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Bajo tus alas... ¿o garras? por sombra_larga

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Notas del capitulo:

Hola…Bueno antes que nada se que no tengo perdón, pero bueno aquí estamos, mejor tarde que nunca.

Decidí hacer por yo como lectora, tengo miles de historia que he visto morir, así que yo me rehusó a ser uno de esos escritores, e invito igualmente a cualquiera que tenga una historia pendiente a terminarla.

Sin mas que disfruten, porque vamos por la recta final.

El silencio que le siguió a esa declaración fue tan sepulcral, solo el fuerte viento de la montaña colándose entre las ramas de los árboles era capaz de perturbar la palpable tensión entre todos los hombres, nadie parecía reaccionar ante tal declaración.

Fueron solo los rápidos pasos que resonaron por todo el campamento los que lograron romper el perpetuo silencio, la capucha fue bajada, liberando la blanca cabellera.

-Maureen- susurro Cador estupefacto, hace años que no veía al demonio, no desde el accidente con la reina hada. Maureen era un conocido y poderoso demonio en el bajo mundo, capaz de abrir cualquier portal a cualquier dimensión y tiempo, un viejo conocido de la familia, en el pasado él había ayudado a su tatarabuelo a escapar del ataque de los humanos, cuando la manada era formada a penas por unos cuantos dragones- ¿Qué haces aquí…?-

El demonio lo dejo con la palabra en la boca cuando paso de largo, atravesando con facilidad a los guardias que respaldaban a Cador. Cristopher temiéndose lo peor se puso en defensa, alertando a sus hombres.

- ¡¿Qué significa esto?!- grito el rey humano- ¿acaso trabajas para los dragones encapuchado…? – Maureen lo encaro callando a Cristopher con la fría y firme mirada azul.

-no, no estoy con los dragones señor Cristopher- el demonio se giró hacia Cador- muévete si quieres salvar a tu prometido, está muriendo- ambos reyes quedaron helados, la cruda seguridad en la voz de Maureen no dejaba espacio para las dudas- ¡muévete! ¡vamos Cristopher! –

Cador sentía como su mente ensordecía todo a su alrededor, apenas sintió el cambio en su cuerpo y mucho menos cuando tanto Maureen y Cristopher se subieron en su lomo. Las imágenes de André, muriendo solo en la nieve, todo por su culpa y ahora Alexander. Un frío sentimiento comenzó a rodear su cuerpo, la respiración comenzó a fallarle, el agrio sabor del llanto subiéndole por la garganta.

- ¡Cador contrólate! - el grito de Maureen lo despertó, el vuelo del dragón se había tornado violento, dando tumbos en el aire, Cristopher se había puesto aún más pálido- la ayuda ya debe estar ahí-

Cador intento controlar su respiración, concentrándose en ir lo más rápido pero controlado posible, no debía olvidar que tenía pasajeros, más específicamente al padre de su prometido. Fijo sus ojos en el castillo que cada vez se divisaba mas cerca.

***

Los guardias no habían tenido tiempo de reaccionar ante semejante escena cuando dos pequeños pájaros pasaron volando a gran velocidad, en un parpadeo las aves toman forma de dos pequeños niños pelinarajas que sin nada de delicadeza apartan a Mikel concentrando su atención en el rubio que se torna cada vez más pálido.

El veneno actúa de forma rápida, extendiéndose desde las extremidades, acercándose cada vez más, peligrosamente al corazón y a la vida que se desarrollaba.

Los niños no dejaron pasar un segundo más e hicieron cortes profundos en las delgadas muñecas del doncel, vertiendo enseguida sobre las heridas el brillante contenido de dos pequeñas botellas de cristal.

El dolor cedió en el pequeño cuerpo, a pesar del ardor en las muñecas, el rubio exhalo audiblemente, el entumecimiento desaparecía cada vez más, dándole fuerza para abrir suavemente los parpados, por mas que lo intentaba no podía enfocar la vista, no sabia que era lo que pasaba, a pesar de que ya no sentía dolor, la debilidad no se iba de su cuerpo.

Por otro lado, los niños luchaban por controlar la hemorragia del rubio, la única manera de aplicar del antídoto era directamente en el torrente sanguíneo y dadas las circunstancias no había tiempo que perder buscando un método menos violento, que las horribles heridas en las muñecas que ahora sangraban cada vez menos gracias a la presión ejercida por las pequeñas manitas.

La palidez en el rostro de Mikel aumentaba mientras que el color volvía al rostro del rubio, para ese momento los guardias reaccionaron, apresurándose a arrodillarse junto con los desconocidos, ambos guardias rompieron un trazo de sus prendas para hacer un fuerte torniquete en cada delgada muñeca. Los pasos apresurados de varias personas se escuchaban en el pasillo, todos los guardias y sirvientes alertados de haber oído semejante grito de la madre alfa.

Cada vez mas gente se acumulaba en la estrecha puerta, atónitos ante semejante escena.

-llamen a los sanadores- dijo uno de los guardias-¡rápido!- termino por gritar al ver la inmovilidad de todos, al instante todos se pusieron en acción, alguien puso un suave cojín bajo la cabeza rubia, mientras que otros despejaban el área haciendo a un lado la mesa y sillas, otra sirvienta recogía los restos de la taza rota.

Para ese momento todos sabían quien era el rubio y que llevaba a la cría del señor Cador, nadie quería enfrentar el enojo del alfa de la manada si encontraba al rubio muerto a su regreso.

Los sanadores no tuvieron tiempo de llegar cuando la enorme figura de Cador empujo a cualquiera que le bloqueara el paso, el alma se le fue del cuerpo cuando vio a su pequeña pareja tendido en el suelo, lleno de sudor y con toda esa sangre rodeándolo. A lo lejos oyó el alarido del rey Cristopher.

Mikel desapareció como una sombra silenciosa, solo los burlones ojos de Maureen lograron captar la cobarde figura que huía despavorida.

Fue con los primeros rayos del alba que Maureen salió al fin por la puerta, ya sin la capucha y solo con un sencillo vestido olivo salpicado por varias manchas de sangre, el cansancio reflejado en la cara.

El primero en acercarse fue Cristopher, que no había dicho ni una sola palabra desde el día de ayer, limitándose a esperar sentado en el suelo con las manos juntas y la frente gacha, el orgullo de rey dejado a un lado. Había rechazado la comida y habitaciones ofrecidas por los sirvientes.

Cador había caído en el mismo mutismo, mirando fijamente a través de la ventana que se situaba junto a los cuartos de sanación. Maureen se había encerrado junto con dos niños, pidiendo que si querían que Alexander viviera no se le fuera interrumpido. Ambos hombres aceptaron sumisamente.

-¿Cómo está mi hijo?- el humano miro anhelante a Maureen, este le dio una suave sonrisa.

-ahora esta a salvo, solo algo débil- miro a Cador que se había mantenido alejado, aun cerca de la ventana- el bebé esta en perfectas condiciones, solo necesita reposo absoluto durante algún tiempo-

Cador abrió los ojos, con la molestia ascendiendo por el rostro.

- ¿bebé? ¿Qué bebé? – Maureen le dio una burlona sonrisa al dragón mientras se desataba el chongo que sostenían los blancos cabellos, pasando de largo, dejando a los dos reyes atrás, imaginando que tendrían asuntos de que hablar.

-si me disculpan mis reyes, tengo que ir a descansar- dijo en alto el demonio- dejen de esconderse pequeños y vengan conmigo- ambos hombres vieron consternados dos pequeñas ratas pelirrojas que pasaron apresuradas entre ellos- más tarde hablaremos- el tono del demonio no dejaba espacio para reclamos.

Sin poder esperar mas ambos hombres se abalanzaron a la puerta.

El rubio en la cama perdió el poco color que había recuperado cuando la persona que menos esperaba ingreso por la puerta. Su padre le devolvió la mirada, desechando cualquier orgullo el rey se lanzo a los brazos de su hijo soltándose a llorar en el pecho de su pequeño.

 

 

Por un momento creyó que lo había perdido, creyó que ya nunca volvería a poder escuchar salir un papá de su boca, ni recibir un puchero por sus regaños, ni ver esos preciosos ojos violetas que le recordaban tanto a André, su precioso esposo, al cual nunca pudo salvar.

Cristopher levanto la cara del pecho de su hijo, Alex oscilaba de la cara llorosa de su a padre a la de Cador que parecía esculpida en piedra.

- ¿papá? ¿Qué haces aquí? – mi hijo me mira aturdido, aun blanco, sus suaves manos acunan mi rostro, gruesas vendas rodean las delgadas muñecas, el pelo rubio enredado y el fino vestido azul sin mangas, le hacían parecer años más joven- yo…no quise escapar papá, te lo juro…el…-las lágrimas empezaron a brotar.

-lo se querido, se lo que ese malnacido de Julio te hizo- solo hasta ese momento padre e hijo parecieron recordar que había alguien más en la habitación, el gruñido mas parecido al de un animal atrajo la mirada de ambos.

-Cador…-llamo Alexander tímidamente. Y esa pequeña palabra fue lo que termino de traer al rey Cristopher al presente, el sabía que el nombre de alguien no podía ser dicho con tanta confianza y anhelo como había dejado salir su rubio hijo, no sin una razón. Una razón que no quería ni imaginar, ese brillo en los ojos violetas, tenía hasta miedo de averiguar el origen.

Sin nada de delicadeza el rey jalo las gruesas mantas que cubrían el bello cuerpo, su mano fue directo hacia esa pequeña y tensa curva en el vientre.

Cristopher en verdad lo quiso, tuvo el deseo más grande, lo intento con todas sus fuerzas, pero su corazón de padre termino por derretirse con la frase llena de pánico que dejo soltar su retoño.

-¡no le hagas daño a mi bebé!- ¿Cómo podría hacerle daño a mi nieto? Esos fueron los últimos pensamientos del rey de Creta, ante de sentir un fuerte jalón y ser llevado por la inconsciencia.

 

 

 

 

Notas finales:

Besos ;D


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