-Señorita, su madre desea verla – la suave voz de la criada despertó sus sentidos, se acercaba el otoño, los grandes árboles se comenzaban a teñir de hermosos colores pálidos y ese hermoso paisaje levantaba sus pesares.
-Enseguida – se levanto con cuidado tomando con delicadeza los vuelos de su Hanbok*
Se encamino por los largos pasillos con la criada a sus espaldas, el silencio reinaba en aquellos momentos, unas grandes puertas le impidieron seguir, con rapidez la joven que la acompañaba se ubico a un lado de la entrada y la deslizo cuidadosamente.
-Young, pasa – ordeno la mujer, la cual se encontraba debidamente sentada con su belleza en todo su esplendor.
Con parsimonia se interno en aquella habitación, la criada al recibir una mirada de la Mujer mayor entro en silencio acomodándose en una esquina.
-¿Qué pasa Madre? – pregunto la joven.
-Tu padre regresara hoy, luego del enfrentamiento que sostuvo con el Rey del palacio Changdeokgung retornara tempranamente – se lamento mostrando una mueca de desagrado.
-¿Eso es lo que me quería notificar? – la muchacha hizo amago de levantarse.
-Jong-ah…- ceso rápidamente el movimiento, su madre nunca le llamaba de aquella manera, volvió a tomar asiento en silencio – necesito que mantengas tus cosas previamente guardadas, estamos en una gran tensión y pueden atacar en cualquier momento – su rostro se tenso – quiero que en cualquier caso de una posible disputa escapes hacia el bosque, no deseo que te encuentren – la tranquilidad volvió a su rostro, se levanto con cuidado y beso la coronilla de su retoño – no quiero que sepan quién eres… mi niño…- se dejo caer acunando el cuerpo de su hijo.
-Madre, no te preocupes, estoy educado y formado – se aferro fuertemente a los brazos de aquella persona.
-No deseo que pases lo mismo que yo – concluyo con sus ojos nublados.
Un estruendo les hizo separarse, se levantaron estirando sus hermosos vestidos y comenzaron a caminar sigilosamente por los pasillos.
En la entrada del palacio observaron al Rey, caminaba erguido con sus funcionarios a espaldas.
-Hee… Young… - murmuro el hombre caminando hacia su reina e hija.
-Wang – la mujer se lanzo a los brazos del Rey, este la recibió gustoso acariciando sus cabellos perfectamente sujetos.
-Jeonha – respondió el hombre abrazando nuevamente ese delicado cuerpo.
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La noche cayo y por ende las antorchas a las afuera del Palacio se encendieron, los guardias custodiaban la gran entrada mientras que los huéspedes se alistaban para cerrar sus ojos y descansar por el resto de la noche.
-Hangeng…- murmuro suavemente.
-Dime Heechul…- contesto el Rey.
Solo tenían permitido llamarse en la intimidad de su cuarto, saber la verdadera naturaleza de la Reina y el engaño del Rey seria la pena de muerte inmediata para toda su familia… Algo que ellos no podían permitir.
-Jong Woon…- el mayor frunció el ceño, rara vez era llamado así, su hijo… el nombre con el cual fue nombrado por primera vez – Ellos vendrán… ¿No es así? – continuo abrazando por la espalda a su amor.
-No lo permitiré – aseguro volteándose y besando los gruesos labios de Hee – no los dejare – prosiguió abrazándolo protectoramente.
-Yo… no quiero que sufra todo lo que yo tuve que pasar – se abrazo al cuello del más alto – lo odiaría – susurro apoyando su cabeza en el hombro opuesto.
-No lo hará…- el deseo de aferrar aquel cuerpo y fundirlo con el suyo comenzó a crecer, la sensibilidad y delicadeza que ambos compartían contrastaba con las fuertes personalidades que demostraban hacia el exterior.
Un ruido seco les alerto, el Rey se levanto apresuradamente, acomodo sus ropajes y simplemente salió del lugar, dejando completamente preocupado a Chul.
-¿Qué pasa? – se acerco a los guardias que estaban reunidos en los jardines.
-¡Wang! – se inclinaron rápidamente, luego un hombro se acerco – uno de mis hombres fue atacado, solo pudo divisar varias sombras internarse al interior del Palacio, al son parecer Ninjas Chinos – hablo rápidamente con pesadez en su tono.
El pánico le nublo sus sentidos, a una gran velocidad ordeno la detención de los intrusos mientras se dirigía a sus aposentos.
“No puede ser…No, no…” se repetía una y otra vez, rápidamente llego a su cuarto, abrió la puerta, un alivio recorrió su columna al ver a su amor acurrucado en una esquina con las piernas en su pecho.
-Ven aquí – murmuro abriendo sus brazos, a una velocidad anormal aquel cuerpo llego a su pecho.
-Jong…Jong…- susurraba con miedo palpable en su voz.
-No te preocupes, envié guardias a custodiar su seguridad – acaricio de manera cariñosa el largo cabello que se enredaba de manera casi imperceptible en las puntas.
-¡Wang!, ¡La princesa! – aquel grito resonó en sus oídos, ambos se separaron y corrieron desesperadamente al cuarto de su hijo, encontrándolo completamente vacío.
Heechul entro a la habitación, al no encontrar nada se lanzo al suelo llorando desconsoladamente, a su lado el Rey trataba de calmarlo sin lograr su cometido.
-La encontraremos…- murmuraba al oído contrario repetidas veces.
Unos gritos se escuchaban a las afueras de los cuartos… Guardias versus Ninjas chinos, la sangre y los heridos comenzaron a inundar el Palacio, pero los sollozos desgarradores de la Reina no frenaban, observo nuevamente la habitación vacía, en aquella inspección se percato.
“Su capa…” en aquella habitación faltaban ropajes y la capa con la cual la princesa solía pasear por las afueras del palacio, una luz se alumbro en su interior y el alivio recorrió sus venas.
“Escapo…”
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El Palacio quedo devastado, muchos guardias perdieron la vida y otro quedaron muy mal heridos, los reyes sabían que esas personas volverían, no habían encontrado a su objetivo y intuían su retorno.
Solo les aliviaba el hecho de saber que su Hijo escapo y seguramente, en aquellos cuatro días se encontraba lo bastante lejos y seguro, desde pequeño se internaba en el bosque, lo conocía perfectamente.
Nada les dolía mas que ver a su primogénito sufriendo por la vida que llevaban, desde pequeño se le hizo pasar por una niña, lo extraños genes de Heechul seguramente fueron heredados, no había certeza, pero la protección de su hijo era lo primero, se aseguraron de educarlo perfectamente, no para ser una buena esposa o una perfecta futura Reina, le dieron la educación que un hombre recibía en aquella época, su exterior era el de una dama, se comportaba como tal y engañaba perfectamente a cualquiera, astuto como su madre y valiente como su padre, esas eran sus cualidades, a los diez años el Rey le enseño tácticas de defensa, la Reina se aseguraba de enseñarle a ocultar su género, tal y como lo hacia ella misma, en otras palabras, no había alguien que lograra descubrir su verdadera naturaleza, era prácticamente imposible.
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Hace días que había huido de esos Ninjas, se dedicaba a caminar un trazo de bosque y luego descansaba cerca del rio, su guía, las costuras de su vestido estaban deshiladas y sus pies contenían moretones y magulladuras.
Se acerco a las aguas claras y con su mano sostuvo algo de esta, acto seguido la llevo a su boca y bebió aquel preciado líquido, repitió unas cuantas veces más aquella acción, luego se levanto y comenzó a despojarse de sus ropas, quedando completamente desnudo en la soledad del bosque.
Con cuidado entro al rio, el agua le llegaba hasta la cintura, el frio le calaba los huesos, pero aquello era mejor a estar sucio y herido, se sumergió mojando sus largos cabellos, los cuales nunca habían sido cortados.
Estuvo unos minutos más dándose ese refrescante baño, se erguió aun estando en el agua, su cabellera negra le tapaba su espalda, estaba a punto de salir cuando escucho un ruido que provenía de sus espaldas, el pánico y temor inundo su organismo.
-¿Qué hace aquí una mujer? – pregunto una voz grave y melodiosa, los finos vellos de los brazos de Jong se levantaron y su corazón comenzó a latir rápidamente.
“¿Qué hare?” se pregunto con temor.
