Para: la persona que deseo olvidar
¿Te cuento algo gracioso? Mi madre hoy me dijo:
-te toca limpiar tu pieza Nao!!
-Claro ma!- respondo con trémula voz, la típica que saco cada vez que me repiten tal frase.
Mientras hacía el aseo miré fijamente mi cuarto, como bien lo conoces es espacioso y en las paredes aún cuelgan las fotografías que como pequeñas niñas nos tomábamos haciendo mil y un poses raras, causando risas entre nosotras.
Aquellos tiempos… me encantaría volver a vivirlos, volver a sentir que sólo nosotras, junto con nuestros sueños y sin que nadie se interponga, lograríamos romper las barreras que durante tanto tiempo nos apresaban, saldríamos, y no, no me refiero a recorrer los fríos pasillos o pasear por el dichoso patio con una que otra maceta, las cuales contenían flores a medio morir, ni observar el grisáceo cielo que hasta con lástima parecía que nos miraba, no, me refiero, o refería en todo caso, al hecho de poder sentir que éramos libres, sin que anduviese detrás de nosotras la antipática de la señorita Elisa.
¿Recuerdas el día en que te atrapó con las barras de chocolate? Ese día sonreías como nunca, por fin habías, según tú, burlar al estúpido de seguridad, yo sólo te observaba y, aunque no lo demostraba, me encontraba igual o más feliz que tú, ya que no todos los días podía deleitarme con tan fulgurante sonrisa.
¿Cómo terminamos en ése lugar? Ni idea, según mi madre y el bobalicón de mi psicólogo lo necesitaba y en tu caso, simplemente me seguiste, con la excusa de, tanto tío como primo, te ahogaban. Al principio me aterraba la idea de estar sola, pero contigo todo era diferente y acepte con gusto dejar mi casa y querida Choco.
A mí me dieron cuatro meses a ti indefinido, en un comienzo no entendí, no pensaba dejarte en aquel lugar, rogaba a mi madre para que hiciese algo por ti, hasta que de un momento a otro, cansada, tal vez, de lo tanto que le repetía la misma frase, me soltó que tú te quedarías ahí el tiempo que hiciese falta con tal que olvides lo que aquellos desgraciados te hacían. Mientras la escuchaba mis ojos escocían en lágrimas ¿Por qué no me lo contaste? Tanto tiempo que pasábamos en mi casa, con la de veces que compartimos cama, debido a que se te hacía tarde para volver a tu casa ¿No encontraste ni un momento para contarme lo que pasaba? ¿Acaso no confiabas en mí? ¿ACASO NUESTRA AMISTAD NO SIGNIFICÓ NADA?
A pesar de que moría por gritarte tales palabras, aquella noche me colé hasta tu cama, estabas teniendo las pesadillas de siempre, se notaban por la forma desacompasada de respirar, en ese instante recuerdo haberte abrazado como nunca, con la esperanza de borrar de tu cuerpo cualquier marca que esos bastardos, a los que tu como si nada llamabas tío y primo, te habrían hecho. Al sentir mi abrazo te despertaste y, con lágrimas en los ojos, me lo devolviste, en aquel momento lloramos juntas, contando sólo con las presencia de la taciturna luna, quien de manera silenciosa colaba sus rayos por entre las largas persianas de la ventana.
Luego de la pequeña intimidad que compartimos en ese momento me sentí mucho más unida a ti, sin necesidad de contacto alguno, nuestras almas ya eran una, a partir de ese día se volvió algo típico dormir juntas sin que nadie, como bien decías, nos jodiese la vida.
Todo marchaba bien hasta que llegó el momento de mi partida, en todo el día no pude verte, a mí me tocaba despedirme de todos los médicos y demás personal, mientras que a ti te tocaba las charlas grupales, lo peor fue que ni siquiera te acercaste cuando ya me estaba yendo , a pesar de esperaste, nunca llegaste.
Salí y los mese pasaban con la misma velocidad con la que caían las flores en plena estación de otoño, a pesar del frío todas las tardes tomaba el bolígrafo para escribir la carta diaria que iba dirigida a ti, terminada siempre con un: tu amiga, la loca ansiosa por verte.
Me apena decir que las cartas dejaron de ser frecuentes al no recibir contestación alguna, nada, era como si la tierra te hubiese tragado. Por mi madre supe que los desgraciados que se atrevieron a corromper tu cuerpo habían sido llevados a prisión y que tú pasarías a vivir con una familia adoptiva.
La alegría en mí fue desbordante, por fin podrías salir y yo iba a poder ir a verte. Con una enorme sonrisa en el rostro fui a verte, pude verte, después de tantos meses, lucías más delgada que de costumbre y tu cabello estaba muy largo, siempre liso y del negro azabache que me encanta, me acerqué para abrazarte y decirte lo mucho que te extrañaba y que nunca más nos volveríamos a separar.
Grande fue mi sorpresa, cuando, al acercarme me alejaste, con una desgarradora mirada me dijiste que me olvidara de todo, que fue un error nuestra amistad, una señora, al parecer tu nueva madre, me dijo que por mi culpa tu no habías hablado sobre la situación con tus ex-tutores ante el juzgado desde mucho más antes. Después de esas palabras la familia se marchó en un flamante automóvil, mientras que yo me dediqué a caminar durante horas por desconocidas calles, hasta que la lluvia comenzó y tuve que regresar a casa.
Ya ha pasado un año desde tales sucesos, lo último que me enteré, es que vivías en Londres, y estudiabas en el conservatorio de música; por mi parte ingresé a la universidad en la carrera de letras, mi vida es tranquila, casi sin alteraciones.
Te escribo esta última carta, con la esperanza de poner en ella todos los sentimientos que no pude expresar y que tú al leerla no dejes de saber que siempre seré:
Tú amiga, la loca ansiosa por verte.