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La sangre de la bestia por -Raiden-

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Capítulo 4 Hogar…

El lugar donde se habita… Creando una sensación de seguridad y calma… Un refugio del mundo exterior…

 

Había corrido varios kilómetros con la presa en sus fauces y ahora estaba muy cerca de su hogar.

 

La cueva donde habitaba.

 

Ese pesado metal incrustado en su hombro izquierdo le quemaba intensamente, pero tenía que esperar un poco más para quitárselo.

 

La flecha no le causaba tanto problema… por ahora.

 

Sentía sus fuerzas apagarse pero debía continuar.

 

La luna seguía resplandeciente sobre la tierra mostrando su grácil luz, dándole la energía a su hijo… el hombre lobo.

 

Por fin llego con la respiración agitada saliendo por su hocico aunque tapada por la presa que sostenía, hacia que su saliva escurriera en la nuca de este.

 

La penumbra de su hogar no era un impedimento para adentrarse en esa cueva.

 

Veía perfectamente cada rincón, cada piedra y todas sus cosas que usaba cuando era un humano, la visión nocturna le permitía ver todo.

 

Con algo de violencia dejo el cuerpo de su presa en la que debía ser su cama, porque en realidad solo era una manta de paja con pieles de oso como sabanas y cobertores.

 

Le gustaba dormir en el calor de una cama caliente.

 

Le recordaba a su familia… ahora fallecida.

 

Aún con esa forma bestial, su cuerpo ya empezaba a envenenarse por la plata.

 

Tomo la empuñadura de la espada no sin antes gruñir de anticipación y tiro de ella con todas sus fuerzas.

 

Un adolorido aullido retumbo en la cueva.

 

Esa afilada espada, había atravesado sus músculos y parte de un ligamento.

 

-Hijo de puta… - siseo con esa gutural voz distorsionada.

 

Ese humano no era cualquier persona, este sabía perfectamente como atacar a un hombre lobo… como él.

 

Inmediatamente empezó a lamer su herida, su poder de regeneración estaba algo mermado por el mortal metal.

 

Era una suerte que no le hubiera dado en el hueso, o de ser así ahora tendría los síntomas clásicos de una sepsis. El envenenamiento de su sangre por la plata.

 

Cada lamida sobre la ahora ensangrentada herida le ardía.

 

Su cuerpo volvía a acelerarse para empezar a regenerar los tejidos ahora quemados por esa espada.

 

Sentía cada célula nacer en el músculo de su brazo izquierdo tomaba más fuerza, el ahora desgastado ligamento volvía a unirse nuevamente con su carne… y dolía… como dolía.

 

Reprimía en su garganta los gruñidos por ese ardor que le provocaba la regeneración.

 

Siempre era la mismo cuando usaban plata contra el…

 

Ahora con más confianza podía mover sus garras y sonrío victorioso mostrando sus colmillos manchados de sangre.

 

Era hora de devolverle el favor a ese joven que era su presa.

 

Se daría un festín como nunca en mucho tiempo.

 

Lo haría por venganza.

 

La sed de venganza que siempre sufría sin poder saciarla por más que matara… siempre quería más de esta.

 

Araño parte de la pared de la cueva como siempre cuando estaba furioso, y las chipas que salían de sus garras daban la impresión de estarse afilando aun más.

 

En su hombro izquierdo le quedo una cicatriz debajo de ese oscuro pelaje.

 

Casi invisible a la vista pero rojiza cuando se le veía con detenimiento.

 

El lobo en su interior ya acechaba al joven ahora desmayado en su cama.

 

El hombre que contenía a la bestia también miraba con desprecio al muchacho sobre las pieles de oso.

 

A pesar de estar poseído por una maldición más antigua que la misma humanidad, el humano podía contener a la bestia solo cuando era estrictamente necesario o cuando el lobo le dejaba.

 

Sus ambarinos ojos brillaban gracias a la poca luz lunar que entraba por un pequeño hueco en el techo de la cueva.

 

Un traga luz natural.

 

Olfateando el aire que había en la cueva se acerco a su presa.

 

Percibía un aroma extraño…

 

Acerco lentamente su garra para rasgar con lentitud los botones de ese afelpado abrigo de traía ese hombre, la piel de esa gabardina era de zorro.

 

No sabía porque hacia eso tan delicadamente pero…

 

El lobo en su interior estaba ahora interesado en su olor, despertando la curiosidad de algo nuevo que le gustaba.

 

Por fin abrió ese largo abrigo y sus ojos estaban perdidos en su presa…

 

El joven no traía nada debajo de esa gabardina, su piel morena, ahora que la observaba curioso, tenía unos relieves formando un corazón en todo su pecho, se alcanzaba a ver parte de otros más en sus hombros y lo comprobó al momento de quitárselo con sutileza.

 

Su hocico se acerco demasiado a la piel del joven, que se erizo al instante por el cálido aliento que rociaba sobre esta.

 

Un aroma que le agrado de sobremanera al lobo en su interior, e incluso empezó a mover la cola inconscientemente.

 

Subió por su cuello donde tenía las marcas de sus garras cuando lo desmayo, llego a su rostro y analizaba cada facción que hacía.

 

Notaba la pequeña perilla en su mentón, sus ojos cerrados dando la impresión de estar profundamente dormido pero curiosamente con una ojeras debajo de estos, las patillas largas y algo pronunciadas, los dorados pendientes que captaron su atención desde que lo vio… y luego…

 

Su boca ahora entreabierta dejando escapar su tibio aliento.

 

Ladeo su cabeza esa enorme bestia, su sangre, su hambre, su cuerpo se calmaba al contemplar a ese joven.

 

El enorme hombre lobo empezaba a transformarse de nuevo.

 

Tuvo que alejarse para cambiar a su forma humana.

 

Su cuerpo dejaba ver como el pelaje caía con la sangre seca de sus víctimas, sus garras se escondían en sus manos, su piel se tornaba pálida como el mármol, pero como antes sus ojos ambarinos permanecían inalterables.

 

-Te comeré para el desayuno mañana… - susurro más para él que para el joven recostado en su cama.

 

No sabía qué significado tenían esas palabras.

 

Notas finales:

Gracias por leer...


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