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Desde el corazón por rei0

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Notas del capitulo:

ADVERTENCIA

El contenido de este fanfic puede incluir: lenguaje vulgar, contenido sexual, violencia y/o puede resultar ofensivo para terceros. Por ende, se requiere un público calificado como M+16.

Capítulo 2.

—¿Se te apetece un cunnilingus? —sonrió obscenamente. El adalid llevaba un rato manoseando a su favorita: Mercury. Gracias a su corta falda, el trabajo de escabullir su mano entre las piernas ajenas era sencillo para él; aunque la mujer poseía un repulsivo viraje.

—Prefiero ver a Midorikawa comiéndome el perrito —rechazó su compañera, repeliendo su mano con repugnancia pintada en el rostro. Con todo eso y su molesta voz nasal, hízolo enfadar.

Sentía un desbordante rencor, que crecía y se extendía en todo su pecho. Por ende, rehusabase a relumbrar la transitoria envidia hacia su mejor colega. En vez, condujo su palma a la mejilla femenina.

—Déjame decirte algo —comenzó frotándola en el moflete de la chica—. Deberías conocer tus límites —con su peyorativo tono, no le había dado otra opción a su favorita que apartar la faz con indignación; por que ciertamente, ni siquiera podía mantenerle la mirada. Concluyó levantándose de su viejo lugar.

Lo que menos quería, era que lo vieran al lado de una simplona, misma que lo había impugnado y por lo tanto, no merecía la más mínima consideración de su parte. Aunque la universidad era magnánima y sobraban los fisgones.

Como toda pandilla su lugar de encuentro era crucial, donde podía exhibirse cual mercadería de primera. La cafetería.

Ya todos tenían su lugar a excepción de Haruya y Hiromu, quien tiempo atrás, hubo detenido la fila entera eligiendo su comida, que resultaba ser equivalente a la de todos.

—¿Por qué carajo, sirven esta mierda? —decía el mismo contemplando su bandeja, y sin ninguna intención de probar sus alimentos.

No obstante, habían callado violentamente al notar, el casi "majestuoso" andar de una joven que se paseaba frente a ellos. En realidad solo se trataba de Natsumi R. La chica aparecida que debutó como popular, aunque era una desconocida para el tropel. Sin embargo en ese momento, logró capturar la curiosidad, —con escasa diferencia— de todo el grupo.

—¿La vieron? —se escandalizó Nagumo; tras haberla perseguido con la mirada.

—Nada mal —concluyó recorriendo la mandíbula con su lengua. Y es que en verdad, la moza habíale fascinado al singular pelinegro, en especial su voluptuosa figura que, comenzaba a desear sexualmente.

No obstante parecía que solo algunos le daban mucho interés. Como era el serio caso de Osamu, Miura y quizá Haruya, por que en realidad, en todo ese tiempo había hecho falta la voz del cabecilla extrañamente. Ya era tiempo para que emitiera algún sonido.

Lo contrario al de cabellos verdes. Él persistía completamente sosegado, pues no era motivo suficiente para despertar su atención, eso y que creía que las chicas comprendían un grado inferior al suyo.

Por consiguiente, lo único que agregó, - posteriormente de los vocablos de Osamu - fue:

—No sé, no la vi —con su tono tajante y desagradable, capturó de inmediato el reojo de Fudou, el actual absorto.

La trascendencia de las palabras de quien anteriormente, habíalo rechazado era leve, pero lo capaz para darle una conceptualización diferente.

Se volvió totalmente a Ryuuji, con un titileo mínimo en el entrecejo, a pesar de que uno u otro había percibido su permanente mirada hacia Midorikawa. Entonces, en un acto inoportuno, aprisionó el mentón del susodicho, provocando el ladeo del rostro ajeno.

—¿Qué le ven al afeminado éste? —dicho esto, reunió el interés del tropel. En especial por la intensidad de su vocablos y sus inconvenientes acciones.

Aunque Hiromu, más bien examinaba las facciones de quien le había incitado rencor al adalid. Sus aretes expansores sobresalían aun más con su inclinada posición.

Y es que la pandilla entera examinaba a Midorikawa, desde el pelinegro, (que estaba a su lado) hasta Haruya con los ojos fruncidos.

Pero el de cabellos cetrinos, repelió instintivamente la mano de su colega.

No por repugnancia o algún sentido así, sino por que intentaba acortar el contacto, si de su faz se trataba.

Miró con recelo al cabecilla alejarse y, restallar la lengua mientras lo hacía.

Desconocía los motivos de su rareza, pero temía mayormente que las chicas confundieran su preferencia sexual. Eso sí que le perjudicaría.

Volvieron a su actividad, y claro, el de expansiones no probó su comida.

Momento oportuno fue, cuando se levantaron de su mesa, aquel tris en el que Ryuuji percibió que una moza se acercaba a él. Era difícil no hacerlo, si Kii llevaba un paso mayestático y sensual como el de un flamenco.

—Aquí viene otra vez —dijo entre dientes y sonriendo por la porfía de la joven.

Se aproximó uno o dos pasos a la anteriormente citada. Sabía que sus planes era el "seducirlo", pero que va, eso solo aumentaba su narcisismo; como a un niño regordete que le obsequian caramelos a diario.

—¿Juegas, Ryuuji? —sonrió sensitivamente y echándose el cabello atrás. Bien que a una medida de distancia, se encontraba la bandada de adulones como espectadores. La persistencia de la mujer era por poco infinita. Y aquel cuadro ya era pan de todos los días.

—Yo nunca juego —habló el aludido, mientras que rascaba la punta de su nariz, en exceso respingada, pero elegante a la vez. Conservaba un gesto jovial, algo prometedor para ella y que la impulsaba a más. Quedó fija en la mirada del adonis y así, detenidamente, bajó la cremallera de su sudadera.

—Puedes probarme, soy deliciosa —se detuvo a medias dejando al descubierto la figura redondeada de su seno. Dicho acto, produjo las risas de los espectadores, especialmente con picardía.

Hasta ese momento, ninguna había llegado a tal grado de someterse a Ryuuji, mismo que ahora atencionaba el buen busto ajeno. En realidad, no se trataba de algo nuevo.

—Lo considerare —agregó tras apretar la lengua contra el moflete, las palabras suficientes para detonar a la joven con una falsa ilusión.

Si, por que su manifestación, tan solo era el intento para que detuviera su atosigamiento.

Por último, Fumiko se aproximó a él, tanto así que invadía su espacio personal. Chocó sus dientes, unos contra otros, de manera que simulaba una mordida. En sentido figurativo, cierto está. Y es que parecía un perro hambriento rodeando su banquete, con esperanzas de probarlo de una vez por todas.

Una vez con la chica fuera de cuadro, el cabecilla comenzó a carcajear.

—Y así es como las echas —dijo observándola. Acercóse al de cabello cetrino, quien mantenía una sonrisa producida por su breve emoción.

—Amo mi vida —masculló el último, pensando en la totalidad de muchachas que, hasta esa etapa, mostraban interés por él.

Con eso, la desintegración del grupo se dio, pese a las continuas asignaturas del día.

Hacia un tiempo que deambulaba en el pasillo con tremebunda paranoia o más bien, le producía una exasperación desmesurada.

En ocasiones, volteaba atrás intercalando una serie de pasos. Creía que sufría de hostigamiento o persecución, claro que era molesto. Maldijo un par de veces y se detuvo en medio de todo el corredor.

—Viejo, deja de seguirme —protestó Midorikawa en una entonación peyorativa. En esta ocasión, su oyente era quien hubo alardeado en sociología, Hiroto, bien acompañado de una repugnante mirada.

—¡Santo Cielo imbécil! Vamos a la misma clase —objetó con ironía y continuando ininterrumpidamente con su paso.

Mas el bochorno que le causó a Ryuuji, hízolo enmudecer enfadado, sin ninguna congruencia de emitir un sonido. A pesar de que en otras ocasiones era él quien estaba ensañado contra el pelirrojo; aun cuando sus motivos eran indecibles.

Congregábanse muchos en todo un salón detenidos por la formación de precalculo que debían inculcar. Era un auditorio inmenso, pese a la profusión de asientos enfilados y que juntos formaban una hilada.

Desde su lugar, Hiroto observaba fijo el dintel de la puerta, con el tic-tac en mente del gran reloj análogo adherido a la pared frontal. Sentía ser escrutado con la mirada, perforado intensamente.

Por eso ocurrió que rotó la cabeza atrás, lo suficiente para advertir la imagen acechadora de Midorikawa, quien además de todo, perseveraba completamente serio.

El intercambio de miradas consistió en indignante displicencia, acortada por el retorno de la vieja ocupación del pelirrojo.

Repasaba bien que el de cabellos cetrinos era como mierda en su calzado, fétida y que era necesario quitársela de encima. Además el acotejo con Kurt Cobain, era completamente irrelevante y molesto. Aunque irónicamente le servía como mofa hacia el otro. Así que, ¿por qué tanto se jactanciaba? Si en resumen, solo era un salame lameculos.

Al cumplirse la disertación completa, salió del auditorio con su lento y descuidado andar, donde escabullía sus manos dentro de los bolsillos.

Más al pasearse por el corredor, volvía el mismo presentimiento que experimentó en el salón: la indignación, la displicencia; pero sobre todo el escrutamiento, pese al seguimiento que le daba Ryuuji con su frecuente cantaleta y casi gastada: "mariconcito de mierda" o "cabeza de verga" y otros insultos triviales.

A la larga, Hiroto accedió al Men's room, tras ignorar la burla del otro, que bien lo había fastidiado.

Fue ahí cuando escuchó el sonido proveniente de uno de los sanitarios.

—¿Hola? ¿Hay alguien ahí? —habló el enigmático del baño, golpeando la puerta presurosamente. Una voz un tanto infantil, pero con esa chispa agradable. Había sido encerrado, era claro, y fue lo primero e instintivamente que Hiroto dedujo.

Se aproximó para abrir el pórtico, esperando descubrir la identidad del tercero, quien no tardó en surgir de los adentros de su reclusión. Se trataba de un joven castaño, se notaba que conservaba una minoría de edad a la suya. Endou soportaba el escarnio, en ocasiones cruel, —como era el actual caso— de ciertos integrantes de la bandada: Saginuma, Miura y en especial Nagumo. Los mismos que lo habían acorralado dentro del sanitario—. Gracias ––sonrió al momento que se rascaba la nuca nerviosamente. Lo que le hacia creer que era un chico tonto y pusilánime, pero no obstante, le dejaba un sentimiento de pena.

No repuso nada, pese a la nueva aparición de Ryuuji ahí dentro, parecía que nunca terminaría con su hostigamiento. Aun así, fueron instantes para que el último fijara una mirada despectiva en el castaño.

—Veo a dos jodidos putitos —se mofó intercalando ojeadas hacia Hiroto y Endou, el cual no tardó en salir, siendo perseguido por los ojos de quien hacia la burla. Entre tanto el pelirrojo se conducía a uno de los baños, pasando por alto las palabras ajenas.

Sin embargo una sola idea lo hizo retractarse, podía correr la misma suerte del castaño, conociendo la antipatía que sentía Ryuuji hacia él, era eso muy posible—. ¿Por qué no te buscas algunos amigos? —continuó sin callar, (una vez solos) el supuesto "descendiente" de Cobain.

Y es que momentos antes, se había sentado en el extenso lavabo.

—Si vuelves a hablarme, te patearé el culo —protestó aproximándose al lavatorio, donde el otro se encontraba riendo por su último comentario, como si de una broma se trataba.

—¿Estás seguro? —cuestionó el de cabellos verdes, a modo de provocarlo.

Por eso, quizá aconteció que, justo cuando Hiroto se disponía a abrir el grifo, se detuvo.

Tras intercambiar miradas con el otro, comenzó a andar con una molesta sonrisa, producto de sus desdeñosos pensamientos.

Hizo una breve pausa frente a Ryuuji, quien al instante descendió del lavabo, mostrando esa sonrisa satírica y altiva. Con eso había acortado la distancia considerablemente; a pesar de que su vista decaía en el taheño a unos centímetros más abajo. Ciertamente quería relumbrar su presunta "preponderancia" y Hiroto lo sabía, por ende no había dejado de sonreír, cosa que resultaba mortificante, (en cierto modo) para el de cabellos cetrinos.

—Luces estúpidamente igual a Akio, ¿por qué no haces algo contigo mismo? —habló al fin, presentando un gesto condescendiente. De no ser por que deseaba ver la reacción de Midorikawa, hubiera salido de ahí. Pero contemplar la deformación del ademán ajeno, resultaba cómico para él. De manera que el rostro del receptor, se había convertido en uno petrificado y por poco titubeante.

Sin embargo, no tardó mucho en exhibir su indignación.

Que Ryuuji se quedara con la rabia, él volvería al residencial, acompañado de una gran satisfacción. Sus palabras habían sido como un golpe en los testículos del cetrino y ese era el chiste. Si, era un buen día, a pesar de ser lunes.

Desde el estrato medio del residencial, podía visualizar el aposento principal, a pesar de no detenerse.

Y es que aquella abadía poseía un diseño circular hacia arriba. En la primera estancia, justo en el medio, se hallaba una sola escalinata anchísima.

El borde de la siguiente división superior, era rodeado por un tipo de barandilla. Al igual que el tercero y último piso.

En un emplazamiento, como el que he descrito, la vista hacia todo el entorno era magnífica. Por lo tanto, cuando se hizo presente la imagen del entrecano abajo, Hiroto disminuyó su andar, incluso concentrando su mirada completa en él. Fue cuestión de segundos para que el de cabellos blancos alzara la frente. Y al no dudarlo, éste último se detuvo.

Veíanse flemáticamente. Desde arriba, la figura alta de Suzuno se encontraba inmóvil, de modo que coordinaba con su gélido semblante; que al transcurso de los segundos se volvía más ridícula para el pelirrojo. En realidad ni siquiera le agradaba, por ende, debía terminar con ese intercambio de ojeadas tan permanente. Y así lo hizo, después de todo tenía un protocolo que seguir.

Tras dejar su mochila en la alcoba, salió de aquel sitio y es que necesitaba algo para aniquilar el hambre. Taco Bell. Y bueno, lo que lo que sucede ahí no es nada interesante.

Las clases habían terminado, otro día en el que no hacía nada, otro día perfecto, aun cuando era lunes, Hiroto odiaba los lunes. Por consiguiente, lo consecutivo que haría al cruzar las puertas de la abadía, sería holgazanear un poco, —más de la cuenta— o reanudar su juego con la consola portátil.

Sin embargo, al acceder al sitio encontró una especie de reunión de aquel tropel encabezado por Akio, como era costumbre, obstaculizando el paso.

Evidentemente ya estaban montando un tipo de espectáculo improvisado, y en ésta ocasión, Miura asumía el papel de exponente desde la segunda estancia, mientras que el resto del grupo aguardaba abajo por que se lanzara con su tabla por todo el amplío graderío.

—¡¿Qué sucede?! ¡¿Tienes vaginita, o qué?! —habló el cabecilla sonriendo a sus anchas, y es que se podía notar la indecisión y el nerviosismo del exponente con cada uno de sus vacilantes intentos.

—¡¿Por qué no subes aquí y lo haces tú, maldito?! —reprochó el castaño mientras observaba el conjunto de escalones con desconfianza.

Sabía que si algo salía mal, aquello asemejaría a una caída libre. El público reunido le veía desde todos los lugares, por lo tanto, no solo tendría un fuerte golpe, sino que también sufriría de un bochorno terrible. Y evidentemente, sus colegas no le servían de mucha ayuda.

—¡Por el amor de dios! Hazlo de una buena vez, marica —se hizo a un lado Fudou, dando paso a la hazaña del otro, quien a costas de esas palabras estaba dispuesto a intentarlo.

Prefería sufrir de un hematoma, que quedar como un maricón miedoso frente a muchos.

Así que tomó un largo impulso y se lanzó a su suerte, con su tabla y con su orgullo. En realidad, prácticamente los primeros segundos logró deslizarse por la escalinata y los últimos, terminó rodando por cada uno de los escalones, como era fácil de deducir.

Y es que la pérdida del equilibrio lo hizo separarse de la tabla, de modo que impactó violentamente contra el balaustre, milésimas antes de descender completamente.

Una terrible caída, sin duda, lo que bastó para que una porción de la concurrencia continuaran con sus rituales, y otros se quedaran observando y riendo a causa del sufrimiento de Hiromu, quien aun se lamentaba en el suelo.

—Sufre —se burló el diablejo rojizo, aproximándose al último. Lo que restaba de la pandilla reían con algo de compasión hacia el exponente.

—Haruya —llamó el adalid, recibiendo la atención del susodicho instantáneamente—. Golpéale las bolas —al escuchar esa petición, el pelirrojo sonrió y lo que hizo a continuación, fue darle un puntapié directamente a los genitales del castaño, quien al recibir tal golpe, comenzó a carcajear y rodar en todo el piso a manera de evadir el dolor.

A excepción de Nagumo y Akio, habían quienes solo observaban, como Osamu y el de cabellos cetrinos.

Éste último apenas conservaba una media sonrisa, y es que parecía más atento examinando al cabecilla, como consecuente de su nuevo complejo y con relación a las palabras de Hiroto.

Mientras tanto, el optimismo de los demás parecía inmenso, pese al malestar ajeno —. Haruya —volvió a llamar. Esta vez, acompañado de un ademán, de manera que el aludido comprendía que debía propinarle otro golpe al castaño, el cual al notar las claras intenciones del otro se levantó del suelo, (más que todo) atolondrado y molesto.

—Si vuelves a tocarme, te voy a golpear hijo de perra —dijo él medio desorientado y en busca de su tabla—. Todos ustedes son unos malditos, váyanse al cuerno ––y eso fue lo último que alegó antes de marcharse totalmente adolorido y encolerizado. Fue una sorpresa, sin duda por la simple razón de que Hiromu no es una persona que actúa de esa manera, lo que produjo que el grupo dejara su farra.

—Se enojó —decía Nagumo con una desfigurada sonrisa, tras haberse reunido con el tropel.

En realidad a Akio poco le importaba si el otro había enfurecido o no. Para él, Hiromu solo significaba el "bufón" de su "corte". El que le daba vida a esa bandada de adulones.

—¿Qué carajo estás viendo? —de repente habló Ryuuji, exaltado y caminando en dirección a Hiroto, quien hubo presenciado todo aquello reclinado en una de las paredes laterales.

Y es que ver a un grupo de tarados haciendo el imbécil, le resultaba algo entretenido.

—Jódete Tutti Frutti —contestó el causante de tanta alarma, sin darle mucha atención. Mientras que su compañero de habitación y adalid se aproximaba con su séquito, o lo que restaba de el.

—Eres muy gracioso —llegó a emitir Fudou una vez cerca. Y no mentía, se le hacía cómico que un simplón como el pelirrojo alardeara tanto—. Nada mal para ser tú —acompañado de una ojeada despectiva. Y si, el de cabellos carmesí era rodeado por los otros, que claro, lo veían de la misma forma.

—Nada mal —masculló el oyente, por poco ofendido por su último comentario. En pocas palabras, aquello era el sinónimo de "perdedor", como tanto afanaba en repetirle el de cabellos cetrinos. Sin embargo, interesantemente aquel último mentado no había opinado cosa alguna, de hecho aún continuaba intercalando miradas entre el taheño y Akio, molesto por el protagonismo que el macho alfa le había arrebatado, o por que de un momento a otro, Hiroto lo había echo a un lado, alguien tan insignificante como él, que había cometido un grave error al compararlo con su mejor colega.

—Hay una vacante en la pandilla, esperándote —terminó sonriendo, pensando principalmente, en lo menester que era conseguir un nuevo bufón, pese que Hiromu ya perdía gracia con el tiempo. Opinaba que su receptor, con su humor cínico era el ideal. Sin embargo, dicha respuesta había brotado en Ryuuji un extraño frunce. Sorprendido y sofocado por la confesión de su mejor colega, éste, se preparaba para reprochar lo que fuera con tal de exhibir su desagrado hacia el pelirrojo.

—Tú también eres muy gracioso —agregó Hiroto emanando sarcasmo—. Nada mal para ser Akio —culminó deslizando la mirada desde Midorikawa, (consiente de la reacción de éste) hasta el aludido, a manera de burla por su pretensión.

Por supuesto era evidente que ellos eran como agua y aceite o peor aún. No obstante, a pesar de la antipatía que sentía por aquel adalid, irónicamente tenía un pequeño deseo de agradarle.

Aunque había resuelto que integrarse a ese grupito, era una idea grotesca en todo el plano. Y es que tras haberse marchado había dejado en claro su rotundo desinterés. Él no era un pendejo deficiente que seguía como perro a otro cretino. […]

Al efectuarse la semana entera y aun cuando era de medio día, Ryuuji se gozaba de todas sus victorias: tres partidas de tenis, de las cuales, absolutamente todas había ganado invictamente.

Las muchachas, —como siempre— lo admiraban y deseaban intimar aun más con él, aunque tras haberse integrado al lugar ninguna lo había conseguido.

En una cancha rectangular como esa, justo tras la red de seguridad, hacía ya un tiempo en que Hiroto lo observaba. Ciertamente, verle jugar había encendido su competitividad significativamente.

Pensaba que el triunfo del de cabellos verdes, se debía a la incompetencia ajena. Según su perspectiva, ni siquiera estaban al corriente del juego o más bien, sus ansias de enfrentarlo eran muchas.

Incluso ya empezaba a imaginar de que manera sería su victoria, en un encuentro en el que por supuesto, triunfaría solo el mejor de ellos.

Impulsado por aquel sentimiento, el pelirrojo se atrevió a acercarse a ese nido de víboras, que al verlo en la cancha, comenzaron a devorarlo con sus rumores.

—Un set, hagámoslo. Aquí y ahora —y fue así como lo alarmó. Deteniéndose en medio del campo y a sus espaldas. Dicho eso, Ryuuji giró en su incredulidad y también emoción.

Si era una oportunidad para hacer sufrir al otro de un violento escarnio la tomaría, pese a que no le molestaba demostrarle, quien era quien.

—Lo estoy deseando —había aceptado inmediatamente, sonriendo y resaltando sus facciones que con su cabello totalmente recogido, (en un flojo e improvisado moño) sobresalían aún más.

Y ahora que Hiroto recibía su raqueta, las ansias y la adrenalina crecía como una nube en el aire.

Midorikawa con su vanidad y soberbia, quería —con su indiscutible victoria— humillar al contrario. Y es que ya podía palpar y alcanzar su éxito con las manos.

La perspectiva del pelirrojo no era tan diferente. Estaba ensañado en ganar sobre lo que fuera, tal como su padre le había inculcado: "Perder no es una opción", por que en aquella partida, como él lo había intuido, sólo triunfaría el mejor de todos.

¡Que comience el juego!

Está escrito...

Notas finales:

RECORDATORIO

Los sucesos adjuntos a este fanfic es solo ficción, una simulación de la realidad. Fue creado solo para recrear y sin ninguna intención de lucro. NO es el propósito del autor alterar los personajes presentados aquí.


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