaba que nadie culpara abiertamente al moreno por lo sucedido, porque estaba seguro que eso sí sería devastador. 


—Tú estuviste ahí Kagami —Midorima lo miró con ojos desesperados—. ¿Qué fue lo que pasó? ¿Cómo pasó esto? 


—¡Ya lo dije muchas veces! Kuroko los siguió por la calle y no vio la camioneta… Él estaba mal ¿entiendes?


—He escuchado demasiadas veces para mi gusto aquella palabra y sigo sin comprenderla —Akashi habló con voz autoritaria, despertando del estado de ensoñación en que se encontraba—. ¿A qué te refieres cuando dices que estaba “mal”?  


Kagami se giró sobresaltado al oírlo hablar y fijó su mirada cansada en el otro pelirrojo. Se veía agotado, con leves ojeras que ensombrecían la piel blanca de sus ojos, pero la fuerza que había en su mirada dispar no se había extinguido. Él suspiró con pesadez y cerró los ojos con fuerza para abrirlos enseguida y hablar mirando alternamente a Akashi y Midorima.


—Parecía loco… Estaba obsesionado con Aomine, pero él lo rechazó, le dijo que nunca lo había amado y que jamás lo haría porque para él sólo existía Kise. Pero Kuroko no parecía entenderlo… No sé cómo explicarlo, sólo sé que era algo… enfermizo —su voz era grave y taciturna.


Akashi no respondió nada, se limitó a ladear la cabeza hacia el frente otra vez y volver a sumirse en aquel estado pensativo, como si nunca se hubiera girado para ver a Kagami y preguntarle por Kuroko. Midorima sin embargo, lo miraba con ambas cejas alzadas en un gesto de preocupación y consternación que nunca antes había visto en él, luego soltó un suspiro y meneando la cabeza volvió a tomar el cuchillo entre sus manos, siguiendo con su tarea.


—Deberías ir a ver a Kise, avisarle lo de la ceremonia, no creo que se la quiera perder —sugirió desganadamente mientras pelaba una patata—. Ya debería estar mejor.


—Tienes razón… Gracias Midorima —respondió con un tono de alivio en la voz.


—No hay nada que tengas que agradecer.


El pelirrojo asintió con la cabeza y esbozando una sonrisa leve, salió de la cocina, evadiendo a todos los que quisieron acercársele para conversar. No quería más interrogatorios acerca de cómo se sentía, todo aquello ya era suficientemente terrible sin tener que hablar de ello. Así que se dirigió con paso seguro hasta el sillón donde hablaban en voz baja su capitán y su joven entrenadora.


—Hyuga senpai —le habló calmadamente—. Ahora sí voy a aceptar tu oferta, pero necesito que me lleves a otro lugar.


—¡Claro Kagami! A donde sea —respondió con seguridad—. ¿Vienes con nosotros, Riko?


—Sí —respondió la castaña poniéndose de pie y siguiendo a los dos altos muchachos.


El trascurso en el auto de Hyuga se le hizo interminable, en parte porque quería llegar pronto a ver a Kise, pero también porque no quería más interrogaciones por parte del par de superiores que tenía en los asientos delanteros del auto y que justo ahora habían decidido sacar a relucir toda su preocupación. Tuvo que pedirles con la mayor amabilidad de la que era capaz, a esas horas y en esas circunstancias, que ya no le preguntaran más por su estado anímico, emocional o físico y que en cambio, se concentraran en la ruta que tenían frente a sus ojos. Y pasados varios minutos, Kagami se bajó del auto frente al edificio de Kise.


—¿Seguro que no quieres que te acompañemos? —preguntó su capitán abriendo la ventanilla del auto.


—Gracias senpai —Kagami se dio la vuelta lentamente hacia su superior, rodando los ojos en el proceso—, pero estoy bien.


—No te olvides que mañana a las once nos juntaremos en el cementerio —le recordó la castaña.


—Sí, nos vemos mañana —Kagami se despidió con la mano.


Caminó tranquilamente hacia la puerta de entrada con las manos en los bolsillos del pantalón de tela beige y con el rabillo del ojo observó la zona del accidente, aún había conos de seguridad y cinta policial acordonando el lugar de los hechos, así que prefirió concentrar su mirada hacia el frente, traspasando las amplias puertas de cristal. El conserje lo reconoció de inmediato y lo dejó subir sin mayores tramites, lo cual le agradeció con una sonrisa cansada.


Suspiró sonoramente mientras recostaba la espalda en la pared de cristal del elevador y cerró los ojos, descansándolos por fin, sentía que le ardían y pequeñas lágrimas de cansancio se instalaron en la comisura de sus ojos. No sabía si hacía lo correcto al ir a ese lugar, si recordaba la desagradable escena que había visto esta mañana antes del accidente, no podía evitar sentirse molesto con el rubio, pero poniéndolo en el contexto de todo lo que estaba pasando, su enojo se había esfumado y ahora lo único que quería era abrazar y ser abrazado por Kise.


Kise era el único que podía reconfortarlo… Aunque desde esta mañana tenía claro que el rubio no podía decir lo mismo sobre él.


La puerta del elevador se abrió de par en par y él salió con paso desganado rumbo al departamento del rubio. Sabía por Midorima que ahí estaría la familia de Kise, de las que sólo conocía a Yui, por lo que no pudo evitar sentirse nervioso y arreglándose torpemente la ropa y el pelo, tocó la puerta con suavidad.


Ésta le fue abierta por una joven muy parecida a Yui y a Kise mismo, su cabello rubio, largo y ondulado en las puntas, lo llevaba recogido en una coleta alta y vestía casualmente, toda envuelta por un aire fresco y juvenil, era muy distinta a la elegancia y formalidad que caracterizaba a Yui. La chica le sonrió ampliamente y ladeando la cabeza lo miró con ojos traviesos mientras le cerraba un ojo.


—¡Hace mucho tiempo que quería conocerte, Kagami-kun! —le dijo en tono afable, tomándolo del antebrazo y obligándolo a entrar en la casa.


—Tú… ¿Cómo me conoces? —preguntó mirándola dudoso.


—Mi hermanito me lo cuenta todo —dijo poniendo énfasis en la última palabra, lo que hizo a Kagami tragar seco.  


—¡Kana-chan! —una mujer adulta, de cabello igual de rubio pero recortado en una moderna melena asimétrica, apareció desde la cocina y reprendió a la muchacha— Deja de importunar a Kagami-kun ¡Lo vas a asustar!


—Disculpen, pero ¿Cómo es que ustedes hablan de mí como si me conocieran? —el pelirrojo preguntó arrugando el ceño levemente.


—¡Todas vimos las fotografías tuyas y de mi hijo juntos! Es normal que medio Japón ahora te conozca —la mujer habló con voz paciente, causándole una divertida risa a su hija—. Pero ¡Pasa por favor! ¿Ya cenaste?... No lo creo ¡Te voy a servir algo de comida! —la mujer hablaba sola sin prestarle atención mientras lo arrastraba hasta el living.


—¡No! No se preocupe por favor… Yo sólo vine a ver a Kise —replicó apenado por la situación.


—¡Pero qué dices! Probablemente no has comido nada en todo el día y eso puede traerte problemas, Kagami-kun —la mujer le habló con seriedad, mirándolo con ojos de reproche—. ¡Está decidido! Tú vas a cenar aquí y ahora —repuso firmemente.


—Gracias… —respondió rendido.


Siguió a Kana hasta el living donde la vio arrojarse sobre uno de los sillones y tomar un libro de fotografía que hojeaba concentradamente mientras él tomaba asiento. Ladeó la cabeza hacia su derecha y pudo ver que Yui estaba de pie frente a la ventana, muy cerca del piano, llevaba un celular en el oído y se paseaba de vez en cuando a la vez que gesticulaba con su fino rostro, en un gesto de impaciencia y frustración. Cuando se percató de su presencia ahí, le levantó una mano en señal de saludo, pero en ningún momento se desconectó de la plática que tenía en un perfecto inglés.


—Negocios ¡Mi hermana no tiene descanso en ningún momento! —Kana comentó notando que él la miraba.


—¿Es por la sesión fotográfica de hoy en la mañana? —preguntó mirando a la chica que aún tenía los ojos en el libro.


—Sí ¡¿Lo sabías?! —la chica preguntó asombrada y frente al asentimiento de cabeza de Kagami, continuó— Sí, como Ryouta no llegó a la sesión de hoy, se tuvo que cancelar y se ha perdido mucho dinero ¡Los productores y sus dramas! —comentó haciendo un gracioso gesto con los ojos y la boca.  


Kagami sonrió al verla, la chica le recordaba mucho a Kise.


—¿Y Kise? ¿Cómo está? ¿Ha podido dormir algo?


—Algo así —comentó la chica con voz decaída.


—¿Por qué no vas a buscarlo tú mismo Kagami-kun? —Sumire ingresó al living y le propuso al pelirrojo con una sonrisa.


—¿Yo? —preguntó mirándola dudoso— Pero… si está dormido es mejor dejarlo descansar ¿no?


—¡Claro que no! También debe comer algo y distraerse un poco —aseguró la mujer—. Y la cena ya está servida, así que ve por él ¡Y tú Yui, cuelga ese teléfono ahora mismo y ven a comer! —ordenó, a lo que la rubia sólo pudo acatar sin otra opción.


Kagami sonrió de manera sutil y se puso de pie, se encaminó a la habitación de Kise, sintiendo que sus fosas nasales eran inundadas por el delicioso aroma de la comida casera. Aunque él cocinara estupendamente, sabía que no había comida igual a la preparada por las manos de una madre y se sintió extrañamente parte de una familia estando ahí, tal vez se debía a lo confianzudos que eran todos los Kise, con la sola excepción de Yui que era la seria de la familia. 


Abrió la puerta con delicadeza, cuidando de no hacer tanto ruido, pero pronto las risas de las chicas sentándose a la mesa inundaron todo el departamento, y el cuerpo de Kise envuelto por un delgado cobertor se removió en la penumbra. Él encendió la luz y el rubio se llevó instintivamente el antebrazo al rostro, protegiendo sus ojos de la repentina claridad y giró el cuerpo para quedar de espaldas en la cama.


—¿Quién es? —preguntó con voz adormilada.


—Soy yo —respondió con voz suave, sentándose en el borde de la cama.


—¿Kagamicchi? —preguntó quitándose el brazo de la cara y abriendo los ojos enormemente.


Kise se veía entre asombrado y asustado, sus cejas se alzaban en una expresión de duda y sus hermosos ojos dorados estaban brillantes de lágrimas. Se veía tan frágil ahí tendido, que Kagami no pudo reprimir los deseos incontenibles de protegerlo y todo el enojo y frustración que había sentido hacia él, desaparecieron. Se dejó caer sobre él, abrazándolo con fuerza de la cintura, hundiendo su rostro en el cuello del rubio y sintiendo su suave aroma. Kise en respuesta se abrazó del cuello del pelirrojo y cerró los ojos, exhalando un fuerte suspiro de alivio.


—Kagamicchi…


—¡Hey! No digas nada —susurró con el rostro aún en el cuello del rubio.


—¡Pero! —Kise protestó y su cuerpo tembló imperceptiblemente frente al recuerdo que se le vino a la mente.


Kagami notó el cambio en la actitud del rubio y se separó de su cuerpo, irguiéndose y sonriéndole.


—Tu madre dice que debemos ir a cenar y presiento que no es buena idea desobedecerla.


—Tienes razón —Kise soltó una risa suave y asintió con la cabeza—. ¡Mejor no la hacemos esperar!


Ambos chicos se pusieron de pie y se dirigieron con paso cansino hasta el comedor, donde las alegres féminas conversaban amenamente de las cotidianidades de su día. Kise esbozó una sonrisa completamente forzada y se dejó caer en una de las sillas, Kagami tomó asiento a su lado, mirándolo de reojo al igual que su madre y sus hermanas.


—Hola corazón —Sumire le tomó la mano con suavidad a su hijo—. ¿Descansaste?


—He dormido todo el día y aún me siento exhausto —comentó con tono desganado mientras se servía algo de comida.


—Es lógico después de lo que pasó hermanito, sólo dale tiempo al tiempo —Kana le habló mientras comía y su voz no reflejó ni un poco de la preocupación que obviamente tenía.


—Gracias Sis —le respondió lanzándole un beso, el que fue recibido y devuelto por la rubia.


Kagami no pudo suprimir la sonrisa de sus labios al ver aquella naturalidad y afecto entre los hermanos, y sintiéndose relajado por primera vez en todo el día, comenzó a comer. No se había dado cuenta del apetito que tenía hasta que el primer bocado entró a su boca y ya no pudo parar.


—¡Sabía que no habías comido nada, Kagami-kun! —Sumire le habló sonriente— Por favor sírvete cuento quieras —le dijo pasándole el recipiente con variados cortes de carne.


—¿Está segura? Le advierto que yo no soy como su hijo que come como pajarito —bromeó.


—¡Hey! —Kise se quejó golpeándole con suavidad el brazo, sacando una risa a todos los presentes.


—Corazón… —el semblante de Sumire cambio visiblemente, adquiriendo una expresión seria mientras hablaba con voz controlada— Estuve hablando con tu padre en la tarde, platicándole de todo lo sucedido y me dijo que tratará en lo posible de venir mañana.


—¡Mamá por favor! Es obvio que no va a venir —Yui la miró evidentemente molesta—. Además me parece innecesario ilusionar con esa clase de cuentos a Ryouta, sobre todo si consideramos la situación por la que está pasando ahora ¿No crees que lo último que necesita son falsas promesas?


—¡Yui! —la madre reprendió a su hija mayor, sentada en el extremo opuesto de la mesa.


—¡Basta ustedes dos! —Kise miró a cada una con expresión cansada, pero habló firme— Yo no soy un niño pequeño que se ilusiona con cualquier cosas Sis, y… gracias por avisarle mamá, pero si viene o no, me tiene sin cuidado.


El rubio dio por terminado el tema con su comentario y no se volvió a hablar de su padre, pero dado a que Kise nunca conversaba de él y hasta este momento Kagami jamás lo había oído mencionar siquiera, supuso que no tenían una buena relación, suposición que se veía confirmada por la evidente molestia de Yui ante la sola mención de su padre. La cena transcurrió en medio de un tenso ambiente y sólo la plática liviana de Kana sobre su nuevo proyecto en la Universidad logró distender la situación.


—Se me había olvidado mencionarlo, pero vine acá a avisarte que mañana a las 11 será el funeral de Kuroko —Kagami habló con palabras medidas, sabiendo que con esta sola mención podía alterar al rubio, pero sabía que era algo que tenía que decir.


—Pensé que mañana iniciarían el velorio —Sumire habló consternada.


—La familia decidió no hacerlo —Kagami tomó un poco de agua, sabiendo a la perfección que Kise no había vuelto a probar bocado y que no había dicho una sola palabra.


—Después de todo es entendible —la voz de Yui había sido suave, con una suavidad que Kagami nunca había escuchado en ella.


—¡Kagami-kun! —Kana interrumpió la conversación y le preguntó con una preocupación evidente— ¿Tú has visto a Daiki-chan? ¿Sabes cómo está? ¿Alguien lo está acompañando?


—No lo he visto, pero sé por Midorima que él está bastante alterado. Satsuki lo está cuidando —respondió encogiéndose de hombros.


—¡Qué terrible! —La chica dejó la servilleta de tela azul sobre la mesa y miró a su hermano— ¿Crees que debería ir a verlo?


—¡Puedes hacer lo que quieras! —Kise se sobresaltó con aquella pregunta y miró a la chica con el ceño apretado— No tienes por qué pedirme permiso.


—Te lo preguntó porque no quiero molestarte —replicó la chica con seriedad—. Pero tú sabes bien cuánto quiero a Daiki-chan y me gustaría estar junto a él también.


Kise, imitando el gesto de su hermana anteriormente, se quitó la servilleta de las piernas y la dejó caer con fuerza sobre la mesa mientras se ponía de pie abruptamente, mirando a Kagami


—¿Ya terminaste de comer?


—Sí —mintió, mirándolo con aire preocupado.


—Bueno, nosotros nos vamos a dormir ¡Muchas gracias por la cena mamá, estuvo deliciosa! —habló con seriedad mientras tomaba a Kagami de la mano y lo sacaba del comedor.


—Muchas gracias por la cena —fue lo único que alcanzó a decir apresuradamente antes de ser arrastrado por el rubio.


Y mientras caminaba hacia la habitación de Kise, escuchó cómo Yui reprendía a su hermana pequeña por su comentario, recordándole que Daiki Aomine ahora era un tema tabú en la presencia de Ryouta. Sin embargo, Kana respondía en tono convencido que ella no pensaba dejar de hablar y menos aún preocuparse por el moreno, porque como ya había dicho, lo quería muchísimo y lo consideraba un hermano más.


—¡Lo siento! —Susurró Kise una vez que se encontraron en su habitación— Siento que hayas tenido que escuchar eso.


Kagami entendió inmediatamente a lo que se refería Kise. El rubio obviamente comprendía que Aomine no era su persona favorita y menos aún después de lo ocurrido esta mañana, que sabía que no era algo fácil de olvidar a pesar del difícil momento por el que estaban pasando y estaba plenamente consciente que era eso mismo lo que había suavizado la reacción del pelirrojo, pero era más que claro que ambos tenían una charla pendiente.


—¡Basta de eso! No te preocupes más, ahora debes descansar —le respondió con voz suave.


—Tú también debes descansar —el rubio respondió al gesto acariciándole una mejilla con suavidad—, te ves exhausto.


—Lo estoy, sólo quiero dormir un poco… —confesó cerrando los ojos y dejándose llevar por esa suave caricia— ¿Crees que me pueda quedar aquí… contigo?


—¡Claro que sí! Esta es mi casa y no sólo quiero que te quedes ¡Lo exijo!


—¿Así que ahora estás con exigencias? —lo miró divertido, con aire juguetón.


—No, en realidad no es una exigencia… es una súplica —el rubio de respondió esbozando una sonrisa mínima, mientras lo seguía mirando con ojos tristes.


—¡Claro que me quedaré! —Kagami le acunó el rostro con las manos, enternecido con la actitud de Kise— Sólo tengo un problema.


—¿Cuál problema?


—No tengo cepillo de dientes.


—Puedes usar el mío si quieres.


—No sé… Seguro que ese lo usó Ahomine también —comentó haciendo un gesto de disgusto con la boca.


Kise lo miró espantado por unos segundos, en los que pareció haberse trasformado en piedra, y él tuvo que reírse abiertamente de su cara para que el rubio comprendiera que se trataba de una broma.


­­—¡Sólo estaba jugando Kise! Pero reconozco que fue una mala broma —alzó las manos en señal de rendición.


—Tranquilo, él no ha usado mi cepillo de dientes —Kise confesó cuando pudo recuperarse de la impresión que le causó aquel comentario.


—¡Ya veo! Él tiene su propio cepillo aquí ¿verdad? —preguntó en broma, sin imaginarse la verdad de sus palabras.


Kise sólo asintió con la cabeza. Aunque sabía que esa confesión dañaría al pelirrojo, prefirió decirle la verdad antes de ser descubierto nuevamente en una mentira, porque tenía claro que eso no era lo que Kagami se merecía. Sin embargo, esta confesión provocó un pequeño dolor en el pecho del pelirrojo, la que mal disimuló detrás de una sonrisa forzada.


—¡Es sólo que no he tenido tiempo de devolverle sus cosas! —Trató de excusarse, aunque él mismo sabía que sus palabras eran sólo eso, una excusa— Creo… que después de que todo esto termine llegará el momento de poner orden en mi vida.


—No pienses en eso ahora ¡Mejor vámonos a acostar!


—Claro…


—¡Entonces creo que no me queda más opción que aceptar tu oferta!


Kise le prestó un pijama que seguramente le quedaría algo apretado, pero no era el momento de ponerse exigente, así que dando la vuelta se metió al baño. En medio de un impulso inconsciente, lo primero que hizo al entrar fue buscar con la mirada aquel recipiente de vidrio transparente donde descansaban desacomodados un par de cepillos de dientes, uno amarillo y uno azul. Esbozó una sonrisa triste y movió la cabeza ¡Hasta sus cepillos combinaban bien!


A cada segundo que pasaba, sólo lograba sentirse más y más como un simple obstáculo a vencer en medio de un destino ya trazado.


Aunque él sabía que Kise lo quería y se sentía atraído por él, también estaba absolutamente consciente de que ese sentimiento distaba mucho del que compartía con el moreno, ya que ahora se le hacía absolutamente obvio que a Aomine, Kise lo amaba con niveles que se escapan a su comprensión. La forma en que se dejaba envolver por el moreno, la forma en que se perdía en sus ojos azules profundos, cómo parecía que el resto del mundo dejaba de existir cuando Aomine lo miraba intensamente… Debía reconocerlo, Kise estaba enamorado de Aomine.


Y si esto siempre lo supo, antes tenía la confianza de lograr que el rubio lo olvidara, pero después de la escena que vio esta mañana, estaba seguro que a pesar de todas las traiciones que el moreno le había hecho y de todo el tiempo en que no se habían visto, Kise aún lo seguía amando y probablemente nunca lo olvidaría.


Tal vez él debía hacerse a un lado…


Suspiró ruidoso y salió del baño, se encontró con el cuerpo de Kise acurrucado en la enorme cama y sólo pudo sonreír con ternura ¿Cómo quería alejarse de él? Si estaba seguro que nunca nadie le había provocado tantas cosas como Kise lo hacía, si estaba seguro que nunca volvería a conocer a nadie ni remotamente parecido a Kise. Se metió en la cama junto a él, poniendo cuidado de no despertarlo, pues el rubio había caído profundamente dormido, seguramente debido al efecto de las pastillas. Pero cuando lo sintió acostarse, estiró el delgado y tonificado brazo, comenzando a palpar con la mano la cama vacía.


—Aominecchi… —susurró bajito.


Y ese nombre se transformó para Kagami en un fuerte y súbito golpe de lucidez ¡Ya estaba más que claro! En el corazón de Kise sólo había lugar para el moreno y lo de ellos, probablemente fue sólo una amistad mal interpretada.


Estiró la mano y sujetó la del rubio, atrayéndola hasta su boca donde depositó un suave beso en el torso de ésta con los ojos cerrados ¿Acaso eso era un beso de despedida? Pero tuvo que volver a fijar su mirada rojiza en Kise cuando lo sintió quitar la mano súbitamente y abrir los ojos asustado, descubriendo con sólo ese tacto que no se trataba de la persona que él esperaba.


—¿Kagamicchi? —preguntó dudoso en un estado adormecido por las pastillas.


—Sí. Vuelve a dormir Kise —dijo acariciando con suavidad la espalda del rubio, viendo cómo éste lentamente cerraba los ojos otra vez y se dejaba perder en el sueño.


Se quedó viéndolo dormir por varios minutos, dejándose perder en aquel rostro blanquecino y delicado, pero de expresión sombría. Hasta ahora no había siquiera pensado en la posibilidad de separarse definitivamente del rubio, pero esta era una opción que debía empezar a contemplar y debía hacerlo ahora, cuando aún tenía la esperanza de salir bien parado, porque en ese instante se dio cuenta que si pasaba más tiempo junto a Kise, no podría dejarlo ir jamás.


Sin duda era una decisión difícil, una que debía tomar pensando en él mismo, pero también pensando en qué era lo mejor para Kise.


Estiró el brazo hacia atrás y apagó la tenue luz de la lámpara que daba una ambientación apaciguada a la habitación, sintiendo cómo el cuerpo de Kise se tensaba al encontrarse ahora en la completa oscuridad. Volvió a girarse hacia el rubio y se abrazó a él, apoyando el rostro en su hombro, sintiendo el tenue olor a miel que emanaba del chico y que ahora lo llenaba de paz e inquietud a la vez.


Suspiró sonoramente antes de cerrar los ojos y quedarse completamente dormido ¡Ya había tomado su decisión! 

Notas finales:

Espero les guste =)

Besos!!!


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