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Perfumes y Armas por ItaDei_SasuNaru fan

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Notas del capitulo:

Sigue el mismo hilo narrativo del universo de "Lazos", por si les entra curiosidad ( ^^U ).

 

Último.

 

 

En su casa todos amaban las galletas. Cuando el horno hacía repicar el sonido que anunciaba a todos que las galletas estaban listas, daba inicio una carrera mortal por ser el primero que tomara la mayor parte de aquellos manjares.

Fugaku no se hacía ilusiones. Minato le había enseñado a hornear galletas pero las suyas no producían el mismo efecto.

Itachi las comía con el rostro compungido y con un pulgar en alto muy tembloroso. Sasuke las miraba largamente -quizás esperando que comenzaran a arrastrarse por el suelo- hasta que se animaba a darles un mordisco… luego corría a buscar un poco de agua para apaciguar el sabor en su boca. Naruto las golpeaba contra el plato, impresionado por la dureza de las galletas. A espaldas de los mayores las usaba como shurikens cuando jugaba a ser un ninja.

Minato las comía en silencio, asegurándole que cada vez que las hacía, le quedaban mejor que la vez anterior.

Fugaku culpaba mentalmente a Izuna.

Sin embargo, todo era diferente cuando el rubio las cocinaba. Se les hacía agua la boca a todos pensando en las galletas calientitas, acompañadas con un poco de leche fresca o chocolate caliente.

 

—Haré café —murmuró Minato con la intención privada de esconder la crema batida.

La fiesta nocturna que planearon los retoños le pareció una buena idea pero sabía que cuando llegara la hora de ir a la cama, sería todo un desafío con ese trío lleno de energía.

Esta era una de esas noches en las que aquella peculiar mezcla de familias se había reunido para ver un maratón de películas en la sala, con las almohadas por el suelo y dulces que comer hasta el alba. Los chicos habían denegado de buena gana un bol de palomitas por el delicioso reemplazo de un puñado de galletas.

—Voy a necesitar una taza, solo con verlos me siento agotado —dijo Fugaku siguiéndole.

—Son jóvenes y tienen la ventaja del azúcar.

—Suertudos. Todavía pienso que estaremos comiendo galletas por una semana; la primera película ya terminó y ellos aún no llevan la mitad del plato.

—Créeme, no llegaran a la medianoche.

Dicho y hecho.

Continuaron viendo El Conjuro (escogida por Itachi) y Fugaku se sintió libre de poner el brazo alrededor de los hombros de su pareja. Minato no dijo ni una sola palabra de protesta y el Uchiha se encontró sonriendo durante casi dos horas.

Para cuando llegó el último turno de poner la película, que le correspondía a Minato, escogió Les Miserables. Naruto no pudo replicar porque estaba medio dormido; había preferido acurrucarse junto a Sasuke mientras duraba el filme de terror, y el morenito no había sido nadie para quejarse.

En medio de los conciertos del musical, con los peques dormidos e Itachi a punto de ceder ante Morfeo, Minato recogió el plato donde habían estado las galletas.

Solo quedaba una.

Fugaku se sintió tentado a decirle a Minato que podía comérsela él solo, decirle que necesitaba dejar de pensar en sí mismo de último.

Pero fue demasiado tarde. Ni un solo sonido escapó de sus labios cuando el rubio partió la galleta.

Se separó en mitades desiguales.

Sin mediar palabra, Minato le ofreció el trozo más grande mientras comía el más pequeño.

Fugaku, conmovido en lo más profundo de su corazón que latía fuera de control, tomó el pedazo que le ofrecían y lo comió en silencio.

Olvidando la película, el Uchiha lo tomó por la barbilla y le plantó a Minato un beso hambriento que los mantuvo entretenidos por un tiempo indefinido.

—Están dormidos —susurró Fugaku posando su frente en la de Minato.

—¿Ah sí?

—Creo que lo están —continuó hablando bajito el moreno, echándoles un rápido vistazo.

—Ayúdame a llevarlos a la cama —dijo el rubio posando un último beso en su mejilla.

—Yo agarro a Naruto.

Una vez los niños estuvieron en sus habitaciones, los dos ordenaron un poco la sala levantando tazas y basura de golosinas.

—Mañana veremos el desastre.

—No te preocupes por eso —dijo Minato muy tranquilo.

Fugaku le miró sin comprender.

—No pienses en eso ahora. Dime, ¿acaso no te quieres quedar a solas conmigo esta noche? ¿Tener nuestra propia pijamada?

Fugaku se quedó sin aire cuando Minato lo agarró por la muñeca y lo condujo a la recámara.

Había sido una noche muy larga y la madrugada ya avanzaba sin piedad pero…

Después de todo, quien reía de último, reía mejor.

 

Notas finales:

 

No, no es el último capítulo. Mientras la musa que me inspira no se aburra de mí, yo seguiré adelante.

 


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