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PLACERES LIGEROS por NYUSATSU NO AI

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Notas del capitulo:

Quizá no existan como tal, momentos especiales. Quizá somos nosotros quienes hemos decidido volver a nuestro amor... Un momento especial. 

MARTES

 

Cuando la lucha de un hombre comienza dentro de sí, ese hombre vale algo.

Relata Meghan.

 

– ¿No vas a contestar? – Me preguntó con mesura. – Si tienes planes o algo por hacer… Me iré. – Pesé a lo que dijo, se acomodó mejor entre mis brazos.

No había pasado ni media hora desde que habíamos despertado de nuestra siesta y encendí el celular, desde entonces, no dejaba de sonar. Y aun cuando lo había puesto modo vibrador, el ruido que producía al sacudirse sobre el buró, era lo suficientemente alto para que pudiéramos escucharlo.

– ¡Sí! ¡Tengo algo que hacer! – Respondí mientras intentaba acomodarme para dormir un rato más.

– Entonces me iré ahora… – Apenas lo sentí moverse para salir de la cama y lo atrapé entre mis brazos, obligándolo a que se volviera a recostar. – ¿Meghan?

– En lo que tengo que hacer, por supuesto, estas incluido tú… – Aseguré mientras dejaba besos cariñosos sobre su rostro. Él se dejó hacer, e incluso comenzamos a jugar. Recientemente descubrí que había partes de su cuerpo que al tocarlas le provocaban cosquillas y lo hacía reír como loco.

– No, Meghan… Cosquillas no. – Comenzó a suplicar mientras se revolcaba en la cama intentando rehuirle a mis manos que lo recorrían por los costados.

– ¡Me gusta escucharte reír! – Le confesé cuando en un movimiento inesperado me dejó debajo suyo con las manos a la altura de mi cabeza y sujetadas por las suyas. Esa es la notoria desventaja de elegir una pareja casi igual de alta y fuerte que tú.

– Pues cuéntame un chiste pero no me hagas cosquillas… – Se quejó.

– ¿Molesto?

– No, pero me canso de tanto reír…

– No te cansas de las cosas sucias y amatorias que te hago durante las noches, pero ¿te cansa que te haga cosquillas? ¡Eso no tiene mucho sentido!– Bromeé y como resultado le fue imposible ocultar su vergüenza y eso me hizo reír. Se ve adorable cuando se ruboriza.

– ¿Cómo puedes decir esas cosas? – Me regaño mientras me soltaba y se dejaba caer sobre mi pecho.

– Te las hago… ¿sí o no?

– Ese no es el punto…

– ¿Sí o no? – Insistí.

– ¡Sí! – Se limitó s responder.

– Claro que sí… ¿Y sabes por qué? – Fue mi turno de tenerlo debajo y a decir verdad, parecía que ambos nos sentíamos mejor de esta manera, en lo personal, me intimida un poco tener a Eric sobre mí. – Porque me gusta complacerte… – Le susurré mientras mis labios jugaban con los suyos – Y que gimas fuerte, mientras te muerdes los labios para contener los suspiros. – Eric intentaba profundizar el beso, pero se lo impedía, de hacerlo terminaríamos haciendo el amor, de nuevo. Tal y como sucedió cuando volvimos de la escuela. Pero sobre todo, me gusta cuando gritas mi nombre vez tras vez por lo mucho que te gusta tenerme dentro… ¡Meghan! ¡Oh, sí! ¡Así! ¡Házmelo rudo!

– ¡Alucinas! ¡Jamás he dicho eso! – Me dio el cortón. – Una cosa es que tu retorcida mente quiera que lo diga, algo que por cierto “no haré” y otra muy distinta es que al calor del momento diga una que otra incoherencia, pero no eso…

– ¿Qué? ¿Por qué lo niegas? – Insistí con el asunto, aunque, a decir verdad. Eric es muy pudoroso para ese tipo de cosas. – ¿También vas a negar lo que gritabas anoche?

– ¡No gritaba! – Aclaró inseguro. La preocupación se le notaba en el rostro, en sus gestos ansiosos.

– ¡Claro que lo hacías! – Mentí – ¡Soy tuyo! ¡Te quiero! ¡Eres tan excitante! ¡Meghan tu eres mi hombre! – Lo decidía como imaginaba que se escucharía de su propia voz y la verdad es que no sé cómo me contuve de no carcajearme.

– Por supuesto que no… Yo no diría algo como eso.

El teléfono volvió a vibrar arruinando la magia del momento.  Eric desvió la mirada de mí y se centró en el objeto que se balanceaba. El ruido lo alteraba, ya comenzaba a comprender algunas de sus reacciones.

– ¡Qué tal si es algo importante! – Agregó sin mirarme. – Han insistido tanto…

– Nadie me hablá para decirme algo importante… – Aseguré mientras le acariciaba el mentón para que volviera a mirarme. – Debe ser del trabajo.

– Entonces contesta…

– Me gusta esto, Eric. Este pequeño mundo que estamos creando… – Le confesé – Dejame permanecer un momento más aquí, en tu cuerpo. – Volví a sus labios y los bese rápidamente – Y después volveré a la realidad, pero ahora solo quiero estar contigo.

– ¿Este pequeño mundo? – Preguntó – ¿Y cuánto nos va a durar? Yo sé que tú no eres de las personas que conserva a alguien por mucho…

– ¡Me lastimas! – Le interrumpí, mientras me quitaba de encima de él y me sentaba en la orilla de la cama. – No eres un juego o simple pasatiempo para mí. Eres preciado, algo de mucho más valor que el que creo merecer… Si todo esto es por lo que hago yo…

– ¡No! – Gateó sobre la cama hasta llegar a mi lado. – ¡Lo lamento! No fue mi intensión, pero ese teléfono me esta trastornando, sé a lo que te dedicas y no me importa… mucho.  – No me miraba y fue disminuyendo su tono de voz hasta que la última palabra fue solo un susurró. – Bueno, quizá me importe un poco. – Se corrió. – De acuerdo… ¡Si me importa! ¡Me importa mucho! La idea de que hagas con ella lo que me haces a mí, me molesta…

Su sinceridad me cautivó. Al final, comprendía que no fuera fácil para él, como tampoco lo era para mí. Pero llevaba mucho tiempo en esto, y había aprendido a fingir muy bien.

– Voy a contarte algo sobre mí… – Le dije mientras lo invitaba a que volviéramos a la cama y nos acomodáramos, él accedió casi de inmediato. Me estiré y alcancé el teléfono y sin más lo apagué. – Como toda buena historia, sucedió hace mucho, mucho tiempo atrás.

Eric me miraba divertido, de nuevo estábamos en nuestro mundo. Ese en el solo existíamos él y yo y solo nosotros éramos reales. Todo lo demás que nos rodea, era mera fantasía. Ideas ilusorias de un mundo disoluto al que no queríamos pertenecer. La historia que le contaría, ni siquiera Eren, que era mi hermano, la conocía a detalle.

Comenzó cuando tenía diez años. Fue exactamente un viernes tres de febrero, sin duda, una fecha que jamás voy a olvidar. Ese día mi padre me había encontrado en una esquina cerca de nuestra casa, besándome con en el que en ese entonces, fue mi primer novio. Otro mocoso inexperto igual que yo. Era nuestro primer beso y mi padre lo arruinó de la peor manera, al pobre chico incluso lo amenazó de muerte, pero yo me llevé la peor parte.

Nosotros proveníamos de una familia de clase Media-Baja. El único que traía dinero a casa era mi padre y éramos cinco hermanos. Tres hermanas mayores, yo y la pequeña Liz. Mamá murió a los pocos meses que Liz nació. Desde entonces, mi padre intentó criarnos de la mejor manera, pero casi nunca estaba en casa, y aun así, el dinero tampoco alcanzaba.

El caso es que no dejó de golpearme e insultarme en todo el camino hasta que llegamos a la casa. Y una vez dentro, dijo que me iba a hacer un hombre de verdad, porque entre su familia no había maricones. En pocas palabras, me dejó toda la espalda desecha por los golpes que me dio con la soga. En ese tiempo, era común que tus padres te pegaran con lo primero que tuvieran a la mano.

Para ser honesto, no me resistí, ni mucho menos intente huir. Mi mente había quedado en blanco desde el momento en que mi padre nos encontró besándonos. El dolor lo sentí cuando la adrenalina del momento comenzó a menguar. Lo que se repetía una y otra vez en mi mente, eran todos esos insultos que me grito. Esos dolían con la fuerza de muchos golpes a la vez.

Esa misma noche y sin que mis hermanas pudieran impedirlo, mi papá me hecho de casa.

Tampoco suplique porque me dejara quedarme. Ha decir verdad, ya estaba harto de esa vida miserable que llevábamos. Del terror que mis hermanas y yo le teníamos a mi padre y de ver pasar mis días en la incertidumbre de si mañana al despertar iba a haber algo en la mesa para comer.

Así que cuando él me hecho y tiró toda mi ropa a la calle, que por cierto, no eran más de unas cuantas prendas.  Me sentí libre.

Me había desecho de aquel yugo que me atormentaba. Pero la fascinación del momento pronto se me ensombreció. Las heridas se me infectaron después de dormir dos días en las calles. Y terminé en el hospital. Como dije no tener familia, fui llevado a un albergue a las afueras de la ciudad, del cual me escapé luego de quince días ahí. Lo más terribles, por cierto.

Vagué durante por lo menos, un par de meses, la verdad es que no llevaba la cuenta. La vida de las calles es casi como un campo de batallas lleno de minas. A cada paso estas más cerca de la muerte. Me volví hábil en frágil arte del hurto, pero hasta eso, era un ladrón honrado que únicamente robaba comida y solo cuando tenía hambre.

Una vez, a un hombre se le calló un fardo de dinero cuando intentaba guardarlo en la bolsa trasera de su pantalón. Jamás en toda mi vida había visto tanto dinero junto. Recogí los billetes y lo alcancé para devolvérselo.

Ese hombre resultó ser el dueño de varias casas de citas en la ciudad. Su nombre es Bastián y él es el padre del imbécil Alan, tu amiguísimo. – Me burlé. Eric ladeó los ojos al escuchar lo que dije.

– ¿Y qué paso después? – Parecía emocionado, se había sentado con las piernas cruzadas frente a mí y puedo presumir que tenía toda su atención.

– Lo que paso después, ni yo me lo imaginaba. Mi vida dio un giro de trecientos sesenta grados…

Aquel hombre se sorprendió de mi acción. Dijo que cualquier otra persona hubiera tomado el dinero y se hubiera marchado. Me preguntó dónde vivía y quienes eran mis padres. Mi respuesta fue directa – Estoy solo y vivo en la calle – la gente que estaba a su lado, quienes por cierto, después me enteré que eran sus guardaespaldas. Me miraban con el mismo desprecio que todos los demás, pero Bastián no. Él me sonreía con amabilidad, incluso, quizá con ternura.

Esa tarde me llevo a una de sus casas. Me dijo que estaría aprueba y que en ese tiempo, mi trabajo consistiría en mantener limpia la casa y los jardines. Ha cambió, él me ofrecía comida, ropa y por supuesto, una habitación propia. Para mí esa casa era un palacio. Aún recuerdo los elegantes pisos de mármol blanco, los ventanales de cristal y loe enormes jardines llenos de todo tipo de flores.

Jamás volví a la calles. Mi periodo de prueba lo pase casi con honores, la casa me gustaba tanto que me desvivía por mantenerla pulcra. Bastián comenzó a visitarme con frecuencia. Al principio únicamente comíamos juntos y justo después se iba. Pero con el paso de los meses, sus visitas eran más largas.

Después de la mala experiencia que tuve al ser descubierto por mi padre, rechacé esa parte de mí.  La negué por completo, hasta que él se encargó de despertarla. La primera vez que sucedió fue para mi cumpleaños número doce. No fue gran cosa, sin embargo, dejó una huella imborrable en mí.

En esa ocasión solo me beso y me acarició. Sus manos eran expertas, no fue difícil para mí ceder ante él, entre otras cosas, porque ese hombre me gustaba en silencio. Sabía que era casado y que tenía un hijo casi de mi edad. Nunca nos había presentado durante esos casi dos años. Pero él me contaba cosas.

Me volví su amante algunos meses después, todo fue voluntario, él nunca me obligo a nada. Sin embargo, aún si gozaba de todos los beneficios de lo que mi nueva posición ofrecía. La verdad es que Bastián no me quería. Yo solo fui un juguete en sus manos, un chico sin experiencia que estuvo dispuesto a mucho con tal de complacerlo. Mucho en realidad, y el dolor que me causaba la vida que llevaba, hizo de mí, alguien afligido y desconsolado.

Bastián me llenaba de obsequios, me dio autos que no podía conducir, un departamento con diez habitaciones de las cuales ocho nunca se usaron, tanta ropa como para no repetir en dos o tres años, y también me dejaba mucho dinero. Pero nada de eso me hacía feliz y rechazaba cada cosa que me daba. Solamente podía sonreír cuando estaba junto a él. Lo notó y poco a poco se fue alejando de mí. Aun me daba todo, incluso me mando a estudiar al extranjero para que pudiera ponerme al corriente. Su deseo es que estudiara artes, cuando estuve estudiando fuera, me visitaba a finales de cada mes y pasaba tres días conmigo. Me llevaba a exposiciones de artes, me compraba libros y revistas sobre esto, incluso me pago mi primer curso particular. Esperaba con ansias cada fin de mes. No por lo que me daba, en verdad lo quería. Tal vez lo amaba. Él era muy sobreprotector conmigo, pero eso no fue un problema, jamás le fui infiel.

Basta decir, que me enseñó la mayoría de las cosas que sé sobre sexo. Me volvió un amante con un alto desempeño. Complaciente y pasional.

A los trece le pedí que viviéramos juntos. No porque realmente lo desease. La verdad es que nuestros encuentros pasaron a ser cada dos meses o más.  Estaba harto de sus excusas baratas, pesé a mi edad, ya era un hombre, él me había vuelto de esta manera.

Obviamente se negó, intentó comprarme con la promesa de un viaje en crucero por una semana. Pero lo rechacé. Le dije que si no quería vivir conmigo, entonces, ya no aceptaría nada de lo que me daba y que me haría del departamento. Mientras estuvimos juntos, conocí a mucha gente, ahora me sabía desenvolver en un mundo donde se maneja mucho dinero. Ya no le temía el mundo ni a la vida, así aun cuando él no me creyó capaz. Abandoné la escuela, volví aquí y comencé a ganar dinero aprovechando lo que bien sabía hacer.

Pese a mis tiernos trece años, mi cuerpo ya no era el de un niño. Así que colocarme no fue difícil, pero tuve que enfrentarme a una disyuntiva. Bastián era la única experiencia que poseía, aunque dos años, eran dos años. Pero mis sentimientos hacía él, me estorbaban.

Fue difícil mi primera vez con otro hombre, y terrorífica mi primera experiencia con una mujer. Porque estaba acostumbrado a ser el pasivo.  Pero a decir verdad, la vida ya no volvió a ser tan dura conmigo. Bastián me busco e intentó que volviera a su lado, pero ya estaba hecho. Mi mente ya estaba sucia y mi corazón corrompido y roto.

Él dijo que le dolía que ya no lo mirara como solía hacerlo. Y esas palabras me dolieron, pero para mí, las cosas ya no eran igual. Bastián hizo mucho por mí, y sabía que jamás iba a terminar de pagárselo. Jamás le guarde rencor por cómo se dieron las cosas entre nosotros. Aun si el creé lo contrario. De una u otra manera, yo ya había hecho mi vida, no vivía con los lujos que él me daba, pero tenía un departamento y dinero en la bolsa. Además de un trabajo renumerado.

Dejé de verlo por algunos meses, entre otras cosas porque volví por unos días a mi ciudad natal. Busqué a mis hermanas, pero ya todas se habían marchado, huyeron de casa. Supe que la mayor se fue a los pocos días de que mi padre me corrió. Incluso Liz se había marchado.

En la casa lo encontré a él, era curioso que ahora pasara tanto tiempo ahí. Sobre todo en ese momento que estaba solo y tan enfermo. A mi padre si le guardaba cierto rencor, pero verlo en esa situación me dolía. Quise ayudarlo, pero el aún me odiaba.

Ese reencuentro reabrió muchas heridas y salí llorando de la casa. Internamente me maldecía por haber ido, pero algo bueno saque de eso. En uno de los callejones lo encontré.

Un niño de entre cinco y seis años, jamás antes había visto a alguien con unos ojos tan hermosos como los suyos. Lloraba, igual que yo, estaba solo y perdido, igual que yo. Tenía miedo y estaba herido, como yo.

Hice con él lo que Bastián hizo conmigo, pero le di lo que él a mí no. Eren estaba muy mal en ese entonces, era un niño muy hermoso, pero muy enfermo. Sus lagunas mentales y su incapacidad de recordar su vida pasada lo volvía un muñeco de sala, que no se movía, que casi no comía y que a veces me parecía que tampoco respiraba.

Sin embargo, ese niño se volvió mi vida entera. Fue entonces que Bastián reapareció, me dijo que era una locura que y debía deshacerme de él. Que yo aún era un niño y que no estaba listo para cuidar de otro menor, y menos, uno como Eren. Internamente sabía que su verdadera molestia era porque notaba lo mucho que mi bebe me importaba. Que le ponía peros o que a veces lo recaba porque debía volver a lado de Eren, además, yo tampoco estaba solo.

Desde antes de que Eren llegará a mi lado, salía con un chico, por decirlo de algún modo, él era mi novio, por fin uno de mi edad, bueno, en realidad era un año menor que yo. Estuvimos juntos mucho tiempo, yo le quería mucho.

– ¿Kenneth? – Preguntó. Interrumpiéndome por primera vez. Si no lo conociera diría que esta celoso.

– Si, él... – Respondí. – Fue mi segundo más grande error Eric… – Confesé.

Kenneth era mi amigo desde tiempo atrás, debió continuar de esa manera. Yo lo quería, enserio que sí, pero no pude amarlo. Para mí, Bastián lo era todo y pase de él a Eren. Lamentablemente a Kenneth no pude verlo de esa manera y terminé hiriéndolo. Aun ahora me avergüenza verlo, él hizo tanto por mí y yo fui un patán que le mentí desde el principio. Jamás le dije a que me dedicaba, pero en repetidas ocasiones me descubrió y no solo con Bastián sino también con algún otro cliente, fue así hasta que me terminó.

Lo acepté sin más, además, mi antiguo amante cedió ante mi deseo de conservar a Eren. Y me ayudo con los gastos de los estudios, me contacto con gente y yo también conocía a otros tantos que eran mis clientes eventuales. Las cosas mejoraron para mí desde que llegó Eren. A mis dieciséis decidí poner fin a mi relación con Bastián, él lo entendió y una vez más me ayudo. Me colocó en el club y a partir de ahí, ya conoces el resto de la historia.  De lo que paso después con Eren y cuando llegaste tú…

Si te lo cuento, es solo por una razón. Mi más grande error, fue haberme entregado a un hombre que no me amaba. A alguien que no le importó tomarme en la alfombra de su sala. Pesé a que era importante para mí, no lo fue para él. No había querido recordar sobre aquel mal amor. Pero sé que hay cosas en la vida que pasan y duelen, pero también sé que no volverán.

También tú has vivido momentos muy tristes y recientemente hubo alguien que te hizo llorar

Por eso, cuando se dio lo nuestro, quise que tú lo tuvieras todo. Me halagaste como no tienes idea. Empezar contigo, ha sido de lo más lindo. Yo he querido hacerte olvidar y tú me has hecho sentir tanto, nervios, miedo de lastimarte, inseguridad ante la posibilidad de no satisfacerte, o que no haya sido como lo esperabas. Es un sentimiento difícil de explicar, pero estoy tan feliz. Por eso me duele cuando dudas, sé que he sido un patán, incluso contigo, pero era solo porque no sabía cómo tratarte, sin embargo. Para este hombre acostumbrado al sexo sin amor y a fingir en la cama, tenerte ha sido lo mejor que le ha pasado. – Declaré con la mano en el pecho. Eric sonrió y se acercó para que lo besara, por supuesto, se lo concedí. Porque cada vez que nuestros cuerpos se unían mi amor por el crecía. Sí, amor, porque ahora estaba convencido de que yo le amaba. – A mis años y con todo lo que he vivido, tú has venido a sacudir mi mundo, ha mostrarme lo tierno y bello de la vida. No, francamente, no lo esperaba… – Le confesé mientras envolvía su rostro bonito entre mis manos. – Pero contigo, esa noche, me sentí… como si fuera la primera vez. 

Notas finales:

Hasta aquí los espaciales, muchas gracias a todos. 


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