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Desde el corazón por rei0

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Notas del capitulo:

ADVERTENCIA

 

El contenido de este fanfic puede incluir: lenguaje vulgar, contenido sexual, violencia y/o puede resultar ofensivo para terceros. Por ende, se requiere un público calificado como M+16.

Capítulo 1.

Estaba ahí Midorikawa; como incrédulo después del rotundo veredicto del pelirrojo. Pero incrédulo, ¿por qué? Si el otro no bromeaba y definitivamente, no jugaba. Era de esperarse que, tras las palabras que daban como terminado aquel altercado, se le hiciera difícil la tarea de asimilar cada uno de los vocablos ajenos. Intentó acercarse al último, nula su oportunidad fue. En el rostro gélido detonaba, sobretodo aprensión. Por último, ya no quedaba más que decir, y lo había comprendido en los fragmentos de segundos, en los cuales hubo cruzado miradas con el indignado Hiroto. Y finalmente, abandonó la habitación […] De acuerdo, diría que es el fin de todo; mas no quisiera adelantarme a los hechos, cuando en realidad, definitivos son. Bien que relataré detalladamente, por consecuente si me lo consienten, tan formidables e inusuales acontecimientos.

Desde el corazón.

Como el inicio de toda historia, existe un espacio, un lugar, un tiempo. Y este caso, no es la excepción.

La universidad, la mejor que puedan encontrar: tan prestigiosa como ninguna otra. ¿Han oído hablar de Yale? Seguro que sí, bueno esta era aún mejor, diseñada únicamente para niños ricos. Si, suena algo discriminatorio, pero así eran las cosas. Las fiestas que los estudiantes efectuaban eran inigualables. Incluso, podría describirse como todo un reino, o eras lo suficiente para encajar con los populares y célebres, o permanecías aislado con los perdedores, aunque eso sería como entregarse al verdugo mismo. Y todo eso, era gracias a los beneficios que brindaba el residencial estudiantil.

Ese año, y para esa fecha, ya había dado inicio a las lecciones de verano. Era la tarde, quizá; más calurosa desde la primera o segunda semana. Y en aquella abadía, que ya he mencionado con anterioridad, arribaba un taxi que, predeciblemente transportaba un individuo.

El muchacho llevaba: una musculosa Element y blanquecina; que resaltaba su fornida figura. Lo acompañaba también un pantalón negro y semi-estrecho. Además de sus gafas oscuras y uno de esos gorros de punta que le dejaban la frente descubierta y algunas mechas a punto de tocar sus hombros.

A sus pies estaba, al menos el equipaje necesario para un cautrimestre completo. Aunque con las horas del viaje tan fastidiosas, Ryuuji tenía un aspecto muy irritable, eso y su narcisista actitud, no era una buena combinación. Además de que su mejor amigo estuviera ahí, justo recostado en la entrada, admirándolo, mofándose de él. Quizá su apariencia inconforme era tema de burla para Akio.

Por lo pronto, el último abandonó su sedentaria postura para acercarse a su compañero.

—Bienvenido a la nueva administración —dijo con autosuficiencia, ¿y por qué, no? Si en aquel "imperio" sobresalía a manera de mandamás, algo que en Ryuuji no tenía efecto alguno; puesto que ambos jóvenes poseían un mismo carácter.

—Jódete —pudo replicar de inmediato, adjuntando sus maletas blandas. El receptor aún continuaba riendo despacio, tomó algo del cuantioso equipaje en ayuda de su camarada y pese a la inmensurable luz de día, entrecerró la mirada.

—Vamos a dentro, Tinky Winky —comenzó a andar, después de todo tenía mucho bagaje por cargar.

Chicas, fiestas, sexo. Era asunto de conversación entre ellos, cosas triviales que en realidad solo eran importantes para jóvenes de 19 años.

Ya con las maletas asentadas en su nueva habitación, Ryuuji se deshizo de sus gafas, ahora no los necesitaría. Sentía gran curiosidad por saber, que tipo de piltrafa de gente encontraría.

Quizá piltrafa no era la palabra correcta; sin embargo para él todos lo eran, con excepciones breves, por supuesto. Akio sonreía de medio lado en la puerta, (de hecho, no había dejado su ademán ni un momento) dio una media vuelta con salida a la recámara —. Ven, daremos un paseito —carcajeó petulante y comenzando con su protocolario andar que claro, su compañero no tardó en seguir—, lo bueno de este sitio es que, puedes encontrar de las tetas grandes —señalando algunas jóvenes que, indubitablemente habían compartido sus atributos con él. Saben lo que eso quiere decir, ¿cierto?

En fin, aquel par continuaba deambulando por toda la galería, Fudou con su retorcida chispa, casi envilecida—. Aunque estas zorritas, son las favoritas de papi —continuó apuntando con la mirada a muchas más mozas, las cuales al ver a éste acompañado del nuevo, empezaron a sonreír y llamar la atención del último, hasta por demás con actos obscenos que encajaban a la perfección con el perfil de chica fácil. Y es que la generalidad de ellas lo era, cosa que al peliverde le agradaba en cierta manera; pues su torcida sonrisa así lo demandaba.

—Esas chicas están más folladas que la madre de los 101 dálmatas —agregó Ryuuji riendo lentamente, igual a su compañero, entretanto subían por la gradería. El cabecilla dejó de reír, por poco disponiéndose a contribuir a la burla ajena; pero el fuerte barullo que se oía después de la escalinata los hizo acelerar el paso.

Cuando ascendieron completamente al siguiente estrato, (que al igual que los otros comprendían una sucesión de habitaciones en recta perpendicular.). Fudou arrugó el entrecejo, aborrecía por completo aquella sorpresa casual. El otro a cambio, persistía impasible, observando el que sería oficialmente, su primer disturbio. El primero de muchos, claro que deberán esperar unos episodios más adelante.

Por ahora sabrán el motivo de aquel intenso tumulto.

Acorralado a la pared, encontrábase un airado albino. Se notaba que había recibido, al menos dos golpes al rostro.

Y debo decir que, para estar apabullado contra la tapia el muchacho tenía agallas; puesto que también era sujetado desde el cuello de su remera por el pelirrojo más furibundo que puedan imaginar. Y con algunas personas merodeando, Nagumo no podía sentirse más irascible, aunque para Akio era tema de disgusto, por que él deseaba predominar ante cualquiera.

Por lo pronto, Suzuno solo estrujaba entre sus manos el brazo de su provocador, de manera que intentaba emanciparse.

—¡Jodido marica! —vociferó Haruya muy cerca de la víctima, colérico, y más que todo, parecía un mensaje para todos los demás. Sin embargo instantáneamente, el entrecano esputó al rostro ajeno una especie de saliva rojiza y pese a su osadía, Haruya retrocedió en un respingo, limpiándose frenéticamente su furiosa faz. Al ver las puntas de sus dedos manchadas de sangre, el pelirrojo exasperó aún más, si era eso posible—. ¡Ésta perrita me tocó! —y acto seguido, sostuvo a Suzuno con una fuerza mayor. Pero el último no se veía nada intimidado, por el contrario, su semblante llevaba un coraje que irritaba tremendamente al diablo rojo. ¡Ahora sí que le daría la golpiza de su vida! Y todos sabían que nadie, absolutamente NADIE debía entremeterse.

—Basta —intervino de pronto el cabecilla con un golpe de voz. Y de inmediato arrebató la atención de muchos, pero sobretodo la del pelirrojo, que en ese preciso momento, estaba a punto de darle una zurra a su víctima. Inclusive el resto de su tropel, comprendido por Miura Hiromu y Saginuma Osamu prestaron su curiosidad a Akio y en especial a Ryuuji, quien actualmente tenía una mueca; como resistiendo las ansias de sonreír insolentemente, mientras pensaba en palabras como: "bufonada" o "insignificante".

No obstante Nagumo, no tenía intenciones de redimir a Suzuno y pese a ello, entrelazaba miradas con el adalid de la banda, encarando su decreto. Continuó con su inmovilidad y tardíamente, transigió al precepto del otro. Aventó a su víctima al suelo sin apartar la vista de Akio. (Queriendo desafiar la tolerancia ajena.).

Y entretanto altercado, el albino retomaba su habitual y sosegada imagen. Después de palmear su ropa, comenzó a jalar mechones de su propio cabello argentino.

Mas la atención de los concurrentes estaba sobre Fudou, quien recuperando el andar, prosiguió a abrirse campo entre los espectadores y junto a él Midorikawa, atrayendo la curiosidad del gentío. El cabecilla deambuló a un lado de Haruya, tan cerca que sus hombros chocaron uno contra otro, en contestación al intencional desafío del taheño. Esa era la prueba de que no debía tentar su suerte. A veces, es mejor no provocar aguas calmas.

Sin embargo, pese a la compañía del mejor de sus camaradas, Akio cargaba un buen humor que no sería arruinado por la altanería de un simplón.

Cuando Ryuuji se paseó frente al actual desapacible, quien conservaba su entrecejo algo arrugado, (y que tras percatarse de la presencia del nuevo, había entrado en una incertidumbre.) se frotó la mejilla, a modo de notificarle: que aún conservaba rastros de espumarajo carmín. Aunque bajo su serio rostro, guardaba el asco que le causaba aquella saliva escarlata en la faz ajena. Entonces continuaron con su lento paso, y con ello, se integraban el resto del tropel. Incluso Haruya, que tiempo atrás había limpiado su pómulo—. Oigan todos, él es Ryuuji —dijo al fin el adalid, cerrando los ojos y sonriendo nuevamente.

La reacción que causó en los otros fue, (mayormente) apatía. Por ejemplo: Osamu simplemente lo veía como un compañero más de aquel jolgorio grupal. Y en Hiromu la sorpresa del nuevo, era por poco similar.

Pero había quienes el antagonismo les había cegado los ojos en primer momento. Nagumo experimentaba cierta antipatía, y recelo hacia Midorikawa.

Así que deambulando a espaldas del último, actuó:

—Mucho gusto —con voz hostil, que bien combinaba con su ojeada. Sin embargo, el pelicetrino (como respuesta) sesgó los ojos atrás, acompañado de un diminuto frunce.

—Lo mismo digo, hermano.

Eran los primeros momentos en ese lugar y su jactancia había aumentado considerablemente. Pese a que en el transcurso de aquel "paseito", las chicas sentían evidente admiración por el nuevo.

Aquello era por poco, una especie de animales, o más bien, hembras con brama empeñadas en atraer la curiosidad de Ryuuji. Y por supuesto, comenzaban a surgir las ansias de acostarse con el último.

La pandilla se había asentado en todo el graderío, obstruyendo el paso inoportunamente, aunque eso poco les importaba, por ende, le parlamentaban sobre algunas de las jóvenes. En especial con las que habían conseguido "coronar". Si bien, podía compararse tal a un banquete de mujeres, solo para ellos.

—Apuesto a que no habías visto tantas perras, desde 101 dálmatas —se mofó Fudou relativamente con el peliverde.

—Esta santurrona: Haruna, solo calienta y te la deja paradita —se unió al bullicio Saginuma. El único pelinegro de ellos, con un singular grabado en la nuca que, asimilaba a la figura "Ankha"—. Con lo que duele —prosiguió agitando su puño y con eso, una ligera sonrisa brotó en algunos.

—Aquella tiene mucha experiencia —Hiromu señalaba a una chica en particular: Kinki— . Me la volvería a tirar —sonrió y finalizó mordiendo su labio inferior.

—¡Creí que era lesbiana ! —carcajeó sin tapujo el pelirrojo, arrancando miradas, (pero en especial el cuidado de la joven.).

Cuando estaban a punto de emigrar a otro lugar, una chica consiguió que los ojos del nuevo se posaran en ella. Kii Fumiko es la moza de la que hablo. Sonreía con una picardía única, mientras que su vista bajaba por todo el físico de Midorikawa, hasta la entrepierna. Entonces llevó el polo que tenía en su mano a la boca, frente a su principal espectador, el peliverde que no hizo más que sonreír por dicho acto, mismo que sus camaradas habían contemplado como en primera fila.

—Quieren el helado de Ryuuji —se atrevió a emitir Miura, con una risa por poco incontenible; que atrajo el cuidado del aludido.

Así continuaron andando por todas la galerías. Como en la principal, donde comprendía un tipo de gradería ancha, que conectaba con cada uno de los otros enormes estratos y pasillos, (todos repletos de alcobas enumeradas.).

Si bien aquel recorrido tornaba fastidioso y más que todo, aburrido para Midorikawa. Cosa que no pasaba desapercibido por Akio. NADA se salvaba de él.

—¿Por qué no te das una vuelta por mi cuarto, y fumas algo de yerba? —sugirió el sereno cabecilla posando su palma sobre el hombro moreno—. 4-0-1. Ve

insistió, aunque poco; puesto que Ryuuji no era de rogar. Además necesitaba sosegarse más, ¿y que mejor que la marihuana, no?

Una vez en el estrato medio, se adentró en la habitación ajena. Se preguntarán, ¿por qué entró así como así? En realidad no contaba con que el compañero de Fudou estuviera ahí. Ese fue un error.

—Akio dijo que podía entrar —habló casi en la puerta.

—Como sea, no me importa —prorrumpió su espectador pelirrojo, que además estaba echado en la litera con un PSP en manos.

Usaba unos bermudas oscuros al igual que su camiseta. El resplandor de tal aparato acentuaba el verde de sus ojos. En cambio, la abstracción que tenía en el juego, distinguía las horas (que quizá) llevaba frente al dispositivo.

No obstante, el irritante sonido que provocaba el porta DVD, chocando uno contra otro, había desconcentrado su partida. Tras pausar su juego, apartó algunos milímetros su PSP, permitiendo que sus ojos cayeran, (como vez primera) en Ryuuji o al menos en su reverso. Éste último, debatiéndose en cual cinta llevar (pornografía.).

Hiroto continuaba con la mirada permanente en él, molesto por su impertinente interrupción.

Arrugó levemente el entrecejo, y tras algunos segundos, retornó la vista en su vieja ocupación. Tiempo después escuchó el sonido de la puerta al cerrarse. El mensaje claro, de su tan ambiciada placidez en la soledad de la habitación.

En realidad su concentración había sido estropeada completamente. Sí señoras y señores, ése muchacho aborrecía el tipo de estorbo que resultaba ser el pelicetrino. Y pese a su despectiva actitud, no tenía chicas rendidas a sus pies. Ni siquiera colegas.

Había decidido salir de su alcoba al campus, concentrándose en su libro. Ese llevaba la solapa del famoso tomo: Kamasutra, que él mismo había canjeado, (aumentando la picardía y curiosidad de muchos). Aunque el contenido no era más que sabotaje puro, un simple volumen de "Liderazgo empresarial" que su padre le había obsequiado y que, abarcaba más de 200 aburridas páginas.

A diferencia de que la mayoría lleva un tipo de serie al leer, él se paseaba en cualquier sección sin ningún orden.

Sucedió entonces que, habiendo dado inicio a su leída y sin ninguna remota intención, escuchó ciertos rumores bastantes impúdicos, que provenían de las nuevas mozas que deambulaban cerca.

Creo que es casi descendiente de Kurt Cobain, ¿ya lo has visto?

No pero seré la primera en acostarse con él.

Rieron bastantes alborotadoras, como si estuvieran frente a un Rock Star que les producía un inusual erotismo. Hiroto conservaba un ligero frunce. Cambió la hoja, reanudando con su lectura; aunque tanto escándalo llegaba a ser molesto e incómodo. A la larga prosiguieron, pero ahora, dejando a un lado la jugarreta.

Estuve enviándole indirectas. Pienso en él y me pone "mojada".

¿Cómo crees qué la tenga? —dijo la otra, Ulvida.

No lo sé, pero yo le haría sexo oral.

Y así volvieron a reír. Entre tanto, el improvisado oyente arrugaba aún más el entrecejo, pese a la incertidumbre que ya había concebido en él, algo casi tóxico. No se trataba de quien era ése que tanto se gozaban en hablar, sino que la inmoralidad ajena, intervenía con su habitual protocolo. Mordió la yema de su dedo índice, y continuó a cambiar una hoja, tras otra y así, hasta cerrar completamente el libro.

Kii, eres una perra.

Carcajeó la peliazulete a espaldas de Hiroto, quien se había puesto en pie y además comenzaba con su recorrido de regreso a su habitación compartida.

Con el paso de la noche, seguro no tendría nada más que hacer que holgazanear en su alcoba.

Sin embargo, lo que arrasaría con sus "increíbles" planes, era un gran tumulto de gente regada en todo el corredor, con camino a la recámara que dividía con Akio.

Un fastidio vivir con el último, por ende, debía sufrir las desventajas: No poder ingresar a tu propia habitación.

Y así se encontraba en medio del mundo salvaje, pues todos eran un tipo de criaturas primitivas molestas y ruidosas, como si les fuera diversión estar encerrados en un fastidioso residencial, o los fastidiosos eran ellos. Sus intentos de ingresar, nulos eran, pese al alborozo y la anarquía.

—Niñita, ¿de dónde te sacó Akio? —llamó su atención el nuevo. Cuya identidad para él, sólo era el tipo que había importunado su partida esa misma tarde, y que ahora hallábase a un lado de la puerta con un gesto, sobre todo burlesco—. Amigo, eres un perdedor —dijo acentuando más su última palabra, y deshaciendo su ademán; ganando como consecuente, la mirada despectiva de Hiroto. Y es que aquella voz no era ni aguda, ni grave, pero bien que zumbaba en sus oídos, asimilando a una migraña muy molesta.

—No soy tu amigo, marica —protestó disminuyendo el ceño y acto seguido, se adentró en el cuarto desabridamente.

A la larga, pensaba que el pelicetrino tenía la cabeza metida en el trasero y por lo tanto, le causaba un disgusto enorme.

Durante toda la noche, prosiguió el famoso cabecilla vendiendo cualquier tipo de utilería erótica. Desde "juguetitos" como él mismo los llamaba, (y que además, la gran mayoría era dedicados al sadomasoquismo.) hasta condones, dildos… Todo eso, era el motivo de tanta jarana. Y ante todo destacaba la envilecida voz de Fudou, entre torcidas palabras hacia las chicas. […]

 « ¿Cómo se ven en 5 años?»

Habló el instructor en medio de todo un salón. Sus acentos resonaron alto y claramente, iniciando lo que sería una nueva clase de Sociología. Ya había transcurrido 7 días completos y con esa clase, se integraban al comienzo de la semana.

Como era de esperarse, el perceptor calló por momentos, observando la sala entera, recostado en el escritorio a espaldas suyas—. Veamos… usted, Fuusuke, ¿cómo se ve en 5 años? reiteró precisamente al entrecano, quien en ese momento encontrábase tirando de un mechón argentino. Una obsesiva manía, muy particular en él. Tenía la curiosidad de todos encima, esperando por su respuesta que tarda llegó.

—Seré el dueño absoluto de las empresas del norte —dijo con su afónica voz. (Que naturalmente era y no por consecuente de una enfermedad.). Cesó con su rareza, aprovechando las miradas ajenas—. Y le patearé el trasero a alguien en específico —con lo final se refería a su perfecto enemigo: Haruya Nagumo. Que también estaba presente y bien pudo comprender, (sin demora) el mensaje de Suzuno.

A diferencia del pelirrojo, (quien en primer momento le hirvió la sangre en ira) los demás habían reído, incluso el propio mentor.

Bien —retomó el instructor tras carraspear, examinando nuevamente la sala, a modo de escoger a su nuevo receptor—. Kiyama, la misma pregunta —sin embargo el aludido yacía tendido en la mesa. Alzó la frente paulatinamente, y se acomodó en el asiento con la paciencia más grande del mundo. Por su expresión, parecía meditar en lo que diría.

—¿Qué cree? Mi padre, es el dueño de las empresas del norte —alardeó entre sarcasmo y evidente molestia.

Esta vez, no hubo ni una risita. El silencio era mucho más grande que el aposento.

Aquella respuesta era obvia para él. Hiroto sabía que en 5 años, o incluso en menos tiempo, reemplazaría el lugar de su padre. Pese a su adopción y la desemejanza en la denominación de su ascendiente, desconocían que él, era el hijo de Seijiro Kira. Por ende, pensaba que esa era una interpelación inoportuna e incómoda—. Creo que ya lo dejé claro, ¿no? —finalizó con una mirada altiva hacia el maestro. Segundos después sonrió, mostrando su soberbia por demás.

Y es que en todo ese lapso en el que hubo hablado, Ryuuji lo atencionaba desde asientos más lejanos, junto al diablejo rojizo.

En una de las esquinas, Suzuno lo veía de soslayo; por que en realidad, parte de su réplica era una mofa hacia él. Inclusive el profesor, dejó al lado las preguntas. No quería que otro tuviera la osadía de fanfarronear, pues era evidente la rivalidad entre ellos.

No es necesario mentar que fue una clase completamente incómoda, como dicen: "Lo que empieza mal, termina mal."

Con la conclusión de la lección, ninguno quería permanecer en ese salón, ya era de esperarse.

—Necesito algo para calmarme, ¿sabes? Ese paquete de putas culichiches es molesto —decía Haruya con las manos escondidas en los bolsillos. El semblante que cargaba, ni siquiera coordinaba con su manifestación, a lo contrario de su ruidosa voz.

Por lo tanto, era difícil acertar si en verdad el buen humor le sonreía esa vez—. Ya te digo, la última vez, mi vecino me agredió verbalmente y yo, me cagué en la puerta de su casa —enarqueó una ceja al tanto que hacia tronar su cuello. Claro, para él era uno de sus grandes momentos relatando sus increíbles hazañas. Con decir que Ryuuji rió tardamente.

—Estás demente, hermano —agregó el último, más por humor que por asco.

Y es que esos dos tenían la suerte de dividir alcoba. Por consiguiente, había aumentado la interacción y la simpatía entre ellos—. ¿En dónde está el pelón culero?

Está escrito...

Notas finales:

RECORDATORIO:

Los sucesos adjuntos a éste fanfic, es solo ficción, una simulación de la realidad. Fue creado solo para recrear y sin ninguna intención de lucro. NO es la intención del autor alterar los personajes presentados aquí. 

 


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