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Dulce Amor por Sabaku_No_Akemi

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México y sus amigos habían despertado ya hacia un rato, pero eso no significaba que ya estaban levantados haciendo cosas productivas.
Como ya muchos han de saber, la borrachera siempre termina en la fatídica y espantosa molestia, la muy nombrada “cruda”.
Pero claro, lo bailado nadie se los quitaba ¿verdad? Y, la verdad, ninguno se arrepentía de aquella noche tan divertida, en especial el argentino, quien había tenido la oportunidad de poner celoso a su pareja más de una vez con las hermosuras mexicanas.
Pero bueno, la noche pasada había sido eso, pasada ¿Por qué hablar de ella y no del doloroso presente?
Imaginen esto, un vaso de agua, con una pastilla haciendo burbujas dentro de él, un chico que parecía tener los 21 años apenas, con la piel canela y los cabellos azabaches, una expresión de odio que mataría a cualquiera y, para rematar esta magnífica visión, una pareja de extranjeros quejándose a susurros.

—Con una chingada— dijo México tras tomarse de un trago su vaso con alka setzer. — si iban a estar de mariquitas ahorita mejor ni los hubiera invitado…

—Tendrías que hacerlo tarde o temprano— Argentina estaba dispuesto a pelear, pero por favor, en voz baja y sin hacer mucho ruido. — a-pues-ta.

—Ya la cumplí, ¿no? Así que está bien que los corra de mi casa ahora que ya se les paso la ebriedad.

Chile miro sin expresión alguna a su fiel amigo México. Una punzada en su garganta le impidió hablar. Pero no, no estaba molesto, ni triste, ese nudo se había formado porque el vomito se estaba acercando a su boca. Y eso no es bueno.
Tal vez estaba siendo muy brusco, pero necesitaba estar solo y pensar un poco, anoche no sabía cuánto había bebido, pero sabía que fue más de lo usual. Era normal que después no recordase si ocurrieron cosas, pero no era normal el hecho de que solo recordaba haber entrado al bar. Y para acabarla de amolar, no sabía dónde estaba su jodida cartera. Por lo menos había dejado el móvil en casa…

—Bueno, no vale la pena pelear con ustedes, en todo caso, supongo que nos divertimos anoche y todo eso. ¿Quieren desayunar algo?
Está bien, si no iba a recordar nada, por lo menos revisaría que sus amigos tampoco lo hiciesen.

—Perfecto, ¿no te parece Chile?— el nombrado no contesto, salió corriendo rumbo al baño del más moreno con una mano tapando sus labios.


º/º/º/º/º/º/º/º/º/º/º/º/º/º/º
Rusia despertó, el olor a comida casera inundaba sus fosas nasales. Se levanto algo torpe, debido a que el sillón en donde se encontraba dormido era demasiado pequeño para su cuerpo. Una vez sentado se enfoco en buscar el lugar de donde venía aquel exquisito aroma, dando se cuenta de venia desde la cocina.
Se acerco a ella, caminando torpemente debido a que recién despertaba, su hermana estaba sirviendo la comida en los platos, con una hermosa sonrisa pintada en el rostro.

—Justo a tiempo. — exclamo mientras ponía ambos platos en la mesa.

Ambos comenzaron a comer sin iniciar conversación alguna, era una costumbre, comer era algo sagrado, en especial si se hacía en familia.
Terminaron, cada uno sequia con lo suyo en un silencio que mas que incomodar reconfortaba de alguna manera.

— ¿Y bien? — Ambos sabían a qué se refería Ucrania, quería saber la magnífica noticia que su hermano le diría la noche anterior, la hermana mayo miro a Rusia, este le miro un segundo y después, con un sonrojo que delataba su vergüenza, comento.

—México me llamo y… me dijo que, bueno, no estoy seguro por completo de que sea lo que creo… — Ucrania le miro expectante. Jamás suele dar con rodeos ¿Qué le pasa a Rusia? — Bueno, para resumir— dijo con una voz más fuerte— Él me dijo que yo llegue a gustarle.

Ucrania sonrió enormemente y se sentó junto a su hermano en la mesa, tomó sus manos y comento agitadamente debido a su excitación.

— ¿Qué le gustas? ¿Eso te dijo?

—N-no, dijo que llegue a gustarle, es decir que… ya no, supongo.
Además, eso no es todo— soltó un suspiro que causo otro de parte de Ucrania— él se entero acerca de la Unión Soviética.

La hermana mayor reacciono de una forma bastante audible, soltó un chillido de estupefacción que le llego al alma a su hermano.

— ¿Cómo? — No podía hablar, las palabras no le salían.

—No lo sé… es tan frustrante todo esto…

Efectivamente, era frustrante y triste, pero como siempre, Ucrania se mostro positiva ante la situación.

—Bueno, pero, el que te haya dicho que le gustabas significa que, de una u otra forma, puedes cortejarlo. Enamorarlo. ¿No crees? — Rusia le miro con suplica, intentando mostrar que no sabía cómo hacer eso. — ¿Por qué no lo invitas a tu casa? Beben algo, platican un rato y después… que pase lo que tenga que pasar.

A Rusia le pareció una excelente idea, después de todo, la última vez que México había ido de visita sintió que no había disfrutado del todo el estar ahí.

—Muchas gracias, Sestra. Lo llevare a cabo en cuanto llegue a casa.

º/º/º/º/º/º/º/º/º/

México ya no tenía visitas en casa, estaba completamente solo. Si, era bastante tarde ya, pero no tenía nada de sueño.
Estaba leyendo algunos formatos gubernamentales, lo cual le estresaba al notar la estupidez que en ellos estaba escrita, cuando su teléfono celular comenzó a vibrar. Rápidamente lo tomo y contesto la llamada.

—Hola México. — Era Rusia.

— ¿Qué tal? ¿Qué pasa?

—Bueno, debido a que me he comunicado con Cuba para arreglar algunos asuntos, él se ha tomado la libertad (y espero no te moleste) de comentarme acerca de tus cuestiones sobre la Unión Soviética— Muy bien, perfecto. A México le alegraba que por lo menos no tendría que iniciar el tema. — ¿Te gustaría venir a mi casa, y platicar sobre el tema?

—Claro, me alegra que tomes la iniciativa, mañana mismo compro el boleto de avión…

—No será necesario. Eres mi invitado, México, me encantaría que aceptases que yo pase por ti. Claro, solo te pediría que ya estés en el aeropuerto.

México no entendía de donde venia tanta amabilidad por parte del ruso, normalmente era más tímido, además, ¿su voz no estaba un poco más gruesa? Hasta parecía que se había aprendido todo lo que dijo de memoria.

—Bien, pues… allí estaré. Nos vemos mañana Rusia.

Colgó la llamada y miro fijamente su papeleo de vuelta, aunque realmente no estaba leyendo. Su mente estaba perdida acerca del tema que hace poco había abordado con su amigo el euroasiático. Era muy extraño, ¿para que querría Rusia hablar de la Unión Soviética con él?
Y de repente, como si fuese la única opción en todo el rompecabezas, pensó…
—“¡ES EXNOVIO DE ELLA!”

Si. Así es.

Se levanto con un entusiasmo terrorífico ¿mañana que pasaría? Ojala que no se diera una pelea, no le gustaba pelear… estando en sus cinco sentidos, claro.
No valía la pena pensar en eso. Lo que pase, que pase y punto. ¿Qué más da si peleaban? El amor lo valía todo.

º/º/º/º/º/º/º/º

Por primera vez en su vida, no se había quedado dormido. Estaba entusiasmado, y a la vez acomplejado. Angustiado era la palabra.
Tenía puesto un abrigo que se veía muy calentito, esperaba ya en el aeropuerto, sentado en una de las bancas mirando la pista desde el cristal.
No veía al ruso por ningún lado, y tampoco era demasiado importante verlo, pero, ¿a qué hora le había dicho que fuera? A las ocho ¿Qué hora era? Las nueve. Tenía la razón de estar un tanto nervioso.
Un avión sin logo apareció en una de las pistas, el lo observo inmediatamente, esperanzado de que fuese su amigo. Acertó.
Tras haber detenido la aeronave noto como una puerta se abría, y de ella, la grandeza de Rusia, mirando por toda la pista en busca del mexicano.
México rápidamente se acerco al ventanal y agito su mano, esperando que el ruso lo observara. Rusia notó el alboroto y rápidamente señalo a su amigo para que sus conductores fueran a recogerle.
México apenas y llevaba una pequeña mochila con algunos cambios de ropa, no sabía cuánto tiempo estaría en casa del ruso, pero aun así prefirió estar prevenido.
Cuando los pilotos llegaron con él, México se asomo y noto que el ruso ya había entrado. Era un avión privado, según le hicieron saber. Cada vez se sorprendía más de la riqueza que el ruso tenía.

Al entrar México un agradable aroma invadió sus fosas nasales. De inmediato supo que se trataba de la colonia de Rusia, sin querer conocía su olor.

—Buenos días, México. —Rusia se encontraba sentado en uno de los asientos, le miraba con una sonrisa.

—Buenos días…—México dudo un momento en entrar sin más, pero después dio largos pasos hasta donde el ruso se encontraba.
Rusia hizo una señal al asiento que había frente a él, México obedeció y se sentó en él.

Durante el trayecto a Rusia (lo cual ocurrió en cinco horas, gracias a la magnífica maquina volátil que el ruso tenía) tomaron temas variados, ninguno realmente importante.
Los nervios estaban carcomiendo la mente del mexicano, y la verdad era que por mucho que intentaba disimularlo el ruso se había dado cuenta. La forma en la que sus manos temblaban no podía ser otra cosa.
Llegaron. Finalmente habían llegado.

Tomaron una limusina a casa de Rusia. Normalmente este solía utilizar un simple taxi, pero quería intentar mostrarle a México lo mejor que tenía, y lo estaba logrando.

Entraron a la mansión. Apenas sentarse y la tensión ya estaba encima de ambos.


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