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Give Me Love por keny_shawol

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Los labios de Yuri rozaron suavemente su mejilla, Minho suspiró y permitió que ella se acercara un poco más. Se sentía incómodo, cansado y quería tener una larga charla con su madre, sobre no invitar más a Yuri sin consultárselo.

 

—También me alegro de verte, Yuri.

 

Ella sonrió gustándole su respuesta. Sus ojos brillaron y se veía bien, realmente hermosa, pero no era Kibum, y ese era un gran problema.

 

—Tu madre me invitó a cenar, siento que debí avisarte, pero ella dejo en claro que no quería un no como respuesta. —Ella suspiró y parecía realmente sentirlo. —Lo siento, no quería que fuera incomodo o algo así.

 

Ah, parecía perfecta, cayó en cuenta. Su madre sonrió desde el otro extremo del lugar, pareciendo especialmente contenta esa noche.

 

Minho se disculpó minutos después y caminó a su antigua habitación para cambiarse de ropa. Recordaba haber dejado algunas camisas y pantalones en el lugar. Aprovecharía a cambiarse y librarse un momento de las mujeres.

 

Pensó en Kibum mientras se ponía una camisa seca y limpia, en lo que estaría haciendo y si estarían bien después de esa pequeña pelea. Incluso si no había llegado a más, Minho sabría que era una piedra que les estaría molestando en el camino. Al menos hasta que Minho se abriera a Kibum y le contara todo sin dejar escapar nada.

 

Pero era difícil y no estaba seguro de cómo Kibum lo tomaría.

 

Terminó de abotonarse la camisa y se peinó con los dedos, sólo sintiéndose un poco rebelde. Después se encontró de nuevo con ellas.

 

Su madre le dejó a solas con Yuri sólo segundos después de haber regresado, con excusas vagas de hacer algo en la cocina. Yuri sonrió apenada, sin embargo, comenzó a hablarle de su día, su padre y otras cosas.

 

Se había olvidado de lo mucho que tenían en común, pero su mente seguía vagando una y otra vez a Kibum y en lo maravilloso que se sentiría estar acurrucado con él en su cama. La cama de Kibum era más pequeña que la suya, su casa también, pero Minho siempre se encontraba más a gusto en el pequeño lugar que en su casa, sin Kibum.

 

—Papá quiere que me case pronto, supongo que hay una regla escrita sobre el matrimonio y lo correcto. —Ella dejó su bebida en la mesa de centro y suspiró. —Papá cree que no estoy lista para tomar el mando del lugar sino estoy casada, con una familia y todo eso. En verdad me estoy volviendo loca con eso sobre mí.

 

—Te entiendo.

 

Lo hacía, porque a su manera su padre le estaba presionando para lo correcto. Él, seguramente, bajo la tierra, seguía pensando que Minho nunca sería lo suficientemente bueno.

 

—Mamá quiere hijos, dice que no me estoy haciendo más joven, Dios, ya no sé qué hacer. —Ella suspiró de nuevo, y sus manos jugaron juntas. —Es suficiente con mis perros, ellos son como mis bebés.

 

Minho pensó en Kibum y en los perros que a veces le ladraban y se abalanzaban sobre él cuando llegaba. Era demasiado tiernos y lindos, y le gustaban. Kibum y ellos parecían una linda y pequeña familia.

 

—¿Te gustan los animales?

 

—No todos. —Ella miró sus uñas y su mirada se encontró con la suya. —Me gustan los perros. Me hacen compañía. ¿Qué hay de ti?

 

Kibum decía lo mismo, después de que su abuela había muerto, él había quedado solo. Pero entonces sus pequeños perritos habían llegado y Kibum estaba a gusto con ellos girando a su alrededor.

 

Recordó cuando solicitó a Kibum por una persona que le gustaran los perros, sólo porque a Kibum le gustaban. Él no era fan de los animales, su casa estaba libre de animales, pero tampoco le molestaban los perros de Kibum, le agradaban.

 

—Algo así.

 

—¿Qué hay de la mujer perfecta? ¿La has encontrado ya?

 

Encontró al hombre perfecto, sí. La respuesta cosquilleó para salir, pero se limitó a mirar a punto invisible detrás de Yuri. Tal vez si fuera honesto con Yuri, como lo había sido con Sulli sería diferente. Estaba seguro que Yuri se daría cuenta que no era una broma, ella sabría la verdad con sólo mirarle a los ojos.

 

Su madre regresó en ese momento, y él no estaba seguro de sí sentirse aliviado a todo lo contrario.

—Dejé la agencia.

 

Su madre llegó a su lado, ella sonrió a Yuri, mientras su mano se cerraba contra su hombro.

 

—No ha salido con nadie más después de ti, querida. —Ella le sonrió como si le contara un secreto y Minho quería que ella dejara de hablar. Lo estaba complicando todo con sus palabras. —Minho dijo que no necesitaba buscar más.

 

Fue como si fuera navidad para Yuri, su rostro se iluminó, mientras que él sólo quería desaparecer de ahí.

 

—Mamá.

 

La mirada de su madre le encontró después y por un momento se sintió como un niño pequeño al que reprendían por ser grosero. El negó con la cabeza y esperó que ella entendiera que permaneciera callada.

 

Si la mirada de Yuri significaba lo que él pensaba, su madre había complicado las cosas aún más de lo que ya estaban. Pensó entonces el abogado, en la compañía, en las cosas que tenía que hacer en el trabajo, en el tiempo, en el matrimonio y sobre todo Kibum.

 

Tenía tantas cosas en mente que no estaba seguro de cuál solucionar primero. No estaba seguro de qué pasaría con él, de lo que pasaría con esa compañía en la que había puesto años de su vida, y estaba totalmente aterrado de lo que podría pasar a causa de una decisión.

 

—Yuri querida, tal vez deberías comer con nosotros mañana. —Su madre caminó a Yuri, y Minho se perdió en ellas, juntas, llevándose tan bien, se preguntó cómo tomaría a Kibum si él lo trajera a casa, ¿sería lo mismo?

 

—No quiero molestar. —Ella mordió su labio inferior y su mirada se estrelló contra la suya. —¿Eso está bien para ti, Minho?

 

¿Lo estaba?

 

Él sonrió y antes de que pudiera hablar, Yuri enfrentó a su madre y pronunció: —Me encantaría, Sra. Choi.

 

 

 

 

Minho no estaba seguro como había comenzado, pero después de una cena en casa de Kibum, las cosas se habían descontrolado. Los gritos habían comenzado y las palabras hirientes escapan de la boca de ambos.

 

—¡Sólo déjalo ya! —Kibum gritó, sus pasos llevándole de un lado a otro de la sala. —No puedes hacer nada sin pensar en lo que él dirá y en lo que no. Por Dios, Minho, está muerto.

 

Minho se sorprendió por la rapidez en la que una pequeña discusión había llegado hasta ese punto. Kibum había explotado, como él, y de pronto cada pequeño detalle estaba saliendo. Kibum decía que dejara a su padre, que le apartara de él, porque después de todo estaba muerto.

 

Pero él no le entendía, no podía entenderlo hasta que hubiera vivido con el hombre y soportara cada cosa que le había dicho.

 

—No lo sabes. ¡Joder no lo haces! —El puño de Minho el sofá, la mirada de Kibum golpeó con él, sus pequeños ojos abriéndose ligeramente. Por un momento temió haberlo asustado, pero Kibum lucia todo menos asustado.

 

—¡No lo hago, bien, no te entiendo! —Sus pequeños ojos brillaban furiosos, Minho se perdió en su mirada y por un momento olvidó que estaban discutiendo. —¡Estuviste a punto de casarte con una mujer por él! Estuviste a punto de hacerlo, para este momento tendrías una linda y pequeña familia.

 

Pero Kibum desconocía el porqué, y si él no lo decía, Kibum nunca le entendería. Por un momento los ojos de Kibum le miraron esperando por algo, por un momento, reflejaron el dolor de sus palabras, pero fue tan rápido, que después de un parpadeó todo había desaparecido.

 

—Pero no lo hice, estoy aquí, contigo.

 

—¿Y que si no hubiera sido yo? ¿Y que si no me hubiera cruzado en tu camino?

 

Estuviera casado, su madre no le estuviera persiguiendo, no estaría pensando en esa compañía, sería diferente. Entendía el punto de Kibum, y ahora sabía a qué se debía ese atisbo de dolor en sus pequeños ojos.

 

Ahora que lo pensaba tal vez debería agradecerle a su madre, si no hubiera sido por ella, nunca hubiera conocido a Kibum. Al principio la idea de la agencia, lo tenía loco, a él jamás se le hubiera ocurrido a un lugar como ese, nunca hubiera estado en sus planes. Pero fue ese lugar el que le había dado a Kibum.

Pensar en lo que pudo haber pasado, le aterrorizó también. No tener a Kibum, ni esas risas escandalosas, ni sus sonrisas, ni lo besos rápidos y suaves que compartían, sería terrible para él. Si no le hubiera conocido, en ese momento, ya estaría casado, trabajando en la compañía y viviendo una vida que nunca le haría sentir completo.

 

Pero Kibum sí le hacía sentir completo, y la idea de no tenerle, le molestó. Dios, amaba ese rostro, y esa risa que se escuchaba a kilómetros, y amaba la manera en que su cuerpo se sentía contra el suyo, y la manera en que le besaba y… le amaba.

 

—Kibum…

 

—¡Estarías por ahí casado, tal vez con hijos, tal vez nunca te hubiera conocido! —Respiró hondo cuando terminó de gritarle, y Minho se mordió una sonrisa al verle así.

 

Las mejillas de Kibum se colorearon por los gritos y su ceño se profundizó. Minho estaba seguro que esos ojos le miraban más que molestos, y que, en cualquier momento, tal vez le aventaría algo o sus puños le golpearían.

 

Aun así, pensó, le amaría.

 

—Estoy aquí, contigo, no casado, sin hijos, al menos que contemos a tus perros.

 

—¡No entiendes! —Las manos de Kibum viajaron a sus caderas. —¡Tú vida sería diferente, jamás te hubiera mirado, podrías ser ese padre que deja a sus hijos en la escuela, como los que veo cada mañana!

 

Sí, podría. Dios, sí. Le gustaba los niños, le gustaban los bebés, pero él se estaría bien con Kibum aún sin niños, estaría bien, porque Kibum estaría con él.

 

La imagen que antes se encontraba difuminada del futuro que siempre quiso, comenzaba a tomar forma. Estaban los perros y parecían justo como los de Kibum, un hombre estaba con él y tenía las mismas características de Kibum, los mismos ojos, el mismo temperamento, la misma risa.

 

—¡Pero no lo estoy! Entiende que no lo estoy. —Caminó hasta estar frente a él, pero no lo suficiente, sus ojos buscaron los de Kibum. —Estoy contigo, entiende eso. No estoy casado, no quiero estarlo. Quiero dejar todo relacionado con mi padre atrás, pero no puedo hacerlo con sólo pensarlo, tengo muchas cosas con las que lidiar. Entiende eso.

 

Su vida no había sido la misma que la de Kibum, y aunque hubiera deseado tener unos padres más amorosos, sus padres nunca lo serian. Y aunque él estuviera maldiciendo al hombre, eres después de todo, su papá. Y le quería a pesar de todo le quería, porque era su sangre.

 

¡Joder lo quería! Y también a su madre, tal vez más a ella que a él, pero al final del día cuando la noche caía, ambos seguían siendo sus padres y nada cambiaria en el futuro.

 

—Trato de hacerlo, pero no puedo a veces pensarlo es muy difícil. —Los pequeños ojos de Kibum seguían furiosos y él seguía viéndole adorable, hermoso, y como la persona que necesitaba a su lado con cada palabra que escapaba de sus labios. —¡Pero entiéndeme a mí, también!

 

—Lo hago.

 

—No lo haces.

 

O tal vez ninguno se entendía, pero trataban de hacerlo. Sí, pensaba en que lo que podría haber pasado, no era lo mismo que lo que Kibum tenía en mente. Kibum era tan diferente a él, y no le importaba ni un poquito porque lo ama, así de esa manera.

 

—¡No, no lo haces! —Kibum explotó una vez más. Sus mejillas aún más rojas, sus labios fruncidos, el cabello despeinado, y los ojos brillantes y enojados.

 

Y entonces como si todo cayera sobre él, Minho también explotó.

 

—¡Joder, te amo!

 

Y todo se quedó en silencio.

 

 

Notas finales:

Nos leemos el próximo sábado.


¡Saludos!


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