Anata no tame kono inochi.
Todo era normal, él era un chico normal, era un estudiante de una escuela ni buena, ni mala, sus calificaciones no eran ni buenas, ni malas, no le gustaban ni las chicas, ni los chicos; él era normal… hasta que lo vio.
Era un día como cualquier otro, en la estación del metro tren. Como siempre iba distraído, escuchando música, sin prestar ninguna atención a su alrededor.
Su tren llegó –como siempre- a las 7:00 am, y como siempre, sin prestar ninguna atención a nada ni a nadie, abordo su transporte.
Todo era como siempre, como cada día, pero algo cambio. Él simplemente levanto la mirada del suelo para observar el paisaje mañanero por los ventanales de la puerta del tren, y de paso observar su propio reflejo para verificar que su cabello no se hubiera despeinado. Pero alguien más se reflejo y capto toda su atención.
Era un tipo varios centímetros más alto que él, su cabello era de color amarillo opaco y tenía un gran mechón de color negro del lado derecho (e increíblemente se le veía espectacular), su cara era adornada por un extraño trapo de color blanco que cubría su nariz; sus labios se notaban carnosos y apetecibles, además de que el traje formal que llevaba lo hacía ver endemoniadamente sexy.
Se quedo admirando unos momentos el reflejo de aquel hombre hasta que, con todo el disimulo del mundo, volteo su cabeza para observar mejor aquel tipo y pudo notar mucho mejor sus facciones. Su tez era blanca, no pálida, si no que estaba algo bronceada, y sus ojos… sus ojos eran rasgados como los de cualquier japonés, pero su mirada era tan profunda que lo dejaba inmóvil, además de que el azulado artificial de estos le hacían flaquear las piernas. Ese tipo era tan perfecto, tanto que no se vio con la importancia como para acercarse a él… no podía, él mismo era tan imperfecto que no quería ensuciar la perfección del otro. Volvió a mirar hacia la puerta sin despegar su mirada del reflejo ajeno.
…Estúpido amor a primera vista…
Paso alrededor de media hora observando aquel hombre, hasta que cayó en cuenta de que solo quedaba una estación para llegar a su destino. Un miedo terrible lo invadió y observo con desesperación el reflejo del rubio. ¿Y si nunca lo volvía a ver?
Su pecho comenzó a doler y sintió que las ganas de llorar lo agolpaban. ¿Qué mierda de sentimiento era este? No lo sabía, lo único que tenía claro era qua que quería seguir observándolo, hoy, mañana y siempre.
Y así, con ese pensamiento, saco su celular, tomándole una foto a la puerta, en la que solo se notaba su propio reflejo, y un poco más atrás, el de aquel hombre.
A los minutos su tren llegó a la estación en la que tenía que bajar. Le costó dar el paso que lo haría abandonar el transporte, pero al final lo hizo.
Una vez fuera del vagón se quedo parado, tratando de resistir el impulso de volver a subirse y admirar al tipo.
Sentía como la gente pasaba por su lado y le daban uno que otro empujón, hasta que sintió alguien pasar muy cerca de él, tanto, que pudo captar un agradable y dulce aroma que inundo y adormeció sus sentidos. Giró rápidamente su cabeza en dirección aquel aroma y se sorprendió de sobremanera al ver al rubio. Era una broma ¿verdad? Siguió con la vista al hombre hasta que este empezó a desaparecer de su campo de visión. Reacciono y comenzó a seguir al rubio.
Mientras lo seguía no sabía si echarse a reír o llorar, ya que el hombre estaba tomando el mismo camino que él utilizaba para ir a la escuela.
Cuando llego a su escuela se quedo de pie, viendo como aquel hombre daba la vuelta en una esquina. Solo fueron necesarios unos segundos para volver a seguirlo. Se escondió en la misma esquina en donde el otro doblo, y a lo lejos pudo observar como entraba a un fino y elegante restaurant. ¿Ahí es donde trabajaba aquel hombre? Esperaba que si, ya que quedaba bastante cerca de su escuela. Sonrío feliz abre ante su descubrimiento y retrocedió sus pasos para volver a la escuela.
Su día volvió a ser normal, volvió a sus calificaciones ni buenas, ni malas; volvió a las confesiones de amor que rechazaba porque no le gustaban ni las chicas, ni los chicos; volvió a no prestarle atención a nada, ni a nadie; nuevamente comió su almuerzo en soledad, y nuevamente la campana que anunciaba el fin de las clases sonaba a las 18:00 pm en punto.
…Maldita monotonía…
Con paz y armonía guardo sus cosas en su mochila, para seguidamente retirarse del establecimiento. Nuevamente iba en su propio mundo, pero esta vez saco su celular para observar la foto que había sacado en la mañana. De nueva cuenta se quedo prendado de la figura de ese hombre. Ah… quería verlo de nuevo.
Continuó su camino hasta la estación de trenes y se paralizo cuando volvió a sentir aquel embriagante aroma. Levanto su mirada del celular y a unos pocos centímetros vio aquel hombre rubio que tanto lo había cautivado. Con ansiedad comenzó acercarse con rapidez aquel hombre. Justo cuando quedo detrás del otro, el tren hizo presencia, entrando seguido del rubio.
Todo el camino fue admirando la espalda de ese hermoso tipo, que cada segundo que pasaba le cautivaba aun más. Y al igual que hizo en la mañana saco su celular y esta vez fotografió la espalda del rubio.
Continuara…