Le amaba con locura, no la clase de amor basado en la apariencia si no el amor que se tiene por aquel que te complementa.
Los años solamente le habían mostrado lo perfectamente imperfecto que era para él, cada uno de sus defectos eran las fortalezas del otro y viceversa, podría pasar días solamente con su compañía, escuchando sus historias, aventuras, desventuras, amores y desamores.
Su hombro le había servido como apoyo en sus momentos más tristes, sus brazos como seguro en los momentos de miedo y temor, su abrazo era una fuente de energía, su sonrisa le habían dado razones para seguir.
-Tengo miedo…-
-¿Por qué?
-¿Y si no soy lo suficientemente bueno en el escenario?
- Tú no eres bueno, eres genial- le respondió con un apretón en su hombro
Más de una vez se había dado de golpes mentalmente por quedarse mirándole más de lo debido, por los pequeños deslices en forma de una mano sobre su hombro, una sonrisa cómplice, un abrazo más que largo, un brillo en su mirada.
La noche que le juró nunca abandonarle fue la noche en la que selló su destino y compró su tortura, ahora todos los días todo el día se encontraba en ese dulce infierno de su presencia. Su fragancia le envolvía, su voz le movía y sus ojos le derretían y cada noche su respiración le arrullaba.
Dos caminos brillantes en esas mejillas le dejaron claro que no se encontraba bien, despacio, muy despacio se acercó a su cama y se sentó junto a él y sin necesidad de preguntar nada simplemente lo abrazó fuertemente.
Al inicio, el cuerpo entre sus brazos se quedó rígido, pero en segundos los delicados brazos se aferraron a sus hombros, con cuidado de no deshacer el vendaje que cubría una, buscando un agarre entre el caos que era ahora su cabeza.
-¿Qué pasará ahora?
-No lo sé. Pero juntos, tú, yo y los chicos lo vamos a descubrir. –
-No me vas a dejar ¿verdad?- preguntó con un hilo de voz
-Jamás.-
Había estado ahí cuando su corazón se rompió, le ayudó a unirlo de nuevo, a creer en sí mismo de nuevo, a terminar de una vez por todas con esas ideas absurdas en su cabeza sobre su cuerpo y persona, le dio confianza en sí mismo.
Le había dado su propio corazón.
Le había dejado entrar.
Le había confiado todo aquello que siempre había callado.
Le dio todo
-¿Qué ha pasado?- preguntó al ser recibido por la tensa atmósfera.
-Creo que han terminado….-
Se encaminó a la habitación donde sabía que lo encontraría, un bulto sobre su cama le dio la razón y tras secar sus lágrimas y dejarle bien claro que el muy idiota no valía la pena si no era capaz de amar al perfecto individuo que tenía entre sus brazos el bastardo merecía morir.
-De eso me encargaré mañana- dijo
-Ha ha ha si claro, como si fuera a dejar que te fueras-
-Sabes que eres perfecto, ¿cierto?- le preguntó
-Nadie es perfecto-
- Tú lo eres, para mí tú lo eres-
Por azares del destino, el recibió todo también, le entregaron todo justo como él lo entregó.
Mirando el techo de la habitación con su cuerpo entre sus brazos y su respiración sobre su pecho, respirando su aroma y acariciando su piel Bang Yongguk lo tenía todo, tenía a Kim Himchan.