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Mariposas en el estómago por chibiichigo

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Notas del capitulo:

En una escala del 1 al creo que me pusieron cristal en los hielos, describa cuántas expectativas tenía de que el segundo capítulo de este fic llegara una semana después de su comienzo. Bueno, mejor no contesten esta pregunta.

Con ustedes el segundo capítulo de este fic. He decidido hacerlo de 4 capítulos y, salvo que exista alguna complicación futura para actualizar, planeo hacerlo durante los próximos dos martes. 

Saludos.

 

 Acto II. Murciélago vampiro

 

Cuando se dio cuenta de que Sasuke Uchiha había salvado su empresa de la quiebra, no sintió mariposas en el estómago. Más bien, le pareció que una colonia de murciélagos acababa de instalarse en su interior y amenazaba con ponerlo todo de cabeza.

 

Sasuke Uchiha era, para Gaara Sabaku, el más claro ejemplo de todas las vueltas que puede dar la vida. Jamás habría esperado que el hombre a quien tildó mentalmente de orangután fuera el sobrino del dueño de Grupo Aoi. Era algo digno de esas teleseries estadounidenses donde todos los personajes tienen un vínculo más o menos estrecho desde antes de conocerse.

Por fortuna, la reunión había ido sobre ruedas y sólo faltaba ultimar detalles con los respectivos departamentos legales para firmar el papeleo. El pelirrojo se sintió momentáneamente en paz. Por lo menos ya no estaba en juego el trabajo de toda la gente que tenía a su cargo. Le dedicó un pensamiento de odio a su ex contador prófugo de la justicia y siguió se encaminó a su oficina.

—Matsuri, por favor llama a Hyuga y dile que necesito que arme un contrato.

—Sí, licenciado.

Debía ser muy claro con todas las especificaciones de sociedad que establecería con el grupo de la familia Uchiha. Su padre le había advertido que esa gente no era de fiar y debía tener todos los cabos amarrados para evitarse algún desastre. Más le valía tenerlo todo en orden; no podía darse el lujo de seguir con su cadena de infortunios.

El intercomunicador de la oficina calmó sus atribulados pensamientos.

—Licenciado, tiene una llamada del señor Sasuke Uchiha.

Acababa de sostener una reunión de dos horas con ese sujeto; no veía ningún motivo por el cual pudiera necesitar comunicarse con él.

—Buenas tardes, licenciado—contestó mientras se presionaba el puente de la nariz. Lo cierto era que Sasuke Uchiha no le parecía una persona desagradable, aunque tal vez sí lo catalogaría de quisquilloso. Se lo imaginaba perfectamente con un guante blanco revisando algún lugar en busca de motas de polvo.

—Buenas tardes, Gaara—. Aquello espabiló súbitamente al moreno. ¿Gaara? Era muy extraño que le dijera por su nombre, en especial luego de que lo tratara tan fríamente en la junta. No era como si cualquier persona se brincara la protocolaria fórmula título profesional más apellido sin tapujos para llamarlo por su nombre de pila.

—Acabo de llamarle al abogado para que prepare los papeles. Los tendrá en su escritorio el próximo martes a más tardar—comentó, más por romper con la extraña familiaridad que se había gestado en la línea que por otra cosa. Pero, ¿por qué otro motivo podría tener en la línea a su inversor? Seguro no era porque todavía le remordía la consciencia el haberse impactado con su vehículo dos semanas atrás.

—Me alegro, los estaré esperando—respondió el otro antes de limpiarse la garganta—, pero no era por eso que te llamé.

¿Te? ¿En qué maldita hora le había parecido prudente al tal Sasuke Uchiha referirse a él en segunda persona del singular? No era correcto ni se sentía cómodo con esos tratos. Gruñó un poco para sus adentros.

—¿Le quedó alguna duda sobre la junta, licenciado?— Hizo énfasis en la primera y la última palabra. No quería generar un malentendido ni hacer sentir a ese hombre con alguna clase de poder en la consultoría (ni mucho menos sobre él) sólo porque estaba inyectando capital.

—No, no es eso. ¿Qué te parece ir a cenar el viernes?

Ajá, sí, ¿qué te parece si no? Pero no podía decir esa clase de cosas tan a la ligera. Si el Uchiha ése era tan calculador como le había parecido en la reunión, existía el riesgo de que echara para atrás los acuerdos. Y algo en su corazón le decía que era totalmente capaz de hacerlo con la mano en la cintura y sin sentir ni tantito remordimiento.

—De acuerdo—Accedió intentando disimular su falta de entusiasmo—, así podremos afinar los detalles del contrato.

—Sí, cháchara laboral. ¿Quieres que pase por ti o nos encontramos en alguna parte?

En alguna parte, por supuesto.

 

 

Bien, la estrategia era la siguiente: Se verían, entrarían a cenar a alguno de esos restaurantes familiares llenos de gente y golpeteo de cubiertos y posteriormente se marcharía con el pretexto de que el tren cerraría pronto. Hablaría de negocios y sería lo más cordial posible con ese tal Uchiha, marcando claramente la distancia que había entre ellos.

Llegó al punto de reunión diez minutos antes. Encontró a Sasuke esperándolo con un atuendo que distaba mucho del traje con corbata de aires oficinescos y, para qué se iba a mentir, lo hacía ver mucho más accesible. Si lo hubiera conocido ahí, casi le habría resultado simpático. Lástima que no fuera el caso. El moreno lo saludó con cortesía y sequedad. Gaara contestó a eso con una incomodidad seca, disimulada por el ruido de la gente y los colores neón a su alrededor.

 

Para sorpresa de Sabaku, quien se disponía a entrar en algún sitio genérico y atestado de familias,  Uchiha había hecho reservación en un restaurante de mesas pequeñas donde siempre tocaban jazz. Se sintió incómodo desde el momento que entró, más debido a la compañía que por el lugar. Notó que habían pocos comensales a esa hora, todos tan inmersos en sus asuntos que ni siquiera notaron su presencia. El pelirrojo suspiró aliviado. A ese sitio, al parecer, iban únicamente novios o grupos pequeños; no le gustaría que pensaran que era pareja del moreno.

—Espero que te agrade. Lo abrieron hace poco y tenía muchas ganas de venir—comentó Sasuke mientras se sentaban cerca de un ventanal desde donde se podían apreciar las luces de la ciudad. En ese momento el pianista comenzó a tocar Bicycle Built For Two de Dave Brubeck.

Gaara asintió con la cabeza ante lo que Sasuke decía. No venía preparado para cenar en un lugar tan elegante; esperaba que recibieran tarjeta porque de lo contrario se quedaría sin efectivo y no le gustaba ir de noche a los cajeros electrónicos. Pero, bueno, no valía la pena pensar en ello justo ahora.

—Parece un buen lugar—acordó mientras paseaba la mirada por las paredes color rojo quemado con apliques negros. Se dio cuenta en ese momento lo patético de su situación: No tenía nada para decirle a Sasuke ni tenía intenciones de hablar con él más allá del plano laboral. Comenzó a tararear por lo bajo la canción.

—¿Te gusta Dave Brubeck?—El hombre enarcó discretamente la ceja.

Gaara se limitó a asentir y dejó de tararear. Se sentía avergonzado por ese pequeño desliz. Tras unos segundos, el moreno retomó la palabra.

—Esa melodía me trae recuerdos—comentó el Uchiha mientras veía la carta. Gaara lo imitó, aunque fue incapaz de reprimir su pensamiento.

—A todos los niños que vimos Peanuts…

Se recriminó a sí mismo por sonar tan borde, pero es que la sola idea de que alguien fingiera tener recuerdos profundos a propósito de esa canción le sentaba mal. ¡Por todos los cielos, esa canción salía con Charlie Brown y Snoopy!

 

Ninguno de los dos habló mucho durante la velada. Gaara no era particularmente habilidoso al momento de sacar conversación—eso era campo fértil para Temari, que amistaba con la gente igual que como respiraba—y, por lo que podía ver, el moreno tampoco. Un poco de jazz. Un poco de literatura. Un poco de vinos. No había temas dominantes ni siquiera para tener una plática memorable.

El pelirrojo bebió un poco de su copa y miró hacia la ciudad. Tokio era muy lindo y la ambientación que le daba Sentimental Journey lo hizo sentir casi romántico. Pero ése no era el momento y, ciertamente, Sasuke Uchiha no era la persona. O eso creía. O, mejor dicho, quería creer.

Recordó de pronto, no sin algo de nervios, la forma en que el Uchiha lo había mirado durante la reunión que habían sostenido en la semana. Sus ojos negros como el pecado fingían prestar atención a lo que ocurría, pero de vez en cuando se olvidaban de guardar las apariencias. Al moreno, por motivos que a Gaara le resultaron incomprensibles en aquel momento, le daba por escrutarlo como depredador al tanto de algún movimiento delator por parte de su presa. No que el pelirrojo se sintiera una presa, ¡por supuesto que no!, ni mucho menos permitiría que nadie lo escudriñara sin que él devolviera el gesto. ¡La peor idea en el universo!

En ese momento se había percatado por primera vez de la forma tan especial que tenía Sasuke Uchiha para fruncir la nariz cuando algo no le parecía bien. Por supuesto, tomó eso como una ventaja al principio, pero aquello no duró. Podía sentir cómo los ojos negros buscaban meterse en los suyos, inspeccionando cada parte de su rostro en el camino. Y entonces la nariz pequeña del moreno dejó de arrugarse. Y el corazón del pelirrojo comenzó a palpitar un poco más rápido que siempre, tal vez debido a la súbita tensión en la que se había sumido el ambiente. Era muy raro, Gaara casi nunca se ponía nervioso cuando hablaba de negocios. Seguro era por lo del auto. Nunca había tenido esa clase de casualidades molestas y… ¡Argh!

Volvió a su presente, no sin rasgos de molestia en su rostro. Ese momento le había parecido tan… ¿increíble? No. La palabra que buscaba, sin temor a equivocarse era: atropellado. Sus pensamientos flotaban de un lado a otro y, de no haber sentido el suave tacto de la mano de su acompañante, se habría ido a cualquier sitio.

Se sobresaltó al sentir al Uchiha. De por sí no era fanático de que la gente tuviera contacto físico con él y en ese instante se sentía ligeramente irritado. Pero no quitó la mano, algo en su interior que ni él mismo comprendía le impidió hacer algún movimiento por mucho que su mente se empecinara en lanzar señales a sus músculos sobre cómo lo que estaba ocurriendo podía ser la antesala a un desastre.

Se quedaron así unos segundos, aunque a Gaara más bien le parecieron horas interminables en las que su cerebro se quedó en pantalla azul. Estaba comenzando a estresarse, pero podía ver la boca de Sasuke moverse y comprendía que lo más correcto era asentir o negar con la cabeza hasta que decidiera callarse. Ni siquiera lo estaba escuchando con atención; a lo más podía captar palabras aisladas que no tenían sucesión lógica. Se unió a la dinámica.

Asintió con la cabeza. Frunció el ceño como si estuviera pendiente de lo que ocurría. Realizó una pregunta utilizando las últimas palabras que había escuchado del moreno. Volvió a asentir. Se encogió de hombros. Balbuceó algunas cosas a modo de respuesta para hacer la conversación menos monologada. Bebió de su copa.

La mano de Sasuke, que recién había notado que permanecía sobre la suya, lo estrujó un poco. Se alejó. Si era sincero, todo aquello no le parecía tan insufrible como se lo había imaginado al principio de la velada. Si bien la conversación con ese moreno, lejos de remitirse estrictamente al ámbito de los negocios—como el de mechas bermejas habría preferido— se había perdido por los bifurcados caminos de la banalidad, lo hacía sentir extrañamente cómodo. No muy cómodo, pero sin deseos de salir corriendo de pronto.

En general, conversar con Sasuke Uchiha no era más que dos monólogos intercalados. El pelirrojo fingía estar interesado por lo que dijera el moreno mientras que éste, por otro lado, vertía toda su atención en él. Algunas veces hasta intervenía para profundizar en algún tema. Gaara supuso que eso estaba bien; no encontraba motivos para creer lo contrario.

Sin embargo, justo mientras hablaba sobre la política comercial de Rusia, el moreno comenzó a acercarse demasiado. ¿Sería que estaba hablando muy bajo? Intentó subir más el volumen de su voz, pero no funcionó. Tal vez era porque el sitio se había llenado y ahora un murmullo constante los envolvía.

—Tenía ganas de verte—interrumpió Sasuke.

—¿Disculpa?

—Desde el choque—Las palabras del moreno estaban cargadas con una seguridad desfachatada que consiguieron paralizar momentáneamente al bermejo—. Me sorprendí mucho al verte después.

—Yo también.

Estaba nervioso y algo en su interior le decía que las cosas iban a tomar un cariz algo desagradable si no se marchaba pronto. Tal vez a su acompañante se le habían subido las copas. Qué molesto. Lo miró a los ojos en un intento por descubrir si su nivel etílico era tan elevado como sus palabras sugerían. No, no lo era.

Antes de que pudiera reaccionar, los labios de Sasuke intentaron unirse a los suyos. Gaara sólo atinó a girar un poco, aunque las comisuras de su boca no salieron indemnes de ese beso. Se levantó como impulsado por un resorte.

—Debo irme. El martes tendrá el contrato en su oficina.

Y, sin decir nada más, dejó un billete en la mesa y se marchó.

Se encontraba molesto y confundido. Más confundido que molesto, si debía ser sincero. ¿Qué había pasado? ¿Con qué licencia creía ese tal Uchiha que podía intentar besarlo? Y, ¿qué clase de respuesta más estúpida se le había ocurrido? El contrato en ese momento a nadie le importaba una mierda; lo que debió hacer fue estrellarle la copa en la cabeza... 

Cuando lo vio por primera vez, no sintió mariposas en el estómago. Pero luego de que Sasuke Uchiha lo besara, sintió cómo todos los murciélagos en su interior comenzaban a chuparle la sangre a cada paso que daba entre la masa anónima de Tokio. 

Notas finales:

Espero que les haya gustado. Espero ansiosa sus comentarios. 

Gracias en especial a Elle Trancy, quien contrario a lo que indican las estadísticas, no perdió la esperanza de la actualización puntual.


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