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A los pies del heredero. por Cam Rams

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Kaguya estaba en su habitación leyendo una tablilla. El alba se aproximaba cuando dejo la tablilla en un cofre y camino cubriéndose hacía el balcón de su palacio, miro un momento el cielo donde todavía podía encontrar la luna azul que poco a poco bajaba dándole paso al sol, desvió la mirada al palacio de Sesshoumaru mirándolo con rencor.

 –No dejare nada de ti  –asevero volteando a su dormitorio  –Byakuya.

 –¿sí, mi señora?  –dijo hincándose frente a ella.

 –¿Cómo ha ido tu plan?

 –… no he podido hacer que lo capturen  –la cara de la reina se desfiguro con molestia  –sin embargo ese hombre será perseguido como un traidor, pues ha matado a soldados de Babil y si Sesshoumaru no lo entrega será tratado como uno también.

 –Eso es mejor de lo que pensaba  –sonrió con amplitud ante lo dicho  –morirá como un traidor y en eso ni siquiera el rey puede intervenir.

Byakuya solo sonrió, él tenía otros planes para la muerte de Sesshoumaru, si no podía darle más de la desesperación que él mismo había sentido cuando lo perdió todo no se sentiría satisfecho.

 –Procura que todo esté de acuerdo a lo planeado Byakuya, no quiero errores.

 –Sí, su majestad  –se inclinó y comenzó a salir.

Byakuya salió del palacio de la reina sacando de entre sus ropas una gruya de papel soplando en ella y lanzándola al aire.

 –Busca a Sesshoumaru  –la gruya floto desapareciendo poco a poco.

 –Byakuya.

Una voz lo hizo girarse viendo a Akago inclinándose enseguida ante él.

 –príncipe…

 –¿Qué te ha mandado hacer ahora mi madre?

 –no es necesario que se preocupe príncipe.

 –¿Por qué buscas a Sesshoumaru?

La pregunta lo hiso juntar las cejas, no podía decirle nada, pero ese príncipe era más difícil de engañar que cualquier otro… casi tanto como tratar de engañar al rey de esa tierra.

 –tengo que darle un mensaje a su hermano el príncipe Sesshoumaru, príncipe Akago.

 –un mensaje  –murmuro…

 –como usted sabe soy el mensajero de sus padres los reyes y…

 –Calla tu escusa, prefiero que te calles si no dirás la verdad, pero si traicionas a mi madre te haré pagar con creces.

 –Jamás lo haría, príncipe Akago yo estoy en deuda con su majestad la reina.

 –Más vale que estés diciendo la verdad, príncipe asesino del desierto  –dijo retirándose al palacio de su madre.

Los puños de Byakuya se apretaron mirando el suelo su mirada estaba en aquel pasado, jamás olvidaría aquel día…

Aun cuando él era el sucesor de su padre, no quería seguir el trabajo que hacían. Su pueblo vivía en el desierto y eran conocidos como asesinos del desierto, pero solo trabajaban para los países pequeños ya que las tres familias reales de las potencias no usaban asesinos. Sin embargo aun cuando jamás los habían atacado ni dicho nada, un día el ejército de Hitit arraso con su hogar.

Ese día él volvía de una misión cabizbajo como siempre cuando encontró el caos en su hogar, corrió y rescato a unos cuantos y les dijo que escaparan y corrió a su hogar, aun si eran la familia real de ese pequeño país en el desierto su palacio no era más grande que la casa de un noble cualquiera. Su padre hablaba con unos hombres y su madre trataba de hacer que su hermano la escuchara pues le gritaba que era culpa de ellos, Byakuya fue donde su madre en el momento que su padre despacho a los hombres, pero el fuerte grito de los soldados los alerto los gritos de la ciudad hacían eco en esas murallas, la madre lo callo y paralizo con un hechizo simple ingresándolo dentro de un baúl de madera que ningún objeto tenía en su interior, las tablas estaban un poco corroídas y cuarteadas por donde podía ver hacia donde estaban sus padres y hermano, pero cuando llegaron los soldados y aun cuando en un comienzo su hermano lucho al lado de sus padres, su padre mato a muchos pero la cantidad lo supero, su mujer fue capturada primero haciendo que su hermano de distrajera y fuese capturado y golpeado provocando que su padre también lo fuera, golpe tras golpe hicieron soltaran las armas, con un gran maso las piernas de su padre fueron rotas mientras su madre era abusada frente a ellos, la punta de la espada apunto a su hermano que trataba de taparse los oídos para dejar de escuchar los gritos, pero nada pudo hacer. Uno de los soldados se agacho susurrándole algo al oído, los ojos de su hermano se abrieron por completo y sus labios temblaron, miro a su padre al que con una daga poco a poco le estaban cortando la piel del rostro dejando al descubierto los músculos faciales en medio de su grito. Su hermano temblando asintió, el soldado lo dejo levantarse y le señalo la entrada, su hermano sin siquiera pensarlo corrió saliendo del lugar abandonando a sus padres, la garganta de Byakuya ardía por intentar gritar, su cuerpo tensado le provocaba dolor, pero no se comparaba con el dolor que sentía al ver a sus padres sufrir y él no poder hacer nada…

Uno de los soldados tropezó con el viejo baúl moviendo un poco la tapa trayendo su curiosidad, abrió el baúl encontrándolo a él y sacándolo de sus cabellos fue lanzado donde ya estaban los cuerpos desangrándose, el último aliento de su madre lo libero… abrumado miro a sus padres y sus manos y ropas que estaban manchadas de sangre de sus padres cuando se acercaron a él el miedo creció en su interior tanto como la rabia, pero aun así se abalanzó contra los asesinos de sus padres solo para ser golpeado al su cuerpo aun estar aturdido, sin embargo cuando se volvió a parar e iba a ser nuevamente atacado, escapo hacía un lado chocando con alguien que había estado de pie sin hacer o decir nada, solo miraba… quiso alejarse sin éxito siendo golpeado por el príncipe.

Cuando despertó se encontró en una tienda donde a metros de él estaba Sesshoumaru, las únicas palabras que le dijo fueron “vendrás a Hitit” al intentar escapar vio en el campamento a alguien que pensó jamás volvería a ver. Jakotsu, su hermano estaba frente a unos soldados diciéndoles que debía que hablar con el príncipe Sesshoumaru, diciéndole al príncipe que Byakuya sabía leer, escribir y tenía poder como su madre, una bolsa fue entregada a Jakotsu mientras él era sujetado por los otros soldados, su sangre hirvió segándolo en la ira.

 –maldito, maldito seas mil veces, vendiste a tu familia, no tienes honor y ahora me vendes a mí, preferiría morir con mis padres a serles fiel a los asesinos de mi padre y tú cobarde para salvar tu pellejo sin valor. Déjame demostrar mi poder contigo mismo… el pecado con tu sangre pagaras, tu corazón morirá solo con la herida hecha por quien gane tu amor, hasta entonces como la piel de las serpientes tu vida se renovara, que así sea y así será.

Libero uno de sus brazos quitándole la espada al soldado y lanzándola a su hermano atravesando su estómago, pero aun si su hermano se retorció de dolor él solo le dijo a otro soldado que le arrancara la espada, el soldado había visto a Sesshoumaru que solo asintió, el soldado lo hiso el grito de su hermano erizo su piel, pero no se arrepintió de lo que había hecho. A la vista de todos la herida comenzó a sanar.

 –No dejare que tengas descanso Jakotsu…  –un golpe lo silencio.

No importo cuanto lo intento solo termino golpeado y finalmente amarrado en la tienda del príncipe, su espalda no terminaba de sanar cuando volvía a recibir más látigos y las mismas palabras “deja de escapar, sométete y ven a Hitit, no mueras como un estúpido” someterse para vivir, someterse a los asesinos de sus padres, someterse a ese príncipe que solo miro como sus padres fueron torturados, pero ¿de qué le serviría morir ahí? Cuando llegaron a las puertas de la ciudad tomo la decisión de que se iba a vengar, no pararía hasta que todos y cada uno de ellos muriera de las maneras más dolorosas posibles. Y ahora estando en esas tierras, siendo el chico de los recados y la sombra de la reina, debía comenzar con su venganza.

Camino saliendo de los terrenos del palacio y su mirada se escapó a la dirección donde estaba el palacio de Sesshoumaru, ese era su mayor enemigo y haría lo que fuera para hacerlo pagar, volvió la mirada a su camino y siguió su camino.

 

Cayó por el fuerte golpe, Jakotsu comenzó a levantarse, estaba frente al verdugo de rey Setsuna, sus ropas estaban rotas, nuevamente una espada atravesó su ante brazo y la retorció haciéndole gritar por el dolor.

 –solo te pedí que trajeras la joya del cuello del dragón y vuelves solo diciéndome que se lo dio a otro…

 –… así fue… ugnhh…  –la espada que estaba entre los huesos del ante brazos y comenzó a ser deslizada cortando el brazo.

 –solo lo diré una vez, tráeme la joya del cuello del dragón o nuestro trato acabara…

 –jejeje… es…ta bien…  –dijo mientras la herida comenzaba a cerrarse –lo haré… solo dame un poco de tiempo… y lo haré  –la sonrisa de su rostro no dejaba ver el miedo que le provocaba la idea de que aquel sujeto no cumpliera con su palabra.

 

El caballo aun caminaba con los dos en su lomo, Sesshoumaru estaba dirigiendo los pasos del corcel mientras Inu Yasha dormitaba apoyado en su pecho. La brisa era gentil como los tempranos rayos de sol de aquella mañana. No se arrepentía de lo que había hecho y una comezón en su pecho le señalo que la marca de la unión ya se había formado.

Inu Yasha miraba de reojo cada tanto el suelo y hacía donde iban. El paraje no cambiaba mucho aun solo el cielo que era lavado de la oscuridad de la noche, no se atrevía a hablar, ni siquiera a mirarlo a la cara, sin importar que se dijera que lo de ayer no era importante, no podía creerlo realmente. Había estado dispuesto a estar con él de más de una forma, aun cuando era el novio de Kouga, aun si lo tenía claro ayer tanto como hoy no había podido contenerse, no importaba si era por  la piedra que prendió o por el licor que había tomado, era el hecho de lo que sentía por ese príncipe lo que lo avergonzaba, jamás se creyó infiel y hoy no sería capaz de ver a la cara a quien es su pareja. Solo quería que eso se terminara pronto.

Sesshoumaru no se movía demasiado y a pesar de que sabía en que se estaba metiendo y que eso era una atadura que lo tendría de por vida, el que la señal apareciera en su pecho era algo que no podía dejar de lado. Entendía por qué aun si no lo podía admitir, aun si al principio no deseaba  admitirlo, ese chico le gustaba y más que eso… lo deseaba suyo, tanto como para realizar una unión con él, tanto como para enfrentar a su padre, y sin embargo, no podía dejar las tierras de su padre morir, aquellas tierras que día a día se secaban y marchitaban. Deseaba ver aunque fuese una vez más aquel hermoso paisaje que alguna vez vio…

Un ruido los saco de sus pensamientos.

 –Descansemos aquí  –dijo Sesshoumaru deteniendo el caballo y bajándose.

Inu Yasha sostenía su estómago que ruidosamente sonaba por el hambre, era cierto que ayer no comieron nada, habían estado de un lugar a otro corriendo y escapando. No podía ver a Sesshoumaru a la cara, sin embargo al bajar del caballo sus ojos buscaron la espalda de aquel príncipe que se agacho recogiendo una piedra y la lanzo hacia la copa de un árbol, un pequeño llanto de un animal se escuchó y callo desde la copa un animal del porte de un gato pero su cola se le asemejaba a una ardilla, cayo muerta siendo recogida por Sesshoumaru.

 –¿no bajaras del caballo? ¿te sientes mejor?

 –si… yo, solo estaba pensando… aunque aun me siento un poco aturdido…

 –¿pensando?  –pregunto mirándolo, pero Inu Yasha desvió la vista con las mejillas sonrojadas.

 –solo me preguntaba por qué me ardía el pecho…

 –Es la unión  –dijo Sesshoumaru pensando que era extraño que los efectos de la piedra persistan más allá del alba, pero él mismo se sentía de alguna manera extraño.

Las imágenes volvieron nítidas a la cabeza de Inu Yasha avergonzándolo, aun si no entendía del todo eso de la unión, lo que había pasado no cambiaba, el sentimiento de que estaba traicionando a Kouga lo carcomían provocando que no fuera capaz de ver a la cara al culpable de dicho sentimiento. Inu Yasha escucho un chasquido mientras bajaba del caballo. No sabía a donde iban, ni a donde estaban, se preguntó cómo estaba Kouga. Su vista fue al cielo imaginándose la luna azul.

 –¿hasta cuándo piensas evitar verme?  –escucho la voz de Sesshoumaru a su espalda junto con una mano en su hombro  –Inu Yasha  –sus ojos se cerraron al escuchar su nombre de los labios del príncipe que al girarlo y verlo que apretaba los ojos para no verle frunció un poco el entre cejo y se apodero de aquellos labios, las manos sujetaron los brazos de Sesshoumaru, pero todo poder se desvaneció cuando sintió la lengua de Sesshoumaru acaricio el arco de su labio superior provocándole un temblor en sus labios y haciendo que sea él el que buscara los labios de aquel príncipe.

Las manos que antes tomaron los brazos de Sesshoumaru para alejarlo ahora lo sujetaban para que no se alejara, sabía que estaba mal, pero ese sentimiento de anhelo dentro de él cada vez crecía más. Sesshoumaru lo estrecho más a él con necesidad y hambre guiándolo lejos del caballo y apoyándolo contra un árbol, dejándose llevar por el adictivo deseo de su ser, las manos de Sesshoumaru fueron a los muslos de Inu Yasha tomando la parte inferior de la túnica roja alzándola hasta sus caderas descubriendo las piernas de quien jalo su túnica roja descubriendo sus hombros, se sentían hambrientos y sedientos del otro, sin separar por completo sus labios compartieron el oxígeno mientras sus manos quitaban las túnicas del otro, dejando a sus cuerpos acariciarse, sintiendo como sus hombrías despertaban ante las caricias del otro.

Una de las manos de Sesshoumaru desato el tapabarros de Inu Yasha que aun luchaba con quitar el cinto del príncipe que tenía la parte superior de su túnica colgando solo siendo sujetada por el cinto, pronto Inu Yasha estaba desnudo frente a él. Su mano derecha se apodero de la firme nalga de Inu Yasha arrancándole un quejido por la sorpresa y la sensación.

La excitación que despertaba la piel cálida de ese muchacho que sofocaba todo pensamiento de Sesshoumaru, los gemidos que su boca acallaba, las perdidas reacciones de quien mostraba su falta de experiencia. Aun si su razón le gritaba que debía parar esa voz era tan débil ante su deseo por ese cuerpo, por ese calor… el movimiento de su cuerpo hacía que sus miembros se rozaran encendiendo por completo su libido, jadeaban por aire, pero Sesshoumaru no deseaba detenerse ni un minuto, no deseaba dejar que esa boca le dijera que se detuviera, su mano viajo a la entrada de Inu Yasha acariciándola por fuera tensándolo.

 –…nnh… ¿quémm?

No lo dejaría hablar, no le permitiría ni a su razón, ni a Inu Yasha que lo detuvieran. Introdujo un dedo sintiendo la presión inmediata de ese chico, con solo una falange dentro lo comenzó a mover al compás de su roce distrayendo a Inu Yasha, perdiéndolo en las nuevas cesaciones para él. Sesshoumaru pronto lo sintió relajarse introduciendo el dedo hasta la segunda falange moviéndolo de a poco mientras tragaba los suspiros de Inu Yasha sintiéndose cada vez más hambriento metiendo sin mucho miramiento un segundo digito haciendo que Inu Yasha encorvara la espalda ante la incomodidad dejando salir un reproche de su garganta. Sesshoumaru lamio la manzana de Inu Yasha para luego morderla ligeramente, degustando ese cuello a placer mientras sus dedos se movían en el interior de Inu Yasha. Las manos de Inu Yasha rodeaban la espalda de Sesshoumaru, estaba perdido en las emociones, su interior quemaba y pronto la molestia que había sentido por aquellos dedos desapareció, sus caderas comenzaron a moverse con el deseo de sentir más, su pecho bombeaba, su garganta no producía más que suspiros y gemidos por las caricias y acciones de Sesshoumaru, deseaba más aun cuando no sabía que… deseaba sentir más de aquella piel, ser tocado más, se comenzaba a desesperar cuando los dedos abandonaron su interior, su pierna Izquierda fue levantada y algo fue puesto en su entrada, no tenía comparación con los dedos que lo abandonaron. Sesshoumaru se sentía sofocado sin poderse contenerse más con una sola estocada entro al interior de Inu Yasha, escuchando su quejido de dolor, las uñas de Inu Yasha se clavaron en la espalda del príncipe al tiempo que el cuerpo de Inu Yasha se tensaba encorvándose por el dolor arrancándole un gruñido a Sesshoumaru.

 –Inu Yasha, calma  –susurro con voz ronca besando su barbilla y comenzándolo a masturbar…

Los ojos de Inu Yasha se llenaron de lágrimas al sentir la retirada de ese miembro que de golpe volvió a entrar, la fuerza de las embestidas provocaba que la espalda de Inu Yasha se presionara contra el tronco del árbol.

 –s…ugth…mi…agth… nmm…

Sesshoumaru puso su brazo en la espalda de Inu Yasha amortiguando el golpe y acallando sus palabras con su boca, su pulso y aliento se ajito acelerándose con cada embestida, su sed, su hambre, su deseo nada parecía disminuir con cada envestida solo deseaban más, la voz de Inu Yasha comenzó a salir aun entre los besos, jadeando, solo escuchando la voz del otro, el golpe de sus carnes golpeándose, aun cuando el viento los tocaba no apagaba la fiebre de sus cuerpos.

Con desespero Inu Yasha sostuvo las caderas del príncipe de alguna manera deseaba sentir más, sentirlo más. Ya no podían controlar sus cuerpos ni deseos, sin aire tuvieron que separarse, Sesshoumaru degusto aquel cuello y recorrió hacia su hombro embriagado por los gemidos de Inu Yasha sintiéndose cerca del clímax nublado por el éxtasis mordió el puente de la clavícula provocando que su espalda fuera rasguñada por Inu Yasha en su orgasmo, el interior de Inu Yasha lo aprisiono urgiéndolo a llegar al orgasmo él mismo dejando salir un bajo gruñido, el pecho de ambos ardió, trataron de calmar sus respiraciones, sin alejarse aun del otro ambos escondieron sus rostros en el cuello del otro.

Sesshoumaru dio un paso atrás teniendo a Inu Yasha en brazos volteo dejando colapsar sus piernas cayendo en la hierba.

 –¿Qué…?

No fue capaz de preguntar qué era lo que le ocurría cuando fue recostado, la hierba estaba fría para la alta temperatura de su cuerpo, lo que lo había abandonado al ser recostado volvió a su interior haciéndolo temblar, apretó los dientes conteniendo la respiración a tan brusco movimiento, sus ojos se anegaron viendo al príncipe posarse sobre él.

Absorto en el deseo se perdió en los ojos ámbar que frente a él brillaban acuosos, sintiéndose maravillado por la hermosura de Inu Yasha, vio entonces la marca en el pecho de Inu Yasha una luna creciente se ubicaba en el plexo solar, se acercó a los ojos de su concejero bebiendo aquellas lágrimas.

 –Tranquilo  –susurro juntando su frente a la de él para comenzar a besarlo con un sutil vaivén.

Pronto el calor de su cuerpo se elevó, su corazón se aceleró y su respiración era tomada por Sesshoumaru que hambriento de él lo abrazaba desde la cintura alzando sus caderas ahogo su aliento en el cuello de Inu Yasha, besaba y degustaba ese cuello envistiéndolo cada vez más rápido y fuerte extasiado con los gemidos de Inu Yasha que encorvaba la espalda jadeante dejando salir gemidos de placer aferrado al cuerpo del príncipe. Sin entender por qué sus lágrimas comenzaron salir en el momento que se acercaba su orgasmo.

Inu Yasha sintió una humedad en su pecho y las envestidas de Sesshoumaru fueron más lentas en un vaivén desesperante como si no deseara que eso terminara.

 –ahhh… Sessh…nnn…  –Inu Yasha alzo su rostro viendo las lágrimas de Sesshoumaru. Comprendía lo que ese príncipe sentía, él mismo lo hacia una necesidad de saberlo a su lado. Inu Yasha retiro las lágrimas que caían de esos ojos dorados acariciando la mejilla lastimada y sonrió provocando una en los labios del príncipe, no necesitaban las palabras, Sesshoumaru beso la luna en su pecho y suspiro.

 –gracias…

Tomo uno de los pezones de Inu Yasha atrapando su respiración y comenzó nuevamente con el vaivén golpeando un punto que provoco en Inu Yasha un temblor…

 –¿Qué… nahh?  –esa sensación era diferente del extraño sentimiento de fricción en su interior, hacía que su corazón golpeara de una manera diferente y su cuerpo se estremecía con cada envestida arrancaba de su garganta una voz que jamás se había escuchado.

 –Es aquí  –murmuro ronco presionando nuevamente ese lugar.

 –ahh… anh… Sessh… agh eso…ahh no…  –su vista se nublo, no entendía que pasaba y eso de alguna manera lo asustaba apretaba y soltaba los dedos ocultos de sus pies, sus manos se enredaron en el cabello de Sesshoumaru, no sabía que hacer sin darse cuenta sus caderas se comenzaron a mover buscando que Sesshoumaru tocara ese punto que fue atacado sin miramientos una y otra vez. Teniendo sus cuerpos aperlados por el sudor, en su mente flashes de luces comenzaron a aparecer, de pronto escucho un bajo gruñido “… gh… Yasha…” su cuerpo se tensó al llegar al orgasmo y su mente no supo si había escuchado adecuadamente, ambos habían tenido su clímax al mismo tiempo, Sesshoumaru beso los labios de Inu Yasha compartiendo el poco aliento que tenían mientras calmaban sus corazones descontrolados.

Sesshoumaru salió del interior de Inu Yasha con cuidado, se miraron por un momento, sin palabras ni acciones, solo se perdieron en los dorados ojos del otro.

 

Kouga sujeto su pecho tenía una punzada y no podía saber dónde estaba Inu Yasha y el saber con quién hervía su sangre, debía hacer desaparecer a ese molesto príncipe, sujeto el barandal apretando su mano con rabia, salto desde aquella habitación en el segundo piso del palacio de Miroku con la intención de ir donde el espíritu de ese país, haría que le dijera a donde estaba Inu Yasha e iría a matar a Sesshoumaru.

Horas antes. Miroku fue dejándolo en la habitación, desde que había llegado Kouga no le hablaba, ni lo miraba… parecía ido y solo mirando el cielo. La energía que desprendía lo preocupo tomando una decisión aun en contra de su lógica sentía que no podía dejarlo solo, aun cuando sabía que la razón era absurda no podía no hacer nada.

 –sabes la consecuencia de lo que estas pidiendo  –le dijo Takemaru frente a las puertas del palacio del rey.

 –le di mi palabra de ayudarlo, entonces…

 –príncipe Miroku, lo conozco desde que era un bebe y lo he visto crecer… solo deseo su bienestar… usted…

 –Takemaru no digas nada más… no estoy poniendo mi vida en riesgo… solo cumpliré mi palabra. No dejare a mi pueblo, ni me olvidare de mis obligaciones.

 –príncipe yo no…

 –Lo sé  –lo corto entrando al palacio de su padre.

Takemaru lo iba a seguir cuando una gruya de papel se posó en su hombro solo la miro y bajo la vista.

Miroku miro la puerta cerrarse, parecía que Takemaru no vendría con él. Comprendía lo que le quería decir, era el príncipe heredero y lo que iba a hacer podía provocar que su vida se acortara si no podía controlarlo, aun así no podía quedarse sin hacer nada.

Su padre estaba en el trono despachando a un mensajero cuando el chambelán lo anuncio.

 –Miroku.

 –Rey padre  –entro he hizo una reverencia antes de seguir y acercarse más.

 –es extraño que vengas si no te he llamado Miroku ¿Qué es tan importante esta vez?

 –deseo su permiso para sostener el bastón espiritual.

El rey se levantó de su asiento dándole la espalda.

 –Sé que es un riesgo pero…

 –Suficiente, no podrás conseguir nada, no dejare que lo hagas.

 –Pero padre yo…

 –¡Detente! Una palabra más y lo tomare como desacato, Miroku. Lo que me pides es absurdo  –volteo hacia su hijo con mirada fría  –vete a tu palacio, no quiero oír una palabra más acerca de este asunto.

Miroku hizo una reverencia cerrando los ojos en resignación para luego salir, sabía que eso era algo que podía pasar, pero creyó que si le explicaba, tal vez lo podría convencer.

Setsuna vio a su hijo salir. “cobarde” pensó tocando con la punta de los dedos la marca de su rostro. Frente a él apareció Takemaru hincándose frente a él.

 –¿Qué haces aquí? Takemaru.

 –pido me escuche…

 –Adelante  –dijo haciendo un ademan con la mano.

 –si no le permite al príncipe Miroku…

 –¿me amenazas?

 –jamás podría… solo se lo estoy advirtiendo, el príncipe Miroku buscara otra manera y quizás sea más arriesgado.

 –Es tu trabajo mantenerlo con vida  –le reclamo el monarca.

 –Solo soy un sirviente  –hizo una reverencia.

 –… no lo detendré  –termino por decir saliendo de la habitación hacia otra que había detrás del trono.

Takemaru permaneció con la reverencia hasta que el rey saliera y él se retiró.

Miroku entro a la habitación de los tesoros de su padre, los guardias que custodiaban la habitación fueron enviados a los jardines por el príncipe aclarando que unos hombres lo habían estado siguiendo desde hacía un rato y que los había perdido entre los recovecos del jardín, camino al final de la habitación en un pedestal en medio siendo rodeado por los tesoros que su padre coleccionaba cuando en su juventud viajaba, pero él en ese momento iba por algo que fue dado al primer rey de Babil, sin embargo ningún otro monarca pudo manejarlo, cada uno que lo intento perdió algo y fue marcado.

 –Sé que nada tengo para darte… pero necesito tu poder  –estiro la mano para tomar el bastón –para poder salvar a  –la imagen de Kouga se puso en su mente, como si se tratara de una barrera expansiva fue lanzado cayendo cerca de la puerta.

 –¿Por qué…? Los escritos cuentan que el primer rey rogo por la vida de su hermana… no entiendo…

Sin comprender se levantó volviendo a caminar hacia el bastón, sabia por los escritos que tenía que ser sincero con lo que se deseaba, el poder te sería dado al coste de tiempo de vida, uno debía saber usarlo con sabiduría, o ese era el pensamiento de Miroku. Entonces ¿Qué había salido mal?

Paro a pasos del bastón reflexionando en ello y dio un suspiro.

 –Según los escritos tu poder proviene del agua, transparente esencia de nuestro espíritu guardián y solo admites la verdad…  –cerro los ojos serenando su respiración y comenzó a hablar de nuevo casi en un susurro –no lo hago por otro, sino por mí mismo. No deseo verlo morir y se dentro de mí que se dirige a una lucha que no va a ganar. Quiero protegerlo… no sé por qué, pero su sonrisa y honestidad llegaron a tocarme… quiero retenerlo, aunque sé que no es posible… esa es mi verdad… aun si sé que estoy olvidando mis obligaciones como príncipe…  –la imagen de Kouga cuando había llegado lo lleno de un sentimiento de tristeza  –no puedo dejarlo, no, no quiero dejarlo.

Alzo la mano y la onda expansiva esta vez no lo derribo, el círculo hecho de oro con aros en cada lado siendo separados por un arreglo de esferas y medias lunas en el centro brillo dejando escuchar un sutil tintinear que resonaba en los objetos de la habitación. La transparencia de su deseo había sido aceptada, su egoísta deseo por querer estar al lado de ese hombre que no le pertenecía. Tomo el bastón dando un suspiro le era difícil aceptar que era tan egoísta, él quien siempre fue alabado por pensar en los demás.

 –Gracias  –susurro mientras caminaba a la salida.

Las puertas se abrieron dejándolo paralizado, tendría que pelear y escapar, tomaría a Kouga y saldría de la ciudad. Sabía por demás a donde iría Sesshoumaru y con eso también donde estaría ese Inu Yasha, aun si sería posteriormente castigado por su padre el rey, lo aceptaría, pero hasta que se tenga que ir deseaba estar al lado de Kouga. Dispuesto y en posición de ataque miraba la puerta esperando a quien entrara, su respiración se aceleró y su cuerpo se tensó en anticipación, no obstante a quien vio lo relajo.

 –Takemaru  –suspiro con alivio  –no trates de detenerme, ya ha aceptado mi deseo y no me voy a detener  –le mostro el bastón que al movimiento no emitió sonido alguno.

Takemaru se arrodillo poniendo su mano en su pecho bajando la cabeza ante su príncipe, aun si él era el hermano del rey, solo fue tratado como un sirviente con la excepción de la madre de Miroku y el mismo Miroku.

 –lo seguiré hasta la muerte mi príncipe.

 –… no quiero tu muerte, pero te lo agradezco, ahora por favor levántate no hagas estas cosas cuando eres mi tío…

Con una sonrisa en los labios Takemaru se levantó y ambos salieron de la habitación.

 

Kaguya miraba su recipiente la imagen del príncipe de ese imperio se había desvanecido de repente después del ataque de la noche donde Sesshoumaru e Inu Yasha prestaban su juramento.

 –ese estúpido Sesshoumaru está bloqueando mis poderes, no lo dejare tener los 5 objetos, el poder del espíritu debe ser mío. Si tan solo pudiera atrapar una debilidad de ese mocoso…

Kaguya se levantó mirando la habitación como si buscara una respuesta y la consiguió, se levantó de donde estaba acercándose a un mueble tomando el recipiente donde un líquido negruzco se veía no había otra opción si debía usarlo lo usaría, haría que el mismo príncipe le trajera a ese niño solo necesitaba a un pequeño corderito para sacrificar. La imagen de alguien se vino a su cabeza provocándole una amplia sonrisa.

 

Akago fue al palacio de Sesshoumaru deseaba encontrarse con Hakudoshi, habían cosas que quería preguntar, pero estando Sesshoumaru no podía y tampoco quería que Rin estuviera ahí, mucho menos ese esclavo tan molesto. Saltando el muro se infiltro escondiéndose por los alrededores. Vio a Rin estar con ese esclavo mudo.

Kohaku alzo la vista provocando que saltara y se escondiera, al menos tenía que aceptar que poseía buena percepción, un zumbido lo alerto debían ser esas molestas abejas, viendo una ardilla arriba del árbol se agacho tomando una piedra tirándosela haciéndola salir distrayendo a la abeja y logrando escapar.

Poco paso para que llegara a los establos y ahí vio a quien buscaba, estando con una túnica ligera limpiaba a los caballos teniendo mojada la túnica podía ver lo diferentes que eran sus cuerpos, eran gemelos, pero tan diferentes a la vez, no podía ver en ese chico a su hermano, jamás convivieron como tal, era un extraño y a la vez no, era quien lo cuido y protegió, quien reía con él, pero no podía decirse que lo viera como un amigo, un sirviente y mucho menos como un hermano. La sonrisa de Hakudoshi le saco una a él quitando sus preguntas y pensamientos. Jugaba con los caballos como si fuera uno más de ellos empapado, expuesto al sol, sin preocupaciones, era por esto que Akago no era capaz de hablar, cómo podía quitarle esta seguridad y tranquilidad a aquel que provocaba que su corazón palpitara de esa manera.

 –¿Quién está ahí?  –pregunto la voz de Hakudoshi.

 –No pretendía molestarte  –le respondió saliendo de detrás del árbol.

Ambos ojos violetas se miraron por un momento sin decir una palabra hasta que fue Hakudoshi bajo la cabeza dándole la espalda, no importaba como lo viera Hakudoshi lo rechazaba.

 –no es necesario que te vayas solo vine a preguntarte una cosa  –hablo Akago al verlo dar un paso.

 –habla entonces…

 –Ven a mi palacio  –me asegurare que puedas vivir con comodidad y…

 –No hables estupideces  –dijo sin voltear  –no me iré de este lugar.

 –puedes vivir como un noble, como mi guardia personal…

 –¿Por qué tendría que querer algo así  –resoplo cruzando los brazos  –ya te dije que te confundiste solo, yo pertenezco aquí, príncipe.

 –Ni siquiera puedes darme la cara  –se sonrió con amargura  –no importa… dijiste que no hiciste nada para que yo me confunda, pero… tampoco me rechazaste cuando te bese.

 –no hay diferencia para mi entre besarte a ti y uno de mis caballos. No tengo gran pensamiento en ti.

Los ojos de Akago se abrieron en estupefacción por aquellas palabras, había sido comparado con un simple caballo. Una sosa risa cargada de indignación se forzaba a salir tratando de ocultar sus sentimientos, aquella humillación y dolor en su pecho. Camino a Hakudoshi volteándolo.

 –Demuéstramelo  –le ordeno besándolo.

 

Kohaku dejo a Rin con los soldados y unas abejas cuidando de ella y siguió a la inquieta que antes había sido distraída por una ardilla, yendo a la dirección de las caballerizas acelero el paso hasta comenzar a correr pensando que quizás Hakudoshi estuviera en problemas, pero freno de golpe. Hakudoshi besaba al príncipe teniéndolo sujetado de los brazos, por un momento no fue capaz de moverse. Los ojos violetas lo vieron sacándolo de su letargo dando un paso atrás escapo aun cuando escucho la voz de Hakudoshi llamándolo.

 –Maldición  –murmuro Hakudoshi mirando con enfado a Akago que había sido empujado por él.

 –ponerte así por ser visto por un esclavo.

 –Yo soy un sirviente, hijo de nadie y Kohaku es mi amado, entiéndelo de una maldita vez  –dijo molesto viendo en los ojos de Akago la ira aumentar  –si no te rechace esa vez fue para evitar un enfrentamiento y que me descubrieras, pero ya sabes quién soy…

 –aun si te roe eres hijo de Kaguya reina de Hitit…

 –esa mujer… no la conoces, no es más que una bruja

 –¡¿Cómo te atreves…?!

 –¡¡con el mismo atrevimiento que tienes en venir a hurtadillas y tratar de imponerte a mí!!

 –Dices que eres un simple sirviente y le hablas así a un príncipe  –se burló Akago.

 –te veré como uno cuando te comportes como uno  –sentencio y salió corriendo en busca de Kohaku.

 –Bien, me comportare como un príncipe…  –dijo al viento apretando los puños al recordar la mirada que Hakudoshi le dio a ese esclavo cuando vio que estaba siendo besado. Saco su espada y rebano el cuello de un caballo –un caballo por tu ofensa al compararme con uno…

La imagen de Kohaku se puso en su mente, agito la espada derramando la sangre de la hoja de la espada al suelo con rabia y se retiró.

 

 –Kohaku  –lo llamaba mientras corría por aquellos árboles que muertos.

Sabia no le contestaría y no había muchas partes donde se pudiera esconder llego al palacio de Sesshoumaru viendo a Rin con los soldados y unas abejas alrededor, no había venido por aquí, miro hacia donde estaba la torre quemada y corrió a ese lugar, ya lo había visto merodear ese lugar más de una vez y siempre al mismo lugar.    

Estaba llegando cuando lo vio estando frente a una estatua rota de una especie de animal de dos colas como siempre, por lo  que sabía era un animal que había en las antiguas tierras de Egit, pero habían veces que Kohaku venía a ese lugar y se quedaba contemplando la rota estatua.

Aun cuando lo sintió no volteo a verlo y se escapó corriendo dentro de la torre siendo seguido por Hakudoshi que estando dentro sujeto su brazo.

 –Kohaku…  –pero este hizo que lo soltara.

Se alejó, no entendía porque se sentía molesto, no lo quería ver y mucho menos que lo tocara, aunque Hakudoshi solo lo dejo dar dos pasos antes de volver a tomarlo, Kohaku peleo por liberarse.

 –escúchame, Kohaku… yo…

Kohaku meneaba la cabeza en negación mientras hacía fuerza, ambos se movían a un lado y otro, tropezando con los muebles que estaban carbonizados que con los golpes se rompían.

 –Cálmate y escúchame  –le pedía pero no lo hacía.

Hakudoshi lo empujo contra la muralla al lado de las escaleras usando la fuerza el retumbar hizo que un pedazo de muralla cayo a su lado junto con una pequeña esfera de luz blanca sus pies.

 –Escúchame, él me beso cuando me viste lo estaba por empujar  –Kohaku seguía tratando de que lo soltara haciendo que Hakudoshi se enfadara  –¡te digo la verdad! ¡Los únicos labios que deseo son los tuyos, aunque me trates de matar por besarte!  

Kohaku se detuvo mirándolo a los ojos fijamente. Aunque Hakudoshi no pudo ver expresión alguna podía decir que estaba molesto, sonrió provocando que Kohaku lo empujara, no obstante al sujetarlo de los brazos ambos cayeron y Hakudoshi con rapidez lo volteo dejándolo bajo él.

 –Kohaku… ¿me odias?

Kohaku alzo la mirada y tras un momento que a Hakudoshi le pareció eterno negó. Provocando una sonrisa amplia en Hakudoshi que lo beso, aun si al comienzo sintió resistencia luego de unos momentos se sintió correspondido con el torpe beso de Kohaku… impertinentemente Hakudoshi profundizo el beso y comenzó a desnudarlo cuando sintieron un ruido de algo explotando afuera saliendo a ver muy al pesar de Hakudoshi, pero al ver la estatua que Kohaku siempre veía había sido destrozada.

Hakudoshi miro alrededor sin ver nada, Kohaku alzo un nido de sus abejas y salieron volando en todas direcciones.

 –Es mejor que vayamos al palacio  –dijo Hakudoshi resoplando con desencanto.

Kohaku se arregló la túnica avergonzado. Hakudoshi dejo salir una sonrisa y le tomo la mano jalándolo.

 –vamos.

Kohaku abrió los ojos en sorpresa mirando la espalda de ese príncipe, abrió la boca como si intentara decir algo pero la volvió a cerrar y se dejó llevar. Ese príncipe era extraño para Kohaku, aun cuando sabía que era un príncipe jamás se portaba como uno, prefería estar con los caballos o practicaba con el príncipe Sesshoumaru o molestar a la princesa Rin… pero jamás se comportó tampoco como un sirviente y le hablaba al príncipe Sesshoumaru como igual y a él lo molestaba, le ayudaba, lo acorralaba, pero no era malo recordó la cuncuna que le dio diciéndole la hierba mala era de utilidad para ese bicho… ¿entonces él también lo era?

Hakudoshi se detuvo de repente volteando y mirándolo.

 –¿ya me perdonaste?

Kohaku pestaño un par de veces.

 –me refiero… como sea no volverá a pasar, nadie más que tú me podrá besar  –Kohaku miro a otro lado con nerviosismo  –hey  –lo hizo que lo viera  –pero escúchame bien, nadie puede hacer nada de lo que yo te hago o lo matare ¿entiendes?

Kohaku no sabía que hacer pero asintió

 –bien…

Dio la vuelta para continuar cuando escucho el grito de Rin y corrieron a toda prisa llegando a los establos, la mano de Hakudoshi tembló al ver uno de sus caballos degollados, Rin estaba al lado del caballo con una canasta con unas frutas, se tapaba los ojos y lloraba por lo que veía. Kohaku apretó un poco la mano que era sostenida por ese príncipe, pero él la soltó.

 –Saca a Rin de aquí.

Kohaku solo le brindo una mirada a esa espalda que caminaba al caballo muerto y asintió, acercándose a donde estaba Rin la hizo enderezarse para llevársela dejando atrás a Hakudoshi, la princesa era prioridad ante cualquier cosa, su seguridad lo era más que cualquier otro ser.

 

     

Sango había llegado al palacio de su señor, era guiada por Jaken cuando vio a Rin entrar con Kohaku trayéndola, el ver a su hermano la sorprendió, pero el llanto de Rin la saco de su sorpresa yendo donde ella temerosa de que estuviera herida.

 –princesa…

La voz de su hermana lo freno, miro a Rin a Jaken hizo una reverencia e iba a salir del palacio, pero no pudo.

 –No puedes dejarla sola  –la voz de su hermana parecía regañarlo deteniéndolo.

 –ve con Haku… voy a estar bien  –dijo Rin secándose los ojos.

Kohaku asintió y se retiró.

 –princesa Rin ¿realmente está bien?

 –sí, solo fue algo que me sorprendió mucho  –al recordarlo sus ojos se llenaron de lágrimas.

 –todo estará bien  –le dijo Sango abrazándola y acariciando su cabeza.

Miro el camino por donde su hermano se fue, podía intuir que no era algo realmente malo lo que había pasado o Kohaku no se habría ido.

 –estoy bien, Sango… solo fue la impresión…  –suspiro alejándose un poco de la concubina de su padre  –¿Qué asunto te trae aquí?  –dijo en una sonrisa.

 –princesa Rin, necesito hablar con Kanna…

 –Jaken llévala, estaré en mi habitación.

Sango vio el ademan de Jaken para que lo siguiera, volteando a ver la ida de Rin y el lugar que dejo su hermano. Recordaba como llego a ese palacio.

Sesshoumaru había luchado contra un pequeño destacamento de las fuerzas de Minni en la fronteras de Hitit y había atrapado a su hermano, ella rogo por que la dejaran ir para poder ver a su hermano, prefería morir al lado del hermanito que era su única familia que seguir al lado de aquel rey de minni, sin embargo no fue capaz de escapar o convencerlo, pero el rey fue retado a una lucha por el príncipe.

 –si lo vences te daré la libertad que tanto deseas.

Con eso en mente se dirigió a la arena. Al ver a Sesshoumaru de inmediato supo que no podría vencerlo, de pie del otro lado de la arena vestido de un blanco pulcro, con su cabello bamboleándose por el viento la miraba con esos ojos que con la luz del sol parecían flamear con un dorado radiante, ese hombre no podía ser humano, la energía que sentía provenir de él era algo que no había sentido jamás.

Con manos temblorosas sujeto la espada e iba a atacarlo decidida a que era preferible morir ahí intentándolo a no hacer nada.

 –Detente  –le dijo antes de que ella pudiera dar un solo paso  –¿Por qué haces a una mujer enfrentarme?  –miro a quien la había enviado.

 –no te confundas Sesshoumaru, ella es una antigua guerrera de los artistas nómadas de aquellos que alguna vez fueron a tus tierras.

La molestia fue palpable en el semblante de Sesshoumaru.

 –si la venzo no podrás negarme algo.

 –lo que quieras Sesshoumaru.

Aun cuando estaba preparada para pelear en solo un momento y con un golpe ella quedo inconsciente. Cuando recobro la consciencia no pudo evitar ponerse tensa al verlo.

 –cálmate, eres la hermana de Kohaku.

 –¡Kohaku! ¡¿Dónde está?!  –lo tomo de las ropas mirándolo con suplica.

 –en mi palacio  –tomo las manos de ella haciendo que lo soltara, sin usar violencia  –él me pidió que te llevara, pero a quedado inconsciente antes de que yo viniera por ti.

 –¿está bien?

 –está recuperándose de algo sus heridas… son leves  –aclaro al verla palidecer.  –ahora eres la antigua mujer del rey de otro país, te he ganado… pero si te llevo como sirviente, no puedo asegurar que nadie te ataque… siendo mi concubina no te faltara nada y te dejare ser libre tanto como quieras, mientras no me obligues a matarte.

La idea la sorprendió, pero lo acepto cuando llego al palacio lo primero que hizo fue ir a ver con Sesshoumaru a su hermanito que aun dormía, le contaron que cuando llego al palacio él ya se negaba a hablar… ella fue llevada al serrallo y podía ver a su hermano cada vez que lo pedía, pero se dio cuenta que cada vez él parecía querer huir de ella por lo que un día que Sesshoumaru salía ella lo siguió a escondidas viéndolo llevarle comida a las personas de la parte inferior de la ciudad. Aquellas mujeres, niños, hombres y mujeres estaban muriendo de hambre. Unos hombres tomaron la carreta del príncipe se la iban a llevar cuando ella los iba a detener él la detuvo.

 –Déjalos  –fue lo único que le dijo y le explico lo que ocurría en esas tierras.

Con el pasar de los días lo comenzó a acompañar, fue presentada ante el rey, pero no le dijo su procedencia, era cuidada, alimentada, vestida, atendida y no tenía un mal pasar en el serrallo, solo le dolía el ver a su hermanito alejarse de ella tomando la decisión de irse con el consentimiento del príncipe. Mantendría los robos de la gente pobre a raya y velaría por ellos. Sesshoumaru simplemente la dejo hacer lo que ella quisiera y solo le advirtió que si se enamoraba de alguien le dijera antes de hacer cualquier cosa o tendría que matarla. Pero de quien podría enamorarse si no era de él, aunque lo primero que se percato era que él no amaba a nadie, un príncipe solitario que solo veía en hacer su deber y a Rin… la historia de que había perdido a quien amaba, el porqué de su muerte y más rumores llegaron a sus oídos de más de una forma.

Estando frente de las puertas del serrallo la imagen de su príncipe al ver a ese consejero volvió a su memoria, había escuchado los rumores y ciertamente no entendía como se conocieron ni que pasaba entre ellos, pero si estaba segura de que esa mirada era de alguien que quería a quien estaba viendo. Entro al serrallo encontrando a Kikyo mirando por la ventana, hermosa como siempre, pero parecía triste casi apagada. Cuando la vio fue donde ella sujetando sus brazos.

 –Kagome ¿Cómo esta ella?  –sus ojos mostraban el poco sueño que tenía y la desesperación que sentía, la entendía imaginándose a ella misma.

 –…está bien, solo debe adaptarse.

 –eso me preocupa… mantenla vigilada, Kagome es inmadura aun, no deseo que cometa algo que no pueda arreglar .

 –lo haré… dime donde esta Kanna…

 –en su habitación  –suspiro apagada volviendo a donde había estado.

El recuerdo de sus risas juntas, de la música y bailes que hacían juntas preparándose para la llegada de Sesshoumaru veía a ella ¿Qué había pasado para quedar así?

Frente a la puerta de Kanna dio un suspiro.

 –pasa Sango…

No había dudas de que era Kanna la que le estaba hablando, aquel tono suave y somnoliento. Abrió la puerta y entro, la blancura de esa chica siempre la sorprendía como el contraste de su piel a sus ojos negros.

 –ha pasado un tiempo –dijo Sango en forma de saludo.

 –lo es…  –asintió  –la respuesta es no…

 –aun no digo nada…

 –sé a lo que has venido. Sango, es mejor que las cosas pacen cuando tienen que pasar.

La vio tocarse el abdomen… no era difícil saber que era lo que quería decir, sabía también lo que pasaría más adelante, pero Kanna solo podía ver las tragedias que pasarían. Sango por su parte entendía a las aves y era capaz de usarlas como mensajeras como Kohaku con las abejas…

 –pero podríamos salvar a…

 –la muerte llegara a las personas que tengan que morir… todos lo haremos…

 –no me pidas que no haga nada, mi hermano…

 –él estará bien… pero temo que su corazón no lo estará, debes prepararte… y preparar a las personas, pronto este palacio caerá, el rey no puede estar en dos lados a la vez…

Sango callo a las palabras de Kanna, ella no le decía realmente lo que iba a pasar solo poca información para preparar las cosas necesarias, ese palacio sería atacado como lo serían los suburbios… Kanna luchaba contra las visiones y las estrategias de la reina, no podía decir que era un oponente fácil de vencer y más con aquel sirviente a su lado.  Contemplo a Kanna, las únicas veces que la veía sonreír o con alguna expresión era cuando estaba con Sesshoumaru, siempre creyó que era extraño no verle sentimientos a una chica, pero de solo imaginar las cosas que veía ella no podía negar que debía sentir una inmensa soledad y penumbras por aquellas imágenes.

 –Sango solo te pido que no traiciones al príncipe.

La estupefacción en su semblante no se hizo esperar al oírla ¿Qué ella iba a traicionar al príncipe?.

 

Naraku salió de sus aposentos al balcón, su concubina de turno estaba siendo llevada al serrallo, su interior estaba inquieto y la imagen de un pelinegro lo seguía a donde fuera, sabía quién era y por qué su imagen aparecía en su mente.

 –tan desesperado estas por verle Onigumo  –dijo al viento y su pecho se estremeció y su pierna derecha dolió  –pronto llegara solo hay que esperar por él y arrebatárselo a Sesshoumaru, quizás ahora pueda hacer lo que hace tanto tiempo deseamos y matar a ese bastardo.

Sus ojos se iluminaron rojos de solo pensar en tener a sus pies a Sesshoumaru agonizante y torturados sonriendo satisfecho con su imagen de aquella cabellera de plata teñida de sangre.

 

 

 


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