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Los días de escuela para un Winchester y un par de ángeles. por ValGzzRed

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Notas del fanfic:

Supernatural no me pertenece, es propiedad de Eric Kripke y demás productores, la idea no es especialmente mía pero la historia y todo lo que escribiré aquí sí es mía y sólo mía. Digan no al plagio. 

Notas del capitulo:

Disfrutenlo y si gustan leer o darme alguna idea que agregar no tengan miedo de decirme, estoy abierta a sugerencias n.n

-Oh, que dolor de cabeza, maldita sea –se quejó Dean, tallando con la muñeca su frente, no se había dado cuenta de cuándo se había puesto a sudar-. Voy a matar a ese hijo de puta con mis propias manos… -gruño aún recostado sobre lo que parecía ser la alfombra de algún lugar.

-Trata de hablar más bajo, Dean, haces que me palpite la cabeza… -le reprochó el castaño irguiéndose hasta estar sentado sobre el suelo, sintiendo distraídamente la tela de la alfombra bajo la palma de sus manos.

Le costó un par de segundos el enfocar sus ojos para poder ver en dónde se encontraban, suspiro, pensó que eso de los secuestros pararían después del cambio tan extremo que recibió Crowley cuando trataron de curarlo. No recordaba nada, las únicas imágenes en su cabeza eran las de esa misma tarde cuando su hermano y él había decidido salir juntos por algo de cenar a una cafetería que quedaba bastante cerca de su motel, después la visita de Castiel a medio camino, algunos gritos –del ángel, de su hermano, suyos y de alguien más que no recordaba- y luego, como si le hubieran cubierto los ojos, todo se volvía negro y no había nada más que recordar. Nada. Sam maldijo en voz baja, cerrando los ojos unos momentos para apaciguar el dolor en sus sienes por pasar tanto tiempo inconsciente y por los gritos de su hermano que parecía haber ignorado su petición anterior. Sam inspeccionó el lugar, sabiendo de sobra que su hermano se mantendría ocupado gritando y amenazando a viva voz al bicho que los había traído hasta allí en contra de su voluntad y, al parecer, usando la fuerza bruta ya que le dolía todo el cuerpo, en especial las piernas, sentía como si hubiera corrido un maratón entero. El lugar llamo su atención cuando fue capaz de enfocar sus ojos sin que todo le diera vueltas, parecía ser el despacho de algún director de escuela, normal y predecible de lo que se esperaba en esos lugares: algunos trofeos detrás del escritorio, varios diplomas colgados en la pared resguardados por marcos dorados y unas tantas fotos más de jóvenes sonrientes recibiendo conmemoraciones o medallas.

Sam se levanto como pudo del suelo, las piernas le estaban matando pero no podía seguir ahí sentado, desde ese ángulo no era capaz de ver las fotos bien. Miro el escritorio y noto la taza de café que aún estaba caliente y medio llena de ese liquido del mismo color que su nombre, sobre la superficie del escritorio había algunos papeles revueltos, unos cuadernos con quién sabe qué cosas escritas –la caligrafía era aún peor que la de Dean- y un par de marcos con dos fotografías. Sam dudo pero al final decidió tomar uno de ellos y cuando pudo observarlo con atención tuvo que hacer un esfuerzo para no dejarlo caer al suelo.

-Dean… Dean, tienes que ver esto. En serio tienes que ver esto. –La voz de Sam se escuchaba forzada, como si las palabras resultaran ser un esfuerzo sobrehumano para él, a Dean eso no le paso desapercibido así que se levanto del suelo como pudo, a él también le estaban matando las piernas y los brazos.

-¿Qué es? ¿Crowley con un vestido de bailarina bailando el Lago de los Cisnes? Necesito reírme un rato –comentó el rubio, agarrando el borde del escritorio para mantenerse de pie sin comenzar a temblar, ¿qué rayos le pasaba a sus piernas? No era capaz de sentirlas.

Sam le paso la fotografía aún sorprendido y Dean la tomó alzando una de sus cejas confundido.

Dean miro la fotografía un par de segundos sin entender nada hasta que algo en su cerebro hizo clic y reconoció a los hombres que estaban retratados en ella. Eran su padre y Bobby sonriendo a la cámara con las manos estrechadas firmemente, vestidos con trajes bastante raros y formales, Dean parpadeó sintiendo un nudo en la garganta al ver de nuevo a su padre sonreír, lo extrañaba horrores desde el incidente con la puerta del infierno y verlo ahí, tan fresco y vivo le traía recuerdos que prefería mantener guardados muy dentro de sí mismo. Observo la fotografía un buen rato hasta que algo logró llamarle la atención.

-¿Qué es eso? ¿El nombre de un manicomio o algo así? ¿Qué lugar se llama ''KU''? ¿Qué hacen Bobby y papá frente a un manicomio? –Preguntó de golpe el rubio, dejándose llevar por un momento. El hecho de sentirse perdido en cualquier lugar jamás le había gustado y esta vez no iba a ser la excepción.

-No es ningún manicomio, Dean, ''KU'' es la abreviatura de la Universidad de Kansas. Estamos en Kansas... pero, ¿qué hacen Bobby y papá frente a la universidad?... ¿notaste eso? Papá se ve muy viejo, como antes de desaparecer… es extraño porque desde lo de mamá, él no había estado en Kansas… -razonó el menor de los Winchester ganándose un asentimiento por parte de su hermano.

-¿Qué hay con esos trajes? Jamás había visto a Bobby llevando corbata… le va bastante bien, si se viera así más seguido tendría más acción todos los fines de semana. Algunas señoras adictas al bingo caerían rendidas a sus pies –dijo Dean sonriendo, esperando que, donde fuera que estuviera, aquel hombre que durante años le estuvo haciendo de padre con ellos dos lo hubiera escuchado.

-Dean… -lo reprendió su hermano, realmente no tenía ganas de bromear en un momento como ése. Joder, ¿dónde rayos estaban?-. No entiendo nada.

-Yo sí –declaró el rubio dejando una vez más el marco donde estaba para mirar a su hermano.

-Dame la versión sin groserías y estrípers –respondió Sam cruzándose de brazos.

-Que chistoso eres Sammy, ja-ja… no, escucha, ¿no te parece muy común esto? –Preguntó Dean inclinando su cabeza para agregar énfasis a lo que decía.

-No… para nada –confesó el más alto ladeando su cabeza.

-Dude, mira a tu alrededor… todo esto es otro juego de Gabriel, el dolor de cabeza, eso de no recordar nada, la jodida sensación que tengo de tener plumas en la boca –agregó, chasqueando la lengua con una mueca en el rostro-, la fotografía y todo ese rollo de la escuela. Es una broma como la de telelandia, o lo de tu martes trece… todo esto apesta a ángel, a ESE ángel.

-No… no creo que haya sido Gabriel –protestó en voz baja el menor, balanceando su peso de un pie al otro incomodo con la situación y consigo mismo.

-No, no, Sam, no vamos a ponernos en plan mi novio es inocente y sólo está jugando –gruño el más bajo perdiendo la paciencia.

-Gabriel no es mi novio –murmuro Sam como quién no quiere la cosa. ¿A quién engañaba? Hasta un ciego se daría cuenta de todo lo que pasaba cada vez que el menor de los Winchester y el ángel adicto a las golosinas estaban juntos. Ambos lograban crear esa atmosfera romántica que cualquier película adolescente envidiaría.

-Ya, y seguramente yo soy Madonna, ¿no? ¿Acaso me ves con pechos y medias de red o mi me has escuchado cantar 'Like a Virgin'? ¿No? Ve y dile tus mentiras a los sordos, a lo mejor ellos te creen –dijo Dean frunciendo el ceño, ¿en serio Sam creía que no se daba cuenta? Por Dios, él lo había criado, prácticamente, lo conocía como a la palma de su mano. Nada, nada, que tuviera que ver con Sam le pasaba desapercibido.

Sam mordió su labio avergonzado, no se supone que su hermano debería echarle en cara cosas así. No era su culpa que aún no estuviera listo para declararse de buenas a primeras a ese ángel. Tenía que ser especial y él no iba a arruinarlo por un impulso estúpido. Eso de actuar sin pensar era trabajo exclusivo de su hermano.

-¿Qué me dices tú? No veo que tú y Cas vayan a ningún lado, ¿aún te atragantas con tu propia saliva cuando quieres decirle algo lindo? –Contraataco Sam molesto.

-Eso fue bajo, incluso para ti, Sammy –reclamó Dean con la voz ronca y las cejas tan juntas que parecían una sola línea de ira mal disimulada.

-Tú comenzaste, Dean –respondió el menor volteándole el rostro a su hermano, igual a como solía hacerlo cuando su padre le decía que no podían quedarse más en la ciudad a la que llegaban tras la pista de un nuevo monstruo.

Los dos evitaron mirarse por unos minutos, conteniendo lo que sentían para no empezar a soltar palabras de las que después iban a arrepentirse, no era sano para los dos empezar a pelear cuando ambos estaban completamente perdidos. Sam suspiro y Dean lo imitó, no era ni el lugar ni el momento -ni dimensión- para ponerse a discutir como un par de críos. 

-¿Chicos? ¿Qué hacen aquí? –Preguntó Bobby entrando por la puerta del despacho con algunos folders bajo el brazo y un traje mucho mejor del que Dean había apreciado en aquella fotografía algunos minutos antes.

-¿Bobby? –Murmuraron los dos hermanos a la vez, sorprendidos de ver al hombre frente a ellos. Ése definitivamente era Bobby pero a la vez parecía alguien completamente distinto, tan lleno de vida y confiado de su entorno, nadie sería capaz de decir que ese hombre, ese mismo hombre, había tenido que hacer cosas horribles para proteger a personas que ni siquiera sabían lo que ocurría a su alrededor.

-Director Singer, chicos, así deben llamarme cuando estén en el colegio. Ya se los había dicho –corrigió el hombre, tomando rumbo hasta su escritorio para dejar los folders sobre él y después dejarse caer sobre la cómoda silla de piel que había detrás del mueble.

-¿Director? ¿Director de qué? –Preguntó Dean con ese tono de incredulidad que usaba con más frecuencia desde que Cas había llegado a su vida.

Cas. Claro, ¿cómo es qué se había olvidado de él? Se supone que él estuvo con ellos cuando toda esa locura comenzó, esperaba, realmente preocupado, que Gabriel no decidiera darle una paliza similar a la que le había dado la última vez que ambos ángeles se encontraron. 

-¿Dónde está Cas, Bobby? –El hombre le dedico una mirada severa y él entendió el mensaje enseguida-. Quiero decir: director Singer.

-Primero díganme porqué es que están aquí... ¿volviste a pelear fuera de clases, Dean? ¿O fue Sam está vez? Chicos, en serio, me estoy haciendo viejo para esto, no voy a estar ahí para siempre salvándoles el trasero –declaró Bobby agarrando su tasa de café para darle un largo sorbo, esperando las interminables excusas que cualquiera de los dos jóvenes dirían.

Ambos Winchester sintieron el sabor amargo en su boca al escuchar eso último, por supuesto que sabían que Bobby no estaría ahí para siempre, y vaya que lo extrañaban. Le hacía tanta falta. Sam carraspeó, llamando la atención de su hermano que en seguida se concentro en lo que el hombre mayor les decía. 

-¿Pelearme? ¿Por qué me pelearía, Bo-… director Singer? –Preguntó Sam completamente perdido.

-Por Gabriel, ¿quién más sino él? Ya le he advertido al señor Speight que si sigue con esas bromas los dos van a terminar expulsados del colegio. Ya no puedo intervenir más, Sam, dile a tu chico que si no se controla más voy a sacarlo a patadas de la institución yo mismo –habló Bobby con tanta naturalidad que por un segundo los dos hermanos realmente creyeron lo que escuchaban.

-¿Mi chico? –Cuestionó Sam colorado hasta la raíz de su cabello.

-Oh, lo siento, es verdad que aún no se lo pides formalmente. Pero, hijo, ya viene siendo hora de que lo hagas.

-Justamente eso pienso yo –agregó el rubio sonriendo con autosuficiencia, sabiendo que su hermano estaba pasándolo de lo peor. No era cosa de todos los días que el hombre que considerabas tu segundo padre viniera y te dijera que estabas perdiendo al chico de tus sueños. Claro, la vida de los Winchester era bastante rara, pero nunca tan rara.

-Hazle caso a tu hermano, a él le funcionó con Castiel, ¿cuánto llevan ya? ¿Un año? Como ha pasado el tiempo.

Ahora fue el turno del mayor de los Winchester para quedarse en blanco, ¿Cas y él? ¿Cas y él en una relación de un año? ¿Su Cas? Todo esto debía ser una broma, una muy cruel que le cobraría con su propia sangre a Gabriel cuando lo encontraran.

-Oh, cielos, mejor váyanse de una vez o no llegaran a su siguiente clase, los veo en casa –dijo Bobby, levantándose de su silla para arrastrar a ambos hermanos fuera de su oficina y poder tener un momento de paz, amaba a esos chicos pero la mayoría de las veces lograban hacer que sus nervios se destrozaran-, no lleguen muy tarde y pueden invitar a sus amigos a cenar. Hasta luego, idiotas, no hagan que los expulse… hoy, al menos.

La puerta del despacho se cerró frente a sus narices y el sonido chillante de una campana hizo acto de presencia no muy lejos de donde estaban ellos dos de pies. Las puertas del lugar empezaron a abrirse y más chicos de su edad o un poco menores empezaron a revolotear por todos lados, algunos saludaban a Dean, o a Sam y los demás se dedicaban a saludarlos a los dos con grandes sonrisas y promesas de que los verían en el almuerzo o entrenamiento de sepa-Dios-de-qué-estaban-hablando algo que había sonado como fútbol. Casi todas las personas en el pasillo se giraban para verlos y saludarlos o, al menos, sonreírles animados. Era extraño, aún cuando iban a la escuela antes, nunca habían sido especialmente populares, sólo Sam esa vez que venció al brabucón de su curso, pero aquéllo resulto ser peor que recibir algunas palizas. Sam aún se sentía culpable por haber orillado a un joven que no se lo merecía ha acabar como un espíritu más. Todo ese ambiente les traía recuerdos y éstos, desgraciadamente, no eran para nada buenos.  

-¿Qué rayos está pasando? –Preguntó Dean forzando su sonrisa para que nadie sospechara de lo aterrado que en realidad estaba, saludando a algunos chicos con una inclinación de cabeza.

Cuando ambos estuvieron solos en el pasillo pudieron respirar de nuevo. Todo eso de otras dimensiones y la infinidad de vidas que sus otros yoes vivían los ponían paranoicos. Al final Dean sólo podía confiar en Sam y Sam sólo podía confiar en Dean. 

-Esto es demasiado raro. Me está destrozando los nervios –dijo Sam, restregando sus enormes manos contra su cara, desesperado, las ganas de cargarse a cualquier cosa que se metiera en su camino lo estaban ahogando.

-Todo es culpa de ese puto ángel. Maldito hijo de perra, todo es su culpa, todo esto es una puta broma, ¡¿te diviertes, Gabriel?! Joder, voy a matarlo, voy a destrozarle el cuello con mis propias manos hasta que ya no pueda más… hijo de puta, bastardo en plumado…

-¡Hey!, ten cuidado con lo que dices Mono sin Pelo, puedo matarte con sólo un chasquido de mis dedos, así que ni siquiera me provoques.

Ambos hermanos se dieron vuelta para ver al hombre de cabello rubio y ojos dorados que el arcángel usaba como recipiente. Los tres se miraron fijamente, retándose sin necesidad de palabras. Los tres sabían el peso de la situación, conocían de sobra que la tensión entre ellos no era la mejor forma de querer resolver un problema. Por favor, cada vez que se topaban Dean no podía evitar el querer enterrarle una estaca en el pecho al rubio -aunque eso no sirviera de nada más que un desahogo- y Gabriel no podía resistirse a jugar con ambos Winchester, sus bromas para con Dean se volvían cada vez más extremas y peligrosas. Más incluso que cuando lo asesino cada martes. 

-¿Gabriel? –Murmuro Sam, conteniendo la sonrisa de alivio que amenazaba con poseer sus labios al ver al arcángel sano y salvo. Gabriel no lo miro, permaneció con la mirada fija sobre la de Dean, cosa que no paso desapercibida para Sam que sintió como pateaban su corazón desde adentro. 

-¡Devuélvenos a nuestra dimensión de una buena vez, ángel de pacotilla! –Le exigió Dean rabioso y con el rostro encendido de puro enojo, hasta sus pecas sobre la nariz relucieron más, su hermano reaccionó y tuvo que sostenerlo para que no se le lanzará encima y destruyera la única posibilidad de volver a casa. 

-No puedo… -susurro Gabriel con el ceño fruncido y encogido de hombros, así hasta parecía un hombrecillo normal y no un arcángel que podía crear mundos con sus propias manos. 

-Gabriel, por favor, estamos cansados de jugar con ustedes los ángeles… por favor, Gabriel –le pidió Sam, forzando su voz, de verdad que estaba hastiado de todos esos jueguitos angelicales.

Gabriel lo miro fijamente, una mueca angustiada en su rostro se hizo presente y Sam temió lo peor, conociendo las expresiones que el otro usaba. El arcángel desvió la mirada después de unos segundos, avergonzado de sentirse un inútil, de sentirse como un sucio humano más. 

-No entienden, de verdad no puedo… mis… mi gracia está bloqueada en éste lugar… no puedo usar mis poderes ni aunque yo quisiera hacerlo y de verdad, de verdad quiero hacerlo –respondió Gabriel, bajando la mirada al suelo, avergonzado de ser un inútil. Deseaba tanto ayudar a Sam pero no podía.

-¿Qué? ¿Tú no haciendo esto? -Preguntó Dean, soltándose del agarre de su hermano, calmando de un momento su instinto asesino para concentrarse en lo que el más bajo decía.

-No… pero quién fuera que lo hubiera hecho debió pensar en todo, me desperté en medio de una clase de historia o algo así. No tengo ni idea de quién ha sido, chicos -respondió Gabriel cruzándose de brazos. Ese lugar no le gustaba para nada, quería irse de ahí de una vez. Odiaba la sensación de sentirse indefenso sin su gracia. Ya ni siquiera sentía sus alas detrás de la espalda. La sensación de vacío lo estaba volviendo loco. 

-¿Y Cas? –Preguntó Sam, las emociones que se arremolinaban dentro de su cabeza empezaban a marearlo. El dolor que había sentido antes en el despacho de Bobby volvió, pero está vez mucho más fuerte que antes, más vivo y más doloroso que antes. 

Ambos Winchester se miraron a los ojos preocupados por su amigo, sabían de sobra que los ángeles en el cielo y la tierra estaban en busca de la cabeza de Castiel, y si alguno de ellos tuviera algo que ver con esto, le pobre ángel estaría en grave peligro. Gabriel parpadeó sorprendido, no esperaba que su hermano también estuviera ahí, seguramente estaría en las mismas que él y, aunque Castiel había aprendido bien como cuidarse solo gracias a los cazadores frente a él, la angustia de pensar que pudiera estar herido o algo parecido le cerraba la garganta horriblemente. Lo que menos quería es que su hermano estuviera herido y perdido en un lugar extraño como ese. 

-¿Dean…?

Los tres hombres reaccionaron ante esa voz, sintiendo como el pecho se les contraía temiendo lo peor de la situación. 


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