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Un nuevo comienzo por laoos

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Notas del fanfic:

Este shoot nació de un día muy triste...

¿Quién dice que el dolor se viste de negro? —se preguntó un joven de cabellos rubios y ojos color chocolate, mientras observaba el vasto terreno que conformaba el cementerio al que iba religiosamente cada fin de semana. Las flores cubrían ese lugar dándole un aspecto alegre que contrastaba con la tristeza que reinaba en el corazón de las personas que se encontraban de visita ahí.

Como siempre hacía desde que esa terrible enfermedad se llevara a Roby un año atrás, Bill dejaba el usual ramo de lirios blancos y rosados, flores que a su pareja le encantaban. Aún vestía de negro, aún lloraba por las noches, aún lo extrañaba a morir. Y aunque sabía que tarde o temprano se quedaría solo,  nada lo preparó para que todos sus planes se quedaran truncos de un día para otro, para que miles de palabras se quedaran atrapadas en su garganta, para que miles de caricias no dadas lo ahogaran por las noches. Lo había cuidado hasta su último momento y ahora sentía la misma soledad y abandono.

—Debes tratar de superarlo.

Estaba arrodillado frente a la tumba, descargando una vez más todo el dolor que tenía dentro, cuando esa voz lo sobresaltó. Volteó con rapidez y se encontró con un joven cuya mano derecha sostenía una escoba. Sus rastas negras estaban atadas en una cola baja y parecía no haberse rasurado en días.

—¿Quién eres? —dijo levantándose con rapidez.

—Solo el que limpia este lugar. En serio, debes superarlo.

—¿Cómo te atreves? —dijo alzando una ceja, tratando de disimular la rabia que sentía ante ese atrevido.

—Te vi por primera vez hace un año, un domingo. Lucías igual que hoy: de negro entero, con grandes gafas y las mismas lágrimas recorriendo tus mejillas.

Bill estaba tan asombrado por esas palabras que no se dio cuenta cuando el joven se acercó, solo fue consciente de su cercanía al sentir un suave roce en su mejilla.

—Eres un ser humano maravilloso. Alguien como tú solo debe reír y ser feliz. Ha pasado un año ya. Has llorado demasiado, has sufrido lo suficiente y estoy seguro que él no querría verte así, no querría que pasaras tus días hundido en el sufrimiento.

Lleno de ira, se alejó de ese contacto que, muy a su pesar, lo había remecido por completo.

—¿Quién te crees que eres para acercarte y decirme lo que debo hacer, lo que debo sentir?

—Solo alguien que quiere ayudarte, Bill.

—¿Cómo… cómo sabes mi nombre? —dijo extrañado.

—No es difícil saberlo para alguien como yo.

Bill lo miró detenidamente. No parecía un simple hombre de la limpieza. Había algo en él, algo que le impedía salir de ahí, algo que lo impulsaba a escucharlo.

—¿Quieres un café? Tengo la impresión de que lo necesitas.

—...

—No te preocupes. No voy a raptarte o algo parecido —rió con soltura y Bill se relajó.

—Debo irme. Es tarde ya…

—Regresarás a tu solitario penthouse, con tu enorme mastín napolitano, para seguir lamentándote por su muerte. ¿Sabes que así no lo dejas descansar?

Bill sintió un frío sudor recorrer su espalda. ¿Cómo diablos sabía lo de su casa, lo del perro? Aterrado, retrocedió hasta llegar a la puerta del mausoleo familiar.

—Te conozco más de lo que crees Bill y ya es hora de que empieces de nuevo.

En un movimiento tan rápido que el rubio apenas pudo pestañear, el extraño lo empujó contra la puerta. Aterrorizado trató de alejarlo, pero él era más fuerte y terminó rindiéndose.

—Mírame. No te haré daño.

El agarre en sus hombros perdió fuerza. Con temor levantó la mirada y se encontró con unos ojos color miel que le infundieron tranquilidad. Las manos del extraño abandonaron sus hombros y al posarse en su cabeza solo sintió alivio. De pronto, su mente se llenó de  imágenes extrañas, sus ojos se abrieron en toda su extensión y quiso gritar, pero nada salió de su boca. Un lugar parecido a un bosque, lleno de luz, donde solo se respiraba paz apareció en su mente. Muchas personas, o al menos eso parecían, deambulaban de un lado a otro. Todos vestían túnicas blancas y mantenían el rostro cubierto con una especie de capucha.

—Estás en lo que ustedes los humanos llaman limbo. Esas figuras que caminan son las almas de los que ya dejaron este mundo y que esperan aquí su lugar en el Paraíso.

Bill pudo observar que muchos de ellos se acercaban a una especie de fuente ovalada, muy grande, ubicada justo en medio del gran bosque.

—Esa es la fuente de la conexión. Todos los días se acercan ahí a recibir las energías de las oraciones.

Bill se agarraba con fuerza de los brazos del joven que se rehusaba a soltarlo. Sin embargo, a pesar de la situación tan extraña que vivía sentía una gran calma... y curiosidad.

—¿Oraciones? —pudo preguntar al fin, mas no escuchó su voz.

—Así es Bill, ese es el medio que usan las personas que dejaron en la Tierra para comunicarse con ellas. Las almas escuchan sus palabras y experimentan un estado muy parecido a lo que ustedes conocen como felicidad. Eso les ayuda a estar cada vez más cerca del Creador y encontrar la suprema sublimación.

Maravillado, el rubio observó como aquellas almas que eran recordadas a través de las oraciones adquirían un brillo especial. De pronto, detrás de las almas que se alejaban de la fuente, apareció una figura encorbada, que caminaba con dificultad tratando de acercarse y mirar. Un alma distraída la empujó en su afán por llegar y cayó  al suelo estrepitosamente. Cuando se levantó, la capucha que cubría su rostro se deslizó hacia abajo y Bill sintió que lo desgarraban por dentro: la sombra era Roby. Se removió en el agarre del joven y trató de soltarse, pero este bajó una mano a su cintura pegándolo a él  y le habló al oído con voz dulce.

—Tranquilo Bill, tranquilo. Abre tus ojos, tu mente y  tu corazón, y entiende el porqué de esta visión. Él está en ese estado por todo el tiempo que has sufrido. Tus lágrimas y tu desconsuelo lo han debilitado. Nunca se te ocurrió rezarle o hablarle. En todo este año solo te has centrado en tu propio dolor, en tu propia desgracia. Este es el resultado.

Bill veía con dolor como la sombra de su amor se arrastraba a duras penas para llegar a la fuente.

—Todos los días hace lo mismo y nunca encuentra tu energía. Las oraciones de su familia lo mantienen aquí, pero faltan las tuyas, las más importantes porque eres la persona que lo amó, necesita la energía de tu amor.

Bill tenía el rostro húmedo por las lágrimas, el pecho le dolía y le ardía la garganta de tanto gritar. Preocupado, el joven retiró la mano de su cabeza y Bill se desplomó en sus brazos inconsciente.

 

Sentía el cuerpo adolorido, cada músculo le hacía padecer cuando trataba de moverse, pero la luz de la ventana y una cálida lengua paseándose por su rostro terminaron de despertarlo. Como pudo se incorporó y se deshizo de las mantas lo más lento que le fue posible.

—Ya Nerón, ya te saco. Solo deja que me levante —dijo mientras trataba de recordar cómo había llegado hasta su cama. Tenía el pijama puesto y su ropa estaba doblada en donde siempre la dejaba, pero  él  no podía acordarse de nada.

—Qué dolor de espalda, de seguro me voy a resfriar —dijo tratando de estirarse.

—No te preocupes, ya pasará.

Esa voz de nuevo

Aterrado volteó hacia su walking closet y vio recargado en la puerta a un joven de rastas negras.

—¿Quién eres tú? —dijo retrocediendo unos pasos.

—Tom… el joven de la limpieza.

—¿Qué?

—Recuerdas ayer… el cementerio… la visión...

Bill entrecerró los ojos sin perderlo de vista. Poco a poco, las imágenes llegaron a su mente y preso de un terrible pánico retrocedió hasta caer sentado en su cama.

—Pero acaso... acaso no fue todo un sueño —dijo al borde del llanto.

—¿Crees que soy producto de un sueño? —dijo sin dejar de mirar sus húmedos ojos.

A paso lento, Tom se acercó y se sentó a su lado. Bill se estremeció al sentir sus brazos rozándose y no pudo evitar recorrer con la mirada  desde las manos, grandes y anchas, los brazos fuertes y bronceados, el pecho amplio y agitado hasta llegar a su rostro, el cual poseía facciones tan delicadas como las suyas, solo que la barba le daba el toque viril que a él le faltaba. Sus ojos brillaban y Bill sintió una extraña paz llenar su corazón.

—Entonces... todo lo que vi…

—Fue muy cierto. Roby sufre y necesita tu energía. Debes superarlo, Bill, rehacer tu vida y seguir adelante.

—No es tan fácil. No se pueden olvidar de un día para otro tantos años juntos, tantos buenos momentos... —dijo con la mirada fija en sus pies.

—No recuerdo haberte dicho que olvides. Aquí no se trata de olvidar, se trata de seguir adelante sin que ese recuerdo te haga daño. Es más, te pediría que nunca lo saques de tu corazón, tus oraciones mantendrán vivo su recuerdo y su alma podrá al fin descansar al sentir que ya no sufres más por él, que has aceptado la pérdida y que ahora continuarás con tu vida. Créeme —dijo apretando su hombro—, lo que menos quiere es sentir tu tristeza por más tiempo.

Bill lo miraba atentamente, pero al sentir su cálido apretón se alejó como si hubiera recibido una descarga eléctrica.

—¿Quién eres en verdad? —preguntó algo asustado.

—Los humanos me llaman ángel guardián —dijo mientras se ponía de pie—. Yo diría que soy más un restablecedor.

—¡Oh Dios!

—Sí. Dios me envió aquí. El alma de Roby no puede ascender porque tú lo retienes con tu tristeza. El Creador sufre al ver a esa  pobre alma debilitarse de esa manera.

Y mientras Tom hablaba su cuerpo fue envuelto por una potente luz. Asombrado y traspasado  por la maravillosa visión,  Bill cayó al suelo de rodillas con las manos juntas y el rostro húmedo.

—Tranquilo pequeño. Aún tienes tiempo de ayudar a Roby —dijo posando sus manos en la cabeza rubia—. Visita a tu madre y a tus hermanos. Regresa a los lazos familiares y pronto encontrarás el camino para retomar tu vida. Yo siempre estaré cerca.

Y tomándolo de los codos lo levantó. Bill ya no veía su rostro y desesperado quiso tocarlo. El ente de luz tomó su mano y depósito un cálido beso en el dorso. Se fue elevando mientras mantenía la suave presión de su boca hasta que la luz se hizo más fuerte y en un parpadeo desapareció.

Bill se quedó con la sensación del beso por unos eternos minutos hasta que un ladrido lo sacó de su contemplación. Abrió los ojos y Nerón lo miraba anhelante, mientras movía la cola alegremente. Enternecido y lloroso, Bill se acercó y acarició el suave pelaje de su adorado can.

—¿También te he hecho sufrir a ti, mi hermoso Nerón? —. El perro gimoteó sobando su hocico contra la mano de su amo—. De ahora en adelante las cosas cambiarán bebé.

Y mirando su habitación le habló a la nada...

—Gracias, mil gracias…

Sin demorarse más bajó las escaleras casi corriendo. Abrió la puerta del jardín para que Nerón saliera y llamó a su madre para anunciarle que iría a desayunar con ella y llevaría a Nerón. La señora casi lloró de felicidad en el teléfono y cuando Bill por fin pudo colgar, se dio una larga ducha. Al salir, cogió unos jeans y una polera blanca, y cuando acabó de vestirse peinó su largo cabello y comenzó a arreglar su maleta, pues tenía planeado quedarse con su madre por un tiempo, hasta estar seguro de devolverle la tranquilidad respecto a su situación. Luego de que su maleta estuvo lista, puso la correa a Nerón y salió del penthouse. Cuarenta minutos después llegaba a la casa de su madre, quien lo recibió con un abrazo.

—¡Cariño, cuando me llamaste  no lo podía creer! —dijo entre lágrimas.

—Madre querida, estoy aquí y pienso hacerte compañía por un tiempo, si es que quieres claro —dijo sonriendo el delgado rubio.

—No digas tonterías Bill, quédate el tiempo que quieras.

—Traje a Nerón —dijo mirando hacia su auto, donde el can ladraba impaciente por salir.

—Para él también habrá lugar.

Luego de pasar todo el día en compañía de su madre, Bill descansaba cómodamente en su habitación de toda la vida. Tapado hasta la barbilla, con Nerón a los pies de la cama, contemplaba el techo de su habitación y repasaba  en su mente los sucesos del día. No le había querido decir a su madre lo de Tom, solo le dijo que ese día había amanecido renovado y con ganas de empezar de nuevo. Incómodo daba vueltas en su cama,  quería poner en práctica lo que le dijo su ángel, pero no estaba seguro de cómo hacerlo. Luego de unos minutos de indecisión se arriesgó y comenzó:

—Nunca fui muy creyente y lo sabes, pero por ti trataré de hacer mi mejor esfuerzo. No es necesario que te diga que nuestro amor fue lo más hermoso que tuve en mi vida, pero lo haré las veces que sean necesarias para que allá donde estés sientas la fuerza de este amor. Te agradezco por todo lo que me diste y por todo lo que viví a tu lado. Por ello, continuaré en este camino, esperando siempre encontrarnos al final. Ruego al Ser Supremo, a ese Creador por el que aguardas, que te tenga cerca y te dé el descanso que necesitas. Por mi parte te hablaré todas las noches y pronto, ya verás, saldré adelante. Buenas noches Roby.

Se puso de costado y luego de dar un par de golpes a su almohada, apagó la luz y se tapó hasta la cabeza. Después de unos minutos removiéndose en la cama, se destapó y se sentó.

—Buenas noches Tom, donde quiera que estés —dijo algo avergonzado.

En lo alto de una colina, alejado de la ciudad, junto con otros restablecedores que se mantenían de pie y atentos a los humanos que cuidaban, Tom volteó y sonrió de lado.

—Buenas noches a ti también, Bill.


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