"Pues me hiciste tanto daño, te burlaste de mis sueños"
Esa primera noche no durmió. Estaba demasiado sobrecargado de emociones como para siquiera intentarlo. La decepción y el enojo se revolvían en su estómago, provocándole náuseas y una respiración pesada a la que no ponía atención. La noche anterior había experimentado sensaciones parecidas pero por causas completamente diferentes ¿Cómo fue que su día se había torcido tan espantosamente? Esa mañana había despertado con tanta ilusión, con tantas esperanzas y expectativas ante un futuro que por primera vez en su vida, después de tantos esfuerzos, se pintaba prometedor.
Había creído estúpida e ingenuamente que él compartía su felicidad.
Por supuesto que había notado que a Stanley no le había hecho mucha gracia la posibilidad de que se fuera solo a la universidad, pero Ford no lo vio como una señal de peligro. Al contrario, lo había encontrado hasta cierto punto comprensible. Stan no ponía el más mínimo interés en su futuro, tomando demasiado en serio un sueño infantil y cada vez menos factible. Sin embargo Ford, quizás demasiado cegado por su propia felicidad, había tenido confianza en que eventualmente maduraría y que la separación incluso terminaría haciéndole bien. Después de todo, había estado convencido de que su hermano era bueno. De que Stanley realmente lo amaba.
Qué tonto había sido.
Ese día no solo había perdido la universidad de sus sueños sino que finalmente se había dado cuenta de que el amor y apoyo que su hermano siempre le había mostrado eran falsos y que sus palabras no eran más que mentiras. Su corazón se había roto de todas las maneras posibles. Y dolía horriblemente.
Su gemelo no regresó a casa esa noche. Su padre le había dicho que no lo recibiría de nuevo en su casa hasta que reparara el daño que había hecho, un extremo al que (por muy enojado que estuviera con Stan) nunca había llegado; pero dudaba mucho que alguien como su hermano fuera capaz de tomar en serio. Seguramente al día siguiente, o a lo mucho durante la semana, se presentaría de nuevo en su casa como si nada hubiera pasado. Pero Stanford no estaba dispuesto a volverse a dejar engatusar por la palabrería de su hermano, esta vez no lo perdonaría. Se lo repitió a sí mismo mil veces, temiendo en el fondo no ser capaz de cumplir con su palabra y que, como tantas veces en el pasado, terminaría creyendo a Stan cuando le asegurara que no había sido su intención causar ningún daño, presentando una mentira demasiado rebuscada. Cuando regresara no debía olvidar que mentir era lo que su hermano mejor sabía hacer.
Pero Stanley no volvió al día siguiente. Tampoco el siguiente, ni el siguiente. Pasó una semana y después dos, contrario a lo que suponía, a lo que suponían todos pues estaba seguro que incluso su padre esperaba verlo llegar en cualquier momento. Su madre pasaba horas frente a la ventana, esperando, solo alejándose cuando tenía que atender al bebé; casi no les hablaba, ni a él ni a su padre.
Ford sabía que su madre los culpaba y eso solo hacía que se enfadara más con Stan. Era a él a quien su madre debería apoyar, había sido él el arruinado después de todo. Stan solo estaba tratando de llamar la atención. Estaba seguro de eso.
A veces no podía evitar, sin embargo, sentirse un tanto preocupado; especialmente al ver que las semanas seguían pasando. Casi era la graduación y Stan no se había vuelto a presentar en su casa, ni hablar de la escuela. Pero esa preocupación se transformó rápidamente en indignación cuando empezó a ver los tontos comerciales de su hermano. Al parecer le iba bastante bien donde quiera que estuviera, haciendo lo que mejor sabía hacer: estafar gente. Stanford se convenció que no debía seguir preocupándose por él y lo mejor era enfocarse en construir un futuro lo mejor posible con las pocas y pobres oportunidades con las que lo había dejado su hermano.
Y aun así, no podía evitar cada noche soñar con él. Que volvía, que le explicaba torpemente que todo había sido un accidente, que le pedía perdón. En algunos sueños Stanford respondía mostrándose vengativo y frío, exigiéndole humillarse y suplicarle un perdón que no merecía. En otros Ford lo perdonaba casi instantáneamente, sin importarle nada más que su hermano regresara con él, olvidando todo con facilidad. Ford no sabía qué sueños lo asustaban más. Si aquellos que le mostraban una parte de él mismo que no conocía y que lo asustaba y fascinaba por igual, o aquellos que (una parte de él sentía más factibles y realistas) lo mostraban como un sujeto tonto, ingenuo, débil y fácilmente manipulable. Es por eso por lo que durante el día no se permitía pensar en Stan, suficiente tenía con verlo en sus sueños.
Eventualmente él mismo tuvo que salir de casa para irse a la universidad (la única a la que terminó pudiendo acceder, lo mejor que sus padres podían darle).Se concentró entonces en sus clases, tal vez no era lo que tanto había soñado, pero el amor por aprender podía más que otra cosa.
Stanley seguía apareciendo en sus sueños, mostrándose ahora como era antes; apoyándolo, amándolo. Un amor que, ahora sabía bien, nunca había sido real.
Y sin embargo...
“Stanley… te extraño…”
Murmuró entre sueños mientras una solitaria lágrima resbalaba por su mejilla. Nadie lo notó, ni siquiera el mismo. Y al día siguiente no recordó nada sobre el sueño. Solo la sensación de vacío a la que se había terminado acostumbrando y que, sabía bien, lo acompañaría durante el resto del día.