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Infinitos por aleii

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Notas del capitulo:

Buenooo esto simplemente tenía

que escribirlo... fuera leído o no, tenía

que sacarlo de mi ronco pecho haha

de verdad... y bueno, si alguien lo lee

y comprende el porque... ¡perfecto!

 

Un saludo!

Un cigarrillo en una mano, una cerveza fría en la otra y un inmenso e infinito cielo al frente. Eso era la vida… eso era vivir.

 

Aun lado mío, se encontraba Isabel, con su enorme sonrisa de labios rojo intenso, y largo cabello castaño rizado, alborotado al ritmo del viento.

 

Y a un lado de ella, Daniel. Con su vista dirigida hacia la nada, sumido completamente en sus pensamientos, mientras una pequeña sonrisa comenzaba a asomar en su rostro.

 

Y yo… Alejandro. Un simple chico, que sentía no podía pedir más… y menos en una tarde como esta, acompañado de sus dos mejores amigos, sentados en la azotea de una casa, pasando el rato, únicamente disfrutando. Sin necesidad de nada más.

 

-¿Qué piensas?-preguntó Isabel, girando su rostro hacia el mío

 

-En cómo comenzó todo eso-afirmé

 

-¿Hablas de nosotros?-dijo

 

-Nosotros tenemos una gran historia-comentó Daniel, saliendo de su ensimismamiento, prestando atención a la charla

 

-¡Una espectacular historia!-exclamó alegre Isabel

 

-¿Y exactamente en qué pensabas?-preguntó Daniel, observándome con curiosidad, y como solía ocurrirme al principio de todo, no pude evitar pensar en su increíble parecido con Patrick, aquel chico de la película “The Perk of Being a Wallflower” o en su caso, el actor Ezra Miller.

 

Le mostré la mejor de mis sonrisas

 

-Pensaba en que llevamos seis años de nuestra vida siendo amigos

 

-¿Y te asustó el saber que tienes unos amigos tan locos?-preguntó Isabel, soltando una risita

 

-No, simplemente sentí que no podía ser más feliz-afirmé, ensanchando aún más mi sonrisa, volviéndola enorme

 

Al instante Daniel e Isabel se pusieron de pie instintivamente, y me rodearon con sus brazos, en un enorme abrazo grupal. Así era un momento perfecto. Este era un momento perfecto.

Pero era cierto, nosotros teníamos una historia. Una larga historia. Solo de recordar como éramos al principio, me hacía sentir ganas de echarme a reír. Éramos completamente diferentes, y también éramos unos completos extraños entre nosotros.

 

Se podría decir que todo comenzó en la secundaria. A principios de noviembre.

 

Como todos los otros años, los alumnos de cada salón tenían que montar una pequeña ofrenda en el auditorio, a cargo de su profesor de historia. Y la verdadera esencia de este evento, era la increíble oportunidad de saltarte clases, perder el tiempo, conocer a los chicos mayores, e incluso, en algunas ocasiones, escapar de la escuela hacia algún lugar mejor.

 

Y como siempre suele suceder, todo mundo quería participar en este histórico suceso… incluyéndome.

 

En ese entonces yo era un chico sumamente tímido y callado, que lo único que quería, era llevarse bien con todos. Sin desentonar, sin llamar mucho la atención, yo simplemente quería encajar.

 

Y lo cierto es que lo logre. Me llevaba bien con todos. Aunque debía aceptar que no soportaba ni a la mitad de las personas con las cuales pasaba los días. Me parecían demasiado superficiales y petulantes, pasándose cada hora de su vida hablando mal de uno y de otro, pero yo tenía que cumplir con mi papel. Así que reía con sus comentarios y cuando era necesario, comentaba alguna cosa.

Pero sabía que ellos realmente no eran mis amigos.

 

Por otro lado estaba Daniel, un chico “arrebatadoramente guapo”, como solían decir las chicas de mi clase, pero sumamente “mujeriego”, que al parecer no parecía interesarse en nadie verdaderamente. Nunca parecía tener real interés por alguien o algo, pese a que era algo así como popular, y siempre estaba rodeado de un grupo de amigos.  Él siempre parecía estar en su propio mundo, al cual nadie tenía acceso.

 

Por ese entonces, estaba saliendo justamente con Isabel. En aquella época ella era… tremendamente “fácil”. Todos la conocían como la chica que aceptaba hacer cualquier cosa, mientras que le invitaras un buen vaso de vodka o tequila. Y aunque ella intentaba aparentar que le gustaba ese papel, la realidad es que si la observabas con atención podías notar su mirada triste y cansada.

 

Siempre sentí ganas de acercarme a ella y platicar, pero era bastante hermética.

 

Eso éramos nosotros.

 

Uno de esos días, en los cuales me encontraba encendiendo unas velas para la ofrenda michoacana que se suponía estaría montando mi grupo, pero que en realidad se habían escapado hacia el último piso para fumar unos cigarrillos, así que yo me estaba ocupando de hacerlo, fue que nuestra amistad comenzó.

 

-Hey tú, ¿Por qué hay colillas en mi ofrenda?-preguntó Daniel, apareciendo a mis espaldas, mostrándome una clara mueca de descontento

 

-Bueno, no sé, pero yo no la tire-dije, mirándolo fijamente

 

-Vi a uno de los de tu clase arrojándolas-afirmó, frunciendo el ceño-recógelas

 

Debo decir que en ese momento Daniel me pareció el tipo más desagradable del mundo entero. Y la verdad es que yo comenzaba a cansarme de todo el teatro que había montado. En cualquier otro momento, le habría pedido disculpas y luego le hubiera hecho caso, pero ahora… bueno… era una historia completamente diferente

 

-Ya he dicho que no fui yo-replique, cruzándome de brazos

 

-Me da igual ¿sabes?, recógelas y punto, no me importa quién lo haya hecho-insistió, dando un paso en mi dirección. Hasta entonces no había notado que aquel chico alto y delgado que se encontraba frente a mí, estaba realmente enojado, podía notarlo por la forma en que apretaba sus manos volviéndolos unos pequeños puños, mientras resoplaba con fuerza por la nariz. Además me miraba de una forma tan intensa, tan furiosa, que supe que si no hacia lo que quería, lo más probable es que me terminara golpeando. Aun cuando yo no era el verdadero motivo de su enojo.

 

-No quiero-dije, sin alejar la mirada

 

Este era uno de los pocos momentos en los cuales era valiente y no me echaría para atrás.

 

-¿Seguro?-preguntó, dando otro paso. Y entonces, sin más, me soltó un golpe que me lanzó directo contra el suelo. Sin poder creérmelo, sentí como la sangre me hervía, e incorporándome, lo tome de su camisa con fuerza, dejando nuestros rostros a solo unos centímetros.

 

-Mira, no sé en qué andes metido, pero no es mi problema el que estés enojado ¿ok?, así que no me vengas a fastidiar-mascullé y luego lo solté, dejándolo con una mirada de asombro en su rostro

 

Al parecer, hubiera sido mil veces mejor que lo golpeara, ya que luego de eso se lanzó sobre mí, tirándome al suelo, y comenzó a golpearme una y otra vez, mientras repetía “tú qué sabes sobre mí”, sin detenerse.

 

Entonces fue cuando entro en escena Isabel. Quiero imaginarme que se quedó unos segundos mirándonos impactada, observando como las personas a nuestro alrededor no hacían nada para detenernos, y fue cuando decidió intervenir, pese al miedo que sentía. Ya que después de todo, Daniel era su novio.

 

-¡Ustedes! ¡Paren!-grito, llegando hasta nosotros, jalando de su novio hacia atrás, y gracias a ella, pude liberarme, pero en vez de dejar las cosas, aproveche ese momento de distracción, y fue mi turno de golpear.

 

No sé cuántas veces chocaron mis nudillos contras sus pómulos, su quijada o su nariz, la verdad perdí la cuenta; lo único que puedo recordar con total claridad, fue el momento en que Daniel tomo una de las velas que acababa de prender, lanzándola en mi dirección.

 

Por suerte tengo buenos reflejos, así que me agache justo a tiempo, evitando ser noqueado por esta, pero mi ofrenda no tuvo tanta suerte.

 

Al girarme  pude ver como el papel china y las flores comenzaban a arder… un segundo después todo se estaba incendiando y no se escuchaban más que gritos a mí alrededor. Los únicos que manteníamos la calma éramos nosotros tres, observando todo a nuestro alrededor como si no formáramos parte de ese momento, como si todo lo viéramos a través de una pantalla o un cristal.

 

Cuando por fin pude reaccionar, me encontraba sentado frente al director, que no dejaba de gritar que si estábamos locos, y que nunca había sucedido algo así, y que por nuestra culpa tendría que cancelar el evento.

 

A mi lado se encontraban Isabel y Daniel.

 

Luego de eso, nos tuvimos que quedar en detención por dos semanas. Además del hecho de que todos nos odiaban por haber arruinado la fiesta y la diversión.

 

Lo cierto es que no me importaba en absoluto. En realidad me sentía liberado… ya no tenía que fingir que me interesaban aquellas conversaciones sobre quien era la chica más sexy o sobre qué tan patético era Julio.

 

Lo malo, es que tenía que ver a diario a aquellos chicos que me habían causado tantos problemas. Aunque también les agradecía que me hubieran salvado de todas esas mentiras.

 

Al menos cuando estaba con ellos no tenía que actuar, ya que no nos dirigíamos la palabra en lo absoluto, aun cuando hace solo unos días esos dos eran novios… y no entendía que había causado que se separaran ¿mi pelea? ¿el incendio?

 

Fue hasta cierto día que comencé a comprender las cosas.

 

Llegué como siempre al salón de castigo, cargando uno de mis libros favoritos, dispuesto a leer, cuando escuche como alguien jalaba la silla que se encontraba frente a mí.

 

Era Daniel. Y me estaba observando fijamente.

 

-Siento haberme portado como un idiota-dijo-me fastidio que supieras… que comprendieras como me sentía-añadió y entonces se puso de pie, alejándose hacia su lugar de siempre.

 

Pasaron algunos días para que comenzaran los rumores.

 

Aquel chico tan increíblemente guapo, y mujeriego, que parecía pasar de todos… era gay.

 

Al parecer unas chicas de primer segundo año lo habían visto en una fiesta besándose con otro hombre.

 

Creo que no hace falta decir que luego de eso nadie le volvió a hablar.

 

Y fue cuando comprendí el motivo de su coraje aquel día.

 

La gente comenzó a decirle de cosas por los pasillos, a veces entre susurros y otras a gritos, dejando que escuchara claramente cuanto asco les daba haber convivido con un “marica de closet”.

 

Siempre que escuchaba aquellos comentarios no podía más que sentirme furioso y con unas intensas ganas de golpear a todos. Pero me reprimía… no sabía que tan bueno o malo sería para él que me metiera nuevamente en su vida, además de que por fin nos habían retirado el castigo.

 

Aunque no me duro mucho el gusto.

 

Apenas una semana y media después de haber recuperado mis tardes… comenzó una terrible pelea en la cafetería.

 

Al parecer esta vez Daniel no había hecho caso omiso de los comentarios de unos tipos de último año, y  los golpeo. Estos a su vez le contestaron de la misma manera, entrando en aquella pelea injusta de cuatro contra uno.

 

Yo me acerque con curiosidad al principio, preguntándome si debía intervenir o no… cuando apareció Isabel, lanzándose sobre los hombros de uno de los chicos, intentando ayudar. La verdad es que me sorprendió muchísimo verla salir en su ayuda… fue… wow… increíble.

 

Pero rápidamente aquel tipo la tira de sus hombros y ella cayó contra el suelo, golpeándose.

 

Ahí fue cuando tome mi decisión.

 

En un instante me vi envuelto en aquella pelea… y un segundo después, me encontraba soltando golpes a diestra y siniestra.

 

Al terminar, tome a Daniel del brazo y salimos de ahí. Isabel venía junto con nosotros.

 

No hace falta contar que volví a estar castigado por las tardes. Solo que en esta ocasión era diferente, ya que contaba con nuevos amigos. Verdaderos amigos.

 

Daniel nunca me contó directamente que era gay hasta años después. En esos tres años de secundaria simplemente lo acepte como mi amigo y ya. No hacía preguntas, ni comentaba nada a menos de que la situación lo requiriera. Y eso basto.

Ya que tiempo después me confeso que el solo hecho de que lo aceptara sin juzgarlo lo había ayudado mucho.

 

Y esta Isabel… bueno, ¿Qué puedo decir?, ella se enteró desde mucho antes pero había aceptado ayudar a Daniel a fingir frente a los demás, aun cuando a ella realmente le gustaba él.

 

Al parecer aquel día del incendio ellos dos habían tenido una discusión, y por eso él estaba tan enojado. Y luego, ella se enojó con él por ser tan idiota conmigo.

 

Después, solo queda decir que nos volvimos los mejores amigos. Con ellos podía ser yo mismo, sin sentirme cohibido o expuesto o juzgado, y ellos sentían lo mismo.  Jamás volvimos a separarnos.

 

-Aún sigo sin creer que te hayas lanzado sobre ese chico-murmuré, mirando a Isabel-era tan corpulento y grande, realmente fuiste muy valiente

 

-El valiente fuiste tú Ale-dijo Daniel, observándome fijamente-tú me salvaste aquel día

 

-Gracias a ti ahora podemos estar juntos-comentó Isabel

 

Lo único que yo sabía con total seguridad era que no quería olvidar estos momentos, cada instante que había pasado a su lado, junto a estos dos chicos… y aun cuando que todo esto se volviera solo una historia más que contar, ahora estaban aquí, a mi lado, y no pensaba desaprovechar ninguno de estos segundos que me estaba otorgando la vida.


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