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Los berrinches de Aoi Superstar por Angie Sadachbia

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Notas del fanfic:

Eh, vale. Todo esto viene de una conversación en el grupo Rock'n Ink con varias chicas sobre el divo Aoi y este fic nace de mi concepto de él como todo un berrinchudo.

Notas del capitulo:

Admito que acabo de escribirlo.

Admito que no lo revisé.

Admito que lo disfruté.

Disfruten.

Capítulo uno

De besos y alpacas

 

Diciembre de 2010

Una meta alcanzada para cinco músicos de la escena Visual Kei: después de casi nueve años de carrera artística, tenían la gran oportunidad de dar un concierto en el Tokyo Dome. Pero esto no se trata de las emociones despertadas, los corazones emocionados ni la dicha de vivir su más grande sueño; esto se trata de un suceso en específico que ocurrió —o, quizá, debió ocurrir— durante el LIVE.

Tocaban Akai One Piece para el público emocionado. Mientras Ruki bailaba sensualmente para la audiencia, el guitarrista pelirrosa se acercó a su compañero de cuerdas y bailaron divertidos una pequeña pieza de la canción hasta que el mayor de ambos intentó besar en los labios a Uruha sin conseguirlo, pues éste giró su rostro desconociendo las intenciones ajenas. Aoi fingió perfectamente que aquello no le afectó, pero sólo fingía.

Terminaron su recital, bebieron sake y se abrazaron varias veces más mientras el sentimiento estaba a flor de piel. Luego se lavaron los rostros para limpiar las lágrimas junto al maquillaje, cambiaron sus ropas y se retiraron del gran estadio. La van de la compañía los llevó al hotel donde dormirían por esa noche, para ir luego cada cual a su hogar.

Por primera vez en mucho tiempo, los guitarristas estaban compartiendo habitación y, a pesar de la emoción que inicialmente significó para ambos —en secreto—, no hablaron de nada. Nada.

—¡Aoi! No tengo sueño. —Ese era el castaño mientras se sentaba en la cama del mayor, uno que estaba acostado de lado mirando a la ventana.

—Yo sí.

—Ay, vamos. ¡Acabamos de vivir un gran sueño! No puedo creerlo —dijo y gritó, gritó con la emoción de una fangirl al conocer a su ídolo. Con el tono correcto para irritar a un molesto músico.

—¡Maldita sea, Uruha! Cállate la puta boca, quiero dormir. ¿Puedes entender eso? —Se tapó con las cobijas.

—¿Qué mier…? —Miró incrédulo el bulto. ¿Pero qué le pasaba a ese hombre? No había razón para comportarse así y mucho menos después de vivir algo tan grande como el Tokyo Dome. Tenía que estar pasando por algo muy, muy malo como para estar así de enojón. Aunque, si lo pensaba bien, Aoi era un completo berrinchudo.

Por eso y, arriesgándose a un berrinche agresivo, le sacó las cobijas para poder atacarlo a cosquillas. Sí, ese niño grande era fácil de complacer. O, ¿no? Después de patalear y responder las cosquillas, lo fue alejando hasta quedar sentado con el rostro serio.

—Tengo sueño, Uruha.

—No tienes sueño, la adrenalina no te deja dormir. —Le sonrió.

—Eso es…

—Es verdad. Te conozco, Yuu. Dime por qué no quieres hablar conmigo.

Giró el rostro haciendo un puchero, uno que sólo aparecía cuando no conseguía lo que quería o cuando algo no salía como planeaba. Uruha conocía ese rostro, ese gesto y sabía que, no importaba qué hiciera, Aoi no diría nada al respecto. Al menos no se lo diría a él y ya sabía que era el causante de su malestar. No insistiría, no ese día.

 

El día de Año Nuevo, el castaño decidió que pasaría esas horas con el pelirrosa y algunos otros amigos como forma de contentarlo. Se acercó a su apartamento, tocó a la puerta y esperó pacientemente con una gran sonrisa, un precioso gesto que dedicaría únicamente a ese tonto guitarrista, pero que recibió otro.

—¡Uruha-san! Tenga usted feliz año. —El Screw hizo una respetuosa reverencia y le sonrió encantadoramente. ¿Qué estaba haciendo Kazuki ahí?

—Feliz Año, Kazuki-kun —dijo aún incrédulo, con su sonrisa desapareciendo de a poco. Justo entonces apareció el mayor con una gran sonrisa y le miró divertido.

—Hola, Uruha-kun. —Le sonrió, llevaba una mochila al hombro y salió con el joven de ahí. Los tres quedaron en silencio mientras la puerta era asegurada—. ¿A qué debo tu visita?

—Venía a… a invitarte a almorzar por Año Nuevo. —Juró notar una sonrisa maliciosa en el rostro ajeno.

—Lo siento, voy a pasar el día con Kazuki-kun y su familia, luego iremos con mi familia. —Sonrió mirando a su kohai, que estaba sonriendo de lado mirando al pelirrosa—. Probablemente en dos días esté disponible. Te avisaré por correo, no te preocupes.

—Oh, veo que llegué tarde para los planes divertidos. —Rió sin ganas y miró con algo de dureza al menor de todos—. ¿Te molestaría dejarnos solos un momento? Quiero hablar algo privado.

—No, no me mol…

 

—Lo que sea que tengas que decirme, puede ser frente a mi kohai favorito. —El rostro del mencionado se sonrojó levemente, provocando que la vena de la sien de Uruha saltara.

—No, Yuu. ¡Solos! —Lo tomó del brazo con rudeza y le llevó por el pasillo hasta meterle al ascensor sin tomar en cuenta los reclamos que escuchaba. No le importaba en lo más mínimo qué había sido del guitarrista de la banda amiga.

—Tengo que salir en diez minutos, no me hagas perder… —Una mano tapó su boca mientras esos inquietantes ojos le miraban con seriedad.

—Te dejaré ir cuando sepa lo que quiero saber, ¿estamos? —Aoi se sentía lo suficientemente idiota como para asentir ante esa petición, sólo tenía cerebro para ver al menor—. Mira, no sé si estoy siendo hipocondríaco, pero necesito que me digas toda la verdad.

—¿Verdad?

—Sí, verdad. —No le soltó la mano en todo el trayecto, en cuanto el ascensor llegó al último piso salieron para buscar la azotea, donde se recostaron en la pared. El más bajo mirando a su compañero y el otro mirando el cielo—. Yo sé que te enojaste conmigo después del concierto, pero no sé por qué. Te quiero mucho y lo sabes, no me gusta pensar en que te enojaste conmigo.

—No me enojé, Kouyou. —El mencionado pudo sentir su corazón feliz con sólo escuchar su nombre pronunciado por la voz del mayor—. Estoy realmente molesto contigo.

—¿Qué?

—Ese fue el día más importante de mi vida y lo único que quería era compartir algo demasiado especial, pero me rechazaste. —Su voz sonó dolida, molesta, realmente fastidiada y su mirada lo acompañó todo.

—Yo no rechazaría nada que provenga de ti. —Y era verdad, pero no tenía conocimiento de a qué se refería su compañero.

—Mentiroso —dijo con palpable rabia y se dirigió a la puerta—. Nos vemos, Uruha.

 

Los guitarristas amigos de la PSC pasaron tres días fenomenales juntos, se divirtieron con la familia del otro y comieron muy bien. Sin embargo, algunos momentos de repentina molestia del mayor alteraron la alegría. Se enojaba porque la comida tenía sal o porque estaba insípida, porque estaba lejos de Tokio y se alegraba por estar con su familia, porque el viaje tardaba mucho y porque hacía frío. En realidad, esas eran sus excusas ante los demás; la verdadera razón seguía siendo el castaño y el único tema que conseguía ponerlo de buen humor era el éxito del Tokyo Dome.

—No entiendo, sempai. Ese concierto tuvo que ser lo más importante de su vida y el motivo de una dicha constante, pero de un momento a otro se enoja cuando hablamos de eso.

—¿Por qué dices eso?

—Porque es cierto. Sólo no deje que, sea lo que sea que haya pasado, le baje de la felicidad que merece.

—Gracias, Kazuki-kun. —El alto guitarrista se acercó a quien fuese su ídolo y lo abrazó con ternura, siendo correspondido durante algunos segundos.

—Eres cruel, no dejas que te abrace. —Echó su labio inferior hacia afuera formando un adorable puchero.

—Esos abrazos son algo gay y yo no soy gay. ¿Vale?

—Sí, vale.

 

Algunos días después, cuando notó que el pelinegro no iba a dar señales de vida, decidió mandarle un mensaje de texto aunque se arriesgaba a ser ignorado. Milagrosamente, contestó.

“Sí, ya estoy en Tokio otra vez, Dolan”.

“¿Puedo pasar hoy por tu casa?”

“No veo por qué no”.

“Espera, ¿estarás?”

“Sí, estaré… Más te vale venir, acabo de cancelar una salida a beber con Hitsugi para recibirte”.

“Llegaré en 90 minutos”.

“¿Por qué tanto?”

“Porque sí, confórmate”.

“Ya qué. Al menos trae comida”.

“¿Sigues molesto conmigo?”

“Sí.”

El punto al final significaba que era en serio. Al menos ya sabía por qué estaba así y estaba completamente dispuesto a arreglarlo de la única manera que existía. ¿Cómo lo supo? Se dedicó a ver todo el concierto en un día hasta encontrar algo que pudiera estar detrás del berrinche que le armaba el pelirrosa. Y es que el guitarrista estaba convencido de que no era más que eso porque no tenía motivos para ser más que eso. Pero en ese momento no le interesaba si era o no grave, sólo quería contentar al bebé grande.

Pidió todo ese tiempo para comprar algo que pudiera demostrar el arrepentimiento sincero que sentía por lo ocurrido. Pensó en algún tipo de accesorio electrónico, siendo conocedor del cariño especial que tenía su compañero por ese tipo de cosas, así que se dirigió al local respectivo del centro comercial cuando lo vio. Esa máquina expendedora de peluches adictivos en tonos pastel que, si su memoria no lo engañaba, habían atrapado a Aoi en su espectro de ternura. Recordaba bien haberlo molestado por gastar varios yenes en intentar coger uno sin éxito, también recordó su rostro triste y defraudado. En esa ocasión lo invitó a tomar un cappuccino para que pasara su rato fuerte de amargura —berrinche­— porque la estúpida máquina estaba trucada y no lo dejaba conseguir ese muñeco que quería.

Si era honesto consigo mismo, desconocía sus propias habilidades como pescador de muñecos de felpa. Así que no tenía esperanzas cuando metió esa moneda de ¥500 y puso a andar el juego, pero cuando vio el gran muñeco caer en la bandeja de premios no pudo sentirse más feliz.

—Estoy feliz por una alpaca de peluche. No puedo estar peor —susurró para sí mismo cuando la tomó y la llevó para ser adornada con una guitarrita de juguete.

 

La música rock sonaba a todo volumen en su apartamento, estaba usando una camiseta sin mangas y una pantaloneta negra mientras seguía el ritmo con su cuerpo. Era un baile, uno malo en su opinión, pero se divertía y sólo eso contaba. La verdad, estaba dichoso de que el guitarrista más alto lo hubiese llamado por su cuenta y, mejor aún, que estuviera en camino a su casa. Vio el reloj y quedaban cinco minutos para que se cumpliera el plazo que el otro dijera, así que apagó la música y puso su mejor rostro de molestia mientras se sentaba en el sofá cercano a la puerta. Cinco minutos después, escuchó el timbre —que el menor solía ignorar— sonando.

—¿Quién es?

—Alguien que busca a Aoi Superstar —dijo una voz chillona. ¿Qué clase de loco estaba afuera de su hogar?

—Eh… no está. —Se acercó al ojo mágico, no pudiendo ver nada.

—Aoi Superstar, Dolan-san me envió con usted. —Sí, ese era un pequeño teatro montado por el tipejo con cara de pato. Al menos había llegado, ahora debía deshacerse de la sonrisa de idiota en la cara para abrirle y mostrarse molesto.

Dejó abrir la puerta tan sólo un poco y pudo ver el Arpakasso rockero más kawaii que hubiese podido imaginar en su vida, el cual estaba siendo sostenido por un sonriente Takashima Kouyou que dijo algo, no supo qué, pero dijo algo y su corazón se sintió saltar en el pecho. Por eso cerró la puerta con fuerza, dejó la espalda apoyarse en ella y se deslizó hasta el piso mientras gritaba, de forma poco prudente, con todas sus fuerzas:

—¡¿Por qué es tan malditamente tierno?! —Uruha sólo rió y atribuyó esa reacción al peluche, aunque por dentro moría de creer que había sido por él.

—Ábreme la puerta, Yuu. O tendré que llevarme al señor Ruder. —La puerta se abrió, él fue arrastrado a su interior y el peluche le fue arrebatado. Todo con una velocidad que dudaba respondiese a la sanidad mental. El ahora feliz dueño de una alpaca de peluche estaba abrazando su posesión ocultando su rostro.

—Señor Ruder es un nombre genial —dijo sin mirar a su “benefactor”.

—De nada. Me alegra saber que te gusta. Ah, y estoy bien, gracias.

No necesitó mucho para notar el sarcasmo en sus palabras, se dio la vuelta y le miró, usando el muñeco para cubrir su boca. “Eres estúpidamente tierno”, pensó Kouyou y le sonrió.

—Gracias por esto, llevo mucho queriendo uno —susurró lo último, como si no debiese revelar un gran secreto.

—Lo sé. —Rió y se acercó, abriendo sus brazos en busca de un abrazo que no llegó.

—¿Cómo que lo sabes? —Descubrió su rostro, dejando el peluche bajo su brazo, y mirándole confundido.

—Se te notaba mucho que querías una cosa de esas, sobre todo cuando estabas frente a esas máquinas durante casi una hora para luego quejarte el resto del día.

—Yo no soy tan obvio. —Hizo otro de sus pucheros de molestia.

—Claro que sí. Bueno, a veces. —Se acercó y acomodó sus cabellos.

—No me toques, Kouyou. —Iba a alejarse, pero el brazo de su compañía lo tomó por la cintura y le dejó cara a cara a escasos centímetros—. Que no me toques, dije —lo dijo, de forma nada convincente.

—Dilo de forma que crea que te repugna tenerme cerca.

—Sigo molesto contigo, no creas que con el señor Ruder me compraste —susurró con algo de enfado, con mucha expectación al saberse cada vez más cerca.

—Molesto. Oh, cierto. ¿Sabes? Si me hubiese dado cuenta de lo que querías, seguramente hubiese pasado.

—Ni siquiera sabes de lo que…

Una mano en su cintura y la otra sosteniendo su nuca, como evitando que se escapase aunque sabía que no lo haría. Sus labios danzando a un ritmo suave pero intenso, Yuu soltó su adquisición para abrazar al castaño por el cuello, atrayéndole más y profundizando la caricia. Se separaban un poco para tomar aire hasta que, en un momento en el que el mayor pudo odiar realmente a Uruha, terminaron el beso.

—¿Qué fue eso? —susurró aún cerca del rostro ajeno.

—Lo que tú querías. —Sonrió y palmeó un poco su rostro—. A menos de que te atrevas a negarlo.

El hombre que dentro de poco cumpliría 31 años, exitoso guitarrista de una banda de visual kei y autoproclamado “no gay”; se inclinó para tomar al señor Ruder, su alpacasso de peluche, lo abrazó con el cariño propio de un niño y luego besó nuevamente al otro hombre que le acompañaba.

—Sí, eso era. —Se sonrojó y luego le invitó a cenar pizza.

Notas finales:

Espero seguir este fic con unos tres o cuatro capítulos más, quizá con cada miembro de la banda o algo así.

Ojalá les haya gustado, me encantaría conocer su opinión.

Este capi se lo dedico a GekitetsuNikki <3

 

Foto del señor Ruder sin su guitarra: http://s3.supermerlion.com/wp-content/uploads/2012/06/arpakasso_2.jpg

 

De aquí al sábado actualizaré "I don't want to live on this planet anymore", ¡no os angustiéis! 

 Nos leemos~


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