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Two-Shot: Loco de amor por Tsuyume

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Notas del capitulo:

Disclaimer: Los personajes de “Kuroko no Basket” no me pertenecen, solo la trama de esta historia.

Advertencias: ¿OoC? A lo mejor. Las payasadas de siempre, y en el siguiente capítulo eso que llaman Lime.

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Primera Parte

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El sol brillaba con total plenitud en medio de un cielo despejado, apenas adornado por unas cuantas nubes que a los ojos de todos lucían impecablemente blancas y esponjosas. No pasaban de las ocho de la mañana y las calles de la ciudad, si bien tranquilas, dejaban ver a mucha gente que salía a caminar disfrutando del estupendo día. Las parejas de la mano, los niños correteándose entre sí, otros tantos comprando helado.

Frente a una pequeña casa, un rubio tocaba el timbre de la misma, moviéndose como si la emoción lo desbordara. Se lo veía contento y por demás entusiasmado. Era el primer día de las vacaciones de verano y él sólo tenía pensado estar en un lugar.

Ante la insistencia, la puerta por fin se abrió dejando ver a una mujer mayor, que se acomodaba los anteojos y alzaba la cabeza para poder ver mejor al chico que estaba frente a ella.

Ryouta se sorprendió al ver a la anciana, ya que ésa era la casa de Kasamatsu y él vivía solo. Un segundo después de examinar a la mujer, que apenas podía sostenerse en su bastón, Kise entrecerró los ojos mirándola con desconfianza. ¿Qué hacía una mujer en casa de su senpai? Sin importarle la edad, al rubio modelo no le gustaba nada la idea de una mujer en casa de Yukio.

—¿Quién es usted? ¿Y qué hace en casa de Yukiocchi? —preguntó receloso.

—¿He? ¿Un farol parlante? —la anciana se acomodó los anteojos mientras temblaba sobre su bastón.

—¡No soy un farol! —se quejó incrédulo— ¡Soy un chico!

—Ahhh. ¿Qué quieres, jovencito?

—Pregunto: ¿qué hace usted en la casa de Yukiocchi?

—¿Hablabas de Yukio-san?

—Sí, ¿dónde lo tiene abuela? —metía su cabeza por el marco de la puerta, tratando de encontrar algo sospechoso en el lugar.

—¡No seas fisgón, mocoso! —retaba golpeándolo con su bastón en la cabeza.

—¡Auch!

—Yo soy la señora Mayu, la dueña de la casa —se presentó la mujer—. Se la estaba alquilando a Yukio-san pero él ya se fue. Por lo que me dijo, salía de viaje; así que me la dejó a mí.

—¡¿Quéee?! ¡¿Se fue?!

—¡No grites que todavía no estoy sorda! —volvía a golpear al cabeza hueca con su poderoso bastón.

—¡Auch! —se sobaba el golpe para luego calmarse—. Abuela, dígame, ¿adónde se fue?

—¿Cómo? —ponía su mano alrededor de su oído intentando oír algo.

—Que adónde se fue —volvía a decir un poco más fuerte.

—¿Quién?

—¡Yukio-san!

—¿Quién es Yukio-san?

—¡El chico que le alquila!

—¿Quién me alquila? —respondía la extrañada abuela sin tener idea de qué hablaba aquél jovencito.

La incredulidad de Kise no daba abasto; la abuela Mayu no estaba cooperando en nada y el rubio no tenía idea de cómo hacer para que recordara lo que le dijo hace cinco segundos. Finalmente, el modelo se rindió.

—Haaa olvídelo… —suspiraba dándose la vuelta, derrotado, mientras la anciana se encogía de hombros para luego cerrar la puerta— ¿Y ahora qué hago? —se decía Kise sin saber a quién recurrir.

—¿Qué te pasa, Kise-kun? —preguntaba de pronto una voz que salía de la nada.

—¡Uwaah! —saltaba Ryouta para luego ver que detrás suyo estaba Kuroko con un helado— ¡¿Hace cuanto que estás ahí?! —preguntaba incrédulo, pero antes que el aludido respondiera volvió a hablar— ¡Kurokocchi, me tienes que ayudar! ¡Senpai se acaba de ir y no sé nada de él!

—Hm, llamemos a Momoi-san —aconsejó el peliceleste.

—¡Claro, Momocchi seguro averigua dónde se fue! —hablaba recobrando los ánimos y sacando su celular de inmediato para llamar a la pelirrosa. La cual no tardó en responder:

“¡Ki-chan! ¡Holaaa! ¡Hace rato que no me hablas, ne! ¿Qué es de tu vida? ¿Kasamatsu-senpai está contigo? ¡Mándale saludos!

—Momocchi, Momocchi trataba de hacerse oír—. Necesito pedirte un favor, es muy importante.

—¡Ah, no hay problema! ¿Qué sucede?

Necesito que averigües dónde está Kasamatsu-senpai ¡Por favor, debes darte prisa!

Mooo~ tranquilo Ki-chan, déjalo en mis manos —respondía sonriendo con confianza.

Acto seguido, ambos cortaron quedando en que Momoi lo llamaría en cuanto sepa algo. Ni bien Kise terminó de cerrar su celular, el mismo volvía a sonar.

—¿Hola? hablaba el rubio.

—¡Ya lo tengo, Ki-cha! —hablaba la pelirrosa sorprendiendo gratamente al rubio.

—¡¿Tan rápido?! —sonreía incrédulo.

Si quieres llamo más tarde —se burlaba Momoi.

—¡Momocchi! —chillaba el rubio. Si lo hacía, lo mataría de la ansiedad.

Ja,ja,ja, escucha, está en el aeropuerto del Este. Su vuelo sale en cuarenta minutos. Mmm treinta y nueve… —se corregía mirando su reloj.

—¡¿Vuelo?!

Sí, debes darte prisa. El aeropuerto te queda a nueve kilómetros, lo cual significa que te tomará por lo menos media hora en llegar y eso si te tomas un taxi ¡Ya!

—¡¿Hee?! —Kise trataba de asimilar tanta información— ¿Ah, cómo sabes dónde estoy, Momocchi?

Je,je,je, bueno, intuía que si preguntaste por el paradero de Kasamatsu-senpai es porque primero…

—Sí, bueno ¡gracias por todo, Momocchi! —cortaba antes de que a la chica le dé ganas de hablar— ¡Un taxi, un taxi! —miraba a todos lados, desesperado, tratando de encontrar uno con la mirada.

—Kise-kun —llamaba Kuroko haciendo que el rubio deje de mirar para cualquier lado y se dé cuenta de que el peliceleste ya lo esperaba con uno.

Ryouta no esperó ni un segundo, con una sonrisa de oreja a oreja, se subió al mismo seguido por Kuroko y ambos partieron hacia aeropuerto en busca de Kasamatsu. Sin embargo, algo interrumpió sus planes. Apenas estaban por la mitad del camino cuando el vehículo tuvo que detenerse por un embotellamiento en la avenida principal. El semáforo estaba en verde y ellos no avanzaban ni un metro.

—Señor, ¿no puede apurarse un poco más? —decía Kise por demás inquieto.

—Lo siento, joven, pero es imposible. Embotellamiento de hora pico —explicaba el hombre regordete que conducía, tocando la bocina por enésima vez.

—No puede ser —se tomaba los pelos con histeria mientras las lágrimas de cocodrilo amenazaban con salir.

De pronto, una bocina sonaba cerca de la ventanilla del rubio haciendo que Kise volteé curioso. Si bien no la reconoció de inmediato —por el casco— el largo pelo rosa que sobresalía la delataba. En ese momento la chica lo saludó desde la moto haciendo que Kise la mirara sorprendido. Momoi se acercó un poco más para hablarle.

—¡Rápido, Ki-chan! ¡Sube! —lo llamaba la sonriente pelirrosa, mostrándole un casco para que se lo pusiera.

—¡Momocchi! —el rubio sonreía a más no poder, Momoi había llegado en el momento justo. De inmediato abrió la puerta del taxi para subir a la moto con la chica.

—Sólo pueden ir dos .Yo me quedo en el taxi, después los alcanzo —avisaba Kuroko ante la sonrisa comprensiva de ambos.

—¡Gracias Kurokocchi/Tetsu-kun! —se despidieron mientras Momoi ponía en marcha la motocicleta pasando entre los autos y ganando ventaja.

La intuición de Momoi y los reportes en los noticieros acerca de las principales carreteras congestionadas, habían hecho lo suyo para que pelirrosa no dude en tomar la motocicleta e ir a socorrer a su rubio amigo.

En un par de minutos ya estaban circulando por la última autopista aproximándose rápidamente al lugar indicado. En ese momento, Kise sintió su corazón latir cada vez más fuerte. Por un lado, la adrenalina del momento estaba haciendo estragos en su pobre corazón, por otro, el miedo de perder a Kasamatsu le estaba dejando aturdido y… desconsolado. Las lágrimas se acumulaban en sus dorados ojos. Estaba a punto de llorar y esas no eran sus lágrimas fáciles de siempre.

—Tranquilo, Ki-chan. Donde sea que esté… Lo voy a averiguar —calmaba de pronto Momoi sorprendiendo al rubio que sólo sonrió con más calma.

Sin duda, Kise contaba con sus amigos. Éstos habían hecho todo que estaba en sus manos para ayudarlo y él, menos que nadie, podía darse por vencido. Kise Ryouta haría hasta lo imposible por encontrar y detener a Kasamatsu. Si bien la situación lo acongojaba, pues por un lado tenía miedo, miedo de perderlo, un sentimiento de ira despertaba en su pecho. ¿Cómo fue tan egoísta de irse sin decirle nada? Cuando lo encuentre, lo golpearía. Lo golpearía por idiota y luego lo abrazaría tan fuerte que nadie podría separarlo de él. Kise estaba confundido, lo único que sabía era que, ya sea para golpearlo o para abrazarlo, quería a Kasamatsu a su lado.

El camino llegó a su trayecto final y ambos ya podían ver el aeropuerto. Momoi aumentó la velocidad y ya llegando frenó de repente al ver la fila de autos que estaban estacionados frente al lugar. Sin embargo, no lo hizo a tiempo y terminó chocando a uno de los vehículos en la parte trasera.

—Rayos… —se dijo de pronto una sorprendida pelirrosa— Bueno, ni modo. ¡Vamos, Ki-chan! —dejaba la moto tirada en la acera y se adentraban juntos al lugar, mirando para todos lados buscando con la mirada al prófugo.

—No lo encuentro, Momocchi —se desesperaba Kise.

—No puede ser, ¿qué hacen aquí? —hablaba de pronto la chica haciendo que Kise atendiera a quienes les estaba hablando.

Frente a ellos estaban Aomine y Kagami, que habían llegado por separado para renovar sus visas pero que terminaron encontrándose en medio del trámite.

—Qué raro que no lo sepas —decía Aomine con una sonrisa burlona.

—¡Yo no lo sé todo! —se quejaba— Y, por cierto… choqué tu moto —confesaba como señal de venganza, sin mucha expresión.

—¡¿Qué hiciste qué?! —vociferaba el moreno.

—Sí, sí. Ahora, a lo importante. ¿De casualidad vieron a Kasamatsu-senpai?

—¿Kasamatsu? —recordaba Kagami.

—¡Ah, el chaparrito gruñón! —se burlaba Aomine.

—¡Senpai no es ningún chaparrito gruñón! ¡Tonto! —protestó Kise.

—¿Qué hay con él? —preguntaba un curioso Kagami.

—Sabemos que está a punto de tomar un avión pero no sabemos dónde está, se supone que debería estar en esta parte pero no lo vemos —aclaraba Momoi un poco exaltada.

Ni bien terminó de hablar la pelirrosa, Aomine y Kagami si miraron entre sí, como si supieran algo. Después de un asentimiento del pelizaul, el as Seirin volvió a hablar:

—Ah… Kise, Kasamatsu acaba de abordar su vuelo.

—De hecho, su avión está a punto de despegar —señalaba Aomine hacia la pista de despegue que se visualizaba al costado de donde estaban.

Por el gran cristal del aeropuerto, Kise podía ver a un avión todavía parado pero que seguramente saldría en cualquier momento.

Vuelo 744, despegará en diez minutos —avisaban por el alto parlante.

—¡Es el suyo, Ki-chan! —advertía Momoi.

—No puede ser… ¡Senpai! —salía corriendo hacia el pasillo que lo llevaría a la pista del aeropuerto pero allí un guardia lo esperaba.

—No puede pasar —aseguraba un tipo de unos centímetros menos que Kise pero que bien podría duplicarlo en peso.

—¡Pe-Pero, yo…! —trataba de pasarlo pero el musculoso hombre que estaba por guardia era demasiado fuerte— ¡Por favor! ¡Tengo que parar ese avión!

—Ningún civil puede pasar a la pista de aterrizaje —volvía a aclarar, sonando más molesto, tomando al rubio por los brazos y corriéndolo a un costado.

—¿Y ahora qué hago? —se lamentaba en voz alta y con ganas de llorar.

—¿Qué sucede, Kise-kun? —aparecía de pronto Kuroko a su lado.

—¡Uwah! ¡¿En qué momento llegaste?!

—No importa. Y no te preocupes, que ahí viene Momoi-san —indicaba señalando a la pelirrosa que, habiendo visto la situación, se aproximaba a paso coqueto hacia ellos pasando delante del guardia al tiempo que le guiñaba un ojo llamando la atención del sujeto. Acto seguido la pelirrosa fingía un desmayo, por demás actuado, y todos los presentes corrían a auxiliarla, incluso el guardia.

—¡Gracias!

Kise aprovechaba que el tipo había descuidado su puesto para escabullirse entre la gente e ir en busca de Kasamatsu.

—¡Señorita, señorita! —la socorría el hombre de seguridad.

—¡Rápido, rápido! ¡Llamen a una ambulancia! ¡Que no ven que está embarazada! —Gritaba un “indignado” Aomine.

“¡Aomine-kun baka! ¡¿Me estás diciendo gorda?! ¡Yo no estoy embarazada!”, protestaba mentalmente la pelirrosa. “¡¡Embarazada tu abuela!!”, una vena comenzaba a hacerse visible en la frente de la “inconsciente” chica ante la mirada burlona de Aomine.

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Ni bien Kise salió al exterior y pisó la pista, pudo ver como el avión señalado comenzaba a circular por la misma. El avión tomaba mayor velocidad y el rubio ya no podía hacer absolutamente nada para detenerlo. Ante la mirada estupefacta de Ryouta, el avión despegaba alejándose ante sus ojos. Los mismos que en ese instante comenzaron a lagrimear sin ganas de contenerse. Sus orbes dorados entonces se nublaron en lágrimas al tiempo que su ceño se fruncía con bronca contenida. Su mano subía a cubrir sus ojos pero sus quejidos lo delataban. No llegó a tiempo.

—¡¿Y ahora qué?! —se protestaba a sí mismo— ¿Y ahora que hago si senpai no está conmigo?...

El avión apenas era visible en la lejanía del cielo.

—Pues, en primer lugar, dejar de llorar que todavía no me fui —se hizo oír de pronto una masculina voz que Kise reconoció enseguida.

—¡Senpai! —lo veía ante él y no podía creerlo, parecía un sueño—. Pe-Pero me dijeron que estabas en ese avión —señalaba, ingenuo, al que todavía podía divisarse pequeño entre las nubes.

—Bah, te tomaron por idiota, ¿quién te dijo eso? —inquiría Kasamatsu frunciendo el ceño por la broma pesada que le jugaron a su kouhai.

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—¡AJAJAJAJAJA!

Aomine y Kagami estallaban en risas, viendo a través del vidrio la cara sorprendida e incrédula de Kise cuando vio a Kasamatsu.

Jamás se llevarían bien ni dentro ni fuera de la cancha pero cuando de jugar bromas estúpidas se trataba, no pudieron negarse a la tregua. Ambos muchachos chocaban las palmas y se tomaban el estómago que les dolía de tanta risa, mientras pequeñas lágrimas mojaban los bordes de sus ojos. Quién imaginaría que una broma al paso los podría divertir tanto.

—A-ho-mi-ne… —mascullaba una tétrica Momoi.

—Bakagami —Kuroko sonaba igualmente molesto.

En ese momento, solo pensaban en cobrárselas.

—¡Oi, oi! ¡Satsuki, duele! —se quejaba Aomine mientras la pelirrosa lo jalaba de la oreja hasta bajarlo a su altura.

—¡AHOMINE BAKA! ¡¿Cómo le dices algo así a Ki-chan?! Yo te voy a enseñar… —se lo llevaba cual madre reprendiendo a su hijo.

—Bakagami —sentenciaba el peliceleste.

—¿Y a ti qué te pasa? —decía Kagami, sin creer lo que le dijo su sombra, para luego sentir un golpe en el estómago que lo doblegó.

—Ahora sí que me hiciste enfadar... —Kuroko lo miraba mal y sus pelos se alzaban como cuando recién despertaba.

Kagami se sorprendía ante el cambio. De pronto una fuerza sobrehumana rodeó el cuerpo del peliceleste.

—No...No puede ser... —Kagami tragaba duro, temiendo por lo que podría venir de eso.

—Ahora probarás mi ira... Kame...Hame...

—¡WAAAAHHHH! —corría el espantado pelirrojo alejándose de allí.

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—Senpai... entonces… ¿te vas?

—Pues claro, ¿qué pensabas?

¡¿Qué pensaba?! Kise había pensado en tantas cosas para los dos, pero que él se vaya de viaje solo nunca pasó por su cabeza.

—¡Al menos pudiste haber avisado! —chillaba el rubio.

—¡Te dejé un mensaje en el contestador!

—¡Eso no es avisar! —volvía a quejarse, graciosamente, con sus lágrimas de cocodrilo en los ojos.

Kasamatsu no sabía qué decir. Tenía razón, eso no era avisar. Pero Yukio sabía que si le decía del viaje o hablaba para despedirse le sería imposible alejarse de él. Además solo viajaba por pedido de sus padres que, prácticamente, lo obligaron a ir a pasar las vacaciones a casa de sus primos, pues compraron los pasajes sin su permiso y solo le avisaron un par de días antes de que el mismo saliera. De todas formas, el pelinegro no supo cómo decirle a Kise acerca del asunto. Y en ese momento le tocaba enfrentarlo, pero no podía. Corrió el rostro no pudiendo verlo lloriquear, no pudiendo encontrar las palabras para el momento.

—En-Entonces… iré contigo —aseguraba el rubio.

—¿Qué? ¿Estás loco? Ni siquiera tienes pasaje. ¿O acaso quieres meterte de polizón? —reprochaba Kasamatsu.

—Pues, ¡lo compraré ahora mismo! Y si no puedo… ¡entonces sí, me meteré como sea! Pero si tú te vas, senpai, yo… —lagrimeaba ante la mirada estupefacta del capitán— ¡Yo también iré! ¡Te seguiré!

—¿Qué rayos te sucede?... ¿Estás loco?

—¡Sí! ¡Estoy loco por ti, senpai! —lagrimeaba con más ganas mientras Kasamatsu se había puesto rojo hasta las orejas.

—Idiota... —bajaba su rostro sonrojado y molesto.

—Por favor, senpai. No me dejes —le pedía Kise abriendo sus brazos con súplica.

Kasamatsu se detuvo a verlo un momento. Por más que trató, no se libró de ver llorar a Kise. Por más que la evitó, la despedida golpeaba su realidad. Era momento de acabar con eso pues su vuelo no tardaría en salir.

—Escucha, Kise —llamaba la atención del rubio que limpiaba sus lágrimas con su antebrazo y abría sus ojos, todavía nublados, para ver a Kasamatsu—. Si no te dije nada, fue justamente por esto. Sabía que me la complicarías —giraba su rostro a un lado luciendo algo enojado mientras un pequeño puchero se acentuaba en el rostro de Kise—De todas formas… Es bueno que hayas venido. —Confesaba con una leve sonrisa sorprendiendo gratamente al rubio.

—¡Senpaaaii! —saltaba sobre Yukio, envolviéndolo en sus brazos, mientras una cola invisible se movía con entusiasmo.

—¡OOOII! ¡Kiseee! —trataba de quitárselo de encima —¡Escúchame! —decía, firmemente, zafando de sus brazos— ¡Debes madurar; ser un hombre! —aclaraba Kasamatsu ante la inocente mirada de Ryouta—. Eso significa: nada de abrazos, nada de saltarle encima a la gente, nada de llorar por cualquier estupidez… —enumeraba Yukio como si de amaestrar a su cachorro se tratara.

Kise escuchaba, sin replicar nada, todo lo que Kasamatsu decía, pero entendía muy poco de lo que hablaba. Lo único que quería era que dejara de hablar para así poder abrazarlo otra vez.

—¿Entendiste? —preguntaba el pelinegro pero sin siquiera inquietarse por responder, Ryouta volvía a abrazarlo— ¡Kiseee! —retaba.

—Te voy a extrañar senpai… —susurraba el rubio en el cuello de Kasamatsu, sorprendiéndolo.

Al parecer Kise entendió que la despedida había llegado. Yukio debía irse y, pese a todo por lo que pasó, Ryouta no podía hacer nada más.

Kasamatsu subía la mano para acariciar su cabeza, pasando sus dedos por el suave pelo del rubio. Sintiéndolo respirar sobre su piel, su pecho contra el suyo, de pronto se vio sin fuerzas para separarlo de él. Yukio tampoco quería acabar con el momento, pero el tiempo es tirano.

—Debo irme…

—Sí… —Ryouta se separaba muy lentamente de él— Que te vaya bien, sen… —el modelo no terminó de articular palabra alguna. Kasamatsu había tomado el rostro del rubio entre sus manos para besarlo.

Ante la sorprendida e inocente mirada de Kise, Yukio no cedía a su agarre. El capitán de Kaijo dejó de lado todo lo que pensaba y solo escuchó lo que su corazón le gritaba: “Bésalo”.

Imposible separarse del rubio sin antes probar sus labios. Esos que tantas veces pidieron por él, esos mismos que no se cansaban de decirle cosas vergonzosas, los mismos labios que reprochaban por cualquier tontería y que se habían vuelto, para el pelinegro, motivo de existencia. Los primeros que Yukio besó, los únicos que le interesaba besar. Tan suaves y finos que lo enloquecían al primer contacto, no queriendo separarse, ansiando sentirlos todavía más.

Y Ryouta no se quedó atrás. Sintiendo como el pelinegro solo probaba sus labios repetidas veces y en todas las posiciones, fue Kise quien se encargó de convertir aquel dulce beso en uno hambriento. Después de todo, él era, según Kasamatsu, el pervertido de los dos. Lo abrazó por la cintura, pegando su cuerpo al suyo mientras Yukio se aferraba a su rostro sin ganas de soltarlo.

Sus bocas encajaban perfectamente en el acto más apasionado que sus corazones podían demandar en un momento así.

El calor los abrazó por esos infinitos minutos.

Sin embargo, la hora había llegado.

Los besos se fueron acortando hasta convertirse en un pequeño beso de despedida. Sus brazos fueron perdiendo fuerza hasta soltarse lentamente.

—Ya es hora…

—Si… —Ryouta ocultaba su tristeza con resignación.

—Quita esa cara; te llamaré en cuanto llegue —avisaba el pelinegro haciendo sonreír al rubio.

Kise mantuvo su sonrisa hasta que Yukio volteó para ir hacia su avión. Cuando dejó de verlo, se soltó de nuevo llorar con una facilidad que lo sorprendió a él mismo. Su cuerpo se convulsionaba a causa del gimoteo, y las lágrimas mojaban su mano que había subido para cubrir sus ojos llorosos.

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El personal del avión terminaba de acomodar a los pasajeros en sus asientos. Llevando a cabo hasta la última de las normas del protocolo de seguridad para despegar. Yukio estaba del lado de la ventanilla. No dudó en mirar hacia el exterior y entonces se arrepintió de haberlo hecho. Afuera, Kise lo miraba con cara de perro mojado. Kasamatsu cerró los ojos con fuerza para luego girar un poco su cabeza, no queriendo llevarse como última imagen esa tristeza del rubio. Un momento después, tomó fuerzas para volver a ver hacia él pero Ryouta ya no estaba. El pelinegro abrió los ojos con sorpresa, no sabía si lo había soñado o si en verdad estaba allí y se fue por el hecho de que Kasamatsu le corrió la mirada. Se dejó caer sobre el respaldar de su asiento algo confundido, deseando no haberlo herido.

Señores pasajeros, ajústense los cinturones que estamos a punto de despegar…”, comunicaban por el altoparlante.

“Esa voz”, pensó Yukio y ya creía que se estaba volviendo loco. Era la misma voz de…

“Sujétate, senpai~”, agregaba la dulce voz que Kasamatsu por fin reconoció.

Los ojos de Kasamatsu se abrían a más no poder. Su corazón pasó de setenta a ciento veinte pulsaciones en un segundo.

“¡Waaahhh, nos va a matar!”, el pánico de Kasamatsu se guardaba en su silencio para no armar un alboroto entre los pasajeros.

Yukio se tomaba de los pelos, histérico, de sólo imaginarse qué rayos hacia el rubio en la cabina del piloto.

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Notas finales:

Bien, esto es un “Two-Shot” así que todavía falta un segundo y último capítulo.

¡Gracias por la lectura!


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