Circos…
¿Te encantan, verdad? Dicen que son muy divertidos…
Pero una noche, toda esa diversión se convirtió en horribles gritos de espanto… horribles he dicho.
Dentro de ese circo, existía un payaso, era un chico bastante atractivo en aspecto: pelirrojo, con unos hermosos ojos verde esmeralda.
Cada función vestía un apretado traje de goma color plateado con toques de azul, el cual brillaba en la oscuridad; y un sombrero negro con una tirilla roja. Su maquillaje era simple, dos triángulos invertidos bajo sus delineados ojos y la boca con labial rojo.
Las luces se apagaron, y solo un reflector iluminó aquella esbelta figura, la cual entraba con su cómica actuación.
Todos rieron ante eso, beneficio para este payaso el cual debía hacer reír a su público si quería su parte del dinero.
Echó una mirada fugaz a sus espectadores, pero algo le llamó la atención entre estos… Y comenzó algo no planeado en el guión…
Una pequeña bomba de humo cayó al suelo, haciendo que el payaso apareciera ‘mágicamente’ en las gradas.
Bajó el sombrero frente a una mujer de allí, indicándole que tomara algo que había dentro de este sin mirar.
La mujer lo hizo, y al abrir los ojos se encontró con algo no muy amigable: un pedazo de vidrio. Rápidamente el pelirrojo se lo arrebató. Haciendo una estrecha sonrisa con los ojos entrecerrados, lo clavó en el abdomen de la muchacha.
El público inhaló fuertemente en señal de sorpresa, y unos niños comenzaron a llorar asustados, y otras personas comenzaron a irse. Gran parte se quedó, pensando que era simplemente parte de la actuación.
Dejando el cuerpo sin vida de la mujer en el asiento, se dirigió hacia una niña de no más de doce años, y le extendió el sombrero. Con un poco de miedo, la niña metió la mano y sacó algo: una flor marchita.
El payaso hizo una cara triste, y frotó su ojo en señal de llorar.
Siguió subiendo, y enseñó el gorro a una joven. Esta, confiada, metió la mano, y del sombrero, sacó un cerillo.
El pelirrojo, lo encendió frotándolo contra el piso, y lo tiró sobre el cabello de la chica, la cual comenzó a correr pidiendo ayuda.
En los últimos asientos, con el puño pegado a la mejilla, muy aburrido sin ver el ‘espectáculo’, yacía un joven adulto de cabellera rubia y hermosos ojos azules… el que hizo desviar todo el guión.
El cirquero psicópata, se acercó muy alegre al joven. En un principio fue empujado, pero su insistencia siguió hasta que este muchacho aceptó meter la mano en el sombrero. Al sacar su ‘sorpresa’ se encontró con una rosa roja recién florecida por el abundante aroma que poseía.
Ante eso, el payaso daba pequeños saltos de alegría, y le plantó un beso en los labios al rubio, dejando marcado su labial.
La policía entró a la carpa –seguramente alguien había hecho la denuncia–, con armas apuntando directamente al payaso demente. Alzó las manos, pero en un movimiento veloz, tiró una de sus pequeñas bombas de humo, desapareciendo sin dejar rastro; pero dejando un pequeño recuerdo en los labios de aquel chico que captó tanto su atención, y nunca volvería a ver.
¿Y cómo se todo eso…? Porque yo soy ese payaso asesino.