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Bajo tus alas... ¿o garras? por sombra_larga

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Notas del capitulo:

 En verdad lo siento, no saben cuánto, pero les juro que esto fue culpa de mi computadora, la muy maldita lo borro CUATRO veces, aunque lo guarde, no sé si me lanzaron una maldición o algo, pero no es broma, escribí este capítulo cuatro veces, lo juro, y no solo este, también el de mi otra historia. La tercera vez que me paso, estuve a punto de suicidarme. Pero bueno sin ya nada más que decir espero que lo disfruten.

Alexander se levantó de entre las sabanas con demasiada pereza, un poco de  nieve caía afuera de la ventana, ya habían pasado tres meses y medio desde su llegada, y un mes y medio desde su pequeño arranque de emociones.

Lo sabía y no lo podía negar.

Estaba irremediablemente embarazado, no tenía ni idea de cuánto tiempo tenia, pero había dos opciones: Julio o Cador.

Cruzaba los dedos porque el padre fuera Cador, no lo sabría hasta que lo revisara un médico, como todas las mañanas fue al baño, entro y se paró frente al espejo poniéndose de perfil.

Se abrió la bata y empezó a inspeccionar con detalle, se acercó lo más que pudo, y lo vio, allí estaba casi invisible, pero no para el que siempre cuido su figura, un pequeño bultito se asomaba en su vientre y en sus caderas.

No sabía qué hacer, hace una semana había empezado a evitar a Cador, este aunque desconcertado, se alejaba y le daba su espacio, pronto se empezaría a notar. Solo faltaba medio mes para que llegara la primavera y con eso su libertad. En verdad no quería alejarse del hombre, nunca se sintió tan cómodo con ningún hombre, ellos se entendían y su relación fluía armónicamente.

Además, no se podía negar que el sexo era increíblemente bueno.

Pero él sabía que simplemente no podía ser, muchas veces Cador le conto sobre sus aventuras y viajes, acostados y desnudos frente a la chimenea,

-¿Qué paso en la mañana siguiente?-Alex reía contra el pecho de Cador mientras este le acariciaba la espalda

-solo recuerdo haber despertado desnudo lleno de polvo plateado, encima de un unicornio y con la reina hada fulminándome con la mirada-

Sonrió recordando la anécdota de la visita al reino hada, salió de la bañera y se empezó a secar. Su relación era imposible, no creía que Cador fuera a renunciar a sus viajes por un bebé no planeado ni que su padre aceptara un simple viajero como yerno, no después del escándalo.

Además no soportaría ver su cara de rechazo, no debía juzgarlo así pero no podía evitar desconfiar un poco.

Con un suspiro salió del baño y camino a la cocina, si algo bueno salía del embarazo era comer sin límites, todo con una buena excusa.

 

En los restos de un castillo de cristal un pelinegro miraba el cielo cambiar.

Miraba anhelante al cielo, imaginando al enorme dragón negro dar vueltas junto a las estrellas.

El doncel volvió a donde su pueblo,  el bullicio se escuchaba a lo lejos, muchas chozas de piel se expandían a las afueras del castillo, mujeres y donceles arrullaban a sus bebés en brazos, mientras los hombres inflaban el pecho de orgullo.

Cada año hacían ese viaje, todos los inviernos, viajaban a sus tierras natales donde la madres daban a luz a una nueva generación, los nacimientos y concepciones de un dragón no eran cualquier cosa,  las mujeres y donceles solo podían concebir en una fecha determinada.

-queridos súbitos-todos guardaron silencio y prestaron atención a las palabras de su reina- el invierno está acabando, muy pronto volveremos a las montañas con una nueva generación de dragones- aplausos y gritos resonaron por el castillo de cristal.

Un general se acercó al doncel después de un rato.

-¿está seguro mi señor, nos adelantaremos por tres semanas?-

-claro que estoy seguro, el invierno está acabando más rápido, pronto dejara de nevar en las montañas- no espero una contestación y entro a su tienda.

Mikel se recostó en su cama cerrando sus ojos, ya queriendo ver la cara de su hermano, hizo una mueca al pensar en el humano, lo más seguro es que ya estuviera muerto.

 

 

Christopher se encontraba frente a una mesa, donde se extendía un mapa con todas las tierras conocidas, alrededor de el muchos generales y militares intentaban crear la mejor estrategia para invadir el reino en la montañas.

La mayoría de los hombres se encontraban excitados por la idea de por fin invadir el reino enemigo, sin imaginar que también era una misión de rescate al príncipe, el rey había decidido mantenerlo en secreto con su esposa; otros se encontraban nerviosos por la figura encapuchada recargada contra una de las paredes, alejada de todos.

El rey veía de reojo a la figura, hacia algunas semanas un hombre encapuchado se había presentado ante él, asegurando conocer la manera de llegar al hogar de los dragones.  Ningún rey antes de él había logrado llegar más lejos que a los pies de las montañas. El terreno era demasiado inclinado y rocoso. Solo se podía subir volando.

-entonces partiremos en un mes- ordeno el rey.

-¿un mes, no es mucho tiempo mi señor?- pregunto respetuoso uno de los hombres.

-no quiero precipitarme a nada, recuerden que puede todavía haber nieve en el camino- todos asintieron poniéndose de acuerdo, con eso la junta se dio por terminada, todos salieron menos el rey y el encapuchado.

-espero poder confiar en ti- dijo el rey.

-claro que si, su alteza, yo solo deseo servir a este glorioso reino- la voz tenía un extraño asentó, diciendo que no era de esas tierras, pero el rey estaba tan desesperado que decidió poner su confianza en ese extraño.

-eso espero- el rey salió de la sala, dejando tras de sí al hombre todavía recargando despreocupadamente contra la pared con una enorme sonrisa asomándose entre las sombras.

 

Cador daba vueltas mientras esperaba a cierto rubio, con cansancio se sentó en la barra mientras se pasaba nerviosamente las manos por el cabello.

Hace algunas semanas Alexander empezó a comportarse de manera extraña, al principio pensó que tal vez estuviera enfermo, varias veces se levantaba a vomitar por la madrugada y otras simplemente dormía hasta el medio día, hace tan solo una semana lo evitaba, por más que intentaba acercarse él lo alejaba, al final se había rendido y le dio su espacio.

Si no fuera un humano lo más obvio es que estuviera embarazado, pero era simplemente imposible, los dragones solo podían procrear entre sí, bueno eso le habían dicho... a no ser.

¡Claro! Como pudo olvidar la anterior “profesión” del menor. Frunció el ceño y se volvió a pasar las manos por el cabello.

-¡mierda!-  tiro la silla donde anteriormente estuvo sentado, dio vueltas  jalándose el pelo. Recorrió los últimos tres meses y medio, de un momento a otro la burbuja donde había estado se rompió.

 

Alexander recorría los pasillos con lentitud mientras se sobaba el pequeño bultito que era ahora su hijo. Sopesaba los muchos recibimientos que podría tener cuando regresara a casa, en el peor de los casos su padre lo casaría con un viejo, al cual no le importara que estuviera “usado” y preñado.

Un ruido lo alerto, provenía de la cocina, con sigilo se acercó. Quedándose tras la puerta se asomó, le desconcertó la imagen que vio. Salió de su escondite, viendo como el hombre caminaba de un lado a otro junto a una destrozada silla.

-¿Cador?- se aventuró a acercarse, pero enseguida retrocedió al ver la furia en los amarillos ojos.

El hombre lo observo atentamente poniéndolo incomodo, en un abrir y cerrar de ojos el hombre camino en zancadas hasta el tomándole de las muñecas fuertemente.

-¡me lastimas!-chillo el rubio.

-¿estás embarazado?- pregunto directo mirando fijamente esos hermosos ojos violetas.

El doncel no supo que decir, simplemente, todo fue tan rápido. Una perfecta “O” se dibujó en labios rosas.

-¿Cómo…?-

-¿Cómo lo supe? Era un poco obvio- la cara del rubio lo había dicho todo, apretó los dientes enfurecido por saber que otro profano y marco ese lugar que durante tres meses había sido solo suyo-¿Quién es el padre?-

-no lose- susurro el ojivioleta.

-¡cómo no puedes saberlo!-

-¡simplemente no lose!-chillo el rubio confundido con la actitud del otro.

-¡claro, como pude olvidar que eras un puto!- el doncel empujo el fuerte pecho con todas sus fuerzas logrando librarse del amarre-¡era lógico que no supieras quien era el padre, siendo una simple zorrita!-

El doncel le cruzo la cara con una fuerte cachetada.

-no me vuelvas a tocar- siseo el rubio dando varios pasos hacia atrás. Un atisbo de arrepentimiento cruzo por los ojos gatunos, el hombre intento acercarse, pero el otro salió corriendo.

-¡Alexander!- el ojiamarillo fue tras él, una punzada de culpa creció en su pecho, pero era opacada por la furia al pensar a otro hombre tocando lo que era suyo. Se detuvo a mitad del pasillo, ¿Cuándo se convirtió en suyo?

Se paso las manos por la cara- estoy jodido- aseguro a sí mismo.

 

El rubio entro en la primera puerta que vio entre sus aguados ojos. Se alivio un poco al dejar de oír los pasos tras él, puso el seguro y  se recargo en la puerta intentando controlar su respiración, se deslizo hasta el suelo conteniendo los sollozos que amenazaban con salir.

Unos estruendosos golpes resonaron contra la puerta.

-¡Alexander!- la áspera voz causo un escalofrió por su espalda-¡abre la maldita puerta!-

-¡VETE CADOR!- su resistencia llego a su límite, el nudo en su garganta cedió dejando libre paso al llanto.

Los golpes dejaron de sonar.

-por favor abre- rogo el hombre más tranquilo, pero con la voz aun tensa.

-no quiero verte- logro decir entre hipidos- solo vete…por favor-

Los pasos volvieron a resonar por el pasillo, quito el seguro para asomar con timidez la cabeza, al ver que en verdad se fue volvió a cerrar la puerta, con pesadez camino hasta la cama para desplomarse en la cama. Fue cuando noto que estaba otra vez en la habitación del cuadro oculto.

Sin importarle mucho se acurruco contra las suaves sabanas.

Le dolía mucho las palabras de Cador, pero le había dolido más la mirada en sus ojos, el desprecio en sus ojos simplemente no lo soporto, bajo la mano a su pequeño bultito, pensando en la razón que tuvo al decidir no contar con la participación del hombre en su embarazo.

-no te preocupes cariño- hablo con su bultito-papi estará contigo-

Sin darse cuenta cerró los ojos con la mano aun en su estómago.

 

Cador salió del palacio y se desnudó sin importarle la nieve que caía. Con lentitud se transformó, disfrutando la sensación  que le daba estirar las alas. Resoplo dejando salir un poco de fuego de su hocico.

Agito las alas para tomar impulso, movía las alas lentamente disfrutando del fresco viento en su cara. La carga de sentimientos lo abrumaba demasiado como para pensar con la cabeza fría.

No tenía claro que es lo que sentía por rubio doncel, al principio solo era curiosidad por su parecido, había intentado investigar un poco sobre sus parientes pero al parecer el rubio era huérfano, en verdad le atraía mucho no solo físicamente, y la furia recorría su interior al imaginarlo con otro hombre. También estaba el asunto del bebe… ¡carajo!

¿Podría aceptar al hijo de otro?

 

Entre la bruma de la noche sombras surcaban el cielo, las escamas relucían contra la luz de la luna, los ojos gatunos resplandecían en el negro manto, silenciosos como sombras se acercaban cada vez más a su castillo.

 

Cador seguía con el manojo de pensamientos enredándose cada vez más en su cabeza, iba de retorno al castillo, cruzando las garras porque Alexander hubiera dejado de llorar, si existía algo que odiaba era las lágrimas, simplemente no podía contra ellas.

Fue cuando lo vio, desde lejos de divisaba perfectamente, las luces del castillo se prendían una a una.

Arranco el vuelo, moviendo sus alas lo más rápido que podía, solo rogaba porque no lo encontraran.

 

Mikel corría alegre por los pasillos, atravesó a todos los sirvientes hasta llegar a la habitación de su hermano, abrió las puertas emocionado. Pero no encontró a nadie, lo más seguro en que estuviera afuera volando.

Algo decepcionado fue a su habitación, se lavó la cara e intento no verse en el espejo, aún seguía algo hinchado por el embarazo. Con pesadez se dirigió a su cama. Pero se detuvo en seco.

Había alguien en su cama, con sigilo se acercó, sintió el enojo bullir de su pecho. Jalo violentamente el delgado brazo hasta hacer caer el cuerpo al suelo.

-¡qué haces aquí!- agarro los cabellos rubios y le sacudió la cabeza- ¡jodido humano!-

Notas finales:

Gracias por leer.


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