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PLACERES LIGEROS por NYUSATSU NO AI

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Notas del capitulo:

¿Alguna vez has visto un atardecer en el mar? Pues la misma belleza, la misma paz, solo que en sus labios.

 


Miercoles en la tarde.


– Francamente no esperaba recibir tu llamada… – Agregué un tanto incómodo. – ¿Necesitas algo?


– ¿Debo necesitar algo para poder llamarte?


– ¡No! – Aseguré de inmediato. – Pero solo llamas cuando necesitas algo...


– El que tengas tan mala opinión de mí, ¿Ha sido culpa mía?


 – ¿Qué pregunta es esa?


– ¡Responde! – Me ordenó con seriedad. Casi podía imaginar su rostro molesto e impaciente detrás del teléfono.


– No, por supuesto que no, solo han sido suposiciones mías. – Siempre era mejor darle por su lado, Dante no soportaba la realidad cruda y sin condimentos.


– ¿Desde cuándo te volviste tan insoportable?


– ¿Llamaste para insultarme? Debes de estar muy aburrido...– Contesté fingidamente molesto.


– ¡No! Yo…


Aguardé por lo que fuera que quisiera decir o pedirme, Dante no llamaba, a menos, que realmente necesitara algo que no pudiera pedirle a nadie más. Pese a que pasábamos la mayor parte del tiempo en compañía del otro,  nuestra relación ya no era buena.


– ¿Podemos vernos? – Agregó después de un largo silencio.


– Déjame cambiar a video llamada...


– ¡No! –  Negó de inmediato. – En persona. – Su petición y el tono inseguro con el que hablo me tomo por sorpresa.


– ¿Ahora? – Le pregunté tratando de seguir el hilo de la conversación.


– ¡No, qué te parece si la agendamos para dentro de tres meses! – Odiaba que fuera tan sarcástico y petulante, pero yo tenía la culpa por contestarle. – ¿Qué pregunta es esa? Claro que ahora.


– ¿En dónde? – Me limité a contestar.


– ¿Por qué me hablas de esa manera? Si no quieres verme solo debes decirlo y se acabó.


– No te estoy hablando de ninguna manera en especial Dante, ahora, vas a decirme a donde nos veremos, ¿sí o no? – Realmente era insoportable, tenía la habilidad de hacerme perder la calma.


– Estoy afuera de tu casa…


– ¿Hablas enserio? – Ya me había hecho muchas bromas sobre esto, necesitaba confirmar.


– No, estoy jugando Steven, en realidad estoy acostado en mi cama. Calientito entre mis sabanas y no muriéndome de frio en la húmeda entrada de tu casa, mientras te miro y escucho hacer preguntas estúpidas desde la ventana del recibidor.


Mire por la ventana y en efecto, Dante estaba ahí, completamente envuelto en su abrigo. Y con la cara roja, odiaba el frio casi tanto como al futbol, era gracioso verlo así.


– Si ya estabas ahí, porque no solo entraste en vez de llamar. – Le regañé, él era muy enfermizo y estar ahí expuesto a tanta humedad, seguro le afectaría y el equipo completo de básquet me culparía de que su capitancito tuviera gripe. – Conoces el camino, entra de una vez.


– ¡Ven a abrirme la puerta! – Me exigió. – No seas grosero.


– No te invite a venir, así que no tengo porque ser amable contigo.


– ¡Te odio! – Me gritó impaciente.


– Y yo a ti…


– ¡Ven a abrir! – Exigió.


Seguro estaba que no se movería hasta que fuera a abrirle, así que sin muchos ánimos colgué y me dirigí a la entrada. Daba pequeños brinquitos mientras guardaba sus manos en sus bolsillos. En cuanto abrí, entro corriendo hasta la entrada de la casa, no había notado que llovía muy ligeramente, pero Dante  ya estaba algo empapado.


– Si enfermo será tu culpa… – Sentenció.


– Creí que viniste aquí por tus propios asuntos. – Le rebatí, mientras me quitaba mi abrigo y se lo ponía encima. – ¿No pudiste venir hasta que hubiera mejor clima? – Sus manos estaban heladas y su abrigo algo húmedo por la lluvia. – Quítate eso, y ponte el mío, voy a traerte algo caliente de tomar.


– ¿Puedo pasar? – Preguntó como si fuera la primera vez que estaba aquí.


– No, quédate en la puerta, acabo de limpiar el piso… – Le contesté mientras reía, solo a él se le ocurría hacer ese tipo de preguntas. 


– ¡Imbécil!


– ¡Tonto! – Le rebatí mientras me dirigía a la cocina. Serví un poco de té caliente y se lo lleve hasta la sala, junto con una manta que deje sobre sus hombros, mientras él tomaba él te. – ¿Y bien?


– ¿Quién es él? – Me cuestionó tajante mientras señalaba hacia la cocina.


– Un amigo.


– Yo soy tu amigo, Steven. – Me corrigió – ¿Quién es él y por qué esta paseándose tan frescamente por tu casa?


 – Creí que viniste aquí por tus propios problemas… – Agregó Alan mientras se acercaba hasta nosotros y me entregaba un bote pequeño de ungüento. Inmediatamente Dante se levantó dispuesto a iniciar una pelea.


– Ni siquiera lo pienses, mis padres están descansando arriba. – Le detuve de manera amenazante.


– ¿Necesitas algo más Steve?


– ¡No, Alan!  Gracias.


– ¿Steve? ¿Es la manera cariñosa en la que te llama tu “amigo”?


– No empieces Dante, Alan es alguien genial. – Le regañé. – Dame tus manos, debes entrar en calor antes de que empieces a resfriarte. – Él accedió y comencé a frotar sus manos con el ungüento. Me arrodille a su lado  para quitarle los zapatos y frotar sus pies, no opuso resistencia, lo que me recordó que cuando éramos niños me dejaba que limpiara y curara sus heridas. Ni siquiera a su madre o a sus nanas se lo permitía. Porque eso sí, mi familia y yo no vivíamos mal, pero Dante venia de una familia acaudalada, su situación era muy distinta a la mía, aun así, en su momento fuimos muy unidos. Habían pasado tantos años y me parecía increíble que mi amor por él seguía creciendo con el paso de los días, a pesar de que nuestra relación ya no fuera buena.


– Conozco una manera más eficaz de entrar en calor… – Sugirió insinuante. – Vamos arriba y te mostraré. – Se reía y ni él mismo creía que estuviera diciendo semejantes cosas. Le miré con toda la molestia de la que fui capaz y él en respuesta me miro con seriedad. – Hay algo de lo que quiero hablar…


– Te escucho “Dann”…


– Hacia mucho que no me llamabas así…


– Lo siento, olvide que ya no te gustaba. – Me disculpé de inmediato mientras lo cubría bien con la manta. – ¿De qué quieres hablar?


– Vamos a tu habitación… – Sugirió. Lo mire con duda y el volvió a sonreír. – No se trata de eso, si ya te arrepentiste debes de saber que perdiste tu oportunidad. Y te aclaro que yo nunca dije que no me gustara que me llamaras de esa manera. – Agregó de manera solemne.


– Esta sucia… – Agregué de inmediato, mientras lo miraba con fastidio. Ya era demasiado tormentoso para mí tenerlo que ver todos los días en la escuela, como para que también invadiera el único lugar donde me sentía tranquilo sin su presencia. Pero pese a lo que dije y que esperaba que lo detuviera, porque él odiaba la suciedad, no sé, supongo que es cosa de millonarios. Ya iba subiendo la escalera, claro que conocía el camino. – En verdad, está muy sucia. – No se detuvo y terminé siguiéndolo, mientras Alan me recriminaba con la mirada.  Sabia de lo que sentía por Dante y no lo aprobaba.


– ¿Desde cuándo te volviste tan mentiroso? – Me cuestionó en cuanto entre a la habitación. Él ya se había acomodado entre las sabanas de la cama de mi pulcra habitación. No era millonario pero me gusta tener todo en orden. – Ven aquí. – Agregó mientras me hacía un espacio a la orilla  para que me sentara. Ya no le discutí nada y lo cobijé bien mientras me sentaba a su lado. – No me gusta que te lleves tanto con Alan. – Agregó bajito, pero no por eso dejó de sonar como un reproche. – Él te mira como si fueras comestible.


– Es reciproco – Aseguré – él ya me prohibió tu amistad, pero tampoco le hecho caso. ¿Ahora vas a decirme a que has venido? – Una de sus manos acaricio mi cabello, gesto que ya casi nunca tenía para mí. Retire su mano y  él en respuesta las entrelazo, entonces volví a recodar cuando éramos niños, en ese tiempo, a donde quiera que fuéramos me llevaba de la mano, pero ahora, ni pensar que haría algo así.


– ¡Lo lamento! – Agregó mientras descansaba nuestras aun entrelazadas manos, sobre mi pierna. – ¡Lo lamento, en verdad!


– ¿Que lamentas? – Le pregunté sin mirarlo, mi completa atención estaba sobre la imagen de nuestras manos unidas, no sé por qué, pero creía que nos veíamos bien juntos.


– Es sobre lo que dije en la mañana. – Por instinto rompí el agarre y me levante mientras intentaba alejarme, es como cuando sabes que si no te alejas de las llamas podrías quemarte. Pero Dante no me soltó, al contrario, me obligó a sentarme de nuevo.


– No es necesario hablar de eso, es más, solo olvidémoslo. – La negación de mi parte pareció tomarle por sorpresa. – Te aseguró que está bien, no hagamos esto, no quiero.


– Pero…


– No, en verdad, solo no hablemos de esto, ya lo olvide, haz tu lo mismo. – Le interrumpí – Te aseguro que lo entiendo y estoy bien con eso.


– Aunque no me creas, estoy arrepentido. No debí hablarte de esa manera delante de todos ellos. Estaba muy enojado y… Sé que no he sido una buena persona contigo.


– ¡Basta! – Le interrumpí. No queria ni necesitaba su lastima. – No quiero hablar sobre eso, sobre nada en realidad.


– Debes escucharme, es importante. – Exigió –  El hecho de ya no sonrías cuando estas a mi lado, el que esquivez mis miradas,  me ha hecho entenderlo y no quiero continuar con la sensación de no tener las cosas claras entre nosotros. Quiero que volvamos a unirnos y ser uno, como cuando éramos pequeños ¿lo recuerdas? – Su mirada inquisidora sobre mí y sus manos alrededor de mi rostro, me hacía sentir incómodo y es que es imposible ser fuerte ante la persona que es tu debilidad. – Lo nuestro, lo que nos une es mucho más fuerte que una simple amistad. Somos mejores amigos ¿no?


Mejores amigos era algo más deseable que simples amigos, o al menos, eso quise creer. Ninguno de los dos títulos me gustaba para tenerlo con él, pero, para ser sincero, comprendía a lo que Dante se refería, alguien como él no podía darse el lujo de llamar amigo a cualquiera, el que hiciera la distinción de "mejor" amigo, debía ser suficiente como para sentirme especial, aunque no me sintiera de esa manera. Desde que era pequeño había decidido creer que aunque la vida nos lleva por los senderos que ella elija, el destino me había traído hasta Dante sin que yo siquiera le buscara, y aun así, se me había permitido conocerlo. Y desde que vi por primera vez esa melena despeinada y esa cara de idiota, le había dado mi corazón y sus intrusiones en una nota de papel. Había querido pertenecerle desde siempre, desde entonces.


– Me siento muy mal, tú eres importante para mí, lo digo en serio. – Agregó con seriedad. – ¡Mírame! – Ordenó. Intente volver a huir pero volvió a sujetarme de los brazos, forcejeamos y terminé cayendo sobre la cama, con él sobre mí. Sus manos tenían atrapadas las mías a mis costados, impidiendo que pudiera moverme. – Después de que dije todas esas estupideces…


– ¡No quiero escucharlo!


– Te busque, recorrí toda la universidad. Estaba tan asustado de no encontrarte, intente llamar pero no me contestabas.


– Ya basta, quítate de encima. – Declaré molesto, mientras lo empujaba con fuerza. – No quiero saberlo, no me importa, tu siempre has sido así, solo déjame en paz.


Más tardé en empujarlo que lo que a él le llevo volverme a poner debajo. Me rendí, sabía de antemano que no lograría nada. Cerré con fuerza mis ojos y los cubrí con mi brazo, no lloraría, esta vez, no le dejaría ver lo mucho que me había lastimado.


– ¡Escúchame atentamente! – Ordenó – Sé que nada me justifica, y que no es justo que te someta a mi mal humor. A ti menos que a nadie. Has cuidado de mi todos estos años, me procuras y casi siempre eres amable y yo… No he sido bueno contigo. Sé que no te merezco pero tampoco sabría cómo continuar sin ti. Eres como de mi familia, él hermano que siempre quise tener.


Primero su amigo, después mejor amigo, ahora era su hermano, mañana seria su padre. Pero jamás la persona a quien él amaría. Eso ya se había encargado de  dejármelo muy en claro. Era un hombre en toda la extensión de la palabra, aún si a su edad, todavía no ataba bien sus agujetas.


– Preferiría que si estas molesto conmigo, me lo digas. Hazme berrinches o golpéame, no meteré las manos para defenderme. – Dijo como si fuera la gran idea, como si yo en algún momento fuera capaz de lastimarlo de alguna manera. – Pero por favor, no actúes como si nada hubiera pasado, no seas tan condescendiente. Porque sé que no es así, que todo te lo estas guardando, no quiero que te hagas pedazos por mantenerme entero. – Retiro mi brazo de mi rostro y dejo un beso en mi frente. Algo así desarmaría a cualquiera, funcionó conmigo, lo comprendí cuando a pesar de que mantenía mis ojos cerrados con fuerza, sentí mis lágrimas bajar. Para inmediatamente ser recogidas por él. – Te he hecho tanto daño…


Sus brazos sujetándome con tanta fuerza, como si quisiera fundirme en él, resultarón reconfortantes para mí. Yo le amaba, y a estas alturas, pertenecerle era lo único que deseaba. Mis brazos se cruzaron por su cuello y correspondí el abrazo, sentirlo tan cerca era grato, el aroma de su fragancia me resulto embriagante y descaradamente guarde mi rostro entre su cuello. Aspire ese aroma a mis anchas, y él en respuesta se tensó.


– Me haces cosquillas… – Se quejó. Pero yo sabía que no se trataba de eso, esto era de su manera amable de apartarme. Deshice el agarre y él limpio lo que quedaba de mis lágrimas, mientras me sonreía. – Estamos bien… ¿cierto?


– Nunca hemos dejado de estarlo… Somos amigos, después de todo. – Le aseguré con desganó mientras me levantaba de la cama. Después de ese rechazo estar cerca de él era incómodo. – Amigos…     


– ¿Estas bien?


– ¡Lo estoy! – Aseguré – Más que bien.


– ¡Dilo! – Me pidió un tanto avergonzado.


– ¿Qué cosa?


– Lo que cuando éramos niños no dejabas de decirme… No pasaba un solo día sin que me lo hicieras saber. – Sonreía y me miraba de manera coqueta, todo esto era tan vergonzoso. –  ¿Aún es así? – insistió. Desvié la mirada de él, porque no quería decirlo. – ¿Acaso ahora todos tus “te quiero” le pertenecen a Alan? – Reprochó. Reí con ganas, en el fondo sabía que entre Alan y yo solo había una buena amistad y prueba de ello era que le había dejado para atenderlo a él. – El orgullo no puede más en mí que tú, si debo volverme a ganar el que me digas esas cosas lo hare. Si hay algo que quiero, eres tú.  Mataría por ti, puedo demostrarlo. – Aseguró – Podría desaparecer a Alan… – La idea de lo que decia le agradaba y no hacia el más minimo esfuerzo por ocultarlo.


– ¡Te quiero Dante! – Aseguré de inmediato. – Y no hay nada que tú debas demostrarme, así que espero que  no hagas nada estúpido.


– ¡Dilo de nuevo! – Agregó de forma juguetona.


– No hagas nada estúpido… – Le contesté como no sabiendo a que se refería exactamente.


– ¡No, tonto! – Me corrigió. – Di que me quieres, que me quieres mucho…


Lo mire un largo rato, y él seguía sonriéndome a la espera de escuchar lo que quería. A veces, complacerlo era muy fácil, bastaba con decirle cosas simples, pero la mayor parte del tiempo, él no comprendía ni quería escuchar de sentimientos. Era en esos momentos en los que amarlo, resultaba muy doloroso.


– ¡Te quiero! ¡Te quiero mucho! – Aseguré. – Te he querido desde siempre y aun cuando despiertes estaré aquí, queriéndote. Ahora descansa… ya que pareces estar cómodo en mi cama, intenta dormir un poco.

Notas finales:

Saludos a todos mis hermosos lectores, antes que nada. Feliz Navidad y mis mejores deseos para este año que nos sobreviene, despidamos el 2015 con la mejor actitud y recordemos que el 2016 nos trerá 365 oportunidades.

Sobre la historia, he tenido mucho trabajo, pero mucho en realidad, aun así aqui les dejo la actualización, espero poder dejarles un capitulo por día,o cada segundo día. Dudas, aclaraciones o sugerencias, dejenme reviwes. Saludos y besos!!

Ah y que tal les parecio nuestra nueva parejita.


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