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La luz detrás de tus ojos. por CrawlingFiction

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Notas del capitulo:

HOOOOOOOOOLA

Disculpen la enorme demora. No andaba de ánimos, sinceramente, y no quería entregar un capítulo mal hecho, por eso. Aunque, este no me gustó mucho. Es muy corto, pero es el preambulo de lo que sigue, y bueno...

Espero les guste. c:

La luz detrás de tus ojos.

Capítulo 3: ¿Qué es lo que hace mierda tu vida?

Sentado frente al escritorio y recostado de este de brazos cruzados y su sien apoyada entre ellos. Dormía plácidamente, eso daba a entender sus facciones, ahora aniñadas. Curioso me acerqué un poco para mirar los detalles de su rostro. Como esas dos medias lunas violáceas bajo sus parpados cerrados, muestra de malas noches. La textura de su piel, sus pestañas apenas identificables por los mechones de cabello que cubrían su cara a medias.

Estiré la mano, temblaba, pero con ella hice a un lado esas lacias cortinillas de cabello, mi mano detuvo en su pómulo, su piel estaba fría, tanto como la mía. Mi mente se preguntaba porque hacia eso, porque le detallaba tanto, porque recordaba ese instante que las reacciones de mi cuerpo perdieron sincronía. No tenía idea.

Lucía indefenso, lucía como yo.                

Frank abre los ojos de golpe como si algún ruido sobrenatural le hubiese sorprendido. Impactado por el imprevisto di un saltito atrás perdiendo el equilibrio y cayendo al suelo sentado. Él mecánicamente se frotó sus orbes ámbar moviendo la punta de su nariz de un lado a otro como un conejo. Sonreí para mis adentros.

— ¿J-Jamia?-Balbuceó pestañeando. Para su desgracia no era esa tal Jamia, era yo, Gerard. —Ah, hola Gerard.-Saludó tranquilamente. Se estiró y echó para atrás con su silla mirándome con los labios fruncidos, como a la espera de alguna palabra de mi parte.

— ¿Qué haces aquí?-Pregunté.

—Anoche me quedé despierto hasta tarde así que vine a dormir algo.-Dijo resuelto. Estiró el brazo hasta alcanzar su mochila puesta sobre el largo escritorio y le bajó el cierre. Buscó entre sus libretas y sacó una hoja doblada. —Ten, cuando te fuiste no tomaste esta hoja.-Dijo entregándome una de las partes de la composición de Ray. Le miré sorprendido. Si no hubiese sido por él, el trabajo de Ray estaría incompleto…

—G-Gracias…-Musité estirando la mano y tomando la hoja metiéndola con timidez en la carpeta. Me sentí imbécil. ¿Cómo él lograba causarme tantas emociones y reacciones con tan poco tiempo entre estas?

—No importa. Fui yo quien te tropecé.-Dijo subiendo los hombros y volviéndose a cruzar de brazos sobre el escritorio. Entrecerraba sus ojos con suavidad, siendo seducido por el sueño.

— ¿Q-Quieres café?-Pregunté. ¿Por qué diablos mi voz salía tan temerosa? —Tengo un termo aquí…-Musité sacando de la mochila un termo metálico, abriéndole la tapa hermética y entregándosela. Lo tomó con ambas manos, miró su contenido y luego a mí con una sonrisa burlona.

— ¿Qué haces con café en el Instituto?-Preguntó volviendo a mirar el interior del termo llenado hasta la mitad de ese aromático líquido oscuro.

—Tengo insomnio. Así que me preparo café y lo llevo conmigo en caso de tener mucho sueño.-Dije. Noté como miraba al termo sin saber qué hacer. —Bebe. No tiene veneno.

— ¿Por qué traer café si en la cafetería venden?-Volvió a preguntar. Yo le miré con dureza.

—No me gusta ir a la cafetería. Es muy ruidosa y apesta a comida frita.-Dije. —Así me evito problemas.-Añadí. Convencido Frank toma un sorbo a ojos cerrados. Dejó de beber y se frotó la nariz con el pulgar. Lucía engripado además. Me entregó el termo.

—Gracias por el veneno.-Dijo con una sonrisa afable. Yo le devolví la sonrisa, incómodo.

—Disculpa por lo del pasillo…Si, sé que soy alguien arrogante, odioso y huraño, pero sé cuándo debo pedir disculpas.-Dije mirando a mis zapatos. Sentí los ojos de Frank clavados en mi cabeza.

—Todos tienen sus malos días.-Dijo restándole importancia.

—Mis malos días son todos los días.-Dije con una sonrisa de lado, de mera burla a mí mismo.

—Los míos igual.-Musitó de brazos cruzados y mentón pegados al escritorio, viendo a las hileras de pupitres frente a él. Yo miraba su perfil desde el piso.

—No pareciera…

—Me esfuerzo porque sea así.-Susurró entrecerrando los ojos, por algún motivo me estremecí. Los abrió al cabo de unos minutos y se giró para mirarme. — ¿Qué es lo que hace mierda tu vida? ¿Hay algo en específico?-Preguntó interesado, cuan psicólogo.

—Supongo que mi familia…la gente estúpida, mi madre…yo mismo. Yo mismo me destruyo.-Dije sin tener control de mis palabras. Sentí la repentina necesidad de contarle como andaba. El asintió lentamente y se volvió a recostar del escritorio. — ¿Y tú?

—Mi madre.-Dijo con firmeza. Como si ya hubiese perdido la esperanza de tragarse sus palabras algún día.

— ¿Ella que hace?-Pregunté intranquilo.

—Dejó a mi padre por un tipo con más dinero y privilegios. Dejándonos junto su matrimonio.-Dijo. —Mi padre estuvo meses destruido. Bebía, lloraba, llegó a golpearme por la maldita angustia que esa mujer le hizo cargar. Él era un buen hombre.

— ¿Murió?-Pregunté algo avergonzado de mi imprudencia.

—En parte sí. Ya no es el mismo de antes.-Murmuró mirando las hileras vacías de pupitres y el mesón de experimentos a un costado. —Se parte el culo trabajando más el dinero de despilfarra en sus borracheras, llega tarde, llorando, maldiciendo…Mi hermanita se obligó a ella misma a ser la ama de casa. Siempre la vez cargando baldes de agua más pesados que ella, limpiando los vómitos de mi padre, comprando víveres con el poco dinero que consigue. Mi deber en la casa es cargar con mi papá y bañarle y obligarle a dormir para que pase su ebriedad en calma. ¿Una niña de trece años merece ver cosas así?-Preguntó a sí mismo. Yo me mordí el labio con ansiedad.

—No sé qué decirte…

—Nadie me dice nada. No tienen por qué hacerlo.-Dijo en voz baja. —Me da miedo de que llegue a hacerle daño a Jamia, es un hombre a fin de cuentas, un hombre solo, más fuerte y con la ceguera del licor encima, ¿Ella podrá protegerse de eso? ¿Estaré yo ahí para evitarlo?-Preguntó esta vez a mí. Me horroricé. Me dio asco, repulsión y miedo.

—Mi padre también nos dejó.-Le conté en voz baja. —Mi madre estaba destrozada, por lo que mi abuela que vivía cerca decidió mudarse con nosotros para apoyarla. Ella tomó eso como un: Haz lo que te plazca, yo cuidaré de tus imbéciles hijos. Y así sucedió.-Conté con una sonrisa de pena, él la correspondió con una risita

—Es fácil escuchar el cuento, lo difícil es estar entre los personajes.-Dijo Frank. Yo asentí. El más bajo se puso de pie y acto seguido lo imité. Me sentía algo abrumado. Sentía que el tiempo pasaba rápido pero con una sensación pegajosa de adherencia, como si el tiempo, aquella palabra tan abstracta no fuese más que un líquido viscoso escurriéndose por mi nuca. Le ofrecí nuevamente otro sorbo de mi termo y lo probó. Me lo entregó y con una sonrisa que albergaba otra emoción que la felicidad fue nuestra despedida. Yo sólo giré sobre mis tobillos y miré la puerta cerrada. Escuché sus suaves pasos a lo lejos, mezclándose con murmullos malditos, con risotadas bobas, contaminándose con el exterior que tanto detestaba, pero.

Hasta para mi terquedad era tarde. No anticipé algún hecho, sólo sucedió, ahora es un recuerdo más vago todavía. Sólo me di cuenta de que desde ese momento me intrigué, me interesé en él. Quise saber más de su historia, formar parte de ella.

¿Eso es estar enamorado?

 

Notas finales:

Gracias por leer♥.


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