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Déjame hacerte eterno. por ArtIsSasoDei

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Notas del fanfic:

One-Shot.

Sasori y Deidara son personajes del manga y anime Naruto, creado por Masashi Kishimoto.

El único desconocido es de mi completa invención.

Advertencias:

Tortura a uno de los personajes principales, insinuación de desnudez y muerte del personaje secundario.

 

 

Era la primera vez en su vida en la que sentía un miedo profundo subiéndole por la columna vertebral, un escalofrío continuo que hacía que la piel se le pusiera de gallina…Era esa sensación de estar viendo sus peores pesadillas cobrando vida.

La lluvia caía torrencialmente desde el cielo, empapando el suelo arenoso y árido, era un verdadero temporal, que hacía que su cuerpo se estremeciera violentamente, que su largo y sedoso cabello se le pegara al cuerpo, mientras que de su costado izquierdo fluía sangre, que se confundía con la lluvia y descendía por el borde de aquella roca, cayendo al abismo.

Numerosos rasguños, cortes y raspones le cubrían el cuerpo. Su piel, sucia por la mugre de aquel terreno alto y lleno de arena hacía la situación aún peor.

Sin más arcilla que pudiera ayudarlo a luchar o escapar, al haber ordenado a su alumno que se marchara de allí para que pudiera sobrevivir a la muerte…Sus posibilidades de escapar de la muerte una vez más eran escasas.

Se retorció en el suelo al sentir el hierro de aquella espada hundiéndose en su brazo, como si quisiera cortarlo cuidadosamente, por donde ya tenía unas descuidadas costuras.

Él era un asesino, pero sabía que no le llegaba ni a los talones al ninja que se dedicaba a torturarlo como si de un pasatiempo se tratase.

Como si fuera un juguete más

Jadeante, en una agonizante batalla entre la vida y la muerte, el adolescente se dedicó a inspeccionar el rostro de tan despiadado ninja.

Un psicópata, alguien que vivía para satisfacer sus ansias de sangre, una persona dispuesta a matar a cualquiera con total de saciar aquel desenfreno por el tibio y carmesí líquido que fluía del cuerpo de sus víctimas.

_ ¿Algo que decir?-preguntó la profunda e incluso aterradora voz de su asesino.

No iba a hablar, no quería…Además por más que lo intentara una y otra vez, las palabras morían, atascadas en su garganta…Y… ¿Por qué hablar? ¿Con qué objeto? Si su inevitable destino parecía dispuesto a llevárselo ese mismo día… ¿Por qué habría él de intentar retrasarlo?

El implacable hombre que quería asesinarlo, desconocido por llevar una máscara negra que solamente dejaba al descubierto un par de ojos negros…Negros como la más absoluta oscuridad, negó con la cabeza, levantó su espada una vez más y atentó en contra del pecho del rubio muchacho a quien tenía como un conejito de indias a sus pies, cortando un poco de ropa y piel superficial.

El rubio muchacho se arqueó de dolor, más sus labios, inmutables, se negaron a dejar escapar el grito que su pecho quería liberar.

Desvió su mirada azul hacia la oscuridad de aquel abismo y se preguntó si esa muerte no era más rápida, más simple que la que le estaban ofreciendo en ese momento.

Se arrastró unos milímetros y sintió la profunda herida de su costado derecho pasar por encima de la arena fina y traicionera del suelo…Sintió dolor, pero de nuevo, se negó a gritar. Ya una mano le colgaba hacia abajo, solo hacía falta un poco más de esfuerzo y se liberaría de aquella agonía, de los torturantes pensamientos e imágenes que pasaban por su mente en aquellos momentos.

La persona que lo amaba se quedaría sin él, sus amigos, su alumno…Todos lo perderían, porque ahora estaba decidido a morirse.

Ya el brazo completo colgaba hacia abajo y su asesino, no hacía nada por evitarlo. Quizás incluso quería que su víctima, mostrara señales de desesperación por librarse de aquella pesadilla en vida que él le estaba dando, parecía satisfecho e incluso…Feliz, de ver cómo el muchacho de 19 años a quien había escogido como presa se arrastraba, en su último aliento con rumbo al abismo.

Era una caída de 30 metros hasta el suelo, un terreno irregular, con muchas rocas afiladas…Sería maravilloso apreciar aquel espectáculo en primera fila.

El chico se giró, quedando de costado, con su vista fija en el piso donde caería luego de aventarse hacia su destino…Luego de entregar su alma a la Parca.

_ ¿Qué esperas, muchacho? ¿Una invitación? Porque yo podría darte una muy buena y que de seguro serías incapaz de rechazar…-comentó el ninja desconocido.

Más antes de siquiera levantar su mano con dirección a su espada, un dolor punzante le invadió de golpe. Venía de su corazón, de su órgano más importante.

Se miró con curiosidad y temor y descubrió un aguijón clavado allí, traspasándole el lugar del corazón, por la espalda y asomando por el frente…Aquel extraño aguijón estaba cubierto por un líquido violeta que se mezclaba con su propia sangre…Tocó la punta y con dificultad se miró el dedo, lo olió y en su último aliento de vida, cuando ya el alma se le escapaba del cuerpo, se percató de que era veneno.

Su peso muerto se fue hacia delante, mientras que su sangre caía encima de su víctima, que ahora observaba todo atónito, sabiendo de qué iba todo aquel panorama. Alguien, la persona a la que él menos quisiera ver en sus últimos minutos, había ido a por él.

Un jalón brusco y el cuerpo muerto de su agresor se fue hacia atrás, fue tirado violentamente contra unos montículos de arena, como si el responsable de la muerte de aquel psicópata le sintiera un profundo asco, aún después de muerto.

El rubio muchacho volvió a intentar deslizarse hacia el abismo, pero los pasos desesperados que alguien daba, cada vez más próximos a él lo obligaron a detenerse.

Hizo un último esfuerzo por mantenerse con vida y cuando dos manos lo alejaron del abismo y lo dejaron boca arriba, sus ojos azules, inundados en lágrimas se toparon con un rostro perfecto, angelical, dulce…El rostro de la persona que amaba.

_Deidara…-lo llamó el dueño de tan bello rostro.

El agonizante intentó decir algo, pero las traicioneras palabras no salieron…Volvió a probar y ésta vez…Logró decir algo:

_Sa-Sasori…

Y ya después de eso sus ojos se cerraron, todo se volvió oscuro y estuvo seguro…De que había muerto allí.

Cruel es el destino, que te quita a las personas que más amas en el peor momento, cuando más las necesitas, cuando sientes un deseo ferviente de decir una palabra, de dar un abrazo…De despedirlo aunque sea…Pero no puedes.

Insensible, inmutable, injusto, cruel y sádico…Te arrebata todo aquello que mantiene tu mundo en pie y te hace sentir que tu corazón se ha roto en dos.

Dispuesto a no aceptar que tan bello ángel, que tan hermoso regalo que la vida le había obsequiado se desvaneciera, el pelirrojo responsable de matar al asesino de la persona que más amaba en este mundo, se levantó, con un profundo ardor en los ojos, con lágrimas amontonadas que sabía que no podría sacar nunca jamás, tomó en brazos el cuerpo inerte del muchacho que amaba con todo su ser.

Lo llevó con asombrosa rapidez a una cueva y lo examinó con cuidado.

Aunque prácticamente inexistente, un suave pulso se sentía en las venas de quien sostenía su cordura, de quien le daba toda la fe necesaria para vivir el día a día.

Se apuró a poner en práctica las técnicas de sanado que había tomado hace poco, ya que sabía que si no actuaba pronto, la falsa alarma pasaría a ser un hecho injusto y desastroso, que lo obligaría a él a quitarse la vida de la única forma que era posible, para poder desvanecerse, como aquella bella criatura de sedoso cabello color oro, para no dejarlo solo, para reencontrarse, para ser felices, como deseaban serlo.

De su mochila sacó el improvisado botiquín que había armado en cuanto el muchacho de la máscara anaranjada llegó a la guardia para advertir el sádico hecho que estaba por suceder.

Continuó tratando las heridas, sanándolas, con paciencia y dedicación hasta que la última fue quitada de aquella hermosa piel blanca y suave.

Tomó la única bolsa de dormir que había traído consigo y la extendió al lado de la pequeña fogata que no le había costado nada hacer.

Desvistió a su ángel de ojos azules y lo depositó dentro de la cama, tapándolo bien. Tiró la ropa sucia, rota y mojada del muchacho al fuego, para que se consumiera, mientras que sacaba de su mochila una muda nueva y la dejaba a un costado, prolijamente ordenada, para cuando el rubio decidiera que era el momento de despertar.

Sabía que el amor de su vida estaría bien, aunque seguía inconsciente, su pecho subía y bajaba lentamente, señal de que sus pulmones respiraban aire, además de que su pulso mejoraba gradualmente.

Tomó una fría mano del muchacho y se recostó a su lado, sin hacer caso al frío piso en el cual tendría que dormir.

No supo cuántas horas pasaron desde que sus ojos se cerraron para descansar así de la pesadilla de la cual parecía haberse salvado.

Lo que sí supo, es que una suave y débil voz lo llamaba de nuevo a la realidad. Sus ojos ceniza se abrieron con lentitud y con lo primero que se toparon fue con la imagen de un rubio, de ojos abiertos, que lo miraba cara a cara, mientras que aún sostenía su mano.

Jamás creyó ser más feliz en su vida. Allí estaba, radiante, lleno de vida y luz, como siempre, su ángel de la guarda.

_ ¿Deidara?

_ ¿Qué me pasó? ¿Cómo es posible que siga con vida?

_No podía dejarte morir, Dei…No quería…No iba a soportar la vida sin ti.

_Pero… ¡No hay rastros de heridas! ¡Nada!

_Hace poco empecé a usar jutsu médico, sé que yo no lo necesito, pero creí que quizás…algún día, alguien cercano a mí llegaría a precisarlo. Y estuve bien, gracias a él pude…Volverte a la vida.

El perfecto rostro del chico de 19 años se vio invadido por una hermosa sonrisa de costado.

_Gracias, Danna…Por todo.

Sasori sonrió, se pasó la mano libre por su pelirrojo cabello y se sentó en el suelo. Soltó la mano más pequeña para tomar la ropa limpia y entregársela al rubio.

_Creo que es mejor que te vistas, sino vas a enfriarte, Dei-le aconsejó.

_Claro, lo hago ahorita mismo.

Verlo pararse, en todo su esplendor, pero con la dificultad característica de alguien que tiene aún el cuerpo débil, le hacía sentir un extraño hormigueo que le recorría el cuerpo.

Maravilloso tesoro el que le habían dado tres años atrás, cuando aquel rubio era un chiquillo alocado, que disfrutaba de una vida alocada, pero opacada por la oscuridad de su ser.

Más ahora, que sabía que aquel ángel de ojos brillantes había madurado un poco, podía darse cuenta de que a su ser solamente le hacía falta una cosa para escapar de esa oscuridad que lo había caracterizado cuando tenía 16 años: Amor.

Deidara, sonrojado por la atenta mirada de su pareja sobre su cuerpo, se apresuró a colocarse la ropa interior, puesto a que aún le ponía algo nervioso que aquel pelirrojo lo mirara de esa manera con aquel par de ojos color ceniza que lo tenían capturado en un paraíso sin retorno…Y del cual él no quería regresar.

Una a una, la ropa fue acomodándose en su sitio, mientras que sus mejillas parecían querer explotar de lo calientes que se sentían debido al notable sonrojo que había aparecido como un impostor, de un momento para el otro.

_Danna…Me pone algo…Raro que me mires así.

_Solamente admiro lo que únicamente yo puedo tener.

Deidara sonrió sin poder evitarlo y volvió a sentarse sobre la bolsa de dormir, extendiendo su mano, invitó a su pareja a que lo acompañara en aquel sitio, puesto a que el piso se veía frío y no quería que el pelirrojo fuera a sentirlo.

Sasori hizo caso a la petición y se acomodó, con sus piernas muy pegadas a las del rubio, mientras que miraba el fuego con una inmensa tranquilidad.

No entendía porqué aún no lograba hacer lo que correspondía, un abrazo, un cariño, algo…Que demostrara que estaba feliz de que el rubio volviera a acompañarlo.

Su mano, temblorosa y tímida, tomó la del más pequeño con una asombrosa delicadeza y le dio un suave apretón en cuanto sus dedos estuvieron cerrados sobre la tibia mano de su novio.

El de ojos ceniza suspiró, un poco más aliviado y tomando aire, se volvió hacia el precioso rostro de Deidara. Con su mano libre tomó una mejilla aun sonrojada del chico y lo acercó a él, dispuesto a darle aunque sea…Un pequeño beso que demostrara que se sentía a gusto con su presencia.

Cuando sus labios rozaron los exquisitos labios de Deidara, sus ojos se entrecerraron al instante y el dedo pulgar de la mano que reposaba con tranquilidad sobre la mejilla del más pequeño acarició con delicadeza aquel suave sitio.

Deidara se sorprendió por aquella repentina muestra de cariño, pero continuó con el suave contacto que los labios de su pelirrojo establecían con los suyos mismos.

Delicadeza, amor, suavidad, cariño…Eso era todo lo que aquel beso escondía. Todo, además de la felicidad que embriagaba al mayor por tener a aquel precioso chico a su lado nuevamente.

_Me has asustado…-admitió Sasori, cuando el beso finalizó-Creer que te había perdido fue…Terrible.

_No tienes de qué preocuparte, yo estoy aquí y estaré aquí por mucho tiempo más-aseguró el de ojos azules.

No se quedó conforme con aquello. Él no quería a Deidara por algún tiempo más…Él quería a Deidara para toda la vida. Para toda la eternidad, todo el tiempo que él sabía que poseía debido a su naturaleza.

“El arte es belleza y es eterna” manifestaba con convicción el pelirrojo, mientras que su compañero siempre negaba con la cabeza y aseguraba que “El arte es efímero y dura poco”.

Con opiniones diferentes, tenerlo para siempre no era una opción palpable…Más sabía que seguiría intentándolo, por siempre…Porque no pensaba rendirse ante la idea de que algún día lo perdería.

Quizás ahora el muchacho estuviera allí, radiante, perfecto, a su disposición…Pero en un futuro… ¿Qué sucedería con ellos?

Sasori era bello, angelical y estaba destinado a quedarse así para siempre, debido a su cuerpo de marioneta, debido a que su vanidad lo había llevado a convertirse a sí mismo en algo inmortal.

Deidara era igualmente bello y angelical, pero a diferencia de su pareja, él estaba destinado a durar por un tiempo determinado y luego desvanecerse en el aire.

Como si nunca hubiese estado allí

Era injusto y él se negaba a aceptarlo, así que tomó aire una vez más y su garganta dejó salir la misma frase que le había dicho una tres veces ya…

_Déjame hacerte eterno.

Deidara giró su rostro hacia él, con tristeza y se limitó a hacer lo que siempre hacía cuando oía a su novio decir aquello: Negar lentamente con la cabeza.

_Mi destino es morir algún día, fundirme con el aire, con el ambiente…Volar libremente. Ya lo sabes, Sasori…Te lo he dicho, no quiero ser eterno, porque lo bello no puede durar para siempre, tienes que apreciarlo en su instante final, porque solamente en ese momento…Eres capaz de notar la verdadera belleza que poseen.

_Es injusto…Sabes que el día que te vayas yo me iré también-le recordó el pelirrojo.

Deidara volvió a negar con la cabeza y a mirarlo con ojos tristes.

_No quiero que abandones tu lema, tú serás eterno y bello para siempre, yo seré bello mientras dure y luego me iré.

_No lo soportaré, eres quien me ata a este mundo, Deidara…No soportaría un día sin ti a mi lado-se sinceró Sasori.

Deidara lo inspeccionó con la mirada y se percató de la tristeza que le llenaba el alma, del dolor que aquel precioso ser sentía ante la idea de que algún día…Él lo dejaría solo.

Quizás, por una primera y última vez, él podría…

No. No iba a abandonar su lema ni por un solo segundo.

“El arte es efímero y dura poco”.

Pero sin embargo, ver a la persona que más amaba sumida en aquella tristeza profunda, ver aquellos ojos ceniza, repletos de la más profunda oscuridad, le estaban haciendo un nudo en su interior.

¿Qué tan difícil podría ser abandonar un ideal por la persona que amaba?

Sin duda alguna…Muy difícil.

¿Correría acaso el riesgo de ser eterno a su lado? ¿Para poder acompañarlo siempre, para estar juntos sin ninguna interrupción por siempre jamás?

_Sé que soy egoísta…-murmuró Sasori-Sé que pidiéndote que me dejes hacerte eterno te estoy obligando a dejar tu lema de lado, pero yo…yo…

_Danna…-susurró Deidara.

Sasori levantó su mirada hacia el muchacho y fijó sus ojos en los de él. Por un instante, le pareció estar en algún lugar hermoso.

Aquellos ojos azules, del color del mar, que brillaban siempre que él estaba cerca le producían un agite en su interior muy violento. Su corazón palpitaba con fuerza y parecía ser que jamás escaparía de aquel paraíso.

_ ¿No dejaría yo de sentir si me convierto en alguien eterno como tú?

_Sentirías lo mismo que yo…-repuso Sasori, con calma-Sed, hambre, sueño y…Por extraño que lo sea incluso para mí…Deseo y…Amor.

El más pequeño de los dos abrazó al otro por la cintura y suspiró sonoramente, al tiempo que escondía su rostro en el cuello de su amante.

_Sasori…

_ ¿Si?

_Yo quiero…Quiero…-titubeó el rubio.

Sus labios se negaban a decir las palabras que su corazón estaba ordenando sacar. Eran tan tercos que comenzaban a impacientarlo.

Pero sacando fuerzas, abrió la boca y en un susurro casi imperceptible, dijo:

_Quiero ser eterno contigo.

Por primera y única vez, el arte dejaría de ser efímero y poco duradero para él y pasaría a ser bello y eterno. Por primera y única vez, Deidara dejaría que el capricho que incluso él mismo tenía por quedarse para siempre con el pelirrojo le ganara a sus ideales.

Y por fin…Aquel amor puro, sincero y real…Se extendería hasta los límites inexistentes de la eternidad.

Notas finales:

Es el primer One-Shot que hago de esta pareja que realmente me gusta mucho.

Soy nueva en la página y espero que les agrade.

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