Capitulo uno: “La peor primera impresión”.
El calor era tan insoportable que le costaba prestar atención al profesor, quien ajeno al ambiente adormilado de la clase, explicaba sin descanso ni tregua el desarrollo de la Primera Guerra Mundial. Pero, sin lugar a dudas, no era el calor ni la aburrida clase de Historia lo que lo ponía de los nervios:lo que más le molestaba eran sus ronquidos y su descaro para dormir en clase.
Suspiró derrotado en un intento por explicar el por qué todo debía ser de esa manera, todo lo que había pasado (incluida su gran decepción) no era lo que había imaginado ni en un millón de años.
Kise Ryouta era un gran amante del basketball, entró a jugar porque admiraba a cierto personaje que, teniendo la misma edad que él, había dado que hablar en todos los clubs de basketball del país. Un impresionante jugador quien sin ninguna dificultad llevó a su equipo a la victoria en todos los torneos que se realizaron para las escuelas secundarias.
Un as del basket.
Una persona impredecible en la cancha.
Una persona capaz de vencer a toda la defensa del equipo contrario.
Una persona que escapaba de las clases y si por un milagro del destino se presentaba, dormía, roncaba y hasta hablaba dormido detrás de él.
Una persona que, a pesar de casi nunca anotar algo de materia en sus cuadernos, se las arreglaba para que le fuera bien, para agradar a los profesores y para, básicamente, jamás perder. Y con ese fin hacía lo que sea: mentía descaradamente y utilizaba a las demás personas.
Aomine Daiki.
Cuando días atrás, se enteró de que iba a asistir a la misma escuela que él, Kise no se lo podía creer: conocería a su ídolo, a la persona que estaba presente en todas las paredes de su habitación, a la persona a quien le había hecho millones de dibujos, a la persona a quien, en resumidas cuentas, adoraba, idolatraba, admiraba y amaba por sobre todas las cosas. Siempre se lo imaginó como alguien respetable, encantador, espontáneo, sincero.... No es que él fuera una mala persona, es solo que no era PARA NADA lo que él se imaginaba. La primera semana que pasó en clases, se decepcionó totalmente, y sobre todo por la bienvenida que recibió…
Aquel recuerdo le vino como un rayo.
Estaba nervioso, apenas podía caminar y respirar con normalidad.
- Cálmate, no es que te vayan a comer o morder- pensó.- Aunque el hecho de que mi ídolo esté aquí no me ayuda a calmarme para nada..
Tocó a la puerta y, como no recibió respuesta, decidió entrar al salón.
Lo primero que sintió fue calor.
Luego vino el dolor.
Finalmente sintió confusión.
Despertó en la enfermería, con un chichón enorme en la frente y la nariz hinchada a más no poder, junto a él estaba la enfermera y otra persona, un hombre alto, de su misma clase, moreno, con unos hermosos ojos azules y una sonrisa pícara que lo hizo enmudecer…
-Mire, ya despertó, ¿me puedo largar ahora?, debería estar durmiendo…-en ese momento, bostezó a más no poder, sin intentar siquiera tapar su boca- tengo sueño y los recreos para mí son sagrados.- volteó los ojos.
-Aomine, ¿te das cuenta de que es tu culpa que Kise esté en este estado? ¡Y en su primer día de clases!- la mujer apenas contenía su enojo y tironeó una de las orejas del moreno-
-¡Ay! No fue mi culpa, se interpuso en el camino de mi pelota, debería ser más atento y no estorbar en el primer día de clases, además no es que se vaya a morir por un chichón. -No podía creer que armaran tal escándalo por ese niñato rubio, ¿acaso era un príncipe? Fue un accidente que podía pasarle a cualquiera… además por culpa de la reacción exagerada del rubio lo habían castigado doblemente; una semana de castigo limpiando la sala después de clases por tirar un balón en un recinto cerrado y otra semana más por pegarle a ese niño que tenía pinta de debilucho. ¡Maldición!, ese balón ni siquiera era para él, era para Kuroko, quién no había encontrado nada mejor que despertarlo tirándole agua por la espalda para luego intentar escapar por la puerta.
No podía creer que dijera eso. ¡Le había pegado en el rostro! Y no fue un golpe de cariño por decirlo así, le había dolido como una patada en los huevos. Kise no podía contener su indignación y peor aún… su decepción.
Suspiró, ese recuerdo amargo lo iba a seguir para siempre.
-¿Profesor? – la voz de Aomine le sacó de sus pensamientos, alzó la cara y se volteó para mirarle, ¿cuándo fue que despertó?- ¿puedo retirarme antes? Debo ir al gimnasio y comenzar a entrenar, tenemos partido esta tarde.
- Claro, toma tus cosas y retírate.- el profesor titubeó- Aomine, no olvides ponerte al día con las materias, pronto tendremos un examen. Mmm, Kise préstales tus apuntes a Aomine, ve a dejárselos después de clases al gimnasio.
-¡¿Qué?!- el rubio no pudo controlar el volumen de la voz- .
- Te dije que le prestaras tus apuntes a Aomine una vez finalizada la clase, ve a dejárselas al gimnasio.- repitió el profesor un tanto molesto, la clase ya llevaba parada más de 5 minutos, algo realmente inconcebible para él.
No se lo podía creer, durmió toda la clase roncando a sus espaldas, tenía el descaro de retirarse antes y, para colmo, él debía prestarle los apuntes que con tanto esfuerzo escribió, ya que luchaba cada cinco minutos para no dormirse. Era de lo más injusto. Se volteó, para encarar al moreno y éste le devolvió su mejor sonrisa.
Suspiró. No sabía cómo manejar esos sentimientos, por un lado amaba al Aomine dentro de la cancha, al jugador, pero realmente lo ponía de un humor de perros el Aomine que frecuentaba todos los días en la sala de clases.
Definitivamente obtuvo de él la peor primera impresión de todas y lo que era peor, esa impresión no mejoraba.