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Mariposas en el estómago por chibiichigo

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Notas del capitulo:

Ya sé que había dicho que subiría los martes, pero me invitaron a la playa y salgo mañana para las paradisiacas costas de Jalisco, así que tuve que adelantarles el capítulo. La próxima semana es posible que actualice tarde, pero sú actualizo. Total, es el final. 

 

Acto III. Avestruz

Cuando Sasuke Uchiha comenzó a llamarlo no sintió mariposas en el estómago. Era más atinado decir que un avestruz timorato y confundido se había adueñado de su interior.

Lo primero que había hecho el viernes fue apagar su celular. No lo volvió a prender en todo el fin de semana más que para conseguir algunos números y llamar desde su casa. Se sentía bastante idiota haciendo eso; no era ni de chiste su forma habitual de proceder. Sin embargo no deseaba escuchar la voz de su nuevo socio comercial todavía. Ni nunca, de ser posible.

Si era sincero, todavía seguía molesto por la intromisión a su espacio personal y por el descaro del Uchiha al quererlo besar en público. Bueno, de quererlo besar en absoluto. ¿Quién diablos se creía ese hombre que era? No es como que lo conociera de antes ni que le hubiese informado de sus preferencias sexuales ni nada. Simplemente ahí, como si el mundo le perteneciera, había intentado poner sus labios sobre los de alguien más. Desagradable.

Tenía que admitir, sin embargo, que por momentos su mente divagaba más de la cuenta y se encontraba rememorando esa noche. El aire cálido que salía por la nariz del moreno y rebotaba en su labio superior, la cercanía de esos ojos negros como la perdición. Se tocó la zona del labio que no había escapado al contacto del otro y sintió como un yunque le caía en el centro del estómago…

¿En qué estaba pensando? A él definitivamente no le interesaba en absoluto tener alguna clase de relación extralaboral—cualquiera que ésta fuera—con ese moreno. Vamos, que Sasuke Uchiha era el demonio vuelto persona. Lo único que había ocurrido esa noche, se repitió mentalmente con ahínco, era que habían bebido demasiado vino tinto. Seguro que en ese preciso instante, el sujeto ése se sentía avergonzado por su proceder. ¡Y no era para menos!

Tuvo la tentación de revisar los mensajes de su celular. Seguro alguien habría notado que la última vez que se conectó a Whatsapp había sido dos días atrás o habría alguna emergencia de oficina… No era para nada—¡Para nada!—que quisiera corroborar si Sasuke Uchiha le había mandado una disculpa o algún mensaje de absolución.

Tres mensajes sin leer. Oprimió el menú para ver a los remitentes. NoticiaSMS le informa que…., Aumenta el número de MB de tu plan…, Envía “Vampiro” al 882 y recibe los…

Suspiró profundamente, aunque no sabía si era de alivio o de decepción. Decidió que, ya que estaba en el limbo de la confusión, tomaría la primera respuesta como válida. Eso había sido un suspiro aliviado. Y, es que, ¿qué más podía ser? No era como si deseara saber nada del Uchiha, que, además de todo, ni siquiera tenía su número registrado.

 

Si algo le parecía particularmente horrible sobre los lunes, además de su cualidad de lunes, era que estaba incómodamente cerca del domingo pero muy lejos de los viernes. Eso sólo significaba que debía estar expuesto a que el teléfono sonara en cualquier momento… Y no tenía ningún ánimo de contestar. A nadie. Bueno, a nadie que tuviera por iniciales la S y la U, por lo menos.

Le pidió a Matsuri que no le pasara llamadas; no tenía deseos de interactuar con gente ese día, además de que debía revisar las bases de la nueva campaña publicitaria de una refresquera y eso merecía toda su atención. Finalmente, le pagaban por recomendar y dar asesoría en temas de mercadotecnia, no era como que pudiera darse el lujo de hacer algo mediocre.

El guión parecía tener ciertos problemas antes de llegar al clímax y la marca no era del todo reconocible durante los primeros segundos. Eso habría que cambiarlo y poner algunos de los colores representativos de la marca y del refresco de cola. Negro, como los ojos de… ¡Mierda! Necesitaba sacarse a Sasuke Uchiha de la cabeza.

¿Qué carajos estaba mal con ese hombre? Gruñó irritado. Ni siquiera en su ebriedad habría sido correcto hacer lo que hizo, y menos tratarlo como si él fuera cualquier vividor dispuesto a vender su cuerpo por placeres. Farfulló un par de insultos. ¡Y lo peor era que ni le había pedido una disculpa! A lo mejor, se le ocurrió al taheño, ni siquiera quería disculparse. Tal vez no estaba arrepentido de lo que había hecho. ¡Claro, con lo sociópata que era, seguro que hasta creía que merecía un premio por haber violado su espacio personal!

Salió de la oficina hastiado por sus pensamientos recurrentes y comenzó a caminar por las calles cercanas que conducían a una avenida. Su paso era firme sin ser rápido; no tenía ningún sitio en particular al cual dirigirse, sólo quería aliviar su mente. Pensó en la gran idea que había sido tomar aire puro para que la aglomeración de sus recuerdos se dispersara hasta que cayó en la cuenta de que estaba en Tokio. Entonces sólo deseó que sus células pulmonares no mutaran en un carcinoma por los altos índices de contaminación.

Avanzó un poco, contemplando el vecindario. Las madres recogían a sus hijos de la escuela y andaban con ellos en dirección a la parada de los buses, chicos del liceo salían en pequeños grupos haciendo bromas entre ellos o hablando de alguna de sus compañeras; algunas muchachas se detenían en los aparadores de las tiendas. El mundo seguía su curso, ajeno a todas sus tribulaciones mentales. A esos desconocidos seguro no les importaba en lo más mínimo su consultoria, grupo Aoi, Sasuke Uchiha, el disco de Dave Brubeck con música temática de Snoopy, el buen vino en un restaurante de Ikekuburo o los besos robados que nunca fueron.

Suspiró un poco, consciente de que se estaba fijando en cuestiones poco prácticas. A él no le convenía en nada estar dando vueltas sobre lo mismo. Entró en un Starbucks y pidió algo de comer. No era realmente adepto al café, o jarabe de café, que vendían en esa cadena, pero se confesaba adorador irredento des envueltos de champiñones. Ordenó también una infusión de té verde para acompañar su comida y se sentó junto a una ventana en el piso superior de la cafetería.

Nunca había dejado de sorprenderle la velocidad con la que caminaba la gente en la ciudad, igual que un montón de conejos blancos que van tarde a la cita de cricket con la Reina de Corazones. Nadie se detenía jamás ni reparaba en el aspecto de quienes lo rodeaban, como si fueran una masa uniforme. Gaara debía aceptar que él tampoco lo hacía; prefería no ver a nadie y dedicarse a sus asuntos que ver un montón de caras, todas con rasgos diferentes pero poseedoras de un extraño factor común que no tenía nada que ver con su aspecto físico.

Terminó de comer. Estaba mucho más tranquilo que antes, aunque todavía ligeramente intranquilo por el factor Uchiha. Supuso que era mejor dejarlo en el pasado; estaban algo borrachos esa noche y fue sólo el alcohol hablando. No le daría importancia. Se sentía en paz.

—Un moca blanco alto y… ¿Gaara?

La voz de Sasuke resonó por la cafetería mientras él se abría camino hacia la puerta. Se quedó congelado y toda la paz interior que sentía se rompió en mil pedazos. Volteó con el semblante adusto que lo caracterizaba—agradecía haber sacado el rostro poco expresivo de su padre—.

—Licenciado…

—Llámame Sasuke, la otra noche te mencioné que no me siento cómodo con las formalidades.

¿Había dicho algo así en la cena? La verdad Gaara no podía recordarlo, aunque tampoco era como si tuviera gran retentiva para esas cosas.

—Hasta luego—La verdad era que no quería extender demasiado la plática. Empujó la puerta e hizo el ademán de salir. Tenía el estómago revuelto y corría el riesgo de empezar a respirar muy rápido por causa de la confusión que había en su ser.

Sintió cómo el moreno tiraba de su mano suavemente, así que se liberó con fuerza y salió del local. Aire. Tokio. Ruido. Mundo. Anduvo a paso veloz durante todo el trayecto a su oficina. Odiaba su suerte… En cada maldita esquina de la ciudad había un Starbucks y se había topado de frente al motivo de sus conflictos mentales. No sabía si se le había recrudecido el enojo o si era sólo confusión o si súbitamente se había descompuesto el aire acondicionado. Sólo estaba seguro de que estaba pagando tanto mal karma como si en su vida anterior hubiese sido Adolf Hitler.

 

Licenciado, el señor Uchiha de grupo Aoi insiste en que tiene que hablar con usted

—Dile que estoy en una junta. Le devuelvo la llamada.

Dice que es urgente.

—Mi junta también es urgente.

Insiste. Dice que es por el contrato…

De acuerdo, eso definitivamente era mucho más importante y urgente que cualquier junta inventada. Se puso al habla, pero quien le respondió no fue Sasuke sino alguien del departamento legal del consorcio para informar que el contrato había sido aceptado y que necesitaban agendar una reunión para que su abogado y él fueran a firmar.

¿Le parece bien el viernes a las seis? Sabemos que es tarde, pero el licenciado Uchiha tuvo un imprevisto en Kyoto y volverá a la ciudad el jueves por la noche…

—Sí, me parece perfecto. Por favor afine los detalles con mi secretaria, debo volver a mi junta.

Le irritaba mucho la gente que daba explicaciones demasiado largas y ese día en particular no se encontraba de humor para tolerar a  gente. En especial porque muy posiblemente Sasuke Uchiha estaría presente para la firma y no quería verlo nunca más. Su estómago dio un tumbo sólo de pensar que cuatro días más tarde tendría que enfrentarse con él y no podía hacer nada para zafarse. Hundió la cara entre sus manos.

Se sintió súbitamente estúpido por su reacción en la cafetería. Había tenido la misma reacción que cualquier quinceañera y eso le molestaba muchísimo. Estaba bien que no quisiera ver al moreno y que, de hecho, el muy infeliz se hubiera negado a salir de su cabeza durante días enteros pero, ¿hacer eso? Daba asco.

Licenciado, llaman del taller. Su auto estará listo mañana por la tarde.

—Bien.

¡Por fin una buena noticia!

 

Cuando lo vio por primera vez, no sintió mariposas en el estómago. Pero la perspectiva de recuperar su auto y borrar con eso la principal consecuencia del “efecto Uchiha” en su vida, hacia que el avestruz aterrada de su interior levantara un poco la cabeza. 

Notas finales:

Gracias por leer, espero sus comentarios. 


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