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Give Me Love por keny_shawol

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Notas del capitulo:

Hola~


La semana pasada no pude actualizar, nunca actualizó en semana santa, voy a la iglesia y esas cosas, y por lo general aviso, pero la semana pasada, el tiempo no me alcanzó.


Pero es sábado y la actualización ha llegado. 

—¿Qué hay de tu padre?

 

Kibum dejó caer la pregunta, no estando seguro de sí Minho le respondería o no. Había tratado de evitar ese tema, porque parecía algo que Minho no quería tocar, pero su curiosidad le mataba, y ellos era pareja ahora, él sólo quería saber.

 

Le observo tensarse a su lado, y se arrepintió enseguida. El aire golpeó su rostro y Kibum miró hacía su jardín trasero. Estaba vagamente decorado, sólo con un par de sillas, algunas macetas con algunas flores muertas y alguna cosa olvidada de la que no se había percatado. Sus dedos picaron por tomar el brazo de Minho, pero se limitó a chocar suavemente sus hombros juntos.

 

—Papá está muerto.

 

Bueno, lo sabía. Asintió, sin embargo y permaneció en silencio, mientras decidía si debía seguir preguntado o simplemente quedarse callado.

 

Tenía a lo que a Kibum le gustaba llamar, cita tardía. No era demasiado tarde, pero tampoco era un almuerzo y él se había preparado una cena temprana, pensando en que Minho no vendría ese día. Pero Minho había llegado, con besos que arrebataban suspiros y manos demasiado traviesas.

 

—¿Él sabía?

 

Minho abrió la boca y la cerró de nuevo. Una suave llovizna comenzó sobre ellos, gotas tímidas y lentas. Kibum sintió como una gota le recorrió la nariz y desapareció entre sus labios.

 

—Deberíamos entrar.

 

Las gotas cayeron sobre ellos más alegres, el cabello de Minho comenzó a humedecerse y Kibum sintió unas gotas recorrer su espalda suavemente.

 

—Es sólo una pequeña llovizna.

 

Una gota de nuevo se perdió contra sus labios, otra cayó contra sus parpados y resbaló a un costado.

 

—Podríamos enfermar.

 

—Tengo buenas defensas. —O al menos eso esperaba. La verdad es que no estaba seguro, no había visitado al médico en algunos meses, y por ahora nada le preocupaba. Decidió concretar una cita con el medico cuanto antes, lo mejor era no dejarlo pasar.

 

—Bueno, yo no. —Kibum mordió su labio inferior, y miró a Minho. Los labios de Minho se curvaron suavemente hacía él y después de unos minutos suspiró. —Papá lo sabía. —La lluvia cayó un poco más fuerte. —Sólo que para él no era correcto.

 

—¿Cómo fue tu relación con él?

 

Él quería saber, Minho estaba hablado y no desperdiciaría la oportunidad. Minho dejó escapar un suspiro de nuevo, y entrelazó sus manos, mientras su vista permanecía fija en ellas.

 

—Él nunca estuvo de acuerdo con nada de lo que hacía. Yo quería jugar futbol, pero él quería que estuviera a su lado en la empresa. Papá quería una buena chica a mi lado, pero sólo me interesaban los chicos. —Una gota cayó sobre la nariz de Minho y desapareció en línea recta, hasta perderse esta vez contra su ropa. —No era un genio en la escuela, pero trataba de tener buenas notas. Hice lo que él quiso por mucho tiempo, tratando de obtener su aprobación, pero nunca fue suficiente, a veces aún me pregunto por qué.

 

Las manos de Kibum se movieron hacía las de Minho, quería con ese gesto sentirle cerca, hacerle sentir que estaba ahí, para él. Las esquinas de la boca de Minho se alzaron rápidamente, y asintió hacía él, como si le comprendiera a pesar de no haber hablado.

 

—Ahora no está aquí. —Y sonaba mal decirlo, era una persona muerta de la que estaban hablando, pero necesitaba decir un punto. —No está aquí, Minho. No tienes por qué hacer algo que no quieres, porque él ya no está aquí.

 

—No creo que puedas entenderlo.

 

Kibum mordió su labio inferior.

 

—Lo que creo es que…

 

—No. —Minho le interrumpió. Sus manos dejaron escapar las de Kibum y se incorporó lejos de él. La llovizna era algo más que eso en ese momento. Kibum comenzaba a sentirse empapado. —No lo entiendes porque tú no tienes una familia, no lo entiendes porque…

 

Él cerró la boca, sus ojos le buscaron frenéticamente, pero ya estaba dicho. Kibum sintió como si le hubiera golpeado suavemente, fue un poco doloroso, a decir verdad. Tal vez Minho tenía razón, no le entendía, pero trataba de hacerlo.

 

No tenía padres como Minho, él sólo tuvo a su abuela, pero fue más suficiente. Fueron una pequeña nada convencional, pero al final, amorosa familia. No hubo padre y madre, pero ella siempre fue lo que Kibum quiso. Ellos estuvieron bien juntos.

 

—Sí, tienes razón.

 

—Kibum, no lo quise decir de esa manera.

 

Kibum dejo que su palma sintiera las gotas de lluvia y trató de darle a Minho su mejor sonrisa. No sabía exactamente si lo había logrado, pero en ese momento era lo mejor que tenía.

 

—Creo que tienes razón, deberíamos entrar.

 

Kibum no esperó a Minho, y comenzó a andar. Los pasos de Minho se escucharon tras él sólo segundos después. Kibum entró a la casa y sus zapatos desaparecieron, de pronto comenzó a sentir frío y estaba seguro que era por algo más que lluvia.

 

—¿Kibum?

 

—Déjame traer unas toallas, sólo espera un momento.

 

Minho no dijo nada y Kibum se encargó de todo después. El trajo unas toallas y ellos se secaron en un silencio incomodo, que a Kibum no le gustó.

 

La ropa de Minho se secaba en el baño después de unos minutos y usaba una camisa de Kibum que le quedaba un poco corta. Kibum había preparado café y té para Minho y ellos aún permanecían en silencio.

 

—Lo siento. —Minho dejo la taza de café en la mesita frente a ellos y le miró. Sus grandes ojos lucían arrepentidos y Kibum se permitió regalarle una verdadera sonrisa. —No quería decirlo de esa manera. En verdad lo siento… hablar de papá, no siempre termina bien.

 

—Está bien, tienes razón. No lo entiendo, mi familia no es como la tuya, y lo siento si te ofendo, pero estoy bien así, no la hubiera cambiado por nada. Mi abuela, fue lo mejor que me pudo haber pasado.

 

Ah, ella estaría feliz con esas palabras, y orgullosa de sus buenos modales. Sí, Kibum cariño, sé amable.

 

—Está bien, somos diferentes, tenemos familias diferentes, eso no tiene por qué intervenir entre nosotros.

 

—Lo hará. —Kibum decidió dejar el café a un lado, y tomó las manos de Minho entre las suyas. —Algunas cosas harán que tengamos problemas, pero prometo tratar de resolverlas, o al menos hacer lo mejor que pueda.

 

Minho rió después de eso y sus brazos de pronto estaban envolviéndole suavemente.

 

—Bien. Haré lo mismo.

 

El móvil de Minho sonó en ese momento, y Kibum murmuró un suave adelante a Minho. Él se incorporó y caminó lejos mientras buscaba el móvil entre los bolsillos. Kibum tomó la taza de nuevo, y observó a Minho pasear de un lado a otro desde el sofá.

 

Su ceño se profundizó, y comenzó a suspirar y no de una buena manera. El rostro de Minho pasó de preocupación a enojo en tan sólo unos segundos y Kibum comenzó a preguntarse qué le estarían diciendo a Minho para que estuviera de esa manera.

 

Minho regresó después de unos minutos, su mano masajeando su cuello.

 

—Era mamá, yo… tengo que ir. —Kibum asintió. —Sé que prometí pasar la noche aquí, pero en verdad tengo que ir.

 

—Está bien. —Igualmente Kibum creía que deberían pasar esta noche lejos y aclararse un poco las ideas. —Ve.

 

—Lo siento mucho. —Minho tomó su barbilla entre sus dedos y le miró a los ojos. —Te lo recompensaré.

 

—Bien.

 

Minho besó sus labios suavemente y después desapareció entre el pasillo por su ropa.

 

Kibum suspiró y dejó que el café le calentara. De alguna manera sabía que su conversación con Minho tendría más en el futuro.

 

 

Minho salió de la casa de Kibum, su mandíbula comenzaba a doler de tanto apretarla. Estaba furioso, más que furioso. Estaba que quería golpear algo y no tenía nada a la mano.

 

Suspiró y trató de calmarse, entonces subió al vehículo y se dirigió a casa de su madre. Presionó sus manos fuertemente contra el volante, y decidió que debía estar un poco más sereno si quería conducir, al menos llegar a salvo.

 

Las calles pasaron rápidamente por sus ojos, las luces, las personas, los vehículos, y Minho permaneció con la vista al frente, evitando interrupciones, a la velocidad a la que iba, tendría pronto un accidente si se despistaba por un momento.

 

Dejar a Kibum no había estado en sus planes esa noche, y menos después de la pelea que habían tenido más temprano. Su ropa aún estaba húmeda, y las calles aún tenían un ligero toque de lluvia en algunos lugares.

 

Su madre había llamado, sonaba divertida y feliz, pero él no podía estarlo. Su madre preguntó dónde estaba, qué estaba haciendo y si no podía darle una visita rápida, porque Kwon Yuri estaba en su casa, cenando y bebiendo vino y siendo la chica con la que debía casarse.

 

Dios, quería gritarle, quería decirle a Yuri que ella no tenía por qué estar ahí, no con su madre, no jugando a la perfecta nuera, no viviendo una vida en donde él no la quería. Pero eso sería demasiado grosero, e impertinente. Sería demasiado maleducado. Sería como lo que su padre no quería.

 

La calle en donde vivía su madre comenzaba a tomar forma, las casas conocidas golpearon sus ojos, y Minho estacionó dos calles después frente a la casa de colores oscuros de su madre.

 

Relajó su agarre contra el volante, y trató de reacomodar su corbata mal puesta. La camisa aún se le pegaba al cuerpo, y parecía un desorden andante. Decidió dejar la chaqueta detrás y presentarse así, justo como a su padre no le gustaba y que le hubiera costado un infarto.

 

Salió, y miró hacía la casa. Las luces del jardín estaban prendidas, la casa se alzaba delante de él y Minho recordó los 18 años que vivió ahí, antes de que se marchara de la universidad.

 

La puerta se abrió y encontró a su madre caminando hacia él con una copa en la mano, y una sonrisa plasmada en su rostro.

 

—Minho querido, ¿Dónde estabas? Comenzaba a preguntarme si vendrías o no.

 

—No he tardado nada, mamá.

 

Él besó su mejilla suave y rápidamente y ella palmeó su espalda torpemente.

 

—Siempre estás aquí en menos de veinte minutos.

 

Sí, lo sabía, pero su departamento estaba relativamente cerca de la casa de su madre, sin embargo, había estado en casa de Kibum, un poco más lejos. Pero eso su madre no tenía por qué saberlo, mucho menos en ese momento.

 

—Estaba ocupado con otras cosas.

 

—¿Y esa camisa? ¿De dónde vienes, Minho? —Su madre tomó la camisa entre sus dedos y frunció el ceño. —¿Por qué estás mojado?

 

Minho movió la cabeza y masajeó su cuello de nuevo. Comenzaba a estresarse porque culpa de la mujer y estaba seguro que ni siquiera era el inicio de esa noche.

 

—Estaba fuera cuando la lluvia comenzó. Querías que viniera, y no me dio tiempo de cambiarme.

 

—¿No has ido a casa?

 

No, ni había cenado, y estaba cansando si era sincero. La casa de Kibum no quedaba camino a casa, pero Minho tomó esa desviación sólo por verle. Ahora, estaba lejos de él y en casa de su madre, con la mente pensando en cada posible salida. Y no sólo en eso. Pensaba en Kibum y la pequeña, o tal vez, grande mentira que había escapado de sus labios, y las mentiras que estaba por decirle a su madre. Pensaba en Yuri y en lo que ella pensaba que estaba sucediendo en ellos. Y en un montón de cosas que comenzaban a causarle un fuerte dolor de cabeza.

 

—No. No he podido. —Trató de arreglarse el cabello un poco, pero sabía que estaba fallando miserablemente. —Ahora, puedes decirme por qué Yuri está aquí.

 

—Minho, por favor, Yuri me ha dicho que no les ha llamado, y en verdad, querido, no sé qué estás haciendo. —Ella negó con la cabeza y lanzó un suspiró. —La encontré mientras almorzaba hoy y la invite a cenar, mi intención era que estuvieras también, pero no he podido localizarte.

 

Tampoco es que él quisiera ser localizable, pero no le diría eso a la mujer.

 

—Debiste consultarme primero.

 

—Diciembre está cada vez más cerca, y lo siento, pero el tiempo pasa. —Ella arregló el cuello de su camisa y sonrió satisfecha segundos después. —Ahora sé un buen hombre y sonríe a Yuri, ella estará encantada.

 

Su madre tomó su mano sin darle escapatoria y de pronto se encontró en el salón. Yuri estaba de espaldas, pero tan pronto como escuchó sus pasos, giró para verle. Ella lucía hermosa con un vestido verde que combinaba perfectamente con su piel, su cabello suelto cayendo en perfectas ondas. Y esa sonrisa que hacía que sus ojos brillaran.

 

—¡Minho! —Ella extendió su sonrisa. —Estoy tan feliz de verte.

 

Era una lástima que él no.

 

 

Notas finales:

Yuri está de vuelta.


Nos leemos el sábado~


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