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De diez maneras por Kyasurin W

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AoKaga

 

—Maldito Kuroko… —murmuró Kagami para sus adentros, echando todo su peso hacia atrás, recargando su espalda en el poste de luz.

No podía hacer otra cosa más que esperar a que el impuntual de Aomine apareciera por algún lado y seguir maldiciendo a Kuroko mentalmente. No creía que este hubiese sido capaz de dejarlo ahí solo sabiendo la rivalidad que tenía con ese sujeto.

«Aomine-kun es una buena persona aunque de primeras no lo parezca, además te hará un favor, lo menos que puedes hacer es estar aquí para recibir los zapatos. Nos vemos luego, Kagami-kun.» Y después de eso, Kuroko se había alejado haciendo un ademán de despedida con la excusa de que tenía una reunión familiar antes del partido. Qué pretexto más patético, había pensado Kagami.

Pero verdad que Aomine le estaba haciendo un favor, uno muy valioso, sin embargo, no era solo a él, sino por el bien del equipo de igual manera.

En los quince minutos que Kagami llevaba aguardando, ya había hecho su plan de escape: recibiría las zapatillas deportivas y tras un agradecimiento no muy amigable, pero no muy frío para que las cosas no se tornaran incomodas, se iría. Tenía la justificación perfecta, pues Aomine estaba al tanto del partido que disputarían contra Kaijo.

—Eh.

Kagami, sobresaltado, se dio la vuelta apresurado que casi estrella su frente contra el poste.

—Ah, ¡Aomine! ¡Llegas tarde, imbécil!

—¿Acaso eres mi novia? —le dijo en tono burlón aludiendo el reproche por su retraso.

Kagami se quedó callado, conteniendo sus palabras y desvió la mirada, tranquilizándose.

—Como sea, ¿traes…?

Aomine asintió y le tendió la bolsa donde guardaba la caja con los zapatos.

—Puedes medírtelos si quieres. —Se dejó caer en una de las bancas que estaban junto de ellos. El otro hizo lo mismo.

—Kuroko me comentó que Momoi-san le dijo que son el mismo modelo y talla que los que yo tenía, ¿no? Así que no hay necesidad.

—Solo el color es diferente.

Kagami abrió la caja sin sacarla de la bolsa, mirando escuetamente el color de los zapatos.

—Bueno, entonces… —Se puso de pie—, gracias.

Aomine bostezó, levantándose de su asiento él también.

—¿Ya te vas?

—Sí, tenemos partido.

—Pero es hasta la noche.

—¡No sabes lo aterradora que se puede poner nuestra entrenadora! —Kagami sintió un escalofrío recorrerle la columna vertebral de tan solo rememorar la mano pesada de Riko.

Aomine lo miró indiferente, como poco importándole lo que acababa de decir y tras propinarle una palmada en la nunca le dijo:

—Acompáñame por unas hamburguesas. Tengo hambre.

—¡¿Acaso no escuchaste lo que te dije, idiota?! ¡Esa mujer es peligrosa!

—Deberías ser más amable con las personas que te ayudan, ¿no crees?

Kagami le dio la razón, pero no lo dijo en voz alta; se limitó a suspirar pesadamente, resignándose, y a seguir los pasos de su, por ahora, no-tan-rival.

 

Una vez en la mesa, con decenas de órdenes de hamburguesas y sus respectivas malteadas, los dos se disponían a comer cuando Kagami se percató de algo:

—La gente nos está mirando mucho —dejó caer con cierto tono irritado.

—Es normal si ven a dos tipos como nosotros acabar con el suministro de hamburguesas de todo el local —respondió al instante, con la boca llena de comida.

Aomine no hacía a su hambre esperar, y Kagami tampoco, pues a los pocos segundos  se encontraba en la misma situación, la cual parecía otra competencia por ver quién comía con mayor velocidad. Porque aunque nadie había dicho nada en los minutos que llevaban ahí, en la mirada y acciones de ambos se vislumbraba el enfrentamiento: por un lado Kagami con una hamburguesa en cada mano, mientras que por el otro Aomine sorbiendo de su bebida al terminar cada bocado.

Pasó escasamente un cuarto de hora cuando los dos se encontraban en un estado de inmovilidad propio de comer a más no poder.

—Qué fastidio… —murmuró Aomine, mientras acariciaba su vientre.

—No sé cómo voy a llegar a la estación… —dijo el otro, quien había adoptado una posición más cómoda estirando sus piernas lo más que los estrechos asientos se lo permitían.

Y aunque a Kagami el hambre le hubiese inducido a un estado soñoliento, tenía que cumplir con sus responsabilidades e ir a encontrarse con su equipo. Sumándole que  no podía negar las ansias que le acudían cuando pensaba en el enfrentamiento que tendría contra Kaijo en unas horas, y es por eso que no le llevó mucho tiempo salir del establecimiento, seguido de Aomine, quien había dicho que al igual que él, tenía cosas que hacer.

—Me voy. Gracias por los zapatos.

—Satsuki no me dejó más remedio.

Kagami desvió la mirada con fastidio, recordando y burlándose en silencio de las palabras que había dicho Kuroko: «Aomine-kun es una buena persona».

—Bueno, como sea. Adiós. —Se dio la vuelta, dispuesto a encaminar sus pasos rumbo a la estación, pero antes que avanzase, sintió un tirón en el cuello de su chaqueta que lo obligó a volverse—. ¡¿Q-Qué d…?!

—Más vale que me des un buen partido —Aomine le susurró a Kagami a escasos centímetros de su cuerpo, tanto que podía sentir el frenesí de su corazón, ocasionado tal vez por la sorpresa, o tal vez por quién la provocó.

Del otro lado, Kagami sintió como los vellos de su cuerpo se erizaban al sentir el cálido aliento afrutado, producto de los litros de batidos, sobre sus labios. Y pese al asombro que le acudió al ser asaltado de esa forma, solo podía responder de una forma posible y con total confianza:

—Lo haré.


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