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Kisetsu por Aomame

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Notas del capitulo:

Fuyu no tsuki = luna de invierno

Kisetsu


Fuyu no tsuki

Tropezamos. Sus talones golpearon contra las patas de una pequeña mesita y lo que estaba encima se tambaleó peligrosamente. Ambos nos quedamos quietos hasta que todo regresó a su posición original con tranquilidad. Entonces, Ze chan echó a reír.

—Tómalo con calma, Kaname kun —me dijo al tiempo que acunaba mi rostro con sus dos manos.

—No puedo — dije acercando un poco más su cadera a la mía.

—Estás enfermo, deberías descan…

—No quiero. No estoy enfermo.

—¿Qué dices? —Esbozó una sonrisa amable pero tiró de mis mejillas—, tienes fiebre.

—Pero es fiebre de lujuria, Ze chan —él volvió a reír, salvó la distancia entre nuestros labios y me besó tiernamente. Amo los besos tiernos de Ze chan, consiguen derretirme por dentro.

Ze chan tomó mi mano y me llevó así a nuestra habitación. Cuando llegamos tiré de él atrayéndolo y abrazándolo por la espalda. Le besé debajo del lóbulo de la oreja y le sentí tener un escalofrío.

—Espera, Ze chan —murmuré en su oído y lo solté. Él me miró  confundido, mientras yo me acercaba a la cama y tiraba de las cobijas.

—¿Qué haces?

—No voy a hacerte el amor dónde ella durmió —dije, la última sábana cayó al piso ydeje el colchón desnudo. Ze chan rió levemente y sacó un par de sabanas del armario cercano.

—Sí que eres quisquilloso—tendió la primera sábana, y para mí era suficiente.

Le tomé de la muñeca y lo derribe en la cama. Trepé sobre su cuerpo y atrapé sus labios en un beso suave pero hambriento.

—Cuando se trata de ti, no puedo evitarlo—murmuré, él me sonrió. Sentí sus dedos entreverar mi cabello y aferrarse a mi nuca para levantar el rostro y volver a besarme.

Deshice mis labios en los suyos, y mezcle mi saliva con la suya, nuestras respiraciones  ascendieron como vapor al aire. Mis manos  le abrazaron, todo mi cuerpo lo hizo; y sentí sus dedos sujetándose a mi ropa. Sentí su deseo en la yema de sus dedos, en la punta de su lengua, quemándome, dejando sellos ardientes en mi corazón y alma. 

Me incorporé lo suficiente para levantarle la playera y sacársela por encima de la cabeza; ahora fueron mis dedos los que recorrieron con deseo su piel desnuda, su piel crema, llena de luz, suave y deliciosa. Besé su cuello, su pecho, y jugué con sus tetillas con mi lengua. Y él suspiró y gimió dulcemente, mientras sus piernas se enredaban en torno a mi cadera. 

—Ven, Ze chan—lo sostuve entre mis brazos y le deje sentado a horcajadas en mis piernas.

Así nuestros besos se volvieron más firmes y demandantes.  Pude ver sus pestañas y el color de sus ojos tan cerca que perdí en aliento. Pero no me dio tiempo de recuperarlo, deslizó mi playera por encima de mi cabeza, y sus dedos acariciaron mi  espalda dejando tras ellos nuevos sellos de fuego, sus labios sobre mi cuello, sus dientes tirando de mi piel.

Y yo cerrando los ojos me deje llevar, y deje que mis manos se deslizaran por su espalda, hasta su cadera y dentro de sus pantalones. Ze chan dio un respingo y me miró con esa sonrisa cómplice suya que tanto me gusta. Estoy seguro que no sólo sintió mis manos, si no también  mi erección pugnando debajo de su cadera. Se separó un poco de mí, y mis manos resbalaron de nuevo a su cadera. Sus dedos desabrocharon  mi cinturón, mi cremallera y me liberó de la opresión de la tela.

Los dedos de Ze chan son los agiles dedos de un pintor. Son delicados y firmes, suaves y fuertes al mismo tiempo. Sabe cómo desconectar mis pensamientos, cómo llevarme al límite y déjame oscilando en el borde  del orgasmo. Y eso fue lo que hizo, me negó el último paso y me lamió los labios con su lengua tibia. Y mi boca se abrió para recibir su beso. Suave, y sensualmente, caímos de nuevo sobre el colchón.

Fue cuando abandone sus labios, y tiré de toda su ropa. La alejé como alejé las sabanas. Estaban malditas  porque no me dejan ver y amar a Ze chan al natural, siendo sólo él, sin más. También aparte mi propia ropa, tan maldita como la de Ze chan. Recorrí su  cuerpo  con mi legua, devoré su piel con mis dientes y me deje llevar por la fiebre que se agolpaba en mi dermis. Probé y recorrí todo de él. Como la primera vez, con ese sentimiento de que el tiempo es efímero, pero que al mismo tiempo se detendrá sólo para nosotros, para volvernos eternos.

Sus piernas me recibieron en un abrazó caliente. Y al penetrarlo, un placer inmenso me recorrió de pies a cabeza. Yo rozó el paraíso cada vez que estoy con él, las yemas de mis dedos tocan ese lugar pero se niegan a aferrarse a él, porque morir significaría no volver a tener esa sensación.

—Kaname —su susurro inflamó mi corazón. Mis latidos se aceleraron tanto que estuve seguro de que él podía sentirlos.  Y comencé a moverme, lo embestí con toda esa pasión de la que era preso, y cada vez que  lo hacía, su garganta me dejaba saber lo que sentía. Ese día, Ze chan no guardó nada, no intento reprimir su voz, no intento detenerme. Me di cuenta que al igual que yo, él estaba inmerso en la bruma. Concentrado en dejarse llevar por la corriente, sabiendo que no había más destino que un buen puerto. Me dejo tomarlo, confió completamente en mí y sin darse cuenta, me entregó todo.

Cuando el orgasmo llegó, todo dio vueltas a mí alrededor. Nos corrimos y nos sumergimos en lo más profundo de la bruma. No nos importaba ahogarnos ni nunca más salir a la superficie.

+++

Cuando desperté, ya era de noche. La cortina de la habitación estaba abierta y la luna, desde ahí, parecía enorme. Toda la luz que reflejaba inundaba el cuarto con cierto aire de nostalgia. Yo tenía una manta tibia encima y sobre la frente un pañuelo húmedo. Extrañado por ello, me lo quite y me toque la frente.

—¿Aún tienes fiebre? —escuché  la voz de Ze chan a mi lado.

—No, ya… ¿tuve fiebre? —levanté el rostro y lo vi. Estaba sentado en una silla junto a la cama, tenía las piernas recogidas y sobre estás un blog de bocetos.

—Sí—me dijo y me sonrió detrás del blog. No pude ver su sonrisa pero la adiviné por la forma en la que sus ojos me miraron —Creo que estabas delirando, decías que querías hacerlo de nuevo. Pero estabas ardiendo.

—¿No me dejaste hacértelo de nuevo?

Él negó —pudo ser peor para ti.

—Me hubieras dejado, en estado febril soy mejor amante —Ze chan rió y negó suavemente con la cabeza—Como sea, gracias por cuidarme. Por cierto, ¿qué haces?

—Dibujo —contestó y levantó el lápiz para que lo viera —. Con todo lo que ha pasado, no había tenido ganas de hacerlo, hasta el día de hoy. Supongo que me siento más tranquilo para ello.

—¿Y qué dibujas? —Me apoyé en mi codo para levantarme un poco y poder verlo mejor.

—A ti.

—¿A mí? Pero yo no soy como para una pintura.

—Kaname —Ze chan bajó el blog y ahora sí, pude ver su sonrisa—, no sé si no te has dado cuenta, pero mi mayor inspiración, siempre has sido tú.

No pude decir nada, más que corresponder a esa sonrisa. Sus ojos me miraron una vez más antes de regresar a su boceto. No tuve que preguntar porque dibujaba en la oscuridad, era obvio que le bastaba la luz de la luna para ello. Y realmente, estaba inmerso en ello.

—Me siento como la chica del Titanic —dije a modo de broma. Ze chan rió y luego asintió.

—Sí, pon tu brazo detrás de tu cabeza.

—Me falta el collar ese —dije obedeciendo y quitándome la manta para mostrarle mi desnudez.

—Ja, ja, ja lo siento, Kaname, no tengo algo así. Pero no te hace falta. Tienes un par de joyas naturales que puedo dibujar.

—Ja, ja, ja, ja, ja no juegues conmigo, Ze chan —me estaba divirtiendo con eso —¿Así están bien? —me toqué la entre pierna —¿O las o acomodo de laguna manera?

Ze chan dejó el lápiz y echo a reír —eres un bobo.

—En serio, Ze chan, quiero ser un buen modelo, dime que hago.

—Aunque te lo dijera no sabrías hacerlo.

—¿Ah? —Fingí indignación —Entonces, ven tú aquí y arréglalo.

Él levantó las cejas y me miró fijamente por un breve momento. Y después, con calma, se levantó de la silla y dejó el blog sobre el asiento. Llevaba puesto sólo el pantalón de su pijama y la piel de su torso pareció brillar por culpa de la luz lunar. Trepó a la cama, pero antes de que hiciera cualquier otra cosa, lo atraje contra mí y le abrace con fuerza.

—Ze chan.

—¿mmh? —se sujetó a mi espalda y apoyó su cabeza en mi pecho.

—Nada —sólo quería quedarme así, envuelto por su calor, pegado a él.

 Sólo nosotros y el universo. Ya después, lo dejaría volver a su boceto. Después, cuando el sueño volviera a vencerme y la enfermedad decidiera atacarme con todas sus fuerzas. Entonces sí, lo soltaría lo suficiente para que dibujara, sólo eso, para que yo pudiera seguir atado a él.

—Kaname

—¿mmh? —murmuré acurrucándome y sintiendo la pesadez del sueño sobre mis parpados.

—Te amo.

+++

La mañana llegó dolorosa. La maldita cortina se quedó abierta y la luz del sol me dio de lleno en la cara. Me di la vuelta en la cama y me di cuenta que estaba sólo. Maldije internamente, yo quería despertar con Ze chan. Sabía, por el aroma y calor que permanecía a mi lado que no llevaba mucho tiempo que se había levantado. Tal vez, pensé, estaba haciendo el desayuno.

Me desperece. Noté cierto dolor en mi garganta, y la reminiscencia de la fiebre en mi frente. Pero nada más. Me senté en la cama y busque mi ropa. Ya no estaba. Gruñé. Ze chan seguramente ya la había puesto en la lavadora. Tenía tanto sueño que me dio flojera ir al armario y buscar alguna prenda. Me envolví en la sabana y me cerque a la puerta. Entonces, justo antes de abrirla, escuché la voz de Ze chan y otra voz que no me gustó nada.

—¿No estabas anoche? —decía la voz de mi hermana, parecía un poco alterada—No me abriste anoche, Zero, por más que toque el timbre y golpeé la puerta. Tuve que irme a un hotel. Debes darme una llave porque así...

—Eso no va a pasar, Yuuki.

—¿Qué dices? El tonto de mi hermano si tiene una ¿no?

—Él es mi amante, por supuesto que tiene una.

Hubo un breve silencio, y pude adivinar que mi hermana lo había fulminado con la mirada.

—Pero yo soy la madre de tu hijo. 

—¿Y?

—¿Cómo que “y”? No estoy para esto, Zero. Es más, más te vale que vayas terminando con el payaso de mi hermanito. Para broma, ya fue suficiente.

—No es una broma. Pero me intriga ¿y si no lo dejo, qué?

—Me llevaré a Kei, ¿qué te parece eso? —escuche que algo tintineaba, pero no adiviné que era —Por cierto, ¿dónde está?

—Con tus padres. Y hablando de eso, ellos me han dado su apoyo para mantener la custodia de Kei. Así que tu amenaza no me asusta.

De nuevo, un corto silencio. Escuché los pasos de Ze chan alejarse, y luego volver junto con algo que se arrastraba.

—¿Qué es eso? —la voz de Yuuki pareció alterarse.

—Es tu maleta ¿no la reconoces?  Es hora de que te vayas.

—¿Qué? Zero no estás hablando en serio ¿verdad? Sé que estás molesto conmigo porque me case con Noboru pero tú me quieres, yo sé que aún…

—No. Te confieso que sí, cuando te casaste estaba muy molesto. Pero ya no lo estoy. Eso dolió, un poco y por un breve instante. Y ya fue.  Yuuki, aunque te lo niegues, me he liberado de ti por completo—Ze chan, suspiró pesadamente —. La única razón por la que estoy siendo blando contigo, es por Kei. Porque me guste o no, eres su madre. Y él es un niño pequeño, hay muchas cosas que no entiende y otras, que afortunadamente las intuye. Pero él, no debe estar involucrado en los problemas de los adultos. Quiero que esté tranquilo, en lo posible. Pero eso no significa que voy a sacrificar lo que siento.

—¿Qué quieres decir?

—Que no voy a dejar a Kaname, sólo para que él tenga a papá y mamá juntos. No me parece. No quiero. Seríamos una familia infeliz, y es lo que menos quiero. No quiero equivocarme, Yuuki, y la mejor manera de no hacerlo es siguiendo mi corazón.

—¿Me estás diciendo que prefieres a ese niño idiota que a mí? ¡Si no hubiera sido por mí, jamás lo habrías conocido!

—Te agradezco eso. Ahora, vete —Ze chan volvió a mover la maleta y en mi imaginación la dejo frente a mi hermana —. Kaname está durmiendo en este momento, y no quiero que despierte y te vea.

—¿Por qué? ¿Temes que me grite como anoche?

—No, Yuuki ¿cuándo aprenderás que no todo tiene que ver contigo?...  No quiero que te vea porque le disgustas, y anoche tuvimos un buen momento juntos que no quiero que se arruine por tu presencia.

Mi hermana jadeó y entonces, la escuché gritar, lanzó algo que sonó a cristal cuando se estrelló en alguna parte. Y poco después, escuché como le daba una bofetada a Ze chan, me dieron ganas de salir y regresársela, pero preferí aguardar. Por último, escuche como arrastraba su maleta y cerraba la puerta del departamento con furia.

Ze chan maldijo. Y luego, le escuché venir, así que me aleje de la puerta y me trepé a la cama. Cuando él entró yo fingí desperezarme.

—Buenos días, Ze chan.

Él cerró la puerta y al girarse me sonrió. —Buenos días, Kaname. ¿Estás despertando?

—Ajá —dije y bostecé —. Creí que habías salido, escuche la puerta.

—Ah, no, eso… Yuuki se acaba de ir.

—¿Oh, en serio? —Estiré los brazos para pedirle que se acercara —Eso es genial, espero que ya no vuelva.

Ze chan se sentó a mi lado en el borde de la cama y asintió. —Yo también lo espero. Aunque aún tenemos pendiente lo de Kei…

—Nah, es lo de menos —apoyé la cabeza en sus piernas y desde ahí lo miré. Me sentía muy feliz, de alguna manera lo de esa mañana había sido como la cereza del pastel de la noche anterior—. Todo estará bien.

Él no me dijo nada, siguió esbozando esa sonrisa tan suya, mientras sus dedos peinaban mi cabello con suavidad. Su mejilla izquierda tenía una mancha roja,  dónde aquella loca le había abofeteado.

—Vamos a desayunar, Kaname —me dijo—tengo hambre.

Reí y asentí. Me incorporé —Déjamelo a mí —y lo besé justo dónde el rojo manchaba su piel. 

Notas finales:

Wola! Espero que les haya gustado. 

Nos acercamos al final!

continuará...

Hasta la próxima!


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