—Girando y girando, resulta esta canción.
Mueve sus ojos hacia la ventana y dedica una lánguida mirada al pájaro que le distrae de componer. Suelta un suspiro y se retrae otra vez.
“Girando y girando, resulta esta canción.”
Así se lo había contado él. Con una bonita sonrisa en sus labios y ojos brillantes.
Muerde su labio superior y deja que las lagrimas bañen una vez más sus ya nada rosadas mejillas. La tristeza lo ha consumido. El dolor lo carcome.
Rueda por su cama, intentando calmar sus hipidos; no quiere que Key se preocupe, no más de lo que ya está. Él no merece estar preocupado por su asunto.
“Estaré contigo, hasta donde me lo permitas.”
Aprieta sus ojos, llorando más fuerte, hundiendo su rostro en una almohada para contener sus gemidos.
—Te dejé que me amaras. Todo —murmura a su mente que reproduce una y otra vez la voz que lo mortifica.
Aguanta la respiración por varios minutos, controla sus sonidos y decide abrir la ventana. Se levanta de un salto y se tambalea, las lagrimas lo ciegan pero llega a su cometido. Tira fuertemente y siente como el aire cálido le golpea el rostro, secando su rostro húmedo. Grita, grita con todo aliento, sintiendo como sus cuerdas vocales se desgarran por tal abusivo acto.
—¿Jinki?
Se vuelve rápidamente, asustado por la voz. No hay nadie, se lo ha imaginado una vez más. Y una vez más, se deja caer al piso y llora profusamente, arruinando su intención de calmarse.
“Lo siento pero sí, estoy rompiendo contigo.”
Y sabe que Key lo odiaba desde mucho antes de que todo su drama pasara, pero nunca le dijo porque, nunca le informó por qué le prohibía estar con él. Nunca le dijo nada más que “lo odio y no es bueno para ti”.
Pero siente que no puede odiarlo, porque él está en su corazón, tan dentro, tan incrustado allí que si lo odia su corazón se partirá. Siente miedo de quedar sin corazón. Su celular vibra en su pantalón, sacándole un espasmo de sorpresa. Lo saca y mira.
—Oh.
Es lo único que dice, lo único que puede procesar su cabeza.
Era esa fecha. El día es hoy. Su corazón se encoge, provocándole mucho dolor, físico, mental. Dolor.
Se hace bola en su posición, mordiendo sus labios para no gritar otra vez.
“Adiós, Lee Jinki.”
“¡No me dejes, Jonghyun!”
Ve detrás de sus ojos la sonrisa del moreno tras esas palabras que lo marcan. Sabe que esa sonrisa es falsa, tan falsa como las que él le da a Kibum pero…
“Pero nada, Jinki ¡Te destruyó! ¿Cómo puedes considerar el buscarle si él te abandonó?”
Kibum tenía razón pero… Pero ese día y los que le siguieron a ese siempre quiso salir a buscarlo. Tiembla en el piso, convulsivamente. Hace un año que Kim Jonghyun no estaba a su lado; hace un año que no vuelve a sonreír de la misma forma.
Hace un año que no canta, no tiene fuerza, no tiene voz para ello.
Y recuerda la primera vez que se conocieron; como el en ese entonces castaño se acercó a él y le dijo sin muchos rodeos: me gusta tu voz, me gustas.
Y recuerda cuando se entregó a él, en cuerpo y alma. Tenía tanto miedo, tanto pero él le susurró palabras dulces, de calma. De amor.
Amor. Eso lo sintió, lo siente.
Rueda ahora sobre el piso y sonríe entre lagrimas.
“Amor y dolor. Eso es lo que te daré.”
—Al menos cumpliste una de tus promesa, Jonghyun.