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Dos caras de la misma moneda por Hyunnieyeol

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Notas del capitulo:

160618. Me he dado cuenta recién que inicié con est historia hace tres años y no salgo de donde mismo. No puedo creerlo. Así que no se acaba este año sin que de por finalizado 2CMM. ¡Gracias por esperarme siempre!

Capítulo XX. De las páginas arrugadas y otras por escribir

 

Es cerca de medianoche cuando Sungyeol despierta. La ventana está abierta y las cortinas se mecen con la brisa nocturna. Aparta la sábana, deslizándose fuera de la cama con cuidado. Myungsoo, en su sueño pesado, no nota el cambio. Sus pasos le llevan al estudio de su padre, un lugar que es más suyo que de cualquier otro. Una nueva botella de vino se encuentra sobre la mesa de centro y una copa descansa volteada a su lado. Las empleadas no dejan escapar detalle alguno. Descorcha y sirve, contemplando con ojos serios el líquido carmesí. El primer trago es dulce; los demás, amargos. Vacía y llena un par de veces, buscando con la mirada algo en el librero. Lo encuentra durante su cuarta copa. Un libro.

                Su padre fue uno de esos estudiantes modelo capaz de cursar dos carreras a la vez: comercio y leyes. Ahora recuerda ese detalle. Sólo hay un libro que no pertenece a ninguna de esas áreas dentro de la biblioteca y es el que sostiene en sus manos. Una Biblia. Su familia no es religiosa, jamás lo ha sido, pero dentro del grueso volumen se esconde mucho más que la palabra de Dios.

                Sungyeol abre la Biblia por la mitad y toma la llave oculta en ella. Nadie jamás buscaría algo en su interior. Es vieja y ha perdido su color, pero aún encaja en la cerradura del cajón falso al final del escritorio. Dos cuadernos forrados en piel se encuentran dentro de él. Uno de antes y otro de después.

— No sé si me olvidé de ustedes o sólo fingí que lo hice.

                El primer cuaderno es grueso y de color caramelo. El lazo para cerrarlo está roto y le faltan páginas. No, no es que le falten, es que han sido arrancadas. Es un diario que obtuvo en su séptimo cumpleaños por parte de su padre. “Para que reflexiones”, le había dicho sin expresión alguna. Sungyeol lo hizo de una y mil formas aun siendo un niño.

 

» Hoy volví a ver ese coche, el de la placa que termina en dieciocho. Estaba estacionado en el parque, en una zona prohibida y en dirección contraria al resto de los vehículos. Sus ventanas son tan oscuras que no puedes ver hacia el interior. Por alguna razón, siento miedo. No me gusta encontrarlo, aunque no sé si es el mismo de la vez anterior. ¿Debería acercarme y comprobarlo? No. Podría haber un monstruo en su interior, como en esa película que pasaron la noche del sábado. Seguro Sunggyu se asomaría y Howon haría bromas nada graciosas sobre ello. Pero no están aquí. No hemos estado juntos desde que dejé Seúl. ¿Qué estarán haciendo ahora?

 

            Pasa un par de páginas. Ahí están esos sentimientos de nuevo.

 

» He tenido un sueño extraño que no logro comprender. Al principio todo estaba oscuro y no conseguía hablar. Después escuché voces desconocidas que más tarde se convirtieron en risas escalofriantes. Me estremecí, de frío y de miedo, y entonces las oí también. Cadenas. Las sentí. El metal frío me apresaba muñecas y tobillos, los eslabones acariciaban la piel expuesta de mis brazos y piernas. Estiré las manos en la oscuridad y sólo encontré barrotes. Estaba dentro de una jaula, encadenado, con los ojos vendados y sin recordar nada.

            Estoy asustado aún. ¿Qué significa todo eso?

 

            Las siguientes dos hojas no están. Sungyeol suspira.

 

» El auto pasó frente a mi casa esta vez. La placa era diferente, pero todo lo demás lucía igual. Daeyeol dice que estoy confundido y que debo dejar de mirar tanta televisión. Ese pequeño embustero está comenzando a comportarse como un adulto incluso mejor que yo. Al menos él no tiene pesadillas que lo hacen despertar a mitad de la noche al borde de las lágrimas. Son cada vez más frecuentes y mamá está cansada de ellas. Dice que debo madurar de una vez. Lo extraño es que papá no dice nada. Lo común sería que esté de acuerdo con ella. Sólo que no actúa normal tampoco. Pasa mucho tiempo encerrado en el estudio, perdido en sus pensamientos. A veces lo escucho al teléfono con el papá de Sunggyu o con el de Howon. Nunca entiendo las conversaciones. ¿Qué pasa con él?

 

            Sus dedos tiemblan cuando sostiene la copa nuevamente servida. El vino tiene un ligero sabor a consuelo. Ha bebido más de la mitad de la botella. Comienza a sentir los primeros efectos del alcohol, así que pasa algunas páginas más de forma torpe.

 

» Alguien deslizó una carta bajo la puerta. La encontré cuando llegué del colegio. Fue extraño. Tenemos un buzón, así que, ¿por qué no dejarla ahí? La puse junto al resto y subí a hacer los deberes. A la hora de la cena, papá revisó el correo y dio con el sobre. Su mirada cambió repentinamente y golpeó las palmas sobre la mesa. Llamó a las empleadas y preguntó acerca del correo. Ninguna de ellas tuvo respuesta y él se enfureció más. Mamá le miraba en silencio, con los labios sumamente apretados, posiblemente avergonzada de su comportamiento. Daeyeol se escondía en mi brazo, aterrado. Con todo el coraje que fui capaz de reunir le conté lo ocurrido y su expresión iracunda se transformó en una de completo terror. Se puso de pie tambaleante y pálido. Escuchamos cerrarse la puerta del estudio. Mamá nos envió a dormir. Han pasado dos horas y él aún sigue  ahí. ¿Qué dirá la carta? O mejor aún, ¿quién la ha enviado?

 

            Después de eso sólo consiste en fragmentos parecidos, dudas que aún ahora no pueden resolverse, partes faltantes y muchas hojas en blanco. Ese diario quedó interrumpido. La última fecha es de la noche previa al incidente. Al verlo así, parece un perfecto recordatorio de lo sucedido. Quizá por eso nunca regresó a buscar los cuadernos una vez que los ocultó.

Todo está ahí. Esperando. Latente.

El segundo cuaderno es muchísimo más delgado, de color negro. También tiene una cerradura más elegante. La llave se encuentra en el cajón. La primera página sólo tiene escrita la fecha con letra temblorosa en la esquina superior derecha. Otro recordatorio. La siguiente tiene una sola palabra escrita con tinta negra.

 

» Mentí.

 

                Sungyeol recuerda haberla escrito. También sabe lo que dice la siguiente. Un escalofrío baja por su columna y la copa de vidrio, finalmente vacía, resbala fuera de su alcance. Se hace añicos a sus pies y los cristales crean un eco en la casa oscura y silenciosa, helándole la sangre. Posa los dedos temblorosos en la hoja y vacila antes de girarla. Lo sabe. Parpadea, armándose de valor. Sabe lo que dice.

                Entonces cambia página y ahí está. Justo frente a él

— Sungyeol, ¿qué estás haciendo?

                Pega un salto y cierra el cuaderno de golpe, arrojándolo dentro del cajón a toda prisa. Myungsoo le observa desde la puerta con el cabello revuelto, pero totalmente despierto. Quizá su sueño no es del todo pesado y escuchó la copa romperse. Imposible, se dice Sungyeol, cerrando el cajón con llave y regresando ésta a su escondite. Se siente débil y expuesto. Tiembla.

— Volvamos a la cama — dice de espaldas a él, acomodando la Biblia en su sitio.

                Myungsoo gruñe algo que parece un sí. Tal vez no está tan despierto como Sungyeol creía. Abandonan el estudio un par de minutos después, con el menor insistiendo en recoger los vidrios aunque el dueño de casa ha dicho más de diez veces que no. Necesita alejarse cuanto antes. El silencio se instala mientras recorren el pasillo. No es como de costumbre, sino pesado. El nerviosismo del castaño finalmente alcanza al invitado.

— ¿Estás bien? — pregunta al tiempo que le toma del brazo.

— Sí — dice poco convencido —, sólo debo dormir un poco — suspira. El pelinegro asiente. No le cree.

                En la cabeza de Sungyeol la tercera página de ese segundo diario se ha quedado grabada. Esas tres palabras están ahí, escritas en rojo.

 

» LO RECUERDO TODO.

 

Eso no es tinta.

 

 

 

 

 

El teléfono suena una vez más y la paciencia de Howon se termina. La pantalla señala veintisiete llamadas perdidas. Todas y cada una de Jang Dongwoo. Una pizca de culpa se instala en alguna parte de él, pero no hay tiempo para hacerle caso. Sus padres están en casa, recién llegados de algún lugar en la India. Su mamá insiste en tener un desayuno en familia aunque es la hora del almuerzo. Su padre frunce el ceño cuando su móvil deja de parpadear y el número aumenta a veintiocho. Nada de celulares en la mesa.

 

« S.O.S. // 1997 »

 

                Envía el mensaje a Sunggyu antes de regresar el aparato al bolsillo de sus vaqueros. Entenderá. Es la clave que usan cuando se trata de sus padres. 1997 es el año en que los tres se reunieron por vez primera.

— Esta noche cenaremos con los Lee y los Kim — comenta su madre con un fingido desinterés. — La señora Lee eligió un restaurante de cinco estrellas, al parecer. Dice que la comida es maravillosa y su selección de vinos todo un lujo — ríe extrañamente. — No puedo esperar para comprobar si es verdad.

— Hijo, quiero que sepas que esta no será una simple cena, aunque así lo parezca — comienza su padre, ignorando a la mujer. — Nuestras familias han acordado no posponer más el anuncio oficial, así que el gran evento se llevará a cabo dentro de dos semanas. Esta noche discutiremos con ustedes los detalles.

— ¿Alguna vez has pensado que es una mala idea? — cuestiona el muchacho, jugando con su comida. — Eres el más sensato dentro del grupo, siempre lo he creído y me gusta pensar que lo he heredado por tu parte — continúa, señalando discretamente a su madre —, así que aún estás a tiempo de parar todo este espectáculo.

— Este “espectáculo” como tú le llamas, fortalecerá nuestras casas, Howon — responde el hombre. — ¿Piensas que eres demasiado joven para ello? Dime, ¿qué es lo que realmente no te gusta de todo esto?

— Mejor dime, ¿hay alguna forma de escapar de ello? — repone, sonriendo ladinamente.

— Siempre la hay — su padre se encoge de hombros, sonriendo de igual forma.

                Así que es eso, piensa el muchacho, riendo internamente. Posiblemente sea una farsa de principio a fin. No sería extraño. Nada es extraño en sus mundos. Debe tratarse de otro plan de la señora Lee que no tuvieron más remedio que aceptar. Howon sabe que sus padres no son como los de Sunggyu o los de Sungyeol; que tienen sus propias creencias, pero también son leales a sus amigos. Tal como él mismo. No son malos y tampoco los del mayor. La única y verdadera bruja es la señora Lee.

— Deberías llamar a Sunggyu — dice el hombre, fingiendo que su comida importa más. — Seguro habló con su padre anoche y ahora necesita un amigo — se ríe disimuladamente. — El buen Kim nunca ha sabido expresarse correctamente.

— ¡Oh! — exclama su madre, volviendo al mundo real. — ¿Ha llegado ya la mamá de Sunggyu? Escuché que tomo un vuelo diferente al de su esposo.

— Howon preguntará cuando llame.

                Sus padres no son tan malos. Ahora es capaz de afirmarlo por completo.

                Marca el número de su amigo treinta minutos más tarde. El pelirrojo asiente al tercer timbrazo. Suena agitado, como esas veces que Sungyeol bebe más de quince tazas de café. Seguramente no ha conseguido pegar ojo durante la noche. Hoya se siente culpable de no haber hablado con él el día anterior antes de irse a la cama. Últimamente lo hacen. Les ayuda a despejar un poco sus cabezas. Acuerdan reunirse en la cafetería favorita del castaño, aunque él no esté invitado. Tiene que reconocer que ahí sirven el mejor café de Seúl.

                Howon llega veinticinco minutos después de Sunggyu, quien va por su segunda taza. Sus ojos lucen cansadas y más pequeños que de costumbre. Su piel está pálida, casi traslúcida. Usa pantalones de deporte azul marino y una camiseta gris que le va tres tallas grande. Como el viejo Sunggyu. Howon tampoco puede ayudarse a sí mismo con su short negro y la camiseta sin manga blanca. Se ven demasiado normales.

— Ha sido un largo tiempo — el más bajo apunta a sus ropas; el otro sonríe. — Mis padres llegaron esta mañana y me han explicado lo de la cena y el gran acontecimiento.

— Mi padre me lo dijo anoche — se encoge de hombros —, pero también me contó algo más.

— ¿Qué cosa?

— Se dio cuenta que seguimos investigando lo de Sungyeol y me pidió que lo dejase. Cree que es momento de olvidar el pasado y pensar en la familia que estamos por formar.

— Tonterías — se queja. — Estoy casi seguro que el compromiso es falso.

                Sunggyu no presta atención al comentario.

— Pasé la noche investigando un caso de hace más de treinta años — susurra el mayor, revolviendo lentamente su café. — Un secuestro doble, para ser preciso.

— ¿Por qué? — su estómago se anuda al preguntar, pero necesita respuestas.

— Cuando eso ocurrió, mi padre tenía doce años. Estaba de vacaciones en Jeju — narra, mirando a los ojos de su compañero. — No sé si lo has escuchado antes, pero mi padre y el de Sungyeol son amigos de infancia — Howon niega. — Tampoco lo sabía. Pensé que sólo eran socios de negocios — mueve la cabeza. — Ambos conocieron a tu padre en la adolescencia. Han estado juntos todo el tiempo.

» No sé ni por donde comenzar. La verdad es que el padre de Sungyeol tenía un hermano gemelo. Ambos fueron secuestrados durante esas vacaciones. No se solicitó rescate. No hubo pistas. Un año y medio después el mayor de los hermanos regresó por cuenta propia. Jamás encontraron al otro. El resort donde estaban hospedándose es el primero que perteneció a tus abuelos. De hecho, tu padre trabajaba los veranos ahí. Así fue como conoció al mío. Ellos también hicieron una cacería de brujas, Hoya, sin resultado, y una segunda después de que Sungyeol se mudara. ¿Sabes qué dijo mi padre?

                El menor no quiere oír más. Eso es suficiente.

— Que su segunda búsqueda llevó al secuestro de Sungyeol; y que la nuestra puede terminar en algo peor.

                Ese es el mal presentimiento que Howon siempre ha tenido. Es el sentimiento de que hay algo más. Algo demasiado grande para ellos. Pero al ver los ojos de Sunggyu lo sabe. No hay más dudas.

— No vamos a detenernos — afirma.

— No lo haremos — responde el mayor.

                Nunca antes han estado tan seguros de lo que hacen como ese día.

 

 

 

 

 

Myungsoo ha visitado el restaurante de la familia de Dongwoo en contadas ocasiones, principalmente por lo incómodo que le resultan tantas formalidades. Con frecuencia rechaza las invitaciones de Woohyun para cenar con ellos ahí, sólo que ese día no puede hacerlo. En parte es por Moonsoo, que le exige haga cambios; por otro lado, se trata de Sungyeol. Dijo en primer momento que no le importa que sea miembro de una sociedad completamente ajeno a su mundito, pero lo cierto es que ha pensado en ello toda la tarde. Necesita, de alguna forma no demasiado extraña, ajustarse a las necesidades del mayor.

                Sólo hay dos mesas vacías esa noche. Una distancia prudente entre ellas. Ambas reservadas. Myungsoo suspira. Quizá deba decir que son tres mesas, porque la “primera” es para al menos ocho personas. Una familia grande, asume. Woohyun lo abraza al verle, asegurándose de que realmente está ahí.

— Creí que era una broma cuando aceptaste — le comenta el mediano del grupo sin borrar la enorme sonrisa que le adorna el rostro. — Esta será una noche memorable; ahora no cabe duda.

                El pelinegro se ríe, porque ¿qué otra cosa puede hacer?

— Dudo que pase algo especial hoy — responde poco después, más para sí mismo que para su amigo.

                Cuando Dongwoo llega, hay cierto nerviosismo en su expresión. Los tres toman asiento y son atendidos más pronto de lo esperado, considerando la cantidad de clientes. Aunque ser el hijo de los dueños debe tener cierta ventaja, piensa el más joven, enfurruñándose.

— Sé quién reservó esa mesa — admite Dongwoo algunos minutos más tarde, visiblemente incómodo. — Flower Bouquet — no agrega más, pero los tres saben lo que significa.

                Por un breve momento, Myungsoo se pregunta cómo es realmente la vida de Lee Sungyeol. Conoce a Daeyeol, y siempre le parecerá una versión más joven de su novio (se ruboriza al llamarlo así), aunque jamás lo dirá frente a su hermano. Eso es todo. Mentiría si dijera que no buscó información del grupo FB en Internet apenas regresar a casa esa mañana, pero una foto de la Sra. Lee no basta para descubrir a qué (posiblemente) se enfrentará algún día. Una vocecita en su cabeza le recuerda que no debe apresurarse tanto. Tal vez no esté el tiempo suficiente con el mayor como para ser presentado a su familia.

                Una pareja llega mientras él divaga y se instala en la mesa. No necesita mirarlos mucho rato para encontrar a quién le recuerdan. La mujer posee una sonrisa que roza lo sarcástico, una que ha sido dirigida a él más veces de las que puede contar. Son los padres de Kim Sunggyu. Mira discretamente a sus amigos, y descubre a Woohyun contemplando al par con los ojos brillando a causa del reconocimiento.

                Dos personas se agregan en un lapso menor de diez minutos. Los padres de Lee Howon. El hombre le dio todos los genes buenos a su hijo; no cabe duda. Dongwoo, sentado frente a él, jadea extrañamente. El mayor sólo hace eso cuando está mucho muy nervioso. No debería haber motivo para que lo esté.

                Los cuatro conversan de forma amena, intercambiando sonrisas que parecen sinceras y miradas sin doble intención. Su mundo no parece demasiado diferente hasta ese instante. Myungsoo se mantiene contemplándolos, incapaz de escuchar cualquiera de las cosas que dicen. El restaurante parece estar diseñado para que cada mesa goce de privacidad aún a la vista de todos. Un nudo se forma en su estómago cuando una mujer que reconoce de imágenes de revistas aparece frente a él. Toda ella grita “dinero”, desde su porte hasta su ropa. El ambiente en esa mesa cambia totalmente. Las máscaras se muestran ahora.

— He escuchado cosas realmente horribles sobre ella — inicia una conversación Woohyun, mirando discretamente a la recién llegada. — La mayoría desde mi padre, que ya es mucho decir.

                Asiente distraídamente. El Sr. Nam es un hombre amable que nunca habla mal de otros.

— A mis padres les preocupa mi interacción son Sungyeol desde que saben es hijo suyo — continúa Dongwoo, mirando hacia la cocina en espera de sus platos. — Seguro ella no sabe quiénes somos.

                El hijo mayor de los Kim comienza a preguntarse si es una cena de negocios  o un evento familiar. La respuesta llega en el momento justo que el reloj marca las 7:58 pm. Daeyeol mencionó por accidente que su madre odia la impuntualidad.

                Los tres cruzan la puerta al mismo tiempo, luciendo pantalones de vestir negros que se amoldan a sus piernas de forma perfecta, con zapatos oscuros que parecen nuevos. La camisa de Hoya es azul claro, mientras la de Sunggyu es azul marino. Sólo Sungyeol viste negro de pies a cabeza. Se ha cortado el cabello y ahora su castaño es tan oscuro que casi hace juego con el resto de sus ropas. Myungsoo boquea, asombrado. ¿Qué se esconde tras el cambio?

                Howon es el único del trío que repara en su presencia. No hay emoción alguna en su rostro.

                Ninguno de los meseros se acerca a tomar la orden de la mesa donde se sientan sus compañeros, pero en menos de cinco minutos la cena les es servida, igual que el vino. Myungsoo lanza una pregunta silenciosa en dirección de Dongwoo, quien explica la orden de la Sra. Lee al hacer la reservación. La idea de que la mujer pidiese por todos los presentes termina por molestar al amante de la fotografía. Su propia cena llega a continuación, y se siente aún peor cuando observa a Sungyeol probar su comida con una mueca que desaparece demasiado pronto.

— ¿Así serán siempre las cosas? — cuestiona el pelinegro con aire triste. — Sungyeol me dijo en una ocasión que solían cenar todos juntos en su casa con frecuencia. Me esperaba otro tipo de ambiente.

— Quizá fue diferente cuando eran más jóvenes — responde el mayor. — O ellos lo veían con ojos diferentes al ser niños. La situación actual no les permite actuar de modo distinto del que lo hacen.

— Lucen tan extraños — reniega Myungsoo, deseando ir a colocar una sonrisa en el rostro inexpresivo del castaño. — No me gusta esta imagen.

— Ellos crecieron de esta forma, Myungsoo — dice el hijo de los Nam —, saben cuál es su papel y…

— No me gusta.

— No tiene que hacerlo — prosigue después de la interrupción —, pero tampoco lograrás cambiar las cosas.

                Odia mucho que Woohyun tenga razón. Su comida pierde todo sabor.

— ¿Deberíamos ordenar algo de vino también? — se aventura el mayor, sonriendo. — Eso seguramente conseguirá mejorar nuestro humor.

                Sunggyu bebe educadamente de su copa en ese momento, intercambiando miradas con Howon.

— Han iniciado — murmura Woohyun, señalando con su tenedor en dirección de los otros.

                A Myungsoo le toma un par de minutos entender que los tres mantienen una conversación entre sí a base de miradas, sonrisas y pequeños gestos que para cualquiera pasarían desapercibidos. Es un idioma propio; uno que dominan completamente. Conocer el por qué causa más incomodidad en él.

                La parte de la cena correspondiente a la comida finaliza. La Sra. Lee dice algo en dirección de su hijo cuando lo ve servirse una copa más de vino, y éste responde con un rápido movimiento de labios. Por la forma en que tuerce una mueca, está seguro que Sunggyu lo pateó bajo la mesa. Howon muerde el interior de su mejilla para no reírse. Observarlos podría convertirse en un pasatiempo para él.

                Los adultos parecen iniciar una conversación larga y los chicos sólo escuchan, pasando la mirada de una persona a otra. Howon pone los ojos en blanco cuando nadie parece verlo. Sunggyu sonríe de esa forma que no demuestra nada. Los dedos de Sungyeol bailan al pie de su copa. Es entonces cuando alza la mirada y sus orbes de ciervo se encuentran con los de Myungsoo. El aburrimiento se torna en sorpresa y algo más, una emoción que causa un escalofrío recorrer al menor.

— Sungyeol — lee en labios de Sunggyu y entonces el pelirrojo los mira también.

                Hoya intercambia miradas con ambos, y el mayor deja escapar un bufido.

La señora Lee deposita tres cajas de terciopelo sobre la mesa, una frente a cada uno de los chicos. Woohyun murmura algo sobre mancuernillas y el logo de FB. Dongwoo pregunta si es un día importante o algo así. Myungsoo se enfoca en ver la reacción de Sungyeol al abrir la caja.

Ahí está. Sus ojos se inundan de ira.

— No pienso hacerlo.

                Es simple. La intensidad de sus palabras alcanza a los presentes en un parpadeo. Su voz es tan fuerte que incluso ellos son capaces de escucharle. Sungyeol cierra la caja con más fuerza de la necesaria, depositándola frente a su madre en un gesto tosco. Sus amigos le miran entre asombrados e inquietos. Seguramente sorprendidos por el arrebato del castaño.

— Lee Sungyeol — escuchan a la mujer llamarle, su voz es como veneno.

— No — repite, poniéndose de pie. — ¡No lo haré!

                No es un grito, pero sí alza la voz.

                El siguiente sonido deja a mucha gente en el restaurante sin habla.

                Una bofetada.

                El rostro de Sungyeol se inclina hacia un lado. Le tiemblan los labios. Su piel comienza a enrojecerse. Sunggyu y Howon están de pie también. Sus padres se muestran sorprendidos. Dongwoo y Woohyun jadean. Una bofetada en público es la mayor humillación que alguien pueda enfrentar.

                El heredero del grupo dirige una mirada furiosa a su madre y abandona la mesa con la cabeza tan alta como le es posible. Myungsoo quiere ir tras él, pero una mano aferrada a su muñeca le detiene. Mira a la mesa donde los otros aún están congelados, indecisos entre ir tras él o sentarse.

— Si se marchan será un desastre — dice el hijo de los Jang, incómodo.

— Si se quedan también — agrega Woohyun.

— Sungyeol… — susurra el pelinegro.

                Una voz masculina llama la atención de los tres.

— Sunggyu, ¿qué estás haciendo ahora?

                El pelirrojo se ha apartado dos pasos de la mesa. Howon está sentado de nuevo, visiblemente inconforme. Una disculpa escapa veloz del mayor y luego se marcha también, no sin antes fijar sus orbes en el más bajo. A Hoya le toma un par de minutos imitarlo, con su padre llamándole desde su lugar.

— Lo hicieron — susurra Woohyun, asombrado. — No quiero imaginar las consecuencias de este desafío público — suelta a Myungsoo, y se dirige a Dongwoo: — Seguro será más de una semana esta vez.

— Deberíamos irnos también.

                Sí. Deberían.

 

 

 

 

 

Howon suspira al tiempo que deja el restaurante. Se habían prometido una y otra vez de camino a ese lugar que no harían algo estúpido, que sólo aceptarían lo que les dijesen sin quejarse. Obviamente Sungyeol había cambiado sus planes de última hora. Ya bastante malo era que Dongwoo y sus amigos estuviese ahí esa noche. Creía que no podía ir peor. Por un segundo estuvo seguro. Entonces la Señora Lee alzó la mano y cruzó el rostro de su hijo frente al resto de comensales. Su corazón tiembla de sólo pensar en ello. Sunggyu no había ayudado al abandonar la mesa, aunque es algo que ambos necesitaban hacer.

                Sus ojos van de izquierda a derecha, cuestionándose qué tan lejos fueron los otros dos. Llegaron en su coche, así que duda estén realmente lejos. Acordaron pasar la noche en la casa de ensayos, bebiendo hasta olvidar lo sucedido en la velada. No se marcharían sin él. No son esa clase de amigos.

                Su respuesta llega en forma de grito. Uno que contiene una maldición. Una voz demasiado conocida. Sungyeol. Desde el callejón a media cuadra. Corre, porque algo le dice que lo haga. Y se detiene abruptamente en la entrada, incapaz de dar un paso más. Observa desde ahí, sin poder hacer nada.

—  ¡Vuelve a tus sentidos!

— ¡No puedes estar hablando enserio!

— ¡Sabías que esto iba a ocurrir!

— ¡No lo haré!

— ¡Madura de una maldita vez, Sungyeol!

— ¡Vete a la mierda, Sunggyu!

— ¡Cuida tu boca!

— ¡No me digas qué diablos hacer!

— ¡Lo hago porque no tienes ni la menor idea!

— ¡Es mi puta vida!

— ¡Eres una completo imbécil!

— ¡Y por eso no haré nunca lo que ella dice!

— ¡Sólo escúchame por una vez!

                No son solo ellos gritándose el uno al otro. Están empujándose contra los muros, tirando de sus camisas antes pulcramente colocadas y ahora cubiertas de suciedad. La sangre gotea de la barbilla de Sungyeol; sus labios están rotos. Una marca muy roja adorna la mejilla izquierda de Sunggyu. Los golpes siguen llegando con cada nueva declaración. El pecho de Hoya se contrae. Nunca han sido de esta forma. Han discutido, pero nunca así. Jamás han luchado de verdad. No puede estar ocurriendo.

— ¿Es por Myungsoo? — escupe Sunggyu cuando logra tumbar a Sungyeol y colocarse sobre él. — ¿Estás arruinando todo por un estúpido niño que no sabe nada?

— ¡No te atrevas…! — ruge el castaño, tirando de su cuello. — No hables de Myungsoo como si…

— Al final no podrás protegerlo — susurra venenosamente —, así como nunca pudiste protegerte a ti mismo.

                El puño de Sungyeol aterriza en la boca del mayor y la sangre salpica en su rostro. El cuerpo de Sunggyu cae hacia atrás, y el castaño arremete contra él, sin dejar de decir “cállate, cállate” mientras golpea su rostro. Hoya sigue sin moverse, murmurando “basta, basta” y “por favor, por favor”, mientras se siente nuevamente ese niño impotente que vio a su mejor amigo ser llevado lejos.

— ¡BASTA!

                Grita, cayendo de rodillas. Ambos le miran, pero no sueltan sus ropas. Es la voz de Hoya lo que atrae a tres espectadores curiosos. Dongwoo reacciona primero, inclinándose junto al dueño de Paradise y abrazándole por los hombros. Woohyun y Myungsoo corren hacia Sunggyu y Sungyeol, separándolos. Intercambian miradas asustadas. Los otros se limitan a secarse la sangre de los labios con las mangas de sus camisas. Hoya mira sus manos, vueltas puños, con demasiada insistencia. Él no es así de débil.

— Púdrete — murmura Sungyeol, y luego sale del callejón con Myungsoo pegado a él.

                Sunggyu grita una maldición hacia él también, y luego mira a Howon de nuevo. Al bailarín le toma un par de minutos ponerse en pie con ayuda de Dongwoo. Se guarda las lágrimas que desea derramar para más tarde, cuando esté solo y piense de nuevo en lo ocurrido. Se repone lo más que puede.

— Sunggyu — llama, y no suena agradable.

— Tú lo viste — inicia el mayor — Él arruinó todo.

— No — ataca Howon, cruzando el callejón a zancadas. — ¡Fuiste tú! Cruzaste la línea esta vez. Escuché todo, Sunggyu. ¡Lo oí todo! ¿Cómo te atreves? ¡¿Cómo pudiste?!

— Hoya… — gime al sentirlo empujarle.

— No — corta, dándose la vuelta. — Esta vez no.

— Sabes que…

— Es tu culpa — escupe con el mismo veneno que usó él antes. — Arréglalo solo.

— Yo…

                Howon y Dongwoo se marchan juntos. Sólo quedan Sunggyu y Woohyun dentro del callejón, en silencio. El pelirrojo deja escapar un gemido que toma por sorpresa al hijo de los Nam. Sus piernas ceden y cae al suelo, mientras más gemidos le desgarran la garganta.

— Lo arruiné — dice con voz quebrada. — Soy un idiota. No debí…

                Y a Woohyun le cuesta comprender que la máscara del mayor ha caído y que el muchacho ante él no sólo está roto, sino al borde del llanto. Da la vuelta, poniéndose frente a él, y sin palabras lo atrae hacia su pecho. Su camisa pronto se humedece y no necesita mirar para saber que el frío y obstinado Kim Sunggyu está llorando entre sus brazos como un niño herido.

— Esta bien — trata de calmarlo — Todo estará bien.

                Sunggyu se aferra a él con fuerza. Puede que no.

Notas finales:

Tengo la intención de que sean 25 capítulos a lo mucho, y este es el 20. Así que espero nos estemos acercando a algo ~


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