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El bosque de las luciérnagas por Akii Siixth

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Notas del capitulo:

Hola :3

Traigo capítulo.

Gracias por recibir tan bien esta pequeña historia, me hace muy feliz :'3

Les dejo un Capí un poco más largo que el anterior, ojalá les guste ♥

Entre besos y secretos

 

I

Se había recostado en el césped, desde allí, observaba el cielo y los cambios de color que padecía cuando el Sol se ocultaba, era muy bonito, tenía tonos naranjas y rojos, como el cabello de Ruki, nunca había visto a alguien con ese tono en el cabello, era extraño, pero en Ruki era bonito, no se imaginaba a alguien más así.

Estaba quedándose dormido, cuando de pronto escuchó una voz conocida.

—Veo que aún estás aquí, pequeño. —El pequeño en cuestión abrió los ojos y volvió su mirada hasta el árbol que le había hablado. Inmediatamente se levantó y fue hasta él, se abrazó a su tronco.

—Señor árbol, lo extrañé —dijo. Este se sorprendió por el gesto, pero no dijo nada, solo observó que el niño se volvió a recostar sobre el césped, pero dejando su cabeza sobre su tronco. Sentía el calor que emanaba el cuerpo de ese chico, se sentía bien, como cuando sentía los primeros rayos de sol en la mañana.

—¿Qué has hecho mientras dormía? —preguntó el árbol.

—Estuve con un chico, Ruki, él me llevó por todos lados del bosque. Es muy bonito. —No supo si aquel adjetivo iba dirigido al bosque o ese chico.

—¿Un chico? ¿Aquí? —preguntó algo admirado.

—Sí. Bueno, él dice que vive aquí, ¿lo conoces?

—No, la verdad no. Tú eres el primer humano que veo más de una vez por aquí —dijo sincero el árbol.

—Señor árbol, dormiste mucho, duermes más que yo —dijo sonriendo.

—Lo necesito. Por cierto, el «señor», aunque me hace gracia, me hace sentir viejo —dijo riendo.

—¿Sí? ¿Qué edad tienes?

—210 años.

—¡En serio! Esos son muchos años.

—Si fuese humano tendría la apariencia de alguien de unos veinte. No es mucho —comentó apenado.

—No, no es mucho. Yo no sé mi edad, creo que son doce o trece —reflexionó Reita.

—¿Sí? Pues no te ves muy grande. ¿Por qué no sabes tu edad? ¿Los humanos no cuentan los años?

—Creo que sí. Pero yo no tengo a alguien que los cuente por mí, además, no sé cuándo inicia y termina un año, así que no puedo contarlo por mí mismo. Aunque, pensándolo bien, no puedo contar, sé los números hasta el diez.

—Pues, no es muy difícil. Luego del diez viene el once, luego el doce, posteriormente el trece, catorce, quince…, cuando quieras yo puedo enseñártelos.

—¿¡Lo harías!? Sí, quiero aprenderlos —comentó emocionado.

—Pues no hay más que decir. Te los enseño.

En las siguientes horas, Reita y el árbol repetían los números, hasta que Reita no pudo más y se quedó dormido, logrando decir correctamente hasta el veinticinco. El árbol se sentía orgulloso que ese chico, que ahora le había dicho que se llamaba Reita, aprendiera tan rápido. También seguía disfrutando del calor de Reita, había encontrado una nueva fascinación y esa, era verlo dormir.

 

II

 

 

Más tarde, cuando el Sol ya era visible de nuevo, Reita ya estaba despierto y  daba vueltas alrededor del lago. El señor árbol, como seguía empeñado en llamarlo, dormía ya.

Llevaba algo de tiempo observando el lago, el agua se veía tan fresca que le daban ganas de entrar en ella, pero no sabía si sería correcto, por eso, solamente repitió el proceso que había seguido la noche que había llegado allí.  Tomó un poco entre sus manos y lavó su cara, luego se aseó sus pies, cuando hizo esto, se enrolló el yukata, para que no se mojase, e introdujo muy lentamente sus pies, como si el agua fuese cristal y se rompería con algún movimiento brusco.

Estaba en eso cuando escuchó movimiento entre los arbustos, giró su mirada, pero no vio nada, siguió tranquilo; pero, nuevamente escuchó movimiento, esta vez tras de él, pero seguía sin ver nada y comenzaba a angustiarse. Pero no se movió, simplemente se siguió entreteniendo moviendo sus pies en el agua, pero nuevamente escuchó el movimiento entre los arbustos, hacía todo para ignorarlo, pero no podía, menos cuando algo saltó casi hasta su lado, gritó y se levantó de inmediato, iba a correr pero al darse la vuelta choco contra algo, ese algo era Ruki, que al ver las intenciones de Reita, simplemente le abrazó tranquilizándolo.

Ambos veían como aquel animalillo que había saltado de entre los arbustos se acercaba hasta el señor árbol y comenzaba a olerlo para después volver por el mismo camino que había llegado. Hasta entonces Reita se movió para corresponder el abrazo de Ruki, se había asustado bastante cuando aquel animal saltó.

—Creí que todos dormían —pronunció tiempo después con su cara contra el cuello de Ruki, ya no estaba asustado, pero Ruki despedía un olor dulce que le atraía mucho.

—Algunos no, generalmente son los que no tienen posibilidad de defenderse de las demás criaturas. Ellos duermen y se refugian por la noche, para el día aprovecharlo mejor.

—¿Y tú a qué hora duermes? —preguntó Reita interesado, debía ser por la noche, porque todo el día lo pasaba con él.

—Yo... pues, eso no te lo puedo decir. Tendría que matarte —dijo sonriendo esperando la reacción del pelinegro.

—¿¡Qué!? ¿¡En serio!? —Ruki rio luego de ver la reacción de asombro y un poco de miedo que tenía Reita, este se sintió confundido, no sabía si le decía una broma o no—. Es broma, tranquilo —dijo después al ver el desconcierto del chico.

—Bien... Ah, Ruki, ¿qué era eso que se escuchó ayer? Era muy fuerte, como un animal muy grande —preguntó recordando el fuerte rugido que se había escuchado el dia anterior cuando Ruki se había ido.

—Eso también es un secreto —pronunció mientras le guiñaba un ojo.

—¿Por qué todo es un secreto? —dijo con un tinte de decepción en su voz.

—Hay cosas que es mejor que no sepas. Algunas serán buenas y otras malas. Por eso prefiero no decírtelas —contestó sincero el pelirrojo.

—¿Es peligroso?

—Algo así... es algo de lo que no hay que hablar.

—Bueno. Está bien. Empiezo a darme cuenta que no me gustan los secretos —susurró esto último. Ruki solamente rio, sabía que no contestarle lo que preguntaba podía generar algún descontento en él, pero creía que iba a hacer que lo olvidara.

—¡Ruki! ¡Vamos de nuevo al árbol de fuego! Por favor —pidió emocionado.

—Claro, pero ¿por qué quieres ir? ¿Te gustó mucho?

—Sí, además quiero ver de nuevo a las luciérnagas dormir. Hasta aquí no se acercan, por eso no pude verlas muy bien ayer, por cierto, ¿por qué no?

—¿Por qué no qué?

—¿Por qué no se acercan?

—No lo sé, a lo mejor el árbol les ha dicho algo, ¿no le has preguntado?

—No, ayer me dormí repentinamente y cuando desperté, él ya estaba dormido.

—Oh, pero eso es algo que solo él puede contestarte.

—Ruki, vamos —dijo Reita halándolo de su mano y comenzando a correr.

—Sí, sí, tranquilo. —Rio—. Vamos, yo también deseo volver —pronunció igual de emocionado que su compañía.

 

 

Después de unas horas y varias meriendas, donde Reita por fin pudo probar todas las otras frutas que había querido probar el día anterior, seguían  en el árbol de fuego, viendo hacia el panorama, era quizá el mediodía y habían pasado la mayoría del tiempo comiendo, Reita era un chico con mucho apetito, además de cariñoso, ya que siempre que tenía oportunidad se abrazaba de Ruki, de hecho en ese momento estaban abrazados. Reita en verdad se había embriagado del dulce aroma que despedía el pelirrojo. Además, para él era nuevo estar con otra persona, y que está persona no estuviera llamándole solo por un beneficio propio, sino que en verdad quería estar con él y que, además, le transmitía cariño, cosa de la que él siempre había carecido.

En cambio, para Ruki, no era algo nuevo abrárse a otro ser, él sí tenía a quién demostrarle cariño —a diferencia de Reita— y no le molestaba que el chico quisiera demostrárselo, tenía esa dulzura que a veces le hacía falta, la inocencia también  y, en honor a la verdad, disfrutaba de tenerlo entre sus brazos, le transmitía un calor muy agradable, como el de los rayos del sol que recibía en ese momento.

Reita observaba el panorama absorto en este, esa pequeña colina donde estaban sentados le daba una excelente vista del bosque, de hecho, había algo que le llamaba demasiado su atención.

—Ruki —llamó—, ¿puedo ir allá abajo? —preguntó mientras señalaba un prado de flores que estaba bajando la colina.

—Ah, sí, pero ten cuidado —dijo Ruki soltándolo.

Reita de inmediato casi saltó al prado, aunque se vio obligado a ir despacio pues allí era más inclinado y podía caer. Ruki negaba con una sonrisa en sus labios mientras veía aquella escena.

Allí abajo, en el prado, había muchas especies de flores, no conocía ninguna, pero todas le parecían hermosas, tantos colores y aromas le producían sensaciones que no sabía cómo explicar, pero era agradable. Se acercaba a todas y las olía, decidió cortar algunas y unirlas en un solo ramo para mostrárselas luego a Ruki.

Pensando en él, se dio la vuelta esperando encontrarlo con su atención en él, pero por más que trató, no pudo verlo. Se alarmó, Ruki no estaba donde él lo había dejado. Trató de buscar en los alrededores con su mirada, pero no, no estaba, Ruki no se veía por ningún lado. Reita se sintió perdido allí en medio de todas esas flores, ya ni siquiera le importaba qué tan bonitas o coloridas eran, terminó por tirar el pequeño ramo que tenía en las manos y correr de nuevo hacia el árbol de fuego y allí buscar mejor al pelirrojo.

Corrió con todas sus fuerzas para poder subir la colina de una. Estando allí volvió a buscar a Ruki con su mirada, pero no se veía por ningún lado. Presa de una angustiante desesperación, se dirigió al bosque, con algo más de miedo pues sabía que podía ser peligroso.

Caminó con un sigilo que ni él sabía que poseía, entró al bosque llamando en susurros a Ruki, Reita no sabía si se había ido porque debía hacer algo importante o porque se había aburrido de estar con él, o peor, y es la que no deseaba, porque algo le había ocurrido.

—Ruki. —Comenzó a llamarle con algo más de fuerza. Las manos de Reita temblaban por estar allí solo, era un lugar desconocido, hermoso, pero peligroso—. ¡Ruki! —Volvió a llamarle sin obtener respuesta, era tanta su desesperación que había comenzado a derramar lágrimas, ¿dónde estaría su amigo Ruki? ¿por qué se había ido así?

Caminó en direcciones varias, susurrando siempre el nombre de quien buscaba, cada vez se adentraba más y más en el bosque. Se dio cuenta que allí los árboles no permitían que los rayos del sol llegaran con fuerza a iluminar el lugar, incluso se sentía frío.

Seguía llorando y ahora tiritaba levemente, pero siempre entre sus hipidos llamaba a Ruki con desespero. Y más desesperado se sintió cuando se dio cuenta dónde estaba. Frente a él, se hallaba aquel gran árbol que un día anterior Ruki había clasificado como peligroso. ¿Tanto había caminado? Y es que cuando él lo había visto, se veía muy lejano.

Elevó su vista, ese árbol en verdad era enorme, pero no dejaba de pensar en lo peligroso que podría ser estar allí, así que, desesperado, se dio la vuelta e iba echar a correr, pero se vio en suelo siendo arrastrado por algo que halaba su pie, trató de enfocar mejor,  por las lágrimas no podía ver bien, justo cuando topó de cara contra el árbol, pudo darse cuenta que lo que lo había halado era una de las gruesas raíces que este poseía, se alarmó aún más, gritaba y lloraba desesperadamente mientras intentaba soltarse, solamente un sonido muy extraño lo hizo detenerse, no sabía qué era, pero se escuchaba demasiado cerca como para no temblar de puro miedo.

—Ruki —susurró mientras volvía a escuchar esa mezcla entre un rugido y una risa extraña y aterradora acercarse cada vez más, lo peor era que no podía soltarse de ese árbol. Pero entonces escuchó pasos acelerados acercarse, intentó huir con más desespero, aunque, como si de magia se tratase, y no creía que fuera otra cosa, el árbol le soltó. Pudo apreciar cómo aquella gruesa raíz se iba desenrollando de su tobillo. Cuando se vio libre, se puso de pie e iba a correr de nuevo, pero se encontró con Ruki de pie frente a él, respiraba agitado y se veía como si hubiese corrido mucho. Antes de que alguno se dirigiera una palabra, Reita se refugió en los brazos de Ruki que los extendía hacia él.

Allí aprovechó para seguir llorando asustado.

—Vamos, debemos irnos de aquí —dijo Ruki con calma al oído de Reita, este asintió y se pusieron en marcha, sin soltarse, pues Reita en verdad parecía muy afectado con lo ocurrido. Ruki pudo respirar tranquilo nuevamente mientras iba con ese chico abrazado a su costado, como si él fuese la cosa más importante en ese mundo. Se había alarmado cuando no lo encontró en aquel prado de flores, pero sabía que había sido su culpa por dejarlo solo sin decirle nada.

 

Ya más alejados de aquella zona peligrosa y con Reita mucho más tranquilo mientras era acariciado suavemente por el pelirrojo hasta el punto de estar dormitando por los mimos recibidos, tuvo el valor de preguntar dónde se había metido, por qué no estaba bajo la sombra de aquel árbol, por qué no se había despedido si se quería ir, la verdad es que se había armado de valor, pero ninguna de aquellas inquietudes se había materializado.

Él sabía que, a pesar de haber estado juntos por casi dos días, no conocía el tipo de vida que Ruki llevaba, tal vez él estaba siendo un estorbo, era obvio que el pelirrojo no hacía eso de pasar por el bosque todos los días a toda hora, a lo mejor tenía sus asuntos y estar con él solo le estaba retrasando, además... no era como si se conocieran de toda la vida y necesitase de la compañía de Ruki —aunque así lo era—. Él siempre había vivido solo, siempre, por eso no entendía por qué su corazón le dolía tanto de solo pensar que Ruki se había ido y que no iba a encontrarle, simplemente no entendía por qué ahora estando con él se sentía de lo más tranquilo si minutos antes un árbol le había atacado. Era nuevo para él, toda esa clase de sentimientos eran nuevos para él, pero de algo sí estaba seguro: le encantaba estar con Ruki, aún si fuese por unos minutos, deseaba siempre poder compartir su tiempo con él y esperaba no ser un estorbo en la vida del pelirrojo.

—Reita. —El susurro de Ruki lo sacó de sus profundos pensamientos, en los que ya reinaba cierto pelirrojo de ojos azules. Elevando su rostro le dio a entender que tenía su atención—. Vamos al lago, allí te podré curar —dijo Ruki haciendo amago de levantarse, Reita no entendió exactamente a qué se refería con «curarlo», pero cuando vio su tobillo, allí, en el lugar donde el árbol había enrollado su raíz, se adivinaba una herida, que debió producirse por el forcejeo, y manaba sangre de esta. Reita no había reparado en ella antes.

—Sí, vamos —contestó simplemente con su voz apagada, probablemente de tanto gritar, porque ya no estaba ni asustado, ni angustiado, ni nada, todo eso lo había olvidado cuando había abrazado a Ruki.

 

Caminaron nuevamente abrazados, como si ambos temiesen que al soltar al contrario volverían a perderse de vista y eso no le sonaba bien a ninguno de los.

Una vez en el lago, Ruki tomó entre sus manos un poco de agua y la dejó fluir por el tobillo de Reita. Esta hizo su trabajo, una vez despejada toda la sangre, Ruki pudo darse cuenta que no era una herida muy grave, pero sí podía ser peligrosa, aunque esperaba que el agua de allí ayudara.

—¿Te duele? —preguntó para salir de dudas, Reita respondió con una negativa de su cabeza.

Luego de unos minutos, Ruki rompió el silencio que se había generado entre ellos, ya que Reita no se atrevía a preguntarle nada.

—Lamento haberte preocupado, no era mi intención. No creí que ibas a distraerte de tu tarea, te veías muy emocionado recogiendo flores. —Al terminar de decir eso, hubo silencio nuevamente. Reita no le respondía y eso le preocupaba—. ¿Estás molesto? —preguntó con miedo y nuevamente recibió una negación como respuesta. Ya no sabía cómo incitarlo a hablar, así que dejó que el silencio siguiera reinando, aunque esa vez abrazó a Reita y lo atrajo hasta su cuerpo, le hacía falta. No solo el contacto, también sentir su presencia, ese momento en el que regresó al campo y no lo vio, sintió como si el mundo se le venía encima. Era sorprendente cómo se sentía hacia ese chico, lo conocía hacía casi dos días, pero ya sentía que le hacía tanta falta como sus seres queridos, incluso lo quería tanto como a estos. Se sentía tan bien con su sola presencia.

—¿Dónde estabas? —preguntó Reita después de un momento de silencio.

Ruki sabía que esa pregunta llegaría, aunque tenía la esperanza que no. Y es que a él no le gustaba mentir, pero en ese momento se veía en la necesidad de eso, o tal vez no llegar a mentir, pero sí a ocultar información, que para él era lo mismo.

—Fui a hacer unas cosas que necesitaba, lo lamento, debí decirte. —Cuando terminó de hablar, tomó el rostro del otro entre sus manos y depositó un beso cariñoso en su frente—. Lo siento —repitió luego del beso.

Reita se había sonrojado un poco ante la muestra de cariño. Se desorientó de tal modo que ni siquiera le preguntó por qué no le había dicho, si él podía entender que tuviera más cosas que hacer. Él también se acercó al rostro del contario y temblando dejó un beso en su mejilla, tan cariñoso como el del pelirrojo, al que por cierto, veía muy pálido.

—Ruki, ¿te pasa algo? Te ves pálido —dijo acariciando una de sus mejillas.

—Eh…, sí, bueno, es que estaba un poco asustado, de seguro es por eso —dijo más que nervioso.

—¿Seguro? —Volvió a cuestionar Reita. Ruki solamente asintió mostrando una sonrisa que tranquilizó al otro. Y así sonriendo volvieron a abrazarse, ambos disfrutando del contacto con el contrario.

Horas después, Ruki dejaba a Reita dormido sobre el césped mientras él regresaba a donde debía.

 

III

 

Tres días más bastaron para que aquellos lazos que se estaban formando, se hicieran más fuertes, aunque también debilitaba a uno de ellos.

Ruki últimamente estaba más apagado, no sonreía mucho y siempre andaba muy pálido, Reita no sabía por qué y siempre que preguntaba no obtenía respuesta, pero le preocupaba. Ruki había insistido no alejarse de aquel lago, así no tendrían que trasladarse a ningún lugar al caer la tarde y tampoco sufrían riesgo de otro ataque como el del cedro, que era el árbol que había atacado a Reita días antes.

En ese momento descansaban mientras admiraban al animal de la otra vez comer. Era divertido ver cómo el animalito, que Ruki había dicho que se llamaba mapache, metía la fruta en el lago, la lavaba y se la comía. Ruki descansaba su cabeza en el hombro de Reita y era este quien más se divertía con el mapache, hasta que el animal estuvo satisfecho se fue. Fue allí donde Reita tuvo en cuenta que Ruki sonreía mientras mantenía sus ojos cerrados, eso lo hacía ver más hermoso. No quiso interrumpir lo que fuese que Ruki pensaba, así que solo se quedó en silencio, apreciando el suave contacto de la mano de Ruki sobre la suya.

 

—¿Por qué ya no ríes? —preguntó Ruki tiempo después.

—El mapache se ha ido —contestó con algo de pena, ese tono hizo reír al pelirrojo quien por fin abrió los ojos para ver fijamente a los grises que poseía Reita. Contaba los días, iban cinco y cada vez lo veía más hermoso.

En un acto que ni él mismo podía explicarse, junto sus labios con los de un sorprendido Reita que no sabía qué hacer.

—Te quiero —susurró aún con sus labios muy cerca de los contrarios, abrió los ojos y descubrió a Reita rojo, como esa manzana que sostenía en una mano.

Sí, ya no podía negarlo, desde que había visto a ese chico le había interesado de más, él había visto antes a muchos humanos, pero ninguno era como Reita, él era único, era una persona tan pura e inocente que no creía que en verdad había convivido con los humanos. Pero, aun así, sabía que aquello tarde o temprano iba a acabar, solo le quedaba desear que fuera tarde, muy tarde.

—¿Me quieres? —preguntó el de ojos grises aún absorto por el beso.

—Sí, mucho —contestó el pelirrojo volviéndolo a besar. Eran besos muy inocentes, solo rozaba sus labios como si temiese que el otro fuera a escapar. Aunque sentir que Reita también lo besaba era en verdad gratificante, era un sentimiento que nunca antes había experimentado, pero le gustaba y mucho.

—Yo también te quiero —dijo Reita al finalizar el contacto.

—Debo irme —comentó Ruki luego de un largo momento en silencio donde solo se había abrazado, acariciado y besado algunas cuantas veces más.

—¿Vendrás mañana? —preguntó Reita apretando más la mano de Ruki que sostenía en reflejo por tan repentino comentario, no quería que Ruki se fuera. Este por su parte lo pensó un poco, él quería volver, de hecho, ni siquiera quería irse, pero sabía que debía hacer muchas cosas, tampoco podía llevarse a Reita con él, era peligroso y no estaba listo para contarle la verdad. Así que solo asintió con una sonrisa y esperaba poder cumplirlo.

—Te esperaré —comentó dando el último apretón a la mano contraria para luego soltarla, no quería, pero debía hacerlo.

Ruki se acercó a besarlo de nuevo, le encantaba ver cómo se sonrojaba el otro.

—Nos vemos —dijo antes de ponerse en pie, para luego marcharse, dejando a Reita con sus latidos acelerados y con una sonrisa imborrable en sus labios.

 

IV

Ruki caminaba despacio mientras seguía el sendero, cada día se sentía más débil, pero cada día estaba más feliz, no solo por Reita, también su hermano estaba mejorando y eso le alegraba en grandes dimensiones. Él era la única familia que le quedaba, estaba consciente que lo que estaba haciendo era muy inmaduro, pero qué iba a saber él, después de todo, también era un chiquillo, todos los seres que conocía eran mayores que él, sabía que dependía de la especie, pero básicamente todos pasaban de los 100 años, él ni siquiera había llegado a los 40, era un niño para todos y todos le trataban así. Aunque su reciente conducta no ayudaba a desmentirlo, arriesgarse como él lo hacía por un humano, para cualquiera era una locura, pero para él era lo más significativo, al lado de su hermano, que tenía en la vida, probablemente acabaría mal, pero habría hecho lo que él deseaba, no lo que alguien más le imponía.

Estando ya en su choza, preparaba la medicina que le daba a su hermano con aquellas plantas que recolectaba en el prado, eran las últimas, al siguiente día debía recoger más.  Mientras observaba la improvisada cocina, recordaba lo acontecido con Reita en ese día, ni él se creía que lo había besado, una sonrisa se le dibujaba cuando lo recordaba, y una emoción muy fuerte se asentaba en su pecho, pero no era solamente la alegría, había algo más…, por un momento se quedó sin aire y no podía respirar, era como si su garganta se hubiese cerrado. Se sentó en el suelo llevándose un mano al pecho para golpearlo con fuerza, últimamente eso le pasaba mucho. Cuando al fin pudo respirar con cierta normalidad fue cuando su hermano le llamó. Ruki solo deseaba que no le hubiese visto en aquel estado. Se levantó del suelo y se dirigía a la también improvisada cama donde el mayor yacía.

—Ruki, ¿ya es de noche? —preguntó con la voz suave que poseía.

—Ya casi, hermano —contestó este.

—¿Qué tienes, Ruki? Te ves muy mal. —Aprovechó la impresión de Ruki para llevar una mano hasta su mejilla—. Estás muy frío —afirmó.

—No es nada, hermano. Solo tengo un poco de frío, será por eso. —Restó importancia con un movimiento de su mano.

—Disculpa si hacer esto te quita más energía de la necesaria. —Apenado agachó su mirada. Ruki por su parte llegó a sentirse muy mal, no era su hermano quien consumía su energía, era su imprudencia y su falta de sinceridad la que lo hacía.

—No, Aoi, no es nada de eso. Perdóname por preocuparte —pronunció triste y es que había caído en cuenta que no sabía qué estaba haciendo, no solo se estaba lastimando él mismo, sino también a su hermano, hasta el mismo Reita iba a salir lastimado con todo eso si seguía así, tenía que armarse de valor y contarle al de ojos grises lo que pasaba, Reita sabía que todo por allí era mágico y tenía una forma especial de ser, de seguro después de contarle seguía siendo igual con él, que lo aceptara, en pocas palabras.

—No pidas perdón, comprendo que tú no deberías hacer esta clase de trabajos aún. Lo siento mucho, yo sí tengo mucho por qué disculparme contigo.

—Nada de eso —habló Ruki serio—, yo asumí esto porque quería, no es tu culpa. Tu medicina está donde siempre, por favor tómala. Me voy —anunció el pelirrojo.

—Ve, gracias, Ru —dijo con el diminutivo cariñoso que solo él usaba.

Ruki salió con la idea en mente. Al siguiente día sería sincero con Reita y así cambiaría todo, pues ya no tendría que ocultarse, demás su salud mejoraría para poder seguir con ambos, con su hermano y Reita, los dos seres que más quería.

Salió de la choza y caminó hasta adentrarse de nuevo al bosque, estando allí, cerró los ojos mientras pequeños destellos de luz verde comenzaban a manar de su cuerpo, hasta que dejó su forma humana para adoptar su forma real. Acabada la transformación, voló hasta donde estaba el grupo reunido, pero fue en ese momento en el que fue consciente de lo débil que estaba, no podía volar como quería, lo que hizo fue posarse sobre un árbol y no moverse de allí, se sentía inútil estando allí varado, pero tenía la esperanza de poder soportar toda la noche, tenía que poder, sino toda la determinación que había adquirido para sincerarse con el humano sería en vano.

Mientras estaba allí, recordó que en esa forma era que había visto a Reita la primera vez, mientras lloraba por no poder salir del bosque. Esa noche había quebrantado las reglas, bueno, lo llevaba haciendo desde esa noche, pero no se arrepentía, incluso pensaba que lo volvería a hacer , Reita no era malo, no se merecía morir allí, además que estaba eso especial que llamaba su atención, a lo mejor fue por «eso» que le ayudó y a la mañana siguiente le había llevado a cerciorarse si aquel chico estaba bien, no es que había planeado acercarse a él nuevamente, las cosas simplemente se dieron y él no lo evitó ni iba a hacerlo, como ya él mismo se reprendía, era solo un chico inmaduro que tomaba decisiones a cada minuto. No todas iban a ser las mejores. Y esperaba que la de ser sincero no le llevara a un mal resultado, eso lo devastaría.

 

 

V

 

Reita ya no sabía ni qué hora era, solo sabía que Ruki no aparecía por ningún lado. Ya se había pasado la mayor parte del día esperándolo, ahora lo que sentía era angustia. Ruki no había tenido la mejor cara en esos días, probablemente se había enfermado o algo parecido, pero ni siquiera de eso podía estar seguro, en esos momentos volvía a reflexionar que no conocía demasiado al pelirrojo Y le molestaba. Pero nada podía hacer, comprendía que Ruki tuviera cosas que hacer, que no llegara a verlo porque estaba cansado o porque simplemente no quería, él entendía cualquier razón, pero un día anterior Ruki le había dicho que llegaría, así que no podía evitar preocuparse al darse cuenta que ya pronto se ocultaría el sol y que Ruki no se había aparecido.

Por puro juego se había acercado a los arbustos que rodeaban el lugar, estaba intentado contar sus hojas, para poner en práctica lo que el señor árbol le enseñaba tan bien cada noche. Pero no podía concentrarse, estaba aburrido y preocupado, lo peor era que no podía buscarlo, ni siquiera sabía en qué dirección quedaba su casa, el pelirrojo nunca quiso decírselo. Aburrido se levantó y dio la vuelta fue en ese momento en donde pudo apreciar a Ruki que estaba de pie frente a él, con un muy mal aspecto, él incluso llevaba su ropa —que siempre iba tan pulcra— manchada de sangre. No articuló palabra alguna, solo apreció cómo Ruki se acercaba a beber agua del lago y luego se dirigía a él. Le aterraba verle así, pálido, demasiado pálido, sus ojos, sus lindos ojos azules apagados, sin ningún brillo que denotase vida, la sangre en su ropa, todo era aterrador para él, pero Ruki simplemente llevó su mano hasta su mejilla para acariciarla con el mismo cariño que siempre lo hacía, aunque esta vez, un atisbo de tristeza podía apreciarse en su mirada.

—Reita, debes irte de aquí. —No era una pregunta, no era tampoco una sugerencia. Él en realidad estaba decidido a sacar a Reita del bosque antes que fuese demasiado tarde. Por eso tomó su mano y se encaminó con prisas hacia la salida más cercana. Lamentaba no haber podido cumplir lo que la noche pasada se había propuesto, pero ya no podía más, sentía que en tan solo unos minutos caería en el sueño eterno, pero no quería irse sin saber que Reita estaría a salvo . Por eso lo llevaba fuera del bosque, no había manera que dentro estuviese a salvo. Reita seguía como en shock, no hablaba, simplemente seguía los pasos de Ruki como podía. No entendía qué estaba pasando, pero tampoco sabía si quería saberlo. Aunque una vez estando en el camino, fuera del bosque, se dio cuenta que había reaccionado muy tarde.

—Ruki, no, yo no quiero irme... por favor —pronunció en susurros

—Ya no puedes estar aquí, es peligroso y tal vez yo ya no esté para protegerte —decía apenado.

—Ruki —dijo, pero sus ruegos se vieron acallados con un beso del pelirrojo, allí pudo darse cuenta que él lloraba, lo que provocó lágrimas en sí mismo, no, él no quería estar lejos de Ruki.

—Te quiero —susurró aún cerca de sus labios—. Vete, este no es tu lugar —finalizó y se dio la vuelta adentrándose de nuevo en el bosque.

Reita estaba con el corazón desecho, no sabía qué hacer, el sol ya se había ocultado y la luna apenas iluminaba ese camino. Tenía que decidir, el pueblo o el bosque. En el pueblo no tenía nada, absolutamente nada a lo que le guardara si quiera un valor sentimental, pero en el bosque era diferente, además, no podía dejar a Ruki así de mal, siendo que él lo había cuidado siempre, no él no era cobarde y le ayudaría, aunque para eso tenía que adentrarse de nuevo al boque, solo y en la oscuridad. Pero esa vez… esa vez estaba decido a no dejarse engañar ni atemorizar por los seres allí presentes, tenía que ser valiente. Tenía que hacer lo que fuese por Ruki, su adorado Ruki.

 

Corrió desesperado entrando de nuevo a ese bosque, pero ahora por el estado de Ruki, no iba a dejar que nada le pasara, iba a ayudarle en lo que pudiera. No necesitó avanzar mucho, Ruki estaba muy cerca, escuchaba la respiración errática del pelirrojo que yacía en el suelo apoyado en un árbol. Reita se arrodilló a su lado, sentía ganas de llorar, pero tenía que ser fuerte.

—Ruki —susurró.

—¿Qué... haces aquí? T-te dije que regresaras a tu pueblo —habló con dificultad.

—No, yo voy a ayudarte, Ruki.

Luego de aquellas palabras, Reita se pasó un brazo de Ruki por sus hombros y se dispuso a levantarlo, le costó lo suyo pues él fuerza era lo que menos tenía, pero no se quedarían allí donde los lobos podrían hacerles daño. Reita avanzaba a penas, pero llegó hasta su destino, lo llevó hacia el lago, con el árbol, este sabría qué podía hacer, porque él no tenía ni idea.

—Ayúdeme por favor, señor árbol. —Llegó clamando, pero Ruki no podía soportarlo más.

—Reita. —Fue su débil susurro para llamar la atención del chico—. Olvídalo, Reita, él no me puede ayudar, nadie puede, por favor perdóname por no haberte dicho la verdad, pero ya no puedo seguir más aquí. —Reita al escuchar eso, sintió como un dolor muy grande se apoderaba de su pecho.

—¡No!, algo tengo que poder hacer, por favor dime qué tienes. Ruki, no te vayas. —Ya no le quedaban fuerzas ni para luchar contra sus lágrimas, eso no podía estar pasando, Ruki no podía estar… muriendo—. Por favor resiste.

Pero sus ruegos de nada servían, Ruki había perdido la batalla desde hacía mucho tiempo. Aunque no por eso dejaba de sentirse triste, él lo que menos deseaba era dejarle ese sentimiento a Reita, a ese chico que siempre debería sonreír.

—N-no te preocupes… te quiero, Reita, no lo olvides, por favor. —Sonrió sincero, a pensar del dolor. Reita se limpiaba las lágrimas que rodaban por sus mejillas una tras otra.

—Yo también te quiero —susurró acercándose a la mejilla de Ruki para depositar un beso en ella, en aquel momento, del cuerpo de Ruki comenzaron a salir pequeñas lucecitas doradas que se elevaban y desaparecían. Todo era tan extraño para Reita, todo. Seguía llorando sin consuelo y lloró aún más cuando de repente ya el cuerpo de Ruki no estaba, se había desintegrado haciendo un pequeño haz de luz.

Las lágrimas de Reita caían directamente al césped, no podía creer que Ruki ya no estuviera, había desaparecido.

—Ya no llores, pequeño. —El pequeño en cuestión sintió que unas manos lo rodeaban y le susurraban en su oído aquellas palabras. Se apartó asustado. Se dio la vuelta y se encontró con una persona que jamás en su vida había visto. Al parecer aquella persona había entendido y se disculpó con una media reverencia—. Disculpa, no te lo había dicho, mi nombre es Uruha y… soy el «señor árbol» —concluyó sonriendo. Reita se quedó con la boca abierta, eran demasiadas cosas que tenía que entender de una sola vez, comenzó a marearse.

—Tú… pero —susurró mientras dirigía su vista hasta donde se suponía que debía estar aquel árbol, pero ya no estaba. Era… él, ¿cómo había dicho?—, ¿Uruha? —dijo dudando si había acertado, un asentimiento por parte del otro le dejó en claro que sí estaba bien.

—Así es, pequeño. Lamento lo que pasó con tu amigo, en verdad lo lamento —dijo el llamado Uruha mientras volvía a acercarse a Reita, este no le rechazo esa vez.

—¿Está muerto? —preguntó Reita con un nudo en su garganta.

—No exactamente, pero no dudo que lo haga. —Mientras decía aquello bajaba el tono de su voz, sabía que iba a afectar al chico con aquella noticia.

—¿Por qué? Ruki es muy bueno y que yo sepa no tenía nada. ¿Por qué va a morir? No se lo merece. —Reita lloraba desconsoladamente, él no podía entender qué podría haber pasado.

—Mira —llamó Uruha sosteniendo algo en su mano, Reita lo vio, era un insecto muy chiquito, se veía que estaba muerto.

—¿Qué es eso? —preguntó tomándolo él con cuidado.

—Puede que Ruki nunca te lo haya dicho, pero «eso» es él. Una luciérnaga.

—¿¡Qué!? ¿¡Es en serio!? —preguntó sorprendido, acunando inconscientemente a la luciérnaga en su pecho.

—Sí, verás, nosotros, lo seres mágicos, podemos adoptar otras formas aparte de la nuestra, entre ellas está la forma humana, no te extrañes. Y si no te lo dijo, supongo que fue porque sabía que estaba rompiendo las reglas.

—Entonces sí es mi culpa —reflexionó Reita, sabiendo eso se sentía peor.

—No, no es tu culpa. De seguro tenía miedo de decírtelo o que alguien más se diera cuenta.

—¿Y puedo hacer algo?  Tú dices que no está muerto, ¿qué le pasó entonces? —preguntó Reita con la pequeña esperanza de poder salvar a Ruki.

—Él ha roto muchas reglas, solo era cuestión de tiempo para que su cuerpo se viera afectado. Su alma ha sido removida, pero es inútil, para mañana ya no estará. Además, el devorador de almas es algo con lo que no querrías toparte. Es el ser más poderoso de por aquí, nadie se atreve a desafiarlo. Lamento mucho lo que ha pasado, pero es muy peligroso que intentes hacer algo. —Tras escuchar esas palabras, Reita sintió miedo, pero también esperanza, es decir, Ruki no estaba muerto, solamente su cuerpo estaba separado de su alma y probablemente podía llegar a unir ambos de nuevo.

—Si lo intentara, ¿qué tendría que hacer? Dime por favor —rogó.

—Sería muy difícil, pero tendrías que encontrar el alma de tu amigo y devolverla a su cuerpo, todo eso sin que el devorador te vea. Cosa que no es muy probable —comentaba apenado Uruha, toda esa situación se le hacía difícil, él sabía lo difícil que podía ser perder a un ser querido de aquella forma.

—Debo intentarlo, ¿dónde está ese devorador? —preguntó decidido a ir, no le importaba los riesgos que corría, él debía regresar a Ruki con bien, él no se merecía nada de lo que había pasado.

—¿Recuerdas que me contaste que el cedro te había atacado? —Reita asintió—. Pues, es por allí, debajo de ese árbol está la guarida del devorador. —Reita abrió los ojos sorprendido y algo asustado, no se esperaba eso.

—No importa, yo iré, Uruha, él… esto es mi culpa, algo tengo que hacer, aunque falle, no me arrepentiré por haberme quedado de brazos cruzados, espero me entiendas. Me voy. —Terminando aquellas palabras iba a echar a correr, pero Uruha le detuvo.

—¡Espera! Permíteme darte esto —dijo sacando una especie de collar de su cuello—. Esto te servirá. Yo no puedo acompañarte, si me llegara a alejar de este lago, moriría; pero estoy seguro que esto te será de mucha ayuda. —Con cuidado lo colocó en el cuello de Reita, esperando, en verdad, que fuera a ayudarle.

—¿Para qué sirve? —preguntó Reita inspeccionándolo. No tenía anda raro. Era una especie de lazo con una piedra café entrelazada en él.

—Lo sabrás a su debido tiempo. —Fueron todas las palabras que le dedicó el árbol antes de verlo correr bosque dentro, él solo esperaba que el chico regresara con bien. Aunque él no lo había exteriorizado, también le había tomado mucho cariño.

 

Reita corría como loco, no sabía si podría llegar sin perderse a aquel árbol, aún peor, no sabía si lo que iba a hacer iba a ser suficiente para devolverle lo que le habían quitado. Quién iba a decir que Ruki era una luciérnaga y no cualquiera, sino la que le había ayudado la primera noche que pasó allí, o eso suponía, era la única explicación que tenía para que Ruki supiera sobre su pie herido. Y así como el mismo Ruki se había arriesgado tanto para protegerlo, él pensaba hacer lo mismo.  

 

Notas finales:

:'D solo les recuerdo que es un regalo de compleaños y  que Shiu me colgaría si esto acabara en tragedia xd.

Bueno, allí está, pues :3.

Espero que les haya gustado, pecaré diciendo que a mí me encantó XDD.

Bueno, todo lo tengo que decir, hay una canción que me ha ayudado mucho a escribir esto, es que es muy tranquis y es bien relax para la vida XDD, es algo así como el ambiente que yo siento en este fic, dejando de lado los problemas... esa canción es Dear my... de Janne da Arc, sería bonito si llegaran a escucharla :3.

Sí, yo nuevamente con Yasu, lo siento, yo no puedo escribir sin escuchar a ese hombre ♥.

Y bueno, nuevamente gracias por acoger tan bien a este pequeña idea, se los agradezco desde lo más profundo de mi corazoncito >:3.

Se les quiere ♥

Conejito, love for you *3* 

Nos leemos en el final


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