Un alma triste y apagada sentado en el tronco del árbol chueco en medio del atardecer. Un suspiro salió de sus labios y lanzo lejos el Paopu, cayendo al mar. Se sentía completamente solo. Sin nadie quien le acompañase. Frunció sus labios en una mueca de tristeza.
Hace un par de horas por casualidad había observado a cada uno de sus amigos con sus respectivas parejas. Sora con Kairi, Vanitas con Aqua, su mejor amiga y Roxas con Naminé.
Lo que más lo entristecía era el hecho de sentirse completamente inútil ante ellos. ¿Quién querría a un debilucho rubio como él? Nadie. O eso era lo que pensaba. Su corazón dolía en tan solo recordar las escenas de los besos que se daban con afecto.
Les tenía envidia. Una tremenda envidia a esas chicas. ¿Por qué? Porque su corazón, en algún momento de la vida, les perteneció a aquellos jóvenes extravagantes. Lo que le causaba una tremenda vergüenza era el hecho que por un tiempo se sintió atraído por su propio hermano. El estaba completamente seguro de su sexualidad y no dudaba de aquello. A él le gustaban los hombres y según él no había nada de malo eso.
Reprimió el llanto.
Habían pasado horas mientras el reflexionaba aquello. Sus ojos azules se dirigieron al cielo, justo en el momento en que una lluvia de estrellas caía.
¿Qué tenia de malo el intentar pedir un deseo efímero?
- Desearía que se enamorara de mí.
¿Cuál fue el error de aquello?, que las pequeñas estrellas, al escuchar su deseo, sonrieron complacidas. Por fin, después de tantos años, alguien había pedido algo desde lo más profundo de su corazón. Sin embargo, al rebuscar entre sus pensamientos del muchacho, hallaron tres individuos, todos masculinos, y al no saber de quién se refería la magia recayó en todos ellos.
Ventus sonrió con sobreesfuerzo, calmándose y aminorando sus lágrimas que aparecieron a la vez que pidió el deseo. Bajo del árbol y camino en dirección a su hogar, en donde le esperaba el mayor de sus problemas.
La casa que había obtenido en la pequeña isla la había ofrecido de techo a sus compañeros de batalla. Todos dormían en habitaciones separadas. Excepto él y Roxas, siendo hermanos compartían una sola habitación. No acostumbrándose al principio por su enamoramiento pero aceptándolo después de meses al ya no sentir aquello que una vez se permitió dejar.
Llego a su gran casa, que ya de por si parecía mansión. Vanitas le abrió la puerta antes de que él tocara. Simplemente le dijo un hola y paso de largo, sin percatarse de la mirada lujuriosa de su compañero.
Se sintió un tanto inconforme al recibir un beso de bienvenida de parte de Sora a penas lo vio en el umbral de la cocina, en la mejilla claro, y los grandes celos de su hermano al ver tal escena con disconformidad. Como pudo sonrió con nerviosismo y se abrió paso para ir a su habitación, escapando de las miradas de aquellos entes.
Una vez en su alcoba se encerró en el baño, dispuesto a tomarse una larga ducha y no salir de allí hasta que los demás estuvieran bien dormidos. Se quito sus prendas y la puso en el cesto de la ropa sucia. Abrió el grifo y el agua comenzó a salir, primero fría, luego tibia, y al final caliente. El vapor rápidamente lleno el ambiente. Se introdujo y se relajo al sentir el agua recorrer su cuerpo. Suspiro varias veces, mordiéndose el labio inferior y disfrutando de aquella sensación.
Tras un rato se canso estar de pie, por lo tanto puso el tapón en el hueco que estaba en el suelo para retener el agua y llenar la tina. A los pocos minutos logro su cometido y cerro el grifo, volviéndose a fundir en aquel mar de agua caliente. Remojo sus cabellos, sus piernas, sus brazos y su cuello. Todo observado por un par de ojos amarillos.
No sintió la presencia de nadie hasta que fuera del baño escucho un tumulto de voces, parecían estar peleando.
Él, sin saber qué hacer, sale de la tina, sin tener consciencia de sus actos, y…cae en cuenta de que no tiene ninguna toalla. Algo nervioso abre la puerta para ver si alguien estaba ahí. Y pues, confirmando sus dudas, Vanitas, Roxas y Sora estaban discutiendo. ¿Sobre quién? Sobre él. Prefirió guardar silencio y escuchar atentamente cada palabra que emitían.
- Yo no podre estarlo guardando por mucho tiempo- comento Sora recostándose en la pared- Se lo diré a penas salga de ahí.
- Ha, Ni que estuviera loco y te dejara hacerlo. Él estará conmigo. ¿Entiendes, hermanito?-una sonrisa surco de sus labios y sus ojos amarillos destellaron un aura negativa por un segundo, estremeciendo a Roxas y Sora al verlo.
- Escuchen. Él es mi hermano, por lo tanto tengo más derecho sobre el que ustedes dos juntos.
- Oh vamos, eso es incesto por si no lo sabías.
- Lo sé, pero aun así lo quiero solo para mí.
Ventus no soporto escuchar mas, al parecer aquel deseo que creyó y no se cumpliría se cumplió. Sora miro en dirección hacia él, sus ojos se encontraron y Ventus se sonrojo. Apresurado trato de cerrar la puerta, mas en el intento de hacerlo resbalo y cayó al suelo, aun sujetando el pomo de la puerta y dejándolo a la vista de todos.
El rostro del rubio había adquirido varias tonalidades, entre rosadas y luego pasar al rojo intenso. Él al igual que los demás se sonrojaron al ver su cuerpo desnudo y mojado, empezando a maquinar perversiones en sus mentes.
- ¿P-Pueden pasarme…una t-toalla?- cubrió su parte baja ya que los 3 pares de ojos se centraban mas en esa parte. Su nerviosismo le jugaba en contra en aquellos momentos pues mientras más miraban su entrepierna mas excitaba.
Todos guardaron silencio por un momento antes de escuchar un pequeño murmuro por parte del pelinegro, quien al no saber aguantarse, se lanzo hacia Ventus y empezó a besarlo y a toquetearlo. Los presentes, excepto Vanitas, se quedaron de piedra.
Sora enfureció y se acerco de la misma forma a Ventus, lo lanzo al suelo y empezó a lamer su miembro ya erecto.
Vanitas sus labios, Sora su miembro, ¿Qué faltaba? Pues Roxas estaba ahí parado, con la cara completamente sonrojada por el nerviosismo. Pero al cabo de unos segundos se les unió compartiendo parte de cuerpo con él.
¿Qué rayos les estaba pasando?
Esa noche seria una en especial pues nunca lograría sacársela de la cabeza. Aquella noche, por más que quisiera negar, tendría sexo con 2 de sus mejores amigos y su hermano.