Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

PLACERES LIGEROS por NYUSATSU NO AI

[Reviews - 50]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Mi noche se ha convertido en un amanecer soleado por ti”.

 

No retengas a quien se va, ni rechaces a quien llega.

Relata Eric.

 

No sé exactamente lo que Meghan esperaba encontrar al volver a casa. Pero esa mirada afligida con la que me observaba desde el umbral de la puerta, me hizo sentir cierta calidez. No es que mi intensión fuera preocuparlo, pero tampoco voy a negar que recibir sus atenciones me hacía sentir alguien apreciado. Y fui feliz, aun en medio de tanta tristeza.

– ¡Volví! – Anunció en voz baja.

Lo observé caminar lentamente hasta el sillón donde me encontraba, no me había movido, estaba justo donde me había dejado y eso pareció angustiarlo un poco más. Se detuvo justo enfrente de mí y sujetando mi mentón levantó mi rostro y me beso. Apenas un simple rose. Sin embargo, fue una caricia tierna que agradecí en silencio.

Podía sentir su preocupación y su incomodidad, lo suyo no eran los temas serios, tanto Eren como yo, sabíamos que los evitaba en la medida de lo posible. Sin embargo, ahora estaba sentado a mi lado, sin saber que decir, ni que hacer. Pero al fin y al cabo, conmigo. Sujetando mi mano con nuestros dedos entrelazados, dejándome sentir su tibieza.

Si lo que intentaba era hacerme sentir mejor, sí, estaba funcionando. Él hacía más llevadero todo este asunto.

– ¡Lo siento! – Se disculpó.

– Me avisaste…– Suspiré con aire derrotista. No Quería tocar el tema ahora. – Fui yo quien decidió quedarse.  Sabíamos que iba a pasar.

– Aun así, quería que supieras que lo siento. Que preferiría sentirlo yo, antes que tú.

No quería palabras bondadosas que finalmente terminaran haciéndome llorar. Este no era el final feliz que estaba esperando. Y no quería rendirme, aun a sabiendas que ya no quedaba nada porque luchar.  Supe desde el principio que el riesgo existía, nunca fui ignorante de mis vagas posibilidades. Aun así, no quise renunciar y ahora comprobaba y en primera fila que perderlo era doloroso.

Podía sentir la grieta en mi pecho que poco a poco se hacía más profunda, mi corazón se partía en cientos de pedazos y cada uno sangraba y ardía dentro de mí. Mi alma lloraba, pero mis ojos se resistían a derramar esas lágrimas de desconsuelo. Porque aunque el dolor me hacía sufrir, no estaba completamente triste, no me caía a pedazos. Y la razón podía resumirse en una sola palabra. Meghan.

Poco más de dos años de amar a Eren, de estar a su lado, de cuidar de él, de atesorarlo, de vivir única y específicamente para hacerlo feliz… ¿Qué recibía a cambio? Su abandono, su desamor. Y en los últimos dos meses, el hombre que ahora estaba a mi lado, me había dado suficientes motivos para no morir por alguien que no vivía por mí.

Era confuso, lo sé, ni yo mismo sabría cómo explicar a ciencia cierta mis sentimientos. Era una extraña mezcla de tristeza y felicidad, de manera que me sentía tristemente feliz o felizmente triste.

– Solo recuerda que me tienes a mí… Que puedes contar conmigo. – Agregó de la nada, sacándome de mi ensimismamiento. Desvié la mirada no porque rechazara sus palabras, era solo que en verdad, no quería llorar. – Y que si tú me lo permites, entre los dos vamos a salir adelante. Voy a protegerte…

– Gracias, pero ya Meghan… ¡Por favor! ¡No sigas! – Le supliqué.

– Conmigo no tienes que hacerte el fuerte…

– Si, si tengo… – Le rebatí con cierta dureza.

– No mi vida…– Me contradijo, mientras sin soltarme se giró para quedar de frente a mí. – Si duele, entonces llorá. Gritá si es lo que necesitas, incluso dejaría que me golpearas, me insultaras o ambas cosas, si con eso te vas a sentir mejor. – Intenté sonreír, era un tonto. ¿Por qué habría de golpearlo?

– La realidad no será distinta si hago lo que dices… – Sentía el nudo en la garganta que no me dejaba hablar con claridad.

– Tampoco si te contienes y sufres en silencio… – Escondí el rostro entre mis manos, ya no lo soportaba.

Meghan se arrodilló en el mueble y me atrajo hacía él. – ¡Ven aquí, yo te voy a cuidar! – Fueron palabras con promesa que no tuvo que repetirme, me aferré a ellas y a sus brazos. Lloré como un niño contra su pecho. Hoy me había tocado ver la lluvia aunque no llovía, pero entre sus brazos sentía que no importaba cuanto durara esta tormenta, en algún momento saldría el sol. Y aun si Eren se había ido, Meghan había llegado y parecía tener intensiones de quedarse. Y en muchos sentidos, eso era más que suficiente para mí.

 

Soy un desastre de persona, pero por él, yo intentaría ser alguien normal. Alguien a quien él pensara que vale la pena amar.

Relata Meghan.

 

 Estaba convencido de que Eric ya no era un niño, una parte de mí creía con firmeza que nunca lo fue, que nació con la mentalidad, la rudeza y la falta de fe de un hombre adulto. Y verlo ahora, roto de dolor, desconsolado, porque a quien ama, no le ama de la misma manera, era desolador.

Tarde comprendí que mi gusto por molestarlo no era solo por diversión. Si no porque inconscientemente sabía que esa era la única manera en la que yo existía para él, siendo su eterno enemigo, el “otro”, el que quería quitarle a quien amaba.

Solo entonces me daba su atención, mientras planeaba alguna forma cruel y despiadada de matarme, aunque sea solo en su mente. Sin embargo, ahora también me preguntaba en que momento había dejado de aferrarme a Eren, para darle cabida a un sentimiento mayor hacía alguien distinto. Casi completamente opuesto a mí hermano.

A Eric había comenzado a hostigarlo, por no decir, acosarlo, desde hacía más de un año. Pero el momento exacto en el que comencé a sentir algo especial por él, no lo sé. Lo que sí sé, es que ahora sabía que le quería de todas las maneras en las que humanamente hablando, un hombre puede querer otro. No soportaba verlo sufrir por alguien más, aun si era por Eren. Creo que eso lo volvía mucho más insoportable, porque se trataba de mi propio hermano y de él, la persona que quiero.

– ¡Esta bien! – Le dije mientras frotaba su espalda de manera cariñosa. – Es un mal día, no una mala vida.  

– Meghan… – Sus ojos negros me miraron inundados de tristeza, las lágrimas que lloraba en gruesas gotas le daban una apariencia quebrantada y débil. – ¿Qué soy para él? – No supe que debía responder a esa pregunta. A estas alturas, aun cuando todo parecía estar más que claro, la verdad es que no era así. Yo sabía que Eren lo quería, incluso más de lo que en su momento estuvo dispuesto aceptar. Si Christopher no hubiera aparecido, ellos estarían juntos ahora. Lo sé, porque mi hermano me lo confeso. – ¡No quiero que me duela! No, no quiero caer, sufrir y morirme de pena. No por él.

Lloró, lo hizo hasta que no pudo continuar, yo no lo interrumpí ni se lo impedí. Lo dejé desahogarse entre mis brazos, y no voy a ocultarlo, lloré con él, por su dolor y por el mío. Porque a ambos nos aquejaba un pena similar. Lo sujeté con fuerza y luché contra el entumecimiento de mis manos por estar en esa misma posición por tanto rato que incluso perdí la noción del tiempo, únicamente siendo nosotros dos y rodeados de tantos sentimientos.

– ¿Meghan?

– Dime… – Respondí mientras acariciaba su cabello. Eric se acomodó mejor entre mis brazos y pude sentir su respiración en mi cuello que me hacía coquillas, pero no me moví. – ¡Dime! – Insistí.

– ¿Por qué estás conmigo? – Resoplé con pesadumbre.

– Por qué no tengo nada mejor que hacer… – Respondí nervioso. Eric río y traté de imitarlo, pero no pude. Había algo más.  – Y porque… bueno, lo que pasa es que…– Me detuve. Eric se separó un poco de mí y me miró detenidamente a la espera de mi respuesta. Desvié mi mirada de la suya, no me creía hablándole de mis sentimientos y menos ahora. – Pienso en ti a toda hora, y cuando te vas, cuento los segundos en que te demoras en volver. Si por mí fuera, te vería todo el tiempo, pasaría cada segundo de mi lado junto a ti, aunque sea solo para que estemos peleando… Es como si no supiera que hacer cuando tu no estas.

Eric me miraba fijamente y sentía que estaba perdiéndome en esa invasiva mirada oscura. Sentía que trataba de leerme y conocer hasta el más íntimo de mis secretos. Y me sentía intimidado y al mismo tiempo, quería que los conociera, que pudiera creer en mí. Mis intenciones no eran ilegales, insanas. Quería quererlo, volver a confiar en aquello a lo que me negué desde que las cosas con Eren no funcionaron. Quería intentarlo de nuevo y quería que fuera con él.

– Estoy aquí porque pase lo que pase te voy a proteger… Por ti, voy a encarar al peligro si es necesario. Porque te quiero… Así, tal cual eres. – Por fin, lo había dicho. La sorpresa no se hizo esperar en su rostro, y nuevamente apareció esa sonrisa de lado que tanto me gustaba. – Porque quiero besarte y secar cada una de tus lagrimas… Aun si no las lloras por mí.

– ¿Por qué me quieres?

– ¿Por qué no habría de hacerlo? – Sopesó mis palabras con cuidado. Y después volvió a ponerse serio.

– Tú lo quieres a él…

– ¡Sí! – Aseguré. – Es mi hermano… Y lo amo como tal. Pero lo nuestro es distinto. – Aclaré mientras nos señalaba.

– ¿Lo nuestro? – Preguntó inseguro.

– ¡Lo nuestro! – Repetí – Aún si tú lo amas a él…– Puso uno de sus dedos sobre mis labios para hacerme callar. 

– Quitame la ropa y hazme el amor… – Su tono fue suave, pero firme. Aquello había sido una orden que me hizo estremecer. – ¡Tómame! – Insistió. No podía estar hablando enserio, en este preciso momento ninguno de los dos estaba en condiciones de hacer nada.

Mi cuerpo entero tembló ante él, hacía tanto tiempo que otro hombre no lograba ponerme tan nervioso, que a mis años y con todo lo que he vivido resulto una estupidez. Quise soltarlo y apartarme, pero mi cuerpo no reaccionó. Y él aprovechó su posición y mi indecisión para sentarse sobre mis piernas y besarme.

En las únicas tres ocasiones, cuatro con esta, en las que Eric me había besado, lo hacía de esta manera, lentamente. Siendo demasiado cuidadoso conmigo, con una delicadeza poco masculina. Contrario a mí que casi me lo devoraba a besos.

Pero realmente disfrute sentir como sus labios gruesos y tibios consentían a los míos. Acariciaba de manera alternativa mi labio inferior y superior, presionando apenas un poco sobre ellos. Sus brazos se enredaron entorno a mi cuello y pude sentirlo recargarse por completo sobre mí, de tal manera que tuve que inclinarme un poco hacía atrás, con la espalda recargada contra el respaldo del sillón para salvar un poco de espació. Mismo que Eric se encargó posteriormente de eliminar, de tal manera que no solo su pecho estuvo sobre el mío, sino también nuestros estómagos se encimaron. – ¡Meghan! – Volvió a nombrarme de manera insinuante. Hasta ese momento salvo retroceder e intentar huir, no había hecho nada más.

– ¿Por qué? – Le pregunté inquieto. Lo aparté con delicadeza para poder mirar su rostro. – Anoche cuando lo intente, dijiste que no estabas listo.

– ¡Ahora lo estoy! – Lo observe jugar con los botones de mi camisa, coqueteaba conmigo como si nada hubiera pasado. Parecía que el dolor interior ya no importaba. Y me asustaba la manera en que podía esconder y evadir su realidad.

Pero sabía que no era que estuviera listo, sino que esta era su manera de protegerse del dolor, su pequeña y dulce venganza. Porque al final, tarde o temprano, Eric terminaría volviendo al nido y entonces, quien ama, sabría que ya le había pertenecido a alguien más. Que había sido desobediente y en medio del despecho, ofreció su cuerpo a otro hombre, confinándome a mí al olvido y su amado a ser el segundo.

– ¡Hazlo! – Volvió a exigir.

– No de esta manera… – Declaré mientras envolvía sus manos con las mías. Lo miré detenidamente y él me sostuvo la mirada. Estaba hecho un lio, pero se veía bien. Me inspiraba tanta ternura, que sentía un enorme deseo de atesorarlo, de sanar su corazón roto. Pero sobre todo, deseaba que el pudiera llegar a sentir por mí, un poco de lo mucho que yo sentía por él. – ¡Eres adorable!

– ¡Cállate! – Exigió incomodo mientras agachaba la mirada.

– Te permito que aceptes un alago… – Le regañé con suavidad.

Mis manos acomodaron su cabello despeinado, y acariciaron su rostro, limpiando el rastro que su llanto había dejado. Sujetándolo por la cintura lo obligué a que se volviera a recargar sobre mí pecho. Con sus dedos jugaba con mi cadena, estaba avergonzado, por eso me rehuía la mirada.

– ¡Qué lindo!

– ¡Basta! – Pidió y el sonrojo fue imposible de ocultar.

– Es que aún no puedo creer lo afortunado que soy… – Volvió a mirarme y en sus ojos vi su asombro por mis palabras. No importaba lo que hiciera, no terminaba de convencerlo de que lo quería, que en verdad me importaba.

– Meghan…

Mis labios aprisionaron los suyos, los lamí humedeciéndolos y él abrió su boca como un permiso silencioso que no me atreví a rechazar. Mi lengua entró y coqueteó con la suya, acariciándola, sometiéndola. Mientras mis manos acariciaban ese par de piernas que a ambos lados me tenían acorralado. Bendita cárcel de placer. Las manos me ardían por el deseo de sentir su piel desnuda y tibia, en vez de la tela de su pantalón.

Pero tuve que detener el recorrido que mis manos habían elegido hacer por entre sus muslos, él intentaba apartarse para poder respirar. Y a mí me excitaba sentirlo tan necesitado y aun así, dejarlo sin aliento. Pronto, conforme él luchaba por separarse, fuimos cambiando de posición. Ahora mismo, mi beso era posesivo y húmedo, Eric terminó debajo de mí, completamente recostado sobre los cojines. Con sus brazos en mi pecho, intentaba alejarme, pero fue hasta que yo tampoco pude soportarlo más, que lo dejé respirar.

No hubo quejas, por el contrario, sonreía. Intentaba que sus pulmones recibieran la mayor cantidad de aire, pero no dejaba de sonreírme, su mirada oscura estaba empañada, cubierta por el velo del deseo y la lujuria.  Si no me detenía ahora, iba a terminar haciéndoselo aquí mismo. Porque lo deseaba, su cuerpo me extasiaba y provocaba a tal punto que mis ganas por estar dentro de él y amarlo hasta que Eric ya no pueda más, estaban volviéndome loco.

Luché contra mis impulsos hasta que finalmente pude quitarme de encima de él, y al mismo tiempo le extendí mi mano para ayudarlo a incorporarse.

– Duchate… Vamos a salir.

– Pero…

– Sin peros… Si en verdad quieres que lo hagamos, tendrá que ser a mi manera. Y de una vez te aviso que no voy a aceptar un “no” por respuesta.

 

Aprieto los labios para no besarte y al final, te beso.Escondo mis brazos para no tocarte y aun así, te toco.Lastimo mi corazón para no quererte y a pesar de eso, te quiero.Cierro los ojos para no mirarte y sin embargo, te sueño.

 

Relata Dante.

La fiesta había resultado todo un éxito, aún si la había organizado de última hora. Lo único que no me gustaba, es que Steven había estado todo el día ocupado y me había dejado en el olvido. Si bien, en esta ocasión, yo tenía la culpa por haber invitado a tantas personas, al final, eran nuestras amistades.

– Y dinos Dante… ¿Qué se siente que el mundo de Steven ya no giré alrededor de ti? – En que mala hora se me había ocurrido invitar al equipo de Básquet, bola de borrachos mala copa.

– ¡Luces enfadado! – Estaban disfrutando a lo grande el burlarse de mí.

– ¿Sera que esta celoso porque lo dejaron aquí olvidado? – Los miré con todo el despreció del que fui capaz. Pero ni eso pareció intimidarlos.

– Ni se te vaya a ocurrir arruinarle la noche con tus tonterías… – Amenazó Christopher.

Quienes se creían que eran para hablarme de esa manera. Para empezar, si estaban aquí, era precisamente gracias a mí. Steven les había pedido a sus padres que no hicieran nada. Pero yo no podía dejar pasar la ocasión solo así, después de todo, no todos los días se cumple veinte años.  Y era un día meramente especial, porque se trataba de él.

– Se supone que deberías apoyarme… – Me quejé.

– Y te apoyo, por eso vine. Aun cuando tu invitación fue de último momento. – Lo que me faltaba. Porque no solo me agradecía mi amable intención.

– Cuando preguntaste que si podrías venir con alguien, no pensé que te refirieras a ese criminal. – Agregué mientras lo señalaba. Christopher se rio.

– ¡Eren! ¡Eren! Llámalo por su nombre…

– Hoy se ve particularmente radiante… – Volvieron a interrumpirnos. No se daban por vencidos. – ¿Me dejarías invitarlo a salir? – Preguntó otro de ellos.

Recordaba haberles dicho claramente que no me gustaba que se refirieran a él ni para bien ni para mal. Steven estaba única y exclusivamente para mí, y ellos no tenían derecho siquiera a dirigirle la palabra.

– ¡Hazlo si quieres morir! – Amenacé.

El equipo entero se calmó al notar que estaba enojándome. Ya no pensaba permitirles más comentarios estúpidos. Algunos se fueron por bebidas y los que quedaron, se pusieron a platicar entre ellos. Dejando el tema por la paz, Christopher a mi lado, sonreía divertido. Pero en el fondo, también sabía que lo comprendía, él reaccionaria de forma parecida si de quien estuvieran hablando fuer ese delincuente.

Steven seguía atendiendo a sus invitados y les agradecía por los regalos. En un principio, le había estado acompañando, pero de tanto ir y venir durante el día terminé sintiéndome cansado, me dolían los pies y a decir verdad, aun si no se notaba, estaba algo mareado por el exceso de alcohol. Por eso me había venido refundir a esta esquina con todo este grupo de malagradecidos. Pero era verdad, desde donde me encontraba podía observarlo, y en efecto, él siempre se ve bien pero hoy parecía tener un brillo especial. 

Ya sé, no debería estar pensando de esta manera, sobre todo cuando sus padres me habían dado su confianza para hacer la fiesta en su casa y para cuidar de su hijo. Pero en los últimos días las cosas entre nosotros habían cambiado. Por supuesto, y para mi fortuna el cambio había sido para bien y después de ese primer beso, todo estaba yendo más que mejor entre nosotros. El problema era que no sabíamos hacía donde nos dirigíamos, es decir, nos habíamos mantenido unidos y sin discutir. Íntimamente hablando, disfrutábamos de nuestro recién adquirido trato, en el que la camarería había quedado de lado. Nuevamente dormías juntos, compartíamos ropa, comida y todo lo demás. Mientras estábamos en mi casa o en su habitación, abrazarnos y besarnos era normal y parecía que ambos lo disfrutábamos.

– Christopher… – Lo nombré para obtener su atención. Sus ojos estaban puestos en el delincuente que jugaba con el agua de la fuente. – ¿Estás seguro de lo que estás haciendo?

– Nunca antes he estado más seguro de algo… – Respondió con aplomo, mientras finalmente apartaba la mirada de Eren.

– Pero…

– ¡Que importa! – Se adelantó a mis pensamientos – ¡Lo quiero Dante! – Aseguró mientras me miraba con fijeza y una seriedad poco característica en él. – Y si llegará a tener la suerte de ser correspondido, nada más importa entonces. Ninguna opinión, por muy negativa que sea, va a ser más importante que mis sentimientos hacia Eren. No voy a perderlo por miedo.

Desvié la mirada de mi amigo y la volví hacía Steven. Lo observé reír y era imposible no notar lo emocionado que estaba. Me gustaba verlo así. Las palabras de Christopher daban vuelta una y otra vez en mi cabeza. –…Si llegara a tener la suerte de ser correspondido… – Esa parte en especial era la que más me importaba. Steven no busca por él mismo el que yo le brinde ese tipo de atenciones, por lo general, soy el que lo inicia y él solo se deja llevar, o al menos, eso es lo que he sentido, sin embargo, aún no hemos hablado de esto. Y si aún no había sacado a relucir el tema, es porque no podría ofrecerle algo más que la clandestinidad que ahora mantenemos.

En ocasiones como esta, deseaba tan solo la mitad del valor de Christopher para luchar y aferrarse a lo que quiere, sin importarle lo que los demás pueden hacer o decir. Ahora se veía feliz de tener a Eren con él, lo miraba de una manera especial, con ternura, como si le profesase cierta devoción. En verdad, nada parecía inquietarle, era como si al tenerlo a él, lo tuviera todo.

Entonces, comencé a sentir la curiosidad de saber si se veía algo parecido en mis ojos cuando miraba a Steven.  No me importaría que fuera así, incluso sería bueno, y sobre todo, deseaba que a él le bastara, que pudiera comprender y descifrar la emoción y el cariño que me producía el solo hecho de mirarlo.

Sonreí con ciertas frustración, ¿Cómo había llegado a esto? Y de todas las personas que me rodeaban ¿Por qué precisamente tenía que ser él?

– Ya bebiste demasiado… – Christopher me detuvo, quitándome la botella de entre las manos, cuando intenté volver a llenar mi copa. – Si pasa algo malo, sabes que puedes decírmelo, pero no bebas de esa manera. Y menos hoy, después de pones insoportable…

– ¿Ahora eres mi madre? – Le cuestioné molesto, él ladeó los ojos con cierto fastidió. Pero su semblante se relajó al mirar al homicida que se le acercaba sonriéndole.

Traía algo en las manos y caminaba con cuidado como para que no fuera a caérsele. Llegó hasta donde nosotros y se lo ofreció a Christopher, quien inmediatamente adopto la misma postura de manos y Eren dejó caer el contenido. El agua se escurrió entre sus manos, pero la flor morada no. Christopher le sonrió para después centrar su atención en la flor. Par de cursis. Eren se sentó a su lado, cerca, demasiado cerca, diría yo. – Y tú… ¿qué me ves? – Le cuestioné cuando note que me miraba con disimulo.

– ¡Lo lamentable que te ves! – Contestó con arrogancia. Nos odiábamos, se sentía en el aire.

– ¡Eren! – Intervino Christopher, llamándole de manera cariñosa mientras le quitaba del rostro un mechón de cabello.

– Es la verdad… Se ve lamentable. – Refutó. Pero a él se dirigía con un tono de voz más suave, quizá dócil.

– Pues no es como si tú lucieras genial… ¡Zorra!

– ¿A quién llamaste zorra? – Fue Eren quien lo preguntó molesto, pero él que salto fue Christopher. Envolviendo al homicida entre sus brazos, me miró desafiante.

– Mucho cuidado con lo que dices Dante, no quiero olvidarme de que eres mi amigo… – Me amenazó.

– ¿Vas a pelear conmigo por esta? – Le pregunté mientras señalaba a la “cosa” entre sus brazos. Christopher parecía demasiado cansado y arto como para intervenir en nuestras peleas, mismas que habíamos iniciado desde que puso un pie en esta casa.

– ¡Eres un despreciable, imbécil! – Bramó Eren y estoy seguro de que si Christopher no lo estuviera sujetando ya se me hubiera echado encima, como la salvaje bestia que es.

– La verdad es que aun no entiendo que vio “mi amigo” en ti. – Resalté esa aparte de “amigo”, para dejarle en claro que Christopher también tenía lazos conmigo. – Eres feo, tienes mal carácter, eres antipático, un malcriado, desalmado y cruel. – Sus ojos grises casi se le ponían blancos de la furia, sin embargo, se limitó a sonreír. – Y tienes esa sonrisa tétrica. Es enserio Christopher, yo que tú… Lo dejo.

Entonces, hubo ese cambio en Eren. Fue tan etéreo que por un momento pensé que no sucedió. Pero su rostro se había descompuesto en un gesto de dolor, quizá tristeza. Mis palabras habían logrado penetrar ese corazón de acero congelado y herirlo. Por fin, una victoria ante él.

No necesitaba que la reconociera, me bastaba con habérsela causado. Instintivamente lo vi aferrarse más a Christopher y esté dándose cuenta de lo sucedido lo beso para calmarlo. Lo “beso” justo en mí delante. Sin importarle que le viéramos hacerlo. Quizá fue un simple y fugaz beso, pero habían unido sus labios y justo después Christopher lo había pegado más a él, cubriéndolo con su cuerpo.

– No voy a repetírtelo Dante… – Me aclaró y esta vez en realidad se mostró molesto. – No te metas con él, ahora estamos juntos. Y lo voy a defender de ti y de quien sea… – Cada palabra estuvo salió como veneno de su boca, su tono de voz pesado y adusto me resulto irreconocible.

Los observé aun pasmado por la escena que acababan de protagonizar, mientras se alejaban de mi lado. Christopher no lo soltó ni un solo momento, y Eren mostró ante él, una cualidad que no le había visto desde que lo conocí. Ternura.

Por lo general, siempre está a la defensiva. Como a la espera de ser hostigado para responder con violencia. Pero ahora que ambos estaban jugando con el agua de la fuente, se mostraba risueño, sereno y jovial.

Desvié la vista de ellos y busque a Steven, sus padres estaban a su lado. Inmediatamente me acomodé la ropa tratando de lucir decente y poniéndome en pie caminé hacía ellos. Se suponé que no volverían hasta más tarde, aunque por mi estaba bien, de todos modos ya quería que nos fuéramos.

El saludo fue meramente cordial, el padre de Steven era muy especial y nosotros habíamos tenido un par de roces sin resolver, entre otras cosas, porque suele ser muy severo y exigente con su hijo. En lo personal, no estoy de acuerdo con ese tipo de educación tan sectaria y extremista.

Seguro estoy que si mi padre no fuera el dueño de la cadena hotelera, los restaurantes del centro, y el club de yates, hace años que lo hubiera alejado de mí. A diferencia de Steven, a él si le importa mucho el dinero, pero también es un hombre muy correcto, íntegro y hogareño. Por otra parte, su esposa es muy tierna, herencia que le otorgó a su hijo mayor, es muy culta y devota de su familia y su matrimonio. Lo único que tengo contra ella es que a Steven le ha inculcado indirectamente un miedo consumidor hacía su padre.

Él no tiene derecho a opinar y mucho menos rebatir las ideas de su padre, simplemente debe acatarlas o de lo contrario es un mal hijo. Es absurdo y lastimoso, y Steven sufre mucho a causa de esto.

– Les agradezco el que me hayan permitido hacer esto en su casa… – Les dije, mientras me acomodaba entre Alan y Steven, para alejar a imbécil, que desde que llegó lo mantenía abrazado. Y no parecía tener intensiones de soltarlo.

– Alan… – Saludé con frialdad. Mientras con disimulo lo empujaba y rodeaba a Steven con mi brazo.

– Dante... – Respondió de la misma manera.

Los padres de Steven se despidieron en ese momento de nosotros. La mayoría de los invitados ya se habían retirado y quedan solo los más íntimos. Con mi mano derecha rodeé a Steven por la cintura. Alan no perdía detalle de cómo lo tocaba y que bueno que era así, ya iba siendo hora de que comprendiera que no tendría oportunidad.

– Si nos disculpas, voy a robártelo un momento. – Agregué, mientras intentaba alejarlo más de él.

No me contesto, únicamente se limitó a extenderle el regalo a Steven y le dejó un beso en la mejilla.

– ¡Gracias! – Fue lo único que le di tiempo a decir, antes de que finalmente lo apartara de su lado. Lo llevé hasta el patio trasero de su casa.

Christopher y su “cosa” nos siguieron a una corta distancia.

Cuando llegó le comente que no nos quedaríamos mucho tiempo más en la fiesta, porque le había preparado algo más íntimo en mi casa, y lo invité a venir, obviamente no sabía que traería a esa molestia.

– ¿Adónde vamos? – Preguntó Steven, quien jugaba con el moño de su regalo.

– ¡Es una sorpresa! – Susurré y cruzamos el jardín con rapidez.

– ¡Feliz Cumpleaños! – Cantó Christopher mientras llegaba hasta donde nosotros y abrazó amistosamente a Steven, quien por cierto, lo recibió con mucha efusividad. – ¡Que todos tus deseos se hagan realidad! – Le deseó, los tres que estábamos presentes le miramos sacar una cajita pequeña en color plata que dejó entre sus manos.

– ¡Gracias, Chris! Me alegra tanto que hayas… Hayan venido… – Se corrigió, mientras miraba a quién se escondía detrás de Christopher.

– Steven, quiero presentarte formalmente a Eren… – Tanto Steven como yo, miramos con cierto asombro la forma tan cariñosa en que Christopher envolvió a Eren con sus brazos. Era como una manera de darle apoyo y hacerlo sentir en confianza.

– ¡Feliz cumpleaños! – Él también busco entre su abrigó y sacó una caja roja un poco más grande que la de Christopher y se la ofreció a Steven. – Yo… espero que te guste.

Steven le sonrió y entregándome los demás regalos, tomó el de Eren y con cuidado comenzó a desenvolverlo. Ante la vergüenza e inquietud del otro y la curiosidad de Christopher y mía. Era un reloj y si mis ojos conocedores y con buen gusto, no me fallaban, era costoso. Extravagante, tal y como quien lo había regalado, pero sin duda un buen detalle.

– Es muy bonito… Muchas gracias a Eren. Nunca he tenido uno así.

– Yo te regale uno la otra vez… – Reclamé. – Que por cierto, nunca usaste.

– Pero el que me diste era distinto, este me gusta por los incrustados que tiene. – Sin más se quitó el que tenía y se puso el de Eren. – En verdad es muy lindo, no tenías que hacerlo. Aun así, me hace feliz que hayas venido y conocerte. Además, de saber que nuevamente están juntos. – ¿Nuevamente? ¿Cómo era que yo no estaba enterado de eso? – Cuidaré con esmero tu regalo… ¿Es mucho, pedir un abrazo?

La petición nos tomó por sorpresa a los tres. Eren inmediatamente se fijó en mí. Me miraba como con cierta reserva. Si no es porque sé que es un insolente, hubiera creído que me estaba pidiendo permiso. Christopher lo soltó, él si le estaba dando su consentimiento.

En realidad fue Steven quien lo abrazo, y le susurró algo que no pude escuchar. Eren casi sonrió y en cuanto se deshizo el contacto, busco de nuevo los brazos de Christopher.

– Mi chofer nos está esperando… – Intervine, mientras de nuevo sujetaba a Steven y le devolvía sus regalos.  – ¡Vamos! – Los invité.

– ¡Lo lamento! – Se disculpó Christopher de inmediato. – No podremos acompañarlos ahora, pero si tienen tiempo libre mañana, podríamos vernos y salir.

– Si él no viene, dalo por hecho… – Le respondí. Eren no tardo en mostrarse ofendido, mientras que Christopher suspiraba con cierta resignación.

– ¡Dante! – Me regaño Steven – No lo trates de esa manera, ¿Qué va a pensar de ti? ¡Que eres un maleducado! – Solito se respondió su pregunta.

– No me importa lo que piense… Él no es parte del equipo.

– ¡Ya fue suficiente! – Me sorprendí cuando Christopher lo soltó y en menos de lo que esperaba estuvo a mi lado y me empujo con fuerza. Christopher no es una persona agresiva y sin embargo, ahora, en verdad se veía temible. – ¡Retiró mi invitación! O por lo menos, tú no puedes venir… Pasaremos por ti a las tres. – Le dijo a Steven y dejándole un beso en la mejilla tomó a Eren de la mano y se alejaron a toda prisa.

Steven me miró preocupado, pero no dijo nada. Aun si sabía que le molestaba que me comportara de esa manera, pero no podía evitarlo, Eren me fastidia. Aun si no hace nada, la sola idea de verlo o saber que respira… Me irrita.

– ¡Lo siento! – Me disculpe.

– Ellos están juntos ahora… – Declaró con acritud. – Si no quieres alejar a Christopher, no te comportes como un patán con Eren.

– Vas a reñirme por él… – Le reclamé – ¿Tanto así te gusta? Incluso le pediste que te abrazara.

– ¿Por qué me preguntas eso? – Cuestionó desanimado – ¿Acaso no habíamos quedado que seriamos los únicos?

Sobre eso, no creí que en verdad me haya prestado atención. Fue una tontería que dije en un arranque de celos.

– Dijo que le gustas, no te quiero cerca de él…– Le advertí – No quiero sentirme mal porque le prestas mucha atención a otros hombres, aunque sean solo amigos.

– Pero…

– ¡Sin peros! ¡Lo prometiste! – Le recordé – Olvidémoslo por ahora, tengo algo especial para ti y si quieres que sea honesto, me muero por volver a ese mundo en donde solo existimos tú y yo.

Nuevamente lo tomé de la mano. Y salimos por un caminito que habíamos hechos entre los arbustos, Steven se escapaba por ahí cuando no lo dejaban estar conmigo.

– ¿A dónde vamos? – Volvió a preguntar una vez que estuvimos dentro del auto. Estaba a mi lado, jugando con la envoltura del regalo de Alan. Le quité la caja de entre las manos y lo aventé al asiento de atrás. – ¿Estas molesto? – Su expresión había cambiado y tuve que sonreírle para borrar ese gesto de tristeza.

– ¿Te divertiste? – Le pregunté mientras lo abrazaba.  

– ¡Sí! – Se limitó a responder y tampoco era como si hubiera podido agregar algo más, mis labios se unieron a los suyos, justo en ese momento.

Sentí como su cuerpo se tensaba y sin embargo, no me aparto e incluso, correspondió a mi beso. Me sentía extraño de besarlo, aunque era muy placentero. También era vergonzoso, pero en mi mente únicamente estaban las palabras de Christopher. –…Y si llegará a tener la suerte de ser correspondido, nada más importa entonces… No voy a perderlo por miedo. – Mis dedos recorrieron sus labios con ternura, solo sus besos me traen la calma. No quería perderlo, pero tenía miedo, mucho miedo.

Mis manos se aferraron a su cuello y lo atraje más a mí para intensificar nuestra caricia. Sus labios estaban dulces y suaves. Aún tenían el sabor del vino que había estado tomando. Aunque no quería, finalicé el beso, él mantenía los ojos cerrados fuertemente y sus manos se aferraban a las mías. Le dejé un beso en frente y también en las mejillas.

Mi corazón dolía de lo acelerado que estaba, pero la sensación era grata porque Steven la provocaba. Lo abracé contra mi pecho y lo sostuve de esa manera hasta que llegamos a la casa.

Mi chofer nos dejó en la entrada tal y como le había indicado. Y después se fue, esa noche nadie más, salvo Steven y yo debía estar en la casa. Caminamos tomados de la mano hasta el interior, él estaba inusualmente callado y sentía curiosidad por su silencio.

 En la sala principal colgaba una pancarta enorme que mis empleados habían hecho especialmente para él, y aun lado, en una mesita, estaban sus regalos. Por supuesto, ellos sabían que debían mostrar su respeto a él, tal y como lo harían conmigo.

– Les quedo bien… ¿no? – Le pregunté. Steven estaba leyendo los mensajes que le habían escrito.

– Esta muy bonita, no me lo esperaba…

– ¿Qué no te esperabas? – Le pregunté mientras me ponía frente a él.

– Todas estas atenciones… Yo… – Dejó la frase inconclusa y agachó la mirada.

Lo conocía lo suficiente como para saber que se había puesto sensible. Acabé con la poca distancia entre nosotros y lo abracé.

– ¿Conmovido?

– ¿Cómo no estarlo? – Respondió mientras me correspondía abrazándose a mi cintura.

– ¡Y aún falta mi regalo! – Agregué emocionado. – Por cierto, lindo traje. Quien lo haya elegido debe ser alguien con muy buen gusto… Y no solo lo dijo por el atuendo.  – Agregué insinuante y nuevamente lo escuche reír, pero tuve que apartarlo un poco para poder mirar su rostro. Sus ojos miel estaban húmedos por las lágrimas que logró contener, y no sé si era la poca luz, pero se veían jodidamente encantadores.

– Tú me lo compraste… – Confesó.

– Eso lo explica todo. – Bromeé y dejé otro beso en su frente.

Lo solté para sacar mi regalo, lo llevaba en la bolsa interna de mi gabardina.  También era una caja pequeña. Tomé su mano derecha y bese la palma para después poner la caja. – ¡Feliz cumpleaños, Steven!

– Pero si me compraste un traje y me hiciste una fiesta… No tenías que…

– ¡Solo aceptalo! – Lo hizo, y lo observé con detenimiento mientras desenvolvía la cajita. Entonces me miró extrañado. Era una llave.

– El resto de tu regalo está en el patio trasero… – Expliqué.

Lo vi ir hacía el ventanal y entreabrió la cortina. Aunque estaba de espaldas a mí, pude notar como se cubría el rostro con ambas manos. Serví dos copas con vino y tomé la carpeta que descansaba sobre la mesa, entonces me acerqué a él.

Recargué mi quijada sobre su hombro y le extendí la carpeta. – ¡Es tuyo! – Le dije y le ofrecí la copa. Aceptó ambas cosas, pero su mirada seguía fija sobre el mini cooper rojo. – ¿No te gusta? ¡Podemos cambiarlo!

– No, no es eso… – Respondió con seriedad. Esta no era la manera en la que esperaba que reaccionara. – No puedo aceptarlo, es precioso, pero también es demasiado… No…

– ¿Por qué no?  – Le interrumpí. Y rehacé la llave que me estaba devolviendo.

– Es que yo no podría darte un regalo como este… – Su desanimó lo aplastaba.

– No te lo estoy pidiendo. Y si te lo doy es porque quiero hacerlo y porque puedo, no me afecta en nada. Solo quiero hacerte feliz. – Confesé mientras le obligaba a que me mirara. – ¿Acaso no es eso lo que querías? – La pregunté refiriéndome al auto.

– ¡No! – Respondió de inmediato – No te confundas Dante, yo no quiero que me hagas feliz, solo quiero ser feliz contigo. – Le quité la llave de las manos y la guarde en la bolsa de su pantalón.

– Lo discutiremos más tarde… Ahora quiero hablar contigo sobre otros asuntos.

– ¿Qué asuntos?

– Asuntos para los que llevamos mucha ropa puesta… – Me sonreía, pero al mismo tiempo me miraba con desconfianza.  

– ¡Te quiero! – Susurré. Y lo vi dejar la carpeta y la copa en el primer mueble que tuvo al alcance para venir a mí y abrazarme.

Era en ocasiones como estas, en las que él me demostraba que me prefería a mí por encima de cualquier otra cosa que pudiera darle, y que las palabras de Izak se volvían nada. Aunque una cosa no le iba a negar, en efecto, nuestra relación era de todo menos de amigos.

– Y yo a ti…

– Y tú a mí ¿qué? – Me gustaba escucharlo de él.

– ¡Te quiero!

– ¿Solo eso? – Me acerqué a sus labios y justo antes de que los tocara, lo vi cerrar los ojos. Apenas y si lo rocé, para nuevamente separarme. – Te parecé si continuamos con esta discusión arriba.

Me miró con cierta alarma, desde que nos besamos por primera vez, eso era a lo más que llegábamos y quizá una que otra caricia. No le di tiempo a responder, lo tomé de la mano y me encaminé a las escaleras.

Me aseguré de cerrar mi habitación con llave. Steven se había quedado justo detrás de mí, con la mirada me exigía una razón que justificara mi actitud extraña. Y tenía muchas, entre ellas y creo yo, la más importante, era que deseaba hacer estas cosas con él, que quería arriesgarme deseando que todo resultara bien, quería llenarlo de razones para que no me dejara. Porque si lo hiciera, estaba seguro que no sabría cómo continuar.

– ¿Qué sucede? – Me preguntó en voz baja. No me pasó inadvertido ese pequeño paso que dio hacía atrás, cuando intenté acercarme.

– Nada, solo somos tú y yo, como casi cada noche. – Intenté tranquilizarlo con eso pero no funciono.

Quería probarme a mí mismo, saber hasta donde era capaz de llegar por este sentimiento que llevaba su nombre. Despacio, llegué hasta él y con una mano rodeé su cintura, mientras con la otra levantaba su mentón para poder besarlo de nuevo.

Fue lento, no quería asustarlo. Su boca era deliciosa para mí, y la forma torpe en la que trataba de corresponderme me extasiaba. No vi el momento en que mi mano abandonó su rostro para bajar hasta los botones de su traje. Salvo a mí mismo, jamás antes había desabrochado la ropa de ningún otro hombre, pero me sorprendí por mi habilidad.

Sin dejar de besarlo, solté su cintura y deslicé el saco por sus hombros. Steven intentó separarse, pero se lo impedí, acorralándolo entre la pared y mi cuerpo. Mis manos ahora estaban desabrochando el chaleco. Él no se opuso con seriedad hasta que su camisa estaba desabrochada a un poco más de la mitad. Fue entonces que con suavidad, me empujó hacia atrás.

– ¿Por qué me alejas? ¡No te voy a lastimar! – Le aseguré con voz calmada.

– No es eso…

– ¿Entonces?

– ¿Por qué? – Esa era una buena pregunta.

– No lo sé, es un misterio de mi corazón que no me quiere ni contar a mí, solo sé que me gusta esto… – Confesé con seriedad.

– ¿Qué te gusta? – No sabría decir que era exactamente lo que Steven quería que dijera, pero podía notar su exaltación, quizá como una extraña mezcla de miedo y emoción.

– Vivir contigo… Es como un sueño que no me abandona. O quizá es solo que no encuentro otra forma mejor de vivir.

– ¡Tal vez es amor! – Se asustó de sus propias palabras y me miró con cierto terror.

– Quizás… – Me limité a responder.

– ¿Quizás?

– No sé si lo que siento es amor por ti… Aunque me temo que sí. – Mis manos volvieron a su ropa, pero me detuvo de nuevo.

– ¿Y que hay si no quiero hacer esto? – La inseguridad se le notaba en la voz, pero sus ojos no mentían.

– El problema es que si quieres… Por eso estas aquí, entre mis brazos y haciendo esto. En vez de sacar la copia de la lleva que llevas en la bolsa de tu pantalón. – No lo negó aunque tampoco lo aceptó, sentí que solo se dejó llevar. – No te preocupes, solo quiero que desordenemos un poco mi cama. – Aun se mostró nervioso cuando mis manos acariciaron su rostro y cuando volví a unir nuestros labios. La inexperiencia se le notaba en cada gesto, en la forma en la que reaccionaba ante mí, sin embargo, tampoco era como si fuera ignorante sobre el tema. En este caso en particular, le había visto crecer, conocía a esta persona desde que ambos éramos niños. El sentimiento era más que especial y me ardía el orgullo al comprender que yo no era el único que lo había tocado.

La camisa cedió a pesar del problema para desabrochar las mangas. Pero la recompensa valió la pena, frente a mí tuve esa piel clara y suave. La había visto en tantas ocasiones, pero jamás como ahora, una de mis manos, recorrió su pecho desnudo, su estómago y los músculos perfectamente marcados de su abdomen. Mi dedo índice camino por entre ellos, disfrutando de la calidez de su piel. Steven se estremecía ante mi tacto y la piel se le erizaba. Él no me miraba, pero sus manos estaban aferradas con fuerza a mis brazos.

– ¿Cuál fue tu deseo de cumpleaños? – Intenté distraerlo, no me gustaba su silencio y verlo tan asustado. – ¿Steven? – Me mostré insistente.

– ¡No pedí nada! – Respondió en un susurró, y un escalofrió lo recorrió cuando mis dedos acariciaron sus pezones. Su reacción logró que en mí se despertara una insana curiosidad por esa zona de su cuerpo. 

– ¿Por qué? – Le pregunté verdaderamente interesado. ¿Quién desperdicia un deseo de cumpleaños?

– Tengo todo lo que deseo… – Confesó en un susurro aislado. Era por comentarios como estos que muchos lo califican de simplista o de presuntuoso, pero la única verdad era que Steven conserva una humildad muy particular. Amaba lo que tenía y no era de los que envidiara lo ajeno. – ¡Ah! – Gimió, jamás le había escuchado un sonido como ese, miré su rostro rojo al tiempo que se llevaba una mano a la boca.

– No te cubras… Déjame escucharte. – Mi voz se había escuchado emocionada casi juguetona. – ¡Me gusta! – Le dije mientras dejaba un beso en su mejilla.

– ¿Qué te gusta? – Tenía ese semblante como si estuviera sufriendo y casi me hace reír.

– Ese ruido que has hecho. Ese gemido. – Cuando creí que no podía ruborizarse más, me sorprendió con un color rojizo más intenso en sus mejillas. También su calor corporal estaba aumentando, a tal punto que su frente comenzaba a perlarse de sudor.

Volví a sus labios y de manera posesiva los besé con arrebato, mi cuerpo sobre el suyo lo obligó a recargar la espalda por completo sobre la pared, entonces mis manos curiosas buscaron más de aquellos soniditos. Tomé sus pezones y los apreté con ternura. Steven gimió de manera varonil en mi boca, tuve que dejar lo que hacía y sostenerlo cuando la fuerza de sus rodillas cedió y lo obligó a desplomarse.

– ¡Basta, no hagas eso! – Su resistencia estaba cuarteada. Y aun así seguía negándose. En lo personal me sentía torpe mientras lo tocaba, pero verlo con la guardia baja era excitante. – ¡Por favor! ¡Por favor!

– Es demasiado pronto para que empieces a suplicar…

Lo ayudé a incorporarse y prácticamente lo arrastré hasta mi cama.

– ¡Dante, no! – Era tarde para arrepentirse, ya estaba en mi cama, conmigo sobre él. – ¡Por favor! – La voz se le quebró. – ¡Por favor! ¡Ah, mmm! – No sé exactamente qué era lo que Steven pretendía comportándose de esta manera, dándome un poder especial sobre sus emociones y sus sentimientos. Pero me hacía sentir como nunca nadie.

– ¡Eres lo único que quiero tocar! Cada centímetro de tu piel…

– ¡Basta! ¡Por favor! – Suplicó de nuevo – Mi cabeza está dando vueltas, ya no puedo pensar correctamente. Me siento extraño, no quiero continuar… 

– Mi niño, voy a cuidar de ti, no temas. – Mis manos se situaron sobre el cinturón, no fue problema desabrocharlo, incluso el botón del pantalón cedió fácil y el cierre por igual, pero Steven me detuvo cuando levante un poco su cadera para bajárselo.

– ¡No! – Le sonreí para suavizar sus facciones serias.

– Eres mi tipo de noche favorita… ¡Mirame! – Le susurré mientras acariciaba su rostro, sus ojos miel se centraron en los míos y azules, todo él me parecía hermoso, incluso su miedo y su indecisión. – ¡Soy yo! Soy yo… – Repetí. – ¡No temas! ¡Vamos a ser felices justos! – Dije repitiendo sus palabras. Sabía lo importantes que eran para él. – ¿De acuerdo?

Asintió y quitó sus manos de sobre las mías, sonreí. Y me sorprendió que el mismo se alzara un poco para permitirme bajar sus pantalones. Se los saqué sin vacilación, cualquier cosa antes que se arrepintiera.

Sería valiente por él y por mí. No iba a permitir que nadie me quitara a quien estaba frente a mí. Con aquel primer beso habíamos cruzado esa delgada línea entre nuestra amistad que siempre fue más que eso y lo que teníamos ahora. Comprendía que a partir de aquí no habría vuelta atrás. Pero su fragilidad me hacía fuerte.

Admiré su desnudez. Lo observé con detenimiento por un momento mientras mis manos recorrieron esas piernas que parecían labradas a voluntad, blancas y lampiñas. Cuando volví la vista, aun sin dejar de acariciarlo, Steven me miraba, con el dedo índice y el pulgar se agarraba el labio inferior, dándole un aire aniñado.

– ¡Ven aquí! –Fue mi turno de recostarme con varias almohadas detrás de mi espalda para que pudiera estar cómodo y lo senté en mis piernas. – ¡Desvísteme!

– ¿Cómo? – Preguntó aturdido.

– Cómo quieras, solo quitame la ropa. – Sabía que no se refería a eso, pero ya tenía prisa, quería verlo en acción. – ¡Besame, Steven! Besame como si me quisieras…

– ¡Pero si te quiero!

– Entonces, dame lo que te pido…

Se tomó su tiempo, y se mantuvo en silencio un largo rato en el que solo nos mirábamos, entonces lo vi alargar la mano hacía mí con tal lentitud que creí que jamás me tocaría. La palma tibia de su mano se posó sobre mi rostro casi al mismo tiempo en que sus labios se acercaban a los míos. Lentos, pero sin pausa.

Aunque suele corresponderme, esta era la primera vez en la que él iniciaba el beso. La sensación es muy distinta, deliciosa. Sus labios eran muy delicados conmigo, respetuosos y amables. Mis manos alrededor de su cintura acabaron con la poca distancia entre nosotros, a tal punto que las sensibles puntas de sus pezones tocaron mi pecho. Tuve que obligarlo a sentarse completamente sobre mí, pero vez tras vez intentaba levantarse, era vergonzoso, lo sé. Pero ya comenzaba a dolerme.

La camisa hace mucho que había quedado en el piso y nuestro beso se había hecho menos respetuoso, él no se opuso cuando mi lengua entro en su boca, pero igualmente se alarmo. No estaba funcionando de esta manera, no si Steven se rehusaba a sentarse sobre mi erección.

En un movimiento rápido lo volví a dejar debajo, conmigo entre sus piernas. Simulé una penetración, estaba casi tan duro como yo, el pantalón me estorbaba pero quitármelo era peligroso. Steven no estaba listo, así que no sería hoy. Pero no por eso no tendríamos que disfrutar este adelanto en nuestra relación. Lentamente comencé a frotarme contra su hombría. Nuestra caricia tan íntima me permitía sentirlo sólido y deseoso.

Basta decir que me perdí en esa mirada castaña, sus ojos entrecerrados que se aferraban a mí, mientras se mordía los labios y aun así podía escucharlo gemir, ese sonido varonil que provenía de lo más hondo de su pecho. Mi piel ardía necesitada de las caricias que se negaba a darme. Otro gemido más fuerte y nuevamente se cubrió la boca.

– ¡No te contengas! – Lentamente comenzó a mover su cadera contra la mía, la sensación se volvió mucho más placentera, incluso sus manos se aventuraron por mi espalda, acariciándola y esporádicamente maltratándola cuando enterraba sus uñas.

Me acerque más a él, aunque siempre cuidando de no aplastarlo. Posé mi frente en su cuello por donde repartí besos y una que otra mordida cariñosa. Fue entonces que Steven hizo un movimiento con la cadera que me hizo respirar hondo y detenerme, mientras contenía mis propios gemidos. El continuó moviéndose contra mí, buscándome en cada nuevo embate.

– ¡Sí, así! – Murmuré contra su oído. – Más rápido Steven… Subía y bajaba las manos por mi espalda, hasta delinear la curva de mi cadera, todo al ritmo de su frenético vaivén.

Yo ya estaba llegando a un punto en el que me costaba sostenerme, mi final estaba en la puerta y él seguía buscándome con la misma necesidad del principio.

No pensé con claridad. Solo sabía que quería que terminara conmigo, con ese en mente, metí mi mano por entre su ropa interior y comencé a masturbarlo. En cuanto me sintió, grito y se revolvió con violencia en la cama. Mi acción lo había tomado por sorpresa y ahora me preguntaba si quizás no me había excedido.

– ¡No, no lo hagas! – Lo decía con palabras peros su cuerpo exigía otra cosa. Sentir su hombría dura y palpitante en mi mano, me causo escalofríos. En parte porque aun recordaba aquel extraño sueño en el que era él quien me tenía debajo. Imaginar todo esto dentro de mí, era intimidante. Quise disfrutar del panorama pero fue muy claro cuando me ordenó que no mirara.

– ¿Qué me vas a dar a cambió de no mirar? – Hubo cierta molestia de su parte cuando me detuve. – O ¿qué me darás a cambió de que continué?

– ¿Qué quieres? – Tembló ante su cuestionamiento.

– Lo que no quisiste hacer hace un momento…

No dijo nada, únicamente me empujó sobre la cama para invertir posiciones y sin más se sentó sobre mí. Para asegurarse de que no mirará se inclinó un poco hacía adelante y volvió a besarme. – ¿Qué esperas para moverte? – Me regañó.

– Que tú también lo hagas…

Inició de nuevo el vaivén y yo continué masturbarlo. Pronto solo nuestros gemidos y respiraciones agitadas eran lo único que se escuchaba. Steven había encontrado un forma adecuada de darme placer y él mismo parecía estar disfrutándolo.

Se movía con violencia sobre mí, pero sin dejar de besarnos.

– Steven…

– También yo… – Respondió adelantándose a palabras. Justo después se corrió sobre mi mano, verlo presa del placer y en medio de su orgasmo fue más que suficiente para que también yo terminara.

Con cuidado se dejó caer sobre mi pecho, lo sostuve con ternura e intenté que estuviera cómodo. Éramos un desastre con nuestras reparaciones, y en general nosotros mismos. Pero yo me sentía feliz, pleno y deseaba que él se sintiera igual. Lo que habíamos hecho no era nada en comparación con mis otras experiencias, y sin embargo, nada había significado tanto para mí, como haber estado con él.

Las estrellas piden deseos al verlo pasar.

Relata Christopher.

 

El regreso a casa lo habíamos realizado en silencio. Eren había cerrado los ojos y se cómodo en el asiento desde que se subió a mi auto. Así que al llegar al departamento supuse que estaba dormido. Pero en cuanto abrí su puerta para bajarlo, levanto los parpados con cierta pesadez y me miró.

– ¡Llegamos, mi ángel! – Anuncié.

Él tomó mi mano que le había ofrecido para ayudarlo a bajar y salió del auto.

– ¿Estás cansado?

– ¿Por qué lo preguntas? – Le respondí con otra pregunta, mientras sin soltarlo, besaba la palma de su mano.

– ¿Caminarías un momento conmigo?

– Hasta el fin del mundo, mi ángel… – Sonrió, eso me agrado, porque había estado inusualmente serio. No voy a negarlo, sus cambios repentinos de humor me asustan. Pero al mismo tiempo, no puedo negar que Eren se estaba esforzando demasiado en eso de controlar su impulsividad.

– Creo que bastara un par de cuadras…

– Hay un parque más adelante, ¿quieres que vayamos ahí?

– ¡Sí! – Se sostuvo de mi mano y se dejó guiar.

Nuevamente se había quedado callado, pero aun cuando lo miraba con detenimiento, no lograba descifrar que era lo que le pasaba y temía preguntarle y que se enojara.

Avanzamos un par de cuadras, solo así, en silencio. No era incomodo, pero me sentía ansioso. Mentalmente repasé todo lo que había hecho, quizá hice algo que le molesto, pero no pude recordar nada malo.

– ¿Ellos…llevan mucho tiempo juntos? – Me preguntó de la nada. – Steven y Dante…

– Eren… ¿En verdad te gusta Steven? – La pregunta pareció tomarlo por sorpresa y me miró detenidamente por unos instantes, para justo después sonreír.

– ¿Estas celoso?

– ¡Lo estoy! – Reconocí. –No he podido dejar de pensar en ello desde que lo dijiste esa vez ¿Te gusta Steven? – Repetí la pregunta.

– Me gusta molestar a tu amigo… – Aclaró. – Aunque Steven tiene lo suyo, él no me interesa. – Fin del asunto, dijo lo que quería escuchar. – Me temo que ellos son los únicos que aún creen que son “solo amigos”. Es gracioso ¿No crees?

– ¿Qué es gracioso? – Lo que en verdad me daba curiosidad saber, es como lo había notado, habíamos estado cuando mucho dos horas con ellos y Steven no estuvo junto a Dante, hasta cuando nos despedimos.

– Lo mucho que se quieren y que lo nieguen… – Respondió. – Creo que quizá sea aceptable que se lo nieguen a los demás, después de todo, pertenece a su intimidad, pero no a ellos mismos. Aunque no esperaba menos de tu amigo. Lo siento por Steven.

– No te comprendo… – Reconocí.

– Steven está enamorado de Dante…– Pesé a que lo intuía, no pude evitar sorprenderme cuando lo escuché decirlo. – Y Dante también lo está de él, aunque no quiera aceptarlo. Ha sido así por mucho tiempo, ¿cierto?

– No lo sé, ellos no hablan de eso… – Agregué consternado. – Menos Dante, él es muy…

– Doble moralista, hipócrita, prejuicioso, tramoyista, mentiroso…

– Iba a decir que es muy discreto… – Me reí porque tenía una forma muy peculiar de describirlo. – ¿Qué significa tramoyista?

– Que es un tramposo… Farsante, embustero estúpido…

– ¡Eren! – Lo reprendí.

– Ya sé, estúpido es una mala palabra… Pero es que me desagrada tanto.

– Si te molesta, entonces, cambiemos de tema… – Asintió de inmediato, para esto, ya estábamos por llegar al parque, a decir verdad, solo faltaba cambiar de acera para entrar. – ¿De qué quieres hablar?

– De nosotros… – Se limitó a responder.

– Específicamente, ¿sobre qué de nosotros?

– Quería agradecerte por lo que hiciste ese día. – No me miró, incluso cuando yo me detuve, él continuó caminando varios pasos adelante. – Para mí tiene un valor importante… – También se detuvo, pero continuó de espaldas a mí. – Quizá no tienes idea del peso tan grande que me quitaste de encima. Fueron muchos años de vivir con miedo. Pensando que en cualquier momento, aparecería de nuevo frente a mí.

Caminé hacía él y lo abracé por la espalda. Lo sujeté con fuerza entre mis brazos.

– Me imaginó que querrás saber qué fue lo que paso ese día…

– Si hablar de ello te hace mal, entonces, no quiero saber.

– Decírtelo sería muy difícil para mí, pero no quiero que vuelva a haber secretos entre nosotros. – Lo vi buscar en la bolsa de su pantalón. Sacó algo como una tarjeta y me lo entregó, no era una tarjeta, sino hojas dobladas.

– ¿Qué es esto? – Le pregunté con cierta alarma, al ver su semblante abatido.

– ¡Leelo! – Me pidió – Mientras lo haces iré a los columpios un rato…

Lo observe mientras se alejaba. Ahora que tenía las hojas sobre las manos con lo que supuse era el relato de lo que le había sucedido, ya no estaba tan seguro de querer saber. Aun así, desdoble las hojas y una perfecta caligrafía apareció frente a mis ojos, sin embargo, había partes en las que la tinta estaba corrida, debió ser cuando aún estaba fresca y supuse que fueron lágrimas, sus lágrimas.

 

12 de agosto del 2010.

Sucedió cuando iba a cumplir mis dieciséis años, faltaban once días exactamente. En ese tiempo aún vivía con Meghan y estaba estudiando la escuela elemental. En más de una dirección la persona que solía ser en ese tiempo dista mucho de quien soy ahora. Desde mi apariencia y sobre todo, mi personalidad. Puedo recordarme como alguien que pese a sus circunstancias, era extrovertido y solía reírme mucho. Siempre estaba rodeado de personas con las que me la pasaba muy bien, y que cariñosamente me llamaban amigo. Después de todo, había aprendido de Meghan quien casi nunca deja espacio para las tristezas o el enojo. En ese tiempo, era muy como él y había desarrollado una actitud positiva “casi” inquebrantable. Mi filosofía de vida: No se disparan flechas a un rostro sonriente. Y solía resolverlo casi todo de esta manera.

La verdad es que, le creía inquebrantable… que nada ni nadie podrían apagar la luz y la felicidad que en ese momento sentía. Pero las cosas nunca son lo que parecen, pues una sola persona, con un acto vil, arruinó de muchas maneras mi vida y borró todo lo que yo solía ser.

Me detuve. Hasta aquí me había dolido mucho lo que leí. Y aún faltaba mucho más. Lo busqué con la mirada, se mecía en uno de los columpios con la vista al cielo y el cuerpo ligeramente echado hacia atrás, entonces, ahora que lo podía apreciar de esta manera, me preguntaba cómo alguien había podido ser capaz de lastimarlo. Si eran las estrellas las que pedían deseos al mirarlo pasar.

Lo que leí en las otras hojas me dejó no solo un nudo en la garganta, sino también con la impotencia de no haber podido evitarle todo eso y la culpa por haber removido sin el cuidado necesario, tanto dolor. Él había pasado por mucho y yo jamás me hubiera imaginado algo así, aun ahora, me costaba comprenderlo. No me cabía la menor duda de lo fuerte que era Eren, pero hasta ahora comprendía cuánto. En mi interior, la admiración y respeto por él, se intensificaron. Estaba orgulloso de quien era y lo amaba así, con todo y sus defectos.

Doble las hojas y caminé hacía él, en cuanto me vio acercarme, dejó de columpiarse. Sentía mis lágrimas pugnando por salir, no podía explicarlo, pero sentía mucho dolor. Cuando finalmente llegué frente a él, me puse de rodillas y le pedí que me perdonara.

Eren no pudo evitar la sorpresa, pero se asustó cuando me vio llorar.

– ¿Chris? ¿Qué sucede?

– Lo siento tanto Eren… Soy un imbécil, no pensé que te causaría tanto dolor. ¡Perdoname! – Aún de rodillas como estaba, tomé su mano y la besé. – ¡Lo lamento!

 – ¿Cómo ibas a saber algo que yo no te dije? No hagas esto, no está bien. – Me dijo mientras intentaba hacer que me pusiera de pie. Y al no conseguirlo, se arrodillo a mi lado. – ¡No llores! – Me pidió mientras limpiaba mis lágrimas con sus manos, pero no podía controlarme, en verdad me sentía muy mal, muy triste. – ¡Por favor, no llores! Si alguien tiene que disculparse aquí, soy yo… Pero no quiero… no soporto verte así, y tampoco quiero que sufras con cada cosa que ha pasado en mi vida, ni que llores por eso. Porque ya no importa, desde que tú llegaste comenzaste a sanar cada una de mis heridas, lo digo enserio, hacía tantos años que no me sentía tan dichoso como lo soy ahora. Y es gracias a ti.

– ¡Te amo! – Le susurré en medió de todo mi drama – ¡Voy a hacerte feliz! Te juró que voy a hacerte feliz. – Lo atraje hacía mis brazos y lo besé. Fue tierno, un momento especial para nosotros, porque estábamos siendo sinceros con respecto a lo que sentíamos.

 

Sexo seguro, casarse y “ser fiel”. (Honesto)

 

Relata Danny

 No quiso explicar nada, simplemente y tomándome por sorpresa, se levantó del lugar que ocupaba a mi lado en el sillón y me aventó el teléfono. No le importo en lo más mínimo si su proyectil me lastimaba, por suerte, me dio en el estómago.

Y la pregunta del millón ¿Ahora qué diablos le pasaba? Lo seguí con la mirada mientras observaba subir corriendo las escaleras y me mordí los labios para no decirle un par de verdades que justo ahora, sentía que se las merecía.

Vez tras vez le he dicho que si algo le molestaba, en vez de hacer berrinches y aventar perdigones, debíamos hablarlo. Pero no sé si lo hace apropósito, o se aleja para no destruirme con sus propias manos. Es decir, soy consciente de que en ocasiones lo harto. En lo personal, me exaspera no saber por cuál de todas mis fallas disculparme.

Una vez, casi cuando recientemente comenzábamos a salir, él me dijo que si yo quería que esto durara, debía tratarlo diferente. Debía escudarlo para protegerlo y no abusar de él. Específicamente no debía dejarlo expuesto. – No me tomes como algo común u ordinario, porque yo no te trato de esa manera. – Esas habían sido sus palabras. Y también dijo que si lo nuestro en algún momento se ensuciaba, debía pulirlo con amor hasta que volviera a brillar.

Pesé a que después de decirme esto, literalmente lo dejé. Entre otras cosas, porque me asustaba lo seguro de sí mismo que era y lo claro que tenía lo que esperaba recibir. No olvidé sus palabras. Pero cuando se ponía en este plan, me daban ganas de pulirle pero un par de… – ¡Controlate! No hagas nada de lo que después seguramente te vas a arrepentir. – Suspiré con impotencia y frustración, tomé el teléfono y basto con encender la pantalla. La imagen había quedado ahí, casi como fondo. Era sobre la cena de ayer, a la que por cierto, le dije que no era necesario que me acompañara. Pero no porque no quisiera que me vieran con él, sino porque habría gente que podría intentar herirlo. Familiares a los que no les agradaba. Solo quería protegerlo. Sin embargo, en la foto aparecíamos Henry y yo, él como siempre, con esa efusividad que no sabe controlar me tenía abrazado. Y el estúpido encabezado: La pareja del año. Obviamente se referían, a la parte de los negocios, finalmente habíamos cerrado aquel contrato por el que habíamos venido, pero como hacérselo entender.

Enrique sufrió mucho después de nuestra separación. Perdió la fe en sí mismo y por supuesto en mí. Se desapareció por meses y cuando finalmente lo encontré ya no quería saber nada más mí. Me rechazaba aunque aún me amaba. Fue ahí donde comprendí que nuestra relación era especial, porque yo la había vuelto especial. Su ausencia me hizo entender, cuán importante era para mí y que en verdad lo amaba, a partir de ahí, el tiempo se ha encargado de hacer de nuestro relación algo hermoso, pero Enrique es quien vuelve lo que tenemos, lo más precioso. Y mi papel en esta relación, es siempre arruinarlo todo.

Aun con todo, no fui tras él, si quería enojarse estaba en su derecho. Después de todo, ya me había cansado de explicarle que lo que Henry y yo tuvimos, es cosa del pasado.

Subí casi dos horas y media después, hasta que terminé de ver una serie de documentales a los que en realidad no les estaba prestando mucha atención. Y para ser exacto, hasta que mi hermano y Eren volvieron. Ese par se traía algo, pero no quise ahondar en ello y les da su espacio. Suficiente era con que nos hayamos quedado con su habitación, como para que ahora también les quitara la sala.

Pasaban de las once y Enrique ya dormía. Me acerqué a su lado y lo observé con detenimiento. Se había tomado la mentada pastilla para los nervios, el frasco descansaba a su lado ¿Tanto así lo había hecho enojar?

En ocasiones me preguntaba cómo alguien tan dulce como él, podía tener tan mal carácter. De lo que había aprendido en nuestros años juntos, es que “lo mejor” de Enrique, viene justo después de “lo peor”.

Nuestra relación se basa en tratar de resolver entre los dos, problemas que nunca hubieran surgido de estar solos. Y ahora mismo quería resolver ese malentendido, pero primero lo primero, hay que bajar la tensión del momento y la ansiedad. Y para eso lo requería sin ropa, en mi opinión, no hay mejor vía de erosionar algo que a través del deseo, el gusto y la pasión.

Su día había estado esplendoroso, fui yo quien se lo fue nublando con mis descuidos, ahora se lo terminaría de anublar con mis dedos, hasta que su cuerpo comenzara a llover. 

Con cuidado le saque los pantalones, junto con la ropa interior, él se removió inquieto, pero casi al mismo tiempo volvió a quedarse quieto sobre el colchón. Las pastillas únicamente lo calmaban no eran somníferos, así que debía ser cuidado si no quería que se despertara antes de tiempo.

Solo una cosa tenía contra él, y era el que me obligara a renunciar al placer que me proporciona probarlo. Era algo que extrañaba y que era una parte fundamental de mi sexualidad.

Como un niño que pese a saber que de ser descubierto sería castigado, pero aun así, se aventura y procede a efectuar su travesura, acerque mi mano a su hombría y la rodeé. Como si fuera una ola irresoluta, mi mano subía y bajaba con lentitud con ese vaivén en el que también yo me estaba dejando llevar. Su cuerpo comenzó a responder a mis caricias, aun cuando su inconciencia lo mantenía atrapado. 

Aun si hubiera querido aventarme con avidez y probarlo a mis anchas, seguí el lado de los preliminares, con mi mano izquierda acariciaba esa piel sensible que resguardaba su hombría y fui separándolos, para hacer más accesibles mis caricias y besos en esa zona, con la derecha continuaba con el vaivén, mientras mi lengua comenzaba a lamerlo en la punta, haciendo pequeños círculos.

Lo solté solo para mimarlo un poco más abajo, sostuve sus testículos en mi mano mientras mis dedos los acariciaban. Gemidos suaves y uno que otro suspiro se le escaparon de esos labios ahora entre abiertos. Sabía del bienestar que podía estar sintiendo con estos mimos y sonreí juguetón.

Fui ejerciendo más presión mientras subía y bajaba por toda su extensión, mi lengua terminó sustituyendo mis caricias, desde la punta hasta la base, los gemidos no se hicieron esperar, y aunque tenía un poco de preocupación porque nos escucharan abajo, lo seguí lamiendo de manera generosa por ambas direcciones, igualmente de la base a la punta, concentrándome en la parte inferior, que sabía, era su zona más sensible.

Humedecí mi dedo índice y con la punta fui haciendo pequeños recorridos de ida y vuelta y mini-círculos alrededor de su frenillo, parte que después fue consentida por mi lengua. Ya le empezaban los espasmos delicados y su piel se erizaba ante mi tacto. Fue entonces que pude probarlo como en realidad quería. Engullí su miembro erecto y dejé que el instinto me guiara. Con suaves movimientos de succión y deslizamiento, mis labios ajustados sobre anchura, y mi lengua que se movía alrededor. Entre sueños Enrique intentó tocarse, y tuve que arreglármelas para impedírselo, esto era mío y no pensaba compartilo, ni siquiera con él.

Mi boca se volvió una funda que se deslizaba de arriba abajo y viceversa. Mientras cuidaba de replegar los labios sobre su miembro para no lastimarlo con mis dientes. También seguía acariciándolo de más abajo, sabía que en la cadencia y la sincronización estaba el secreto. 

Su respiración se volvía errática, sus muslos y abdomen se contraían con mayor frecuencia y aun en su inconciencia, él comenzaba a empujar muy levemente sus caderas hacía mí, como un aviso silencioso de su inminente eyaculación. Misma que tragué complacido una vez que ocurrió.

Fueron ese mar de sensaciones las que lo hicieron despertar. Quizá en el peor de los momentos, porque no me dio tiempo siquiera de limpiarme.

– ¿Qué crees que estás haciendo? – Fue lo primero que pregunto cuando se notó desnudo del estómago para abajo, conmigo entre sus piernas, una de mis manos aun sobre él y la otra en mis labios, intentando limpiar toda la evidencia.

Lo miré detenidamente unos segundos, Enrique se estaba poniendo rojo pero nada de esto tenía que ver con la vergüenza. Sino por la ira que trataba de contener.

– ¡Estoy buscando algo! – ¿Qué? ¿Acaso no pude decir algo mejor?

– Pues si ya lo encontraste… ¡Quitate! – Ordenó.

– Enrique…

– No quiero escuchar tus excusas… ¡No tienes derecho! – Me reclamó – ¡No te lo mereces, cuatrero!– Cruzó sus piernas dejándome en claro que no obtendría nada más de lo que como él dijo, ya había hurtado.

– ¿Estás seguro? ¿Te vas a poner en este plan por una estúpida foto? – Intenté parecer amenazante y jalándolo, volvía a acomodarme entre sus piernas. – Te aviso que con tu aprobación o sin ella voy a tenerte… Así que será mejor que cooperes.

– ¿Qué foto? – Preguntó molesto.

– La foto en la que… ¿Cómo que foto? La de la fiesta de ayer en donde Henry me… ¿No te enojaste por la foto? – Pregunté confundido.

– ¿Henry que…? ¿Por qué te tomaste una foto con él? – Solito me había delatado, es eso a lo que me refiero cuando digo que no se por cuál de mis errores disculparme. – ¿Por qué a él si le cuentas tus asuntos del trabajo y a mí no? De seguro él ya estaba enterado de que cerraste el trato que quería tu papá y yo que vivo contigo, tengo que enterarme por mi mismo…

– ¿Por eso te enojaste?

– ¿Te parece poco? – Cuestionó con resentimiento.

– Amor, era una sorpresa… – Intenté acariciar su rostro pero no me lo permitió, no me creía. – Ni a Christopher le he dicho nada, planeaba llevarlos a comer a los tres mañana, contando a Eren y ahí decirles...

– ¿Lo juras?

– Por nosotros…

Pareció sopesar mis palabras, con la vista desviada se mantuvo en silencio un par de segundos.

– ¿Y te divertiste con lo que hacías? – Fue imposible no notar el sarcasmo y doble sentido en sus palabras.

– ¡Si, mi vida! – Para que iba a negarlo. – ¿Me dejas que te cuente un secreto? – Mi sonrisa debía delatarme pero él solo se limitó a asentir. – Tú también lo disfrutaste…

– Dejame dudarlo… – Respondió mientras se pasaba la lengua por los labios, humedeciéndolos y provocándome. Lo observe con detenimiento mientras se sentaba en la cama y se sacaba la camisa.

Estaba ignorándome aunque me tenía frente a él, con una erección que me dolía por no haber sido atendida. Y este mal presentimiento que me decía que Enrique planeaba castigarme.

– Será mejor que te des la vuelta… – Sugirió, mientras completamente desnudo acomodaba unas almohadas detrás de su espalda y sin el más mínimo recato, abrió las piernas dándome el mejor panorama que en mi vida haba visto. – Voy a jugar y tú no estás invitado. – Lo que dijo me dolió en las ganas y siguió doliéndome aún más, cuando su mano envolvió su hombría y comenzó a masturbarse frente a mí.  Con su mano libre se acariciaba, recorría lentamente su cuerpo y el efecto era casi el mismo que si yo lo estuviera haciendo. No fingía, todo su ser reaccionaba y él gemía bajito dejándome claro que no me necesitaba, que el único responsable de su placer era él mismo. 

Sentirme excluido me dolía. Lastimaba mi orgullo y oprimía mi corazón al saber que no le soy indispensable, mientras que yo, necesito de él para encender mi deseo. Solo su cuerpo lograba incitarme.

– ¡Enrique! – Me quejé.

– ¿Q-que? – Pero si se la estaba pasando a lo grande.

– Yo también quiero jugar… – Intenté tocarlo, pero contrajo los pies para que ni siquiera lo rosara.

– ¿No quieres tomarte otra foto con…? ¡Ah! – Acalló ese gemido tapándose la boca, pero parecía que yo lo escuchaba gemir justo sobre mi oído. Su mano subía y bajaba lentamente y él enterraba los dedos de los pies en los edredones. – Henry… ¡Ah, mmm!

– No digas su nombre mientras haces esto… No lo volveré a hacer… ¡Lo prometo! – Aseguré.

– Sabes… Me encanta cuando me besas en el cuello, mientras estas encima de mí y penetras con rudeza… – Su crueldad no tenía límites. – Disfruto tanto de tenerte dentro…

– ¡Basta! Ya entendí, voy a portarme bien, no me tortures de esta manera… – Casi le lloraba, no podía seguir como un simple espectador mientras él estaba por venirse. Le resultaba excitante que lo observara.

– ¡Mi amor de siempre… paciencia! – Su sonrisa chancera me irritaba. – ¡Ah! ¡Me gusta!

No pude contenerme más y prácticamente me aventé sobre él. Con mi pantalón a medía pierna, me acomodé entre las suyas, moría por estar en su interior y que de esa manera no solo nuestras almas, sino también nuestros cuerpos quedaran atados. Entré de una sola embestida. Mi amado grito como hace mucho que no le escuchaba. Cerró los ojos con fuerza y sus manos se aferran a las sabanas mientras su cuerpo sucumbía ante mis embates, no suplico por una tregua. Ni siquiera cuando mis manos se cerraron alrededor de su cintura impidiendo que pudiera alejarse.

Entraba y salía de él, tal y como lo pidió, con rudeza. Con la violencia propia de un bastardo. Esta manera de hacerlo me recordaba a nuestros primeros encuentros.

– ¡Oh, mi amor! ¡Así, mmm!  – Esto era nuevo para mí. Pero me gustaba escucharlo y se lo concedí porque lo último que deseaba era poner frenos a esta pasión desbordada.

– ¿Te gusta? – Le pregunté mientras me recargaba sobre su cuerpo para alcanzar sus labios.

– ¡Me encanta! – Respondió mientras me recibía deseoso y al mismo tiempo me retenía, apretando mi hombría entre sus paredes. Un gemido ronco se escuchó desde lo más profundo de mí ser, Enrique siempre sabía cómo excitarme, y darme placer de la mejor manera.

Para mí, no había nada más electrizante que sus manos sobre mi piel, sus piernas abrazando mis caderas y su respiración en mi cuello.

– No me canso de tus piernas… – Intenté alagarlo. – ¡Te amo!

 

Algún día te pasarás veinticuatro horas junto a mí, comeremos en la misma mesa, nos sentaremos en el mismo sillón, veremos los mismos programas de TV y nos bañaremos en la misma ducha, quizá juntos. Compartiremos los deberes y cocinaremos en la misma cocina. Algún día pasarás las veinticuatro horas junto a mí y tendremos que compartir la cama, las sabanas y los sueños.

 

Tercera persona.

 

Christopher se aferró a la idea de que ellos no serían tan desconsiderados como para hacerle eso. Incluso llegó a pensar que estaba escuchando mal, que todo era por la tensión de tener entre sus brazos de nuevo, al objeto de su amor. Y que aquellos no eran ruidos sexuales, ni suplicas por recibir más de esa pasión arrebatada.

Pero el sonido de esos besos que cada vez subían más de intensidad y los gemidos de ambos llenando la habitación, lo obligaban a enfrentarse a uno de sus más grandes miedos. Y al mismo tiempo, al deseo impetuoso que lo invadía y lo ahogaba por quien a su lado dormía apacible.  O al menos, eso creía Christopher.

Pero lo cierto, es que Eren no dormía. Estaba demasiado familiarizado con esos sonidos que contaban una historia muy distinta a la suya. Que había sido imposible no distinguirlos. No es que se quejará, él comprendía que Christopher aún tenía ciertas aprensiones al respecto. E internamente agradecía que por la postura que había adoptado, en su rostro no se distinguiera la necesidad que lo había invadido.

Llevaba poco más de una semana sin trabajar y de una u otra manera, su cuerpo estaba acostumbrado a cierta actividad. Pero la practica le había enseñado a controlar sus impulsos, a imponer la razón por encima del pasión. Sin embargo, toda esa práctica se volvía nada al tratarse de Christopher. Y más cuando este no estaba ayudando mucho, su respiración errática y la forma tan posesiva con que lo envolvía en ese abrazo, hasta casi estrujarlo. Provocaba que su determinación flaqueara.

La música de fondo que Danny y Enrique estaban entonando para ellos, lograron que el más alto temblara como una hoja de papel, Eren podía escuchar ese retumbar fuerte de su corazón al tener su rostro sobre el pecho de Christopher. Quien finalmente, terminó cediendo y sin soltarlo por completo, comenzó a acariciarlo. Una de sus manos, se paseó libre por la piel que tenía a su alcancé. Fascinado por la suave y tersa que resulto a su tacto.

Para Eren, era difícil no reaccionar, era Christopher quien lo tocaba. Hasta ahora, no había sentido nada mejor, a pesar de que eran simples roses tímidos y llenos de culpabilidad. Pero placenteros al venir de la persona que quería.

Podía sentir la mirada de Christopher sobre su rostro, mientras las yemas de sus dedos seguían recorriéndolo, descubriéndolo, centrándose en cada rasgo de su piel y en la vehemente búsqueda de la más mínima reacción de su parte, ante su estimulante tacto. Intentaba descifrarlo, saber que caricias y de qué forma le gustaban. La sutilidad de sus dedos tibios siguió el camino de los botones de la pijama de Eren. Pero solo jugo con ellos, enredando los dedos de arriba abajo y viceversa. Para después abandonar momentáneamente el juego, hasta que Eren sintió esa misma mano sobre su cabello, casi podía verlo enredar los mechones entre sus dedos, sabía que le gustaba hacerlo. Christopher volvió abrazarlo, frotaba su espalda, mientras le dejaba besos en la frente, en el cabello, incluso en su mejilla.

Hubo un grito arriba que a ambos los hizo estremecer. Y que a Christopher lo devolvió a la realidad. Inmediatamente y como si algo lo empujara lejos, intentó apartarse, pero una mano tibia entorno a la suya lo retuvo.  Contuvo el aliento mientras volvía la vista, Eren mantenía los ojos cerrados, pero la fuerza que ejercía sobre su agarre le dejaba en claro que estaba despierto.

– ¡Continuá! – Le pidió casi en un susurro, mientras le dedicaba una mirada tierna y hasta cierto punto juguetona.

Christopher dudó como un pez frente al anzuelo, pero no tenía verdaderos motivos para resistirse, después de todo, había sido él quien había comenzado todo.

– ¡Lamento haberte despertado! – Se disculpó, mientras volvía al sillón que por cierto, era ridículamente pequeño como para que ambos durmieran ahí.

– Pues yo no… – Eren le sonreía para calmarlo, pero Christopher estaba demasiado nervioso que incluso actuaba con torpeza. – Me das un beso… – Tuvo que pedírselo, porque el más alto no parecía tener la más mínima intensión de moverse de la esquina desde la cual miraba a Eren con vergüenza.

Por otra parte los de arriba parecían no tener intensiones de dormir, pesé a que los gemidos habían cesado, pequeñas risas y palabras cariñosas se escuchaban bajito hasta la sala.

Eren suspiro de manera derrotista mientras miraba el techo, era una presión indirecta que solo logró que Christopher se sintiera aún más frustrado. Y con impotencia hundió su rostro en las rodillas.

– ¡Tranquilo! – Cuando Eren lo vio de esa manera, olvido sus propias frustraciones y casi gateando sobre el mueble llegó hasta donde Christopher se torturaba en silencio y le dejó un beso en su mejilla. – Solo olvidémoslo… ¡Que pases buenas noches!

Aquellas palabras, aunque entendía que eran para tranquilizarlo, fueron un golpe duro para su estima y propiamente su sexualidad. Tenía frente a él a un hombre hermoso, desconsideradamente atractivo, que al mismo tiempo, era la persona a quien quería. Y no poderlo satisfacer, porque no se sentía seguro, le resultaba una tontería. Había estado con tantas mujeres y nunca hubo problemas, pero ahora, solo con saber que se trataba de Eren, su mente se cerraba y no sabía cómo reaccionar.

Con cuidado se levantó del sillón, Eren lo siguió con la mirada, hasta que la puerta de la entrada se cerró tras de él. No era una buena señal, pero seguirlo podría molestarlo. Su intensión no había sido incomodarlo. Y tampoco que se sintiera presionado. Sin embargo, más tardo en salir que en lo que volvió a la sala. En silenció, quitó la mesa de centro y extendió un edredón sobre la alfombra. Eren creyó que ya no querría dormir con él por lo que había pasado. Y sin poder evitarlo, entristeció.  Pero para su sorpresa, Christopher casi lo sostuvo en brazos, hasta que lo recostó sobre la cama improvisada que había hecho. Y se colocó sobre él.

Se miraron en silencio durante un momento que resulto eterno para Eren. Christopher le sostenía la mirada con cierta aprensión.

– ¡Te quiero como a nadie más! – Le confesó y sello sus palabras con el beso que había sido pedido.

Fue una caricia tierna, con el énfasis necesario para que Eren se estremeciera, pero también fue un beso lento, sin la menor prisa, esos labios se tocaban de manera suave, besos cortos. Pero que pronto fueron volviéndose en fases, Christopher comenzaba a mostrarse no solo seguro sino también dominante, sensual y sexual al mismo tiempo. Jugaba con los labios de Eren, aprisionándolos contra los suyos.

También beso sus comisuras y repartió otros tantos por su rostro, su cabello, sus parpados. Fue bajando por su cuello con una habilidad que dejó a Eren sin aliento, entonces, cuando creyó que no podía sentirse mejor.  La lengua húmeda de Cristopher lo recorrió desde la base del cuello hasta la mandíbula, provocándole un escalofrió. Mismo que no pasó desadvertido para el más alto. Quien sonriendo volvió a hacer lo mismo, pero ahora sobre los labios ajenos, apenas rosándolos con la punta, humedeciéndolos. Para después volver el contacto más firme.

Eren sintió como su boca era invadida por una lengua que buscaba un contacto penetrante e intenso. Algo así no se lo esperaba, nunca se habían besado de esa manera, así que no supo cómo reaccionar. Aunque tampoco tuvo que hacer nada, Christopher se encargó de explorarlo, recorriendo cada centímetro de su interior, provocándole un cosquilleo excitante.

El Christopher cohibido y nervioso había quedado en el olvido, pues mientras que continuaban con ese húmedo beso, las manos de este se colaban por entre la ropa de Eren, estremeciéndolo y provocándole gemidos que se quedaban atorados en sus bocas.

Fue el turno de Eren de ponerse nervioso, cuando sin clemencia Christopher, metía y sacaba su lengua dura con cadencia lenta pero buscando friccionar sus labios. Mandándole corrientes eléctricas por el cuerpo, al ser acompañadas con movimientos rítmicos de su cadera que simulaban leves embestidas. Aun sobre la ropa ambos podían surtir el resultado de tanta excitación.

Eren se ahogaba por la falta de aire, pero Christopher se negaba a soltarlo. Al contrario se aferró más al cuerpo pequeño, como si quisiera fundirse en él. Con una amabilidad y una caballerosidad casi irreal, separo más las piernas del más bajo, en un afán de sentirlo más de cerca. Ese acercamiento hizo que Eren se retorciera bajo su cuerpo, obligándolo a soltar sus labios. 

– ¡Chris! – Le nombró entre jadeos entrecortados. Buscaba…más bien, necesitaba un descanso. Tantas sensaciones lo tenían aturdido.

El aludido le miró con un fervor que lo hizo estremecer. El corazón le saltaba y se le deshacía ante esa mirada castaña que lo observaba como si fuera lo más hermoso. Lo alagaba con cada caricia, cada rose. Lo hacía sentir sensual y deseado. Sus erecciones seguían frotándose, ahora Christopher lo hacía con una lentitud que resultaba torturante para Eren, quien se sentía próximo a terminar.

– ¡Te quiero, Eren! ¡Te quiero! – Le susurró mientras con ternura retiraba el cabello que se le había pegado a la frente a causa del sudor.

– ¡Chris! – Eren trató de mover su cadera para frotarse más rápido contra Christopher, pero este, sosteniéndolo por la cintura, lo obligó a quedarse quieto. – ¡Por favor! – Suplicó mientras cerraba los ojos con fuerza.

– ¡Mirame!

– ¡Por favor!

– ¡Mi ángel! ¡Mirame!

Lo hizo, lo miró sin intentar ocultar su necesidad. Los ojos grises refulgían presos de una lujuria desbordante que complacía e incitaba a Christopher. Quien levantando las piernas de Eren, las puso alrededor de su cadera y con dulzura se estiró para besarlo. Basta decir que fue recibido con apremio.

Christopher intensificó la velocidad y la presión en sus frotes cadenciosos, haciendo que Eren comenzara a gemir casi sin control, y se aferrará a las sabanas. Pronto ambos llevaban ritmos distintos, velocidades múltiples en las que sentían romperse, derretirse. Fundirse como si fueran uno mismo. Besos desesperados, impetuosos y violentos, abrazos y caricias turbosas que de seguro dejarían huella en la piel sensible de Eren, y esos gemidos que si bien, fueron más recatados que los que los habían arrojado a esto, no dejaron de escucharse y entremezclarse. Hasta que el orgasmo los alcanzo sincronizados acompañado de un gemidos delirante, como un golpe que se extendió desde sus vientres hasta la punta de sus pies. Llenando cada fibra de sus cuerpos, ahora sudados y cansados.

Christopher se dejó caer sobre el cuerpo más pequeño, intentando recuperar su respiración. Eren por su parte, se abrazó a la espalda de Christopher, disfrutando de la cercanía que le permitía sentir su olor y la calidez de su cuerpo.

Ahora se sentía no solo feliz, sino también estaba satisfecho. Había sido mejor de lo que había pensado. Sentir a Christopher de esta manera, le daba seguridad a él y a la relación que estaban iniciando. No hubo fantasmas que ensombrecieran el momento, que era una de las cosas a las que más temía. Cada roce, cada caricia había sido limpia y lo habían hecho sentir especial.

Christopher por su parte, había probado un poco de lo que sería tener a Eren. Y se sentía afortunado, nada de lo vivido en el pasado se asemejaba al hecho de saborear de la dulzura de su ángel. Quien se dejó guiar en todo momento y se mostró pasional y completamente entregado a sus caricias.

Con cuidado se quitó de encima y se recostó a su lado.

– ¿Estas bien? – Eren asintió y le sonrió. – ¿Te gusto?

– ¡Fue perfecto! – Respondió mientras suspiraba como rememorando el momento que acababan de vivir. – Lo mejor que he sentido en mi vida… Lo digo enserio.

Christopher devolviéndole la sonrisa, lo estrechó entre sus brazos y besó su frente.

– ¡Te quiero Christopher! Hace un momento no pude contestar, porque todo me daba vueltas, no es broma. – Intentó convencerlo cuando lo escuchó reír. – Estaba muy aturdido, pero debes de saber que también te quiero.

– Me haces muy feliz, el que estas aquí conmigo, aunque sea en el piso. El que me dejes tocarte, besarte, el que me digas que me quieres… Tienes mi destino en tus manos, mi vida, si así lo deseas… No dejes de hacerme feliz. Y ahora, a soñar… – Le dijo mientras lo cubría con las sabanas. – Que mientras tú duermes, yo me voy a esforzar, por hacer todos tus sueños realidad.

 

 

El vodka sabe mejor que las lágrimas.

Relata Meghan.

 

Lo perdí de vista solo un instante, y cuando volví con nuestras bebidas ya no estaba en la mesa. Un foco de alarma se encendió dentro de mí y miles de cosas pasaron por mi mente. Desde que se había ido dejándome ahí solo, hasta cualquier otro pudo habérselo robado.

Con desesperación comencé a buscarlo entre todo ese mundo de personas. Quizá había sido una mala idea haber venido, pero parecía que se lo estaba pasando bien, incluso había olvidado temporalmente sus dilemas y bailamos unas cuantas canciones.

Y ahora, simplemente había desaparecido y mi tranquilidad con él. Lo busque en los baños e incluso afuera del antro, la mayoría de los que trabajan ahí, nos conocían y habían dicho no haberlo visto, le marcaba vez tras vez al celular y no me contestaba. Estaba volviéndome loco de la consternación.

– Buscalo adentro Meghan, por aquí no ha pasado pero si llegamos a verlo, te avisaremos… – Dijo uno de los chicos del staff.

Decidí hacerle caso y volví dentro, estaba asustado y preocupado, Eric ya había bebido demasiado que temía que algo malo le sucediera. Comencé a buscarlo por entre los pasillos con la esperanza de encontrarlo.

Y como después de quince minutos en los que casi me trastornaba, lo encontré. Pero no donde esperaba. Ahí, casi en el medio de la pista, bailaba solo. Su cuerpo se movía al compás de la música, lento pero de manera sensual. Todo mi enojo y preocupación se desvaneció. Nuevamente lucía triste y a mí solo me importaba que él estuviera bien.

Me fui abriendo paso entre la gente hasta que llegué a su lado.

– Creí que me habías dejado… – Le susurré al oído mientras lo abrazaba por la espalda.

– ¡Eso mismo pensé yo! – Respondió un poco más animado al verme a su lado.

Love Me Harder se comenzó a escuchar, me gustaba esa canción. Era a mí parecer, insinuante y provocativa. Eric se seguía moviéndose y dejándose llevar. Con suavidad lo pegue más a mí, mientras le cantaba al oído.

Tell me something I need to know, then take my breath and nerver let it go. – Él sonreía y sin recato alguno se frotaba contra mí. – If you just let me invade your space. I´ll take the pleasure, take away the pain. – No se opuso cuando mis manos comenzaron a recorrerlo, por el contrario, se acercó más y con sus manos sobre las mías, recorrimos juntos su cuerpo húmedo por el sudor. – And if in the moment I bite my lip. Baby, in the moment, you´ll know this is. Something bigger than us and beyond bliss. Give me a reason to believe it…

´Cause if you want to keep me, you gotta, gotta, gotta, gotta… Got to love me harder. – Así que también se la sabía.  Lentamente se giró quedando frente a mí. Sus ojos negros me miraban insinuante. – And if you really need me, you gotta, gotta, gotta, gotta… Got to Love me harder. Gotta love me harder. Love me, love me, love me. Harder, harder, harder.

Creo que puedo resumirlo como el baile más erótico de mi vida. Ambos estábamos demasiado bebidos, pero Eric era el que se veía más afectado, entre otras cosas, porque no estaba acostumbrado. Eren no le tenía permitido beber, y quizá ahora entiendo la razón. El licor lo volvía endiabladamente sensual, la manera en que sus labios se enredaban con los míos, me hacía estremecer. Lo deseaba y si por mi fuera, lo haría mío justo aquí. Y seguro estaba que él no se iba a resistir. Las personas a nuestro alrededor nos miraban con cierta envidia. Lo sé, yo tampoco acaba de creer lo afortunado que era por tenerlo.

Lo miraban sobre todo a él, pero lo siento. El chico entre mis brazos me pertenecía y me deseaba exclusivamente a mí, la manera tan insinuante con la que se restregaba contra mí, respaldaba mis palabras.

Aun no entiendo cómo es que Eren no se atrevió a tomarlo. Cuantas veces me dijo lo mucho que lo deseaba, y hablaba sobre lo mucho le gustaba, Eric no se hubiera negado. Sin embargo, mi hermano también reconocía que lo que sentía por él era solo eso, un gusto.

En fin, nos quedamos casi hasta el amanecer. Bailamos y bebimos como si ese fuese último día de nuestras vidas. Eric estaba casi tan acostumbrado como yo a este tipo de vida nocturna. Sin embargo, cedió en cuanto tuvimos un pie fuera del antro, ni hablar de que condujera, a estas alturas, ni siquiera sabía dónde estaba las llaves de mi auto. Así que tuvimos que caminar hacía el sitio de taxistas. Estaba helando como pocas veces, Eric intentaba refugiarse entre su abrigo, pero parecía no ser suficiente.

– ¡Ven! – Le pedí, mientras lo resguardaba en mi pecho. – En cualquier momento va a venir un taxi e iremos a casa. – Él solo se limitó a asentir, pero pasados quince minutos y sin que ningún taxi se asomara, comenzó a inquietar.

– ¡Tengo frio! – Se quejó – Y hambre…

– Se paciente, por favor…

– ¡Quiero comer, Meghan! Mi estómago no entiende de esas cosas, quiere comer y ya…

– Pues tú estomago va a tener que esperar un momento. – Mi respuesta le molesto, pues se arrebató con cierta violencia de mis brazos.

A partir de ahora, recordaría que el licor también lo vuelve más caprichoso.

Uno de los que trabajaba ahí, se ofreció a llevarnos. Era un amigo que conocía de hace tiempo. En cuanto estuvimos en el asiento trasero de su automóvil, a Eric se le olvido que tenía hambre y sin importarle que no estuviéramos a solas, se sentó sobre mis piernas y comenzamos a besarnos. Aun me quedaba un ligero atisbo de lucidez y quise apartarlo, pero él se encargó de socavarlo con sus besos con sabor vodka. Prácticamente nos comimos a besos, como si pretendiéramos desgastarnos los labios.

– Dijiste que me ibas a hacerme el amor… – Me reprochó aun sobre mis labios.

– Después de que comas…

– Y después de que coma vas a decir que después que me bañe y así sucesivamente.  – Me reí por su molestia. Le hubiera metido mano para contentarlo, pero mi amigo carraspeaba la garganta cada cierto tiempo para recordarme de que no estábamos a solas. – ¿Vas a hacerlo si o no? – El ceño fruncido y las manos en jarras sobre su cintura le daban la apariencia de un ebrio peleonero.

– Cuando llegamos al departamento… – Le dije – Quitarte toda esta ropa será lo primero que haré.

– ¡Prometelo!

– Te lo juro… – Sonrió complacido y dejó de reñirme. Lo sentí acomodarse aun sobre mí y después de unos minutos, por fin se quedó dormido.

Era un poco difícil de controlar, y cuando se empeña en algo, en verdad, necesito paciencia. Pero ahora que estaba tan tranquilo, con su rostro tan sereno y apacible ya no lucía tan amenazante.

– Puedo preguntar… ¿Quién es? – Indagó Sam, mientras me miraba por el espejo retrovisor.

– ¡Ya lo hiciste!

– Es solo sana curiosidad, digamos que es la primera vez que te veo ser tan cuidadoso y sobreprotector con unos de tus clientes. O con cualquier otra persona.

– No es mi cliente… – Le expliqué mientras lo cubría con mi abrigo. Intenté quitarlo de encima de mí, porque las piernas se me estaban entumiendo debido a su postura, pero no me lo permitió.

– ¿Entonces?

– ¡Es mi niño! – Respondí mientras lo sentaba mejor, para que estuviera cómodo y acariciaba sus cabellos.

– ¿Qué diablos se supone que significa eso, Meghan?

– Es mi pareja…– Solté. Que bien me sentí de decir eso.

– ¿Qué? Pero si literalmente es un niño. – La sorpresa e incredulidad no se hicieron esperar en el rostro de mi amigo.

– Se enojará si te escucha decir eso, es ocho años menor que yo, pero también es todo un hombre.

– ¿Y lo sabe? ¿A lo que te dedicas…? – Me limité a asentir. – ¿Y no le importa?

– Está durmiendo entre mis brazos, Sam… – ¿Qué no era obvio? Aunque a decir verdad, no habíamos tocado ese tema.

Fue una proeza bajarlo del auto y ni se diga llevarlo hasta mi departamento. Sam tuvo que ayudarme, Eric no era tan ligero y como estaba completamente inconsciente, era puro peso muerto.

Tal y como prometí, en cuanto estuvo en mi cama le quite la ropa. Intenté despertarlo pero Eric, terminó escondiendo su rostro entre las almohadas y me dio la espalda. Intenté no sentirme ofendido por su rechazo, entendía que estaba cansado pero Eric sabía que yo casi era de fuego, así que crueldad de su parte encenderme de esa manera para dejarme solo así, convirtiéndome en ceniza lentamente. 

Notas finales:

Hola!!!

Despues de una larga ausencia.... Este capitulo esta dedicado a mi querida Taiga, besos de lengua y algo más por parte de Chris jajaja. Espero que te guste!!!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).