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Engaño y salvación. por Maby de Sagitario

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Notas del capitulo:

Espero que se encuentren bien.

Les traigo un nuevo capítulo n.n

—estoy nervioso, Camus.

El mencionado murmuró un " yo también" mientras caminaban por un estrecho pasillo de un modesto y pequeño orfanato. Quién los guiaba, una joven mujer de cabellera rubia se volteó y les sonrió comprensiva.

—¿primera vez que van a adoptar?

—es-este sí.

—comprendo.

Siguió caminando hasta detenerse frente a una gran puerta la cual fue abierta mostrando varios niños pequeños algunos oscilaban entre los dos y seis años que jugaban alegremente.
La mujer se hizo a un lado dándoles acceso, Camus sintió algo en su corazón al ver a todos a esos niños, recordó las palabras de Dégel...

" Sí no lo hubiera hecho, estarías en un orfanato"

Sacudió la cabeza alejando aquello, la revelación fue muy abrumadora.
Oyó las risas de un pequeño que era sostenido por Milo, el nene en cuestión era de cabellos rubios y ojos azules.
Otro niño, de cabellos verdes y ojos verdes le jalaba sus pantalones, se agachó para verlo, este le señaló al infante que jugaba con Milo.
Camus se dio cuenta que ambos eran mellizos.

—¡ Hola pequeño! ¿ Cuál es tu nombre?

—Isaac y él es mi hermano Hyoga.

—yo soy Camus y el que está jugando con tu hermano, es Milo—le sonrió amistoso.

—¡ Hola Sr. Camus! Tengo 5 años.

Camus lo cogió, Milo al verlo sonrió de oreja a oreja si todo salía bien, en pocos meses tendrían una pequeña familia y las asperezas entre Camus y Dégel quedarían limadas.
El de ojos turquesas estaba encantado con el infante de cabellos rubios que a palabras de la trabajadora social era algo huraño con los adultos.

—es amistoso.

—usted le simpatizó, Sr. Tavalas, Hyoga no se relaciona con nadie más aparte de su mellizo Isaac.

Milo se sintió halagado.
El pequeño que sostenía Camus se zafó para ir a lado de su hermano.

—¿ podemos irnos con ellos?—preguntó Isaac emocionadísimo.

La trabajadora social sonrió enternecida, el pequeño ignoraba que era un proceso largo y tedioso, pero no le diría nada para que no se entristezca, sin embargo podía permitir que Milo y Camus lo visitaran cuando quisieran aparte que los acompañaría en el proceso de adopción.

—aún no, mi estimado.

A ambos se les aguaron sus ojitos, Camus sintió una opresión por lo que los abrazó antes de que rompieran en llanto.
—pero los vendremos a visitar cada semana.
—¿de verdad?
—no les mentimos pequeños—dijo Milo.
—yupi—dijeron emocionadísimos.
Camus y Milo decisieron quedarse un rato más para informarse sobre todo el proceso a seguir que seguramente tomarían su tiempo.

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Podía leer sus pensamientos que él definía como predecibles y claros, Albert lo conocía tanto que se atrevía a decir que Dégel en esos momentos pensaba en cómo lanzar o mejor dicho decir la verdad. Sintiéndose un poco excluido, golpeó con los nudillos el vaso que sostenía en su otra mano, sabía que odiaba ese sonido pero era la única forma en que le prestara atención.

—no tienes que hacer eso.

Le arranchó la utilería para cercionarse de que no lo volviera a hacer.

—sólo tengo una oportunidad, Albert—respondió.

—suenas como un pobre desesperado, hermano—sus ojos se posaron sobre el rostro de este—hasta tienes bolsas debajo de los ojos, ¿ acaso no duermes?

Dégel adoptó una mirada fría que para Albert no era intimidante, era una forma de protegerse ante cualquier comentario. Quiso reírse, no supo por qué pero después su visitante se ofendería y lo dejaba solo por que ahora Camus vivía con Kaileena y Alejandro y lo visitaba tres veces por semana y el resto de los días permanecía sólo con su soledad; sin embargo era mucha soledad, iba a donde su hermana la cual sabía como levantarle el ánimo.

—está bien, sólo me preocupo por ti.

De repente el de ojos violetas se sintió culpable por ser tan huraño con su hermano.

—lo sé, disculpa.

—entonces.... ¿quieres que te ayude?

La palabra que iluminó su camino.

—tengo dos meses, así que hasta ese tiempo ya sabré qué hacer Albert, pero...

—¿y?

—la madre de Camus apareció hace dos semanas.

Si no hubiese estado sentado, se caía para atrás, ya era suficiente para el joven saber que Dégel era su padre y ahora ¿su madre?. Camus no iba a soportarlo aunque fuera un hombre de hierro.
Dégel se rascó la barbilla dubitativo, el regreso de aquella mujer no ocasionó nada en su persona por el contrario indiferencia. Ella le comentó que quería ver a Camus, pero él le respondió que se hallaba en otro país y que no regresaría por un año, cosa que era falso, pero él no deseaba que ella lo viera. Camus era suyo, de Albert de nadie más.

—¿qué le dijiste?

—que volvía dentro de un año que no lo busque.....

—¿ que dijo?

—me mandó al carajo, me dijo que no se arrepentía de haberme dejado—respondió.

—algo pretende—analizó Albert.

—lo que sea, ella no se le acercará.....

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Días después, Saga logró concretar una cita con Mu auspiciado por Shura a cambio Mu le ayudaba a conquistar a Aioros, cosa que el joven aceptó. Saga descubrió que Mu tenía la misma esencia que Milo aunque un poco más serio, pero de ahí todo estaba bien.
Luego de un almuerzo, se prometieron frecuentarse primero como amigos, después si todo seguía bien comenzarían una relación. Mu se había puesto nervioso cuando el mayor rozó su mano con la suya, la apartó balbuceando una disculpa.
Ahora vivía con una sonrisa todo el tiempo, a Kanon le causaba gracia verlo embobabo tanto que lo visitaba a su departamento para según él "divertirse un rato". Le daba consejos sobre
" como conquistar a un joven sin meter las cuatro patas".
Por su parte Shura, daba ciertas señales a Aioros más el castaño era despistado, hasta su hermano se había dado cuenta de las intenciones de Shura.

—ya se me acabaron las ideas—lanzó una bolita de papel al tacho de su lugar de trabajo, un estudio jurídico en el que trabajaba como secretario—estoy frito.

—¿problemas con tu suspiro?—preguntó su jefe, un honorable señor de nombre Sage.

—es despistado.
Sage emitió una corta risilla mientras se sentaba al frente de su secretario que se hallaba cabizbajo.

—llévalo al cine.

—trabaja más que yo.

—cuando tenga un día libre, muchacho—refutó.

—no lo había pensado señor Sage, gracias.

—no hay de qué—palmeó su hombro.

Ya estaba más tranquilo.
Aioros sabría sus sentimientos como sea.

 

 

 

Notas finales:

Se me cuidan n.n


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