Me costaba respirar después de haber desecho aquel beso, hacía verdaderamente mucho tiempo que no probaba el placer de un beso apasionado, que mis pulmones no se encontraban en apuros al perder todo el aliento en un encuentro tan salvaje. Ryoga me miraba con tranquilidad y eso revolvía aún más mis pensamientos, deje la copa sobre la barra y busque mi billetera para pagar.
- Yo invito ¿Recuerdas? - dijo bebiendo su trago hasta el fondo.
- No. Esto no esta bien – dije sin saber realmente que era lo que no estaba bien – Esto no paso – fruncí el entre cejo y deje un par de billetes sobre la barra.
No volví a mirarlo y salí del establecimiento olvidando recoger mi paraguas y el abrigo. Solo quería alejarme de ese lugar, alejarme tanto que lo que acababa de ocurrir momentos atrás desapareciera o se convirtiera en nada más que una terrible alucinación, sin embargo mis labios aún ardían en calor, ese calor que Ryoga había dejado en ellos. Me mordí el labio inferior tratando de borrar aquella sensación pero era imposible.
No me di cuenta cuando llegue a casa. Al verme en la puerta trate de entrar sin hacer ruido lo que resulto bastante inútil, pues Akane estaba sentada en el sofá, esperándome. En cuanto entre se puso de pie y me recibió con una amplia sonrisa, corrió hasta mí y me abrazo.
- Bienvenido a casa Ranma cariño - se puso en puntillas y me beso en los labios. Esos labios tan fríos y poco apetecibles me hicieron extrañar el calor de aquellos otros.
- No deberías estar despierta – Conteste un poco cortante. Me sentía mal y confundido.
- Te prepare una cena deliciosa – fingió no notar mi frialdad y continuo sonriendo. Me sentí un poco culpable.
- No tengo hambre. Estoy agotado – solté el abrazo y camine hacia la habitación.
- Bebiste – sentí el reproche en aquella afirmación - Sabes que detesto que bebas. Es asqueroso -
Quejas, reclamos.
- Estas a punto de ser padre y sigues comportándote como un niño -
Gritos, responsabilidad, angustia.
- No puedes seguir así Ranma Saotome. Basta de tus comportamientos tontos en infantiles, estoy tratando de solucionar las cosas y tú solo me ignoras -
Era en lo que se había convertido mi vida. Evite mirarla y fui a la habitación. Mañana sería domingo y el Dojo estaría cerrado, no sabía como demonios afrontaría pasar todo el día con ella sin detestar más mi horrible vida. Me tire sobre la cama y fingí dormir antes de que entrara en la habitación. No me apetecía hablar más, todo lo sucedido aún daba vueltas en mi cabeza y mis labios aún ardían.
A la mañana siguiente desayunamos en silencio, una de las cosas que más odiaba de ella era su habilidad para poder fingir que nada había sucedido, fingir que todo estaba bien aun cuando ambos sabíamos que nada andaba bien. Los domingos normalmente salíamos a pasear por la mañana así que dispuso de todo y sin preguntarme siquiera planeo la caminata matutina.
Me sentía un poco mareado por los efectos del whisky pero aún así camine bastante sereno llevándola colgada de mi brazo derecho.
- ¿Te imaginas amor cuando nuestros hijos jueguen en este parque?- simplemente asentí, no podía decirle que detestaba la idea de que un par de niños me llamaran padre y hacerme responsable de ellos.
Mientras iba perdido en mis más profundos sentimientos un balón me golpeo la espalda, tras de mi un niño de unos 8 años me pedía disculpas, al verlo note algo muy familiar en él. Una mujer joven llego corriendo tras de él cargando a uno más de unos 4 años.
- ¿Ranma? ¿Eres Ranma Saotome? - pregunto con una amplia sonrisa.
- ¿Ukyo? - era una antigua novia de la escuela media.
CONTINUARÁ...