Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

De Soledad y Recuerdos por Nayen Lemunantu

[Reviews - 61]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

¡Hola!

Finalmente se viene la poca acción que hay en este fic xD

Espero que lo disfruten. No creo que nadie se infarte, y… ¡Viva el Jeren!

Capítulo X: El azote de las bestias

 

Muy tarde.

Cuando quiso darse cuenta, Eren ya corría a varios metros de distancia, y para cuando se lanzó a la carrera tras sus pasos, dobló en la esquina de uno de los tantos edificios abandonados y lo perdió de vista.

El ruido era ensordecedor: edificios siento golpeados, edificios derrumbándose, pisadas gigantescas que hacían temblar la tierra, alaridos de horror. Jean no podía verlos aún, pero podía oírlos en todas direcciones, por todas partes. No había parado de correr en busca de Eren, angustiado por la incertidumbre.

Llegó a la esquina donde lo vio por última vez y por fin pudo ver la devastación a su alrededor. Algo muy malo había pasado y no entendía cómo: Roothmar, que debió haber sido una zona segura, estaba infestado de Titanes. Los había de todas las clases y tamaños, tal vez eran cientos los que atacaban al unísono a las desprevenidas tropas de la Legión de Reconocimiento.

Jean sabía que se había dado la orden de descanso. El Comandante Smith había decretado que el pueblo era zona segura, porque el perímetro estaba resguardado por las trampas que habían tendido y por los miembros del Escuadrón Especial encargados de la captura de especímenes; todos veteranos con años de experiencia en batalla. Era obvio que al momento del ataque, la mayoría de los hombres dormían o descansaban, preparándose para la batalla que esperaban para el día siguiente; habían sido tomados desprevenidos y desorganizados. Pero lo que inquietaba a Jean y hacía que un sudor frío le recorriera la espalda y le empapara la ropa, era saber que era probable que el estado catastrófico en que se encontraban, era debido a la negligencia humana.

El recuerdo del conde Alexandrus sonriendo de pie en las almenas, la mañana que salieron del castillo, le erizó la piel.

—¡Maldición, Eren! ¿Dónde estás? —Miró en todas direcciones buscando alguna pista que le diera luces del paradero del castaño, pero no lo vio en ninguna parte—. Tengo que encontrarlo.

El miedo y las ansias que sentía, le impedían concentrarse en lo que estaba pasando, lo sabía, pero a pesar de ello no podía mantener la mente fría como siempre, y la preocupación le impedía pensar con claridad.

Corrió calle arriba, por la misma ruta que habían usado él y Eren minutos atrás. A su paso, pudo ver a un par de soldados muertos: restos de cuerpos que alguna vez fueron humanos, desparramados por los adoquines; las macabras huellas del paso de los Titanes por ese lugar.

Cuando llegó a una nueva bifurcación, se detuvo unos instantes mirando en todas direcciones; oía los gritos de auxilio de sus compañeros y también se dio cuenta que ya se estaban reorganizando; los líderes de cada escuadrón reunían y dirigían a los soldados de menor experiencia y habían empezado a luchar. Jean preparó su equipo de maniobras tridimensionales, su intención era subir al techo del edificio más cercano y buscar a Eren desde arriba. Corrió para darse algo de impulso, pero no se dio cuenta que a su derecha había un Titán a ras de suelo, masticando entre sus fauces los restos de un compañero. El estruendo que hizo el Titán moviéndose con celeridad sobre las cuatro patas, hizo que Jean ladeara el cuello para verlo, aterrado.

El Titán se lanzó hacia él, impulsado por una fuerza macabra en su interior, una fuerza increíble que sólo buscaba una cosa: devorarlo. Jean, moviéndose casi por inercia; el instinto de supervivencia en su cuerpo, activó el dispositivo de maniobras tridimensionales al instante. En gancho se enterró profundo en la torre a medio derrumbar del edificio frente a él, y salió impulsado hacia adelante, elevándose segundos antes de que el Titán cerrara la boca en el lugar exacto en que él estuvo de pie.

Aún volaba en el aire, con la mirada fija en el Titán que había quedado en el piso, cuando vio una forma enorme y borrosa, por el rabillo del ojo derecho, moviéndose hacia él: un Titán de más de diez metros se acercaba a la carrera. Sacó sus espadas antes de lanzar el segundo gancho y cambiar de dirección en el aire; esquivó al Titán justo a tiempo, volando sobre su cabeza. Cuando estuvo a sus espaldas, se desenganchó y giró en el aire para darle los dos cortes clásicos en el cuello: el único método para matar un Titán.

Antes de que la bestia cayera al suelo, usó su hombro para apoyarse y usó el gas de su equipo de maniobras para impulsarse en el aire y aterrizar sobre el techo de tejas desordenadas del edificio más cercado.

—¡Bien hecho, soldado! —Oyó que le hablaban a su derecha, pero no quiso perder el tiempo en pláticas. Siguió corriendo por el techo del edificio hasta llegar al final de la calle; Eren no se veía por ninguna parte.

—Mierda... ¿Qué haría yo si fuera el imbécil de Eren? —se preguntó. Recorrió con la mirada a los soldados que corrían por los tejados intentando salvarse. Eren tenía prohibido transformarse sin la autorización de sus superiores, así que sabía de antemano que debía buscar soldados, no Titanes—. ¿Qué haría yo...? ¿Qué...? ¡El Capitán Levi!

Era lógico, no sabía cómo no lo pensó antes: Eren había vuelto al edificio que les habían asignado a su grupo, para reunirse con sus compañeros y para recibir las órdenes de su superior.

Ayudado de su equipo de maniobras, atravesó la calle y siguió corriendo por los techos de los edificios. Era un trayecto peligroso; las tejas sin mantención se deshacían bajo las pisadas o las maderas cedían con el peso. El riesgo a caer, tropezar y doblarse un tobillo, era alto, pero cualquier cosa era mejor a estar en el suelo a merced de los Titanes.

Llegó a la plaza de la antigua ciudad, pero el lugar estaba infestado de esas bestias macabras. El edificio al que ellos habían sido asignados estaba justo a su izquierda, pero para poder entrar tenía que esquivar a un total de cuatro Titanes. Jean tragó duro mientras analizaba el panorama: se enfrentaba a esas bestias en absoluta desventaja. Usó los elementos del ambiente que pudieran serle de utilidad; se enganchó al edificio de enfrente y se dejó caer. Esquivó a duras penas al primer Titán que se le acercó y cuando un segundo intentó devorarlo, le cortó una mano de tajo y usó su cuerpo como puente para dejarse caer por una de las ventanas del segundo piso.

Afuera, los Titanes se arrojaron contra las murallas tratando de atraparlo, incluso lograron perforar con las manos por las ventanas y derrumbar parte de la pared, pero Jean ya corría escaleras arriba en busca de Eren. Guardó sus espadas; aún tenían filo suficiente para ser de utilidad, y se encaminó a la sala del tercer piso, donde había visto por última vez a sus compañeros.

La escalera de piedra tenía restos de escombros, que a pesar de la oscuridad del edificio, eran visibles gracias a su tamaño. Jean se concentró en hacer el menor ruido posible; estaba intranquilo, no sólo por estar bajo ataque, sino porque el mal presentimiento que lo había acompañado desde que salió de la seguridad de los muros de Rose se había intensificado.

Dobló hacia la izquierda, los pequeños restos de cemento de los muros derrumbados crujieron bajo sus botas. Atravesó un umbral sin puerta y se encontró con un cuerpo inerte, tieso y torcido, con los ojos abiertos. Aun cuando era noche cerrada, Jean alcanzó a reconocer a Rademaker. Soltó un jadeo de consternación y por un momento no supo qué hacer. Cuando se agachó hasta él y le cerró los ojos, pasándole los dedos por los párpados fríos, vio el corte certero de dos hojas sobre su garganta: espadas para cortar Titanes.

No tuvo dudas que habían sido traicionados.

Se puso de pie y siguió avanzando. Oyó voces desconocidas en uno de los cuartos más pequeños del centro del edificio, así que se encaminó en esa dirección, pero con pasos medidos e inaudibles. Casi tropezó con un bulto tirado cerca de la puerta abierta de par en par, pero alcanzó a parar a tiempo. Cuando se movió a la derecha para esquivarlo, se dio cuenta que se trataba de un cuerpo sin cabeza. Lo recorrió con la mirada, horrorizado. Por el color canela de la piel y la bufanda gris sobre la camisa azul, supo que se trataba de Dubois.

Estaba aterrado. Si otro soldado había podido matar a dos de los mejores hombres de la Legión de Reconocimiento, probablemente se trataba de un soldado extraordinario; alguien capaz de cargar con el título de ser el más fuerte de la humanidad.

No se permitió desperdiciar otro segundo más en reflexiones y avanzó hacia las voces; sabía que más temprano que tarde, terminaría descubriendo de quién se trataba. Apoyó la espalda en la pared y asomó la cabeza: en el centro de la habitación había un soldado de pie, dándole la espalda, frente a él había otro más joven, que miraba fijo un bulto en el piso. Jean le siguió la mirada y vio con terror que se trataba de Eren. Estaba boca abajo en el suelo, con las manos amarradas a su espalda.

—No es nada personal, chico —dijo el soldado que le daba la espalda. Al oír su voz de cerca, Jean lo reconoció; era Viktor, uno de los superiores más admirados dentro de las filas de la Legión de Reconocimiento—. Sólo quédate quieto y esto terminará en un segundo. —Alzó la mano y levantó la hoja de su espada—. Prometo que no lo sentirás.

Jean no tuvo dudas en ese instante: intentaban matar a Eren. Tomó lo único que tenía a mano para atacar a distancia: el revólver de las señales. El arma estaba cargada con el cartucho negro. Apuntó al soldado más joven, de pie frente a él y disparó.

—¡Mis ojos! No veo. —La tinta le dio de lleno en el rostro, cegándolo. El soldado soltó sus espadas para llevarse las dos manos al rostro mientras gritaba impotente.

Viktor se dio la vuelta rápido y se puso en guardia, listo para cortarlo en dos con el filo de sus espadas. Jean lo imitó; dejó caer el arma, ahora era inútil, pero sacó las dos hojas de sus espadas.

—¿Qué estás haciendo aquí, Jean? —preguntó Viktor; su voz era controlada, fría y analítica—. Se supone que nadie, además del Equipo de Operaciones Especiales que protege al mocoso, debía salir lastimado.

Jean no respondió, entendió que todo formaba parte de un plan muy elaborado. Habían planeado a la perfección la manera de separar a Eren del resto del equipo para dejarlo sin apoyo; con toda probabilidad otros soldados estaban luchando contra Levi, Mikasa y Armin, eso si aún seguían con vida. Pero como él había sido designando de último minuto al equipo, no había sido reportado dentro de las pautas y reuniones, así que no lo habían contemplado.

—Créeme que lo siento, no es grato tener que matar a tus propios camaradas.

—¿Si no es grato entonces por qué lo haces? —Jean tenía la voz ronca por la indignación y el desprecio—. ¿Cómo puedes traicionar tus ideales de esta manera? ¡Eres un cobarde!

—No sabes nada, eres igual que este mocoso. Pero ahora morirán los dos —dijo Viktor al tiempo que volvía a levantar sus espadas. Jean escupió a sus pies para demostrar lo que opinaba de él—. Lo siento, Jean, estuviste en el lugar equivocado, en el momento equivocado.

—Yo estoy justo en el lugar que debería estar —dijo firme—. Entre ti y Eren.

—¿Vas a morir por defender a este mocoso?

—No... El único que morirá serás tú, Viktor.

El hombre movió la cabeza, era un gesto cansado, soltó un suspiro y sin previo aviso blandió la espada en dirección a Jean, éste esquivó el ataque de milagro, pero la hoja alcanzó a hacerle un corte en la barbilla. Viktor era rápido y fuerte, sus espadas parecían estar en todas direcciones, atacando a Jean por un flanco y por otro a la misma vez; él sólo podía esquivar sus estocadas lo mejor que podía, siempre retrocediendo en un remolino de capas.

Tenía que reaccionar por instinto; oyendo, sintiendo, porque la oscuridad de la noche era tanta que le impedía ver con claridad a su rival. El entrenamiento era lo que les permitía a ambos moverse así, pero la diferencia entre la experiencia de Viktor y Jean era notoria. Los golpes del mayor eran fuertes y certeros, después de frenar dos veces seguidas una estocada que le lanzó con la derecha, Jean sintió que el brazo se le acalambró hasta el hombro.

Viktor se agachó y giró en el suelo, rapidísimo; un ataque que apuntaba hacia sus piernas, pero Jean vio venir el ataque y saltó en el momento justo. Cuando cayó con ambos pies sobre el suelo, trastabilló, había algo en el piso que lo hizo tropezar, y cayó de espaldas al suelo mientras la espada de Viktor bajaba hacia su cuerpo. Antes de ser cortado por la mitad, Jean disparó el gancho de su equipo tridimensional, atravesando con éste, el pecho de su rival.

El cable de acero traspasó piel, carne y huesos, y se fue a enterrar profundo en la pared trasera. Viktor detuvo su movimiento y bajó la mano, se miró el torso sin terminar de creer lo que pasaba, cuando tosió, la sangre le inundó la boca. A los segundos, cayó de rodillas al suelo, muerto.

Jean se puso de pie y cortó el cable que lo mantenía unido al cadáver de su superior, tomó su espada del suelo y caminó hasta el otro traidor. Éste seguía dando tumbos y alaridos, completamente cegado, por eso no se dio cuenta cuando se le acercó y de un movimiento limpio y parejo le abrió la garganta.

—Jean... —Eren lo miraba atónito, pero fue su voz la que lo hizo volver en sí. Se dio la vuelta y corrió hasta él para desatarlo.

—¿Estás bien? ¿Te lastimaron, te hicieron algo?

Eren negó con la cabeza mientras se ponía de rodillas. Lo habían desarmado y probablemente tenía una costilla rota, porque el dolor que sentía en el costado derecho era espantoso. Pero antes de preocuparse por nada, se abrazó con fuerza al cuello de Jean.

—Jean, ¿estás bien? —le preguntó. Sentía que la sangre que bajaba por el corte en la barbilla de Jean le mojaba el pelo—. Por mi culpa tuviste que matar a dos compañeros.

—¡Ellos no son nuestros compañeros, son traidores! —dijo Jean correspondiendo el abrazo. Tuvo de dejar caer sus espadas, pero prefirió estrechar la cintura de Eren y sentirlo seguro entre sus brazos después de los agónicos minutos que vivió sin él—. Mataría a quien sea con tal de mantenerte a salvo. —Sintió cómo Eren asentía con la cabeza y se le apegaba más, escondiendo el rostro en su cuello—. Sólo... No te vuelvas a separar otra vez de mí, ¿de acuerdo? —pidió en una súplica—. Creí que moriría de angustia todo este tiempo sin saber cómo ni dónde estabas.

—Sí, lo prometo. —Eren se separó de su cuello para mirarlo a los ojos—. Yo también estaba asustado sin saber de ti. —Levantó la mano y le quitó la sangre de la herida; el corte era superficial, pero sangraba mucho—. Creí que corrías detrás de mí, y cuando me voltee a verte, no estabas.

—Está bien, no nos vamos a separar más —prometió mientras le sostenía el rostro con ambas manos—. Ahora debemos salir de aquí rápido. —Jean le dio un beso ligero en los labios y se puso de pie. Se acercó al cuerpo de Viktor y cambió el gancho de su equipo tridimensional por el de su superior.

—¿Sal...? ¡No! —Eren lo miraba atónito; aún estaba de rodillas en el suelo—. No podemos irnos, tenemos que encontrar a Mikasa, Armin y Levi —le dijo. Se puso de pie, ignorando el dolor que sintió en el costado—. Viktor me dijo que ya estaban rodeados, que cuatro soldados más estaban tras ellos, así que tenemos que ir a ayudarlos.

—¡Claro que no! Si vamos para allá sólo lograré ponerte en peligro. —Jean recogió el equipo de maniobras de Eren del piso y se lo tendió. El chico lo recibió de un manotazo; estaba más que molesto—. Además, no creo que soldados como Levi o Mikasa necesiten nuestra ayuda. En cuando a Armin, él es muy listo y estoy seguro que encontrará la manera de mantenerse con vida.

—¡¿Cómo puedes decir algo así?! —Eren se aseguró al cinturón las enormes cajas metálicas que servían para transportar las hojas de las espadas—. ¿Piensas abandonar a tus amigos y compañeros a su suerte? ¿Ya olvidaste tu deber como soldado?

—Mi deber como soldado es mantenerte con vida y eso es lo que haré —respondió serio; su voz no daba muestras de    querer transar—. Eren, confía en ellos, estoy seguro que los tres están bien.

—Jean...

—¡Debemos irnos, confía en mí por una vez en tu vida, idiota! —gritó—. No sabemos al peligro que nos enfrentamos, ni cuantos traidores hay, así que debo sacarte de aquí cuanto antes. —Se pasó una mano por el pelo; un gesto de innegable frustración—. Lo más importante ahora como Legión de Reconocimiento es mantenerte con vida —aseguró—. Eren, esta misión ha sido una trampa, el único objetivo era matarte y yo no permitiré que eso suceda.

—¿Y qué propones? ¿Qué haremos?

—Vamos a irnos de aquí —dijo paciente, con palabras medidas—. Te llevaré a un lugar lejos de los demás soldados. Si Armin está con vida, él nos encontrará.

—¿Armin? ¿Cómo? ¿Por qué él?

—Porque él sabrá interpretar este mensaje. —Jean se acuclilló y usó la sangre de su superior para escribir un mensaje en la pared: Tobías.

—¿Qué significa eso?

—Sólo Armin y yo lo sabemos. —Jean se dio la vuelta y empezó a caminar rumbo a la salida, pero giró el cuello para asegurarse que Eren caminaba tras él—. Sé que Armin a estas alturas ya sabe lo que pasa y sabrá en quién confiar —dijo con tono conciliador—. Y estoy seguro que están vivos, todos nuestros amigos. ¡Ahora vámonos!

Bajaron a la carrera hasta el primer piso, Jean buscó a su caballo, pero ya no había ninguno en el interior del edificio; las correas habían sido cortadas de tajo, probablemente para impedirles la huida. Estaban en problemas, no podían salir a la calle porque estaba plagada de Titanes, tenían que subir a los tejados, pero eso era imposible sin salir a la calle antes, si hubieran tenido a los caballos, podrían haberlos usado como distracción, pero ahora era inútil.

—¡Maldición! ¿Cómo vamos a salir de aquí? —Eren se encaminó hasta una de las puertas del edificio e inspeccionó la oscuridad de la noche. Afuera seguían oyéndose los gritos de los soldados que caían en las fauces de los Titanes, las órdenes urgentes de los superiores y los gritos desesperados de los asustados—. Estamos atrapados aquí.

—Tú no puedes transformarte o delatarás tu posición y los demás traidores sabrán que estás vivo —dijo Jean. Caminó despacio hasta colocarse a su lado y mirar hacia afuera para evaluar sus posibilidades—. La única opción que nos queda es salir con cuidado y elevarnos lo más rápido posible al techo de este edificio.

—Está bien. —Eren movió la cabeza en un gesto de asentimiento—. Salimos en direcciones opuestas, así al menos tenemos la posibilidad de hacer que esas bestias duden un par de segundos a cuál de los dos atacar.

—Si lo hacemos en suficiente silencio, no nos notarán. —Jean ladeó el cuello para mirarlo con una sonrisa en los labios; aún tenía esperanzas—. ¡Eren! Súbete la capucha y cúbrete el rostro lo mejor que puedas, yo haré lo mismo —dijo mientras se subía la capucha de la capa—. Así al menos confundiremos a los traidores.

—Tienes razón. —Eren lo imitó. Ahora con sus cabezas cubiertas, no se podía saber cuál de los dos era “la esperanza de la humanidad”—. ¿Listo? —Jean sólo asintió con la cabeza.

Se miraron a los ojos una última vez y cada uno salió en silencio a través de la puerta destruida; Jean a la izquierda y Eren a la derecha. Como esperaban, los Titanes no les prestaron atención, porque estaban ocupados atacando a sus compañeros, así que cuando estuvieron en posición, accionaron juntos su equipo tridimensional y se elevaron por los aires.

Llegaron al techo a salvo, aprovecharon la ventaja que les daban las edificaciones para transportarse por los aires. Eren seguía a Jean de cerca, saltando por los tejados, ignorando la lucha de sus compañeros.

—¡Eren! ¿Qué haces aquí? ¿Dónde está el resto de tu equipo? —Una voz femenina interrumpió su trayecto. Jean ladeó el cuello a la izquierda para ver a Rebeka, una de sus superiores acercándose a la carrera a Eren, notó que al castaño se le había caído la capucha con la velocidad de la carrera—. ¿Quién es él? —preguntó la mujer señalándolo con la hoja de su espada. Como aún llevaba puesta la capucha sobre el rostro, ella no lo reconoció—. Eren, aléjate de él, te está llevando con engaños, es un traidor.

—¿Cómo sabes tú que hay traidores en las tropas? —preguntó Jean.

—Es lógico, ¿qué otra cosa explicaría este desastre? —La mujer se encogió de hombros y caminó dos pasos hacia adelante, interponiéndose entre Eren y Jean—. ¿Así que eres tú, Jean? Reconocí tu voz —dijo con una sonrisa en los labios antes de girar el cuello hacia Eren—. No confíes en él, es un traidor. ¡Vamos juntos a buscar al Capitán Levi!

—¿En serio crees que dudaría de Jean? —Eren no habló más, en vez de eso, sacó sus dos espadas; todo estaba claro.

—Ya veo... —La mujer rio cínica—. Entonces ambos morirán.

Rebeka se quitó la capa larga para poder luchar con libertad, no parecía interesada en que estaban a vista de cualquiera, estaba dispuesta a todo con tal de cumplir con su misión: matar a Eren Jaeger. Jean sacó sus espadas e imitó a Eren: ambos se pusieron en guardia y se prepararon para una lucha difícil; la mujer era una de las mejores líderes de unidad. Poco sabían de enfrentarse a otros humanos, eso estaba en contra de su ética como soldados que habían jurado defender a la humanidad, pero entendían que ahora era vencer o morir.

Jean estaba decidido, ya había matado a dos seres humanos, no haría gran diferencia si agregaba un tercero a la lista. Dio dos pasos al frente y antepuso su cuerpo al de Eren, protegiéndolo como un escudo. Rebeka saltó hacia él y blandió su espada en el aire, Jean detuvo el ataque con su espada; el golpe era enérgico, pero no se comparaba a los golpes de Viktor. Rebeka no era tan fuerte, pero era rápida y astuta; con su ataque dividió a los muchachos y aprovechó que Jean saltaba hacia atrás para atacar a Eren. Éste paró el ataque con su espada y empujó a la mujer hacia atrás, Jean la esperaba y la atacó al instante, pero Rebeka esquivó su golpe y se protegió cruzando ambas espadas ante su cuerpo.

—Ya veo, estás herido —dijo—. No veo sangre, pero tu costado derecho está lastimado, ¿un hueso roto tal vez?

Jean entrecerró los ojos, confundido, tuvo que darle una vuelta a las palabras de la mujer para saber que no hablaba de él, sino de Eren. No se atrevió a ladear el cuello para mirarlo, porque perder de vista a Rebeka por sólo un segundo sería fatal, pero por el rabillo del ojo pudo ver cómo Eren levantaba sólo su espada izquierda; con la otra mano se afirmaba las costillas.

Jean chasqueó los labios, ¿cómo no se dio cuenta antes? Ahora que Eren no se podía defender solo, tendría que hacer lo imposible para protegerlo. Caminó lento, con sus dos espadas levantadas, dando un rodeo para acorralar a la mujer. Ella se movió en la dirección opuesta, analizando el momento justo para atacar; cuando el pie de Jean se atoró en una grieta del tejado, se lanzó con las dos espadas hacia él

Jean paró el ataque usando sus dos espadas y de una fuerte patada, que hizo añicos las viejas tejas del techo, liberó su pie. Empujó con todas sus fuerzas hacia adelante, logró sacarse a Rebeka de encima, pero ella volvió al ataque enseguida; era demasiado rápida, parecía inagotable.

—¡Oye Eren! Antes de morir quiero decirte algo. —Jean gritó con una sonrisa mientras luchaba por esquivar las estocadas de la mujer. Se sentía como un idiota por haberse demorado tanto en darse cuenta de sus sentimientos, por no haberle dicho a Eren la verdad a tiempo—. ¡Creo que estoy enamorado de ti! —gritó al tiempo que repelía con una patada el ataque de la mujer.

—¿Enamorado? —dijo Rebeka antes de soltar una carcajada. Por lo visto, su declaración le parecía divertidísima. 

La mujer paró de reír abrupto, y se lanzó al ataque otra vez, pero antes de que pudiera alejarse del borde del edificio, un Titán apareció desde su espalda y la atrapó entre sus fauces; no hubo nada que ella pudiera hacer para salvarse.

 

Notas finales:

Si leyeron, no se olviden de comentar. Así no me siento tan sola xD

Besos~


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).