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Los sabores de la vida por Are

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A vino


Haru odiaba y amaba al mismo tiempo tener vacaciones. Hace unos meses le hubiese encantado tener el tiempo libre que tenía ahora, pues entre el protocolo de su tesis y la preparación de su platillo apenas y encontraba tiempo para dormir. Ahora entendía por qué Kanon lo abandonó.


Sus ojos pasearon por su apartamento, vivía en un lugar cómodo, perfectamente acomodado y limpio; no era un maniático de la limpieza pero eso no quería decir que le gustara vivir en la suciedad y el desorden.


Tomó con más fuerza la taza de té entre sus manos y la llevó a su boca, degustó el sabor fuerte del líquido y suspiró, el té verde le encantaba casi tanto como la caballa, pero sí de gustos hablaba debía admitir que Makoto le estaba gustando casi tanto como el pescado. Un sonrojo se instaló en sus mejillas al recordar al castaño, su sonrisa le encantaba y sus ojos eran un bosque en el que podría perderse. Lástima que el mayor era heterosexual. Tenía la mala suerte de siempre enamorarse de un heterosexual y por el único homosexual que estaba enamorado de él simplemente no sentía atracción.


Palpó en la mesa de centro hasta alcanzar su celular. Lo abrió y miró detenidamente cada uno de los contactos que tenía agregado. Se arrepentía de no haberle pedido a Makoto su número de celular, aunque tampoco sabía si se atrevería a mandarle un mansaje o hacerle una llamada en caso de tenerlo. Lo devolvió a su sitio, justo frente a él, cuando el pequeño aparato azul sonó. Dudó un momento si tomarlo o no, hasta que finalmente se decidió a hacerlo. Al abrirlo, un número desconocido se marcaba en la pantalla, y sin estar muy seguro contestó, algo dentro de él le decía que tenía que contestar.


¿Haru-chan?


 


Dime, Nozomi– Contestó Makoto con una sonrisa, era demasiado extraño que su hijo le hablara al trabajo, así que disfrutaba cada vez que lo hacía.


– ¡Hola, papá! ¿A qué hora vendrás? Te tengo una sorpresa para la cena, así que tienes que ser puntual y llegar a las 8– Makoto escuchó claramente que la voz de su hijo era por demás feliz, así que asumió que era algo realmente bueno.


Una sonrisa se formó en su rostro – Está bien, si tú quieres que esté a esa hora ahí estaré– Escuchó la risa de Nozomi del otro lado de la bocina y sin pensarlo sonrió también, amaba la risa de su hijo.


– Bueno, papá, nos vemos a esa hora entonces. No llegues tarde– Nozomi escuchó que Makoto afirmaba que llegaría temprano y colgó.


Con una sonrisa buscó entre sus contactos un número que había guardado días atrás y marcó. Un timbrazo, dos y no contestaban; comenzaba a pensar que no contestarían por ser un número desconocido, pero justo al tercer timbrazo escuchó el claro sonido de que la llamada era contestada.


– ¿Haru-chan? – Habló antes que del otro lado hablaran.


¿Quién habla? – Escuchó del otro lado, el tono del moreno era el mismo con el que había hablado la vez que estuvo en su casa, suponía que siempre era así de serio.


– Soy Nozomi, Tachibana Nozomi– Un sonido de asentimiento por parte de Haru– Quería saber si tienes planes para esta noche.


Esperó un momento – No los tengo, ¿Por qué?


Nozomi sonrió pícaramente tras el teléfono – Quería invitarte a cenar– Del otro lado Haru frunció el ceño, ¿Un niño lo invitaba a cenar? – No, no quiero decir solos tú yo– Nozomi tenía las mejillas arreboladas, sabía lo mal que había sonado lo que había dicho momentos atrás, seguramente el mayor lo había malinterpretado – Mi papá estará con nosotros, es decir, sería una cena de… tres personas– El pequeño ya no sabía qué decir, estaba realmente avergonzado.


Haru lo pensó por un momento, aunque no entendía cómo era posible que el pequeño Tachibana tuviera su número de celular y más aún que él estuviera pendiente de éste. – Está bien, ¿A qué hora?


– A las 8 estaría bien. No te preocupes, ya tengo listo el menú, solo asegúrate de llegar a tiempo– Dijo el menor.


– Está bien– Dijo Haru antes de colgar.


Cuando la llamada terminó no pudo evitar volver a mirar su celular, definitivamente algo estaba cambiando. Un sonrisa surcó sus labios al tiempo en que pensaba qué postre preparar para levar a casa de los Tachibana, después de todo era de mala educación llegar con las manos vacías.


 


Nozomi acomodó todo perfectamente sobre la mesa que anteriormente había adornado. Había mandado a comprar comida con sus ahorros, todo sea por la felicidad de su papá, y la había acomodado sobre la vajilla que tenían en la casa. En el centro, un adorno de flores resaltaba y junto a este un arreglo de velas que encendería más tarde, cuando Haruka y su padre estuvieran a punto de tomar el vino que tenía en la nevera. ¿Por qué necesitarían velas? Pues porque habían anunciado que a esa hora, convenientemente, habría un corte de luz por reparaciones que tenían que hacer.


Cuando faltaban quince minutos para las ocho de la noche su padre anunció su llegada. Su primera expresión fue de asombro, jamás había visto que Nozomi organizara algo como aquello, cosa que solo podría ser o muy buena o muy mala, aunque sonara extremista, conocía a su hijo  sabía que si había hecho algo como eso significaba que algo traía entre manos.


– ¿Quién más cenará con nosotros? – Preguntó curioso al ver la mesa puesta con tres lugares.


– Y lo verás, papá– Dijo afinando los últimos detalles – Ya no debería tardar, le dije que llegara puntual– El sonido del timbre interrumpió la conversación. – ¡Ya llegó! – Gritó Nozomi antes de salir corriendo a abrir la puerta, no sin antes arreglarle el saco y la corbata a su papá, además de tratar de acomodar los rebeldes cabellos castaños con los dedos.


Makoto se quedó con la interrogación marcada en la cara, su hijo parecía que estaba a punto de tener una cita por lo nervioso que estaba.


‘Buenas noches, bienvenido. Pasa, te estamos esperando.


– Toma, traje esto para después de la cena– Makoto se sintió acalorado al escuchar la voz de Haru, un escalofrío le recorrió el cuerpo y entonces  fue él mismo quien acomodó su saco y su cabello antes de salir a recibir al invitado.


– Buenas noches, Haru – Saludó amablemente. El moreno le correspondió con un asentimiento de cabeza, mientras pasaba al interior de la casa guiado por el menor de los Tachibana.


– Mira papá, Haru-chan trajo el postre– Dijo emocionado el menor – Espero que sea de chocolate– Makoto sonrió, su hijo amaba el chocolate, y los postres de Haruka se habían convertido en el más exquisito de los manjares para el menor.


La cena transcurrió tranquila. Haru reconoció el sabor del guiso, era del restaurante para el que trabajaba, uno que casi no probaba, por lo que le pareció interesante. Durante la cena escuchó a Nozomi y Makoto hablar sobre cosas familiares, sintiéndose como parte de la pequeña familia Tachibana en ese momento. Después de degustar el plato fuerte, Nozomi se dirigió a la cocina y trajo el postre que el moreno había llevado, encontrándose con un artesal pay de manzana. A pesar de no ser de chocolate, Nozomi sintió como la saliva comenzaba a acumularse en su boca al ver las manzanas caramelizadas en la superficie del pay, sin dudarlo partió un pedazo grande y comenzó a comerlo. Makoto le siguió, tomando un pedazo no tan grande como el de su hijo y por último Haru, quien fue el que partió el pedazo más pequeño, ya estaba acostumbrado a comer postres. La cara de los Tachibana se iluminó, no cabía duda que el moreno tenía un don innato para cocinar, y aunque no habían probado otro tipo de comida, los postres se le daban sumamente bien.


Pasada la hora del postre, en la que Nozomi se comió casi medio pay él solo, y del té, un apagón los dejó a oscuras, con la tenue luz de la luna que entraba por la ventana como única fuente de iluminación. Makoto se sintió temeroso, pero no podía demostrarlo abiertamente, después de todo, era el mayor de los tres, por lo que debía poner el ejemplo, aunque Haru claramente sintió como el castaño temblaba ligeramente.


– Había olvidado que iba a haber un corto por parte de la compañía de luz– Dijo acompañado de un risa pícara que ninguno de los dos mayores notó. – Por suerte por aquí había unas velas– Rápidamente sacó las velas que anteriormente había preparado y las encendió.


Haru notó que Makoto estaba un poco pálido a causa del miedo y el castaño lo tranquilo que el moreno se encontraba.


‘Por cierto, papá. Compré un vino por si ambos querían tomar una copa antes de dormir – Antes de que su papá pudiera decir algo, el pequeño había traído ya la botella y un par de copas.


Haru no pudo evitar pensar que ese niño se parecía mucho a Nagisa y que esta escena le recordaba mucho a Nagisa sacando a Rei del parque de diversiones para dejarlo a solas con Makoto. Un sonrojo subió a su rostro cuando recordó la escena del parque de diversiones, agradeció que la luz de las velas fuera tan tenue y que el castaño no pudiera apreciar el arrebol de sus mejillas.


Después de traer el vino el chico se retiró a dormir alegando tener sueño y Makoto pensó que tendría hablar con su hijo sobre querer que la gente haga lo que él quisiera, no era bueno que con toda esa capacidad se volviera un manipulador, ni para él ni para nadie. Había notado ya todo lo que planeaba, lo notó desde que escuchó a Haru en la puerta.


– Etto…– Makoto no sabía qué decir o cómo comportarse, aquello había pasado de una cena familiar a una velada romántica tan rápido que admiraba las habilidades de planeación de su hijo. El aroma a vainilla comenzaba a inundar la habitación, sabía que no había velas aromáticas en su casa. Ahora no sabía si regañarlo por haber planeado na cena romántica disfrazada de velada familiar o felicitarlo, tenía un hijo muy listo.


‘Si no quieres vino no es necesario que lo tomes– Ofreció con una sonrisa – Lamento que esto terminara así.


¿Así? Pensó Haru. Había sido un giro muy extremo, pero debía aceptar que le agradaba la idea de tener, aunque sea, una velada así con el castaño. A pesar de todo tenía que agradecer al pequeño Tachibana por darle la oportunidad de convivir de esa manera con su padre, aunque prácticamente se lo estaba entregando en bandeja de plata.


– Si quiero– Dijo Haru sorprendiendo a Makoto, quien se apresuró a abrir el vino con un saca corchos y servir las dos copas.


Al principio el ambiente se tornó pesado, ambos sabían que sentían atracción por el otro, solo tenían que externarlo, pero ninguno de los dos se atrevían a romper aquella amistad que se estaba forjando.


– ¿Cómo fue que te invitó Nozomi a cenar, Haru? – Preguntó Makoto con una sonrisa para romper la tensión.


– Me llamó esta mañana– Makoto se sorprendió ¿Cómo era que su hijo tenía el número de Haru y él no?


– Ah– Respondió en tono nervioso – Lamento si causó molestias, es un niño bueno–Dijo con una sonrisa. Haru asintió.


– No hay problema, no me molesta. Me agrada Nozomi– Confesó y Makoto sonrió deslumbrante, era bueno saber que al moreno no le molestaba su pequeño.


Copa tras copa de vino la charla se fue haciendo más amena a pesar de que Haru no conversara mucho, Makoto se encargaba de hablar por ambos y había aprendido, en poco tiempo, a leer al moreno casi a la perfección, su risa alegraba la mirada de Haru y los sonrojos del menor la del castaño, todo era perfecto en ese momento, nada podría salir mal.


Ninguno notó que los minutos pasaban hasta que ya la media noche estaba cerca y las copas habían empezado a hacer efecto en su cerebro. Haru sentía que todo a su alrededor se arremolinaba lentamente, le costaba trabajo mantenerse erguido y podía sentir cierto calor en su cuerpo. Makoto, que tenía mejor resistencia al alcohol que Haru, se encontraba solo un poco pareado, lo suficiente como para notar que el menor ya no estaba sobrio.


– Debo irme– Dijo Haru de pronto sacando al castaño de la ensoñación. Cual Cenicienta, Haru quería irse antes de perder el encanto a media noche.


–  No puedo dejar que te vayas, Haru. Es media noche y es peligroso. – Se opuso el mayor.


– Yo…


– Vamos, ya has dormido aquí, no hay ningún problema. Además, todo esto lo causó mi hijo, debo hacerme responsable– Dijo con una sonrisa. Haru volteó el rostro, Makoto se había vuelto experto en avergonzarlo continuamente.


El menor asintió ante la invitación y se dirigió al sofá, donde durmió la última vez que estuvo ahí.


‘Creo que el sofá será muy frío esta noche, Haru– Dijo de pronto Makoto – Lo siento, pero no tengo un cuarto de huéspedes, pero puedes dormir en el mío si quieres–Le propuso con las mejillas arreboladas.


A Haru se le subió la sangre al rostro, ¿Makoto le proponía que durmiera con él? Sus ojos denotaban su sorpresa ante la propuesta del castaño, quien cayó en cuenta de lo que acababa de decirle al menor.


‘No… No lo digo de mala manera, Haru. Es solo que… Hará frío esta noche y… No me gustaría que tuvieras frío… ¡No hablo de que yo te calentaré o algo así! Yo… Solo digo porque en mi cuarto hay calefacción y… Bueno, el cobertor es más caliente que una sábana y… Puedes dormir en el sofá si quieres – Sus palabras salieron como un suspiro de su boca, las orejas rojas, sabía que había sonado bastante mal y no encontró forma de remediarlo. Al parecer su cerebro en este momento no razonaba correctamente y su corazón queriendo salir de su pecho no ayudaba en nada. Esto definitivamente no sería bueno para su salud.


– Está bien, tengo un poco de frío – Makoto abrió los ojos con sorpresa y sin quererlo la emoción se instaló en su pecho.


Guió a Haru hasta su habitación con las velas que su hijo había dejado para la cena. Cuando llegaron, le ofreció a Haru un pijama, pues sabía que era incómodo dormir en vaqueros, Haru aceptó y fue al baño para cambiarse mientras el mayor lo hacía en la habitación.


Cuando regresó, Makoto tuvo que controlarse para que Haru no notaba lo que provocaba en él, pues se le antojaba adorable al mayor: el pantalón a cuadros le quedaba por demás largo y la playera blanca era por lo menos una talla mayor que la del moreno. La mirada desviada le hizo entender a Makoto que Haru también sentía cierta incomodidad, aunque no estaba seguro de qué era lo que la provocaba.


– ¿De qué lado duermes?


– ¿Eh?


– Yo dormiré del lado contrario, ¿De qué lado duermes tú?


– Del izquierdo, pero puedes dormir en ese lado si gustas, por mí no hay problema.


– Yo duermo del derecho, no hay problema.


Cuando se encontraban en la cama, ambos estaban nerviosos por la cercanía del otro, se daban la espalda mutuamente, aunque podían sentir la contraria pegada a la suya. Parecía irónico que la cama matrimonial no fuese lo suficientemente grande como para dormir separados, inconscientemente buscaban el calor ajeno, querían sentir la respiración del otro como canción de cuna, aunque en ese momento ambas estuvieran alteradas.


Haru pensaba cuánto le agradaba la compañía de Makoto. Contrario a lo que sentía con Rin, cuando convivía con Makoto no estaba ese latir acelerado que le hacía sentirse ansioso, no estaban las insaciables ganas de gritar por la adrenalina que le provocaba su presencia, ni el sudor excesivo o la resequedad en la boca; sonrió pensando en que más que amor parecía que Rin le provocaba sentirse enfermo. Por el contrario, Makoto le traía una infinita paz, la sensación de poder lograr todo lo que se propusiera, de que todo estaba en el sitio correcto, en el lugar correcto y debía admitir que eso le gustaba.


El castaño también sentía que Haru era diferente a todo lo que había conocido, le gustaba estar con él. Era tiempo de ser sincero consigo mismo, Nozomi tenía razón, le gustaba Haruka, y eso no era malo, no podía considerarlo así, menos cuando él mismo le había dicho a su hijo que no importaba si le gustaba un hombre; el único inconveniente era que no sabía qué era lo que Haru pensaba.


Podría preguntarle, pero le parecía una idea absurda llegar y confesársele, ya había pasado bastante tiempo desde la última vez que había hecho algo así y no sabía si las costumbres seguían siendo las mismas o si por el hecho de ser ambos hombres eran diferentes las cosas.


Suspiró y giró sobre su lugar solo para encontrarse de frente con el rostro de Haru. No pudo evitar sonreír, se veía tan pacífico, sus ojos cerrados y la boca entre abierta, unos mechones de cabello negro cayendo por su frente, sus mejillas sonrojadas por el alcohol. No notó cuándo fue que dejó de sentir la espalda del moreno, pero agradecía que no notara la forma en lo estaba mirando en ese momento. Sin pensarlo, quitó los mechones de cabello para poder observarlo mejor, uno de sus dedos delineó los labios del moreno antojándoseles deliciosos.


Su ensimismamiento era tal que no notó cuando los orbes azules le miraban fijamente, Haru se sorprendió por la mirada que le dedicaba Makoto, era una mirada que no podía descifrar, una mezcla de tantos sentimientos. Instintivamente acarició la mejilla de Makoto, quien le miró inmediatamente.


El tiempo parecía detenido, las respiraciones de ambos se mezclaban y sus miradas parecían conectadas, ambos sabían lo que querían y sentían, eran conscientes de las sensaciones contrarias, sintiéndose totalmente vulnerables ante el otro.


– Makoto…– Esta vez fue el castaño quién comenzó con el contacto. Los labios de Haru eran más deliciosos de lo que recordaba.


El menor correspondió el beso, profundizándolo llevando sus manos al pecho de Makoto, quien aprovechó para acariciar la cintura del menor. Sentían que no podría haber momento más perfecto, el recorrido de sus manos por el cuerpo ajeno parecía un sueño del que no querían despertar jamás. Makoto notaba los perfectos músculos tonificados de Haru, mientras este no dejaba de asombrarse de la fuerza que sentía de los brazos del mayor, mucha para ser solo un oficinista.


En un abrir y cerrar de ojos, ambos rebosantes de excitación, se encontraron desnudos, totalmente expuestos ante el otro, hablando entre susurros, diciendo de tanto en tanto el nombre del hombre que recorría su cuerpo con tal devoción, que parecía ilusoria. A Makoto le excitaban de sobre manera los jadeos y gemidos de Haru, sentía que podría pasar una vida entera escuchándolos y en se momento la idea le encantó, tener a Haru todas las noches y días solo para él sería su meta.


Haru estaba notablemente nervioso, y su ansiedad creció cuando Makoto se posicionó sobre él. No era la primera vez que tenía sexo, sin embargo, era la primera vez que dejaría que otro fuera el activo; tuvo miedo de que Makoto le lastimase, miedo que se incrementó cuando notó las proporciones del pene del mayor. Sin embargo, Makoto no era del todo inexperto, había investigado sobre el sexo entre dos hombres para poder tener una conversación sobre eso con su hijo, así que con toda la paciencia del mundo llevó tres dedos a la boca de Haru para lubricarlos. Observó con lascivia la forma en que el menor lamía sus dedos, esa mirada azulina empañada en erotismo era demasiado para él, pero era consciente de que podría dañar al moreno si no hacía las cosas correctamente.


Se tomó su tiempo para dilatarlo, memorizando cada una de las expresiones del menor, y cuando finalmente estuvo dentro de él, sintiendo su calor, su estrechez, estuvo a punto de correrse ahí mismo, pero su autocontrol fue superior. Las embestidas comenzaron lentas, los jadeos que salían de la boca de Haru le hacían entender que estaba haciendo las cosas bien; poco a poco la velocidad aumentaba, sincronizándose con los gemidos del menor, quien se aferraba a su espalda dejando pequeños aruñones en ella.


Pudieron probar un pedacito del paraíso cuando terminaron, la sincronización fue tal que parecía estar todo premeditado. Los espasmos en el cuerpo contrario era una pequeña tortura tan placentera que querían seguir sintiéndola eternamente.


Cuando Haru pudo recuperar el aliento, lo primero que encontró al abrir los ojos fueron los hermosos bosques de Makoto mirándole. El castaño, sin impedimento alguno, unió sus labios nuevamente, en un beso lento, tierno, cargado de todos los sentimientos que en ese momento le embriagaban y que no sabía expresar de otra forma.


Cuando bajó de a su posición anterior en la cama, atrajo el cuerpo del menor contra su pecho y le abrazó protectoramente. No había palabras que pronunciar en ese momento, el contacto de la piel ajena era suficiente para saber que lo que acababa de pasar era lo que ambos necesitaban. Ninguno se había sentido tan completo como en ese momento. Haru acurrucado sobre el pecho de Makoto se sentía el hombre más feliz del mundo, en ese lugar nada ni nadie podría dañarlo, y el mayor por su parte, se sentía haber encontrado aquello que le faltó a su vida durante mucho tiempo, alguien con quién poder compartirla.

Notas finales:

Hola


Lamento la demora, de verdad. Pero, siendo sincera, había perdidola inspiración para continuarla aunque sabía qué era lo que seguía de la historia, espero que aún estén interesadas en leer.


Gracias por leer.


Espero leernos pronto


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