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No apagues la luz. por darkmoon

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Notas del fanfic:

Los personajes no me pertenecen.

*Aquí la aclaración.

Primero debo pedir disculpas por no continuar con mi fic anterior de esta pareja, pero simplemente me bloquee de tal manera que nada bueno salía de mi cabeza, y cuando creo que algo no es bueno no lo continúo, lo vuelvo a rehacer por completo, no me gusta eliminar capitulos ni nada, es a todo o nada.

De allí surgió esta nueva historia, que espero disfruten, la fórmula es la misma es un Kanon x Camus y un Milo x Camus.

Gracias por leer y disculpen las demoras y molestias.

Notas del capitulo:

Camus tiene un buen trabajo y un compañero de cuarto demasiado sensual, pero su cabeza está en otro lado, es el gran abogado Milo Scorpius.

Cada día es una rutina, agotadora tal vez, pero le agrada pensar que cada detalle, por diminuto que sea, puede acercarlo más a aquel hombre que ama con tanto afán.


Despierta con una enorme sonrisa, pues, una vez más ha dormido a su lado, acurrucado en su pecho, la farsa es puertas afuera y el hecho de que a hurtadillas vaya a su cuarto es una delicia real, aunque al despertar sólo se excuse con alguna tonta palabrería.


Es alto, mucho, de ancha espalda, de dorada piel, sus largos cabellos azules como el mar brillan y se ondula a su espalda, tiene cada músculo marcado pues le agrada el ejercicio al aire libre, sus carnosos labios son la tentación de cualquier ser humano viviente, pero sus ojos… ellos son los seductores jades felinos y atrapantes que conquistan con tan sólo una mirada, aquella que vibra llena de pasión, de alegría, es un muchacho lleno de energía con un alma puramente libre, atrapada en aquel apartamento donde vive con, quien él mismo llama, el amor de su vida.


-          Veamos que tenemos hoy… frutas, leche, miel… chocolates, té, café… ¿Qué diablos hago con todo esto? Debí ir al mercado después de todo. – sonríe sumergido en el refrigerador, de todo esto que tiene debe poder agasajar a su “prometido”.


-          Por mi no te preocupes, me tomaré un café en la oficina… debí haber puesto la alarma más temprano. –


-          Así nada más, espera, te prepararé unas frutas con miel y una leche con chocolate derretido, sólo me tomará un minuto, debes trabajar todo el día hoy, ¿no? No puedes irte sin nada en el estómago. –


-          Descuida, estaré bien. Nos vemos en la noche. –


-          Cuídate y ten un gran día. –


 


Y así nada más parte azotando la puerta como de costumbre, ¿quién es aquel por el cual pierde la razón este hermoso griego dorado? Camus, de rojos cabellos largos, suaves, de piel blanca como la nieve, frío como tal, de profundos ojos de un rojizo claro, su mirada es distante, casi triste, no sonríe a menudo, pese a los grandes y disparatados intentos de su compañero de cama.


Siempre pulcro, elegante, refinado, jamás llega tarde, ni levanta la voz quiere ser abogado, de aquellos que todo el mundo alaba, no por ostentoso sino por el simple hecho de que él lo es, aquel que tiene capturado el corazón y la atención completa de este bello muchacho es un abogado de la hermosa Grecia, que pareciera no saber que existe.


Su cuerpo es delicado, es alto, pero no tanto como su compañero a quien aprecia, pero no lo suficiente para darle el sí definitivo, sabe que está enamorado de él, pero ¿cómo podría decirle que sí a aquel hombre con el que ocasionalmente duerme si su alma entera le pertenece a su jefe? No sería justo, el acuerdo es que ambos disfrutarían de ciertos “beneficios”, pues a veces la soledad juega sucio, jamás se perdonaría lastimar a quien está siempre a su lado, Kanon, el cautivante griego deportista, el que siempre tiene buen humor y una enorme sonrisa para él.


“Podría enamorarme”, es lo que siempre se pregunta, se conocen hace años, fueron juntos a la preparatoria y aunque nunca lo vio como un posible candidato, algo le despertó entonces e inclusive ahora, cada vez que lo mira siente un cosquilleo, cada vez que acaricia su rostro, con una sutileza tan agradable, suave y amorosa siente que su cuerpo tiembla. Sin embargo es el griego de su jefe quien trae loco a este delicado francés, él es indómito como un corcel que cabalga salvaje, tiene un carácter audaz, es aguerrido pero con un buen corazón.


Llega al estudio como de costumbre, mientras lee los diferentes expedientes toma su café matutino, y llega él… alto, de un firme y bien formado cuerpo, siempre ataviado de costosos y bellos trajes. Tiene el cabello dorado como el sol, y los zafiros más hermosos de Grecia, intrépidos y hasta casi desafiantes, una sonrisa blanquecina, insidiosa, decora su perfecto rostro.


-          Hola Camus, tengo novedades del caso de ayer ¿verdad? – apenas lo ve, toma una de las carpetas y la hojea de pié. – Bien, ¿estás bien? Luces distraído hoy. –


-          ¿Quién? – odia admitir que para la poca o casi nula atención que le puede llegar a prestar como hombre, como jefe es demasiado detallista, pero no puede decir simplemente “no estoy distraído sino obnubilado por su belleza”. – ¿Yo? No para nada señor, ya le llevo su café, no lo esperaba tan temprano hoy. –


-          Perfecto… tengo una petición que hacerte. Y deja de tratarme de usted, tenemos la misma edad, me hace sentir viejo… no demores, tengo varios asuntos pendientes y me urge hablar contigo. –


-          Enseguida señor. –


 


Mientras en el apartamento, Kanon se sienta en el balcón a leer, no es que sea algo que le agrade mucho, pero en ocasiones cuando el sol calienta, una enorme taza de café y un buen libro lo ayudan a relajarse. Alguien llama a la puerta, no tiene ganas de atender, pero qué más da.


-          Hola, tú. – dice un muchacho de cortos y revueltos rulos color miel. – Te estaba llamando al celular pero una vez más supongo has de estar leyendo en el balcón tratando de ver de qué manera puedes conquistar a tu querido copo polar. – el recién llegado no espera la invitación, sólo pasa haciendo ademanes de descontento y sus puros ojos esmeralda lo reafirma. – Hoy es la fiesta de Aioros… Vienes, ¿verdad? –


-          Hola Aioria, no recordaba que hoy era el cumpleaños de tu hermano, supongo que deberé ir, me llegó la invitación pero lo olvidé por completo, la competencia me trae bastante ocupado. –


-          Amas la lucha… no es ese el problema ¿avanzaste algo con el insulso caballero francés? –


-          No lo trates así, ni lo conoces. – lo regaña a medias mientras prepara más café para su amigo.


-          Y debería, fueron a la prepa juntos y siempre que nosotros veníamos él o ya se iba o nunca estaba, y cuando estaba estorbaba con su carota frívola hasta que se iba a su cuarto… no entiendo cómo te puede gustar un tipo que ni siquiera sonríe. –


-          Camus es especial… es un buen muchacho, es gentil y sí sonríe, a veces. –


-          ¿Ves? Pero en fin, ¿fuiste capaz de avanzar algo por lo menos? Ya hace demasiado tiempo que son compañeros con privilegios o ¿ni siquiera es así ya? – ambos se sientan en el balcón mientras el sol aún calienta.


-          No hace tanto tampoco y no es que vivamos en la cama o algo así, es sólo que él ama a otra persona y no quiero presionarlo, he estado pensado que tal vez lo mejor sería hacerme a un lado. Sin embargo no puedo, es a él a quien amo, aunque él no me vea más que como un tipo cualquiera que le hace “favores”. –


-          Es humillante… ¡¡Eres Kanon, por el amor de dios!! Tienes docenas de chicas y centenares de hombres detrás de ti dispuestos a darte cuanto quieras y tú arrastrándote por un pelmazo bueno para nada. –


-          Ya cálmate gatito salvaje, agradezco que me cuides tanto pero dime ¿tú nunca te has enamorado a tal punto de que no te importe tu vida, tu cuerpo, y que pareciera que solo existe esa persona a tal punto de que nada más importa lo que esa persona quiere y tu deber es dárselo sin importar que o como haya que hacer? Yo sólo quiero hacer feliz a Camus, aunque eso implique arrastrarme como tú dices. –


-          Bello argumento… pero ¡no! Me niego a creer que alguien es capaz de tanto por nada, yo no sería capaz de andar detrás de Afrodita recogiendo sus florcitas sólo para que al llegar no me diga más que un “¿y la cena?”. –


-          ¿Hace cuanto qué estás con Afrodita? –


-          Ya casi un año… ¿Por qué? –


-          Y no eres capaz de recoger sus cosas. –


-          No soy su sirviente. –


-          ¿Y Shaka? –


-          Él era diferente. – su mirada se torna triste.


-          No, la diferencia es que tú sí amabas a Shaka con todo tu ser y a Afrodita lo quieres pero es tanto el dolor que aún guardas que no te atreves a darle una oportunidad, piensa en mí como cuando tú estabas detrás del rubio… ¿recuerdas? –


-          Shaka era más cálido, - mira al cielo con una delicada sonrisa que cambia rápidamente a un perfil más agresivo – Camus es un iceberg. –


-          Pero todos te decían que ¿para qué perder el tiempo con alguien que no era para ti? Lo que tú haces ahora conmigo… no es lo que yo hice contigo. –


-          Bueno ya… no vine a que me sermonees, quiero que me acompañes al partido el sábado, puedes ¿o debes pedir permiso? –


-          No hay problema, voy contigo… oye ¿quién va esta noche a la fiesta? –


-          Los de siempre, Aioros no quiso armar revuelo así que seremos pocos, pero de los buenos, ¡casi lo olvido! ¿Sabes quién regreso a la ciudad? –


-          Ni idea –


-          Claro si vives en una caja… - Kanon enarca una ceja, Aioria sólo ríe – Ya capté… bueno, en fin, el mismísimo Shion y su hijo Mu, ¿los recuerdas verdad? –


-          Como no hacerlo, hace años que no veo a Mu, ¿cómo le habrá ido en Londres? Se extraña mucho en el grupo, su paz, su calma. –


-          Tienes un gemelo que es una sabia tortuga bipolar, a mi no me engañas, yo te vi con Mu cuando él estaba por irse, a ti también te costó dejarlo… tal vez ahora que ha vuelto quien no dice que el carnero le dé un topetón al cubo y lo mande al diablo; tú lo amarás pero a mí me vale, no puedo verte así. – se levanta para irse.


-          Eres un buen amigo, nos vemos esta noche entonces. –


-          A las 21 hs te paso a buscar, estate pronto y más te vale que el cubo no te haga faltar. –


-          Descuida, ahí estaré. – Kanon cierra la puerta sonriendo cuando oye un grito que lo dejó helado.


-          Por cierto… también invité a Mu así que ponte bonito… aunque tú amaneces bien presentado… chao. – ríe Aioria mientras la puerta del elevador se cierra dejando a un estupefacto Kanon en medio del pasillo.


 


Fue un día agotador de trabajo, sólo quería llegar a casa, ducharse y dormir un poco, pero no, el jefe le había pedido que lo acompañe a una fiesta que se iba a dar en honor a un amigo de años y no quería ir solo.


De modo que al llegar a casa lo único que atina a hacer es a dormir un poco, siente la ducha del pequeño apartamento, se levanta deprisa pensando que tal vez se había dormido, era temprano aún, decide esperar su turno tranquilo, mientras merienda algo.


Kanon generalmente no se demoraba en la ducha, pero ya comenzaba a impacientarse y decide ir a apurar un poco al griego… abrió la puerta con fuerza y allí quedó pasmado con la boca casi abierta, el agua caía escurriéndose por su exquisita espalda, una gota traidora le llevó la vista hasta donde nunca pensó ver; sus muslos firmes también eran recorridos por hábiles gotas, su cabello enmarañado se pegaba a cada parte de su cuerpo, cada fibra estaba caliente por la ducha ¿Cómo era posible que algo así lo detuviera? ¿A quién no? La figura que se le presentaba era tan deliciosamente tentadora que su pecho comenzó a agitarse, se tocaba el cabello porque sencillamente algo debía hacer con las manos, mordía sus labios al tiempo que avanzaba hasta él.


-          Camus. – dice Kanon distraído.


-          K… - no articula palabra alguna, si se acerca ahora tal vez podría generar una confusión en su compañero pero por otro lado, ellos tenían los “beneficios” de un acuerdo. – Necesito… la ducha. – se atreve a decir después de girar bruscamente y retirarse.


-          Ya te puedes duchar. – habla Kanon después de darse cuenta de lo ocurrido, ¿Camus se ruborizó? – ¿Estás bien? –


-          ¡Sí! Es decir ¿por qué no debería estarlo? Como si no te hubiera visto desnudo antes. –


-          No lo decía por eso… pero ahora que lo mencionas… nunca antes te habías ruborizado. –


-          ¡¿De qué hablas?! – toca su rostro y se mira al espejo, esta tan rojo como su cabello. – es el calor de la ducha nada más. –


-          Sí, claro… la ducha… oye, yo me voy a la fiesta de cumpleaños de un amigo. –


-          ¿Para qué me lo dices? Yo también tengo planes, finalmente Milo me invitó a salir, de modo que no te preocupes por mí, no es que no tenga vida social o que dependa de lo        que tú hagas, en realidad me tiene sin cuidado. Nuestro acuerdo es solamente por sexo, no necesito saber qué es lo que haces, - Kanon no puede contener la risa, es realmente risorio ver a aquel gallardo príncipe francés perder la cordura por algo tan común en ellos. – ¡¿De qué te ríes?! –


-          Sólo te decía que salgo, nada más, por si te ofrecía algo… en fin, me cambio y me voy, si te aburres con tu precioso rubio, puedes venir, - escribe en un papel la dirección. – es sencillo llegar, sólo por las dudas. Que lo pases bien. –


-          No necesito de tu compasión. – piensa Camus antes de entrar en la ducha.


 


El gemelo menor se viste con un pantalón de vestir negro, zapatos a tono, una camisa blanca holgada bastante desprendida. Cuando sale le agrada colgarse un cordón de cuero negro con un dije en forma de su signo, Géminis, no sólo simboliza su zodíaco sino también la fuerte unión con su hermano, en su muñeca derecha un reloj negro ancho, y en su mano izquierda un anillo en el anular, una simple alianza grabada con un antiguo verso en su lenguaje natal y uno en el dedo índice.


Se perfuma de tal manera que el aroma llega hasta el baño donde Camus aún no ha entrado a ducharse, puede la curiosidad de verlo, le encanta, aunque no lo admita, ver al griego en pleno preparativo. Es atractivo, es sensual, es penetrante, todo en él despierta un sinfín de emociones que aquel no sabía que tenía, ¿desde cuándo? Se pregunta, desde siempre es la respuesta, ¿quién en su sano juicio no sentiría una ola de calor desbordante al ver tal hermosura?


Ve como se ata su cabello en una coleta y queda quieto, lo notó, Kanon es muy hábil y seguramente notó la manera en que Camus lo veía en la ducha y lo ve ahora como se va.


-          ¿Por qué ahora? ¿Por qué estos sentimientos surgen en mi pecho de esta manera? No es Kanon es Milo a quien elijo, es a Milo a quien amo, a quien espero pero sin embargo… Kanon, poco a poco… no, sólo es el nerviosismo… Kanon no es nada en mi vida, absolutamente nada. –


 


Se ducha, se viste con un costoso traje italiano en color beige, zapatos y corbata en color chocolate y una camisa blanca. Cepilla su cabello, se perfuma y en cuanto menos lo cree un mensaje en su celular reclama su presencia en la puerta del edificio.


En la entrada hay una enorme limusina esperando, se abre la puerta y de adentro sale él, Milo, el hombre que despierta fuego en las entrañas del francés, su larga y dorada cabellera brilla en una media coleta, su traje carmesí llama la atención y su sonrisa es más pérfida que nunca.


-          ¿Listo para pasarlo bien? – le dice sonriendo mientras hace un gesto elegante para que entre al coche.


-          Claro… gracias. – Camus sonríe, finalmente logró lo que quería… 

Notas finales:

Muchas gracias por leer, dejen sus comentarios que todos y cada uno son bienvenidos. ^//^


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