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PLACERES LIGEROS por NYUSATSU NO AI

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Notas del capitulo:

Relata Eren.

– ¿Qué ha sido todo eso? – Me preguntó Meghan en cuanto estuve a su lado.

– Ni idea…

– ¿Ha sido un mal día?

– El mal día apenas empieza… – Le respondí con frialdad. – Debo ir al trabajo ahora…

Meghan ya no me pregunto nada más, él sabía lo que significaba lo que dije, un mensaje me había llegado en la última clase, tenía trabajo acumulado del fin de semana, gente a la que no podía rechazar porque eran los que mejor pagaban.

– ¡Lo lamento! – Le escuche decir.

– Trenza mi cabello, no quiero que se ensucie. – Y aunque se lo pedía de favor, no pude evitar que aquello sonora como una orden.

Meghan asintió y no dijimos nada más, al llegar ya todo estaba listo y el primero de mis clientes llegaría en veinte minutos. Tal y como prometió, Meghan me ayudo a trenzar mis cabellos y también a cambiarme, estuve listo en la mitad del tiempo que tenía.

– Necesito un trago… – Sabía que a mi hermano no le gustaba que tomara, pero el dolor en mi pecho me estaba haciendo sufrir, necesitaba valor para entrar a esa habitación, necesitaba coraje para acostarme con ese hombre que me doblaba la edad.

– ¿Ha sucedido algo con Christopher?

– No menciones su nombre en este lugar, podrías ensuciarlo. – Iba a servirme de nuevo cuando mi asiste entró informando que el cliente me esperaba en la habitación. – Uno menos… – Agregue mientras rellenaba mi vaso y tomaba de un solo trago el contenido.

Sentí el licor quemarme mientras bajaba por mi garganta.  Tal y como en su momento lo había dicho, no soy bueno bebiendo y lo evito en la medida de lo posible, pero en este momento y aunque solo habían sido dos tragos de ese amargo wiski que tanto le gustaba a Meghan, ya comenzaba a sentir mi cuerpo entumirse.

Eric se colocó a mi lado izquierdo tal y como de costumbre. Pese a ser menor que yo, él decía sentirse con la responsabilidad de cuidar de mí. – No te preocupes Eren, no dejaré que nadie de ellos te lastimé, estaré detrás de esa puerta esperando por tí… yo protegeré tu corazón. – Esas eran las palabras que tenía para mí, cada día. Y en cierta forma se habían vuelto una plegaría para mí, una promesa en la que podía poner mi fe.

– Cuídate… – Susurro Meghan detrás de nosotros.

– ¡Siempre! – Fue la respuesta que obtuvo de mí.

Con la amabilidad a la que me había acostumbrado mi asistente me abrió la puerta para que pudiera salir de la habitación, y en cuanto estuvimos fuera tomo mi mano – Sujétate de mí. – Me pidió e hice lo que dijo, me sujete de su brazo y recorrimos ese largo pasillo. Las otras habitaciones ya estaban ocupadas, a pesar de que aún era temprano, el sonido de gemidos y una que otra palabra obscena nos acompañó durante el recorrido. La habitación que ocupaba para los encuentros, estaba apartada, al igual que la de Meghan y los demás que como nosotros,  formaban parte de un grupo especial de escort de Mc, Kim.

– Pagó por cuarenta minutos… – Eric dijo aquellas palabras con pesar. – Es el único, los demás son de veinte minutos. Ha dejado obsequios para ti y un porcentaje extra. – Explico mientras nos deteníamos frente a mi puerta, la música adentro se escuchaba a volumen bajo.

– Entonces es bueno, no deberías decirlo de esa manera. – Agregué. – El solo hecho de lo que implica elegirme es bueno para nosotros, ¿no?

– Soy yo quien debería animarte a ti. – Se reprochó. –   Te ves perfecto. Entra y hazlo volverse loco.

Suspire mientras tomaba la perilla de la puerta y girándola lentamente escuche el seguro correrse mientras la puerta se abría. Él estaba ahí, frente a la ventana con las cortinas corridas, había pedido champagne y algunas frutillas. Cerré la puerta y me recargué sobre la misma mientras lo observaba. Había pasado poco más de dos semanas desde la última vez que estuvimos juntos y habían empezado a olvidar que pese a ser mucho mayor que yo, aún conservaba cierto encanto, era un hombre maduro y atractivo, amable y sobre todo, era un caballero muy complaciente.

– Realmente estás aquí… – Agregó cuando noto mi presencia. Inmediatamente se puso en pie y sirvió en una copa parte del contenido de la botella. – Bebe conmigo, hoy es un día especial y quiero festejarlo contigo. – Me ofreció la copa y camine lentamente hacia él.

– ¿Qué ha sucedido? – Le cuestioné realmente interesado al verlo tan contento. Me hizo señas de que me sentará frente a él y me ofreció las frutillas.

– Un negocio importante… – Declaró mientras bebía de su copa. – Ochenta y seis millones de dólares, es la inversión más grande que se a logrado en los últimos cuatro años de un mismo inversionista. He ganado un buen porcentaje y estoy muy feliz.

– Es increíble, usted siempre ha tenido buen tacto para hacer cierres importantes, y sin embargo, no dudo que este sea el mejor de todos los que ha cerrado, pero deseo que no sea el único. Cuando logre uno de cien millones, quiero ser de los primeros en enterrarme. Entonces le felicitare como es debido y le obsequiaré un presente.

– Eres alguién difícil de sorprender… – Agrego mientras sonreía. –  y sin embargo, te lo agradezco. He sido felicitado por muchas personas, y la mayoría considero esto como el más grande y único de mis logros. Un golpe de suerte por mi futura jubilación. En cambio tú, me obligas a lograr algo todavía mejor. – El hombre se quedó pensativo un momento, sabía lo que venía y antes de que hablara de más comencé a prepararme, fue entonces que lo escuche decirlo. –  Tendré que ir a París por tres semanas, es debido a este negocio… Ven conmigo, no tendrás que preocuparte por nada. Realmente me gustaría tenerte a mi lado cada segundo de mi vida.

– Eso tal vez no sea posible, pero aún nos quedan poco más de treinta y cinco minutos. – Le  con amabilidad. – Que tal si empezamos con eso… – Bebí de golpe el contenido de mi copa y camine hasta colocarme frente a él, mientras desabrochaba mi camisa.

El coloco sus manos sobre mi cintura y me observaba mientras me desvestía. Con delicadeza me ayudo a sentarme sobre sus piernas y comenzó a besarme el cuello, sus labios eran expertos no fue difícil dejarme llevar, aun cuando me sentía incómodo con sus manos recorriéndome con tanta voracidad.

– Eres un hombre realmente hermoso. – Le sonreí complacido. Era notorio que venía necesitado, lo cual significaba que no sería difícil terminar el trabajo, solo era cosa de seducirlo lo suficiente, una entrada limpia y obtendría una corrida fuerte. Inmediatamente comencé a frotarme sobre él,  y no tarde en escucharlo gemir.  – Te deseo, extrañaba hacer el amor contigo.

Odiaba cuando comenzaban a hablar de más, para distraerlo me quite la camiseta y deje mi pecho descubierto, el volvió a atacar mi cuello y poco a poco me fue recostando sobre el mullido sillón, lo sentí descender hasta mi pecho y atrapó uno de mis pezones, contrario a lo que la mayoría creía, me causaba repulsión que hicieran eso, sin embargo, conocía lo que implicaba mi trabajo, los falsos gemidos no se hicieron esperar, mordía mis labios y gemía para él como si realmente me sintiera en la gloria, fingir me salía bien, una de sus manos se coló por entre mis pantalones y comenzó a acariciar mi hombría mientras alternamente succionaba y lambía mis pezones.

– ¡Ah sí! – Le dije mientras mis manos buscaban cómo termínar de desabrochar su camisa. – Mmmm, si, así…

– ¿Te gusta? – Me pregunto lleno de lujuria.

– ¡Me encanta! – Respondí con voz ronca cuando sus labios abandonaron mis pezones y acariciarón mi sexo. Había cosas a las que era imposible no responder, aun cuando mi mente me acusaba por dejarme tocar por ese hombre, mi cuerpo comenzó a despertar con esas caricias. – Me vuelves loco, sigue así…

El continúo besando y engullendo por completo mi sexo, a tal punto que en algún momento realmente estaba  disfrutando del placer que me daba, olvida quien era el, olvidaba mis prejuicios y hasta mi propio nombre y solo estaban esas oleadas de placer y mi cuerpo siendo atendido, haciéndome estremecer, gemir de verdad, sentir de verdad. El final se acercaba, él lo hacía realmente bien que en menos de lo que esperaba termine en su boca. 

Sonrió complacido mientras me miraba, mi respiración aún era irregular, por no decir que me sentía realmente sofocado. Término de desvestirme al tiempo que prácticamente me alzaba para llevarme a la cama, quise detenerlo pero me sentía mareado. Me recostó con suavidad y se desvistió frente a mí, para después colocarse sobre mí. No podía quejarme era demasiado cuidadoso conmigo, beso mi rostro y fue descendiendo lentamente por mi cuello, mi pecho, mi vientre bajo, sus manos se perdieron entre mis piernas y cuando menos me lo esperaba y en un movimiento demasiado rápido me coloco boca abajo y beso todo mi espalda.

Hubo un momento crucial en el que dejó de ser él y en mi mente era Christopher quien me tocaba, todo era mucho mejor, podía sentir mi cuerpo temblar bajo ese cuerpo perfecto y tibio, sus grandes manos acariciaron todo de mí y sentía mis propias manos  aferrarse a las sabanas con fuerza, ya no me preocupaba callar esos gemidos que exigían salir. Todo era perfecto, pero aquel sonido imperceptible para mis amantes pero que sonaba fuerte y claro para mí me hicieron regresar a la realidad, una realidad en la que Christopher no estaba, búsque con la mirada aquella luz roja que comenzó a titilar detrás de la lámpara  que descansaba sobre el esquinero, era el aviso, quedaban diez minutos. Era momento de tomar control de la situación, con delicadeza luche por invertir los papeles.

– Déjame continuar, voy a hacerte sentir mucho mejor… – Suplico mientras volvía a colocárme debajo suyo.

– ¡No! – La respuesta fue clara y el tono no le dejó duda que no se lo permitiría. – Conoces las reglas…

Con brusquedad lo empuje logrando alejarlo y  subí sobre él, lo mire con molestia y el en respuesta me sonrió con delicadeza.

– ¿Qué puedo hacer? – Agrego mientras se encogía de hombros. – Aun no pierdo la esperanza de que algún día me dejes poseerte.

– Cállate y separa las piernas… – Le ordené.

Ahí se reinició el juego, él se revolvía debajo mío, mientras sus manos nuevamente me recorrían, mi mirada recorrió ese cuerpo desnudo, era mayor, pero cada cosa estaba en su lugar, era sexy y esa mirada lujuriosa me resultaba divertida.

– ¡Pídemelo! – Le ordené.

– Ha- hazme el amor. – Habló con dificultad.

– ¿Hacerte el amor? – Me burlé – Yo voy a hacerte la cogida de tu vida.

Y sin más, me acomode entre sus piernas y entre de un solo golpe, disfrute escucharlo quejarse y ese gesto de dolor en su rostro. Sus manos se aferraron a las sabanas y apretó con fuerza los ojos. No le dí tiempo a que se acostumbrara y comencé a moverme.

– ¡Espera! – Suplico, mientras me sujetaba de los brazos. – Hazlo despacio… eres el único al que dejo que me haga esto, me duele.

– Dado a que hoy es un día especial, haré algo extra por ti… –  La alarma había vuelto a sonar y la luz cambóo a un tono amarillo, quedaban cinco minutos, sin más tomé su miembro entre mis manos y comencé a darle placer mientras continuaba entrando y saliendo de él, sin la mínima de las contemplaciones.

Su mundo no tardó en volverse rosa, sus gestos y lo relajado que dejó su cuerpo lo delataban, dejé de masturbarlo y me concentre en mi trabajo, entraba y salía de él con fuerza y sonríe al escucharlo decir incoherencias, se mordía los labios y se removía con brusquedad sobre la cama. Pronto los gemidos fueron sustituidos por gritos, lo sentí estremecerse y sus paredes aprisionaron mi sexo de tal forma que yo mismo sentí cerca mi final, jale una de las sabanas y la coloque sobre él para evitar que me ensuciará, un par de estocadas más y se vino con fuerza. El grito y la pesadez con la que se dejó caer después de arquear la espalda de esa manera me hicieron saber que el señor había quedado satisfecho.

Mi trabajo estaba hecho, salí de él y me aparte, había pasado en otras tantas ocasiones, ellos llegaban al final y yo no. Ya me había acostumbrado al dolor, y agradecí que a él le estuviera costando controlar su respiración, ha si no se daría cuenta. Mi vista se clavó en la luz y sonreí al verla cambiar a verde. Lo más difícil había pasado.

– ¿Estas bien? – Le pregunté aun dándole la espalda.

– Estoy más que bien, gracias a ti. – Sonreí ante su comentario, tomé una de las batas y me cubrí con ella.

– Suerte en París… – Le respondí mientras caminaba hacia la puerta.

– Dae-Hyung, espera… – Lo miré ponerse en pie y buscó algo entre su saco. – Hay algo que quiero darte. – Saco una caja pequeña y me la extendió.

– Lo sabes, no acepto nada en la habitación, si hay algo que quieras dejarme, se lo das a mi asistente…

– Lo sé, pero esto es distinto. – Agrego mientras se acercaba.

– ¡No hago excepciones! – Respondí con frialdad,  mientras le daba la espalda con la intención de salir.

– Lo elegí especialmente para ti, no lo tomes a mal, lo hago con todo respeto, por favor, acéptalo…

Estábamos en esto cuando unos toquidos se escucharon desde afuera, hice gesto de abrirla y él volvió a insistir, sujeto mi mano mientras me decía que esperara, Eric abrió desde afuera y al ver  que me sujetaba se colocó entre nosotros, obligándole a soltarme.

– Señor… el tiempo se ha terminado. – Le habló con amabilidad mientras me cubría con su cuerpo sin soltarme de la mano.

– Tómalo, por favor. – Insistió. Eric me miró y asintió.

– ¡Gracias! – Agregue, mientras lo tomaba.

– Gracias a ti…

Eric me sujetó por la cintura y me llevó hasta la puerta, intente mirar atrás, pero me lo impidió. Me quito la caja entre las manos y me arrastró hasta el camerino.

– ¿Tu cuerpo está bien?

– ¡sí!

– Tu baño está listo. – Me llevó hasta el pequeño baño y dándome la espalda me quito la bata y me ayudó a entrar a la tina.

– Creo que puedes ver si quieres, no hay nada fuera de la común. – Él sonrió con amabilidad.

– Todo en ti es fuera de lo común, todo en ti es hermoso… Ahora descansa un momento, voy a despedirlo y a arreglar todo.

Asentí y lo miré irse, agradecía contar con alguien como él  en estos momentos, su amabilidad lejos de molestarme, me hacía bien, me hacía sentir seguro.

 

 

Notas finales:

Gracias a los que me leen!!

Quejas y sugerencias, serán leidas con gusto.


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